domingo, agosto 30, 2020

El Espejo De Mí Vida - Capítulo 44 y 45

 Capítulo 44:

A primera hora del día siguiente, la Ramona estaba empezando los diez minutos de rezo obligatorios, ese día llegué pronto, algo inusual, pero ocurrió.

-          Vuestro amigo Gerard, se encuentra mucho mejor, se quedará en el hospital pero ya no está en peligro.- dijo la Ramona.

Esas palabras me calmaron mucho, no había matado a una persona y nunca más lo volvería a hacer, no en esta vida. Una buena noticia al fin y al cabo, porque ir al colegio a partir de ahora era muy diferente, el ambiente miedoso me hacía sentir cosas horribles que la gran mayoría eran ajenas pero de todas formas, yo también formaba parte de ese grupo. Al terminar de rezar, llamaron a la puerta, era la psicóloga que traía todas las cosas que había prometido.

-          ¡Oh no!- susurré, deseaba que fuese un mal sueño, pero no lo fue.

La Ramona le abrió la puerta y le ayudó a traer las cosas en la mesa de la profesora, yo me la quedé mirando a la psicóloga con una cara de “¡no puede ser más ciega!”, me entró miedo pero de todos modos me enfrenté a ello, cuando me llamaron y me volvieron a explicar solo para mí como funcionaría todo esto.

-          Voy a ir viniendo a lo largo de las horas para ver cómo vas, ¿ok?- dijo la psicóloga contenta.

-          No te preocupes, creo que ya lo ha entendido.- contestó la Ramona por mí, con otra sonrisa.


Me mandaron de vuelta al lugar y la psicóloga se quedó casi toda la hora, la Ramona empezó con matemáticas. A mi derecha agachado estaba Uriel junto a mí, de vez en cuando él le echaba una mirada a la psicóloga.

-          No se va a ir, mi amor, hasta que vea que su plan resulte. – dijo Uriel.

-          Ok.- dije.

Levanté la mano cuando la Ramona había puesto una operación básica en la pizarra.

-          ¿Si?- dijo la Ramona.

-          ¿Puedo salir a resolverla?- le dije.

-          Claro.- contestó.

Salí a la pizarra, la Ramona había escrito tres operaciones, dos sumas y una resta de dos divisores, algo muy básico, pero a los compañeros todavía les resultaba difícil.

-          ¿Le importa si le hago una pequeña variación, seño?- le susurré.

-          ¿Por qué?- susurró la Ramona.

-          No lo están entendiendo bien.- contesté.

Me dio permiso y borré toda la pizarra y al terminar miré a la psicóloga de reojo se quedó observando interesada. Respiré profundamente y empecé.

-          ¿Alguien podría decirme porqué se inventaron los números realmente?- pregunté a la clase.

Nadie pudo contestarme.

-          Hace mucho pero que mucho tiempo, los números surgieron como un idioma. Pero no era un idioma para hablar entre amigos, sino un idioma por el cual el universo podía comunicarse con nosotros.- dije, la clase estaba intrigada, la psicóloga sorprendida.

-          ¿El cielo habla?- dijo Silvia.

-          Sí y las estrellas también. Constantemente nos están hablando, pero nosotros no entendemos qué dicen.- dije.

-          ¿Y porque nos habla sino hay nadie?- dijo Eloi.

-          Si que hay alguien allí arriba, lo que pasa es que no lo podemos ver. Por ejemplo, esta noche debes haber soñado algo, ¿verdad?- dijo que si con la cabeza.- y el hecho de que al despertar solo lo hayas visto tu y los demás no, ¿hace que ese sueño no exista?- dije.

-          No, sigue existiendo. Para mi si.- contestó Eloi.

-          Así es como lo hace el cielo y las estrellas. Nosotros vemos nubes y un Sol, y de noche, puntos brillantes. Pero esos puntos, nos hablan a través de los números.- dije.

No sabía si había ganado ya esa estupidez de la psicóloga, pero la tenía impactada.

-          Esta noche, cuando veas una estrella, fíjate cuantas veces parpadea su brillo, y para contestarle, simplemente piensa muy fuerte otro número.- dije.

Entonces le pedí a la Ramona que me dijera una operación para resolver, la resolví sin contar con los dedos. Luego me senté de nuevo en mi lugar, y le miré a la psicóloga que no paraba de afirmar con la cabeza.

Pero por muy impresionante fuese esa ayudita en clase que hice, tuve que hacer ese cuadrante y además delante de todo el mundo, ¡ole vergüenza! Y al día siguiente, otra vez y así hasta que llegó el tercer día. En realidad no solucionó nada, porque la tarea la seguía sin hacer, tampoco esa era la solución a un problema que no quiso entender. Para que sepan, lo importante que es saber escuchar a los demás y más si te dedicas a ello, claro.

El tercer día fue horrible, hasta cerca de la hora del patio intentaba encontrar una solución a ese problema, pero no se me ocurría nada, incluso Uriel estaba en blanco, decía que los guías no habían encontrado una solución, y me estaba quedando sin paciencia. ¡No aguantaba por más tiempo hacer ese estúpido cuadrante! Entonces, llegó la psicóloga para ver cómo había ido el día, y cuando vio que todo estaba en rojo, me miró a lo lejos y dijo que no con la cabeza.

-          ¡Se acabó!- dije y me levanté de la silla para irme a la mesa de la Ramona, agarré el cuadrante, lo llevé a la mitad de la clase delante de la pizarra y dije bien clarito para que todos pudieran verme - ¡No me voy a humillar más delante de esta psicóloga que no sabe escuchar ni ejercer su profesión! ¿Ve esto, psicóloga? ¡Miren, chicos! Esto me quiere joder más la vida de lo que ya mucho la he jodido yo… y miren lo que hago, ¡miren!- empecé a trocear el cuadrante que era una cartulina gigante amarilla hasta que finalmente se lo entregué a las manos de la psicóloga y le dije - ¡No quiero volver a verla, sino es para pedirme perdón! ¿me escuchó? ¡Se acabó, no me va a joder más!- entonces regresé a mi sitio, en un silencio, porque los compañeros no sabían qué hacer.

La psicóloga se quedó atónita durante varios minutos, la Ramona se dirigió hacia los compañeros y les recordó que tenían que seguir con la tarea que les había dado. A mi no quiso decirme nada, se fue con la psicóloga a hablar en el pasillo, lo que vi fue como la psicóloga tiraba los trozos en el suelo y se ponía a abrazar a la Ramona, entonces sonó el timbre y la psicóloga no la volví a verla ¡por mucho tiempo!

Antes de continuar, quiero dejar claro que no he querido esconder su nombre el de la psicóloga, lo que pasa es que no me acuerdo de cómo se llamaba. Durante muchos años, pensé que quizás era su primer año laburando allí o con la profesión, pero me enteré de que ya llevaba más de ocho años ejerciendo, así que me di cuenta de que había estudiado psicología sin entender realmente para qué tenía que estudiar esa carrera. Por lo ocurrido, tenía toda la pinta de que lo hacía para aparentar ser socialmente una persona que se preocupa por los demás, pero sin hacerlo de corazón, solo por tener un título, un papel y reconocimiento. Cuando uno decide dedicarse a ayudar a los demás, lo que busca es ayudar, no tener reconocimiento o un título, incluso hay más personas sin título que harían el trabajo mucho mejor que esa psicóloga, más de lo que puedan imaginar.

Durante el tiempo que estuve poseída, los viajes a IÓN se habían suspendido y según Anasiel no regresaría hasta después de las fiestas de Navidad. Esa misma noche, volví a hacer viaje astral como una prueba para ver cómo me encontraba, cómo todo estaba bien, Uriel me dio unas cartas que había estado guardando.

-          ¿Qué es esto?- dije.

-          Mientras no estabas disponible, recibiste una carta cada día, te las he ido guardando. Te van a gustar mucho, me refiero de quienes son. – dijo Uriel mientras me encontraba sentada encima de su regazo debajo de uno de los árboles de la devesa en casi vísperas de noche buena.

Giré una de las cartas y me puse contenta, eran del Chico de Ojos Verdes. Las primeras cinco cartas hablaban de lo bien que se lo estaba pasando en ese pequeño viaje que hicieron por los Sistemas de Agartha, nada más pensarlo seguramente que se quedó algo preocupado porque él escribía y yo no le había enviado nada, pues en ese tiempo me encontraba en un lugar demasiado lejos como para mandar cartas. ¿Estaría enojado por no haber recibido ninguna respuesta que le había prometido? ¿Se pensaría que no me importaba tanto como quizás le hacía pensar en nuestros encuentros cara a cara? ¿Me había quedado sin su hermosa amistad? A la quinta carta, vi que andaba preocupado, ya que hacia el final decía “Tú silencio me está preocupando demasiado, no sé qué te pasa pero espero que todo vaya bien, y mañana cuando te vea en el metro, me cuentes”.

-          ¿Se lo dijiste en algún momento lo que pasaba, Dary?- le pregunté.

-          Un mes después, me vio por París y se acercó a preguntarme por ti, y se lo conté – dijo Uriel.


A la siguiente carta la escribió tres días después de volver, y me rompió por dentro al ver lo preocupado que estaba y decía “No te he visto, ¿estás bien? ¿Qué ha pasado? Necesito que me cuentes, por favor…”. Y la última antes de que Uriel le dijera, me rompió aún más “¿Hay algo en mí que te haya molestado como para dejarme así en silencio? Porque tengo pesadillas, desde entonces.”. Ambos estábamos viviendo un “infierno” en dos aspectos totalmente diferentes, incluso volvió a escribir un par de días más tarde, pero poco dijo, eran solo dos frases que decían “La fuerza está dentro de ti” la segunda frase decía “Visualízame y te ayudaré a salir de esta. Somos uno.”.

Me gustó saber que me estaba dando ánimos para que saliera de ese estado, quizás fue lo que me ayudó a enfrentarme a todo eso con mayor fuerza, pues me sentí que había pasado una prueba demasiado dura de mí misma. Ahora con todos los años que han pasado, tengo que decir, que no me acordaba de nada de lo que ocurrió dentro de la posesión hasta hace unos años, cuando lo compartí en una reflexión en el 2018 a principios. De alguna manera, me daba miedo saber la verdad de la situación, tampoco recordaba cómo fue el inicio del Bullying y culpaba a la Cristina como la causante de todo ese horror, por eso durante años la odié tanto que no podía estar cerca de ella. Pero siempre llega un día en que te das cuenta de que ella realmente no fue la causante, y no se preocupen que ya reparé todo eso, le pedí perdón en su momento, tardé mucho tiempo pero es que me daba mucho miedo admitir lo que me había pasado, es muy difícil que la gente entienda esto, y sé que en la actualidad a muchos les parecerá demasiado fuerte y no se lo creerán. Recuerden, que solo estoy haciendo igual que un espejo, lo dije al comienzo de esta serie, la mejor forma para que todo esto del yosoy y del nuevo tiempo funcione, tengo que enfrentarme a mi propio espejo y ser el espejo. Nada de lo que han leído y van a leer, es inventado, esta es mi vida. Algo atípica, supongo, pero esta es mi vida.

Capítulo 45:

Al leer la última carta me emocioné, Uriel me abrazó y me refugié en sus brazos. No podía creer lo que le importaba al Chico de Ojos Verdes, no podía creer que me estaba ayudando y que de algún modo, me echaba de menos y yo a él. Había pasado dos meses sin verme, y yo solo pensaba en ese momento en él, y en volver a IÓN.

-          ¿Cuándo volveré a IÓN?- le pregunté a Uriel.

-          Antes tendrás que pasar por unas revisiones con Hilaríon y Raffaello pero si todo va bien, después de Navidad- contestó.

-          ¿Tanto?- reaccioné sin pensar.

-          Es importante que pases consulta con esos dos seres de luz, quieren saber si realmente estás bien. – dijo Uriel con su voz amorosa.

-          Ya estoy bien.- le dije algo rabiosa.

-          Me sentiré más seguro si pasas consulta – dijo Uriel.

-          Ok.- le dije con la frente arrugada.


Los dos meses que me perdí en IÓN provocaron que tanto Uriel, Anasiel y el Maestro Ascendido Juan el Amado, viniesen tres veces a la semana a impartirme clases en casa, para ponerme al día de todo lo que habían hecho en clase. Juan el Amado, apareció una mañana en la hora del patio sin previo aviso, era la primera vez que lo conocía, no estaba en plantilla como maestro de IÓN pero Uriel me contó de que de vez en cuando ayudaba a los alumnos que estaban temporalmente fuera del recinto por enfermedad larga. Uriel fue quién nos presentó, y antes de que dijera nada, me encontraba a solas con el Juan el Amado.

-          ¿Te acuerdas de mí, querida Flor? – me preguntó Juan el Amado.

-          No, lo siento.- le contestó mirándole a los ojos color cafés hermosos que tenía.

-          Yo soy uno de los discípulos del Maestro Jesús, ¿lo conoces? – dijo

-          No en persona, pero si que Uriel habla bastante de él.- le contesté.

Juan el Amado abrió sus ojos en señal de sorpresa, y me quedé algo inquieta ¿a qué venía esa reacción? Pero lo ignoró, no quiso comentar nada más, y empezamos la clase. Él se agachó en la parte de la sorrera, que es donde nos encontrábamos, y empezó a armar una montaña de arena y al terminar agarró un grano de arena del medio y me la mostró.

-          ¿Qué crees que es esto que tengo en la mano? – preguntó el Amado.

-          Un grano de arena.- le contesté.

-          ¿Y eso? – señalizó la montaña de arena.

-          Un montón de arena junta.- le dije.

-          Aunque junte este granito con el montón, ¿crees que dejará de ser arena? – dijo.

-          No, porque la arena es su composición.- le dije.

-          Entonces, ¿Por qué se fusiona con el montón? – volvió a preguntar él.

Me quedé un buen rato pensando en la respuesta, pero no se me ocurría nada. Entonces, me pasó el granito de arena.

-          Imagina que este eres tú, y la montaña todos los compañeros que hay aquí en este patio jugando cada uno a su juego favorito. ¿Dónde está la diferencia? – dijo.

-          Que ambos somos lo mismo, humanos. Aunque juegan a distintos juegos, en su esencia somos humanos.- dije.

-          Así es, todos sois humanos, siendo o no la montaña, este granito será siempre un granito de arena, pero ¿siempre tiene que estar en la montaña para sentirse un granito de arena? – preguntó, eran muy interesantes sus planteamientos.

-          No tiene por qué estar siempre allí, vaya donde vaya, será siempre y formará siempre parte de la montaña. – contesté.

-          ¿Por qué? – dijo.

Me quedé un buen rato pensando la respuesta, pero solo se me ocurrían momentos en que yo misma prefiero estar acompañada de un ser de luz que de una persona, pero aún así no me obliga a sentirme “diferente” sigo siendo humana, un poco distinta, sí, pero humana de todos modos. Entonces, me sentí el granito de arena, solitaria sin ganas de socializar pero si de ser parte de la montaña, ¿cómo podría yo conseguirlo?

-          Decidir estar solo, no es que rechace ser parte de la montaña, solo que quiere estar solo porque quiere experimentar algo distinto o puede que le de más importancia su mundo interior, que el externo. – le dije, ya ni le miraba, me puse a dar un monólogo que Juan el Amado intentó no interrumpirme, sabía de antemano que algo estaba aprendiendo y quería que siguiese. – yo me siento diferente al resto, no me gusta socializar como los demás, no me siento una persona que para ser alguien tenga que ser observada por otros ojos, ¿comprendes? Me gusta observar, sin condicionarme por quién me observa. – dije.

-          ¿Qué sientes cuando estás aquí hablando con Uriel o conmigo? – preguntó Juan el Amado.

-          Me siento en paz, me gusta estar así, puedo ser yo misma, es decir, si estoy con alguien tengo que “reprimir” muchas cosas que siento o que hago, con ustedes simplemente soy yo, libre y amada por lo que soy y no por lo que las condiciones digan que debo ser.- contesté terminando con una sonrisa de complicidad, ya que aceptaba con mi asertividad que era cierto lo que decía.

-          ¿Te preocupa desconectarte de ellos? – preguntó.

-          Para nada, lo que me preocupa es tener que renunciar a ustedes para estar con ellos. Un día un amigo mío de IÓN me dijo que hay chicos de su edad que ya no se comunican con ustedes, yo no quiero hacerlo, quiero seguir así, siempre. Si ellos me hacen elegir entre ellos o ustedes, tengo claro que les a elijo a ustedes.- dije, no le quise decir quién era el chico que me dijo eso, pero ya se deben imaginar quién fue, el Chico de Ojos Verdes.

Juan el Amado me dio un abrazo agradecido por mis palabras, porque sabían que eran ciertas y puras de corazón. Entonces, se tuvo que ir al sonar la campana indicando el fin del patio y yo me puse algo triste, porque eso quería decir que la tortura debía continuar. Juan el Amado desapareció ante mis narices a dos pasos de mí, y detrás regresó Uriel, que me ofreció la mano y nos fuimos a la cola de nuestra clase para subir juntitos al aula.

Mientras que esperábamos en la cola la indicación para poder empezar a subir al aula, me fijé que todos los alumnos de otros cursos y de otras clases, iban marcados por mis uñas. Empecé a sentirme muy mal, la culpa me concomía por dentro, ¿qué estarían pensando de mí? ¿Se me habría acabado ser invitada a los eventos sociales de la clase? Aunque esa última pregunta no me preocupaba mucho, sabía que la respuesta era que si, ¿quién invitaría a alguien que puede herir físicamente a todo quién se le cruce por delante? Me quedé pasmada, al ver a un niño con pelo rubio, ojos color café y la piel blanquecina, me estaba observando y me sonreía a lo lejos. En un comienzo pensé que era otro ser de luz, pero cuando vi que los demás le llamaban, era un humano de un curso mayor que yo… Esa mirada no parecía de miedo, más bien de complicidad, algo nuevo tras todo lo ocurrido, me fijé en sus manos, cara, brazos, piernas… ninguna marca, ninguna. ¿Quién era ese chico? ¿Por qué no tenía la señal que había hecho a todos?

En clase de matemáticas, me quedé mirando por la ventana hasta que tocó el timbre, Uriel me acariciaba el pelo sin decirme nada, hasta que a la hora de lengua, quise hablar con él.

-          Dary, ¿De verdad que he marcado a todos los alumnos cuando estaba en… ese estado?- le pregunté telepáticamente.

-          Si, hacías eso… - dijo eso me provocó un golpe en el corazón, la culpa aumentaba por segundos, hasta que él prosiguió – Excepto a un chico… si hay uno que no has tocado… - terminó.

De 400 alumnos que había en la escuela y de más de 30 profesores que también había causado daño, se salvó solo un niño. Se me quedaron los ojos abiertos como platos, ¿Podría ser ese chico de antes? ¿Por qué no le toqué?

-          ¿A quién no toqué? – le dije.

-          Un chico que es un año mayor que tú, su nombre es Sergi. – dijo y empezó a describirlo, era la misma persona que había visto en la cola.

-          ¿Cómo sabes su nombre? – le dije.

-          Porque es importante para ti, mi amor. Recuerda que lo que sea importante para ti, para mí también lo es. – contestó Uriel dando por finalizada la conversación.


No entendía nada de lo que decía Uriel “importante para mí”… pero me entró tanta curiosidad, que en el momento que esperaba en el patio cubierto para que me vinieran a buscar para ir a almorzar, lo vi y no pude evitar quedarme fijada observándole como jugaba solito en un rincón a juegos que no sabía qué eran, pero me daban ganas de jugar con él. ¿Quién era ese chico? Como vi que iba con la bata del colegio, me quedó claro que se quedaba a almorzar en el centro, yo en cambio esperaba al Titi que me viniera a recoger, y vino cinco minutos después.

Al verlo lo abracé, desde que había vuelto de ese estado no lo había podido ver y tenía muchas ganas, así que me lancé literalmente a sus brazos y él me agarró al vuelo para quedar en su pecho.

-          Te he echado mucho de menos, Titi… te quiero mucho…- le dije llorando a lágrima viva susurrándole cerca de la oreja.

-          ¡Bienvenida de nuevo, amada Laia! Yo también te he echado mucho de menos… - lo decía con un sentimiento puro de ángel que él era.

Volví a ver a la abuela Victoria que aunque ella seguía perdida en sus recuerdos que iba olvidando por la enfermedad, le di un abrazo tan fuerte que pudo regresar por cinco segundos al presente para dedicarme una sonrisa y luego volver a su estado. Me senté a almorzar, tenía mucha hambre y ese día estaba a solas con el Titi, el mediodía se turnaban en la empresa de carpintería de mis titos, para que alguien le diera de comer a la abuela, que comía sola pero en realidad era como si no estuviera, así que empecé a hablar con el titi.

-          ¿Qué veías mientras que estabas “poseída”? – preguntó el titi curioso, mientras le daba un mordisco al trozo de pan para combinarlo con la sopa.

-          Oscuridad. Miedo. Una jaula. Pero no me acuerdo de casi nada. – le dije.

-          Un día que te tuve conmigo dijiste un nombre que me quedó paralizado… - dijo yo le miré y él prosiguió – Hilario, al principio pensé que me llamabas, pero también decías “pega a las mujeres” entonces supe que no hablabas de mi…- dijo se le oscureció la mirada al pensar quién era.

-          Si, me acuerdo que hablé con alguien que pegaba a las mujeres, pero no me acuerdo de quién era. ¿Hilario? – dije.

-          Hablabas de mi padre, en esta encarnación. Tú abuelo que murió cuando tu mamá tenía 14 años. ¿Alguna vez mamá te contó qué hacía? – me preguntó curioso.

-          No, nunca habla de eso. Ni lo conocía.- le contesté.

-          Él maltrataba a tú abuela Victoria y a todos nosotros, cuando se quedaba sin dinero y se lo jugaba todo al juego y en vino y cervezas. Era un golpeador de mujeres. – confesó el Titi, dejó de comer, de repente no le sintió nada bien la comida y dijo – Yo me llamo como él, porque él quiso. – terminó.

Me venían pequeños flashbacks de lo que decía, y en ese momento recordé…

-          Pero a mamá no la podía tocar, ¿cierto? – le pregunté.

-          ¿Cómo sabes eso? – dijo el titi alzando la ceja en señal de sorpresa.

-          Me lo dijo él, decía que tú la protegías y por eso era intocable.- dije.

-          Así hice, yo al ser un ángel de luz no me podía tocar, salía ardiendo. – dijo el Titi pero cortó sin terminar, se le empezaron a llenar los ojos de lágrimas y nos quedamos en silencio, casi toda la comida.

Tampoco pude comer mucho, se me cerró el estómago al saber que todo lo que había ocurrido allí a dentro, era cierto, por primera vez me di cuenta de que mis tíos habían existido por fruto de violaciones y no por amor. Unas siete violaciones que llegaron a ser seis tíos míos y mi mamá. Me levanté de la mesa y le di otro abrazo fuerte a la abuela Victoria, para susurrarle al oído “perdón abuela, por haber sufrido tanto. Estoy contigo, te amo, abuela. Te amo.”.

Recomendación: Proyecto Almanaque - Netflix

HR.

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viernes, agosto 28, 2020

Aprender A Mirar


 Nacemos con ojos pero ¿realmente sabes mirar? Dicen que mirar lo aprendemos durante los primeros seis meses de vida, porque el ojo al nacer no está del todo desarrollado, pero ¿qué es mirar? Biológicamente hablando, la mirada nos da una perspectiva de aquello que nos rodea, para identificar así dónde nos encontramos, qué objetos tenemos a nuestro alrededor y qué personas o animales o cosas nos acompañan. Emocionalmente hablando, la mirada es el despliegue de energía que como un rayo de luz blanco penetra en un diamante, se vuelven todos los colores del arcoíris, por el cual eso le llamamos alma. Espiritualmente hablando, se dice que la mirada es la forma que el espíritu observa su proyección, todo aquello que al abrir los ojos, es solo una proyección de aquello que dentro de cada espíritu resuena, pues a fuera es el lienzo final al sueño soñado.

Pero, insisto ¿realmente sabes mirar? Mirar y observar no son lo mismo, aunque ambas provengan del mismo lugar, observar significa sentir lo que tus ojos proyectan, en cambio mirar es fijarse en el detalle que capta tu atención de tal forma que parece que te enamores de cada detalle que mires de cualquier cosa que mires.

Por ejemplo… ¿Qué ves cuando estás delante de la orilla de la playa? El sentimiento que sientes en ese lugar, es la forma que tú alma expresa lo que estás observando, pero para mirar, debes hacerte la pregunta ¿Cuántos detalles captan la atención de lo que estoy mirando aquí y ahora?

Ahora imagina que hace tres meses que no has ido a esa playa, ¿podrías describirla tal y cómo la recuerdas? ¡Aquí está el secreto! Cuanto más detalles mires, mejor será el recuerdo, eso es mirar, el hecho de recordar todos los detalles o algunos que nadie más pudo ver, es lo que llamamos mirada consciente o actos de consciencia. Para que lo entiendas mejor, ahora intenta recordar lo que hacías un día como hoy hace un año atrás, ¿Qué detalles recuerdas de ese día en particular? Si era un día como cualquier otro, seguramente no recordarás nada, será como si nunca hubieses pasado por ese día, ¿cierto? En cambio si era un día importante, recordarás cosas increíbles. ¿Por qué sucede? Es nuestra forma de mirar, sino recuerdas nada, estabas en piloto automático, sin prestar atención a nada, como un robot, haciendo las cosas por hacerlas y no porque dentro de ti haya un sentimiento para observarlas y luego mirarlas con consciencia.

Es importante que cada cosa que nos llame la atención, activamos la mirada consciente, pues cada vez que lo hagas, estarás mandando tú recuerdo de este detalle al guardián de tú registro Akashico, así en la próxima vida si tienes una vida plenamente consciente, podrás recordar esa playa que tanto te ha enamorado, a pesar de que tengas otro aspecto, otro nombre y quizás vivas en otro país y época de la historia humana, pero recordarás haber estado en esa playa, solo porque usaste la mirada consciente y aprendiste a mirar.

Recomendación: El Renacer – Lucas Cervetti.

 HR.

HERO&Corporation.

miércoles, agosto 26, 2020

Entre Mayas Y Gatos

 

El domingo con la conexión día 20 del YOSOY sobre el toroide a nivel emocional, comprendí de primera mano, porque tenemos un Aura o un escudo protector cada uno de nosotros. Al terminar la conexión y escuchar a mi yo superior Flor de Lys cantar las magníficas cosas que dijo (no lo recuerdo bien, pero se me quedó esto “la vida es eterna, el tiempo solo es un camino más”) comprendí la importancia del Aura en nosotros. Imagínense un arcoíris gigante que les envuelve desde los pies a la cabeza, y su única conexión con nosotros es el alto corazón (en el cuello dónde terminan el hueso del omoplato hay un hueco que se puede detectar el latido del corazón, ese es el chakra alto corazón). Este arcoíris en realidad se llama toroide, comúnmente llamado también Aura, que nos ayuda a protegernos del exterior y entre muchas cosas más…

Hace diez años atrás, recuerdo que cuando estaba en el colegio no interactuaba mucho con los compañeros de clase a nivel físico, porque estar al lado de ellos me hacía sentir muy mal emocionalmente hablando. Eso me ocurría si me quedaba al lado de ellos sin dejar mucha espacio entre ellos y yo, es decir cuando sin querer invadían mi espacio personal y al mismo tiempo yo invadía el de ellos. No me gustaba y por eso, siempre mantenía la distancia de seguridad de un metro o a 45cm como mínimo. Lo hacía porque cuando entraba en su toroide, veía cosas que no quería ver, porque no me tocaba verlas.

Por ejemplo, si me acercaba, y esa persona sin decir nada pensaba en gatitos, yo sin decirle nada solo entrar en su toroide, podía ver una imagen en mi cabeza de esos gatitos, como eran y porque pensaba esa persona en eso en aquel momento. El toroide está compuesto por energía y la energía son las emociones, cada recuerdo que tenemos es una emoción que se queda en el recuerdo, y se queda incrustado en el toroide. Por eso, aprendí a mantener las distancias de seguridad, pues podía ver cualquier cosa que la otra persona estuviese pensando, sintiendo o simplemente haciendo o quería hacer, a mí me parecía y siempre me ha parecido una intromisión y por eso según el grado de relación que tenga con esa persona, me separo o no.

Por eso cuando alguien me cuenta una experiencia, sé que es verdad, porque en cierto modo estoy viendo lo que el otro me cuenta, estoy viendo su recuerdo de aquella experiencia, ya les aviso que bonito no parece que sea, porque cuando me ocurre me siento como un ladrón de recuerdos, la persona no da su permiso para que yo pueda ver, pero ocurre porque mi toroide es más sensible y permeable a recuerdos y entre otras cosas. Incluso a pesar de estar a dos metros o más, puedo sentir las emociones de las demás personas que estén a mi alrededor y qué están pensando hacer en ese momento, antes de que lo hagan. Eso es un truquito que aprendí en la instrucción de guardiana hace 80.000 años. En muchas ocasiones es así como se atrapa a un malhechor infraganti, no usamos cámaras, ni micrófonos, usamos el toroide que es infalible.

En Julio del 2018 me ocurrió una cosa muy rara que nunca me había pasado y que tiene mucho que ver con el toroide, me encontraba en Girona en un taller de consciencia del SER, y al terminar de cenar, de repente me vino un recuerdo de una vida pasada de hace 12.000 años en Egipto. En ese tiempo yo hacía dos años que había vuelto a recordar casi el 60% de mis vidas anteriores (ahora es el 70% aún me queda mucho), pero lo que ocurrió fue muy extraño porque cuando terminé de ver ese recuerdo, el chico que estaba sentado a mi lado a mi derecha, me estaba mirando y con la mirada preguntó “¿Viste eso tú también?” nunca había recordado una vida pasada con otra persona, pues me di cuenta que lo que había recordado, él también estaba en ese tiempo y espacio en la misma posición que estábamos pero con los sexos opuestos. Yo siendo un hombre y él siendo una mujer, el recuerdo era que éramos marido y mujer y que “mi mujer” esperaba un hijo que iba a convertirse en el primer heredero al trono de faraón.

Durante mucho tiempo, pensé que sin querer me había colado en su toroide y había visto un recuerdo de una vida pasada de él, porque de Egipto no recordaba mucho en ese tiempo, pero luego me di cuenta de que no, de que realmente yo estuve también en esa vida y que de forma casi mágica, por así decirlo, ese chico era importante. Pues cuando volvimos a vernos más adelante, volvía a suceder con otros momentos de otras vidas, no tan lejanas esta vez, por ejemplo Roma, Escandinavia, Florencia… Lo curioso es que solo me ocurre con él y con nadie más, supongo que en algún momento lo entenderé mejor porque ocurre esto.

Con el tiempo comprendí que el toroide hace muchas más funciones de las que me habían enseñado en otras vidas el Arcángel San Miguel y el Maestro Lonan, que son las dos cabezas que capitanean la seguridad de las guardias a nivel universal. Entonces, en un viaje dimensional de hace un par de meses, me encontraba con el Arcángel Jofiel y como él sabe mejor cómo funciona el mecanismo de recordar vidas, no me pude resistir a preguntarle…

YO: Cuando entro en el toroide de alguien, ¿por qué puedo ver lo que piensa o le sucedió a aquella persona?

JOFIEL: ¿Sabes cómo es posible que tú puedas recordar vidas pasadas?

YO: A través de la meditación, ¿no?

JOFIEL: No precisamente ocurre así, querida. Recordar significa que la energía que tú sientes y la que hay en tú espacio es idéntica a una situación que viviste en otra vida o en el pasado. Cuando ocurre eso, tú guardián Akashico comprende que estás alineado para entender a nivel emocional una experiencia que debes recordar. Por ende, él agarra el recuerdo en un rombo energético y a través del chakra corona, te pasa la información, hasta que llega al alto corazón y lo enfoca en el toroide, entonces, los demás Chakras reflejan ese recuerdo en la situación del presente en el que te encuentras, y así puedes ver lo que pasó hace vidas atrás y qué conexión tiene con lo que vives aquí y ahora. También es a través de la resonancia emocional, pero la intención es volver a vivir la experiencia con otros ojos.

YO: Pensaba que elegías tú mismo recordar las vidas, no pensaba que era a través de la resonancia.

JOFIEL: La resonancia es lo que todo está conectado con el todo, querida. Puedes elegir o dar el permiso para recordar, pero hasta que no estés en equilibrio y alineado, la resonancia no se activará y no recordarás nada.

YO: ¿por qué?

JOFIEL: Imagina que quieres llamar a tú mejor amiga, pero cuando está sonando el teléfono ella no te puede atender. Entonces, ¿qué haces?

YO: La vuelvo a llamar.

JOFIEL: Pero tampoco te contesta, porque está haciendo otras cosas y no escuchó la llamada. Cuando te alineas y estás en equilibrio, resuenas con la llamada de tú espíritu, alma y cuerpo para que el guardián de Akasha pueda enviarte un recuerdo, ¿comprendes?

YO: Si, lo comprendo. Es un llamado interior.

Por eso no recuerdo todo todavía, como he dicho actualmente solo recuerdo el 70% de quién fui, llegando a un máximo de 84 vidas unos 153.000 años aproximadamente, pero puede haber mucho más, todavía no sé cuando seguiré estando en resonancia para volver a recordar más, pero con estas conexiones del YOSOY me están ayudando a estar resonando todo el día, y es por eso que el domingo mientras cenaba en la cocina de mi casa, acompañada de mis padres viendo un documental de los secretos de los Mayas, tuve un recuerdo que quiero compartirles.

Me encontraba dentro de la nave de la Confederación Galáctica con el trabajo de la Gran Hermandad Blanca de crear los cuatro reinos de la Gran Perla Azul (la Tierra), después de haber conseguido evolucionar el Homo Sapiens a Homo Sapiens-Sapiens unos dos mil años más tarde, regresamos con la intención de observar sin bajar de las naves, cómo estaba yendo toda la evolución. Hacía poco tiempo que sabíamos que una civilización bastante lejana de la Tierra y de la Cruz del Sur estaba interesada en ser los primeros pobladores conscientes del proyecto Perla Azul, se hacían llamar los Mayas.

En la nave que acababa de regresar, no había tenido más contacto con ellos desde hacía 2.000 años, y el mundo que recordaba desde los ventanales de la nave había cambiado mucho, el reino vegetal estaba mucho más extenso, el mineral seguía siendo una maravilla en sus cuevas más impactantes, el animal vivía libremente miles de millones de especies algunas nuevas que se habían creado por deseos de las razas de animales y evolución en sí misma, el reino humano empezaba a tener algo más de capacidad para ser simple hombre de cavernas y empezar su largo viaje a la consciencia.

Los Mayas solo hacía 500 años que habían llegado a la Tierra, y esa era la primera reunión por lo cual la Hermandad Blanca tomaría contacto con los Mayas, tras una primera reunión en la Cruz del Sur (en ese tiempo, mi hogar). Así fue como en una de las salas de reunión más grandes de la nave principal de la Hermandad Blanca, acudimos a tres Mayas, eran dos hombres que aparentaban tener unos 30 o 40 años, y una joven chica de 16 años que vestían tradicionalmente sus costumbres, empezaron a caminar por el centro de la sala hasta nosotros, más de veinte científicos que habían hecho posible la creación de la Tierra y sus reinos, para entablar por primera vez conversación con los Mayas.

En el pasado esta civilización no tenía por costumbre entablar conversaciones con ninguna alianza cósmica, debido a que querían permanecer con sus costumbres nativas, pero tenían una gran capacidad de transmitir la consciencia del SER de tal forma que parecían nuestros ancestros estelares. En ese viaje me acompañaba el Arcángel San Gabriel, que a su vez hacía de comunicador oficial ante esa presentación, me encontraba a la derecha de él, agarrándole la mano con firmeza, esperando en silencio a que me presentara delante de ellos. En el momento en que llegaron delante de nosotros, Gabriel se presentó y acto seguido me presentó, entonces, el hombre de la derecha se presentó, luego presentó al otro hombre y después a la mujer, que me miró directamente a los ojos aunque se encontraba un par de pasos atrás de ellos dos. Esos ojos, me dejaron sin aliento, eran hermosos, verdes y azulados la fusión perfecta del universo, pues sus ojos representaban la luz del universo.

El idioma que hablaban era complejo de entender, pero aprendieron a hablar Arcturiano (en ese tiempo era el idioma universal) y así pudimos entender por qué habían decidido venir a contribuir.

 

Estos recuerdos ocurrieron en menos de cinco minutos, fue intenso pero hermoso, no sabía los nombres, de hecho en otras vidas era penosa con los nombres, pero al volver al presente, me quedé asombrada. Entonces miré la televisión que decía “¿por qué vinieron los Mayas y por qué se fueron tan rápido?” me planteé la misma pregunta durante varios minutos intentando ver si recordaba algo más, pero no fue posible. Solo había conocido a la primera hija de los Mayas que había nacido en este planeta, y con eso ya me sentía como si hubiese visto a Dios, es una forma de decir… pero con razón.

Durante la conexión del lunes, no sé qué me pasó pero regresé algo inestable energéticamente hablando, de tal forma que Uriel tuvo que cuidar de mí, porque literalmente me caía al suelo. Además, recuerdo que fuimos a casa un momento a buscar una camisa para abrigarme porque tenía frío, mientras que a fuera ya de noche hacía 33ºC, no regresé bien de la conexión, estaba claro y la forma de anclar siempre me ha funcionado fue salir a caminar y hablar de lo que me estaba pasando y de cómo me sentía por según qué temas de la vida actual. Durante el camino hacia la estación, nos encontramos a tres gatos callejeros que se acercaron a mí y se dejaron tocar, y cada vez que aparecía uno, curiosamente anclaba la energía de la conexión. Entonces recordé otra cosa…

Hace 12.000 años aproximadamente, yo era un hombre que caminaba hacia dentro de un templo en Egipto, en la puerta me encontraba siempre al mismo gato que sentado en una de las columnas, me esperaba para entrar y rezarle a los dioses. El gato era negro con ojos amarillos, se me quedaba a mi derecha dejándome espacio, escuchando el mensaje que los dioses tenían para mí, y de fondo escuchaba el ronroneo del gato que me ayudaba a estar en armonía.

Hace unas semanas atrás, durante dos conexiones del YOSOY apareció este mismo gato en el nuevo lugar de conexión, haciendo exactamente lo mismo SIMBEI, recordé su nombre y desde entonces que no volvió a aparecer.

Recomendación: Lucifer – Netflix 5T.

HR.

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