sábado, enero 29, 2022

El Espejo De Mí Vida - Capítulo 121 [2T]

 

Nos pasaríamos cuatro días en un centro muy cerca del pantano de Sau, con piscina, mucho campo para poder jugar y salir a correr, lugares con árboles muy bonitos, salas de baile, sala de talleres y un gran comedor. De hecho el lugar era bello, pero nos dimos cuenta de que no éramos el único grupo allí, habían Esplai de Barcelona que ya hacía días que estaban allí y otros tan solo pasaban sus últimas horas. Había más gente de lo que esperaba o de lo que estaba acostumbrada cuando me iba a estos lugares con un grupo.

Por una parte estaba ansiosa por bajar del autobús, agarrar la valija, entrar, instalarme en la habitación y luego ver qué hacer, pero por otro lado, me daba miedo que esas instalaciones tan bonitas al final solo estuviéramos encerrados en la sala de talleres casi todo el rato sin poder disfrutar de la naturaleza, ni si quiera de la piscina. La poca experiencia que tenía en ir de colonias, se veía claramente que sería así, por ende no me hice ninguna ilusión de quedarnos más tiempo en las zonas de la pileta.


En cuanto ya teníamos de nuevo las valijas con nosotros, los monitores nos hicieron separar por niños y niñas, en vez de seguir a Pep, tuve que seguir a la Maribel y la Esther, porque al subir al primer piso, tuvimos que separarnos, ya que los niños tenían la habitación en el primer piso y las niñas en el segundo piso. Pasamos por dos pasillos estrechos, vimos el baño, las duchas mixtas, algo que no me gustaba nada, cómodo para algunos, incomodos para mí, y además sin cortinas… al final de ese pasillo que estaba revestido con madera blanca, giramos a la derecha y entramos al fin en nuestra habitación, que estaba obviamente lleno de literas. La Jenny fue tan rápido, que nada más cuando pasé por la puerta, escuché que me llamaba y simplemente me fui con ella.

-        Aquí, ¿te parece bien?- me preguntó la Jenny.

Miré alrededor, delante a los pies y bastante lejos, teníamos una ventana con rejas, estaba perfecto.

-        Ok. ¿Tú arriba?- le sugerí.

Antes de que lo terminase de decir, ya estaba subiendo ansiosa a la litera de arriba, le ayudé a dejar la valija, y luego dejé la mía en la litera de abajo, me senté, miré alrededor y vi como los demás encontraban sus camas que estaban contadas.

-        ¡Vayan instalándose!- dijo la Maribel.

Fue cuando abrí la valija y me puse a poner la sábana de abajo, luego saqué el saco de la funda y la puse encima de la cama, como había ocurrido en el año anterior, no había almohadones para nadie. Yo seguía durmiendo sin almohador, pero los demás lo veían como algo malo e incómodo así que se tuvieron que inventar uno, con las toallas. Algunos ponían cosas en las estanterías que teníamos al lado de las literas, ya saben que de costumbre no suelo deshacer la valija mucho, va en función en aquello que ya he usado o voy usando.

De repente Ana vino a nuestra habitación con cuatro niños de nuestro grupo, también les seguía dos hombres del centro que llevaban dos camas desmontadas.

-        Resulta que en la habitación de los niños, no caben, y aquí hay lugar. Vienen a montar dos literas en un momento.- dijo Ana.

-        De acuerdo, pasen.- les dijo Maribel.

Tuvimos que compartir habitación con cuatro niños, entre ellos estaba Xevi y Quim que eran hermanos, Jesús y otro más que no me acuerdo del nombre. La habitación en este grupo del Tripijoc no iba por cursos, solo por sexos, aunque a veces no funcionaba. Como soy de naturaleza curiosa, me quedé sentada en la cama, cómo los hombres montaban las literas, yo pensaba que era toda una estructura imposible de desmontar, pero cuando vi que la puerta era chiquita, que pasaban dos camas separadas pero juntas no, y las ventanas tenían barrotes, entendí porque se separaban.

-        ¡Ya terminé! ¿Vamos a jugar?- dijo la Jenny cuando bajó de la litera de arriba.

-        Ve tirando, yo aún no terminé.- le dije como excusa.

-        ¿Te ayudo?- dijo la Jenny.

-        No, no hace falta, ve tirando yo te alcanzo después.- le dije.

-        De acuerdo.- mostró una sonrisa, dio media vuelta y se fue por la puerta.

En ese momento, noté las manos de Uriel que estaba agachado delante de mí, colocó sus manos encima de mi regazo y me miró, entonces le miré.

-        ¿Por qué no vamos con la Jenny?- Preguntó Uriel.

-        Espera, quiero ver como terminan de montar la litera.- le dije.

Uriel se puso de pie pero para sentarse a mi izquierda de la cama, empezó a dar saltitos, como si estuviese cómo estaba el colchón realmente, le miré.

-        ¿Qué haces?- le susurré.

-        Disculpa, no quería molestar. – dijo Uriel.

-        ¡Ya está la primera!- dijo uno de los hombres, cuando terminaron de colocar los dos colchones.

Quería esperar a la siguiente, pero ya me quería ir de allí, así que me puse de pie, miré si me dejaba algo, le di una señal a Uriel para que viniese conmigo, y nos fuimos.

Al cruzar el pasillo, pasar por el baño e intentar llegar hasta las escaleras, me di cuenta de que algo iba mal, porque dónde se suponía que estaban las escaleras, encontramos una sala sin nadie y bastante antigua respecto a la decoración que había en el lugar. Además, al pasar por la puerta, automáticamente el ruido que se escuchaba de los demás niños que estaban por los pasillos o las habitaciones, ya se dejó de escuchar, y solo se escuchaba el viento que retumbaba en las contraventanas, ese viento era frío tanto que de repente y sin explicación parecía que fuese invierno. ¡Qué frio! Porque noté que de mi aliento salía vaho… la temperatura de verano de ese tiempo era de 33ºC eso no era normal. Me volteé para ver la puerta y no estaba, era pared.

-        ¿Y la puerta?- dije.

-        ¡Dame la mano, mi amor! – exigió Uriel.

-        ¿Por qué?- le dije, me giré.

-        Tenemos visita. – respondió Uriel.

La sala aparentemente no tenía ningún mueble, pero en un rincón cerca de la ventana, vi a un ángel con las alas grises y agrietadas, que se encontraba de rodillas en el suelo, llorando, llevaba el pelo ondulado morocho, largo hasta los hombros, su túnica era gris con el anunciador en verde clarito. En la sala solo se le escuchaban su forma de llorar, nos quedamos en silencio mirándonos Uriel y yo.

-        Mierda…- susurré.


Por la forma de vestir y si no fuese por el peinado que era diferente, por un segundo pensaba que era Gämael. Al verlo llorar y ver que tenía un color de pelo distinto, me di cuenta de que era otro ángel oscuro, que lloraba por algo, pero también me puse algo tensa, los Egregors suelen usar los sentimientos como método de manipulación, así que la tristeza y la culpabilidad es una de las emociones que suelen alimentarse para que hagas algo que realmente no debes hacer. En cuanto me avancé hacia el Egregor, Uriel me agarró de la mano y tiró con fuerza para impedirme acercarme.

-        Despacio, mi amor. – susurró Uriel.

Nos acercábamos muy despacio y sin hacer ruido para no asustarlo, en cuanto le pudimos ver la cara, pude respirar algo más tranquila porque sabía que no era Gämael, era otro que no sabía quién era, pero el corazón parecía que lo había reconocido. Miré a Uriel, él sí que sabía quién era, la cara de sorpresa le pilló infraganti.

-        Luzbel…- susurró Uriel, se llevó la otra mano a la cara en señal de sorpresa.

Sin yo saber, sabía quién era. ¡No podía ser verdad lo que estaba pasando! ¿De verdad que tenía a una de las manos derechas de Gämael ante mi llorando? Por la cara que hacía, no parecía que fuese un truco, si así lo fuese, realmente se le daba muy bien el arte de la interpretación. Pero el corazón me daba la corazonada de que esos sentimientos eran verdaderos y no fingidos.

-        ¿De verdad que es él, Dary?- le susurré a Uriel.

-        Si, él es… Lucifer.- respondió.

Escuché como dejaba de llorar, retiró una de sus manos de la cara y vi sus ojos color miel como nos estaba observando, se secó las lágrimas con los dedos y nos volvió a mirar frunciendo algo el ceño.

-        ¡Fuera de aquí! – nos gritó de muy malas ganas Luzbel.

-        ¿En qué día estás Luzbel? – le preguntó Uriel, frunció el ceño también.

-        ¡Dejadme! – gritaba Luzbel, llorando de nuevo.- dios, ven a ayudarme, ya no quiero seguir así, quiero volver… quiero volver a casa… dios, por favor, ten piedad de mí, de tú nieto, que cuestionó tu forma de dirigir, pero… llevo tantos eones lejos, viviendo en la oscuridad, quiero volver a casa. ¡Quiero volver! – juntó las manos para empezar a rezarle a Dios, mirando a través de la ventana Luzbel, seguía arrodillado pidiendo clemencia al gran creador.

Cuando un ángel de luz tiene un momento de debilidad, baja a las sombras de su propia existencia. En cambio cuando un Egregor tiene un momento de debilidad, regresa a la luz del padre celestial, para volver a sentir el hogar que abandonaron al bajar a sus propias sombras. Este era uno de los momentos más complicados que había podido presenciar en tan solo siete años de encarnación, el momento en que el espíritu de Luzbel, tenía la suficiencia potencia de luz, como para volver a la 9D, volver a la Cruz del Sur para estar con Dios de nuevo. Lo que comúnmente llamamos EL PERDÓN, para un ángel es la RENDICIÓN.

El Tiet Josep me contó la historia de Luzbel, el tercer hijo del arcángel San Miguel y la Arcangélica Fe, un día que habíamos terminado de almorzar y teníamos esa media hora antes de ir a clase de nuevo. La historia de Lucifer que conocemos comúnmente, no es del todo cierta, le faltan ciertos detalles que la religión cristiana descuidó o simplemente lo descartaron.

Según la historia de la Cruz del Sur (es decir los nombrados Cruceros), tras la batalla más oscura que tuvieron de lidiar, dónde más del cincuenta por ciento del universo se declaró en guerra contra el reinado de Dios, porque querían normar a Gämael nuevo Dios del universo. Nuestro actual Dios, al vencer la batalla gracias a las millones de almas de otros mundos que prestaron sus ejércitos y a los ejércitos de la Cruz del Sur junto la unión de las aldeas vecina del mismo planeta. Dios, mandó a llamar a la sala principal a todos los Cruceros, pero antes de la reunión mandó a capturar a Gämael y a sus dos ayudantes que acabaron creando dicha guerra, uno de ellos era Luzbel y la otra una mujer llamada Saedeth (hija de la densidad).

Aquí es cuando la religión cristiana dice que Dios les condenó a divagar por la Tierra hasta que tengan la decencia de rendirse y alabar a Dios como único creador de este mundo y universo. ¿Por qué suena tan malo si en verdad la Biblia solo intentaba “reflejar la verdad de cómo se creó todo”? Cuando vives fuera de la religión, quizás te das cuenta de que ni un lado ni el otro saben realmente qué ocurrió sino empiezan a conectar con su propia esencia y lo vuelven a vivir recordando quienes fueron en otras vidas, practicando la regresión o la meditación de atención plena (mindfulness).

La historia que ocurrió porque tanto el Tiet Josep como los arcángeles Uriel, Gabriel y Miguel recuerdan, fue que Dios simplemente les echó la bronca, aún y así como Gämael, Luzbel y Saedeth querían seguir atacando, su vibración les delató y les condenó a ir de la luz que es el fluir del universo, a la densidad (la caída del famoso paraíso realmente fue que cada uno por vibrar denso, no podían tocar nada de la Cruz del Sur al ser una dimensión de luz y muy elevada la 9D, así que “cayeron” a la 3D en la Tierra). Nadie les condenó a caer, nadie les arrebató el deseo de estar en la luz, ellos simplemente dejaron de vibrar en la sintonía y cayeron por su propio peso a su nuevo hogar.

El hecho de que no recuerden eso y culpen a Dios por ello, es porque cuando uno está en sombras, se olvida de uno mismo y culpa a los demás por lo que le pasa, a eso le llamamos ser la víctima de nuestro propio destino, obligándonos a sufrir, cuando nadie realmente nos obligó, pero nos da la sensación de que si. 

Recomendación: Sexo y Vida - Serie de Netflix. 

HR.

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domingo, enero 23, 2022

El Espejo De Mí Vida - Capítulo 120 [2T]

 

A las ocho de la tarde, cuando ya estaba de nuevo en casa de mí abuela, esperando a que mi padre viniese a buscarme, la abuela estaba en el salón, sentada en el sofá leyendo el periódico mientras que ella esperaba a que se calentase la sopa.

-        Iaia, ¿tú crees que yo tengo problemas mentales?- le pregunté.

La abuela dejó de leer el periódico y me miró con cara de sorpresa.

-        ¿Quién te dijo esa tontería?- preguntó la abuela.

-        Muchos chicos de mi clase lo piensan, ¿soy diferente por hablar mal, verdad?- le dije casi a punto de llorar.

-        No Laia, eso no es así. Ellos son los que tienen problemas, no tú. Deberían aceptarte tal y como eres, porque eres una bellíssima niña que quien acepta estar a tú lado, le ha tocado la lotería incluso la bonoloto. Quién diga lo contrario, no merece de tú compañía.- me consoló la abuela.

Al fin pude dibujar una sonrisa en la cara, así que me fui con ella, en su sillón y le di un abrazo dándole las gracias. Entonces, la abuela se fue a la cocina a vigilar la olla del fuego, mientras que Uriel y yo nos quedamos a solas en el salón.

-        ¡Vivir en esta dimensión DA ASCO!- le comenté a Uriel.

Uriel simplemente se le escapó la risa, pero yo también le acompañé. Estos ataques eran constantes en clase, y últimamente con Sofía, a veces parecía que fuese una buena niña, pero a pesar de que quería estar con ella porque nos llevamos tan poco tiempo, pero en otras ocasiones preferiría tener que vivir durante un año emparejada en el pupitre con la Júlia antes de verla y escuchar sus críticas al mundo. Como ella era la popular de su cole, empecé a pensar que quizás había ido a parar a una escuela horrible y me tenía que haber cambiado al Pompeu Fabra. Pero saber que quizás me tocaría de compañera a la Sofía, me lo volvía a pensar.


La única compasión que encontraba en 3D era el Tripijoc y mi familia que siempre han estado allí para cualquier menester. Me aferraba a la FE de que esa situación era temporal y que de alguna forma, tenía que pasar para el crecimiento que estaba llevando a cabo, tanto físicamente, emocionalmente como espiritualmente, pero igual que una niña de siete años, deseaba tener un amiguito y así poder ir a su fiesta de cumpleaños, quedar los fines de semana, etc… solo Gerard en alguna ocasión ocurrió, también ese verano antes de irme de colonias quedé con Sergi, porque el último día de clase me dio su número fijo y me dijo que si quería quedar a jugar, que lo llamase.

El día antes de irme de colonías, mi madre estaba algo estresada, porque tenía que organizar toda la ropa, lo bueno es que solo tenía que poner nombre a algunas prendas que como había crecido, ya las del año anterior no me iban bien. Por eso, le pedí permiso a mi madre, para invitar a Sergi a venir a jugar en el jardín y en el callejón, como me lo aceptó, le llamé.

-        ¡Claro, ahora le digo a mi padre que me acerque!- dijo Sergi a través del auricular del teléfono fijo.

-        ¿Cuánto tiempo tardarás?- le pregunté.

-        Quince minutos.- respondió.

-        Ok.- le dije.

Sergi llegó puntual, en cuanto tocó el timbre, mi padre que estaba saliendo de la cocina respondió al telefonillo y le abrió, me fui a la puerta a esperarle mientras que Sergi subió. Me sentía muy contenta porque era la primera vez que un compañero de clase venía a mi casa, por eso me sentía como pollo sin cabeza y no sabía muy bien qué tenía que hacer para ser un buen anfitrión.

La salita estaba con la maleta en un rincón, y la ropa doblada en una de las mesitas, pero el resto estaba todo impoluto.

-        Disculpa el desorden, pero es que mañana me voy de colonías cuatro días y mi madre me está armando la valija.- le dije.

-        No pasa nada.- respondió Sergi mientras que se sentaba en el sofá.

-        ¿Quieres agua para tomar?- le pregunté.

-        Sí, por favor.- respondió Sergi.

Me fui a la cocina, la puerta estaba cerrada, y le dije a mi madre que necesitábamos dos vasos de agua, ella agarró dos vasos y los llenó de agua del grifo. Las llevé yo para la sala, mi madre se encerró en la cocina para darnos espacio y mi padre salió de la terraza con una cesta de mimbre en la mano.

-        ¡Hola Sergi, soy el padre de Laia!- saludó mi padre amablemente.

-        ¡Hola!- respondió educadamente Sergi.

-        Laia, voy al garaje, ¿qué van a hacer ustedes?- preguntó mi padre.

-        ¿Quieres ir a bajo a jugar, tengo muchos juegos divertidos?- le pregunté a Sergi.

-        ¡Vale!- dijo entusiasmado Sergi.

Nos tomamos el agua y nos fuimos al garaje, le enseñé primero el lugar dónde solíamos estacionar el auto, luego entrabamos a un salón pequeño dónde había el lavarropa y allí estaba mi cuartito de juegos, dónde había de todo, triciclo, bicicleta, el barco de playmobil, libros para jóvenes y adultos (no eróticos ni pornos, pues eran libros que leemos ahora de aventuras)…

-        ¡Wow cuantos juegos!- dijo Sergi.

-        Esto es lo que sucede cuando eres hijo único, que todo es para ti y te puedes permitir algunos juegos, aunque algunos son heredados de mis primos. En vez de heredar de hermanos, heredo de los primos.- dije y nos pusimos a reír.

-        ¡Qué suerte tienes de ser hija única!- dijo Sergi.

-        ¿Tú también, no?- le pregunté extrañada.

-        No, tengo un hermano mayor.- confesó.

-        Vaya, pero ¿Cuánto mayor?- le pregunté curiosa que soy.

-        Está… bueno que tiene novia y si le va bien, puede que en un par de años se case.- respondió él.

Me quedé a cuadros por la larga diferencia de edad que tenía con su hermano, me dijo que eran como diez años o algo así.

-        Y aquí tengo el patio.- le decía mientras que abría la puerta de metal con las llaves que siempre estaban puestas en la cerradura.

-        ¡Wow! ¡Qué patio más bonito!- comentó Sergi mostrando especial emoción.

-        Esta era la caseta del perro, que ya no está, nos dejó hace unas semanas.- le comenté.


Me puse triste unos segundos, no quería llorar delante de él, porque no me gustaba hacerlo, así que me repuse rápido cuando noté el brazo en la cintura de Uriel que me sujetó para que fuera fuerte y no volviese a caer en las lágrimas. Así que con Sergi, empezamos a jugar en el patio, y luego nos fuimos a jugar con la bicicleta en el callejón. ¡Qué día más divertido! Sergi estuvo hasta las ocho de la tarde, cuando su padre llamó al timbre y se tuvo que ir, por las grandes sonrisas que mostraba, sentí que volvería otro día.

-        ¡Pásalo muy bien en las colonias, Laia! A la vuelta nos vemos.- dijo Sergi ya cuando estaba en las escaleras llegando a la puerta de la calle.

-        ¡Gracias! Sí, nos vemos…- le dije con una sonrisa de felicidad.

Al día siguiente, me desperté temprano, estaba algo nerviosa por el viaje, por un lado quería ir pero por otro no quería estar obligada a hacer actividades de manualidades que no servían para nada. Cómo era mi último día antes de partir, me fui a almorzar a casa de la iaia Filo, con la intención de que ella me volvería a casa antes de las cuatro de la tarde, para agarrar la valija y acompañarme a la Plaza del Mercado para agarrar el bus para irme de colonias.

Nuestro grupo era bastante numeroso pero solo usaríamos un único autobús, éramos como el doble de alumnos que en el curso, porque allí nos mezclábamos con el grupo de mayores, y para estar todos bien atendidos, Pep y Maribel aunque Iván ya se había ido hacía meses, nos acompañarían dos monitoras más, una de ellas se llamaba Esther, era bajita, con peso de más, pero parecía una chica agradable, y la otra era más alta y más mayor que se llamaba Anna.

Antes de dejar las valijas en el baúl del bus, la Esther nos puso en fila para preguntarnos a cada uno de nosotros el nombre, ella a cambio nos daba un abrazo. Sentía muy buenas vibras así que me dejé abrazar sin causar ningún problemas.

-        ¿Y tú cómo te llamas, guapa?- preguntó Esther.

-        Laia Galí.- le dije con algo de vergüenza.

-        Encantada, yo soy Esther ¿me das un abrazo?- preguntó amablemente.

-        Claro.- dije.

Nos dimos un abrazo, mientras que la Maribel ya nos permitía poner la valija en el baúl y subir al bus, eso quería decir que me tocaba darle un último abrazo y beso a mi madre y a la iaia Filo, que al final se quedaron más tiempo, de hecho mi abuela le insistió a mi madre quedarse hasta que el bus desapareciera de la plaza, mi madre no tuvo más remedio que hacerle caso.

Me senté con Jesús en la tercera fila, él se quedó la ventanilla, antes de empezar el viaje, miré por la ventanilla para ver a mi abuela y mi madre saludarme, les devolví el saludo algo entusiasmado. Entonces, fue cuando me repetí en la cabeza “no te hagas ilusiones, vas a hacer manualidades, no a estar todo el día en la piscina”. Delante de mí, iba sentada una amiga que había hecho en el último mes, se llamaba Jennifer, pero todos le llamábamos Jenny, en ese momento ella era mi mejor amiga que había hecho allí, porque ella venía del colegio del barrio de Gracia.

-        Laia, ¿querrás compartir litera conmigo?- me preguntó la Jenny.

-        Vale, pero yo me quedo la litera de abajo, ¿ok?- le dije.

-        Bueno, nos turnamos.- insistía.

-        No, no hace falta…- le dije, pero no me escuchaba.

El viaje duró casi una hora, pero la ilusión no se iba, en primer lugar porque quizás esta vez sería diferente porque el ambiente era muy distinto, en segundo lugar, iba con un grupo diferente y quizás tenían un horario diferente, y en tercer lugar, sentía que me encontraba a gusto.

¡Bienvenidos a Vilanova de Sau!- dijo Pep con el micrófono del autobús. 
 
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HR.
 
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martes, enero 18, 2022

El Camino De Cada Uno

 

Todos los que hemos decidido nacer en este planeta hermoso, hemos aceptado sin recordar las normas de convivencia universal y así poder permitirnos durante esta actual encarnación, seguir nuestro aprendizaje día a día, en el camino de la vida. Deben recordar algo importante, para aprender algo, deberán someterse a la experiencia y si dicha experiencia requiere caminar en sus propias sombras, deberán dejar la luz temporalmente para que a través del corazón, se puedan guiar en sus propias sombras, y así convertir un órgano que solo da vida, en la vela de luz que guía tú corazón por este camino todos los días de tú encarnación.

Da igual si en el camino tuviste que tomar decisiones difíciles, viste como alguien importante te traicionaba, fuiste débil y en alguna ocasión tuviste tentaciones que te hacían sentir vergüenza por tus actos. Da igual que al hacer esto, ahora digas que no mereces estar en luz y sentir las manos de Dios en tus hombros mientras te ayuda a caminar de nuevo hacia el universo.

Les parecerá muy cristiano esto, pero el universo lo perdona todo, ¿saben por qué? Somos libres de elegir qué queremos hacer en el día de hoy, pero sabemos que debemos aceptar que cada acto que hagamos, tiene sus consecuencias, pero siempre la humanidad ha creído bajo las religiones humanas que Dios castiga a aquel que no siga sus leyes, cuando en verdad él no hace eso, ni el universo, sino que es el punto de vista de cada uno. Esto es lo que cada uno de ustedes cree cuando siente remordimientos y arrepentimiento ante sus propios actos, ustedes mismos piensan que son castigados por la divinidad, porque de repente todo lo que quieren, desaparece.


Saben que robar está feo, lastimar y engañar, también lo es. Pero ni Dios ni el universo les castigará, serán sus propios sentimientos que realizan ese castigo. Por ejemplo, si han robado, la policía llegará a atraparlos y da igual si son buenos o no, tarde o temprano tendrán un juicio humano y deberán pasar tiempo en la cárcel. Si han lastimado a alguien mintiendo, la persona en cuanto se de cuenta, no confiará en ustedes y empezarán a tener una mala relación dónde habrá gritos, faltas de respeto… lo más posible es que esa persona desaparezca de sus lados, porque no querrá a alguien como ustedes a su lado. Si han engañado a alguien, por ejemplo si han cometido adulterio, en algún momento sus pareja se dará cuenta y la mayoría de las veces, se han quedado sin ella o él.

¿Entienden cómo funciona el “castigo”? La humanidad la ha creado, cómo un método de poder perdonar nuestros actos y regresar al camino que el corazón diga, es decir la voz del espíritu. Aunque en nuestra galaxia tenemos un planeta que se encarga del Karma y el Dharma en Orión, ellos no dictan sentencias de castigos, solo observan y anotan como van aprendiendo por cada conflicto que se les presenta. ¡Háganse a la idea de que son ustedes mismos quién se castigan a sí mismos, el juicio les hace sentirse separados, es necesario cuando uno analiza lo que ha hecho, pero es demasiado cuando otros que no tienen derecho ni voto al conflicto, opinen con sus juicios! ¡Deben respetar las tomas de decisiones de cada uno, y si quieren escuchar opiniones, son solo pensamientos y no juicios que lastimen aún más el conflicto! Por eso, de debe respetar el camino de cada uno de ustedes y aceptar que a veces uno es en luz y otras en sombras, pero nunca condenar a alguien para la eternidad.

Yo recientemente me tuve que apartar de una persona que está actualmente en sombras, porque el conflicto que se estaba dando, me estaba lastimando a mí y al Señor Ojos Verdes, por eso tomamos la decisión de apartarnos de esa persona, por el bien de nuestra relación, ya que después de hablar francamente de que sus actos en esta historia estaban provocando obstáculos que al final solo eran juicios de su propia mente, por no aceptar que su destino es otro, definitivamente al ver que no cambiaba y no había entendido el problema, lamentablemente le hemos tenido que apartar de nosotros, hasta que entienda la verdad. Aceptamos que está en sombras y se olvidó de quién es en realidad, se olvidó de su esencia al encarnar, que lo que siente es por otro motivo por el cual él piensa que debe luchar, pero el hecho de apartarnos de él, ha sido porque no hemos podido ayudarle de otra forma y siendo nosotros el foco de sus sentimientos y el conflicto que le pone en esa actitud de sombras, hemos tenido que dejarlo ir.

No tengo rencor hacia él, solo compasión por sus actos y su corazón, sé que en algún momento él recordará quién es y todo volverá a su esencia. Solo que deberá entender su verdadero papel en la historia. Yo no odio a nadie, nunca, aquellos que me han conocido en persona, lo han visto, solo algunos lo han sentido. ¿Por qué debo odiar si todos somos dignos de ser comprendidos y aceptados tal y cómo somos si el odio en verdad es una parte del juicio de nuestra mente que nos juega malas pasadas por el miedo que sentimos hacia otras personas que nos reflejan nuestras falencias? 

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Somos Familia

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