sábado, agosto 15, 2020

El Espejo De Mí Vida - Capítulo 42

 *AVISO, el capítulo de hoy es de caracter violento. No es apto para gente sensible.

-          ¿Y tú qué haces aquí si estás muerto?- le pregunté.

-          Hace años que mí alma trabaja para él. – dijo medio sonriendo el abuelo.

-          Te engañó con su poder, así no se consiguen las cosas…- le comenté.

-          Hija de…- gritó se acercó a los barrotes y dio un golpe sonó metálico.- esta es la vida que decidí tener, el poder es mí vida.- dijo.

-          No sé que hiciste tú vida, pero lo que sé es que la familia no te quiere recordar. Porque hablan de la abuela pero de ti, solo sé tú nombre. Así que si estás trabajando para este ángel caído o demonio o lo que sea, será porque elegiste ser oscuro, hacer daño y hacerte poderoso así.- le dije con sinceridad.

 

Le molestó tanto, que alzó la mano e intentó hacerme algo pero al estar lejos no pudo hacerme nada, lo volvió a intentar pero su cara parecía que algo que quería hacer no le pasaba.

-          ¡Deberías retorcerte de dolor! ¿Qué pasa?- se quejó observando sus manos e intentándolo de nuevo.

-          La última vez que un oscuro me tocó, salió ardiendo.- dije convencida de que eso era uno de mis poderes que tengo en la luz.

Asustado escondió la mano detrás de su espalda.

-          ¿Cómo voy a torturarte sino te puedo tocar?- se preguntó.

-          Ahora entiendo porque no te quieren recordar. ¿les torturaste?- me sentía lo suficiente valiente para hablar sin tapujos, eso debió ser mi parte de guardiana…

-          Por supuesto que si, y no sabes lo bien que me lo pasaba, viendo como lloraban quebrados de dolor… mientras que ellos estaban bajo mis pies.- se alababa con cada palabra, sentí asco y vergüenza por ser descendiente de él.

Esa conversación era una de las cosas más duras que había hecho jamás en esta encarnación. Pensaba que los errores del pasado no tenían peso en la familia, pero al verme delante de él y sentir como se alegraba de torturar físicamente, emocionalmente y psicológicamente a los parientes, sentí repulsión ante un ancestro.

Era demasiado pequeña para que alguien de la familia tuviese el valor de contarme como era el abuelo, por lo tanto, todo lo que están leyendo era lo que me ofrecía su aparición. Entonces comprendí porque el titi decidió encarnar junto a mi mamá, su protegida. Un ángel para su protegido es capaz de hacer cualquier cosa para ayudarlo, incluso encarnar para defenderlo de aquellos que quizás él o ella no pueda vencer. Mi mamá tenía protección, y mis tíos también, aunque el titi se centraba en mi mamá todo el rato. Supongo por lo que él ya dice, por mí llegada a esta familia.

-          ¿Y qué pasa con tú hijo Hilario? ¿También lo hacías?- le pregunté alzando una ceja.

-          No, pero se metía en medio para defender a tú madre.- dijo a regañadientes.- ese puto ángel encarnado, puso muchas pegas a mis planes…- dijo indignado.

-          Imagínate porqué lo hacía.- le alcé la ceja, él apretó los dientes y dio un golpe a los barrotes.

-          ¡Cállate!- gritó.

Se giró y desapareció. Esa charla me dio ventaja, a pesar de que había recuperado el aliento, tenía que conseguir volver al control total de mí cuerpo, pero primero tenía que salir de esta jaula. Lo malo era que había olvidado cómo tenía que hacerlo, tenía que ser fuego, pero olvidé cómo podía convertirme en él… sin fuerza, volví a caer en el suelo, observando hacia la negra oscuridad. Hasta que cerré los ojos.

Me encontraba en casa de la abuela Victoria, pero el tiempo era mucho antes de que yo existiera, porque mi abuela cocinaba, algo que nunca la había visto jamás. Se le veía contenta porque cantaba una copla mientras ponía cebolla en la sartén y removía lo que parecía la cena. Sus hijos, jugaban en el salón, y mi mamá con tan solos ocho años, llegó a la cocina para observar a su madre. Me quedé sorprendida, porque yo estaba allí, pero ellos no podían verme, era un fantasma viendo un tiempo dónde todavía no era ni un pensamiento. Nunca había visto a mi mamá con esa edad, parecía tener miedo, se acercó a la abuela y le abrazó por detrás.

-          Mamá, te quiero mucho.- lo decía con lágrimas en los ojos, y no era de felicidad.

-          Y yo a ti, cariño.- le decía, se había girado y se agachó para abrazarla y darle un beso en la mejilla.

No parecía un momento bonito, sentía sus corazones vibrar en miedo, algo malo estaba a punto de ocurrir. Mi madre siempre había tenido miedo de las cosas, y verla tan vulnerable allí, me rompió el corazón, ella es la pequeña de siete hermanos. De repente se escuchó la puerta principal cerrarse, y toda la “alegría” que se escuchaba del salón, se esfumó y llegó el silencio mientras que el miedo se podía palpar e incluso degustar en el ambiente.

-          Hija, vete a nuestra habitación y no salgas de allí. ¡Corre!- le dijo la abuela Victoria.

Mi madre sin contestarle se fue, seguí a mi abuela hasta el salón, dónde los demás tíos que eran chiquitos, se escondían en la terraza y debajo de la mesa. Mientras que de fondo, se escuchaban los pasos de alguien que caminaba decidido hasta el final del pasillo para llegar al salón. ¡Qué miedo daba eso!

-          ¡Aquí estás, hija de puta!- gritó la voz la conocía, al mirarlo me quedé tan sorprendida que no lo podía creer, era mi abuelo Hilario. - ¿Y la cena?- preguntó con tono muy despectivo.

-          Aún no está lista.- contestó con miedo la abuela.

-          ¡Solo te pido una cosa cuando regreso del bar, que esté la cena lista a las nueve!- le gritaba de malas formas, el abuelo.

-          Perdona…- se disculpaba como si fuese sumisa.- le falta media hora…- decía casi sin voz.

 

La abuela se fue hacia el pasillo, pero antes de llegar, el abuelo le dio un golpe en la mejilla que le giró la cara y casi cae al suelo. Noté mi corazón corromperse, me fui con ella, quería socorrerla, pero mis manos atravesaban su cuerpo, era un fantasma, en realidad yo no me encontraba allí. Antes de que ella pudiese recuperarse del golpe, recibió otro más, mientras que le iba insultando, y cada golpe era más y más fuerte que el anterior.

Me sentía horrible, si tocaba traspasaban mi “cuerpo”, no podía hacer nada, solo observar y gritar que parase. Hasta que se abrió la puerta del cuarto dónde se escondía mi madre.

-          ¡Para, papá!- gritó llorando, muerta de miedo.

El abuelo se río de ella, pero siguió pegando a la abuela. Pero en un momento dado, se dirigió hacia mi madre para pegarla, pero salió de debajo la mesa, una versión de chiquito del titi y se puso enfrente a mi mamá, mirando al abuelo.

-          ¡No le vas a tocar ni un pelo!- decía defendiendo a mi mamá con su vida.

Entonces, el abuelo que se había reído del titi, le fue para golpearle en la cabeza, pero el titi le paró el golpe y cuando le tocó, el abuelo gritó de dolor, y me di cuenta de lo que se referían, si mi abuelo tocaba al titi, ardía en fuego por ser un ángel de luz o un emisario de luz.

-          ¿Cómo haces eso?- le pregunté pero sabía que no podía escucharme el titi.

Entonces el titi miró hacia dónde estaba, me sonrió y se señalizó su propio corazón.

-          El amor te guía.- dijo el titi.

Antes de poder decirle nada más, porque sabía que él si podía escucharme, la imagen se disipó y volví a abrir los ojos.

Me puse de pie y empecé a pensar en cosas que me hicieran sentir el amor, un amanecer, la piscina en verano, la playa, una sonrisa de mis padres en plena felicidad, los abrazos de Uriel y del titi Hilario, la sabiduría compartida del tiet Josep, los juegos divertidos de la iaia Filo, estar con los ángeles y los maestros, jugar con Frodo, pintar y dibujar, el color verde, los ojos del chico de ojos verdes. Mis primos jugando sin parar a muchas cosas,…

El corazón me ardía en AMOR, entonces supe lo que tenía que hacer.

-          ¡Gämael, ven aquí!- grité con todas mis fuerzas hasta que finalmente apareció.

Sin decirle nada, me acerqué a las rejas y al poner mi mano en ellas, las rejas empezaron a arder.

-          ¡Joder!- susurró Gämael asustado y sorprendido.

Seguí caminando hasta que lo agarré poniendo mi mano encima de su pecho y se quedó inmóvil pero ardía, se veía que salía humo de su traje y su piel empezaba a tostarse como si estuviese en el fuego literalmente.

-          Uriel ya te dijo que había elegido mi camino. Yo soy neutral.- le dije y le solté, él cayó de culo en el suelo.

Antes de volver a recuperar el cuerpo, le miré.

-          Cada vez que vuelvas a meterte conmigo o con alguien que me importa, me vas a ver la carita. Ahora yo defiendo a los débiles.- dije.

Pensé con más fuerza todas las cosas que me producían amor, cerré los ojos y cuando los abrí…

Me encontraba en el patio del colegio, hacía más frío de lo normal para ser Octubre.

-          ¡Ah!- escuché gritar a muchos niños de pánico, me giré y me observaban mientras lloraban de miedo.

-          ¿Qué pasa?- pregunté pero no entendía nada.

-          ¡La ha matado, la ha matado!- decía un niño.

Puse las manos hacia esos niños en la distancia y me quedé atónita al ver que los dedos de la mano derecha tenían sangre demasiado fresca y demasiado líquida para ser pintura, era sangre. Me acerqué la mano, con miedo, para oler si era pintura, al no oler a nada, probé con la lengua, me quería matar.

-          Es sangre.- susurré.

Escuché como alguien caía desplomado detrás de mí, me giré y no lo podía creer. Era Gerard, que tenía una herida abierta muy fea justo en la garganta cerca de la yugular. Dios, me quedé atónita al ver que era la única que tenía los dedos llenos de sangre.

-          ¿Qué he hecho?- me pregunté.

-          ¿mi amor?- escuché, a mi izquierda estaba Uriel, preocupado por mi.- ¿eres tú? ¿has vuelto?- preguntaba.

Le miré llorando, le dije que si con la cabeza y terminé en sus brazos, pero me desmayé, sin entender qué había pasado. Pero también me alegré de poder volver a ver a Uriel, me parecía tanto tiempo.

No sé cuanto tiempo pasó, pero una ambulancia se llevó a Gerard del colegio, habían conseguido taponar la herida, yo me lavé las manos junto con Uriel en la fuente del patio, acompañada de la Ramona que me agarraba de la mano para que no escapara de su lado. Actuaba en automático en ese momento, intentando comprender ¿qué había hecho Gämael mientras que yo me sentía atrapada en esa jaula? ¿Cuánta gente había herido y qué pasaría ahora conmigo? Tenía mucho miedo, porque sabía que había perdido toda oportunidad de poder conseguir amigos de verdad. 

Recomendación: In the Woods Somewhere - Hozier.

HR.

HERO&Corporation.

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