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Sabía que me jugaba algo grave, nunca les había mentido a
mis padres, ni les había hecho algo parecido jamás. Pero yo no podía volver a
clase sin Gabriel, le necesitaba, la energía de la clase me estaba matando, y
si en algún momento los adultos supieran por qué no quería ir a clase, quizás
no acabaría la secundaria en ese centro y estaría como al primo Aros.
-¡Tiene que
haber una forma para que puedas ir a clase y no te afecte la energía! Amor,
eres de la orden de san migue arcángel, algo se te tiene que ocurrir para poder
protegerte, ¿no?- decía Uriel preocupadísimo por las futuras repercusiones
si esto continuaba así.
-Lo he intentado todo, y el arcángel Miguel no me
está ayudando lo suficiente. ¡Necesito a Gabriel!- le insistí.
-¡Está de
misión! Y no sabemos cuando volverá… ¿Te piensas quedar aquí hasta que vuelva?-
dijo Uriel se le notaba que estaba llorando o a punto.
-Tampoco me gusta esto, pero sí. Esperaré lo que
haga falta.- le dije.
Para que mis padres no sospecharan de nada, guardé la
mochila en el armario de mí habitación, se suponía que al mediodía iba a
almorzar sin la mochila que la dejaba en clase. Ese día me tocaba ir a casa de
la iaia Filo, le hice prometer a Uriel que no dijera nada a Chamuel ni al ángel
de la guardia del Tiet Josep. Pero en el momento que vi al Tiet Josep por el
cementerio que estaba acercándose a casa de la iaia, crucé la avenida de Roma y
estuve con él.
-Tiet, ¿puedo decirte algo importante antes de ir
a casa la iaia? Es un secreto entre tú y yo.- le dije.
-Claro, ¿qué te pasa?- dijo el tiet Josep
preocupado.
Le conté que había hecho pellas, se quedó sorprendido.
-¿Puedo quedarme a la tarde contigo? Es para
hacer tiempo, mi padre no regresa al trabajo hasta las 3:30pm.- le pedí.
-Si, no te preocupes, iremos a dar un paseo.-
dijo sin pensárselo mucho.
-Gracias. A la iaia, ni una palabra, ¿vale?- le
pedí.
-Vale.- dijo.
Llegamos juntos a casa la iaia, se sorprendió, pero fingimos
que nos habíamos encontrado por el camino, como si el universo hubiese actuado
a través de nuestros espíritus. La iaia como cada lunes, nos sirvió el
almuerzo, me intentó hacer preguntas sobre el colegio, yo simplemente fingí,
cada vez que lo hacía Uriel me miraba con cara de culpabilidad.
Me fui con el Tiet Josep como si me fuera a clase, la iaia
no sospechaba absolutamente nada. Pero nos fuimos a dar una vuelta, subimos al
Poquí y luego fuimos a su casa en Gràcia, me dejó en sus casa de finales del
1800 solita, porque quería ir a tomarse un café a Ca la mañana. De hecho él
tenía planes, había quedado con su novio Rafel, por eso acepté quedarme en sus
casa tan vieja, mirando la televisión.
El Tiet Josep, nunca le había dicho a nadie que era gay,
pero una vez me lo dijo a mí en confianza, sabía que además tenía novio aunque
él ya tenía 75 años, y su novio era cinco años mayor que él. Nunca habían
salido del armario, ni salieron nunca del armario, principalmente porque Rafel
estaba casado con una mujer llamada María, pero también al Tiet Josep le daba
miedo lo que pensaban los demás de él si supieran que le gustaban los hombres.
Sobre todo porque a mi abuela, no lo aceptaba, y nunca lo aceptó.
Mis padres ahora en la actualidad lo confirman, pero nunca
tuvieron esa confesión que yo tuve directamente del Tiet Josep antes de que él
muriera. (Lo siento por el spoiler pero está claro que no iba a tener casi cien
años… ya hablaremos de ello en su momento).
Estando en la casa a solas, la televisión la apagué porque
era tan vieja que no se veía muchas canales. El Uriel y yo empezamos a charlar
sobre nuestras cosas, Gabriel seguía sin dar señales de vida, pero empezamos a
escuchar sonidos extraños que venían del baño.
-¡Sh! ¿Has oído eso?- le dije al Uriel.
-Algo pasa
en ¿la cocina? – preguntó Uriel en susurrando.
En ese momento la puerta del baño se abrió sola, sin
corriente de aire porque estábamos en Octubre y ya el frío se había presentado.
Daba un poco de cague porque además estaba un poquito oscuro, pero nos
levantamos y lentamente fuimos hacia el baño. Encendí la luz del baño, ok, no
funcionaba. Era un baño sin ventanas, con los azulejos blancos en plan 1890 más
o menos, era la casa dónde vivió él junto a la bisabuela Iaia Roser, con mi
abuela y la tía Cristina, después de las inundaciones del año 1940.
Durante la inundación el agua del río llegó a medir más de
20 metros de altura de lo que suele ser habitual. Mi abuela, mis tio y mí tía,
junto a mí bisabuela recién viuda, perdieron su casa, ya que vivían al lado de
la salle por la calle San Antonio (la calle de atrás). Recuerdo que mí abuela,
me dijo, que llovió tanto durante más de cinco días, que la gente iba en barca
hasta la plaza, debido a que los pisos de esa calle tenían una estructura de
madera, ella, junto a su madre y sus dos hermanos gemelos (Cristina y Josep),
tuvieron que subir al tejado, porque el agua les entraba por el balcón y vivían
en un primero. Al final, tuvieron que saltar de tejado en tejado, y cuando
saltaban al otro tejado, el bloque de pisos que habían dejado atrás, se caía
completamente para terminar bajo el agua. Mi abuela tenía solo 14 años y sus
hermanos 11 años.
Luego decidieron ahorrar como pudieron y se compraron una
casa en el barrio más alto de Manlleu que era Gracia. El tiet Josep se quedó la
casa, de hecho cuando la iaia Roser murió, le dejó la casa al único varón que
tuvo, porque las chicas ya estaban casadas y con hijos. La iaia Roser murió en
el 1981 a la edad de 80 años.
Sentí una ráfaga de aire frío delante de mis narices.
-¿Quién hay ahí?- dije.
No recibí respuesta.
-¡Manifiéstate!- dije.
El armario que había encima del lavabo se cerró, dónde había
un espejo, me podía ver pero detrás de mí, vi el rostro de mi bisabuela
mirándome fijamente.
-¡Iaia Roser!- dije feliz.
Me giré y la vi delante de mí, llevaba el moño con el pelo
canoso, un vestido negro (en plan la abuela de Cuéntame), siempre iba de luto
por su marido que murió en el 1939, creo que al final de la guerra civil.
-¿Por qué les mientes a mis hijos?- dijo la iaia
Roser con voz autoritaria y enojada.
-No lo hago agrede, iaia. Pero… ¿sabes dónde está
Gabriel?- le pregunté.
-¡No les mientas más! ¡Tú no eres así!- exigía.
-¿Y qué hago? ¿Me dejo romper?- le dije molesta.
-Tienes miedo, y eso no te deja avanzar.- dijo
seria y seca.
Le miré a los ojos a través del espejo, pero me giré, quise
irme al sofá, noté la brisa a mi derecha, miré y a tan solo medio metro de
distancia tenía a la iaia Roser.
-Debes admitir que tú infancia es solo un
recuerdo, ahora debes seguir adelante, pase lo que pase.- explicó la iaia
Roser.
Era muy dura en sus palabras, siempre me habían contado que
ella carecía del sentido del humor, pero hasta ese momento no comprendí que era
así realmente. Aunque ella estaba en luz, siguió siendo así de exigente
conmigo, porque estaba enojada por lo que había hecho. Uriel no se dignó a
decir ni hacer nada, parecían que estaban los dos contra mí, así que me senté
en el sofá y me puse la televisión a un volumen alto.
Cuarenta minutos más tarde, regresó el Tiet Josep, me enseñó
el piso de arriba, y luego me fui a casa. Pensé que él me había fiado lo que
había pasado esa tarde, pero no fue así, le contó a la noche a la iaia Filo lo
que había pasado, pero se mantuvieron en secreto.
No volví al colegio, pasó el martes y el miércoles, hice lo
mismo, hasta que recibí una llamada del tutor en casa, a una hora que todavía
mis padres no habían regresado a casa. Fingí estar enferma de una gripe
complicada, se lo creyó, pero cuando llegó el miércoles a la tarde, Uriel y yo
nos fuimos a dar un paseo, Gabriel seguía sin dar señales de vida, así que no
quería esperar más porque en el colegio ya sospechaban si era cierto o no.
Nos fuimos a la estación, y empezamos a ir hasta el puente
del Tren, me quedé un rato allí mirando hacia Vic, en silencio.
Respiré profundamente, y empecé a caminar por la vía hacia
el puente del Tren, Uriel me agarró de la mano y tiró de mí para que no fuera,
le miré.
-¡Suéltame!- le dije.
-¡No! ¡Es
muy peligroso, está a punto de llegar el tren, Laia! – dijo Uriel con
lágrimas en los ojos.
-¡No queda otra!- le dije.
-¿Te
quieres suicidar? ¡No lo hagas por la gente de la clase! ¡Ni por nadie!- Uriel
estaba desesperado.
-No voy a hacer eso. Pero tengo que hacer esto.
Confía en mí.- le dije.
Uriel me dejó de la mano, empecé a caminar y escuché que él
iba detrás, me detuve, le miré.
-Tú quédate aquí. Tengo que hacerlo sola.- le
dije.
-¿Y si
viene el tren?- respondió preocupadísimo Uriel.
-Todo saldrá bien. ¿Confías en mí?- le dije.
Uriel dijo que si con la cabeza, le mostré una sonrisita,
miré hacia la vía del tren y simplemente caminé por el puente del tren, hasta
llegar al otro lado. Toqué el poste, cerré los ojos y esperé. Noté un impulso
del corazón que me decía y me animaba a volver, lo hice, a paso tranquilo. De
fondo, escuché el Tren, me detuve, mirando el río, para terminar respirando
profundamente, cerré los ojos de nuevo, el tren se acercaba, y se acercaba,
sonando la bocina, porque el conductor ya me había visto, y si no empezaba a
correr, iba a ser mí último día en la Tierra.
Abrí los ojos, el Tren estaba solo a cinco pasos, miré a
Uriel. El Tren volvió a tocar la bocina.
El primer día de clase, entendí mal la hora de entrar, pensé
que tenía que entrar a las 7:30am y en realidad eran todos los días a las
8:30am (media hora antes que en la primaria), vaya madrugonchis cada día, y yo
no rindo a las mañanas. Cuando vi la hora me quedé una hora sin hacer nada,
esperando a que fuese la hora adecuada para irme, desayuné mi cola-cao y me fui
super contenta y feliz a mí primer día de clase ya como estudiante de
SECUNDARIA.
Me sentía tan mayor, que pensaba que la mayoría de edad
estaban a la vuelta de la esquina… aún me faltaba un poquito más… pero me
sentía muy grande. Los estudiantes de primero y segundo tenían que entrar por
la puerta del pabellón de la Salle, así que había que ir la calle de Xauxa
hasta el final de todo, luego girar a la derecha y entrar en una puertecilla
tras subir dos escalones y bajar uno tras pasar la puerta.
Entrabas dentro del pabellón, no sabía a dónde tenía que ir,
simplemente seguí a la multitud, no vi ningún profesor ni nada que nos
orientase. La gente al lado de las ventanas había tres escalones, fui para allá
y llegabas al pabellón, luego todo recto hasta pasar la puerta, para llegar al
patío de fuera. Allí me encontré con la Saida nos dimos un abrazo, estaba muy
feliz de volver a verla, ella también.
-Saida, si el profe nos deja sentarnos como
queramos, ¿te quieres sentar conmigo?- le pedí.
-Si, claro que si, Laia.- dijo ella.
Nos quedamos allí a charlar un poco, y a les 8:30am sonó un
timbre nos asustamos, era uno muy diferente al que estábamos acostumbrados. En
el Carmen te avisaban con música o con el sonido de la campana, pero eso
parecía más una bocina de auto que un timbre todo plastificado. La gente se fue
hacia las dos puertas que daban lugar a los dos edificios en forma de L, pero
los que estábamos en primero no sabíamos dónde teníamos que ir, hasta que vimos
a los profesores que nos dijeron que nos quedásemos y nos pusiéramos por
clases.
Por orden de clases, entramos en la puerta que había delante
de nuestras narices a la derecha, era una puerta gris, que daba a unas
escaleras antiguas, las paredes eran de mármol con dibujos de flores azules,
esa parte supe más tarde que le llamaban la zona de la patronal. Antiguamente era un edificio aún más antiguo y
solo existían las clases que habían a la izquierda, pero nuestra clase estaba
en la parte nueva, subimos un piso y doblamos a la derecha, era una curva muy
cerrada, porque había que girar y volver a girar nada más entrar, el pasillo
hacía forma de U. Entrabas directo al pasillo de primero, la primera clase era
la del C, la segunda la del B y la del final antes de la bajada, era la A.
La clase eran mesas separadas pero puestas de dos en dos,
haciendo cuatro bloques de cuatro filas y algunas de cinco. Las mesas y las
sillas eran blancas, y al final, tanto a la derecha como a la izquierda estaban
las taquillas, algo nuevo y muy importante, eran amarillas (en mi tiempo eran
así, ahora son verdes). Uno intentó sentarse, pero Josep no le dejó, le dio un
bol con papelitos y los tuvo que repartir por las mesas, así fue como sortearon
nuestros sitios.
-¡A la mierda sentarme con la Saida! – susurré,
noté como Uriel me daba la manito.
-La tendrás
cerca, no te preocupes. – dijo Uriel.
Tenía razón, me tocó sentarme en el segundo bloque en la
tercera fila, al lado a mi izquierda me tocó la Judit (la otra), y atrás de mí
estaba la Saida sentada con la Clara. Me preocupaba que no estuviera cerca de
mí la Saida, no simplemente por nuestra amistad preciosa, sino porque sabía que
tenía que ayudarla a comprender lo que íbamos a aprender en clase. A pesar de que
ya era muy espabilada ella, aún necesitaba mi ayuda.
Josep agarró un papel de su carpeta, la clase tenía algo
distinto a lo que estábamos acostumbrado, la mesa del profesor estaba cerca de
las ventanas, y encima de una tarima que rodeaba toda la pizarra.
-En este papel, tengo la lista de los alumnos que
tendrán que ir a NEES.- dijo Josep.
-¿NEES?- preguntó un alumno.
-Educación especial o de integración de
inmigrantes.- dijo Josep.
Giré la cabeza y miré a la Saida. El tutor empezó a dar
nombres, y el tercero fue el de la Saida. Me alegré así estaría atendida tal y
como ella merecía, pero pensé que sería como en el Carmen, solo en algunas
materias y el resto en clase.
-A los que he nombrado, ya pueden agarrar sus
cosas, que les están esperando en el piso de arriba. A partir de ahora, solo
bajaran aquí para Tutoría, Religión y Gimnasia.- dijo Josep.
-¿Cómo?- susurré asombrada.
<no, no, no…> miré a la Saida, agarró sus cosas me
miró con cara de tristeza y se tuvo que ir junto a cuatro compañeros más. Para
mí el tiempo se detuvo en cuanto la puerta de cerró de golpe, necesitaba
asimilarlo, no tenía amigos en clase, miré a la clase, todos completos
extraños, aunque algunos compartía estancia desde la guardería como era al caso
del Nil y el Aleix.
De pequeña era tímida, pero eso me volvió aún más tímida.
Noté como Uriel que estaba agachado a mi derecha me agarraba con fuerza la
mano, reposó el brazo en el respaldo de la silla. Quería llorar, pero no me
quería ver débil.
-¿Qué está pasando, Dary?- le pregunté ya
mosqueada.
-Tú última
tutora dio una reseña horrible sobre tus amistades, y los de la Salle
decidieron dividirles. – dijo Uriel arrugando la frente, se le veía
preocupado no le sacaba el ojo de encima al tutor.
-¡¿qué?!- susurré pero sonó algo alto, vi como la
Judit me miró y tuve que disimular.
Miré al Josep, curiosamente me estaba mirando con una mirada
rara, como si estuviera disfrutando de ello. Ok, me estaba desafiando.
No tiré la toalla, pensé que quizás con las chicas del
Pompeu podría intentar tener amistad, incluso con la Eva. Pero me di cuenta de
que la Eva no era mucho de hablar cara a cara, cambiaba un poco entre el Chat y
cara a cara, era tímida como yo, lo comprendí lo intenté pero no había manera y
al final ya hizo amistades. Con la otra Judit, había momentos en clase que no
entendía lo que se tenía que hacer, y le preguntaba, pero ni puto caso me
hacía. Con la Clara pasó lo mismo, con todos los de clase ocurrió lo mismo,
nadie me hablaba, nadie me ayudaba… me quedé solita completamente.
Pasó un mes… y entré en un bucle de soledad forzada que no
sabía cómo salir de ello. Veía a Uriel hacer esfuerzos muy fuertes para
intentar ayudarme a que no perdiera las fuerzas, que pensara que sería temporal
y que algún día haría alguna amistad. Porque en el patio el Sergi dejó de
hablarme, el Gerard igual, y la Saida estaba con sus amigas también musulmanas,
hablaban en su idioma y yo simplemente me iba con Uriel a algún lado a sentarme
para desayunar tranquila e intentar respirar un poco de tanta crueldad en
clase.
La cosa cambiaba un poco, cuando iba a refuerzo de catalán,
español y matemáticas, el ambiente era un poco más armonioso y podía seguir con
el Gerard que iba también con nosotros. Todo el mal estaba hecho, porque Gerard
no sé qué mosca le picó, pero dejó de hablarme y solo lo hacía una vez cada
tres meses. El Sergi estaba en NEES.
Los profesores no hacían nada, su clase, con sus favoritos y
los demás… les importaban una mierda. Empecé a suspender casi todo, y solo me
daban sermones “deberías estudiar más y hacer la tarea” pero nunca, repito,
nunca intentaron hacer nada para cambiar el ambiente de clase. Hubiese
estudiado más si en clase me sintiera amada, pero ir a clase todos los días,
era peor que haber matado a alguien y estuviese cumpliendo condena a cadena
perpetua.
Mis padres, veían las notas, y en vez de preguntarme “¿qué
te pasó?” me daban la charla y me castigaban.
-¿Ni mis padres, Dary?- dije ya cuando reventaba
en la habitación a llorar con Uriel.
-Nos tienes
a nosotros, amor. Siempre puedes contar con todos los ángeles del universo para
ayudarte. Nosotros no te dejaremos atrás, te amamos. – Uriel intentaba
consolarme, pero también veía su enojo hacía las personas que me trataban super
mal, y sus lágrimas de rabia.
-¡Quiero que venga Gabriel en clase también
contigo!- exigí.
-De
acuerdo, yo le llamo. – dijo Uriel.
-Hasta que no llegué, yo no vuelvo a clase.- le
exigí.
-¿Cómo que
no vas a clase? Mañana es Lunes. – dijo Uriel sobresaltado.
-¡No pienso ir a clase sin Gabriel!- le dije con
los brazos cruzados en el pecho.
Uriel agarró sus anillos y llamó a Gabriel, pero no le
respondía, siguió durante toda la noche, pero nada. Resulta que tenía una misión
y no podía ni responder a las llamadas de los anillos. Llegó el Lunes por la
mañana, mi padre me despertó, me senté.
-Amor,
tienes que ir a clase. Hablo con Miguel y que nos deje guardianes de su
unidad…- dijo Uriel.
-¿Viene Gabriel?- pregunté.
-No le puedo
localizar, está en una misión.- informó Uriel.
-Ok. Pues sígueme el rollo, ¿ok?- le dije.
-¿Qué vas a
hacer?- Uriel se preocupó por mí.
Me preparé como si fuera a clase, salimos de casa, a Uriel
se le fue quitando esa preocupación de la cara, pero cuando llegamos a la otra
calle, me detuve y empecé a espiar viendo la puerta de mí casa.
-¿Qué
haces?- preguntó Uriel.
-Esperando.- le dije.
-¡Llegaremos
tarde al colegio! – exigió Uriel.
-¡Me da igual, hoy no voy!- le dije.
-¿Cómo que
no vas? ¿Vas a hacer pellas?- dijo Uriel sorprendido y preocupado.
-Si.- dije.
Mi padre salió de casa, me escondí esperé unos segundos y
volví a mirar, le vi cómo se iba por la otra calle, al desaparecer, volví a
casa y me puse a ver dibujos y cosas en la tele durante toda la mañana. Esa fue
la primera vez que hice pellas en clase.
-No, no,
esto está muy mal, muy mal… malísimo… estás engañando a tus padres, mintiendo
al colegio… mal, muy mal… Laia, amor. ¡Va… vamos al colegio! Aún tenemos tiempo
de decir, que nos hemos dormido… pero ¡vamos al colegio!- decía Uriel
estaba tan preocupado que daba vueltas por la salita de estar intentándome
convencer pero yo ya había tomado la decisión.
Nochebuena fue realmente muy intensa, quizás el hecho de
haber estado tan cerca de la muerte, me haya hecho entender que la familia es
muy importante, ese año cayeron muchos regalitos Papá Noel se comportó
fabulosamente. El día de San Estaban (justo el día después de Navidad) me fui
con la iaia Filo, la tieta Cristina y mi prima Sofía a ver los Pastorets, la
sesión de las seis de la tarde. Esa fue la última navidad que mi prima Sofía se
apuntó a ver esa obra de teatro, no lo sabía pero así fue. Estábamos como
siempre en primera fila, del lado derecho, y a mí me tocó pasillo.
A la tercera escena de la obra, me quedé sin palabras,
hipnotizada en el escenario al ver al chico de ojos verdes, vestido de pecado
original. Claro, en la poesía estaba descrito <al final de la escalera, un gran espacio se alza tras un campo de
fuerza> Decía que iba a actuar en los Pastorets, el <campo de
fuerza> es el telón. Además que no lo dije, pero cuando estaba en el
cementerio, iba vestido de pastor de la obra, pero pensé que solo estaba
haciendo una ayudita, no pensé que iba a representar la obra, y menos de pecado
original.
Él se puso delante del todo en el escenario, y recitó sus
palabras.
-Yo soy la envidia, de mí se alzan aquellos que
se sientan inferiores a los demás, robándole para que se sientan uno más, al
rico hago más rico y al pobre más pobre.- dijo el chico de ojos verdes vestido
de pecado original envidia.
¡Ay dios! Además hacía el mismo papel que yo, hacía un año
atrás. A veces el universo hace estos chistes que me divertí mucho. Salió
varias veces, pero todas las veces, me miraba a mí. Parecía que actuaba solo para
mí, lo sé parece egoísta pero es la sensación que tenía cuando sus ojos y los
míos se conectaban incluso en la distancia de estar en platea y él encima del
escenario. ¡Qué bendición más hermosa de Dios y el universo, gracias!
En la pausa me quería morir, aún flipaba, pero cuando
regresaron, flipé aún más. Era el momento del caldero de Satán, y muchos niños
iban a ese caldero, la Sofia por primera vez no quiso ir, el Chico de ojos
verdes, cuando le dieron la orden en el guión, se vino directamente a mí, me
ofreció la manito y yo me fui con él, si señor. Me agarró en brazos y me
pasaron por el agujero del caldero, luego me quedé abajo en las bambalinas,
durante el cambio de escena, él volvía a estar ahí abajo, me dio la mano y
cuando estábamos a las oscuras que teníamos que volver a nuestros asientos, él
me impidió irme y me dio un beso en la mejilla derecha.
Estuve lo que quedaba de función, recordando ese besito en
la mejilla en vez de prestar atención de la obra. Al terminar, los pecados
originales se sentaron a los pies del escenario, él estaba delante de mí, en
ese momento tenía las piernas estiradas y él con una mano me agarró el pie,
mientras que disimulaba estar <muerto>.
No volví a verlo hasta al regresar a clases, las navidades
fueron muy intensas y divertidas. Pero cuando llegué a clase el primer día de
enero del 2005, dos días después de los Reyes Magos, la clase se alegró mucho
de verme de regreso, me habían echado de menos, sentía que no era igual para
mí, solo algunos como la Saida, el Gerard y el Sergi. Por orden del médico, no
podía ir al patio por prevención de caerme o de recibir algún pelotazo en la
panza, así que tampoco podía hacer gimnasia, hasta pasados tres meses. Pensaba
que me quedaría sola en los patios en la clase, pero la Saida le pidió a la Ana
si podía quedarse conmigo y aceptó, que buena que es la Saida.
Los primeros días hicimos el álbum del trismestre pasado que
lo dejé casi por terminar, pero luego jugábamos a cosas, íbamos a la pizarra a
escribir, hablábamos de muchas cosas, la pasé muy lindo con ella.
Al Chico de ojos verdes, lo seguí viendo tanto al mediodía
como a la tarde, fue un curso muy hermoso la verdad, aunque hubo una noticia un
poco mala, la guardería dónde yo había estado, la habían vendido y un mediodía
yendo a casa de mi abuela, vi como tiraban abajo el edificio. Lloré ahí, porque
realmente mi primera infancia estaba ahí.
Otra cosa que no me gustó de clase, en este caso, fue cuando
la Ana nos obligó a cambiarnos de sitio, y me tocó ir a primera fila del bloque
de la puerta, a mi izquierda tenía el José. Ok, era uno de mis amigos, pero
dejó de serlo cuando me tocó sentarme con él, porque agarró una actitud que no
me gustó nada. Un día no sé qué pasó pero vio algo en mí que no le gustó y en
vez de decirme <eh, eso no está bien> directamente me dio un puñetazo en
el hombro y dijo <¡cambia eso!>. Le miré con cara de asombro… ¿ha sido
capaz de pegarme? Desgraciadamente, eso se repitió durante el mes y medio que
él se sentó a mí lado, nada le gustaba y me dio tantos puñetazos en el hombro
que al final ya ni sentía el dolor. Pero un día se la devolví, cuando iba a
pegarme, le paré el puñetazo con la mano y le dije <¡Como me vuelvas a
tocar, desearás no haber nacido!> y paró.
Lo fuerte es que la Ana vio eso, todos esos puñetazos y no
tuvo los santos cojones de decirle algo al José o de castigarlo por pegar a una
chica, porqué si. Hasta que no nos cambiaron de sitio, y me tuve que poner así,
no cambió esa actitud, el José dejó de ser mí amigo porque no acepto que una persona
para sentirse mejor que la otra, tenga que pegarle, ni tampoco gritarle para
manipularlo al otro. Iba totalmente en contra de mis principios, que no iba a
violar jamás, porque eso forma mi forma de ser.
Lo que más me dolió, es que no le hablé nunca más, el último
trismestre del curso, me venía mucha nostalgia, porque eso se acababa, el
Carmen Vedruna se terminaba, y el próximo año estaría en la Salle. A pesar de
los malos momentos vividos ahí, el balance era claramente positivo, aprendí
mucho de mí misma y mucho de los demás, que al igual que yo, andan aprendiendo
a ser mejores cada día. Para irnos con la frente bien alta, en gimnasia hicimos
circo, el Sergi, el Gerard, la Saida y yo, nos ocupamos de hacer malabares
tanto en pañuelos de seda como con pelotas. También usábamos el diablo, quedó
un espectáculo con todos los del curso de sexto super bonito, que el día de fin
de curso, tuvimos problemas atmosféricos, hacía viento, y eso dificultaba
nuestro show, pero como dijo Freddie Mercury the show must go on.
Nos salió una representación de circo fantástico, con
malabares, acrobacias, toques de tambores étnicos, entre muchas cosas,
intentábamos seguir al cique du soleil. Antes de cantar la hora del adiós,
varios alumnos del centro ofrecieron una rosa a todos los alumnos que se iban a
la secundaria, recibí mi rosa y me emocioné, así que le dije al niño que
firmara también mí camiseta, lo sé usaba una camiseta común y no una
expresamente, para que firmara todo el mundo, cuando llegué a casa, mi madre me
castigó y tuve que limpiar esa camiseta que nunca más volvió a ser la misma,
guardé con mucho cariño mucho tiempo, pero la primaria ya era parte de mí
historia… ahora venía la adolescencia.
El Chico de ojos verdes, desapareció en Mayo del 2005, no
consiguió quedarse más tiempo, uno de sus amigos que estaba ayudando se mudó al
extranjero y él se tuvo que ir a vivir de nuevo a Agartha. Se acabaron las
visitas del medido día, las de la tarde y las de algún fin de semana, ahora
todo volvía a ser solo en Agartha, me costó porque era como dar un paso atrás,
pero me adapté.
-¿Algún día se quedará aquí arriba?- pregunté al
Uriel.
-Está
escrito que estarán juntos, no pierdas la esperanza, mi amor. – respondió
Uriel con sus palabras más dulces.
Esperar… eso que a nadie le gusta… y a mí, en ese tiempo…
tampoco. Un tiempo sin saber cuándo sería, un tiempo en que no se sabría qué
podría suceder... parecía tortura china, porque era muy feliz sin conocerlo
antes, pero saber que está pero que no lo puedes tener… eso es sufrir a lo
tonto. Por eso pasé el verano sin perder la pequeña esperanza, de que no se
había ido, y que además estaría en bachillerato él, estudiando los dos en el
mismo colegio, solo nos separarían tabiques y no calles. No me daba cuenta,
pero estaba sufriendo, me había enamorado de él muy profundamente.
Al haber terminado sexto de primaria, nos fuimos de colonias
por última vez con el curso, a una casa que se encontraba en el pueblo del
Maresme llamado Caldes de Estrac (también conocido como Caldetes).
La pasamos muy bien, tengo muy buenos recuerdos, la verdad es que si, se notaba
que algunos irían a otros institutos y quizás no nos volveríamos a ver nunca.
No sé como lo conseguí, pero Sergi también estuvo allí, lo que no pude fue la
Saida, la cultura musulmana se me resistía en estos eventos, ni en excursiones.
Aunque hay que decir una cosa, esas navidades, la Saida y yo nos apuntamos a
Caramellas, y cuando fue primavera, un mes después de semana Santa, ella vino a
la excursión al Tibidabo y también la pasamos de miedo.
El primer día, llegamos allí a la hora de almorzar, ¡tenía
un hambre! La habitación la compartí con las niñas de la clase es decir con el
grupo de la Cris, Ariadna, la Rosalba, la Carlota, la Carla y más… me pude
pedir la litera de arriba cerca de la puerta de entrada, abajo creo que dormía
la Silvia, la habitación de los niños estaba al final del pasillo. Recuerdo que
todas las noches venían los chicos a gasearnos con el desodorante AXE… ¡que
peste, por dios! Solo lo hacían porque el anuncio decía que así ligaban con
nosotras… ¡qué ilusos!
Se empezaba a ver que los niños ya pasaban un poco de la
pelotita y empezaban a ir detrás de nosotras, ¡ay la pubertad! El Sergi se
trajo el diábolo, se enganchó a él y aprendió a hacer trucos impactantes, me ponía
con él a practicar, porque quería profundizar un poco más, pero se nos enganchó
también Gerard y el Xevi. Sinceramente creo que no les interesaba lo qué
hacíamos, pero estaban ahí creo que por mí… (supe hace muy pocos años que no
estaba pensando cualquier cosa, al Gerard le interesaba y al Xevi también pero
menos).
Fue bastante incómodo ver como de repente todos los chicos
del curso iban detrás de las chicas, ¿qué les había picado? Era como si
hubiesen hecho un pacto, solo durante las colonias, en realidad había muy poca
gente que no iría a la Salle, pero algo hicieron que no era nada normal. Me
acuerdo que algunas se aprovechaban de la situación, pero la mayoría,
intentaban huir, y yo era una de las que intentaba mostrar indiferencia, pero
no me los sacaba de encima.
-Dary, ¿qué me pasa? Parece que tenga velcro en
la espalda, cada vez que me giro, hay un chico nuevo que se apunta a seguirme-
le dije desesperada ya a Uriel.
-Tranquila,
solo juegan. No te lo tomes a lo personal, amor. – decía descojonándose
vivo.
El único que verdaderamente no me importaba que estuviese
era el Gerard, porque sentía cositas por él.
CAPÍTULO 203:
Nos bañamos a la pileta, comimos muy bien, a la noche habían
juegos no eran de terror, aunque lo intentaron. Eso sí, el día estaba
programado hasta la hora de irse a la cama, aprendimos a hacer nudos de
marineros en un tablón de madera, el segundo día nos fuimos con el tren hasta
Mataró porque teníamos visita en la lonja de pescado y una visita en golondrina
por el puerto. Aprendimos muchas cosas sobre el trabajo de la lonja, los
pescaderos y todos los procesos que hace el pescado, desde que se pesca en el
mar y acaba servido en un plato para comer.
Al subir des del tren hasta la casa de colonias que estaba
perdida en medio del bosque, empezó a ocurrir algo extraño. Ese día hacía mucha
calor y decidí ponerme una camiseta amarilla sin mangas. De repente me fijo que
detrás de mí estaban casi todos los chicos, pero estaban muy raros, me giré
varias veces pero no entendí qué les pasaba, hasta que escuché…
-Mira, mira, se le ve una teta…- dijo uno de los
chicos.
Me miré, empezaba a tener formas, mi cuerpo se estaba
convirtiendo en mujer poco a poco, aún no llevaba corpiño, me miré y resultaba
que las mangas eran tan anchas que se me veía un poco. Automáticamente me sentí
tan sucia, que pegué los brazos al cuerpo y miré a los chicos con una mirada
asesina, que les obligué a ir delante de mí. Huyeron corriendo.
-¡Qué guarros!- dije indignada.
-Perdona,
no los había visto que miraban por esto. – se disculpó Uriel al mismo
tiempo me pasó su brazo por encima de mis hombros y se quedó así hasta que
terminamos de llegar a la casa.
Como había sudado tanto, me bañé, y luego decidí no ponerme
ninguna camiseta de ese estilo, por suerte solo me había traído una. La pasé
mal, solo querían estar conmigo porque se me veía un poco una teta… ¿O sea que
mis pensamientos y mis sentimientos no valen o qué? Aunque solo miraron, me
sentía igual que una prostituta, eso me agarró trauma.
Ahora todo se ve diferente, está claro que se dejaban llevar
por las hormonas y el cuerpo reacciona, así de claro. Pero en ese momento pasé
tanta vergüenza que era en plan <tierra trágame y si me escupes, que llegué
mínimo a Marte>.
Nos despedimos y nos fuimos a Manlleu, el verano empezó,
pero yo al cabo de poco me iba con el Tripijoc. No lo voy a explicar, pero solo
voy a decir que fuimos a la Masia del Collell en el Esquirol, y ese año me tocó
a mí ser la protagonista del juego de noche… no sé porque ocurrió pero durante las
tres noche ahí, yo me tenía que disfrazar de hada de la naturaleza y aparecer
en los momentos que los alumnos tenían más miedo, para ser esa hada buena de
luz que les protege como si fuera su ángel de la guardia. Tenía que bailar
delante de ellos… ¡ay madre, me daba vergüenza pero lo hice!
Aquel verano me quedé en casita, no me apunté a ningún lado,
iba con la abuela a almorzar, pasar la tarde con ella, ayudarla en lo que
hiciera falta, y pasarla bien con ella y el tiet Josep. Pero algunas tardes de
fin de semana, iba a casa de mi prima Sofía, nos poníamos a jugar a la play
station 2, o a veces a ver pelis como: Una cenicienta moderna, Fast &
Furios 2;… Cuando llegó Septiembre, la Tieta Cristina y el Tiet Salvador, hacían
50 años de casados, y lo celebraron con toda la familia en un restaurante en
Cantonigrós. Empecé a ver que tanto la Sofía como yo, teníamos que hacer
caminos separadas, ella iría al final al Instituto Antoni Pous y yo a la Salle,
sabía que cambian las cosas porque en vez de pensar < ¿A qué jugamos?>
empezamos a hablar de chicos.
-¿Cuál es tú Messenger? Así te agrego y seguimos
charlando por el chat. – dijo la Sofía.
-¿Mi qué?- dije.
-Si, el Messenger. ¿Sabes qué es?- preguntó la
Sofía.
-No.- respondí curiosa.
-Es un portal de internet dónde con tu usuario y
contraseña puedes hablar con tus amigos de clase, o los que tengas, desde casa
en un chat. ¿De verdad que no tienes uno?- se quedó sorprendida la Sofía.
-No, no tengo. En internet entro poco. Es muy
caro dice mi padre.- le confesé.
-Oh…- dijo la Sofía no por compasión, su mirada
era en plan <bicho raro> últimamente me echaba mucho esa mirada.
Le miré un pequeño silencio nos visitó.
-¿Qué plan tienes de internet?- preguntó.
-No sé… solo sé que cada minuto es un euro.-
confesé.
-¡Uy… pero eso ya no se puede! ¿No tienes tarifa
plana?-preguntó la Sofía.
-No me suena…- dije.
Otra vez la mirada me echó. ¡Cullons!
-Tengo una idea. Le digo a mi hermano que nos
lleve a casa, te haces un Messenger, y luego hablo con tus padres para que te
dejen y a ver si cambian el plan a tarifa plana, para que puedas tener el
Messenger.- propuso la Sofía.
-¡Dale!- dije animada.
Su hermano Roger ya tenía auto, hacía como semanas que se lo
había sacado, y como la comida se alargó tanto la sobremesa, le pedí permiso a
mis padres para irme ya con la Sofía y ellos dijeron que si, pero que a las
nueve en casa. El Roger había tuneado su auto, y atrás parecía una discoteca,
¡madre de dios! La música estaba pero extremadamente alta, que si la Sofía me
decía algo, no escuchaba nada, solo lo intuía porque movía los labios. A mí no
me hubiese importado la música, pero es que todo era PUNK, y yo odio el PUNK.
Esos fueron mis inicios en lo que se acabó convirtiendo en
parte de mí trabajo, ahora solo estoy en Instagram, Twitter, Facebook y sobre
todo en Youtube (dónde intentamos conseguir ganarnos un poquito la vida,
compartiendo conocimientos espirituales). Esto va para aquellas personas que
hayan nacido después del 2010, en un lugar dónde las redes sociales, empezaban
a tener bastante cuerda, en el 2005 empezó Messenger que era un portal dónde
con tu usuario y contraseña tenías un lugar dónde chatear con tus amigos, pero
también podrías tener un blog dónde podías escribir reflexiones o cualquier
cosa que quisieras, llamado my space.
Lo usé para compartir algunas reflexiones de la vida, sobre temas que intentaba
aprender de la vida de 3D, y que me costaban de entender que hacía la
humanidad, pero a veces también escribía algún poema o alguna carta al universo
o algún dios del cielo.
Además también tenías correo electrónico, algo que jamás
había tenido hasta ese momento. Mi inicio en internet fue bastante neófita,
porque estaba acostumbrada a usar el Word para todo, pero nada de lo que
escribía llegaba a internet, todo se quedaba en mi computadora y ya. En un
tiempo que en mi casa solo había una computadora y estaba en el salón de la
casa, a veces con mi madre nos teníamos que pelear porque ella quería hacer sus
cosas de informática y yo quería jugar a los Sims 1, y en ese momento ya
existían los Sims 2.
La Sofía habló con mi padre, y él entró en razón que tenía
doce años y que el mundo estaba cambiando muy rápido, así que al principio solo
me dejaban conectar media hora, al cabo de un par de meses, llegó la primera
tarifa plana en casa, dónde iba el fijo + la tele + el internet por un precio
más razonable. La Sofía parecía una chica muy bonita, porque incluso les dijo a
sus amigas que yo tenía Messenger y algunas me aceptaron y acabamos hablando,
sobretodo una llamada Eva que supe que se había apuntado a la Salle y que
quizás nos tocaría ir juntas a clase.
Lo preparativos para ir a primero de la Secundaria, en
España lo llaman ESO (Educación Secundaria Obligatoria), estaba muy ilusionada
de ser por fin tan mayor como para poder empezar a preocuparme por el futuro.
Tenía también mucha ilusión, porque el hecho de cambiar de centro me motivó
para pensar que los problemas que había tenido anteriormente se habían quedado
en el Carmen y en la Salle la cosa iba a ser muy diferente y mucho más
positiva, ¡claro que si!
Siempre cuando faltaban días para empezar el curso, me
miraba los libros con una ilusión, pensando <wow que pro> como si me
estuvieran enseñando ya universitario, pero no. Seguía siendo un estrés eso de
ir a buscar los libros, comprar el material escolar, saber que en este centro
tendría una materia nueva llamada Tecnología.
Lo primero que me preocupaba eran las listas de las clases, quería saber que
mis amigos estarían conmigo, tenía pocos pero mejor en clase que no separados.
Recuerdo que aprovechando que teníamos que ir a buscar los
libros con mi madre y mi padre, en secretaría que mamá hacía cola para
presentar el resguardo del pago de los libros que había hecho en Julio,
aproveché para ver las listas.
-¡Ay que nervios!- susurré a Uriel.
-Todo irá
bien, pase lo que pase, será juntos. No me separaré de ti, sino quieres. –
dijo Uriel acariciándome la espalda y sonriendo para darme buena onda.
La primera lista que miré fue la del A, mi nombre no
aparecía pero en ella estaría la Xenia, Carlota, Xevi… algunos de mí clase ya
no estarían, tampoco me preocupó porque no eran de mí circulo cercano de
amigos. Luego vi el B, allí estaba mí nombre, pero también el de la Saida
¡Genial! Pero el del Sergi, ni el de Gerard, no estaban, ellos estarían en el
C. ¡Mierda! Si que vi en mí clase que había mucha gente del Pompeu Fabra, entre
ellas estaban la Eva, la Judit (habían dos, la ampollona y esta), y la Clara.
Excepto la Eva, las demás no eran amigas de la Sofía, la Eva se había quedado
como solita y como muestra de agradecimiento de la Sofía pues intenté conocerla
antes de que empezáramos las clases, para a ver si nos hacíamos amigas un poco.
Me jodió que el Sergi estuviera en otra clase, no me gustó
nada esa información, de los chicos excepto el José, Sergi, Gerard, y Xevi los
demás seguían en mí clase, con más incorporaciones como Arnau (otro, el que
estaba en mí clase también se fue al A, este venía de la escuela
Casals-Gràcia), Oriol, la Laia,… mucha gente vi que estaban normalmente en el
C, ahora estaban en mí clase. No los conocía mucho pero les di una chance, con
alguien me haría amiga, ¿no?
En primero de la ESO
el tutor fue un chico de 38 años llamado Josep, en ese momento llevaba gafas
azules de hierro, era bajito, pero super buena vibra, durante la entrevista
antes de empezar las clases, me resultó un buen tipo, pensé que no intentaría
ponerme en jaque durante el curso. Salí de esa entrevista con buenas
intenciones, feliz pensando que sería un curso agradable.
Una de las normas que teníamos que usar para ese curso, era
el chándal, teníamos que usarlo por un año más el del Carmen. Nos informaron
que el primer día de clase nos lo teníamos que poner sí o sí, no sabía porque,
ya que teníamos que conocer el colegio que era un poco laberinto y eso me
gustaba, al ser un edificio de casi 200 años, habían recovecos que algún día
habría que ir de exploración.
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