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miércoles, abril 03, 2024

El Espejo De Mí Vida - Capítulo 191 [2T]

 

Esa cara era muy difícil de olvidar, se me quedaron clavados sus ojos verdes en la retina, y cuando estaba en clase aburrida, verlos me hacía pasar un rato divertido, aunque en realidad pasaba de la explicación de la profesora. Deseaba que sonase el timbre de última hora para poder verlo, aunque fueran veinte minutos antes de ir a almorzar, pero claro los viernes era un día horrible, porque nosotros salíamos a las doce y ellos, los de la Salle a la una. Si la abuela no me estuviese esperando en Can Padrós, me hubiese quedado por el parque del Ter a esperarle… pero no lo podía hacer.

Un día cuando estábamos teniendo el cambio de clase, escuché una conversación que estaba teniendo Xevi con los chicos de la clase, es decir el Eloi, Nil, Aleix y aquellos, sin querer escuché, cuando le preguntaban algo sobre su hermano Quim.

-        ¿Y tú hermano Quim en qué curso está?- le preguntó Nil.

-        Termina tercero, en la Salle. Creo que yo iré también allí.- respondió Xevi.

Se me abrieron los ojos como si delante de mí se abriese una caja de helados de una heladería.

-        Eh, Dary… están en tercero, eso significa que aún se quedará un año más…- susurré a mi izquierda.

-        ¡genial! ¿Crees que se quedará un año o solo está por unas semanas? – preguntó Uriel que se agachó a mi izquierda para hablarme mejor.

-        Espero que se quede el año entero… o por lo menos hasta que sepa que me voy a Ávalon.- dije preocupada.

-        Tranquila, estoy contigo, mi amor. – Uriel me agarró la manito y me sonrió.

Parecía que el universo jugaba a nuestro favor, porque esa información nos vino de perlas. Por lo que iba pasando, se iba a quedar más tiempo que unas semanas.

Unos días antes de San Jordi, también ocurrió algo muy importante en la orden de San Miguel Arcángel, y es que en la Unidad 23 junto a la esfera azul y la Ministra Minerva, nos reunieron en la central (que se encuentra en Nueva York en 5D lo que ustedes llaman Central Park). Porque nos tenían que dar una información importante, así que con Gabriel nos fuimos para allá, también tuvo que venir Uriel porque en estas reuniones él debe venir, ya que cuando hacemos guardia, él es quién realmente me acompaña a mí lado andando, y Gabriel por las alturas vigilando el perímetro.

Al salir del metro en plena fuente de Central Park, caminamos un poquito hacia el sur, pero ya se veía el edificio, era uno muy alto de casi 30 plantas, oscuros y todo de cristal tintado, arriba del todo, tenía la insignia de los guardianes de la Orden de San Miguel Arcángel. Entramos, y nos subimos al ascensor, para terminar en la planta 15, luego giramos a la derecha y en el final del pasillo subimos cinco escalones y entramos en la sala de reuniones.

La sala parecía una clase, nos sentamos cada uno dónde pudimos y esperamos a que llegasen los superiores, miembros de la Esfera Azul, tenían que venir el Arcángel San Miguel, el Maestro Lonan y si todo iba bien Roxanne o Ashtar. Se abrió la puerta y todos nos pusimos en pie para saludar, en la Orden nos damos un fuerte golpe en el pecho en la altura del corazón y nos quedamos así, al decir “Häkan” que significa en arcturiano “estamos aquí tus guardianes protectores de la luz y enemigos de la oscuridad no armonizada”.

-        ¡Descansen! – Dijo el Arcángel Miguel, mientras seguía caminando para quedarse de pie, detrás le siguió Lonan y la Ministra Minerva, Ashtar no acudió.

Nos sentamos y estuvimos escuchando lo que era el tema de la reunión, esa fue la primera vez que acudí a una tan importante en la central. A parte de que nos dijeron información en primicia sobre ciertos conflictos que estaban ocurriendo en Betelgause (Orión), lo importante llegó para el final de la reunión.

-        Doy la palabra a la Ministra Minerva, que nos hablará de los voluntarios que quieran participar en la incursión de paz para Betelgause. Adelante, por favor. – dijo el Arcángel Miguel.

-        ¡Gracias, jefe! – saludó con una sonrisa Minerva y luego nos miró a todos.- Hemos creado un nuevo comando para ayudar a poner paz en las guerras de Betelgause, pero para encontrar los voluntarios, solo pueden ser Capitanes de unidades o miembros de Ministerios de rango espada. Este comando se organiza también para el futuro de Orión, que tras la guerra que casi termina con nuestra extinción, necesitamos un nuevo trayecto de seguridad que permanecerá en órbita entre Orión y el Sistema de Rah (Sistema Solar). ¿Algún voluntario? – preguntó e informó Minerva.


Se hizo el silencio en la sala, nos miramos mutuamente, me gustaría participar pero mi rango no era ni de lejos el que necesitaban, además, dejar a mis padres sin que tengan una explicación de dónde estoy… no me resultaba algo bonito que hacer. Así que ya me descarté por completo, pero de repente levantó la mano nuestro Capitán.

-        ¡Me ofrezco voluntario! – dijo el Capitán.

-        ¡Perfecto!- respondió Minerva le hizo un gesto para que se acercara.

El Capitán caminó hacia a ella, le dio una pluma y se inscribió en el pergamino. Los miembros de la unidad nos quedamos sin palabras, mirándonos como tontos, ¿qué iba a ser de nosotros? Si el Capitán se iba, ¿quién sería el nuevo capitán?

-        ¿De qué unidad eres? – Preguntó Lonan.

-        Unidad 23, Maestro.- respondió firmemente el capitán.

-        Oksham. ¿Tienes a alguien que ocupe tú lugar? – preguntó Lonan.

-        Si, que de un paso al frente, Laia.- dijo el Capitán.

Todos me miraron, yo miré a Gabriel y a Uriel, Gabriel me empujó ligeramente por la espalda para que diese ese paso hacia adelante y me puse firme.

-        ¡Häkan, capitán!- dije algo asustada.

-        ¿Cuánto tiempo llevas de guardiana? – Preguntó Lonan.

-        Dos años, Maestro.- respondí.

-        Enhorabuena, eres la nueva Capitana de la Unidad 23 de la Orden de San Miguel Arcángel. – dijo el Arcángel Miguel seguido de aplausos que todos compartieron.

¿Cómo? ¿Capitana con 11 años? ¿Qué? No me parecía justo, porque había guardianes que llevaban más tiempo, pero al parecer la decisión ya estaba tomada, y la ceremonia de potestad se celebraría a finales de Abril del 2004 en el templo del Maestro Adama en Agartha 5D (Telos).

Gabriel me dio un abrazo feliz por lo que había conseguido pero yo seguía en shock y no le pude responder a ese abrazo. Suavemente él acarició mí mejilla derecha y me miró a los ojos.

-        ¿Por qué no te alegras es algo maravilloso? – Preguntó Gabriel arqueando las cejas.

-        Perdón. Es que… no me lo esperaba. ¿Qué va a pasar ahora con el capitán?- pregunté.

-        Él ha decidido irse a trabajar a la Orden de Hércules en Orión. Por eso ha dejado el lugar a alguien que es capaz de llevarlo, y que seas tú, me parece fabuloso. ¡Sé que lo conseguirás y lo harás muy bien, Laia! – explicó Gabriel.

-        Se me viene muchas cosas encima, no sé si seré capaz…- susurré.

Gabriel me dio un beso en la mejilla y me miró con una sonrisilla.

-        Confío en ti. – dijo Gabriel.

Llegó San Jordi, el 23 de Abril, un día realmente muy especial en Cataluña como siempre les he contado es el día del libro y la rosa pero también es el día del amor para las parejas, nuestro San Valentín especial. En aquel curso en quinto, ya no íbamos de excursión a Llafrenca, sino que esta vez la ruta era diferente.

-        Para San Jordi tendrán que llevar comida, porque haremos una caminata desde Manlleu a Rocapervera (Torelló), al volver será en Tren pero llegaremos a las 5:30pm en la estación de Tren de Manlleu, así que les tendrán que decir a sus padres que les vengan a recoger allá. – informó Ernesto, nuestro Tutor.

A las nueve de la mañana, fui al colegio como si fuera un día normal, pero media hora después los cursos quinto y sexto curso de Primaria, nos fuimos por orden de clases hacia el paseo del Ter, y a partir de allí la excursión empezaba. Nunca había hecho una caminata así, en ese tiempo caminar me gustaba mucho y hacer retos así era algo realmente especial, aunque lo más que había caminado eran 3km, cuando en realidad ir hasta Rocapervera son más de 7km.

El camino fue así: Paseo del Ter dirección al pabellón, puente del tren, detrás de la estación, pasando al lado de la Moreta, prado de los Caballos, Espadamala de arriba, Espadamala de Abajo, camino hasta Rocapervera. Llegamos allí a las 12:30 del mediodía, estaba agotada pero lo conseguimos fue tan bonito que cuando nos dejaron jugar por allí los compañeros del curso empezamos a correr por el parque dónde nos encontrábamos, para jugar a cosas.

Fue muy divertido, a mí me gustó mucho el reto, porque tuve que observar lo que decía mí mente todo el tiempo. No paré de pensar en mis cosas, lo que más se me repetía era la cara de Gabriel, en este curso al no ir a un centro convencional, pasé más tiempo con Gabriel y nuestra relación de “amigos” se profundizó más. Mi mente no paraba de repetirme “¿Qué pasa con Gabriel?” pero no encontraba una respuesta más completa, realmente me la pasaba bien con él, así de simple. Pero echaba de menos al Chico de Ojos Verdes, a pesar que ese día no me encontraría a la salida del colegio, ni en la plaza con las rosas, fue cuando me quedé en un rincón pensativa acompañada de Uriel, alejada de los demás bajo la copa de los árboles porque hacía mucha calor.


A pesar de lo qué había caminado, casi no comí, no tenía hambre porque echaba de menos al Chico de Ojos Verdes. Todo era extraño lo sentía muy profundo, hasta que de repente al levantar la vista me di cuenta de que tenía una visión o una conexión en directo con él.

Escuchaba la música que ponían en la plaza de fondo, la gente estaba debajo de las bóvedas paseando, buscando sus rosas, en las paradas que las distintas tiendas ofrecían a precios un poco caros, una rosa a 2€ (en ese tiempo era caro ahora están el doble). También algunos miraban libros, ¡qué hermosura! Entonces lo vi, al Chico de Ojos Verdes pasear por las bóvedas cerca de la tienda de Papers comprando una rosa azul que estaba a 3,50€ iba acompañado de sus dos amigos. El campanario sonaba en ese momento las 2pm.

Regresé dónde estaba, miré el reloj digital que tenía en la muñeca y marcaba las 2:02pm me quedé fascinada mirando a la gente comer y charlar de sus cosas, mientras estábamos todos en corro. ¿Qué había pasado? Hasta las 4:30pm no empezamos a ir a buscar el tren en Torelló, el tren llegó a las 5 algo pasadas, y llegamos cinco minutos más tarde de lo que habían dicho. Allí me esperaba la abuela Filo que ya habíamos quedado con ella que me tenía que venir a buscar allí, y al volver hacia la civilización, nos pasamos por la plaza a ver las paradas. Eran exactamente iguales a las que había visto en esa visión, me quedé sin palabras.

En ese momento mi abuela se quedó charlando con una de sus amigas, y yo me fui a dar una vuelta por las paradas solita. En ese momento me encontré al Chico de Ojos Verdes, iba con la rosa azul y la mochila, estaba completamente solo, nunca lo había visto así, se acercó a mí y se detuvo, me miró a los ojos me solía sacar una cabeza y algo.

-        ¡Feliz San Jordi!- dijo.

-        Gracias, igualmente.- respondí algo tartamuda.

-        Te daría la rosa azul, pero… es para mí madre. Espero que sepas que en el fondo es para ti.- dijo.

Recomendación: Rocio Jurado - Como las alas al viento (Canción). 

HR.

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sábado, marzo 02, 2024

El Espejo De Mí Vida - Capítulo 190 [2T]

 Continuamos con esta historia, en el capítulo de esta semana, algo totalmente inesperado que lo cambió absolutamente todo.

Ah por cierto, hemos abierto la secciónde formularios aquí a tú → para que nos si estás interesado en un servicio que tienes en la cabezera del BLOG pidas tú turno.


El último día que me desperté en Sitges, me desperté con lágrimas en los ojos, porque ya no volvería a dormir nunca más en este paraje tan hermoso, mi infancia quedaba atrás y la adolescencia empezaba a verse de una forma en que daba miedo, porque no sabía si iba a ser feliz o lo más horrible del mundo. Y con ello, tenía que dejar atrás ciertas cosas, entre ellas Sitges… el día anterior fuimos a Vilanova y la Geltrú a subirnos por última vez a los trenes chiquititos, ¿por qué hacerse mayor era dejar atrás momentos felices? No estaba de acuerdo y por primera vez tenía celos de Peter Pan, con su afán de querer siempre ser un niño.

A la mañana hacía calor y decidimos ir a la playa, más bien mis padres quisieron irse a un chiringuito y la Sandra y yo estuvimos intentando bañarnos en el mar. Digo intentándolo porque el agua estaba aún muy fría pero nos apetecía, fue divertido y eso es lo importante. Luego después de almorzar, mi padre se fue a tomarse su siesta, mientras que yo aproveché para terminar la valija, la Sandra también la hizo y a media tarde pusimos las valijas y al perro en su transportín en el auto, y nos fuimos de allí. Lentamente, mientras que mi padre esquivaba los agujeros de la calle, miré hacia a atrás, ya con el cinturón puesto y con lágrimas silenciosa me despedí diciéndole “gracias por estos once años de felicidad, allá dónde vaya seguiré experimentando otras formas de felicidad” le di un besito con la mano y me giré para ver hacia adelante, pocos minutos más tarde me quedé dormida y me desperté en la recta entre Vic y Manlleu. Me quedé dos horas dormida, estaba agotada, dejamos a la Sandra a su casa y nos fuimos a casa.

Las cosas en casa habían cambiado bastante, mi madre volvió a encontrar trabajo, y mis padres ya que me vieron lo suficientemente grande, decidieron darme mi primer juego de llaves de casa. Me sentí mayor un acto importante para mí, Además, ahora las tardes que no tenía que ir al Tripijoc y que tampoco tenía que ir con mi abuela, podía estar dos horas solita en casa, y una cosa más, a partir de ese momento podía ir al colegio sola, ¡qué alegría! Eso si que me puso contenta.

Mis padres confiaban en mí, tanto que darme un juego de llaves y dejarme ir sola al colegio, era un paso importante, una responsabilidad que hacía tiempo quería tener. De hecho creo que de mí clase fui de las primeras personas, incluso había algunos que hasta los 16 años no lo consiguió, eso ya era demasiado, bueno si te comportabas mal obviamente que habían consecuencias. Recuerdo que cuando me dieron el juego de llaves y me fui a mí habitación, me puse a saltar y a dar vueltas abrazada a Uriel de la alegría que sentíamos que por fin podíamos charlar por la calle regresando o yendo al colegio sin tener que ocultarnos.

Mi padre habló con mi abuela, porque aunque me dieron ciertas libertades, había calles que tenía prohibido cruzar, y esas eran el paseo de San Juan, la avenida de Roma, la avenida Puigmal y la avenida Bellmunt. Son calles muy transitadas y para evitar cualquier atropello tenía que prometer cumplir esas condiciones que prácticamente las cumplí. La abuela me tenía que esperar en la tienda de Can Padrós, mientras que yo subía del colegio hasta allí, y luego agarrada de su manito cruzaba la avenida de Roma y para su casa a almorzar. Lo mismo sucedía a la tarde si tenía que irme con ella, aunque allí ya quedaba con ella en la plaza porque nos íbamos al parque del Ter o del cementerio a que yo jugase a los columpios y a los toboganes. A la mañana como me costaba levantarme, mi padre me llevaba en auto hasta el colegio, pero el resto… con el arcángel Uriel.

Pasó una semana, el colegio ya tomaba otro rumbo porque el buen tiempo llegaba a marchas forzadas, el verano se empezaba a ver, a pesar de estar en Abril a pocos días de San Jordi. Estábamos a jueves, a la una del mediodía sonó el timbre del pasillo, el profesor en fila nos acompañó hasta la puerta de la escalera bajando los dos pisos. Como era de esperar la calle San Domenech y Bisbe Morgades estaba llena de niños de diferentes edades, así que harta de estar con ellos, decidí con Uriel ir como si fuéramos al Tripijoc hacia la calle de Xauxa (llamada Enric delaris).

-        ¿Cuándo tienes las pruebas de ingreso para Ávalon?- preguntó Uriel mientras que caminábamos hasta el banco Sabadell.

-        Estoy practicando mucho, Gabriel me está enseñando muchas cosas y tips que debo tener en cuenta para que esta vez pueda entrar.- le respondí.

-        Me dijiste que la prueba de resistencia se te está atragantando un poco, ¿verdad? – dijo Uriel.

Dije que si con la cabeza, en el momento en que pasábamos delante de Can Gaja, escuchamos unos ruidos, delante de nosotros a unas quince pasos aproximadamente, había tres chavales de Secundaria, que charlaban de sus cosas a un volumen algo alto. Uriel y yo nos quedamos en silencio observándolos un momento, el chaval del medio que era el más alto de los tres, llevaba el pelo ondulado por detrás de las orejas, en color cobre, una camiseta negra algo arrapada al cuerpo de manga corta, bermudas anchas negras y unos zapatos negros que eran como unas deportivas pero tenían algo de altura. Estaba girado a su derecha hablando con alguien, cuando le miré me di cuenta de que le conocía era Quim el hermano mayor del Xevi que iba a mi clase, (era el mismo que iba al Tripijoc durante mi primer año). El otro amigo no lo pude identificar, de hecho no sabía su nombre.

No le dimos importancia y miré a Uriel para responderle, pero…

-        ¡Hola!- escuché que venía de esos tres.

Miré de nuevo y el chico del medio se había puesto a saludar a alguien con la mano como si conociera a alguien hacia dónde estábamos, pero delante no había nadie más que nosotros, así que lo ignoré estando en silencio caminando lentamente hacia el banco Sabadell (me encontraba delante de Xauxa).


Los tres chavales se fueron a la bajada de la Fidela, curiosamente íbamos a la misma dirección, pero dejé de hablar con Uriel, nos habían cortado todo el rollo, lo vi algo desconcertado a él pero en mí, en cambio simplemente pensé que no era importante pero no sabía cómo retomar la conversación con mi angelito. En cuanto llegamos a la bajada de la Fidela, lo vimos detenido a la mitad de la calle, ignorando si pasaban autos ellos tres iban por el medio de la calle, que en cuanto entramos en esa calle, el chaval aquel me estaba mirando, le dio un codazo a Quim, alzó la mano y con una sonrisa volvió a saludarme.

Me detuve y Uriel también, el chaval no tiraba ni para adelante ni para atrás, se quedó allí sacudiendo la manito como si fuera drogao, la cara del Quim de “tierra trágame” y la del amigo que era un cromo… yo no entendía nada, me giré pensando que había alguien detrás, pero no había nadie.

-        ¡Si, es a ti, hola! ¡te estoy saludando! ¿Por qué no me saludas? ¿Es que no te alegras de verme o qué?- decía gritando que toda la calle se enteraba.

-        ¿Qué hago?- susurré a Uriel.

-        No sé…- Respondió Uriel.

Le respondí sacudiéndole la mano devolviéndole el saludo, aunque intentaba recordar de qué me sonaba él, pero no atinaba, lo siento.

-        Eh, te conoce… ¿sabes quién es? – susurró Uriel.

-        Ni idea.- le respondí.

-        ¡Pues acostúmbrate porque me verás por aquí!- dijo el chaval.

Se giró sus amigos también y continuaron subiendo la calle. Pero cuando llegó al final, se volvió a girar y volvió a saludar contento, le devolví el saludo, pensando “esto se acabará o qué”.

-        Te veo después (guiñó el ojo)- se giró y siguió por otra calle.

-        ¿Qué?- susurré tan sorprendida que no tenía palabras.

Uriel y yo nos fuimos a casa sin decirnos nada, estábamos en shock, antes de abrir la puerta, me quedé un momento pensativa.

-        ¿Quién será ese?- pregunté, pero Uriel no pudo responder porque no lo sabía.

Había que reconocerlo que el chaval guapo lo era y mucho, pero de ¿qué me conocía ni idea? Me quedé toda la hora de la comida pensativa en su cara, en sus ojos verdes, pero no lo recordaba, aunque en el corazón se había vuelto algo loco, latía rápido, demasiado rápido, ¿qué pasaba? ¿de dónde me conocía? ¿Por qué había pasado eso? ¿era un ataque fortuito o algo más?

Cuando faltaban quince minutos para las tres, Uriel y yo salimos de casa para irnos de nuevo al colegio. En la calle de al lado, nada más doblar la calle, me lo encontré otra vez, de pie esperando a alguien. Estaba con el otro amigo que no identifiqué, me acuerdo que al verlo me quedé quieta inmóvil mirándole, de hecho choqué contra él o casi, se me quedó en silencio mirándome con una sonrisa, ni me tocó pero estaba a pocos centímetros de mí, era alto, muy alto. Nos quedamos un tiempo mirándonos en silencio a los ojos, sus ojos verdes a esa distancia si que me sonaban y mucho, pero ¡no podía ser! ¡No, no, no podía ser! ¡Jodeme! ¡Si que era, si!

-        Hola, Maggie…- susurró sin quitarse la sonrisa de su cara.

-        ¿Chico de ojos verdes?...- susurré casi sin aliento.

Sonrió guiñó un ojo…

-        Estoy aquí…- siguió susurrando.

Pero cuando le quería preguntar ¿por qué? Apareció Quim y él se separó de mí, yo tuve que continuar mi camino hacia la escuela, aunque era difícil porque estaba en shock… el chico de ojos verdes estaba en mí dimensión… ¡WOW! Ese año al no entrar en Ávalon no lo podía ver ni un momento ni en el metro, porque agarrábamos líneas diferentes, por eso les dije que aproveché para pasar más tiempo con Gabriel, pero me quedé totalmente atónita cuando vi al chico de ojos verdes en la 3D, viviendo en mi ciudad y además yendo “al colegio de al lado al mío”, esperando a su amigo que vivía cerquita de mí casa. ¡WOW!

Caminé cuando ellos ya llevaban varios pasos hechos, no podía parar de mirarle, aunque estaba pendiente de la conversación que estaban teniendo, lo vi que se colocaba un poco de lado para seguir mirándome, aunque mis pasos se fueron haciendo cada vez más lentos, hasta que los tuve demasiado lejos.

-        ¡Es él, Dary! ¡Es el chico!- le dije el aliento estaba entrecortado, pero tenía unas ganas locas de llorar, pero no salían las lágrimas.

-        ¿Qué dices? – preguntó Uriel.

-        Si, me lo ha dicho. Me ha llamado Maggie…- le respondí.

-        ¿Por qué? – preguntó.

-        ¿Por qué va a ser, Uriel? Él es el único que me llama así, y nunca se lo he dicho a nadie, ¿quién más lo podría saber?- le dije ya algo molesta.

-        Si, ya. Me refiero ¿a qué hace aquí? – aclaró Uriel.

Le miré y me quedé pensativa.

-        Pues no lo sé. ¿a qué habrá venido?- respondí mirándole al chico mientras llegaba al final de la calle y se iba de nuevo para la bajada de la Fidela.- ¡Ay, que se escapan! ¡Vamos!- le dije a Uriel, le agarré de la mano y empezamos a acelerar el paso.

Me llamaba Maggie porque ese fue mí nombre que tuve en la última vida en la Tierra por allí entre los años 1863 (Dublín) al 1912 (Titanic). Pero pensar que solo estaba por mí, me pareció una golosina demasiado atractiva y que seguramente que sus guías no le permitirían conseguirlo, tendría que haber otro motivo más eficiente que curiosamente se encuentre en nuestro camino.

Pasamos por delante de Xauxa, y el Chico al ver el cartel se acercó y sin hacer un salto muy alto lo tocó, se giró y me miró un instante sin que sus amigos se dieran cuenta. En su momento no lo entendí, ahora si, de alguna forma me estaba diciendo “este lugar es muy especial”. 

Recomendación: Bam Bam - Canción.

HR.

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viernes, febrero 16, 2024

El Espejo De Mí Vida - Capítulo 189 [2T]

 ¡AVISO IMPORTANTE! Nos estamos acercando al final de la segunda temporada.


A pesar de ese pequeño accidente mientras que actuaba, el resto de la obra fue una maravilla, me lo estaba pasando en grande, estando entre bambalinas, escuchando todos en silencio lo que pasaba en el escenario para esperar nuestro pie y volver a salir. Cuando nos tocó bailar, fue la hostia en patinete, me sentía yo misma, a pesar de que siempre he sido muy vergonzosa pero al interpretar un personaje Laia se iba a un lado y aparecía el personaje como si tuviera vida propia. Creí que podía intentar profesionalizarme en esta vocación que sin saber de dónde había salido, sabía hacerlo, lo que las personas llaman que es un don.

Mis padres disfrutaron de la función, no solían ir a ver pastorets pero esta era especial, a mi abuela le encantó, pudo presumir ante las amigas que su nieta tenía un talento especial para la actuación, porque sino recuerdan mal, les dije que mi abuela no se perdía ninguna función del Tripijoc, y esa menos se lo podía perder. Durante la cena del sábado, mis padres lo comentaron a mis tíos Rafalé y Drakho, y yo aproveché la ocasión…

-        Papá, ¿y si me hago actriz?- le pregunté.

De repente un silencio nos invadió, la mirada asesina de mi madre decía que no estaba de acuerdo y la mirada de mi padre que parecía que hubiese dicho algo malo también decía que no era buena idea.

-        ¿Artista?- preguntó mi padre al cabo de un tiempo.

-        Si, adoro actuar, siempre me toca hacer protagonistas en el Tripijoc, algo de talento parece que tengo, ¿no?- dije.

-        ¿para que termines bajo un puente? ¡Deja de decir tonterías y céntrate en sacarte el curso!- esas fueron sus últimas palabras al respecto.

¡A la mierda la actuación! ¿Tenía que hacerle caso? No me atreví a replicarle, la situación habían enrarecido el ambiente y mi padre intentaba hablar de otras cosas con mis tíos, ignorando por completo lo que había dicho la “niña”. Con casi once años a la vuelta de la esquina no era edad suficiente como para que mi padre me tomase en serio, pensé que quizás cuando tuviera quince la cosa mejoraría… ¿ilusa? Puede…



Tras la Navidad, las cosas funcionaron sin ninguna novedad, excepto que las vacaciones de Navidad me hicieron sentir algo más humana de lo que era, porque a pesar de que con la Sandra no habíamos empezado con buen pie, durante esas vacaciones asistí dos veces a su casa (ella insistió). Entonces, fue cuando me di cuenta de lo que le estaba ocurriendo, su madre le golpeaba con el cinturón y le dejaba marcas en la cara y en los brazos, me enseñó unos cuantos moratones que tenía en los hombros que eran de latigazos del cinturón, por haberse permitido tomar postre una noche, cuando ella tenía prohibido tomarse postre. ¡Dios, no exageraba era cierto! Porque pillé a su madre gritándole y tratándola muy mal sin haber hecho ella nada.

-        ¿Y esta mala perra qué hace aquí contigo? ¡No quiero que esté en mí casa!- gritó su madre mirádome a mi.

-        ¿Disculpe?- dije.

-        ¡Callate es mí casa!- me gritó.

-        ¿Y yo una invitada que no le hecho nada y me trata así de mal?- le respondí.

-        ¡Eres una mala perra, ¿sabes?!- me amenazó la madre de la Sandra.

-        ¿Y usted se cree que es humana pero es un animal si trata así de mal a sus hijas?- le dije mirándole a la cara y a los ojos fijamente, sabía que si retiraba la mirada perdía el combate por suerte lo retiró ella y se regresó al cuarto.

Sandra se puso a llorar, le abracé e hicimos como que lo del verano no había pasado, me disculpé por mí ignorancia y le di una oportunidad. Ella no se merecía tanto dolor, mi compasión aquí me mostró que a veces una sin saber cómo la puede cagar y mucho.

-        Siento mucho que hayas visto esto.- dijo la Sandra entre sollozos.

-        No te preocupes. Aquí lo que sí que me preocupa es la forma en como sacas este dolor. Me separé de ti por tus malas compañías, pero si quieres que esté a tú lado, me tienes que prometer que las vas a dejar, porque si no acabarás muy mal, Sandra, ¿comprendes?-  le expliqué.

-        Lo sé, pero hacer esas cosas me hace sentir mejor… o no sé…- dijo ella super arrepentida de todo.

-        No creo que te hagan sentir mejor lastimar objetos urbanos o a alguien. ¿Te gusta que tú madre te trate así?- le dije.

Ella me miró y dijo que no con la cabeza.

-        Entonces, no trates igual a los demás, dales lo que necesitan y ansían tener, un amigo que les dé cobijo en los malos momentos, y alegrías para compartir en las buenas.- le dije.

-        ¡Eres mí mejor amiga, Laia!- dijo la Sandra y nos abrazamos.

Fue cuando empezamos a quedar más a menudo, incluso vino a mi fiesta de cumpleaños en mí casa. Para hacerla feliz cuando venía muy machacada mentalmente por su madre, poníamos un CD y nos poníamos a bailar, fue cuando ella me quiso dar clases y en el garaje de mí casa empezamos a bailar como ella hacía, un poco de flamenquito, luego Pop, reggetton…

Poco a poco ella dejaba de ser tan tóxica al tenerme a su lado y ver que si ella es simplemente ella y no proyecta sus emociones negativas en las demás personas, puede tener amigos de verdad, algo que ansiaba tener. Así que esa semana santa hablé con mis padres y la invitamos a venir a Sitges, aunque mí tío Drakho nos advirtió de que habían puesto a la venta los terrenos de allí, y eso quería decir que iba a ser nuestro último viaje allí. Se acababa mi infancia, estaba triste pero había llegado el momento de enfrentarme a la adolescencia, ese mundo que daba mucho miedo, pero por lo menos cuando echase la vista atrás y recordase Sitges, siempre tendría una sonrisa en mi rostro.

Despedirse de Sitges, fue muy duro. Como vino la Sandra con nosotros, ella y yo decidimos dormir juntas en la caravana, allí había dos camas, le di la mejor cama porque yo siempre soy así, a mis invitados les doy lo mejor, y yo me quedé en aquella que daba un poco de miedo que por la noche no se plegase en el armario. Mis padres se quedaban en la habitación del pasillo, la única que era de matrimonio la cama. Nos lo pasamos muy bien, solo encendíamos la televisión para ver las noticias y como mucho para ver dibujos por la mañana.

La primera noche, no sé como fue, pero nos quedamos dormidas las dos en la misma cama, estábamos hablando y hablando que al final nos quedamos las dos allí, pero ya las otras noches ya cada una en su cama. Nos pasábamos el día ella y yo paseando por los terrenos, probando ciruelas que ya habían salido, comiendo manzanas de los árboles, y de repente a la Sandra le vino por hacer papiroflexia con pañuelos de papel, a mi madre también le gustaba hacer eso, yo me apunté pero no se me daba tan bien, de hecho hacer manualidades se me hacía demasiado pesado.

Les dejé haciendo rosas de papel y de colores, mientras que yo me fui a ver al Bilbo y me puse a jugar con él, que con la compañía de la Sandra le estaba dando un poco de lado y yo le echaba de menos. A la Sandra le gustó tanto la papiroflexia que se pasaba horas y horas haciendo cosas, incluso le compramos un libro que encontramos en el mercadillo de la ciudad y estaba encantada. Allí fue cuando empezamos a hacer actividades por separado, a mi me gustó porque estaba acostumbrada a jugar con los ángeles y con la compañía casi no pasaba tiempo ni con Uriel ni con Gabriel (que al dormir en la misma habitación que la Sandra no podía venir a dormir conmigo Gabriel).


Estaba en la hamaca de sentar, leyendo una revista bajo los pinos, la brisa de primavera azotaba suavemente las hojas de los pinos y el Sol se escondía tras ellos. La calma se podía palpar en el ambiente, de fondo se escuchaban los pájaros algunos bichos más, pero nada más, el ruido de las ciudades era historia en ese momento. Entonces escuché pasos que se acercaban y que venían del segundo terreno, esos pasos eran calmados y se detuvieron detrás de mí, me giré y allí estaba el Arcángel Gabriel mirándome con sus ojos brillantes y su expresión más amable, junto a esa sonrisilla tan bonita que siempre me ofrecía.

-        ¿Qué estás leyendo? – me preguntó Gabriel.

Él agarró con una de sus manos una de las cuerdas de la hamaca, inclinó la cabeza hacia un lado y se inclinó hacia adelante.

-        Un artículo sobre las pirámides de Egipto y de tutankamón.- le dije.

-        ¡Uy, me interesa! ¿a ver? – dijo acercándose a la revista.

-        ¿Y si nos tumbamos en la otra hamaca?- le sugerí.

-        Vale. – respondió Gabriel.

Me levanté y nos fuimos hacia la otra hamaca que era para tumbarnos, pero en vez de tumbarnos juntos, nos sentamos él a un lado y yo al otro, le ofrecí una de las páginas de la revista y nos pusimos a leer.

-        ¿Te gusta la historia? – preguntó Gabriel.

-        Si, la adoro. Saber lo qué pasó, o ver qué es lo que la humanidad piensa qué pasó, me ayuda a comprender muchas cosas que la humanidad está haciendo actualmente. – le respondí.

-        ¿Qué parte de la historia te gusta más? – preguntó Gabriel.

Le señalé las pirámides, y él sonrió.

-        Me llaman mucho la atención, no sé porqué…- le dije.

-        Si, las recuerdo. Dijeron que serían importantes para la eternidad y para los dioses…- comentó Gabriel.

-        ¿Cómo dices?- dije.

-        ¡Vamos, Laia! ¿no lo recuerdas? – dijo Gabriel mirándome a los ojos.

-        ¿Debería?- dice frunciendo el ceño.

-        Si, estuvimos allí. – respondió el arcángel Gabriel.

Arqueé las cejas, quería preguntarle más, pero no me salían las palabras. Alguna cosa había recordado pero no la construcción de las pirámides.

-        ¿Yo vi la construcción de las pirámides?- le pregunté.

-        Así es. Lo vimos juntos. ¿Por qué lo dudas? – él preguntó.

-        Aún no recordé eso. Digo, que recuerdo haber estado en el antiguo Egipto pero, tengo recuerdos muy saltados y desordenados. – aclaré.

-        ¡Qué pena! Porqué cuando lo recuerdes, entenderás muchas cosas. – dijo Gabriel suspirando.

Lo poco que recordaba, no recordaba la presencia de Gabriel, pero por lo que acababa de confirmar, ya nos conocíamos.

-        Fue una bellísima experiencia estar en el antiguo Egipto, en los orígenes de esta belleza construcción… - explicó admirando la foto de la pirámide de Keops.

-        ¿En esa vida hablaba contigo o ya no estaba conectada?- le pregunté.

-        Siempre has hablado conmigo, en todas tus vidas, Laia. – respondió con una pequeña sonrisa.

-        ¿Pero Uriel me dijo que no volví a conectar con los ángeles hasta esta vida?- le pregunté.

Gabriel me volvió a mirar y me dio un besito en la mejilla pero no respondió a mí pregunta.

-        Conmigo, siempre encontrabas la forma de hablarme – dijo.

Gabriel agarró la revista y pasó de página, seguimos leyendo el artículo.

Recomendación: Crepúsculo - Libro.

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