sábado, marzo 28, 2020

El Espejo De Mí Vida - Capítulo 21


Llegamos pronto al portal dimensional, porque tuvimos que esperar bastante para que llegase el metro que me llevaría a París y luego a IÓN, el gran momento ya estaba ocurriendo, tras meses de espera, al final había llegado mi primer día. La verdad es que me hacía mucha ilusión empezar, tenía muchas ganas de aprender y conocer a mis compañeros, pero lo que también tenía ganas era de si hubiese la posibilidad de ver al chico de los ojos verdes. Según lo que me parecía ver la última vez que estuve en este mismo andén, él viene de Barcelona. Pero como no estaba segura, aprovechando que seguíamos esperando sentados en los bancos, le pregunté a Uriel.

-          Dary, ¿Todos los alumnos que agarran esta línea suben a Barcelona como última parada?- le pregunté.

-          Esta línea para en Barcelona cómo última parada, pero muchos alumnos que van, llegan de distintos lugares del mundo. – contestó.

-          Si, eso ya me lo pensé. Pero me refiero a si los que bajan en Barcelona, es porque son habitantes de la ciudad… - le aclaré.

-          Quizás la mayoría, pero seguramente que algunos tengan que hacer trasbordo. – contestó.
-          ¿Para ir a dónde?- le dije.

-          A cualquier destino de España o Portugal, cómo Madrid, Valencia, Cádiz, Vigo o Lisboa… - contestó.

No quise preguntar más, esperaba que algún día supiese si realmente aquel chico era de Barcelona o de más lejos. Una voz femenina inundó el ambiente, anunciando la llegada del metro en dos minutos. Uriel se puso de pie y yo me puse a su lado, mirando hacia la derecha, cómo si se pudiese ver o escuchar la llegada del transporte.



-          Toma, en este saco te he puesto los libros y todo el material que vas a necesitar, también tienes la identificación para que puedas comer algo en el comedor. Es importante que lo muestres para que puedas llegar con algo en el estómago, en tú hora libre podrás ir y sino antes de volver. – me agarró de la mano, mientras que me colocaba el saco, una especie de bolso por encima de la cabeza, no pesaba nada, pero era igual que el suyo, allí a dentro parecía otro universo en chiquitito. Me dio un beso en la mejilla, se quedó agachado, mientras me agarraba de las manos – aprende muchas cosas, mi amor, aprovecha esta chance para crecer desde aquí – puso el dedo índice encima de mí corazón – y así llegarás a cualquier punto del infinito, te amo, mi amor. – dijo entre lágrimas de alegría, finalmente nos abrazamos, mientras el metro entraba en el andén.

Las puertas del metro se abrieron, no bajó nadie, pero la multitud que estaban esperando empezaron a subir, Uriel me dejó ir, subí al metro y busqué el primer asiento con ventana que encontré antes de que se cerrasen las puertas y arrancase. En esa ventana, podía ver a Uriel que seguía allí, despidiéndose con la manito y con los ojos llenos de lágrimas. Le devolví el saludo, mandándole un beso en el aire, cuando las puertas se cerraron y acto seguido el metro arrancó hacia su destino.

Antes de llegar a la próxima parada, tenía una sensación extraña, sentía como si algo importante estuviese muy cerca, pero no podía describir qué era, pero sentía que era algo que tenía mucho que ver con el destino de mí vida. Ignoré esos sentimientos y me dispuse a observar por la ventana, el paisaje no había cambiado, seguían los días hermosos y perfectos, con un Sol divino que solo estaba amaneciendo o un atardecer constante. 

-          ¿No te has preguntado porque el Sol aquí es así si supuestamente estamos bajo la superficie de un planeta? – una voz de una niña, me interrumpió la paz, me giré, se había sentado a mi derecha. 

Tenía el pelo negro con rulos hasta los hombros, parecía de mi misma edad, llevaba gafas rosas y un vestido azul bastante bonito.

-          No lo sé…- susurré era un poco tímida de chiquita.

-          Mi ángel guardián me dijo que es porque estamos en otra dimensión, en realidad no estamos bajo ningún planeta, es la sensación que nos da cuando venimos de nuestra dimensión, esto es la superficie pero de otra vibración. – dijo con mucha amabilidad, parecía lista la niña.

Me costaba como ya les conté hacer amistades, siempre ha sido una asignatura pendiente en mí vida, por eso no le contesté, pero tampoco le dejé de mirar.

-          Soy Rita, este es mi primer día. Vengo de Valencia. ¿Y tú?- me preguntó mientras extendía la mano.
-          Laia, soy de Manlleu.- le dije aceptando su mano.

-          ¡bien, ya tengo a mi primera amiga!- concluyó y no dijo nada más.

Rita no se parecía en nada a las compañeras de clase que tenía en el colegio, era como yo, una niña con capacidades y que mantenía las relaciones con los Seres de Luz. Tampoco se equivocó en que había hecho a su primera amiga, porque fuimos amigas desde ese momento. La verdad es que no me costaba mucho hacer amistades en IÓN, solo en el colegio y en la 3D, porque los compañeros de Agartha vibran en sintonía del amor y en ningún momento quieren dañar o hacer algo que ofenda al otro en ningún momento, por eso esas amistades eran muy fuertes. Rita fue mi mejor amiga en IÓN, lo que no sabía era que solo sería durante esos años allí. 

Al llegar a París, Kihara tal y cómo habían acordado los Seres de Luz, me estaba esperando en el andén, las puertas se abrieron y todos bajamos, entre la multitud pude identificarla y me fui con ella, nos saludamos y le seguí subiendo las escaleras. Perdí totalmente a Rita, seguramente que su Ser de Luz le estaría acompañando hasta el siguiente transporte. Me quedé alucinada al ver lo grandioso que era la estación de París, había el doble de gente que el de Manlleu, gente por todas partes que iban a cualquier lugar de Agartha, lugares que tuve ganas de curiosear y seguirles a cualquier lugar tan hermoso como había visto por el ventanal del metro, pero Kihara era más atenta que Uriel, no le di la mano porque era tan chiquita que no quería lastimarla, aún y así, me hacía seguirla entre la multitud con bastante prisa, pues debíamos estar en el andén número 5 lo antes posible.

Apenas pude decir nada, cuando llegamos al andén, era más grande que jamás había visto, había mucha gente, Kihara se apresuró en ir hacia el centro, de alguna forma le seguí sin decirle nada, ella sabía lo que estaba haciendo y era mi deber ir con ella. 

-          No tardará en venir… - susurró ella, mientras que me miraba con una sonrisa radiante. - ¿estás bien, querida? – preguntó.

-          Si.- dije.

-          Es normal estar algo nerviosa en tú primer día, pronto harás amiguitos… - dijo.

-          Ya he hecho una, en el metro de antes. – le dije.

Ella se alegró mucho, pero no quiso entrar en detalles. Todos los niños que había en ese andén iban acompañados por un Ser de luz, eso parecía un circo, porque no había ninguno igual, algunos con alas, otros muy altos, otros de un color,… pero era muy bonito. Vi un ángel que me llamó mucho la atención, se encontraba a diez metros de mí, pero sus alas dobles me dejaron bastante pasmada la verdad, reconocí que pertenecía a la jerarquía angélica, de las más altas esferas, porque era extraño ver uno así, por lo menos, en los lugares dónde acostumbraba a transitar se podía encontrar uno cada medio año… más o menos. 

El metro llegó, justo delante de nosotros se paró una de las puertas, mientras que esperábamos a que los demás subiesen, noté que alguien con una mano algo más grande que yo rozaba la mía. Esa sensación fue diferente a lo que cualquiera le pudiese pasar, porque sentí como si fuera electricidad, miré pero no vi nada, había demasiada gente a mi alrededor que era más alta que yo, y simplemente me digné a subir, cuando Kihara lo vio apropiado. 

-          Agárrate. - Dijo Kihara mostrándome el palo que había en el centro de la zona de salida y entrada.

Me agarré fuerte, mientras que ella descansaba en mí hombro izquierdo, observando el panel de paradas que faltaban para llegar, solo tres paradas. El metro estaba bastante lleno, y al contrario que el otro, no había asientos para todos, y algunos se tuvieron que quedar de pie, como lo fue en nuestro caso. Finalmente, las puertas se cerraron y acto seguido seguimos el camino hasta IÓN.

Enseguida los ventanales gigantes, mostraron la naturaleza de otras ciudades que no había visto, pero que se parecían mucho a las anteriores, menos una, que curiosamente había una torre muy alta de forma circular y que estaba ligeramente inclinada.

-          ¿Qué ciudad es esa? – dije.

-          Es la Torre del Conocimiento, una escuela muy particular. – contestó.

-          ¿Hay más escuelas como IÓN?- pregunté con las cejas arqueadas.

-          Sí, hay más escuelas en Agartha, pero ninguna como IÓN. En este caso, en la Torre del Conocimiento solo aceptan a partir de la mayoría de edad. – informó.

-          Mi papá dice que los mayores de edad, deben tener 18 años, ¿verdad? – dije.

-          En tú dimensión si, pero aquí es un año antes. – informó.

Observé como esa ciudad brillaba de una forma diferente a las demás, cuando de repente, volví a sentir que alguien o algo me rozaba la mano, miré hacia la derecha y vi una mano un poco más grande que estaba muy cercana la mía, me fijé quién era, era un chico mayor, pero por el color del pelo y el peinado que llevaba, sin saber el motivo mí corazón se aceleró. Pero volví a mirar hacia el ventanal, disimulando que no me había percatado, aunque sin que se notase mucho, empecé a observar al chico de reojo.


El corazón parecía que se había confundido porque empezó a latir con rapidez y mucha fuerza, como si estuviese corriendo por algún lado, era tan fuerte que era difícil de no notarlo en el pecho. Me temía que al final lo había encontrado, pero también existía la posibilidad de que no fuera así, pero ese cosquilleo era distinto a los demás… estuve mucho rato sosteniendo esa mirada de reojo, pero al dolerme los ojos, los cerré durante varios segundos, apoyé la cabeza en el palo e intenté respirar con normalidad aunque todo parecía ir en contra de mí propia naturaleza…

-          Suelo venir aquí todos los miércoles, después de tercera hora…- recordé con su voz.

Volví a abrir los ojos y miré de nuevo al chico, intenté por todo los medios sin hacer nada que hubiese la posibilidad de que se girase, solo viéndole a los ojos, sabría realmente si era o no. Pero la siguiente parada ya en Milán, él se bajó y supe que realmente no era él. ¿Cómo era posible que sintiera todo eso por alguien que solo había visto dos veces y conversado una sola vez? Me preguntaba demasiado esta pregunta en mí cabeza, hasta perder la razón de todo lo que era en realidad, una persona que no quería saber mi nombre, no quería nada, así que ¿Por qué pensaba lo contrario? ¿Quién era en realidad? ¿Una tomadura de pelo? 

-          Kihara, ¿es posible que alguien que acabas de conocer, no quiera saber tú nombre pero aún y así quiere seguir viéndote?- le pregunté sin pensármelo mucho, pero cuando ya había formulado la pregunta, noté que era demasiado obvio que no debería haberlo hecho…

-          No entiendo la pregunta, querida. – dijo sin saber qué decir, pero arrugando la frente pensando en lo que había dicho.

-          La otra vez que fui, conocí a un niño, mientras esperaba la entrevista, me presenté pero el niño no quiso saber mí nombre. Entonces, cuando él se tenía que ir, me dijo de alguna forma muy extraña, sin darlo por hecho, que me esperaría en ese lugar en otra ocasión. ¿Qué significa? – le conté, no aguantaba más.

-          Pero ¿Te gustaría verlo? – preguntó.

-          Si, no sé por qué, pero si…- hice una pausa, volví a ver sus ojos en el recuerdo que había perdurado en mi memoria desde entonces.- sus ojos, son muy lindos, y no sé porque no puedo dejar de pensarlos…- dije.

Kihara sonrió como si hubiese descubierto el secreto de la creación universal en sus manos, y emitió un grito de alegría que no supe cómo gestionarlo, se abalanzó a mi cuello y me dio un abrazo con sus cortas y pequeños brazos.

-          ¿Qué te pasa?- dije algo asustada.

-          Creo que estás empezando a descubrir el mayor secreto de tú existencia, mi querida… ¡la aventura te espera! – dijo expresando una felicidad muy hermosa.

-          ¿Cómo?- dije.

-          Si no puedes dejar de recordar sus ojos, eso significa que tú corazón te está empezando a guiar hacia tú misión de vida. No tengo ni idea de lo que significaran esos ojos, pero estoy segura que ese niño, tiene mucho que ver contigo. – ella me dejó de abrazar y sus ojos se fijaron en los míos, mostraban una radiante felicidad.

Me quedé en silencio, cuando el metro siguió su camino hacia la siguiente parada. ¿Eso era cierto, el niño tendría algo que ver con mi misión y propósito de vida? 

P.D. Mañana a las 7pm (hora de españa) les espero en un directo por el Facebook de Spceguionista, aquí. Para realizar la práctica de trabajador energético.

Recomendación: Amarillo - J. Balvin.

HR.

HERO&Corporation.

sábado, marzo 21, 2020

El Espejo De Mí Vida - Capítulo 20


Mamá vino al salón a saludar a su madre, pero cuando le vio a los ojos, no la reconoció, le dio un beso y un abrazo y se le quedó mirando.

-          ¿Y tú quién eres, guapa?- le dijo la abuela.

-          Tu hija pequeña, mama.- contestó intentándose aguantar las lágrimas.

-          Ah,… ¿Cuántos años tienes?- le preguntó.

-          26 años…- susurró.

Mamá se apartó de la abuela y se dirigió hacia la cocina, para llorarle al hombro a uno de sus hermanos, era de las primeras veces en que ya no reconocía a nadie. Entonces, yo me senté en el sofá, la abuela se me quedó mirando.

-          Tú eres Laia, ¿verdad?- me preguntó.

-          Sí, abuela. Soy la hija de tú hija pequeña.- le contesté.

-          Eres una niña muy especial, ¡nunca lo olvides, cariño!- eso fue lo último que dijo.

La verdad es que no me gusta que me llamen cariño, pero por ser ella, se lo acepto, bueno mi madre y alguna tita mía me llama así, pero solo lo acepto a ellas y a nadie más. Uriel se vino conmigo en el sofá, se acercó lo suficiente como para decirme una cosa al oído.

-          Humiel quiere que vayas a su habitación, creo que tiene algo muy especial para ti.- dijo Uriel.

Lo confirmé con la cabeza, él me dejó pasar y me fui pasillo abajo hasta la entrada, para luego girar a la izquierda, para llegar a su cuarto que la puerta estaba abierta y el Titi Hilario estaba delante del armario, esperándome. Como ya me había visto, entré.

-          ¿Puedes cerrar la puerta, por favor? – dijo, mientras que abría la puerta del armario.- luego, puedes sentarte. Gracias. – su amabilidad era maravillosa, típica de ángel, pero al igual que sus amigos de otras vibraciones, el Titi era un misterio andante…

Tras hacer lo que me pidió, me quedé observando como entre las perchas de las camisas, detrás había un cajón, lo abrió y de allí sacó un paquete rectangular, estaba envuelto por una tela de cuero antiguo. Él se sentó con ese paquete en las manos.

-          Antes de que lo abras, debes prometerme que cuidarás de esto como si fuera tú vida ¿de acuerdo? – lo dijo mirándome a los ojos, su seriedad lo decía todo, tenía que ser algo importante para tantas promesas.

-          Lo prometo.- contesté con una sonrisa franca, lo haría igualmente.

-          Hace mucho tiempo, mucho más tiempo que hace que decidiste volver a nacer, tú y yo nos conocimos en Egipto, fuimos amigos como lo somos ahora. Antes de que murieras en esa vida, me entregaste esto, me pediste que lo cuidara con mi vida, hasta que volvieses a estar preparada para seguir lo que dejaste a medias en esa vida. – su historia resonaba en mi corazón, no recordé nada de eso, pero podía sentir la relación de amistad, era cierta.

-          ¿y porque te lo entregué y no se lo dejé a otra persona?- pregunté.

-          Insististe en que este objeto tenía que permanecer en otra dimensión para protegerlo. Supongo que no te fiabas del tiempo, porque ha pasado mucho más tiempo de lo que me esperaba… - él mostró una sonrisa por su comentario gracioso, le copié. – como ya te dije, volví a encarnar en esta vida, por tú mamá, pero también por ti. Uno de los motivos que entendí, fue porque había llegado el momento de devolverte esto. Ábrelo. – dijo.

Me entregó el paquete, con mucho cuidado retiré la tela para encontrarme con una caja de madera pintada en un marrón muy oscuro. Era como si fuera una caja de guardar las figuras del ajedrez pero muy estrecha. En la punta izquierda la madera tenía una ranura, metí el dedo y deslicé la madera hacia un lado, debajo apareció un tubo dorado con grabados de un idioma antiguo.

-          ¿Qué es esto?- pregunté curiosa.

-          El catalejo de Horus – dijo.

Con tan solo escuchar el nombre de Horus, el corazón latió con fuerza y una imagen sin explicación me vino a la cabeza…

Tenía el rostro tapado por la iluminación del Sol que estaba detrás de él pero me cegaba los ojos. Su pecho estaba desnudo con un tatuaje en el centro muy interesante de una cabeza de pájaro con un Sol en la coronilla de su cabeza. En sus manos tenía ese objeto que el Titi Hilario me estaba ofreciendo, me fije en sus muñecas, llevaba un brazalete metálico y muy ancho que tapaba parte del antebrazo. 

Volví al presente casi al segundo, de alguna forma eso formaba parte de mi pasado, pero no comprendía cuanto tiempo exactamente.

-          Cuando me lo entregaste, me dijiste que este objeto era un legado de tú familia en ese tiempo. Hace 13.000 años aproximadamente, Horus entregó este catalejo a un ancestro tuyo, por el cual llegó de generación en generación hasta a ti. – informaba.

Lo que había visto antes de las palabras del Titi, era justo el momento en que mi padre en Egipto me entregara este obsequio, por alguna razón que desconocía, siempre me he sentido muy respetada y unida a Horus, incluso cuando a esa edad, todavía no había estudiado nada sobre el antiguo Egipto. 

-          Y ahora vuelve a ser mío.- comenté.

-          No, todavía no. – dijo el Titi, le miré y prosiguió.- pero será tuyo, cuando yo regrese a mi estado natural, ¿de acuerdo? Lo he dejado por escrito, para que así sea. – dijo.

Quería agradecerle su trabajo de haberlo protegido durante tanto tiempo, pero en vez de eso, empecé a llorar cuando fui consciente de sus palabras. Volvería a tener este legado en mi poder, pero pagando el precio de que el Titi se tenga que volver a su casa. Dejé el catalejo dentro del estuche, que el Titi lo dejó un momento encima de la cama, y le abracé llorando, él me consoló.

-          Me va a costar no poder hablar de estas cosas cuando te vayas, titi. ¡Ojalá no tuvieras que irte nunca! – le dije.

-          Recuerda, no es un adiós, es un hasta pronto. Volveremos a vernos, te doy mi corazón. – dijo y nos quedamos abrazados en silencio.

Mi experiencia me decía que sus promesas se iban a cumplir, por eso nunca perdí la esperanza de que volvería a verlo pronto. 



-          Entonces, ¿para qué sirve este catalejo? – dije cuando me dispuse a mirar por la ranura y vi que solo se veían colores muy hermosos.

-          Solo sé que ayuda a ver el estado energético de las personas. En realidad no me dijiste nada al respecto, lo averigüé porque un día, quise mirar y vi colores. – contestó.

-          Todavía no entiendo porque soy tan misteriosa. – nos reímos. – Si, se ven colores muy bonitos, pero dentro hay piedrecitas. – dije pensando que quizás los colores eran de las piedras, pero cuando lo miré en un lugar sin luz, se veían que las piedras eran todas iguales, transparentes. – Pues no, no son las piedras…- dije.

La cena fue una gran celebración a pesar de ser un día entre semana, mis tíos contaban historias graciosas y todos estábamos riendo, esperaba con muchas ganas el pastel, porque quería soplar mis cinco velitas. Siempre me han gustado mucho, soplar las velas de las tortas, pero tengo la manía de que me gusta poner velas, no números con velas, o sea si cumples diez, pues diez velas, pero ya veía que con el paso de los años, la torta parecería más un incendio forestal que una celebración, así que sabía que en algún punto de mi vida, tendría que aceptar los números en forma de velitas. 

Papá también se le veía muy a gusto con la familia de mamá, me gustaban mucho estas reuniones porque la familia Garcia somos muy fiesteros y nos gusta reunirnos mucho. En el momento que llegó el pastel y cantaron el “cumpleaños feliz” vi que de nuevo la torta no me gustaría, no solía comer tortas de chiquita, me gusta mucho el dulce pero las tortas siempre me han costado comerlas siempre, porque detesto que la masa sea seca. Por mucho recubierto que estuviese de nata o caramelo, si dentro en la masa no había una capa de nata o frambuesa o algo en sí, la torta era muy seca para mi gusto. 

Mis tíos junto a mi abuela Victoria, me regalaron coches en miniatura, uno de mis juguetes favoritos, y piezas de lego. Enseguida me puse a jugar con los autos y el tiempo pasó volando cuando el Titi se apuntó conmigo a jugar. 

Al día siguiente, me fui al colegio como era habitual, pero me sentía algo nerviosa, solo faltarían unas pocas horas para ir a IÓN. Ese día me vino a buscar el Titi, pero en vez de llevarme a su casa, me llevó a la mía, porque mamá estaba allí y el taller de la empresa también, aunque había escuchado decir a los tíos que pronto se iban a mudar a una fábrica en condiciones dentro de Manlleu, en el polígono industrial la Coromina, el taller seguía abierto en casa, solo por unos días más, para la mudanza. Mamá les ayudó, y yo me quedé en el primer piso, acompañada del Titi, hasta que de repente apareció en la sala de estar el Arcángel San Gabriel.

-          ¿Preparada para nuestra clase de hoy? – Dijo Gab.

-          Si, claro que si. – contesté entusiasmada.

-          Humiel, ya me ocupo yo, puedes volver al trabajo si quieres o también te puedes quedar a ver la clase – Le dijo Gab al Titi.

-          Me quedaré aquí, su madre está abajo.- contestó el Titi.

Agarré el radio casette que tenía en mi habitación y lo puse en la salita, Gab se quedó mirando los distintos casette que tenía, para ver qué tipo de canciones practicaríamos.  No recuerdo cuál eligió pero enseguida que empezó a sonar la primera canción que tocaba por la cara B, empezamos la clase haciendo movimientos de relajación para preparar el cuerpo y la energía poco a poco. 

-          Recuerda la base de todo movimiento, querida. Esto lo practicamos el otro día. – dijo Gab mientras hacía unos movimientos con los brazos simulando una espiral que iba de la coronilla hasta los pies y volvía.

-          La espiral, es la forma del movimiento en que el universo se mueve.- contesté, porque mientras que hacíamos los movimientos con las manos conectando con cada chakra, me pedía que le recordara cuál era el nombre y el significado de cada movimiento.

-          Así es. ¿Y qué significa? – me preguntó.

-          Armonía. – contesté y él se puso a dar palmas porque había acertado.

-          Cuando nuestro cuerpo vibra en armonía es cuando la espiral del universo, vibra a la misma forma que nuestro cuerpo, pero ¿qué más? – dijo Gab.

-          Pues que existe una unión energética, y así el universo puede empezar a hablar, ¿no? – dije y él lo confirmó con la cabeza.

Tras esa pequeña explicación del movimiento, empezamos a saltar y a bailar, dejando que el cuerpo descargara toda energía sobrante de nosotros y así pudiésemos empezar a conectar de verdad. 

Recomendación: El Mejor Verano De Mí Vida - Película.

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