domingo, julio 19, 2020

El Espejo De Mí Vida - Capítulo 39

Aquella misma noche mientras que Uriel me arropaba, no aguanté más y quise hablar de lo sucedido aquel día.

-          ¿Puedes explicarme lo que ha pasado hoy, por favor? – le pregunté.

Al principio se resistía interiormente a contármelo, pero al final aceptó, le dejé un hueco en la cama, me abracé a su cintura y empecé a escucharle.

-          No es la primera vez que Gämael trata de llevarte a su lado, como todavía no te has identificado entre si eres un ser de luz, un ser neutral o un ser de la oscuridad, él todavía tiene algo de autorización para ofrecerte trabajar para él, en la oscuridad. – dijo Uriel, su cara no era demasiado amable, estaba preocupado.

-          ¿Por qué debo elegir? – le dije.

-          Es solo saber qué papel quieres hacer para contribuir con el plan de este planeta, pues el universo está esperando a que elijas tú camino a seguir, elijas lo que elijas, tendrás un camino que hacer. Pero la decisión es tuya. – dijo Uriel.

-          ¿Qué día tendré que elegir? – le pregunté.

-          Antes de estas navidades. – dijo se le apagó la voz por un segundo.

-          Entonces, ¿Por qué le has dicho que había llegado tarde? – le dije.

-          Porqué en teoría ya has empezado a decidirte, en este periodo nadie puede enseñarte qué camino se te presentan delante de ti. Estamos pendiente de tú corazón que ya ha empezado a elegir, pero la decisión definitiva es tuya, y sabemos que no quieres estar con él. Por eso lo has visto hoy, lo has reconocido. – dijo Uriel.

-          Si no sabía quién era… - dije pero me interrumpió Uriel.

-          Conscientemente no, pero tú corazón sí. ¿Has sentido miedo cuando lo has visto? – preguntó.

Así era, sentía mucho miedo y no entendía porque.

-          ¿Qué significa reconocer?- le dije.

-          Significa que tú corazón recuerda que quién tienes delante ya lo conoces, pero en este caso, a pesar de ser la primera vez en esta vida, tú corazón lo recuerda de otras vidas. De la misma forma que sientes que conoces desde hace tiempo al chico de Ojos Verdes, es porque te acuerdas de él. Te lo he comentado a veces, Gämael lo has reconocido y doy fe de ello porque en todos los encuentros en otras vidas, he estado presente a tú lado. – contestó.

Una vez más, mis recuerdos me hacían la vida existente algo más atópica. La iaia Filo era una persona bastante creyente en Dios, de hecho ella era muy católica, en el colegio habían empezado a contarnos la historia de Jesús en clase de religión, una de las materias obligadas en un colegio católico. La forma en cómo describían a Dios y la historia de Jesús me parecía una historia que no se entendía demasiado bien, al mismo tiempo que si alguien hablaba de ello, sentía literalmente que alguien me agarraba del cuello y me costase respirar, limitándome así a ver algo que no entendía por la forma en cómo los demás le daban su punto de vista.

Dios fue el creador del universo y del mundo, creó los animales, vegetales, los minerales y la humanidad. En cambio Darwin (que así me lo hacían ver mis padres y mi familia de parte de mi mamá) dijo que la humanidad vino del mono, el mundo vegetal y mineral de un meteorito y el universo por un choque de átomos. En fin… historias solo historias… con hechos demostrables por ambas partes, pero para mí eran simples historias que te animaban a imaginar el punto de vista de Darwin y del quién inventó las religiones. Pero en realidad nada de eso me identificaba.

En una clase de religión que nos lo impartía la Ramona, ella estaba leyendo sobre la vida de Jesús en uno de los libros que nos habían hecho comprar. En ese momento, levanté la mano y ella me dio permiso para preguntar.

-          ¿Por qué creen que Dios es el jefe del universo? – dije.

-          Él creó todo lo que hoy somos, Laia. Por eso a él le debemos nuestra vida.- contestó, su cristianismo le estaba echando una mano.

-          Según lo que dices, estás afirmando que él te dio la vida por lo tanto tú vida le pertenece a él, y según lo que hay aquí escrito en el libro, dice que Dios nos dio el libre albedrío, la capacidad para elegir nuestras propias decisiones. No entiendo.- dije.

Ramona leyó ese fragmento que era media página más abajo, los compañeros hicieron lo mismo, me miró con cara de no encontrar la respuesta, escuchaba a Uriel reírse y susurraba “¿A ver cómo sale la profe de esta?”.

-          Dios es nuestro padre, y él sabe lo mejor para nosotros. Nuestra vida nació gracias a él. – insistía pero no entendía mis palabras.

-          Jesús nació a través de él, pero nosotros… estás diciendo que toda esta magnífica creación del universo y de este mundo, fue idea de una sola persona, que luego, creó a los ángeles para que pudieran gestionarlo todo, ¿no? – ella dijo que si con la cabeza- entonces, para construir una casa ¿Por qué necesitamos a tantos constructores si con uno puede crearse un universo entero? – dije.

La seño se me quedó mirando con cara de sorpresa, la clase se quedó en silencio mirándola, esperando una respuesta.

-          Laia, estás castigada. Después de clase, deberás quedarte aquí.- dijo y prosiguió con la clase.

Era la última hora de la tarde y ese día la iaia Filo me vendría a buscar, ¿cómo se lo iba a tomar cuando supiera la razón de porqué me castigó la profe? Ese curso había empezado de una manera que parecía que me hubiese mirado un tuerto, pero a la semana de empezar ya estar castigada por cuestionar las hazañas de Dios, nunca lo entendí.


Al ser una materia obligada, no pudo echarme de clase, pero se le cruzó entre ceja y ceja que debía respetar más a Dios, por eso el castigo fue copiar un capítulo del libro que hablaba del respeto hacia los demás, uno de aquellos que estaban al final del libro.

-          Copiarás esto y mañana me lo tendrás que traer hecho, ¿de acuerdo?- dijo con voz autoritaria.

-          No, me niego a hacerlo.- le dije.

-          ¿Cómo dices?- gritó.

La Ramona me trajo el libro en la mesa, pero yo nada más lo agarré y lo tiré al suelo, lo mismo con las hojas que había traído.

-          ¡Recógelo ahora mismo!- insistió pero ni me moví.

-          ¡Mira, me puedes castigar de cualquier cosa menos de esto! ¡Incluso me puedes dejar sin patio, pero esto, no te lo consiento!- le dije enojada.

-          ¡Soy tú profesora y harás lo que yo te diga! ¡Siéntate y copia!- insistía.

-          ¿Ah si? En primer lugar, no puedes castigarme por poner en duda tus creencias, y luego hacerte el sermón de que te he faltado al respeto, si lo único que he hecho ha sido dar luz al tema de la religión, y dar mi punto de vista al respeto, sin ofender a nadie. Puesto que el cristianismo es una religión y la Biblia una historia ficticia. – le dije me sentía tan enojada e indignada que le dije todo sin pensar.

Uriel estaba de espectador, no quiso colaborar puesto que mi punto de vista es parecido al suyo. Entonces, vi al ángel de la Ramona, también estaba como Uriel, incluso hablaban entre ellos de cómo me las apañaba para explicarle lo limitada que estaba con su punto de vista, tanto que intentaba limitar a otros porque si.

-          ¡Vas a quedarte una hora más, pero haciendo otra hoja de matemáticas!- dijo la Ramona, se sentó en su sitio y yo en el mío, pero no saqué el cuaderno de matemáticas.

-          De acuerdo.- dije, me puse de pie y fui a la pizarra y empecé a dibujar.

La Ramona se levantó y empezó a mirar lo que hacía, con los brazos cruzados en el pecho y resoplando.

-          Mira, te lo voy a mostrar para que entiendas mis palabras de lo que he dicho antes, con este ejemplo muy sencillo.- le dije intentando dar paz en el asunto.

Ella no dijo nada y empezó a escucharme.

-          Este cuadrado es la clase, estos de aquí somos los alumnos, y esta eres tú.- me detuve para observarla, arqueaba una ceja pero poco más, y proseguí.- Imagina que las paredes de esta clase, sean tú universo y tú misma has creado cada tocho para formar la clase, pero al principio, solo estabas tú, cómo sentías que sin nadie a quién enseñar, tu trabajo no tiene sentido, decidiste crear mediante el fragmento de tus costillas, a los alumnos. Pero solo para que hicieran una cosa, obedecerte, puesto que tú prioridad es enseñar, y tus métodos son estrictos, dónde lo que dices tú, va a misa.- volví a observarla, se quedó curiosa como explicaba, se sentó en la mesa de uno de los pupitres y siguió escuchándome.- Si un alumno, pregunta ¿por qué fueron creados? Y tú les respondes para obedecerme, ¿qué clase de relación tendrían contigo?- le dejé pensando.

-          Yo mando.- contestó.

-          ¿Y si alguien quiere saber qué hay fuera de esto?- le dije.

-          Le ordenaría que no lo hiciera.- dijo segura de si misma.

-          Ahora imagina que tú eres un alumno y te gusta explorar más conocimiento, pero la profe solo da una materia y a ti te gusta matemáticas, pero ella no te permite estudiar matemáticas, ¿qué harías y como te sentirías?- le dije.

Se quedó pensando… pasó un rato antes de que contestase, mientras que tardaba, me regresé a mi sitio e intenté hacer los deberes que había dicho de matemáticas, mientras que ella se quedaba delante de la pizarra, pensando la solución.

-          ¿Soy una mala profesora por obligarles a hacer lo que yo diga y no permitirles imaginar más?- me preguntó, su cara ya era algo más consciente del problema.

-          Para nada eres mala, recuerda que si Dios nos dio el libre albedrío fue porque quiere que seamos más que sus esclavos. Él no quiere eso, quiere personas creadoras como él es.- le dije.- Pero lo importante aquí es que te has dado cuenta del problema, y eso ya es un comienzo.- terminé.

Ella no me dijo nada más, y a la media hora del castigo, me permitió irme, aunque antes de marcharme, le puse la mano en la espalda.

-          No te preocupes, haremos como si esto no hubiese sucedido.- le sonreí.

-          ¿Laia, que haces en clase?- la Iaia Filo preocupada porque no bajaba, le permitieron subir.

-          Iaia, hola, pues… nada que…- dije pero Ramona me interrumpió.

-          Estaba castigada, pero ya ha terminado el castigo. Perdona por no avisar.- dijo Ramona.

-          ¿Castigada?- dijo la Iaia.- ¿Por?- terminó.

-          Se le olvidó hacer los deberes de matemáticas.- dijo Ramona.

Esa lección le dejó bastante impactante porque nunca más se puso de esa forma ni conmigo ni con nadie de clase, en ese tiempo dejaba que los alumnas fuesen libres. Aunque la cara que me ponía cuando me miraba, era extraña, como si fuese especial, porque de repente, siempre que ella necesitaba un voluntario me pedía que lo fuera yo. Al día siguiente, nos tocaba hacer una prueba de lectura, pues con las demás clases haríamos una hora de comprensión lectora, dónde habría dos profesores, dónde un grupo leerían libros para avanzados y los otros para los que les costase leer. Se suponía que en primero de primaria tenías que saber leer, los requisitos mínimos eran, seguir el relato con el dedito y atascándote en cada palabra. Para que así fuera, los tutores tuvieran que hacer una prueba a cada alumno del curso, dónde tenían que leer un texto con tiempo marcado.

Ramona me llamó, me dijo lo que tenía que hacer y cuando me lo indicó empecé a leer, pero le tuve que detener.

-          Lo siento, pero ¿puedes quitar el dedo por favor, me estás haciendo perder? Gracias.- le pedí.

-          Sí, claro. Hazlo tú.- me dijo.

-          No, no lo necesito, ya sé leer sin el dedito.- le dije.

Se pensaba que era un farol, así que volvió a poner el tiempo a cero y me avisó, entonces empecé a leer, bastante fluido, solo me atascaba en alguna palabra larga y algo rara, se quedó alucinando porque además, tardé la mitad de lo que normalmente ocurría. Así que fui con los del grupo avanzado, me gustó pero la profe que me tocó fue ni más ni menos que la Patrocinio. ¡Válgame dios y el cristo de la vega!

En ese momento me vino a la mente lo que me dijo Uriel al inicio del curso ¿Qué quieres aprender realmente en el colegio? Mientras que los compañeros de clase leían en voz alta un libro gigante con muchos dibujos y cuatro líneas para leer, me quedé pensando sobre lo que había hecho durante esas dos primeras semanas de clase.

AVISO IMPORTANTE: La próxima semana NO ABRÁ CAPÍTULO, solo instagram live para hacer la meditación del día 25 de Julio (fuera del tiempo) hacia las 15h de españa. Siguanme cómo @laia_gali_hr en instagram para saber las novedades. Gracias.

Recomendación: Dark soundtrack - Serie de Netflix (áun no la miré pero adoro la música)

HR.

HERO&Corporation.

miércoles, julio 15, 2020

Perdoné Al Tiempo

Mis horarios son raros, lo reconozco, sé que muchos de ustedes deben pensar “¿Esta seguirá algún día algún horario o agenda en este mundo?”, cada vez que alguien me pregunta esto, me entra la risa, pero no para reírme de ustedes, sino de lo que ustedes creen que significa trabajar para la consciencia planetaria o de lo que ustedes están acostumbrados a vivir en sus tiempos. Comprendo que para llevar un negocio al día, deben seguir unos horarios y una disciplina regia para que nada se te escape y que todos los planes, salgan. Pero cuando decides trabajar para la consciencia planetaria, las cosas cambian y mucho…

Para empezar, tu jefe no está detrás de una puerta dónde puedes golpear y entrar cuando quieras, pues el jefe vive en algún lugar del universo, es más difícil ir presencialmente y decirle “disculpe, quiero un aumento” o “¿vio las novedades que hacen la competencia hoy en día?”… cuando trabajas para la consciencia planetaria, tus compañeros de trabajo se convierten en tú familia de luz, es decir, antiguos miembros de una familia que en otras vidas fuiste hermano, tío, sobrino, padre, madre…. Tampoco se encuentran cerca, la distancia quizás no es tanto como con lo del jefe, pero cuesta entablar una conversación seguida al mismo tiempo, porque puede que algunos ni se encuentren en tú misma dimensión.

Desde que volví a nacer, que detesté cualquier cosa que a mí me provocase una rutina, no me gustan y hago todo lo posible para que no esté en una. Cuando veía como papá regresaba del trabajo tan tarde y que no tenía muchas ganas de hacer nada solo de dormir mirando la televisión, y luego verlo más adelante con mi mamá, menos me gustó seguir una rutina. Pero tenía que ir al colegio, porque siendo chiquita es lo que tenía que hacer, y el colegio era rutina, seis horas de clase durante cinco días a la semana, por los cuales se impartían ocho materias, y que luego en casa tenías deberes que hacer para que al día siguiente te subieran la nota, que determinaba si pasabas de curso o te quedabas otro año en el mismo.


Rutinas que solo provocan, aburrimiento y pérdida del sentido. Yo de chiquita cuando me preguntaban “¿Qué quieres ser de mayor?” no me atrevía a decirles “no quiero seguir una rutina, quiero ser libre y trabajar de algo que no me estanque y que me den ganas todos los días de descubrir el mundo y aprender mucho de mí y del universo que nos rodea”. Aunque no lo decía a la gente, mis guías lo escuchaban resonar en el eco de mí corazón, el sonido y la luz daban su forma y poco a poco se iba viendo que mi deseo se cumplía, de chiquita cuando era verano, el tiempo parecía ser eterno, aceptando las horas de Sol y de Luna, pero al fin y al cabo eran 80 días libres, a mí antojo. Pero al inicio del curso, volví a sentir la rutina como si fuesen unas tijeras gigantes que solo querían cortar las alas de la ilusión de aprender, simulando que sus formas era aprender.

En 2013 fue la primera vez que pude elegir y con 20 años recién cumplidos, le dije a mi papá “quiero tomarme un tiempo”, se me quedó mirando con unos ojos que parecía que se le iban a caer de la cara, intentando comprenderme y me dijo “¿Quieres ser una NiNi?” y yo le decía que no con la cabeza y le dije “No, solo quiero tomarme el tiempo para vivir, pero vivir como a mi me gusta”. Pero no me entendió y empezó a decirles a los padres de los ex compañeros míos “mi hija no hace nada, ni estudia ni trabaja, solo… nada” creo que intentaba comprenderme pero nunca me preguntó que se lo explicase (ni ahora entiende lo que hago).

Me tomé ese tiempo para vivir, dejar de estudiar por un tiempo y preguntarme “¿Qué quiero hacer realmente?” a pesar de que seguir con el bachillerato o hacer una Formación Profesional no me daban muchas ganas, una vocecita interior dijo “Escribe” y empecé a escribir. Pero también empecé a viajar, mi abuela me invitó un fin de semana a Andorra, para ir a un balneario con ella y unas amigas, disfruté mucho y aprendí a relajarme, algo que no te enseñan en el colegio. Mientras que estaba en las escaleras dónde hay siete jacuzzis de distintos chorritos en Caldea acompañada de una vecina que recién la había conocido que se llamaba Joana y era de República Dominicana. Me di cuenta de lo rápido que los humanos queremos vivir la vida, nacemos para morir, pero ninguno muere para vivir. ¿Quién se atrevió a darle la vuelta al reloj del tiempo? ¿Quién quiere empezar a sentir el tiempo dentro de cada uno y no a fuera como si tuviéramos que cazarlo día a día? Si somos el tiempo, ¿Por qué siento que lo tengo fuera de mí?

Empecé a flotar mirando las estrellas dentro de la piscina de agua caliente, pensando en estas preguntas, como si esos puntitos que llamamos estrellas, tuvieran las respuestas, como si en realidad el tiempo, realmente fuese más manejable de lo que se imaginan. Un tiempo dónde se fusiona con nosotros, dónde ninguna de las partes tiene que buscar a la otra, pues ambas están fusionadas en un punto, que bombea cada gota de sangre por segundo.

Quizás les parezca que no tenga horarios, que a las nueve de la mañana estoy viajando entre dimensiones, en vez de desayunar y prepararme para encontrar un “trabajo”, que en la media noche ya esté tumbadita en la camita, esperando soñar con los angelitos y empezar de nuevo un día que el tiempo siempre te vaya manipulando, olvidándonos de las cosas que importan, como una sonrisa al ver el Sol en el cielo saludarte, un perro cuando te mira a los ojos en la calle y te quiere saludar, un arbolito que te saluda, una piedra en el camino que te recuerda porque viniste a aprender. Un abrazo, un baile, un beso,… olvidamos todo eso, la importancia que da un minuto, si se invierte bien su tiempo.

Si quieres trabajar para la consciencia, lo primero que vas a aprender es a soltar la creencia de que un reloj te manipula, y tendrás que aprender a perdonar al tiempo por no haberlo entendido como funciona todos estos años, darle un abrazo y prometerle que a partir de este momento, vamos a trabajar juntos y para hacerlo se necesita ser sinceros, ser cada uno una mejor versión de si mismo. ¿Vieron alguna vez algún ángel estresado? ¿Vieron alguna vez al Maestro Jesús o a Ghandi perder la sonrisa porque no llegaba a tiempo a algún lado?

Recomendación: I’m Forrest Gum – Soundtrack


HR.

HERO&Corporation.

sábado, julio 11, 2020

El Espejo De Mí Vida - Capítulo 37 y 38

Capítulo 37:

Miré hacia la izquierda, dónde había una pequeña sala con unas rejas como si fueran la prisión, pero en vez de ver nada, que es lo que los demás veían, yo me asusté al verme delante de un león. No me lo esperaba allí, en tanta oscuridad, pero allí estaba, mirándome, mostrándome sus dientes y diciéndome en el corazón “quiero salir de aquí”. Empecé a llorar, no sabía porque, de miedo no era, pues eran las lágrimas de indignación que sentía el león, me aferré con más fuerza a Uriel, el pobrecito le estaba haciendo daño, creo, pero no se quejó, él aguantó todo lo que tenía que aguantar.


-          General, estamos listos para trasladar el animal… - decía alguien detrás de mí, me giré.

Un señor con el pelo canoso y vestido con los ropajes de centurión de romano, me estaba mirando, me miré y yo era un hombre llevaba el casco en la mano derecha, pero no podía hacer nada solo observar.

-          ¿Cuántos días lleva sin comer?- pregunté pero no era yo quién lo hacía sino el general.

-          Seis soles, general. – contestó firmemente el centurión.

-          ¡Festín para él!- dijo con una mirada perversa.

Luego vi como el Centurión le daba paso al general y le daba las órdenes a dos centuriones más para proceder el traslado.

Cuando volví al presente, me asusté tanto que me abalancé hacia adelante para quedarme sujetada encima de otro cartel, dónde leí “en estas cuevas guardaban animales para el anfiteatro de la ciudad, entre ellos había leones, que dejaban sin comer durante semanas para que en las luchas contra los gladiadores fuesen más brutales”. Uriel trató de comunicarse conmigo, pero yo no fui capaz de decir nada durante la visita a casi todos los lugares de la ciudad. Ese recuerdo me había quedado marcado en el corazón, con miles de preguntas que no quería formular todavía, no quería pensar que realmente fui ese general, que envió al león a matar a un montón de gladiadores. Aunque en esa época no sabía qué era un gladiador, sabía que estaban hablando de vidas humanas. Lo sentía por el propio recuerdo.

Mientras que me alejaba un poco de los papis en los jardines de la muralla romana, aproveché para hablar con Uriel, pero de repente detrás de un arbusto apareció Anasiel, que se quedó con nosotros toda la tarde hasta que decidimos volver a Manlleu.

-          ¿Cuándo lo voy a olvidar todo esto?- le pregunté ya desesperada.

-          Aún no va a ser, querida. Entiendo que no lo entiendas, pero es así como tú corazón te muestra quién eres. – dijo Anasiel.

-          ¿Por qué?- le pregunté con lágrimas en los ojos.

-          Esta es la vida en que has venido a volver a unir todas las partes que fuiste, para seguir con el propósito de tú vida. – dijo Anasiel.

Había venido a armar el gran puzle de mi existencia, algo que a mí se me daba pésimo de pequeña y que no me gustaba mucho hacerlos, pero este parecía tener mil millones de piezas, que al final darían la pista fundamental para seguir viviendo.

-          Entonces, ¿Por qué no lo puedo compartir?- les pregunté a los dos.

Uriel y Anasiel se miraron como si encontrasen alguna razón coherente para que pudiera entenderlo.

-          Seguramente que pronto encontrarás la respuesta a este pregunta, mi amor… - contestó Uriel.

Anasiel confirmó lo que había dicho Uriel con un gesto con la cabeza, entendí que no tenían la respuesta a mano.

Recordar no era el problema en sí, pues lo que más necesitaba era confiar en alguien de 3D y poder compartirle todo esto, pero se me había prohibido hacerlo. En realidad me aconsejaron mejor no hacerlo y no lo entendía. Todos los recuerdos empezaron a incrementarse día a día, algo que me había parecido una idea buenísima, se convirtió en un infierno, apenas dormía, comía o quería hacer algo diferente. Y eso lentamente me hacía alejar de los demás y aún más de lo que quería. Eran los peores 5 años que jamás había podido vivir… incluso la iaia Filo se dio cuenta de que pasaba algo pero no pudo decir nada, porque no le pude contar.


Dos días después de volver de las vacaciones, empecé la Primaria. Durante el último día había visto a papá forrándome los libros de clase, algo que era completamente nuevo, porque hasta ese momento, nunca había tenido libros, todo eran fichas o dibujos que uno iba haciendo a lo largo del curso, pero libros, era algo nuevo. Me picó la curiosidad, cuando agarré el libro de matemáticas y con Uriel empezamos a hojearlo. Al terminar le miré a los ojos a Uriel.

-          Sumas y restas con dos divisores, ya veo cómo será el curso…- dije y Uriel se puso a reír.

-          ¿por qué crees que vas al colegio, mi amor? – preguntó Uriel.

-          Aprender, supongo…- contesté.

-          Es evidente, pero ¿qué quieres aprender realmente? – dijo Uriel.

-          No entiendo.- dije.

-          ¿Sientes que debes aprender a sumar con dos divisores? – preguntó Uriel.

-          No, porque la iaia me lo ha enseñado. – dije.

-          Entonces, ¿qué quieres aprender en el colegio? – volvió a preguntar Uriel.

-          No lo sé. No entiendo la pregunta.- le dije pero Uriel ya no quiso seguir.

Los seis libros pesaban lo suficiente como para tenerlos en la mochila en la espalda, pero lo que realmente pesaban eran los nuevos estuches que tuve que comprar, porque se nos pedía mucho material escolar en esta nueva etapa. Si en parvulitos todo era de todo, a partir de ese momento, el material era personal de cada uno. De repente tenía en dos estuches dobles: plastidecos, ceras, lápices de colores, y el material básico para escribir. Además que ese año tuve que cambiarme la bata, pues había crecido bastante y cada ciertos años se tenía que ir a una tiendecita en la calle del paseo de San Juan, para comprarla y ponerle el nombre cosido en el lateral izquierdo, encima del pecho.

La mujer de la tienda, que era una señora muy mayor que ya tenía edad para jubilarse, solo sabía bordar el nombre en letra de redondilla, una letra que durante mucho tiempo la odié. Básicamente porque la “L” de mi nombre se leía como si fuera una “F” y en vez de decirme la gente “Laia” leían “Faia”. Mamá volvía a esa tienda, porque era barato, pero a veces lo barato sale caro. Empezaba a estar algo harta del uso de la bata como uniforme del colegio, pero pensándolo mejor, preferiría la bata que un uniforme, aunque era muy fea, me conformaba en saber que debajo podía ponerme lo que quisiera y solo iría en bata por el colegio.

Como cada año, las mamás acompañaban a sus hijos en el patio del colegio para encontrar la fila de su clase de este curso, que me tocó 1rA, la tutora se llamaba Ramona. Normalmente las mamás se quedaban hasta que los tutores daban la autorización para que se fueran, pero mamá, me dejaba con la clase y se iba. Aquel año vinieron muchos nuevos compañeros, porque legalmente era obligatorio ir al colegio, entre ellos vinieron algunos musulmanes que no habían hecho el parvulario en ningún lado y era la primera vez que les dejaban solos, por eso lloraban por el “supuesto abandono” por 6h en ese lugar. Pero también vino una chica que se llamaba Carla pero le llamábamos Carlota porque en clase ya teníamos a una Carla, que se acababa de mudar a Manlleu desde San Cugat del Vallès.

Me sentía algo nerviosa, nunca había subido al primer piso y tenía curiosidad de por dónde sería la clase y cómo serían. Antes de subir, la Ramona pasó lista, mi nombre salió antes de los diez primeros, en ese momento fue la primera vez que me asociaban en una lista de clase. Mí número era el 8 durante ese curso sin saber porque, me puse a reír al recordar que el tiet Josep decía “la dimensión del recuerdo” según lo que me contó, allí es de dónde provienen los recuerdos de vidas pasadas y presentes. Cuando la Ramona llegó al alumno número 23, guardó la lista y empezamos a ir a nuestra nueva clase.

Nuevo curso, nuevas reglas de entrada y salida del colegio. Por ejemplo, ya no podía entrar por portería, tenía que entrar por la puerta del patio cubierto (la más lejos que había que se entraba por la calle Santo Domingo). Los padres no podían acompañarte hasta las escaleras, solo hasta el patio cubierto, luego tú tenías que pasar por delante de las clases de P5 y subir las escaleras de las paredes negras. En el primer piso, hacia la izquierda, estaban las tres clases de los de primero de primaria, nuestra clase estaba al final de todas, antes de llegar a la sala de actos, también llamada teatro.

La primera impresión fue negativa, al ver los pupitres que en vez de silla y mesa eran pupitres, dónde la silla estaba enganchada a la mesa mediante un hierro, y lo peor fue que no eran pupitres solos, pues estaban unidas de dos en dos, mirando hacia la pizarra, en tres bloques de cuatro filas cada una. Mientras que Ramona nos indicaba como nos sentaríamos, empecé a contar los asientos, uno se quedaba solo y esperaba que yo fuese la afortunada, pero no fue así.

Me tocó sentarme a primera fila en el medio, no nos dejaron sentarnos como quisiéramos, la Ramona ya había hecho un plan al respecto. Ella se presentó y nos advirtió de los cambios respecto al parvulario, se acabaron las clases libres de manualidades o de artes plásticas, a partir de ahora clases de matemáticas, lengua, conocimiento del medio y proyecto, aparte de dos veces a la semana había plástica y tutoría un solo día.

-          Además, tendrán deberes para casa todos los días que deberían traer hechos para el siguiente día.- dijo la Ramona.

¿Deberes? ¡Madre mía! Esperaba que fuese una pesadilla, porque si los deberes eran parecidos a los que me traía de IÓN, no había tiempo para realizarlos… El último cambio que ya me parecía excesivo, fue el cambio de la hora del patio, si antes era a las 10am, a partir de ese momento sería a las 11am.


A pesar de que la cosa no lo veía con buenos ojos, le di una chance a la Ramona, antes de determinar si sería un buen curso o no. Todavía no había tenido el placer de conocerla, de hablar con ella para ver cómo era, si como la María Ángeles o como la Vicky… en el momento en que todos se fueron al patio, yo me quedé un momento, porque me costaba encontrar el desayuno, la mochila era nueva y más grande que de costumbre, tenía más compartimientos fue en ese momento cuando la Ramona se acercó a mí para hablar.

-          Me alegra de tenerte en mi clase, Laia. – dijo, yo me la quedé mirando sin decirle nada y ella prosiguió - ¿tú eres la nieta de la Filo, verdad?- dijo.

-          Si.- contesté.

-          Yo soy vecina de tú tío Josep. – dijo su mirada cambió repentinamente y dijo – si te portas mal, lo van a saber ellos antes que tus padres…- mostró su sonrisa y se fue a su mesa.

Me quedé de piedra. Miré a la derecha dónde estaba Uriel y luego la miré a ella.

-          Creo que te estás equivocando, seño. Yo no me porto mal, son los profesores que no saben cómo tratarme. ¿entiendes? – le dije claramente.

La Ramona quiso replicarme pero se quedó más parada que yo.

-          Además, si ya nada más empezar piensas que soy un peligro para ti, significa que no me das la chance de conocerme.- me fui hacia la puerta y le dije - ¡feliz desayuno!- y nos fuimos Uriel y yo.

A pesar de este rocecillo tonto, todavía tenía esperanzas de que fuera un buen año o eso pensaba yo.


Capítulo 38:

Bajamos las escaleras para volver al patio, mientras que intentaba pelar la mandarina que mamá me había puesto para desayunar. De pequeña aprendí a valorar la comida, puesto que mi mamá no solía comer mucho, siempre me quedaba con hambre, quizás era la lección que había de aprender aunque a veces, tras no tomar nada más excepto a las 5am en IÓN antes de volver a 3D, y siendo las 11am y solo mamá pensaba que con una simple mandarina tendría bastante para esperar a que fuese las 2pm para almorzar, lo tenía claro, pero de todas formas, llevaba ciertos años de experiencia, por lo tanto ya lo había integrado en mí el hecho de que la comida sirve para nutrirse y un exceso puede ser malo para la salud.

Tiré las pelas de la mandarina en la basura tras cruzar la puerta del patio, con la tontería me había perdido casi los primeros cinco minutos. El primer día siempre era algo desconcertante, porque tenías que saber qué lugar del patio podrías estar, yo buscaba un lugar relajado al margen de las pelotas y de las niñas jugando. Solo buscaba un rinconcito para simplemente estar junto a Uriel y dejar pasar el patio en paz. Me gustaba pasar esa media horita de esa forma, me daba igual no socializar, para mí era duro estar en el colegio, puesto que cada día me daba más cuenta de porque había elegido volver a encarnar y volver a pasar por esto. En IÓN era otra historia, allí si que socializaba, pero en el colegio era algo que en realidad no quería hacer, pasarla sin amistades me parecía algo bueno, aunque los demás puntos de vista de la gente, se pensasen que no lo hacía porque no sabía cómo. Sí que sabía, lo que pasa es que no quería, que era algo muy diferente.

Caminamos con Uriel por el patio cubierto, en busca de nuestro lugarcito.

-          ¿Dónde nos ponemos, Dary?- le pregunté.

Él no dijo nada, me lo quedé mirando, se encontraba igual que yo, buscando qué lugar podría ser el mejor para nosotros. Pero en el momento en que nos dirigíamos hacia la zona de arena que le llamábamos sorrera, vinieron las niñas de la clase buscándonos.

-          ¡Eh tú, si tú, Laia!- gritaba Júlia - ¿A dónde crees que vas?- me preguntó pero era una pregunta retórica - ¿Este año harás lo mismo que el anterior, pondrás a todos en mí contra?- dijo se le notaba enojada, demasiado de lo que normalmente notaba en mí interior.- Pues que sepas que este verano me he encargado de todo, para que nadie, esté contigo. ¿entiendes? ¡Nadie quiere estar contigo porque apestas!- dijo con odio.

-          ¿Qué te pasa, Júlia? ¿Por qué me hablas así?- le dije.

-          ¡Apestas! ¡Apestas!- gritó y las niñas que les seguían a la Júlia empezaron a decirlo también y a reírse de mí.


Me quedé mirándola sin entender lo que sentía y porque lo sentía, quería decirle y hablar con ella, de que no tenía razón, en ningún momento quería poner a nadie en su contra, pero de repente estaba rodeada de chicas de la clase, incluso la Carlota, la chica nueva que seguía con ellas, insultándome sin razón.

-          ¡En tú casa no quiere venir nadie, porque apesta a podrido como tú!- decían.

Uriel me agarró de la cintura e intentamos salir de allí, pero Júlia se puso delante de mí, me paró, le miré a los ojos, me odiaba y mucho.

-          ¡Púdrete en el infierno, este curso!- dijo y nos dejó pasar mientras que se reía junto a las demás.

Me senté en la sorrera, Uriel se agachó delante de mí, sus manos las colocó encima de mis rodillas, mientras que intentaba comprender todo lo sucedido.

La verdad es que no fue un arrebato de un día, a partir de ese momento, la Júlia había decidido hacerme el curso imposible, este fue el inicio del Bullying que duró mucho tiempo. Muchas tardes en casa, mientras que estaba en mí habitación “jugando”, terminaba tumbada en la cama llorando por las cosas horribles que ella decía de mí. No sabía qué les había hecho para que hiciera todo eso, pero Uriel tras varios días intentándome animar, al final apareció Anasiel y hablamos.

-          ¿Qué sentías el año pasado cuando veías que la Júlia daba su punto de vista de los compañeros? –Preguntó Anasiel.

-          Dolor, porque al criticar a los compañeros a sus espaldas, me sentía que no podías confiar.- le contesté con toda la sinceridad del mundo.

-          ¿Se lo dijiste alguna vez? – preguntó Anasiel.

-          No, simplemente me levantaba de su lado y me iba, luego los demás se iban conmigo o a veces no, pero tampoco se quedaban a su lado. – respondí.

Entonces comprendí lo que ella repetía este curso “la gente no quieren estar contigo porque apestas”, sin querer le pasó. Pero no fui yo el culpable, mi corazón no acepta que se desprecie a un compañero, quizás no tengas relación con él, pero no te da ningún derecho a decirle cosas feas cuando la persona no está. A eso se le llama actitud competitiva, en esta sociedad, pero en el nuevo mundo se le llama irresponsabilidad inconsciente. Nadie es ni mejor ni peor que tú, recuerda que todos somos humanos, por lo tanto, somos hermanos de este reino, si insulto a un compañero, me estoy insultándome a mí misma.

-          ¿Por qué no se lo dijiste? – preguntó Anasiel.

-          No sentía que lo entendiera de ese modo, por eso pensaba que marchándome quizás lo entendería. Igual que ustedes, una acción da más juego que una palabra.- le dije.

-          Te comportaste como un Ser de Luz igual que nosotros, tus actos son grandes aprendizajes para aquellos que te rodean, solo ten en cuenta que cada acción tiene su responsabilidad. Ahora que ya sabes por qué ocurre esto, ¿qué vas a hacer? – dijo Uriel.

-          Entiendo el motivo, por lo tanto acepto su responsabilidad.- contesté.

Anasiel y Uriel me dieron un abrazo, me sentía mejor aunque seguía algo triste, en ciertas ocasiones pensé en otras formas que pudiera haber actuado un año atrás, pero cada acto tiene su responsabilidad, ahora solo tenía que adaptarme a lo que tenía que ocurrir.

Dos días más tarde, la Iaia Filo aprovechando que era fin de semana, le preguntó a papá si podía ir con ella a visitar a su consuegra Rosa en San Vicens de Torelló. Papá aceptó y nos llevó con el auto, con la intención de recogernos a las ocho de la tarde, cómo todavía quedaban tres días del verano, la Rosa y su hijo menor Ramon (que es discapacitado intelectual) aún seguían en el pueblo, luego con el frío se iban al piso de Barcelona a vivir hasta finales de primavera. Su hija mayor es mi tía Rosa María, a pesar de no tener parentesco directo con la Rosa, para mí siempre ha sido como una tía segunda que veo muy poco pero es muy bonita.

La Iaia Filo siempre me decía una cosa “la familia hay que cuidarla siempre, pase lo que pase”. Siempre que ella podía, me invitaba a visitar familiares que raramente conocía si hubiera sido por los papis. Por ejemplo, supe que aún tengo una tía segunda que es la única hermana viva que queda de la familia de mí abuelo Josep, la tieta Reimunda que tiene un hostal en Torelló.

En casa de la Rosa era especial estar allí, tenían tres gatos y siempre que íbamos me gustaba mucho merendar con ellas al mismo tiempo que contaban anécdotas de cuando eran más jóvenes, en ese tiempo ambas tenían 70 y pico años. Admiraba lo bien que se llevaban por ser consuegras y siempre he soñado en aquel momento en que mis padres también se lleven bien con los padres de mi pareja, aunque a lo mejor, yo no tendría tanta suerte. De repente, tenía que ir al baño, cómo era la primera vez que estaba en esa casa, la Rosa me indicó con palabras cómo ir.

-          Es arriba la tercera puerta a la izquierda.- dijo.

-          Ok, gracias.- le dije.

-          ¿Quieres que te acompañe?- dijo la iaia Filo.

-          No, ya voy yo.- le contesté.

Uriel ya me acompañaba no hacía falta más, así que subimos al primer piso, pero el pasillo de arriba tenía cinco puertas a cada lado. Caminamos hacia la tercera a la izquierda, cuando de repente la puerta de al otro lado, se abrió sola quedándose entreabierta. ¡Qué miedo dio eso! Sabía que no había nadie más viviendo en esa casa, así que era raro que se abriese la puerta solita.

-          ¿Qué es eso?- susurré a Dary.

-          Se abrió sola… ¿qué raro? – susurró también.

Pero Uriel abrió la puerta del baño, pasó del otro lado y entró, yo no me había quedado tranquila y me acerqué a la otra puerta. Pensaba que habría sido el gato, porque solo vi dos y habían dicho que había tres, quizás estaba en las habitaciones. Empujé suavemente la puerta y me quedé petrificada, porque lo que vi no era un gato, sino un chico muy hermoso con las alas rotas, llevaba una túnica amarilla pero parecía desgastada y muy vieja, por la altura de la cintura y le cubría un hombro, sin anunciador.

-          ¿Quién eres?- le dije, aunque sentía que no era un Ser de Luz pues mí corazón sentía miedo, era raro si eso era una aparición, solían ser llenas de amor.

-          Mi nombre es Gämael – dijo con voz autoritaria.

Mi atención se fue directamente a las alas rotas, jamás las había visto así en un ángel.

-          ¡Te crees que a través del amor puedes tener todo el poder, estás equivocada! Yo te puedo enseñar el verdadero poder y llegar lejos… - dijo con rabia y autoridad, burlándose de mí, algo extraño en un Ser de luz.

-          ¡Basta, Gämael! – apareció Uriel, se puso delante de mí y sin querer me dio un empujón hacia atrás que me dejó en el umbral de la puerta del baño, mientras veía por primera vez como Uriel defendía mi palabra y mi honor antes otro compañero.

-          Oh, si estás aquí Uriel… pensaba que habrías vuelto a tu asqueroso futuro… pero ya veo, que cuidas de… la defensora del amor… ¡qué bajo has caído! ¿Para esto viniste? – empezó a burlarse Gämael de Uriel y de mí.

-          ¡Discúlpate antes de que sea demasiado tarde, hermano! ¡No te da ningún derecho a insultarla! Ya me dijeron los otros que estarías por aquí y que vienes en busca de ella, pero debo advertirte que llegas tarde, como siempre. – dijo Uriel, se miraban a los ojos como si estallaran en guerra, algo extraño.

-          ¡Eso ya lo veremos! – respondió Gämael antes de poder contestar Uriel, desapareció delante de nosotros provocando así una brisa inexplicable, no eran por las alas, puesto que cambió de dimensión.

Uriel se vino hacia a mí, me agarró de las manos, se agachó, sin decir nada me abrazó, tenía los ojos negados de lágrimas.

-          ¿Qué ha sido eso? ¿Quién era?- le dije.

-          Un ángel caído. – dijo.

-          ¿Un qué?- le dije.

-          Tú abuela a veces los menciona, un demonio. Pero este no es uno, es él demonio, más conocido como Lucifer, en la creencia de tú abuela, claro. – dijo Uriel dejó de abrazarme, me miró a los ojos, me acarició con la palma de una mano la mejilla y dijo – él venía a buscarte, pero ahora no te puede tocar ni un pelo, sin tú autorización y la de los arcángeles. – terminó.

Me fui al baño sin entender ni una palabra de lo que me había dicho Uriel, ¿me venía a buscar? ¿Para qué? ¿Por qué los arcángeles me protegen de él? Pero Uriel no quiso sacar más el tema, hasta estar de nuevo a solas. Volvimos con los demás y luego papá nos vino a buscar.

Recomendación: In a Monastery Garden - Séptimo Rayo Violeta

HR.

HERO&Corporation.


Somos Familia

  Nacemos, crecemos y morimos siendo miembros de una familia. Está claro que las personas dicen que los padres no se eligen, ahora las cos...