martes, febrero 27, 2024

Tener un Flechazo - Parte II

 Continuamos con la reflexión de la semana pasada ;)


Se encendió un cigarro rubio (supongo que era camel, no intuí bien), y sin dejarme de mirar en todo momento se lo fumó manteniéndose al otro lado de la calle. ¡Ay, madre de dios! ¿Qué cuernos hacía allí mirándome de esa forma tan directa? No asustaba para nada, se veía que el chico lo tenía claro, pero… ¿Qué tenía en mente? Con los papis allí me sentí un poco incómoda, porque no me podía permitir expresar mis sentimientos con total normalidad, no quería que supieran eso, era demasiado pronto (y en ese tiempo yo estaba soltera, o sea que podía hacer lo que me diese en… ya saben).

Mi madre comentó una cosa que había visto en el periódico y mi padre se puso a hablar, yo intenté estar atenta, pero mi mirada estaba centrada en otro lado. Hasta que mi madre me dijo algo importante y la tuve que mirar, y cuando terminó volví a mirar dónde estaba él, pero ya no estaba… lo empecé a buscar disimuladamente, la moto seguía allí o sea que no se pudiera haber ido muy lejos, me giré disimuladamente, diciéndole algo a mi padre, que ya ni recuerdo qué era, y vi al chico caminando por la acera del lado dónde estábamos, se colocó el cascó en el brazo izquierdo y caminó hacia el bar dónde estábamos. ¡Mierda, que venía hacia a aquí!

Pasó de largo caminando por la acera, y pensé que se iba a otro lugar, pero luego entró en la terraza y se fue detrás de la camarera, la mujer que les he hablado hace un ratico, que estaba atendiendo en alemán a unos guiris. El chico le tocó la espalda a la camarera, y le dijo “¡Hola mamá!” la camarera se giró y yo me quedé muda preguntándome ¿cómo que mamá? ¡Ay dios, que la camarera era su madre! Y ella le dijo con una sonrisa de alegría “Hola Gabriel, hijo ¿cómo estás?” y yo me morí dos veces más… ¿cómo que Gabriel? ¡Ay dios se llamaba Gabriel! La madre se lo habíamos preguntado y nos dijo que se llamaba María, y vi en el cartel que era un asador argentino que hacían pizzas italianas, de hecho todos cuando hablaban en español, tenían acento de argentina (concretamente de Santa Fe).

Luego nos fuimos mis padres y yo, mi padre insistía en que tenía que acompañarles al super y luego podía hacer lo que quisiera en mí mañana, no hacía tiempo para ir a la playa, pero… allí se me encendió la bombilla, y tomé cartas en el asunto. Acompañé a mis padres a un super de la misma calle, y al terminar, me despedí de ellos, disimulando que me iba al paseo marítimo, cuando en realidad, en cuanto se alejaron con el auto, volví al bar a buscarle. Quería invitarle a dar una vuelta conmigo hasta la Ermita de San Antonio, ya era el momento de actuar, porque sabía que su presencia allí había resultado que era para responder algo claro… que él también había sentido ese flechazo.

Vi dónde se había sentado que estaba su taza de café con leche, pero él no estaba sentado, y pensé que se había ido al baño. Miré a dentro sin entrar pero no lo vi, y entonces se me ocurrió mirar si todavía estaba la moto, y efectivamente la moto ya no estaba. Me acerqué derrotada, por tardar tanto tiempo en ese estúpido supermercado, hacia esa mesa dónde él estaba… ¡Mierda, se me había escapado! Me fijé en algo extraño, no se había tomado su café, se había ido sin tomárselo, ni tampoco me había percatado en si se lo tomaba o qué, de hecho toqué la taza y aún quemaba un poco.


Podría regresar, así que me fui a pasear por esa calle, pero a la que di unos pasos, miré hacia atrás y vi como María se llevaba la taza de su hijo. ¡Mierda, no iba a volver! Solo me quedó una chance más, así que me fui al bar dónde trabajaba, iba con el uniforme, quizás tenía que abrir el local que habrían a las 12 del mediodía. Pero le tocó abrir una chica y en todo el día no apareció por allí… ¿A dónde iba con el uniforme? Tan a huevo no lo volví a tener, y me puse triste, porque el viernes y el jueves lo vi en su trabajo pero ya era demasiado tarde, aunque una de las veces que pasé por allí, al cabo de un rato de haber pasado, me giré y lo vi que se quedaba quieto mirándome todo atónito a mis pasos (o a otra cosa, no sé). El sábado, pensé que vendría a desayunar en el restaurante de su madre, pero no fue así, nos despedimos con María y tras dejar las llaves del apartamento, nos fuimos a Manlleu. Las vacaciones habían terminado.

Lo traté de buscar en redes sociales, pero no hubo suerte, ni en Facebook, Twitter, ni Instagram. En redes sociales no existe, sé que es extraño pero he conocido chicos que viven al margen de todo eso, y son chicos que merecen mucho la pena conocerlos, porque están llenos de sabiduría de vida, están vivos, ellos viven, en vez de compartir en redes una vida que quizás sea postureo. Porque tras ver la serie You me preocupé que si no tienes redes sociales eres un asesino en serio o violador, y a veces, es peor un asesino en serie que tenga Instagram, que uno que no tenga.

Lo importante, es que el martes en que ya había vuelto a Manlleu, ese día durante el viaje dimensional, el CHICO DE OJOS VERDES que tanto hablo en la serie El Espejo De Mí Vida, por fin me dijo quién era. Y dos meses después empezaba mi relación con el arcángel Gabriel, el 28 de Noviembre. En el corazón tengo la huella de este chico llamado también Gabriel y que durante mucho tiempo pensé que era mi arcángelito que había decidido bajar por una semanita, pero él mismo me dijo que ese chico se le parecía mucho pero que no era él, solo una versión más de mi amado Gabriel Arcángel.

El viento se lo llevó pero en mí corazón quedó grabado, pensé en seguir adelante, porque era inútil pensar que podría haber algo… si decidió irse tenía sus motivos. Un día entré en el Facebook del restaurante, y a pesar de que las imágenes que veía no me decían nada en especial, eran platos de pizza, recibí un mensaje telepático de uno de los Maestros que menos pensé que me mandaría uno, Isis.

-        Él ya no vive en Alcossebre ni en Vilanova de Alcolea, ahora está con unos tíos que viven en el Empordán- dijo la Maestra Isis.

Una hora más tarde, mis padres me compartieron la noticia de que íbamos a comprar un apartamento en el Empordán, y me quedé flipando… ¡quizás lo encuentre de nuevo! Me alegré mucho, porque el universo no se había dado por vencido, y yo a pesar de estar con el arcángel, no sabía qué planes tenía él para bajar… si usaría esta vía de este chico o sería diferente. Pero él también estaba de acuerdo.

Al mes de comprar el departamento en el Estartit, descubrimos que existía un restaurante de paellas valencianas que también hacía para llevar. Un domingo, mis padres quisieron reservar una de marisco, y a mí me tocó irla a buscar junto a mi padre (que conducía el coche). Entré yo al restaurante, porque no encontró aparcamiento cerca, esperé un ratito porque tenían que atender a dos clientes, primero  una señora de cincuenta años, y luego me quedé sin palabras… cuando la dependienta dijo “Gabriel…” junto el apellido, me giré para ver quién respondía a ese nombre y allí me petrifiqué, allí estaba él. Solo habían pasado nueve meses, y allí estaba, recibiendo esa paellera de marisco, por lo que vi los conocía bastante bien, y luego se giró, yo me giré no quería que me viese directamente, pasó junto a mi derecha hacia la puerta, salió y a través del cristal le observé como caminaba hasta que desapareció de los cristales. ¡Wow, era él!

La última vez que me lo encontré fue el pasado septiembre, a las diez de la noche recogía yo unas pizzas para irme a casa, y nos lo encontramos junto a mis padres en un parque cerca del apartamento, y por lo que vi, su apartamento o su casa está en el mismo bloque que él mío, pero al otro lado. ¡Somos vecinos y no lo sabía! En cualquier momento me lo encuentro en la piscina en verano.

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jueves, febrero 22, 2024

Tener Un Flechazo - Parte 1

 *Hoy tenemos el privilegio de leer la primera parte de esta experiencia, la segunda parte se publicará la próxima semana. Esperamos que lo disfruten. Gracias por visitarnos.

Hoy me apetece hablarles de algo que me sucedió en septiembre del 2020, que aunque hayan pasado ya casi cuatro años, me sucedió algo que sigo estando en shock, porque fue muy bonito y espero que si les cuento, podrán apreciar el aprendizaje de la reflexión de esta semana. Últimamente intento no contar cosas personales como ejemplo de la vida espiritual, pero en esta ocasión, no puedo hablarles de tener un flechazo con un amor, sin hablarles del chico que me ha ayudado a conseguir estar con mi pareja actual, el arcángel Gabriel. Lo sé, si alguno de ustedes es nuevo, quizás le sepa extraño esta información, pero es totalmente verdad, estoy saliendo desde hace tres años con el Arcángel Gabriel, tanto en la 5D como en la 4D.

Pasé unas muy lindas vacaciones junto con mis padres en la localidad de Alcossebre, en Castellón (Comunitat Valenciana). Esa era la quinta vez que íbamos a pasar las vacaciones allí, ese lugar des del primer momento en que fuimos, a mis padres y a mí nos enamoró tanto, que incluso todas las veces que yo he ido (hubo una en que yo me encontraba en otro lugar) siempre hemos agarrado el mismo apartamento, justo delante de la playa Romana. Es un lugar muy especial, con aires caribeñas pero con un Sol tierno, dónde de noche se ven muchas estrellas y el horizonte del mar se puede apreciar incluso desde la Sierra de Irta. Un paraíso con playas y calas de todo tipo, de arena blanca, de piedras o incluso de arena entre una mezcla de blanca y dorada, anchas y largas, ideales para bañarse o para admirar las olas que llegan a la orilla lentamente.


En ese tiempo me encontraba en el segundo mes de meditaciones diarias del YOSOY, y aunque no me encontraba en Manlleu, los Maestros Ascendidos me dieron permiso para hacerlo allí, curiosamente ellos me mostraron una torre de madera, dónde daba a una pequeña cala, allí frente al ocaso a las 8pm nos dirigíamos Uriel y yo a hacer la meditación. Pero unos minutos antes de empezar, cuando ya estábamos incluso colocados, con el celular en modo avión para que nada nos interrumpiera, de reojo vi como en la pequeña cala aparecía un chico muy lindo, no parecía mayor de 33 años o por allí, con el pelo castaño claro por detrás de las orejas, una altura de 175cm, vestía con una camiseta blanca de manga corta un poco ceñida al cuerpo, y unas bermudas tejanas. Estábamos algo lejos, más bien Uriel y yo encima de las rocas que separaban la cala de otra playa, que era dónde estaba la torre turística de madera, él se quedó sentado en la posición del loto encima de las rocas de la pequeña cala. De fondo se escuchaba la resaca, sobretodo cuando nos pusimos a meditar y el aire nos golpeó dando su presencia.

Cuando terminó la meditación, el chico que vimos allí, se levantó y se fue, nosotros hicimos los mismo, al volver a poner el celular en modo normal, llamé a mi madre para saber dónde estaban, y me dijeron que estaban en el bar Marimer tomándose algo, me fui allí con ellos, dando un paseo porque estaba un poco lejos y tardaría como quince minutos en llegar por las pasarelas de la playa.


Entré en el bar que era todo terraza y un gran salón muy al final del local bajo una cúpula de cristal rectangular. Bajo uno de las sombrillas blancas, estaban mis padres en una mesa para cuatro personas, por los cuales ellos solo ocupaban dos asientos, me acerqué y ocupé la tercera silla que encontré. Nada más sentarme, mi padre recuerdo que me comentó algo, y luego escuché la voz de un hombre que me hablaba a mi izquierda, giré la cabeza y me quedé sin palabras. ¡No podía ser! Nos quedamos mirándonos a los ojos como dos tontes no sé por cuanto tiempo, pero para mí fue una eternidad demasiado corta, ese chico era el miso que me había encontrado en la cala hacía pocos minutos meditando. Se bajó la mascarilla y dejó mostrar su sonrisa, dejó la libreta encima de la mesa y se inclinó hacia a mí apoyándose con las manos en la mesa.

-        ¿Qué te apetece tomar?- dijo super amable sin dejar de mantener el contacto visual.

Tardé en responder… no era porque tenía que pensármelo sino porque de repente me quedé sin voz.

-        ¿Tienes Trina?- pregunté.

Dijo que no con la cabeza.

-        Te ofrecería algo con gas, pero… sé que no te gustan.- comentó.

¿Cómo sabía que no me gustan si nunca habíamos hablado y lo acaba de conocer en la playa? ¿Quién era ese chico que además sabía quién era? Si estaba haciendo las meditaciones del YOSOY, lo más probable es que era un Chela, es decir un compañero de trabajo que también le tocaba hacer esas conexiones. ¿Me conocía de youtube? ¿Instagram? ¿De Agartha? Esta última por muy loca que pareciera, pues era la más cuerda.

-        Mejor un zumo de melocotón.- dije.

Lo anotó, y volvió a mirarme a los ojos.

-        Sin hielo y del tiempo, ¿verdad?- preguntó.

-        Ahá…- dije.

-        Perfecto.- respondió él.

Se volvió a poner la mascarilla y se fue a la barra a buscar lo qué había pedido. Joder, también sabía cómo me lo suelo tomar. ¡Madre mía! Lo fuerte es que eso no fue lo último, estuvimos toda la semana, como… no diría tonteando pero ni siquiera hablamos mucho pero ya con lo poco que hablamos, me dejó huella en el corazón. Resultó que era un Chela que nos habíamos conocido en Agartha, eso fue un flechazo.

El miércoles de esa semana, mi padre tenía intenciones de ir a visitar la cueva subterránea y navegable de San José, que se encuentran a 60km de Alcossebre (tirando hacia Valencia). Pero como en ese tiempo todo iba con reserva, entramos en la Web y no encontramos tikets para ese día y tuvimos que conseguirlos para el jueves, así que teníamos la mañana libre. Primero de todo, teníamos la costumbre de ir a un bar llamado Cioffi a desayunar, todas las mañanas íbamos allí, porque nos gustaba mucho el lugar y lo simpática que era la camarera, una mujer de cincuenta o casi años, con un pelo morocho largo hasta media espalda, siempre lo llevaba atado con un coletero.

Yo me tomaba mi batido de chocolate, porque en valencia el Cacaolat no llega, realmente es duro porque no tomo café pero mi Cacaolat es sagrado y tomarme un colacao no me apetecía. Ese día tuve que irle a comprar el periódico a mi padre en una librería allí cerca, y al volver, me tomé tranquilamente mi batido de chocolate (aquellos que ya vienen preparados), mis padres se tomaban su café, leyendo el periódico, apreciando la quietud y los pájaritos que cantaban.

Cuando de repente aparece una escúter del 2001 negra, muy vieja, de esas que ya lo das a chatarra, además porque el tubo de escape contaminaba un poco más de la cuenta, nuestra querida Gaia. Estacionó el motorista en la calle delante del banco CaixaBank, llevaba un casco integrado negro, era un chaval que iba con la camiseta blanca ceñida al cuerpo y las bermudas tejanas… así que el corazón empezó a acelerarse, aunque mentalmente intentaba disimular por la presencia de mis padres, y porque no quería pensar quién era de verdad. Pero cuando se quitó el casco… allí estaba de nuevo el chico de la cala y del Marimer. ¡Joder! En plan película, se quitó el casco, azotó su pelo contra el pequeño e inexistente viento, sin dejar de mirarme a los ojos, a pesar de que él se encontraba al otro lado de la calle. 

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viernes, febrero 16, 2024

El Espejo De Mí Vida - Capítulo 189 [2T]

 ¡AVISO IMPORTANTE! Nos estamos acercando al final de la segunda temporada.


A pesar de ese pequeño accidente mientras que actuaba, el resto de la obra fue una maravilla, me lo estaba pasando en grande, estando entre bambalinas, escuchando todos en silencio lo que pasaba en el escenario para esperar nuestro pie y volver a salir. Cuando nos tocó bailar, fue la hostia en patinete, me sentía yo misma, a pesar de que siempre he sido muy vergonzosa pero al interpretar un personaje Laia se iba a un lado y aparecía el personaje como si tuviera vida propia. Creí que podía intentar profesionalizarme en esta vocación que sin saber de dónde había salido, sabía hacerlo, lo que las personas llaman que es un don.

Mis padres disfrutaron de la función, no solían ir a ver pastorets pero esta era especial, a mi abuela le encantó, pudo presumir ante las amigas que su nieta tenía un talento especial para la actuación, porque sino recuerdan mal, les dije que mi abuela no se perdía ninguna función del Tripijoc, y esa menos se lo podía perder. Durante la cena del sábado, mis padres lo comentaron a mis tíos Rafalé y Drakho, y yo aproveché la ocasión…

-        Papá, ¿y si me hago actriz?- le pregunté.

De repente un silencio nos invadió, la mirada asesina de mi madre decía que no estaba de acuerdo y la mirada de mi padre que parecía que hubiese dicho algo malo también decía que no era buena idea.

-        ¿Artista?- preguntó mi padre al cabo de un tiempo.

-        Si, adoro actuar, siempre me toca hacer protagonistas en el Tripijoc, algo de talento parece que tengo, ¿no?- dije.

-        ¿para que termines bajo un puente? ¡Deja de decir tonterías y céntrate en sacarte el curso!- esas fueron sus últimas palabras al respecto.

¡A la mierda la actuación! ¿Tenía que hacerle caso? No me atreví a replicarle, la situación habían enrarecido el ambiente y mi padre intentaba hablar de otras cosas con mis tíos, ignorando por completo lo que había dicho la “niña”. Con casi once años a la vuelta de la esquina no era edad suficiente como para que mi padre me tomase en serio, pensé que quizás cuando tuviera quince la cosa mejoraría… ¿ilusa? Puede…



Tras la Navidad, las cosas funcionaron sin ninguna novedad, excepto que las vacaciones de Navidad me hicieron sentir algo más humana de lo que era, porque a pesar de que con la Sandra no habíamos empezado con buen pie, durante esas vacaciones asistí dos veces a su casa (ella insistió). Entonces, fue cuando me di cuenta de lo que le estaba ocurriendo, su madre le golpeaba con el cinturón y le dejaba marcas en la cara y en los brazos, me enseñó unos cuantos moratones que tenía en los hombros que eran de latigazos del cinturón, por haberse permitido tomar postre una noche, cuando ella tenía prohibido tomarse postre. ¡Dios, no exageraba era cierto! Porque pillé a su madre gritándole y tratándola muy mal sin haber hecho ella nada.

-        ¿Y esta mala perra qué hace aquí contigo? ¡No quiero que esté en mí casa!- gritó su madre mirádome a mi.

-        ¿Disculpe?- dije.

-        ¡Callate es mí casa!- me gritó.

-        ¿Y yo una invitada que no le hecho nada y me trata así de mal?- le respondí.

-        ¡Eres una mala perra, ¿sabes?!- me amenazó la madre de la Sandra.

-        ¿Y usted se cree que es humana pero es un animal si trata así de mal a sus hijas?- le dije mirándole a la cara y a los ojos fijamente, sabía que si retiraba la mirada perdía el combate por suerte lo retiró ella y se regresó al cuarto.

Sandra se puso a llorar, le abracé e hicimos como que lo del verano no había pasado, me disculpé por mí ignorancia y le di una oportunidad. Ella no se merecía tanto dolor, mi compasión aquí me mostró que a veces una sin saber cómo la puede cagar y mucho.

-        Siento mucho que hayas visto esto.- dijo la Sandra entre sollozos.

-        No te preocupes. Aquí lo que sí que me preocupa es la forma en como sacas este dolor. Me separé de ti por tus malas compañías, pero si quieres que esté a tú lado, me tienes que prometer que las vas a dejar, porque si no acabarás muy mal, Sandra, ¿comprendes?-  le expliqué.

-        Lo sé, pero hacer esas cosas me hace sentir mejor… o no sé…- dijo ella super arrepentida de todo.

-        No creo que te hagan sentir mejor lastimar objetos urbanos o a alguien. ¿Te gusta que tú madre te trate así?- le dije.

Ella me miró y dijo que no con la cabeza.

-        Entonces, no trates igual a los demás, dales lo que necesitan y ansían tener, un amigo que les dé cobijo en los malos momentos, y alegrías para compartir en las buenas.- le dije.

-        ¡Eres mí mejor amiga, Laia!- dijo la Sandra y nos abrazamos.

Fue cuando empezamos a quedar más a menudo, incluso vino a mi fiesta de cumpleaños en mí casa. Para hacerla feliz cuando venía muy machacada mentalmente por su madre, poníamos un CD y nos poníamos a bailar, fue cuando ella me quiso dar clases y en el garaje de mí casa empezamos a bailar como ella hacía, un poco de flamenquito, luego Pop, reggetton…

Poco a poco ella dejaba de ser tan tóxica al tenerme a su lado y ver que si ella es simplemente ella y no proyecta sus emociones negativas en las demás personas, puede tener amigos de verdad, algo que ansiaba tener. Así que esa semana santa hablé con mis padres y la invitamos a venir a Sitges, aunque mí tío Drakho nos advirtió de que habían puesto a la venta los terrenos de allí, y eso quería decir que iba a ser nuestro último viaje allí. Se acababa mi infancia, estaba triste pero había llegado el momento de enfrentarme a la adolescencia, ese mundo que daba mucho miedo, pero por lo menos cuando echase la vista atrás y recordase Sitges, siempre tendría una sonrisa en mi rostro.

Despedirse de Sitges, fue muy duro. Como vino la Sandra con nosotros, ella y yo decidimos dormir juntas en la caravana, allí había dos camas, le di la mejor cama porque yo siempre soy así, a mis invitados les doy lo mejor, y yo me quedé en aquella que daba un poco de miedo que por la noche no se plegase en el armario. Mis padres se quedaban en la habitación del pasillo, la única que era de matrimonio la cama. Nos lo pasamos muy bien, solo encendíamos la televisión para ver las noticias y como mucho para ver dibujos por la mañana.

La primera noche, no sé como fue, pero nos quedamos dormidas las dos en la misma cama, estábamos hablando y hablando que al final nos quedamos las dos allí, pero ya las otras noches ya cada una en su cama. Nos pasábamos el día ella y yo paseando por los terrenos, probando ciruelas que ya habían salido, comiendo manzanas de los árboles, y de repente a la Sandra le vino por hacer papiroflexia con pañuelos de papel, a mi madre también le gustaba hacer eso, yo me apunté pero no se me daba tan bien, de hecho hacer manualidades se me hacía demasiado pesado.

Les dejé haciendo rosas de papel y de colores, mientras que yo me fui a ver al Bilbo y me puse a jugar con él, que con la compañía de la Sandra le estaba dando un poco de lado y yo le echaba de menos. A la Sandra le gustó tanto la papiroflexia que se pasaba horas y horas haciendo cosas, incluso le compramos un libro que encontramos en el mercadillo de la ciudad y estaba encantada. Allí fue cuando empezamos a hacer actividades por separado, a mi me gustó porque estaba acostumbrada a jugar con los ángeles y con la compañía casi no pasaba tiempo ni con Uriel ni con Gabriel (que al dormir en la misma habitación que la Sandra no podía venir a dormir conmigo Gabriel).


Estaba en la hamaca de sentar, leyendo una revista bajo los pinos, la brisa de primavera azotaba suavemente las hojas de los pinos y el Sol se escondía tras ellos. La calma se podía palpar en el ambiente, de fondo se escuchaban los pájaros algunos bichos más, pero nada más, el ruido de las ciudades era historia en ese momento. Entonces escuché pasos que se acercaban y que venían del segundo terreno, esos pasos eran calmados y se detuvieron detrás de mí, me giré y allí estaba el Arcángel Gabriel mirándome con sus ojos brillantes y su expresión más amable, junto a esa sonrisilla tan bonita que siempre me ofrecía.

-        ¿Qué estás leyendo? – me preguntó Gabriel.

Él agarró con una de sus manos una de las cuerdas de la hamaca, inclinó la cabeza hacia un lado y se inclinó hacia adelante.

-        Un artículo sobre las pirámides de Egipto y de tutankamón.- le dije.

-        ¡Uy, me interesa! ¿a ver? – dijo acercándose a la revista.

-        ¿Y si nos tumbamos en la otra hamaca?- le sugerí.

-        Vale. – respondió Gabriel.

Me levanté y nos fuimos hacia la otra hamaca que era para tumbarnos, pero en vez de tumbarnos juntos, nos sentamos él a un lado y yo al otro, le ofrecí una de las páginas de la revista y nos pusimos a leer.

-        ¿Te gusta la historia? – preguntó Gabriel.

-        Si, la adoro. Saber lo qué pasó, o ver qué es lo que la humanidad piensa qué pasó, me ayuda a comprender muchas cosas que la humanidad está haciendo actualmente. – le respondí.

-        ¿Qué parte de la historia te gusta más? – preguntó Gabriel.

Le señalé las pirámides, y él sonrió.

-        Me llaman mucho la atención, no sé porqué…- le dije.

-        Si, las recuerdo. Dijeron que serían importantes para la eternidad y para los dioses…- comentó Gabriel.

-        ¿Cómo dices?- dije.

-        ¡Vamos, Laia! ¿no lo recuerdas? – dijo Gabriel mirándome a los ojos.

-        ¿Debería?- dice frunciendo el ceño.

-        Si, estuvimos allí. – respondió el arcángel Gabriel.

Arqueé las cejas, quería preguntarle más, pero no me salían las palabras. Alguna cosa había recordado pero no la construcción de las pirámides.

-        ¿Yo vi la construcción de las pirámides?- le pregunté.

-        Así es. Lo vimos juntos. ¿Por qué lo dudas? – él preguntó.

-        Aún no recordé eso. Digo, que recuerdo haber estado en el antiguo Egipto pero, tengo recuerdos muy saltados y desordenados. – aclaré.

-        ¡Qué pena! Porqué cuando lo recuerdes, entenderás muchas cosas. – dijo Gabriel suspirando.

Lo poco que recordaba, no recordaba la presencia de Gabriel, pero por lo que acababa de confirmar, ya nos conocíamos.

-        Fue una bellísima experiencia estar en el antiguo Egipto, en los orígenes de esta belleza construcción… - explicó admirando la foto de la pirámide de Keops.

-        ¿En esa vida hablaba contigo o ya no estaba conectada?- le pregunté.

-        Siempre has hablado conmigo, en todas tus vidas, Laia. – respondió con una pequeña sonrisa.

-        ¿Pero Uriel me dijo que no volví a conectar con los ángeles hasta esta vida?- le pregunté.

Gabriel me volvió a mirar y me dio un besito en la mejilla pero no respondió a mí pregunta.

-        Conmigo, siempre encontrabas la forma de hablarme – dijo.

Gabriel agarró la revista y pasó de página, seguimos leyendo el artículo.

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