domingo, septiembre 27, 2020

El Espejo De Mí Vida - Capítulo 49

 

Me acerqué despacio y sin hacer ruido con los pies hacia el respaldo del sofá, para tocar esos cabellos con rulos hasta detrás de las orejas. Estaba algo mayor, había cambiado un poco por tener solo 11 años, pero me alegraba de tenerlo allí. No me pude resistir, cuando le miré la nuca y vi que tenía una peca, rocé suavemente dos dedos de la mano izquierda por allí suavemente, viendo así como la carne se le volvía de gallina, el tacto era como… electricidad. Entonces, él se giró y sus ojos verdes me observaron.

-          Hola.- susurré algo avergonzada.

-          Ho-la…- decía también susurrando, como si le faltase aire.

A pesar de que había pensado muchas veces en contestar sus cartas, decidí mejor hacer esto, le pedí a Uriel y al Titi que organizaran una quedada entre el Chico de Ojos Verdes y yo, para que le pudiese contar todo lo sucedido a la cara. Y aquí estaba él, preocupado por mí, pero alegre de verme de nuevo tras todo lo sucedido.

-          Lo… siento… quería… contestar tus cartas…- le dije con algo más de voz.

Él no dijo nada, solo se puso de rodillas en al sofá y me abrazó tan de sopetón que me quedé tiesa sin saber qué hacer con mis brazos. Pero sentir su abrazo, provocó que mi corazón latiese muy rápido y profundo, de nuevo me faltaba el aire.

-          No importa, te entiendo. Me preocupé mucho por ti, contaba todas las noches que no te veía en el metro, con la esperanza de encontrarte y poder abrazarte.- dijo el Chico de Ojos Verdes.


En realidad es que esa fue nuestro primer abrazo, nunca nos tocábamos en ningún sentido. Siempre manteníamos las distancias, porque no nos gustaba ocupar el espacio personal del otro. A partir de ese momento, cada vez que nos encontrábamos, sería a través de un abrazo. Me senté a su lado en el sofá, me puse a su izquierda y empezamos a hablar, le conté todo lo que había pasado sin dejarme nada, le confesé todo lo que sentí y el miedo que me provocó pasar por todo eso. Él me escuchó, inclinaba la cabeza y escuchaba con mucha atención cada cosa que le decía, se le veía preocupado por mí. El Titi tenía razón, le importo. Y él a mí también.

Gabriel y Uriel se quedaron en una de las habitaciones del principio, para dejarnos a solas y así poder hablar con tranquilidad.

-          ¿Qué onda Gabriel?- le pregunté.

-          Ah, él es mi ángel de la guarda.- contestó con su sonrisa que hacía demasiado tiempo que no veía.

-          ¡Un buen ángel tienes!- le comenté gracioso.

-          Sí, aunque es más viejo del que recuerdas…- dijo.

-          ¿Cómo?- dije.

-          Gabriel siempre ha sido importante para ti, eso él me cuenta de ti. Pero este, es más viejo del que tú… recuerdas.- contestó.

-          ¿Sabes mis recuerdos?- le pregunté arrugando la frente.

-          No, no lo sé, pero eso comenta Gabriel, cuando hablamos de ti.- informó.

¿Hablan de mí? Me sentí como una famosa de la televisión, Gabriel y él tertuliando sobre mis vidas pasadas.

-          Nunca te he preguntado una cosa… ¿recuerdas tus vidas pasadas?- le dije.

-          Aún no. Pero un hada me dijo que pronto será.- contestó.

-          A mí me dicen que lo tendré que olvidar, pronto.- dije entre carcajadas.

-          ¿Y qué recuerdas?- preguntaba intrigado.

-          Bastantes vidas, pero son cosas sueltas, por el cual en algunas te puedo identificar directamente.- dije y él me miró con mucha atención.

-          Eso me dicen a mí, que tu y yo, nos conocemos de otras vidas… aunque yo solo recuerdo este nombre, por el cual siempre te nombro.- informó algo triste al final como si quisiera saber más.

-          Yo no recuerdo los nombres, solo veo imágenes. Nada más.- dije.

La tranquilidad duró muy poco, porque Gabriel y Uriel llegaron a nosotros y se apuntaron a la conversación, Uriel se sentó delante del sofá en el suelo, mientras que Gabriel agarró una silla del comedor y se sentó a observarnos. Yo me sentía algo incómoda y me quedé callada.

-          Bueno, ¿ya se lo han preguntado, o no?- dijo Gabriel, todos le miramos con el ceño fruncido.

-          ¿Preguntar qué?- dijo Uriel.

-          ¿Por qué están aquí? En este departamento.- dijo Gabriel.

-          Pues no, todavía no.- dijo el Chico de Ojos Verdes.- hablábamos de otra cosa, que… ya no importa.- terminó.

A pesar de que Gabriel era de confianza, no me interesaba compartirle mis recuerdos pasados delante de él. Así que me quedé callada, simplemente. El Chico de Ojos Verdes me miró a los ojos con cara de haber salvado la situación y les seguimos el rollo a los arcángeles que por alguna razón tenían algo que decirnos.

-          Dinos tú, Gabriel ¿por qué estamos aquí?- preguntó el Chico.

-          Esta es vuestra casa. Aquí es donde vivían cuando esperaban regresar a la superficie entre encarnación y encarnación. – informó Gabriel.

Me giré y empecé a ver las puertas del pasillo y a contarlas, había más de ocho, por los cuales identifique que la mayoría eran habitaciones.

-          Junto a sus hijos, que siguen viviendo aquí, algunos de ellos. – dijo Uriel.

-          A ver… yo cuando te dije Uriel que quería quedar con él – señalicé al Chico de Ojos Verdes- no pensaba que me traerías a mi casa, bueno a nuestra casa.- dije.

-          Bueno, eso es porque todavía niegas quién eres, querida Haia… - decía Gabriel.

¿Haia? No me identifiqué en su momento.

-          Mi nombre es…- miré al chico de Ojos Verdes y me quedé muda…- ok, no importa.- dije.

-          Es mi apodo favorito, querida Haia. Hace tanto tiempo que te conozco, que no te puedo nombrar de otra forma… - dijo Gabriel con cierta gracia inexistente.

-          Siento no sentir lo mismo, Gabriel. – le dije algo molesta.

-          Mi amor, no te preocupes por mi hermano, no sabe comportarse a veces…- se disculpó Uriel.

Crucé los brazos en el pecho y le miré a Gabriel con indiferencia.

-          ¿Ha sido idea tuya traernos aquí, Gabriel?- preguntó el Chico, arqueó una ceja, parecía que no estaba muy contento tampoco.

-          Si, espero que lo entiendan, pero es que… - le interrumpió el Chico.

-          Es que ¡nada, Gabriel! No puedes decirnos estas cosas, ¿sabes? No recordamos quienes somos, pero ¿te pensabas que al volver aquí iba a servir? Además, ¿por qué tienes tanto interés en que recordemos?- le dijo el Chico, ya molesto.

-          No soy yo simplemente. Hay más seres de luz que apuestan por ustedes. Son muy importantes, ni se imaginan hasta cuanto. – comentó Gabriel.

Miré a Uriel con cara de “espero que tú no estés también con esto” de repente me miró a la cara y dijo que no con la cabeza, me había escuchado telepáticamente, algo que a veces funcionaba. 

 

-          ¡Pues no estoy de acuerdo, Gabriel! – se alzó el Chico enrabiado.- ¿Cómo nos puedes hacer esto? Solo somos amigos, ahora… ¡No me condicionarás, eh! Te lo dije un día y te lo repito hoy… ¡No lo conseguirás!- se enojaba palabra a palabra, que hermosura.

-          No hace falta ponerse así, porqué les dé una ayudita…- contestó Gabriel sin bajar del burro.

-          ¿una ayudita? ¡nos acabas de decir, que tenemos hijos en común y que además vivimos aquí! Esto es demasiado.- dijo el Chico.

Antes de que dijera nada más Gabriel, el Chico se fue del salón y agarró una de las puertas del pasillo y se encerró en una habitación. Gabriel se fue a la terraza, abrió sus alas, estaba enojado y se echó a volar, dejándonos a Uriel y a mí con una cara de ingleses perdidos en medio de un país que no entendemos el idioma.

¿Será por esto que no le gustan las condiciones? El corazón daba un fuerte latido en mi pecho, afirmando que era cierto lo que pensé. Algo me decía que tenía que ir con el Chico y así me levanté y caminé hacia la puerta, llamé dos veces y entré.

La habitación dónde se encontraba era una de matrimonio, ¿cómo supo que esa era nuestra habitación? Él se tumbó en la cama, en el lado izquierdo, se arrugó con la almohada y lo escuché llorar. Me tumbé a su lado, le abracé y me quedé allí en silencio.

-          Si debo recordar, lo haré en su momento. Pero, Gabriel… no tiene razón en esto, no necesito una ayuda, solo tiempo. Nada más. Me importas mucho, y tengo miedo que si recuerdo, no estés en mis recuerdos.- confesó el Chico de Ojos Verdes, tan machote que se veía y en el fondo, es un ángel divino.

-          Pase lo que pase, seguiremos siendo amigos.- le dije.

-          ¿Y si el camino de la vida nos desmarca?- dijo él sus ojos estaban vidriosos, se me rompía el corazón poquito a poquito.

-          Buscaremos la forma de adaptarnos al otro.- le dije, quería animarlo pero no lo estaba consiguiendo.

Algo de razón tenía, Gabriel nos estaba presionando tanto que apenas podíamos hacer nada que no fuese observado o venerado por un Ser de Luz. ¿Por qué tanta atención en nosotros? Aunque no lo entendía en ese momento, algo me decía que sería algo que teníamos que hacer en el futuro.

-          ¡A mi tampoco me gusta que me presionen!- le dije resoplando.- no sé qué les pasa a los Seres de luz, pero me da la sensación de que esperan demasiado de nosotros, algo que ni tú ni yo sabemos qué es.- dije.

-          ¡Exacto! – respondió él.

-          Si tanto esperan de nosotros, ¿por qué no nos comparten esa información? Porqué así quizás los entenderíamos.- dije quejándome de esos divinos Seres de luz que siempre nos ayudan.

-          ¡Pero nada de condiciones!- dijo él.

-          ¿Qué te pasa con las condiciones?- le pregunté.

-          Crean ataduras por demasiado tiempo, y yo, todavía no quiero atarme a nada. No me siento preparado para hacerlo.- respondió.


Empezamos a conversar de otras cosas, y mientras intentábamos pensar en otros asuntos más actuales, escuchamos la puerta principal abrirse y cerrarse de golpe. Volvimos al salón, Uriel se encontraba en la terraza observando el paisaje, pero Gabriel se había ido, pensamos que era Gabriel quién se había marchado por la puerta, pero recordaba que no era por allí dónde pasó. Así que le agarré de la mano al Chico de Ojos Verdes, le indiqué con la otra mano que me siguiera pero en silencio y empezamos a caminar hacia la puerta principal, al parecer había entrado alguien a lo que decían, que era nuestra antigua casa.

Me sentía como si entrasen a robar en mi propia casa, y que solo él y yo defenderíamos lo nuestro con garras y dientes si hiciera falta. El corazón me iba tan rápido que perdí la cuenta de los latidos, lentamente pasito a pasito, y sin hacer ruido al caminar, nos fuimos hacia la primera puerta a la derecha que estaba entreabierta, miramos disimuladamente para ver si había alguien, era una habitación individual. Efectivamente había un Ser de Luz a dentro, pero no era Gabriel, ni Uriel… era una chica muy hermosa que estaba rebuscando en los cajones de su armario algo que buscaba con mucha prisa.

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domingo, septiembre 20, 2020

El Espejo De Mí Vida - Capítulo 48

 

El paisaje cambió repentinamente, nunca había visto que los Sistemas de Agartha tuviesen un final en una especie de desierto, sin agua solo tierra y mucho Sol.

-          ¿Qué es ese lugar?- le pregunté a Uriel.

-          El Desierto de Rah, antiguo Dios del Sol en Egipto. – dijo Uriel.

Pronunciar las palabras del dios del Sol, me provocó perder el equilibro Uriel me agarró con fuerza, no le escuchaba bien como algo distorsionado…


Me encontraba en Egipto, yo era un niño de ocho años, estaba en el campo arando la tierra junto a mis padres y dos hermanos mayores y una hermana menor. Hacía mucho calor aquel día y me puse algo en la cabeza para no caer del mareo. Mi hermano mayor, me miró tiró la herramienta de arado que se usaba en ese tiempo y miró hacia el Sol.

-          Oh gran Rah, ¿Por qué no envías al dios de la lluvia para que tape tú gran saber?- dijo como si intentase burlarse del dios de la vida.

-          Poco harás si te ríes de los dioses, hermano.- decía el otro hermano que nació después de él.- Rah es astuto y nos venera con su vida para que este campo crezca y nos de alimento para la próxima temporada.- comentó.

-          Los dioses son caprichosos, eso decía el abuelo. Que Toth se apiadó de su alma.- comentó el hermano mayor.

-          Nuestro trabajo es el campo, no saber los deseos de los grandes dioses, así que ponte a trabajar, hermano.- dijo el segundo hermano.

-          Si es lo que quieres, como si fueses el dios del trabajo, hermano. A tus pies.- dijo con una reverencia graciosa que los tres nos pusimos a reír.

Cuando regresé al presente, me dolía algo la cabeza durante bastante rato, Uriel me agarró con fuerza que me subió encima de la barandilla delante del ventanal para que pudiera él sujetarme mejor.

-          ¿Estás bien, mi amor? – dijo Uriel preocupado.

-          Si, acabo de recordar algo… pensaba que ya no recordaría nada más… perdona…- dije no quería hablar y Uriel solo me abrazó y disfrutamos del paisaje, no quedaba mucho viaje.

Lo cierto es que cada vez recordaba menos, hacía meses que no me pasaba pero me sentí mal porque esos hermanos, resulta que están muertos y eso me quebraba el alma. Cada recuerdo de una vida anterior, por muy lindo que fuese, me dolía en el alma, pues ya no estaban con vida, habían muerto y yo solo me acordaba de recuerdos, sueños que por alguna razón tenía que recordar y hacerme daño a mí misma. Por eso, deseaba no recordar más.

-          Dary, ¿alguna vez has encarnado?- le pregunté curiosa.

-          No, mi única encarnación fue la que me dio la vida en este mismo planeta, pero dentro de mucho tiempo. – dijo pero no lo entendí.

-          No te entiendo, ¿Cuánto tiempo?- le pregunté.

-          Vengo del futuro, naceré dentro de 500 años aproximadamente. – dijo Uriel.

Me quedé observándole sin palabras, no entendía muy bien pero ¿del futuro? Era la primera vez que me pasaba algo así, y no sabía cómo reaccionar ¿es posible conocer gente que venga del futuro?

-          ¿En el 2.500? ¡Cómo es posible!- dije.

-          Algún día comprenderás cómo funciona el tiempo realmente y entenderás mis palabras, pero de momento solo te puedo decir que nací por esos años y estoy aquí contigo, porque retrocedí en el tiempo para seguir mi propósito. – dijo Uriel, no quiso darme ninguna clase de física teórica, pues seguramente era algo chiquita para entenderlo todavía.

-          ¿Cuál es tú propósito?- le pregunté.

-          Cuidar de la humanidad – dijo Uriel con una sonrisa de complicidad.

Enseguida el desierto se convirtió de nuevo en el hermoso bosque llamado Sistemas de Agartha, eso quería decir que andábamos cerca, según la cara de Uriel, no faltaba mucho, a lo lejos se veía una ciudad de luz bastante grande que se iluminaba por su gran catedral que era más alta de lo que podría ver jamás en ninguna ciudad, curiosamente me llamó mucho la atención. La nave aterrizó y los de la sala nos movimos hacia las salidas, hasta que llegamos a la recepción de visitantes.

Había muchos Seres de Luz que caminaban por la gran sala, nosotros nos fuimos directamente a la salida, hasta que el Sol en su atardecer eterno nos iluminó la cara y seguimos caminando por las calles de esa ciudad de luz. Me quedé muy atenta a cómo eran las casitas, blancas con grandes patios delanteros, con palmeras y cacatúas en las ramas, parecía estar en la selva de alguna película. A medida que nos íbamos acercando hacia el centro de la ciudad las calles eran más anchas y con más Seres de Luz circulando, de tal forma que tenía que ir de la mano de Uriel para no perderme.

Nos quedamos delante de una de las zonas naturales de la ciudad, una cascada en medio de la ciudad de luz, Uriel se agachó y señalizó con su mano derecha.

-          Esta es la cascada de las Palomas Blancas, la historia dice que cuando el espíritu Santo vino a Agartha, bebió de un charco para nutrirse y en el momento en que tocó el charco, se formó esta maravillosa cascada. – informaba Uriel, era tan hermosa que se podía reflejar los colores del arcoíris.

La Santísima Trinidad habíamos hablado a veces en IÓN, pero no de forma religiosa como se hablaba en el colegio, sino como base principal de la creación universal, lo que les llaman Sonido, luz y Forma. Tantos años junto a los Seres de Luz, se te pega el arte de la poesía y la épica que todo lo convierten en un cuento que enamora nada más escucharlo, a pesar de que a veces el cuento en este caso, tenga algo inventado y solo narra el momento en que el aire divino del cosmos, vino a “bendecir” las ciudades de Agartha. Esta tradición la escuché en clase de Historia del Universo, se suponía que fue cuando quienes colaboraron en la creación de este planeta “bendecían la vida” al saber que estaba vivo y que podía albergar vida. En clase no decían nada de esa celebración, pero a mí siempre me dio la sensación de que estuvieron festejando por varios días, tanto en el espacio exterior como por aquí, siendo los primeros en dar por comenzado la vida en este planeta. De igual forma que un padre espera a que nazca su hijo para sentirse padre, algo así se sintieron aquellos que dieron su vida y sus esfuerzos para que naciera este maravilloso hogar.

-          ¿Por qué todo es tan poético aquí?- pregunté.

-          Solo es para darle más emoción al acto de la creación por el cual todos nos encontramos hoy aquí, mi amor. La poesía es la esencia de aquello que cuesta tanto de explicar, como las emociones de uno mismo. Por eso existen las canciones, es mejor cantar que explicar que estoy triste por algo… ¿comprendes? – explicó Uriel.

-          Claro, y las canciones enganchan mejor que no las palabras simples.- comenté, él se río pero lo entendió.

-          El arte de la palabra escrita o recitada es un acto sagrado en el universo, aquí saber escribir es hacerse inteligente, en el universo es convertirse en el creador. Se valora mucho fuera de este mundo que sepas recitar y escribir cuentos, porque el universo necesita que le cuenten un cuento, pues la vibración es la que viajará hasta los confines de la creación, mi amor. – dijo Uriel.

Según Tzorelle todos los meses se cuenta un cuento al universo durante la noche de luna llena, para enviarla al cosmos y alguien que viva al otro lado del universo reciba nuestra historia.

-          ¿Quién va a ser el cuenta cuentos de la próxima luna llena?- pregunté.

-          Un Grigori, el hijo del Elohim Tranquilino – dijo.

-          ¿Qué es un Grigori?- pregunté.

-          Así se llaman los hijos de los Elohims. – contestó Uriel.


Seguimos caminando, pasamos por muchas calles, algunas estrechas otras más amplias, pero todas eran brillantes, las paredes de colores brillantes, con jardines y árboles muy hermosos, hasta que giramos a la derecha y llegamos a la catedral. ¡Qué grande! Cuatro torres en cada punta, y una central de más de cien metros, con ventanales y terrazas, parecían lugares de residencia, me quedé impresionada. La plaza estaba en lo alto de diez escalones rosados y de cristal, toda la plaza estaba rodeada de pequeños locales, de diferentes, como por ejemplo una especie de taberna a la punta llamada ancla azul.

-          ¡Bienvenida a casa, mi amor! – dijo feliz Uriel.

Me quedé observando hacia dónde miraba él, curiosamente en la torre central de la catedral.

-          ¿Allí?- susurré.

-          Vamos, nos están esperando…- dijo Uriel me condujo con la manito hasta el interior de la catedral.

Pasamos por una puerta lateral, a dentro en el vestíbulo había escaleras, un ascensor y a la derecha la puerta de entrada de la catedral, me quedé allí observando todo era de cristal azulado que hermoso.

-          ¿Por qué vivía en una catedral?- le pregunté.

-          Encontraron un piso adecuado al espacio que más necesitaban, tienen muchos hijos en común y querían un lugar dónde poder estar todos juntos. – contestó.

-          ¿Mis hijos están aquí?- dije

-          Algunos si, pero no los conocerás hoy. – dijo Uriel, las puertas del ascensor se abrieron y subimos, le dio al piso número 30.- pero si te sirve de consuelo, ellos están felices de saber que vienes a casa, aunque les gustaría estar. – dijo y nos pusimos a reír los dos.

Nadie más subió con nosotros, las puertas se cerraron y bastante rápido llegamos al piso número 30. En el pasillo había cinco puertas de cristal traslucido del mismo color que la catedral, todo se iluminaba por el cristal de las paredes, era tan grueso que no se veía nada a fuera. Nos fuimos a la izquierda y finalmente llamamos a la puerta, tres veces.

Reconocí el Arcángel que abrió la puerta como si el corazón me diera un vuelco y volviese a despertar de un sueño muy largo.

-          ¡Oh, bienvenidos a casa! – dijo el Arcángel San Gabriel con una sonrisa de oreja a oreja, su cabello enrulado rubio o castaño clarito, sus manos albinas y finas pero gigantes, su túnica blanca hasta las rodillas, y sus alas divinas hermosas y gigantes, sus ojos verdes hermosos, abrió la puerta y nos dejó pasar.

-          Disculpa hermano, el transporte ha tardado en llegar. ¿Ya está aquí, él? – preguntó Uriel a su hermano, hablaban entre los dos, yo sabía quién había allí, era una sorpresa de que estuviera en mi casa, de repente me puse nerviosa, pero al final del pasillo que era bastante largo y estaba lleno de puertas, llegué al salón comedor y la cocina en un mismo espacio delante de la terraza con vistas a la ciudad de luz. Sentado en el sofá allí lo encontré.

Me detuve, en silencio me quedé de pie, observándolo en silencio. Él no se había percatado de mi presencia, se encontraba de espaldas, mirando hacia la terraza que la puerta estaba abierta y entraba un airecito hermoso, que me daba el aliento suficiente para llenar mis pulmones e intentar decirle algo.

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