domingo, febrero 23, 2020

El Espejo De Mí Vida - Capítulo 16


Sentía tanto miedo, que al agarrarme de nuevo en el bordillo, quería subirme para salir, Uriel me ayudó y quedé con la barriga pegada al bordillo y todo mi cuerpo fuera. Uriel con dos manos se alzó y quedó sentado con los pies en el agua.

-          ¿Estás bien mi amor? ¿Qué ha pasado?...- dijo Uriel comprobando que respiraba bien.

-          He visto… he visto… un pez…- dije asustada.

-          ¿Un qué?- repitió como intentando comprender qué le había dicho, me senté en el bordillo y señalicé, él miró, se volvió a tirar, se hundió y al cabo de poco volvió a la superficie. - ¿Esto?- cuando vio que gritaba de miedo, decidió dejarlo lejos de nosotros, él volvió al bordillo, me agarré a su cuello y me lancé de nuevo al agua, Uriel me atrapó entre sus brazos.- Ei, un minuto, mi amor… lo que has visto han sido unas gafas de piscina, suelen hundirse – dijo para tranquilizarme, me dejó de nuevo con el culo sentada en el bordillo, agarró las gafas y me las mostró.

Efectivamente eran unas gafas, me quedé mirándolas como si estuvieran endemoniadas, Uriel al verme así, decidió tirarlas más lejos, se volvió a sentar en el bordillo y me abrazó para que me calmara. 

Observé a las monitoras y el resto de compañeros, no se habían percatado del accidente, estaban un poco lejos, nosotros estábamos en la mitad de la piscina, en teoría cubría metro y medio. Esa fue la primera vez que el Arcángel Uriel tuvo que salvarme la vida, se lo agradecí tanto que al llegar a casa, le pinté un dibujo que se guardó en su bolso con mucho amor.

Nos encontrábamos en la salita de casa, mientras que dibujaba encima de la mesita pequeña, mi madre estaba en la cocina dando vueltas, mientras que observaba dibujos animados, y yo de fondo tenía Pinky y Cerebro, me encantaban, de hecho esperaba a que fuesen las 2pm para poder almorzar, tenía mucha hambre aquel día. Los días de piscina eran los más hambrientos, cuando Uriel se agachó, se sentó a mi lado en el suelo a mi izquierda, mientras observaba el dibujo que estaba haciendo (no recuerdo que era).

-          Ahora que veo que estás mejor, ¿Por qué no me cuentas qué es lo que ha pasado en la piscina antes? – sus palabras mostraban curiosidad y preocupación al mismo tiempo.

-          No me gustan los peces.- dije enojada.

Uriel alzó las cejas en señal de inocencia y sorpresa, con su gran mano derecha acarició mi espalda, intentando calmarme.

-          ¿Es eso de verdad, mi amor?- noté que no se lo había creído y era cierto, una excusa a la verdad.

Me daba miedo decirle lo que sentía realmente, así que agarré otra hoja, le di un color, Uriel lo agarró y le hice una señal para que dibujara, él acató y empezó a pintar sobre la hoja blanca.


Yo con la yema de los dedos, reseguí mi dibujo cuando la mano de Uriel andaba sola, de hecho le estaba mostrando mediante una conexión de dibujo automático, lo que él deseaba saber. Por eso Uriel cerró los ojos y entró en meditación, dejándose fluir por la historia que le estaba contando, yo cerré los ojos y seguí resiguiendo el dibujo línea a línea, entrando así en meditación, en un recuerdo de una vida anterior que aún conservaba…

Me hundí en el Océano Atlántico, cuando mi cuerpo sin vida flotaba en una de las habitaciones, podía ver a mi amado marido que también había muerto allí conmigo. A pesar de no tener el control del cuerpo, y de estar muerta, incluso mi bebé de meses que crecía en mí interior. Sabía que yo estaba muerta, porque sentía igual que estando viva, solo que no podía mover nada de mí cuerpo. Me hundí más y más cuando el barco se partió y gran parte dejó flotar por allí a mi querido marido, dónde sus ojos verdes quedaron petrificados en un cristal que decían AMOR por los siete costados. Seguí hundiéndome, no sabía cuanto tiempo había pasado, pero empecé a sentir dolores en los pies, no podía girarme a ver, hasta que vi como un banco de peces, me iban comiendo, bocado a bocado, notaba como un pellizco se desenganchaba de mí. Dolía y mucho. Quería gritar y escapar, pero no podía. 

En el momento que abrí de nuevo los ojos, había mojado el papel sin querer con varias lágrimas que se escaparon de mis mejillas. Uriel, abrió los ojos, dejó el color, que salió rodando de la mesita y cayó al suelo, para terminar abrazados, él también estaba llorando.

-          Siento mucho que tuvieses que pasar por eso, mi amor. – dijo Uriel, su voz estaba cortada por las lágrimas que le saltaban de los ojos. – Si quieres superarlo, voy ayudarte en lo que haga falta, ¿entiendes? Este trauma, deberás superarlo, pero yo te ayudaré, siempre. – dijo.

No le dije nada, solo lo abracé más fuerte, no me salían las palabras para agradecerle sus intenciones. Morir ahogada en el Titanic y después seguir enganchada en el cuerpo inerte hasta verte terminar engullida por un banco de peces, era un trauma difícil de superar, pero no me daría por vencida. Quería aprender a nadar, una cosa que dejé varias vidas pospuesta y en esta tenía que saldarlo como fuese.

-          No sé porque no me separé del cuerpo nada más morir, ¿tú lo sabes?- le pregunté.

-          A veces cuando se pierde la conexión con el cuerpo y estamos muertos, nos olvidamos que tenemos que despegar el alma de nuestro cuerpo, para abandonarlo. Eso puede tardar hasta tres días, sino hay seres de luz que se encargan de ayudar en esos casos. En tú caso, era más difícil, en el océano debería haberte acompañado un delfín, pero resulta que llegó demasiado tarde…- sus palabras volvieron a ser medio cortadas.

-          Gracias por ayudarme, Dary. ¡Eres un buen arcángel! – dije.

Las clases de la tarde, siempre se hacían pesadas, pero la María Ángeles siempre se le acudían juegos muy interesantes para que todo fuese más rápido, y las dos horas volaron de una forma en que ni sabía cómo había ocurrido. Mientras que terminaba de recoger mis cosas, quitarme la bata, dejarla en mí perchero y esperar a que mamá me viniera a buscar, vi como los demás padres de mis compañeros venían a recogerlos. Ese día nos podíamos llevar a casa, un estuche de arcilla que hicimos para el escritorio de casa, para poner los lápices, era hermoso. En mí caso, simulaban las escamas de un dragón rojo y azul, un protector que necesitaba para mis lápices. Estaba deseando de enseñarlo en casa y me dijeran ¿qué les parecía?

Me senté en una silla cerca de la puerta, mientras que esperaba con ansias la llegada de mamá. No solía ser muy puntual, pero solía llegar como muy tarde diez minutos de las 5pm. Poco a poco veía como la clase se iba vaciando, al ver padres y abuelas que los venían a recoger, el tiempo seguía pasando y cuando pasaron veinte minutos, mamá seguía sin venir.

-          Mamá no viene…- le dije a la tutora.

-          Ya verás como si, Laia. Quizás haya tenido que hacer algo y va retrasada. Pero vendrá. – dijo para animarme, aunque a mí ya no me quedaban muchas esperanzas.

Miré a Uriel, que se quedó a mi lado en todo momento, pero miraba el final del largo pasillo, pero estaba como yo, arrugando la frente y preguntándose ¿dónde se había metido esta mujer ahora? 

-          Ven conmigo, Laia. Tengo que cerrar el aula y te dejaré con la María Teresa, que tiene a los alumnos que se quedan una hora más de extraescolar, así mientras que esperamos, juegas un ratito ¿Vale? – dijo y la seguí.

Salimos al pasillo, ella cerró las luces y luego la puerta con llave, esa puerta tenía un gran cristal dónde se podía ver el interior del aula. Después, con el estuche en las manos para no dañarlo, fuimos pasillo para abajo, para llamar a la puerta de mi ex clase de P3, que no había cambiado mucho. María Teresa salió del aula y ambas profesoras se pusieron a hablar, cuando la cara de María Teresa se había cambiado de contenta a preocupada, empecé a pensar que mamá, la estaba liando y mucho aquella tarde… me agarré fuertemente a la mano de Uriel, él se agachó, me dio un beso en la sien y se quedó allí a mi derecha.

En esa aula se habían mezclado alumnos de P3 y P4 pero de mi curso no había nadie, todos jugaban a lo que fuese, yo me quedé en un rincón, sentada con los brazos encima de la mesa cruzados, y con el ceño fruncido. Una niña de P4 se acercó mientras llevaba una muñequita rubia en sus manos, se sentó en la silla de al lado a mi izquierda y empezó a hablar.

-          ¿Por qué estás enfadada? – decía la niña que llevaba una melena rizada morena hasta los hombros.

-          Nada. – dije intentando ser amable, pero no me salía y tampoco me apetecía hablar con nadie.

-          ¿Cómo te llamas? – volvió a preguntar, se le veía preocupada por mi, aunque acariciaba el pelo de su muñequita, y antes de decir nada ella prosiguió – Esta es Carla, y yo me llamo Berta – era muy amable por su parte.

-          Laia. ¿A ti también no se acordaron de ti para venir a recogerte? – le dije, arrepentida de mis formas, intenté ser más amable.

-          No, mamá trabaja y siempre me quedo más tiempo en el cole. Me gusta, porque jugamos, y Carla necesita que le cuiden. ¿Quieres darle de comer? – sugirió, pero me negué, ella al fin se fue.

A pesar de que el tiempo seguía su curso y las preguntas seguían comiéndome la mente, mis ojos captaron la atención de Berta, se fue al final de la clase, agarró un par de tazas y unos platos y regresó. Puso una taza para cada una (incluida para Carla) y se quedó allí junto a mí, sentada, simulando que había servido té y éramos amigas de toda la vida.

-          No suelo jugar a esto, ¿qué tengo que hacer?- le pregunté inocentemente, era cierto, era mí primera vez.

-          Tomar té con nosotras. Hoy Carla, tiene que contarnos sobre su amigo David, resulta que se han hecho muy amigos y quiere contarnos más… - dijo mientras que agarraba la taza con el meñique extendido, yo copié sus movimientos y vi como ella charlaba con la muñeca (y la muñeca le contestaba algo que yo no oía).

-          ¿Qué dice Carla?- dije intrigada para que no me viera que estaba fuera de mí misma. Me lo estaba pasando bien.

-          Carla y David, se besaron. Ella ríe. – dijo y nos pusimos a reír.

Fueron las 6pm y Berta tuvo que marcharse cuando su mamá le vino a buscar, y eso quería decir que los demás compañeros de clase, les pasaba lo mismo y a mi… mamá se había olvidado de mí, era obvio que así era. 

PD. ¡Hoy el Spceguionista celebra sus 7 años de actividad en la pg web!

Recomendación: Hillsong en español - Gracias Cristo.

HR.

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domingo, febrero 16, 2020

El Espejo De Mí Vida - Capítulo 15


Estiré del anunciador de Uriel que tenía como siempre colgando de su hombro izquierdo sutilmente, él me observó, se agachó para que le hablase en la oreja.

-          Allí está Kiahara, la que me regaló el busto…- le dije con una sonrisa de oreja a oreja y las pupilas dilatadas de emoción.

-          Pues ella va a ser quién te espere en la parada en París – dijo con una sonrisa cerrando los ojos como si fuera un personaje de algún dibujo japonés.

No pudimos hablar, porque enseguida nos tocó. Kiahara se alegró al igual que yo de vernos de nuevo, mientras que Uriel le daba indicaciones de los documentos que teníamos que presentar, le estuve diciendo dónde al final habíamos decidido colocar el busto, en la estantería de encima del escritorio, para dar la bienvenida a mi pasado cada vez que llegase a mi habitación. Ella se alegró, le gustó el lugar a pesar de que se lo tuvo que imaginar en su cabecita. 

-          Amada Laia, ¿puedes darme la mano derecha, por favor?- preguntó y le di sin contestar. – A ver, la intención es escanearte la muñeca, para saber más sobre tus informes… - me pasó la muñeca por una especie de cuadrado de madera y se puso verde, me impresionó mucho – Bien, a ver qué más hay por aquí… ¡Sí, ya lo veo!... ¡vas a empezar el próximo 24 de Marzo! – un día después de mí cumpleaños. 

-          ¡Genial! – dijo Dary.

-          Pues así, le pasaremos por los anillos su horario días antes de su inicio. El 24 de Marzo a las 2am tendrá su transporte listo, en Metro con parada en París, para llegar a las 3am al recinto. Si,… todo está bien. ¡Te esperamos pronto, Laia!- eso fue lo último que dijo, antes de que diera paso al siguiente de la cola y pudiéramos irnos al fin a casa.

Volvimos a casa, casi sin decirnos nada, el trayecto fue el mismo, durante el tiempo dentro del Metro, me quedé observando el paisaje pero sin prestar mucha atención, al otro lado no se veía nada más que lagos y cascadas muy hermosas, pero mi cabeza estaba en la conversación con el Maestro. Mi cabeza repetía <Aquel que te va a acompañar en tú misión y propósito de vida…> no recordaba que elegiría un compañero, pero tampoco recordaba quién podría ser, y de repente sin venir a cuento, me vino la imagen de la chica que amaba en Egipto.

Sacudí la cabeza, cuando ya casi estábamos a punto de llegar a Tolusse e intenté observar los demás pasajeros, pero curiosamente nos habíamos quedado solos.

-          ¿Y los demás?- susurré, Uriel me escuchó sin querer.

-          Han bajado antes – contestó.

Uriel se encontraba leyendo uno de sus pergaminos que mantiene resguardado en su bolsa de mano que lleva siempre colgada de la cintura. Coloqué la cabeza en su hombro e intenté leer lo que ponía, había aprendido a leer gracias a él, en clase todavía no nos habían enseñado, de algún modo iba un poco por delante en ese sentido. 

-          Dary, ¿tú sabías que tengo un compañero de misión? – le pregunté sin venir a cuento de nada, pero me estaba torturando la mente.

-          Ya veo que Saint Germain te lo ha dicho… - comentó con cara de insatisfacción.

-          ¿Lo sabías?- pregunté frunciendo las cejas.

-          .- contestó.

-          ¿Por qué no me habías dicho? – pregunté.

-          Porque me hiciste prometer no decírtelo hasta que un Maestro fuese capaz de hacerlo. Me hiciste prometerlo con mi vida, y cumplí. – dijo.

-          ¿Yo?- me sorprendió tanto que por mucho que intentase recordarlo, no lo recordaba.

Uriel dejó de leer, cuando paramos en la última antes de llegar a Manlleu, recogió el pergamino doblándolo de nuevo y lo guardó en su bolso. 

-          Al parecer, guardas más secretos que el secreto mejor guardado del universo. Eso te viene por tú parte de Guardiana. – dijo con una ligera sonrisa que acepté.

-          Algún motivo tendría. El problema es que no recuerdo porqué. – comenté, volví a mirar por la ventana, observé el andén vacío, nadie de nuestro vagón bajó ni si quiera subió nadie.

-          Tú compañero tampoco lo recuerda… - comentó.

-          ¿Lo conoces?- dije sin pensar.

-          No. Pero entre ángeles estamos atentos de cualquier novedad para ayudaros. – mostró una sonrisa de paz que acepté igualmente.

Bajamos en la parada que nos tocaba, y mientras que el Metro esperaba a que bajasen todos los pasajeros, me agarré a la mano de Uriel y miré para adelante, seis personas habían bajado de los otros vagones, miré por última vez el metro y por una de las ventana, me quedé asombrada. 


Volví a ver esos ojos verdes perfectos, junto a una sonrisa que me estaban mirando a través del cristal, era él, el chico de antes, seguía dentro del metro. Con la mano, me dijo adiós y yo le devolví el gesto con la mano libre, Uriel ni se percató de lo que estaba sucediendo. Habíamos ido en el mismo metro pero diferente vagón. Sin querer me tropecé con mis propias piernas, que no sabía ni cómo había pasado, para terminar de rodillas en el suelo, Uriel me asistió, pero yo al mirar de nuevo por el cristal, veía como las puertas del metro se cerraban y acto seguido su mirada desaparecía del andén. Uriel, preocupado que no me hubiese ocurrido nada, me agarró en brazos y siguió caminando cuando vio que estaba bien, me quedé mirando hacia atrás de Uriel como finalmente el metro realmente había desaparecido del andén.

A las 4am, llegamos a casa, nadie se había percatado de nuestra huida, volví a unirme en mi cuerpo mientras que Uriel me acunaba, para que entrase en el profundo sueño que me provocó todo en general.

A las 8am, mamá me vino a despertar para ir al colegio, me sentía cansada, pero tenía que ir igual. Tenía que acostumbrarme a vivir en una doble vida, de día como una niña de casi cinco años que iba al colegio, y de noche, alumna de IÓN. No fue fácil, porque empecé a notar falta de sueño, en clase ya no prestaba tanta atención y la profesora empezó a llamar a mamá, porque muchas veces, me había visto dormir en algún rincón de la clase, mientras que ella explicaba cómo se escribían las letras del abecedario. Mamá, sin saber por qué ocurría, decidió adelantar la hora de la cama. 

Fue entonces, cuando mis amigos empezaron a dejarme algo de lado, porque casi siempre quería estar tranquila e intentar no gastar mucha energía en según qué jueguitos, a pesar de que me costaba mucho jugar a sus jueguitos. Pero los motivos no fueron porque tuviese sueño, sino porque en ese tiempo, empezaron a emitir por la televisión una serie de dibujos japoneses llamado Bola de Dragón Z, que fue muy popular en clase, todo el mundo los veía… yo no, porque no me gustaban. 

No me gustaban, porque no entendía el argumento, un niño de nuestra edad japonés, se tenía que pelear con todo tipo de personas, hermanos, primos e incluso seres de otros planetas, pelearse físicamente, para ganar campeonatos y ser el más fuerte. ¿Qué clase de educación es esa para un niño? Me quedaba pensando “¿Por qué quieren mostrarse tan violentos con todo el mundo?”. Uriel intentó contestarme pero no se lo permití, porque mientras que mis compañeros veían esa violencia, yo, veía Rugrats: Aventuras en Pañales. Eso sí que era un buen mensaje, un grupo de bebés, que jugaban juntitos a jueguitos que eran todos productos imaginarios, se inventaban todo tipo de jueguitos de aventuras, dándote así a entender que el poder de la creación está en la herramienta más fuerte y poderosa el pensamiento.

Un par de días después, en el colegio empezamos a ir un par de horas a la semana a la piscina para aprender a nadar, eso lo haríamos durante los próximos tres años, curiosamente era uno de mis días favoritos. Mi mamá, días antes, tuvimos que irnos de compras para comprarme todo lo necesario, ya que el bañador que usaba en el verano, no servía para la piscina cubierta. Me compró una bolsa, el bañador, el gorrito, un albornoz y una esponja. No hacía falta llevarse la burbujita (para aquellos que no sabían nadar mucho, como era mí caso) porque ya lo tenían allí. 

Esa misma noche, me enojé en casa porque me habían adelantado la hora de ir a dormir y no sentía que tenía que ir, pero hice mal. Papá había regresado del trabajo casi a las 9:30pm tras laburar más de 12h seguidas, casi sin descanso, estaba muy agotado y yo dándole la lata. Quería que me volviesen a mandar a la cama a la hora antigua, y mamá no conseguía su objetivo, papá (que no asimila bien el estrés y la paga con el primero de turno) se levantó del sofá y vino hacia a mí, para amenazarme diciéndome “¡Vete a la cama ahora mismo o tiro todas las cosas que te hemos comprado para que vayas a la piscina!”. A pesar de eso, me resistí y papá, agarró las cosas y desapareció en la calle, para volver al minuto sin la bolsa… lo había tirado al contener de basura. Lloré tan fuerte, que cuando papá intentaba calmarme a base de más gritos, le di una punzada de pie en el estómago que se quedó sin respiración y le rogaba que volviera a por mis cosas… lo curioso fue que regresó, suerte que aún no había pasado el camión de la basura, de hecho no olía mal, lo dejó al lado del contenedor. 

-          ¡No quiero que vuelvas a hacer una cosa como esta, papá! ¡Mis cosas son mis cosas y no se tocan! ¿ok?- le grité.

Pero papá no contestó, lo entendí como que me había comprendido, porque su cara de sorpresa se le quedó marcada en la cara por el resto del día. Mamá, quizás asustada, decidió quitarme la nueva norma y me pude quedar una hora más. 

Lo sé, se asustaron, pero no tenían derecho a tratarme así papá, cuando vi cómo reaccioné, durante aquella noche en mi cama junto a Uriel, estuvimos hablando de ello, a él no le parecía bien, a mí tampoco, pero por primera vez en esta encarnación me di cuenta de que fui Guardiana de luz, porque ese movimiento solo lo enseñaban a los Guardianes de luz. 

-          Tienes que prometerme, que no usarás la fuerza para someter a nadie. Tú mayor fuerza está aquí, mi amor – puso un dedo en mi corazón, Uriel. – y no aquí- mostró los muslos de los brazos.

-          De acuerdo. – dije y me quedé frita.


Los cursos en la piscina me ayudaron a agarrar la técnica para poder animarme a nadar sin ayudita. Nos pasábamos 50 minutos haciendo ejercicios y luego nos dejaban 10 minutos a nuestro aire. Me había tocado ir, con un grupo más reducido porque aún no sabíamos nadar muy bien (fue la única vez que no me importó ir con los de refuerzo). Durante esos diez últimos minutos, Uriel se encontraba fuera del agua, en este caso se quería secar las plumas antes de irnos a bañarnos y salir hacia el colegio con el autobús escolar que habían alquilado para estos casos, porque se encontraba bastante lejos. 

-          Dary, me quiero sacar esto…- le dije señalándole la burbujita, me sentía en ganas de quitármela.

-          ¿Estás segura, mi amor? Todavía no nadas lo suficiente… - dijo, pero antes de que hiciera nada más, ya me lo había quitado y le entregué la burbujita.

Me solté del bordillo en cuanto me vi capaz, no tocaba de pies en el piso, pero sabía que si algo me ocurría, Uriel saltaría en mi ayuda. 

-          Bueno, está bien, si nadas alrededor del bordillo y te vas agarrando de vez en cuando, todo bien. Yo te sigo, mi amor. – sus palabras no estaban muy alegres, noté su preocupación.

En vez de eso, me giré y quise llegar hasta unas boyas que separaban la pileta en carriles. Todo iba bien, no me hundía y los compañeros estaban bastante lejos de mí, para que no me molestasen. Llegué sin problemas dónde quería, cuando me giré para ver a Dary, él ya tenía un pie metido de nuevo en el agua.

-          ¡No, no te metas! Yo puedo… ¡mira!- dije soltándome de vuelta y nadando hacia él.

A la mitad, algo me salpicó, me detuve sin dejar de patalear para no hundirme, cuando pude ver qué era eso que se estaba hundiendo bajo mis pies. Noté un escalofrío por todo mi cuerpo y el corazón empezó a latir con mucha fuerza. Era una cosa azul que se movía igual que un pez… dejé de patalear y me hundí tras gritar de pavor. Me hundí.

No podía respirar porque no tenía aire en los pulmones, y se me había metido la cabeza al completo bajo el agua, miré hacia arriba, la superficie estaba demasiado lejos, ni pataleando podía, vi hacia debajo de mis pies, esa cosa que parecía un pez se hacía más y más grande. Escuché un ruido, de que alguien se tiraba y venía al rescate, miré hacia arriba, era Uriel, le ofrecí mis brazos, él me agarró y me volvió a la superficie cerca del bordillo.

Recomendación: 8 - Billie Eillish.

HR.

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viernes, febrero 14, 2020

El Coqueteo En La Constelación De Orión


Durante más de 2.000 años, hemos creído que el hecho de casarse simboliza la unión entre dos personas con la finalidad de formar una familia. En la antigüedad el pensamiento de casarse se tergiversó de su esencia natural universal, para reivindicar situaciones sociales y en la mayoría de casos, para mostrar las propiedades de tierras, por ejemplo cuando la monarquía unía a sus hijas con primos de otros reinos, que de alguna forma seguían manteniendo la unidad genética familiar y los niños cada vez nacían con más problemas de cualquier tipo, que de algún modo, podían crear grandes crisis entre territorios. 

Con el tiempo, usando la terminología “modernidad” nos seguimos casando, pensando que el amor es lo que importa o quizás algunos piensen que el matrimonio solo es para firmar un papel, para darte seguridad de que si le pasa algo a tú bebé, por lo menos tendrá un hogar dónde vivir. De nuevo, no entendemos qué significa casarse, el matrimonio no es un negocio, ni mucho menos, algo que de seguridad. Casarse es comprometerse que a partir de este instante, tú vida ya no es del todo tuya, sigues manteniendo la independencia, pero tus emociones y tus pasos en la vida, a partir del momento en que dices “sí quiero” en el altar, lo que realmente estás diciendo, es que aceptas a la persona que tienes delante, de la forma como es, tal y como es, sin tener la necesidad de cambiar nada, solo aceptarla como es, porque es tú compañero de viaje, alguien que admira tus virtudes y defectos, en que cuando estés mal, va estar allí, y cuando las cosas vayan bien, también estará allí. 

La vida es una montaña rusa de emociones, no esperen que el otro sea PERFECTO, porque al igual que ustedes, también tiene sus defectos y virtudes, pero al estar con el otro y aceptarlo como es, tan solo haciendo esto, ya no están siendo queridos y querer, pues al ver que todas las emociones que sienten por el otro reflejan tú SER, quién de alguna forma muestra tus partes más difíciles que te cuesta asimilar, dejas de querer para darte cuenta de que esa admiración por el otro, es en realidad AMAR, aquel que está dispuesto a respetarte por encima de todas las cosas y que a pesar de todas las circunstancias que ocurran, nunca tendrá la intención de traicionarte, pues sus sentimientos de AMAR, solo verá a los demás como amigos sin derechos a nada, porque solo querrás compartir tú vida, con aquel que aunque tenga que viajar por tanto tiempo, siempre acaba volviendo a casa, y aceptarlo tal y como es, sin cortarle las alas por tus necesidades emocionales, sabrás que realmente SE AMAN POR ENCIMA DE TODAS LAS COSAS, y ese amor, por muchas cosas que sucedan, habrá superado lo que muchos no pueden llegar a superar la MUERTE, porque tal relación perdurará en la siguiente vida.

Si no crees en el amor o en el matrimonio, a mí me suena a resultado, igual que fumar o beber alcohol. Seguramente, que mucho de ustedes, habrán tenido que pasar por situaciones muy complejas, quizás traiciones muy fuertes, o puede que amores no correspondidos. A mí me pasó igual, estuve durante gran parte de mi vida, sin poder comprender, porque siempre encontraba al hombre que menos me correspondía, y en la gran mayoría me creí que no era lo suficiente para la humanidad, y pensé en que quizás debía aceptar hombres que realmente no me respetarían, porque yo sentía que era una cualquiera, una extraña con un cuerpo extraño en una vida extraña, viendo como las personas se mienten para aparentar que todo está bien, ofreciendo al mundo, a la divinidad de existir, sus sonrisas de amargura, solo para no admitir que se jodieron solas y por orgullo nadie quiere reconocer, que quizás al caminar mal, signifique en realidad, que no estamos aprendiendo a valorar algo que a todos nosotros nos duele tanto, que despreciamos al mundo, pero en el fondo, seguimos perjudicándonos a nosotros mismos. 


A partir del 2004 fue cuando entré en el mundo de encontrar a mi “media naranja”, tan solo tenía 11 años, cuando un día regresando del colegio a casa para ir a almorzar, un chico que ya estaba por sacarse la secundaria, sin razón le empecé a gustar. Yo no me había fijado en él, para mí, acababa de existir a finales de Mayo, ya casi terminando el curso. Solía regresar a casa solita, sin amistades, porque realmente mis amigos (por lo menos dos que tuve) vivían por el otro lado de la ciudad y ese trayecto lo tenía que hacer solita. También decir, que mis padres ya me dejaban regresar a casa solita, y también ir al colegio sin sus compañías, sino era estrictamente necesario. Un mundo, se me estaba abriendo a mis ojos, y en ella mi primera independencia, poder ir a lugares de Manlleu, con la compañía de mis guías y en ocasiones de mi perro Bilbo (Senhior). 

Pero un chico se fijó en mí y no era con lo que estaba acostumbrada en clase, para reírse de mí o hacer cosas con sus amigos, despreciándome. Ese chico (que durante mucho tiempo desconocía su nombre), empezó a cambiar su ruta de ir a casa, él ya se encontraba en otro colegio, pero ambos salíamos a la misma hora, en ocasiones se le veía con dos amigos, por los cuales conocía a uno de ellos, porque era hermano de uno de mis compañeros de clase. Aquel chico, quería acercarse a mí, y yo, intentando hacer las cosas como siempre, intentando ignorarlo, porque tenía miedo de que me hiciera daño, aunque no lo conocía, sentía en mi corazón algo nuevo, empecé a sudar, el latido se aceleró y mis palabras no me salían de la boca, las mejillas se sonrojaban… poco a poco me di cuenta de que también en cierto modo me gustaba o por lo menos, algo en mi provocó este cambio. 

Aquel chico vio que yo era diferente, y que conquistarme de la misma forma que hacían las demás chicas, no le funcionaba, por eso, se adaptó a lo que le ofrecía. Al igual ocurre entre animales, uno de los dos tenía que llamar la atención al otro, para pedir permiso al cortejo y luego si aceptaba, empezar la danza. Viviré en el siglo XXI, pero la forma que me gusta que me conquisten es orionino. Eso le complicaba bastante al chico, porque con flores y corazones no era suficiente, tampoco recitando poemas, recomendando películas, haciendo preguntas… las formas de conquista de Orión, son muy especiales, consisten en tres aspectos: Reflejo, Ritmo y Mirada

Si estás leyendo esto, significa que en algún momento fuiste habitante de Orión, por lo tanto, yo no soy la indicada para explicarte en qué consisten, pues tus respuestas se encuentran en tú corazón, medita para liberar dicha información.

Aquel chico, intentó conquistarme y yo a él durante todo el siguiente año, pero nunca se llegó a nada, ni a compartir conversaciones. En algunas civilizaciones de nuestro amado universo, cuando están en fase de coqueteo, no usan palabras para comunicarse, pues en la palabra es el verbo creador por ende, tiene más significado que un silencio. La especie humana, usa las palabras, para conocer al otro, pero solo provoca versiones de una historia que quizás no sea la que debe ser. Entonces, ¿Cómo podemos conocer al otro sin tener que usar las palabras? La telepatía emocional es un buen mecanismo, los animales no hablan y cuando se emparejan, la unión parece autentica, porque lo es. No estoy diciendo que hablar perjudica a la pareja, estoy diciendo que si no entendemos el significado de comunicar algo desde la esencia más pura del universo, de nuestro universo interior, ¿cómo podrás comprender que las palabras son una herramienta que según como las uses, te ayudarán o serán tú enemigo más íntimo? ¿Cuántas veces has tenido problemas con tus amistades, por una tontería que al fin y al cabo fue una palabra mal pronunciada y de la forma inconsciente? Las palabras en el cortejo, pueden cortar todo o darte una chance, pero usarlas sin tener consciencia de ellas, provocas confusión de forma inocente. Aprender a hablar telepáticamente con las emociones, es transmitirle al otro directamente cómo te sientes, mediante la emoción, observar al otro y enviar mediante tus Chakras a los suyos, para que reciba la energía de cómo te sientes. No te preocupes, el resto llega solo.


Hubieron otros chicos con el tiempo, que también intentaron o yo intenté conquistar, pero fue un desastre, incluso me metí en lo peor. Hasta que me di cuenta, que algunos hombres me estaban manipulando o me sentía manipulada por alguien a merced de sus caprichos (no piensen mal). Fue entonces cuando me olvidé de mis alas y que yo soy quién yo soy, durante demasiado tiempo empecé a pensar que no valía para el amor, y me daba miedo el hecho de terminar solita adoptando gatitos de la calle, a todos nos da miedo eso, de no tener a nadie, aunque soñaba con casarme y tener hijos. Por primera vez, tenía algo en común con este tiempo, me daba miedo la soledad y sobre todo ser rechazada. Por eso empecé a dejar de creer en mí misma, y empecé a inventarme una nueva yo, por lo cual no era tímida pero que quería en todo momento encajar en este mundo, a pesar de que la vida social me había rechazado y no querían saber de mí, lo intenté incluso en chicos que me gustaban, pero no estaba enamorada.

Me rompí las esperanzas, era lo único que recibía de ellos, esperanza que daba, esperanza que se rompía sino era ahora sería mañana o pasado o con el tiempo. Daba esperanza y eso no era lo que tenía que dar, porque en cierto modo le estaba diciendo al chico que esperaba cosas de él que no estaban en su corazón, cosas que sí que estaban en el mío, y que por mucho que esperase, no saldrían de su corazón. El universo junto a los guías, intentaron por todos los medios avisarme de lo que estaba haciendo, por eso, mis padres de repente me estaban dando esperanzas para ser algo que no soy, alguien que no está en mí corazón ser, pero en vez de ver eso, veía incomprensión y enojo. 

Hombre tras hombre, aunque las cosas duraban poco tiempo, seguía ocurriendo y el tiempo pasaba, hasta que llegó un momento en que me avergoncé de cumplir 20 años y seguir siendo virgen. Algo que en la sociedad ahora está mal visto (en los adolescentes sí, pero en los adultos es una bendición). Entonces, me perdí a mí misma al empezar sentirme desesperada y nada funcionaba. En ningún momento, me sentía aceptada por nadie, ¿se imaginan por qué? Me sentía que había caído en el planeta equivocado, porque recordaba que había vivido en muchos tiempos en este planeta, pero todos eran muy antiguos en el sentido de que la gran mayoría si era mujer, me casaban con el vecino con tal de que tuviera hijos, aunque el vecino fuera un mal tipo. No importaba, solo importaba tener hijos lo antes posible. Crear vida, sin respetar la vida. 

Y en esta… ¿Por qué no encontraba lo que realmente tenía que ser? Al no haber presión por parte de la familia, eso ayudó a que esta vez, tenía que elegir yo. Pues llegó un chico que aceptaba lo que era, en ese tiempo, es decir, que aceptaba la máscara que me había creado para poder encajar, o sea que no tenía ni idea de quién era, ni él y yo cada día me olvidaba más de mi ser y me creía lo que me había creado. Entonces, se convirtió en mi primer novio oficial, él único que he tenido hasta la actualidad. 

No me la creí durante días, incluso semanas. Pensaba que estaba soñando o que en cuanto todo bajara, esto no existiría más. Por eso no fue un hombre más, pero si que fue el último de una etapa que finalmente pude dejar atrás, la etapa de la mentira. Me mentía a mí misma cada mañana, pensar que era aquella máscara que me había creado para conseguir un hombre, pensando que al conseguirlo, ya no sentiría tristeza. Pero no entendía, porque a pesar de que tenía ese chico, seguía sintiéndome triste… ignoré lo máximo que pude y eso me llevó a lo inevitable, ese chico se dio cuenta de que no andaba bien y en vez de contarle lo que ocurría, porque tenía miedo de que me viera realmente como yo soy, le mentía diciéndole que no tenía nada, y al final, el chico se fue y no regresó nunca más.

Para mi esa relación fue un infierno, básicamente porque me intentaba creer mis propias mentiras, pensando que así debía ser, porque se lo había visto a los compañeros de clase y les funcionaba. Pero a mí solo me provocó una depresión tan fuerte, que estuve 10 meses en la soledad absoluta (excepto la familia, que por no apoyarme, me sentía algo acompañada). Caí en el vacío, cuando todas las mentiras se unieron como anclas unidas a mis pies, que no me permitían ver la luz de mis ojos hacia la fe de que yo misma podía salir de allí, si conseguía recordar cómo se desataban los nudos de las cuerdas de dichas anclas. Muchos pensaron que la depresión, fue porque ese hombre había hecho de mí, algo que no era, es mentira. Yo misma me corté las alas, con cada mentira que decía de mi misma y con cada vez que me creía una ellas. 


Me hundí, de la misma forma que le ocurrió al Titanic, un barco que decían que no se podía hundir, pasó lo mismo con mis mentiras. Dejé atrás por mucho dolor que sintiera a todo aquello que realmente para mi fuese una mentira, por eso dejé atrás amistades de cinco años, me hice responsable de los daños que causarían esas decisiones, pero eran necesarias. Por primera vez en mucho tiempo, al fin me hice responsable de mí misma, así fue como pasito a pasito, día a día, me sané a mí misma todos los dolores, todas las heridas abiertas durante eones, las tuve que cerrar y cicatrizarlas, con cada lágrima que dolía, la paz y la armonía regresaban a su lugar de trabajo. No fue nada fácil, en el silencio más oscuro, regresaba la noche más blanca limpiando la luz oscura de mi SER. Hasta que volví a creer en MÍ.

Siempre he creído que el amor es lo único que puede vencer todas las heridas más horribles que se pueden causar, para sanarlas y volver a estar pletórica. Aprendí a ser AMOR olvidándome de la soledad, la amargura y de los gatitos… el AMOR sigue existiendo en la SOLEDAD, quizás el de pareja sea distinto a lo que estamos acostumbrados a ver en personas mayores que no se han casado nunca. A pesar de todo sigo CREYENDO EN EL MATRIMONIO, pero no como símbolo económico o como si fuera un negocio, sino como el UNIVERSO lo define, como reflejo al mundo, en un ritmo del latido de la unidad, para mirarnos a los ojos y simplemente SER YO SOY.

Pasar por todo esto, fue necesario y era inevitable, porque tenía que encontrarme a mí misma, y solo así, recordaría la llave y el camino que abriría todas las puertas, dónde me encuentro ahora, al lado de alguien muy especial dónde se encuentra mi reflejo, mi ritmo y mi mirada. Dónde no hay lugar para la mentira y simplemente puedo ser YOSOY.

Recomendación: Rosalía – Di mí nombre.

PD. El próximo video será en IGTV (Instagram) daremos la primera clase de Trabajador Energético, de momento es un curso gratuito para que recuperes tu conexión espiritual con el unuiverso, para que empiezas a hablar el idioma del universo: Sonido, luz y forma. Empezamos el 14 de Febrero.

HR.

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