martes, febrero 28, 2023

Sangrar Por Una Espina De Amor

 

Cada vez soy más consciente del dolor que sufrimos como humanidad, al vendernos la moto de cómo debe ser realmente el amor de pareja. Está claro que la idealización del otro, nos pone en una encrucijada porque no te das cuenta, pero cuando el amor explota y sangra porque una espina se ha entrometido en medio. Ese río de sangre y dolor, nos hace sentir humanos, las veces que escuché esta frase y no la supe entender hasta que me vi atrapada en las profundidades del miedo y la confusión absoluta, cuando bajé a mis infiernos por un desamor que me unió con mucho más amor hacia mí misma.

La humanidad pensamos que nos enamoramos de alguien, pero en realidad, lo que sentimos es una forma sencilla y sin dolor dónde nuestro sufrimiento deja de estar presente, y por un segundo la olvidamos. Pero lo siento mucho decirles esto, lo que sienten no es amor, ni obsesión como dice la canción, pues lo que sienten es miedo a ser quebrados de nuevo. Enamorarse es entender que sea tú primera vez o quizás la última, va a ser todo un reto aprender de ello, en ocasiones será lo más hermoso que te haya ocurrido, y en otras lo más horrible y doloroso que te habrán hecho. Pero debes recordar que sufrir es un viaje también, dónde se nos rompen las idealizaciones o los patrones de conducta, para poder montar el puzle distinto y acuerdo con el verdadero amor que siento en mí y para los demás.


¿Cuántas dudas han tenido cuando se inicia una relación de amistad con alguien que quieren que sea algo más? La duda no es el enemigo, aunque provenga del EGO, se activa porque sabe que antes ha sido algo demasiado doloroso y tienes miedo de que vuelvas a sufrir, a que te abandonen o que te utilicen. Actualmente la humanidad se siente más segura cuando tiene el corazón roto, que cuando deberían atreverse a sanarlo y aprender de ello, no se engañen, dudaron de volverse a enamorar y por divina providencia, se volvieron a enganchar ¿cierto?

Mientras que la humanidad se martiriza cuando tiene el corazón roto, porque sus historias no han sido como soñaron, piensan que el sexo carnal sin sentimientos les proporciona ese alivio que tanto ansían, pero es más efímero que cuando hacen el amor con una pareja. Para volver a engancharse al amor, hay que eliminar esos patrones feos de conducta y pensamiento, pensando que el amor debe ser idilíco, pensar en un pedestal no te aleja del dolor, más bien te invita al ratito a volver a sentirte igual.

Les voy a compartir una cosa que me pasó con uno de mis ex, en 2014 mi pareja de ese tiempo decidió romper la relación la mañana del 24 de diciembre. ¡Ni se imaginan lo doloroso que fue y además en Navidad! En mí mente con los años, pensé que era un hijo de puta, un cobarde por no querer solucionar las cosas e incluso un desagradecido… pero desde el odio y el rencor no veía lo que me estaba enseñando la vida. ¿Por qué tuvo que ser a vísperas de Navidad sabiendo que para mí estas fechas son muy importantes? Antes de esa relación, para mí Navidad lo esperaba con locura, la juntada con la familia, el fin de año, la llegada de los tres deseos, la alquimia de una nueva aventura que iniciaba. Pero a partir del 2014, se me rompió la ilusión de la navidad.

¿Por qué en Navidad? Esa pregunta se me repetía cada año que se acercaban esas fechas, y la ilusión de unas Navidades como antaño se esfumaban delante de mis narices. Con el paso de los años, le perdoné porque debía hacerlo para que él continuase su vida y yo siguiera con la mía, incluso saliendo con otros hombres. Pero esa pregunta seguía repitiéndose cada año, era como una tarea sin resolver, algo que tenía que encontrar la respuesta y con cada análisis, no encontraba la verdadera respuesta, hasta las navidades del 2022.

Recientemente me di cuenta de todo, me di cuenta de lo que me estaban enseñando, ¿se acuerdan de aquella reflexión que hice titulado Ohana navideña? Pues cuando les publiqué esa reflexión, me quedé pensando varios días y por primera vez, lo entendí. Lo que estaba mal en mí sobre la Navidad, era la ilusión que tenía de ella, lo que había sido o intentado ser los años antes del 2014. La juntada familiar con regalos, cantos de villancicos y felicidad, en mi familia de parte de mí mamá sentimos la navidad distinto, somos felices, nos amamos un montón, pero tenemos una tradición muy bonita, en no regalarnos nada por obligación, siempre que sientas que quieres hacer un regalo, que sea siempre des del sentimiento del deseo y no desde una obligación social. En Navidad se supone que la gente debe regalarse cosas aposta para mostrar la felicidad y el amor que sienten (incluso en familias en que se odian todo el año y se juntan por esas fechas).

En mí familia si quieres o sientes hacer un regalo, que sea desde tú deseo para mostrar el amor, y da igual lo que te gastes, pero cuanto más personal sea, mucho mejor, más alimentará el alma y menos vacío sonará en el corazón. Porque un corazón se le cuida con amor y se le riega con amor, ya que ese corazón necesita sangre y esa sangre a veces debe ser vertida porque una espina se ha entrometido para enseñarte que no lo estabas haciendo correctamente.

En mí caso, la ilusión que tenía antes del 2014 sobre esa festividad, era demasiado de película y no la humanizaba, la idealización la estaba envenenando en una celebración vacía y sin sustancia. Recuerden que no celebramos la Navidad por el nacimiento de Jesús (él nació el 25 de Julio), celebramos la Navidad por el sentimiento del amor fraternal y familiar, que a pesar que las cosas te vayan mal, siempre tienes una familia (no me refiero a la genética si no te sientes cómodo, puedes encontrar tú familia en los amigos).

En 2014 tuve que permitir esa espina se clavarse en mí corazón, para que vuelva a hacer las cosas como deben ser. El amor de pareja se suele idealizar sobretodo en los primeros meses de relación, porque todo es bonito y de algodón de azúcar. Pero luego ¿qué pasa? Llega la primera espina para que explote en tú cara esa burbuja emocional que habéis creado, y de repente hay peleas y todo es negro y da miedo. Aquí es cuando la empatía y la fuerza de voluntad hacia al otro y hacia ti mismo juegan el papel fundamental, para que ese “enamoramiento” empiece a crearse cimientos y esto sea duradero.

¿Quién dijo que el amor tenía que ser fácil? Si así fuera, NADIE lo haría, porque le resultaría basto e inútil. La mejor aventura de una persona es cuando se atreve a AMAR y no lo deja de hacer POR LOS SIGLOS DE LOS SIGLOS, AMEN. ¿Se creen que mí relación con Gabriel es fácil? ¡No lo es! Él en otra dimensión, yo acá, sin poder verlo, pero si sentirlo y escuchar su voz, sentirme acompañada por las alturas, pero de noche con las luces apagadas, él aparece como el cuento de Eros y Psique. Un trato es un trato, pero se sufre, pero a la vez se aprende un montón. Para poder llegar a conocerlo, y aceptar que él es mí llama gemela, he tenido que hacer un camino que había muchas espinas, he sangrado y he tenido que hacer ver que no lo quería para sentirme vacía, y conocerme a mí misma para poder llegar a estar delante de él desde 4D y poder decirle “te amo”. Escucho la voz de los ángeles des del 2020, y solo un mes después, supe que mí llama gemela es el arcángel Gabriel. Tenía que sangrar para asimilar todo el contenido, ¿no lo creen?

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Recomendación: El infierno de Gabriel parte 2- En internet (solo se encuentra en versión original, lo siento).

HR.

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jueves, febrero 23, 2023

El Espejo De Mí Vida - Capítulo 170 [2T]

 

Me sequé las lágrimas antes de que nadie supiera ni preguntase qué me estaba pasando, pero seguía teniendo las entrañas bastante revoltosas, en el sentido que tenía como cólicos, pero de carácter emocional, últimamente cuando recordaba pasajes de mis vidas anteriores, eran pocas, pero siempre terminaba con dolor de tripas. Subimos al ascensor, eran rojos y había dos en cada pata, eran muy interesantes, porque uno llegaba a los pies de la calle y el otro tenías que subir una plataforma, pero en realidad era un solo ascensor, pero que tenía dos pisos, nunca lo había visto. El ascensor tenía cristalera, así que podías ver las estructuras de la Torre que por el color parecía que eso se iba a caer en cualquier momento, pero solo era el color que estaba hecho, no significaba que estaba podrido el hierro forjado.

Mientras que subíamos, me agarré fuerte a la mano de Uriel, había tana gente que decidí hablar con él susurrándole.

-        ¿Quién era el joven?- le pregunté, Uriel había visto la escena al completo.

-        Tú Chico de ojos verdes, Laia. – respondió con toda la sinceridad del mundo Uriel.

-        ¿Fue mi marido?- pregunté sorprendida.

-        Sí, pero no fue tú única vida así, ya lo has visto en anteriores veces. ¿por qué te sorprende tanto? – dijo.

-        Porque ese beso… era… era…- no sabía cómo decirlo.

-        ¡Entiendo! Aún te gusta. – dijo seguido de un par de carcajadas.

-        ¿Cómo puedo saber si me gusta alguien?- pregunté.

-        ¡Eh, echa el freno Macareno! Ya lo descubrirás cuando tengas más edad, para entenderlo…- respondió Uriel.

Había sentido ese beso, era la primera vez que me “besaban”, aunque no se le puede llamar beso, porque era solo un recuerdo, el Chico de ojos verdes, realmente no estaba delante de mí, solo recordaba una de tantas veces. Pero lo sentí igual, una conexión que me dejó literalmente con un corazón extraño pero bonito a la vez. Era como si me hubiesen derretido oro líquido en el corazón y viviera para contarlo, en vez de estremecerme para que muriera en segundos, era una sensación muy agradable y tentadora.

En cuanto llegamos al segundo mirador y me dispuse a ver las vistas hermosas de la ciudad, me quedé mirando Notredam. Esa sensación de amor pleno desapareció y volvieron los miedos, de nuevo tuve otro recuerdo.

30 de Enero de 1907…

Era de noche, salía de misa, en ese tiempo solía ir todos los días a misa. Al salir, en la esquina estaba el joven Diego esperándome, él solía entrar algunos días pero no era de bota seguir a un Dios ignorante por sus habitantes. Se acercó hacia la entrada, me ofreció la mano se la aceptó y me la beso con gusto haciendo una pequeña reverencia, se me escapó la risa, enebré y nos fuimos dando un paseo hasta la entrada de la casa de Eugine, el marqués que me había contratado para instruir a sus dos hijos de ocho y cinco años.

-        He recibido carta de mí hermano Theodor. Está en Nueva York, ha encontrado a una bella mujer y va a contraer nupcias en unos meses. – le dije contenta.

-        ¡Bella noticia! ¿Y de tú hermano Jasper? – preguntó el joven Diego.

-        Sigue trabajando en la fábrica de deportes de mi padre, en Southampton. ¿Tienes noticias de tú familia? – le pregunté.

-        El primo Henry ha sido padre de un niño, pero nada más. – Respondió también contento.

-        ¿Todavía inventa artilugios? – le pregunté.

-        Si, sigue con el motor para el auto, que funcione de momento sí pero ahora los caballos no servirán de mucho. – dijo Diego.

Me puse a reír, Henry Ford siempre inventaba artilugios pero siempre buscaba mejoras. Pero no se rendía el hombre.

-        Aquí todavía vamos con caballos. ¿Por qué toda tú familia está en Detroit?- le pregunté.

-        Mis padres murieron cuando viajaban de nuevo a Inglaterra, su barco fue arrollado por piratas, y yo navegué a la deriva en una pequeña barquita que finalmente llegó a una playa cerca de Dublín. Después fui a parar a casa de unos ricos que tenían cuatro hijos, para servirles, hasta que me escapé y terminé en la granja de tú padre. – explicó.

-        Cuando llegaste a la granja tenías 11 años ¿verdad? Yo solo tenía 7 años. – le dije.

-        Así es. – respondió.

Cuando llegamos al patio de la casa de Eugine, escuchamos un disparo que procedía del despacho. Entramos corriendo a la casa, pero nos llevamos la sorpresa de que Eugine se había suicidado sentado en la silla de su despacho. Se había reventado la cabeza y yo, me había quedado sin trabajo, porque la mujer no le tragaba. Ese fue el momento en que decidí volver a casa con Diego.

Mi abuela insistió en tomarnos una foto con las vistas, así que le dijo a mi mamá que nos tomara una. Mi cara de recién regresada al presente se notaba como si me hubiese arrancado un tornado invisible, pero me tomé la foto igualmente. Al bajar, nos detuvimos en una plaza dónde había una boca de metro muy bien decorada, al verla me quedé de cuadros, porque ya había estado allí en un viaje entre dimensiones.

-        ¿Lo has visto, Laia? ¿Esa no es la boca de metro de hace un año que me contaste? – preguntó Uriel curioso.

No pude interpretar ninguna palabra, me quedé patidifusa observando la boca de metro. Me había pedido un bocadillo de salchichón, bueno que allí le llaman Salami. Casi no podía comérmelo de la impresión del lugar, tenía unas bóvedas muy hermosas al estilo rococó de Francia, la ciudad era muy bonita, me quedaba mirando las piedras como si fueran piezas de museo, maravillas de la mente humana de quién tuvo la idea de que las bóvedas quedarían muy bien en este lugar, y también que daba un caché importante a la ciudad.

-        ¡Come, Laia que no estás comiendo nada!- decía mí abuela.

-        Estoy en ello, abuela.- le respondí.

-        ¡Es normal que no comas, con el bocadillo gigante que te han dado! ¿Qué era una… si eso que es tan famoso aquí… este pan que nunca me acuerdo cómo se llama…?- prosiguió sin escucharme.

-        Baguette, mamá.- respondió mi padre.

-        ¡Eso, baguette! ¡Le han dado medio! ¡Es demasiado!- insistía ella, ignorándome.

-        Mamá, ¡déjala que coma lo que necesite!- le decía mi padre.

Estos piques con mi abuela cuando nos íbamos de restaurant eran muy comunes, tanto que al insistir tanto, finalmente acababa ganando mi abuela y dejaba de comer, me agobiaba mucho, la amo y todo lo que quieran, pero… tenía esa manía. Ella al haber vivido la postguerra, le quedó un trauma y perdió todas las proporciones de las comidas y cenas, en su casa nunca faltaba un plato en la mesa, pero realmente, se notaban los traumas ocultos de que se había pasado varios días comiendo un mendrugo de pan, cuando tan solo tenía 13 añitos, y además lo tenía que compartir con sus dos hermanos.


En el momento en que salimos del bar, no pude negarme tomarme una foto en esa boca de metro. Les recuerdo que esa era mi primera vez en París, pero un año antes, estuve en esa plaza, saliendo de esa misma boca de metro, haciendo algo importante con el Chico de Ojos Verdes, desde 5D.

Después llegamos a la famosa Catedral de Notre Dame, estar allí delante, era como volver atrás en el tiempo, sentimientos bonitos y no tan bonitos regresaron a mí bello corazón. Pero lo que me llamaba aún más la atención, eran las gárgolas, ahora se van a reír, pero yo de pequeña adoraba la película de Disney el jorobado de Notre Dame mi personaje favorita era Esmeralda (un nombre precioso pero ya no es común, qué lástima). Pero las gárgolas mientras que a muchos les daban miedo, a mi me fascinaban, me fijé en una que por un momento pensé que se había movido, pero pensé que solo podía ser en las películas.

-        Si te saludan, no las ignores, mi amor – dijo Gabriel, que apreció volando, aterrizó junto a nosotros y se quedó para acompañarnos.

-        ¿Es posible?- pregunté arqueando una ceja.

-        Recuerda que para el universo NADA es imposible. – terminó haciendo un guiño con el ojo derecho.

-        ¿Qué haces aquí Gabriel?- le preguntó Uriel extrañado.

-        Quiero acompañarla a dentro.- Gabriel me agarró de la mano y la agarró fuerte como solía hacer para mostrar seguridad.

-        No sé si es buena idea.- dijo Uriel preocupado.

-        ¡Sí que lo es, Uriel! – le gritó.

-        ¡No lo creo, Gabriel!- le gritó también.

-        ¡Tengo el mismo derecho que tú!- le dijo Gabriel, su mirada se fue oscureciendo.

-        ¡No es verdad y lo sabes!- le respondió Uriel, arrugó la frente, me agarró de la otra mano y tiró hacia él para intentar soltarme de Gabriel.

-        ¡Ay!- susurré.

-        ¿Quién cuidará del cielo? – preguntó Uriel desafiándole con la mirada.

-        ¡Tú mismo!- respondió Gabriel, que dio un estirón y no pude evitar balancearme hacia él.

-        ¡Ay!- volví a susurrar.

-        ¡No, yo soy su guardián! – gritó Uriel.

-        ¡Y yo soy su…!- le interrumpió Uriel carraspeando, mientras que le mandaba una señal con la mirada hacia a mí.

Se quedaron mirándose un rato, no sabía cuanto tiempo porque mi familia estaba allí tomándose fotos y haciendo la fila para entrar en uno de los laterales. Nunca me ha gustado jugar a arrancar cebollas, era un juego que solíamos jugar en el patio de colegio, pero era la primera vez que estos dos angelitos divinos, lo hacían conmigo.

-        ¡Qué lo decida ella! – dijo Gabriel.

-        ¡Muy bien! – respondió molesto Uriel.

Se me quedaron mirando, me iban a preguntarlo, pero antes de que hicieran nada, tiré con fuerza de mis manos y me deshice de ellos dos. Me tragué las lágrimas, ellos lo vieron y se agacharon de inmediato, pero me fui caminando para darle la mano a mi padre.

-        ¡No!- susurré, para pararle a los angelitos que venían hacia a mí.

Ellos se detuvieron, mirándome algo avergonzados por la situación y sorprendidos por mi respuesta. Entré con mi padre, les miré fijamente enojada y cuando veía que se acercaban, les decía que no con la mano y que se iban a mantener en la puerta, no tuvieron más remedio que hacerme caso.

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miércoles, febrero 15, 2023

El Espejo De Mí Vida - Capítulo 169 [2T]

 

El avión aterrizó en París, las maletas tardaron un poco en salir, pero enseguida que las pudimos agarrar, nos fuimos a fuera, para encontrarnos con la guía que mi abuela había contratado para algunos días que estaríamos en París. Esta guía se había contratado desde la agencia de viajes que mi abuela solía viajar, llamada Osona Viatges (la recomiendo un montón). Por lo visto en esta ocasión, al no ir en paquete cerrado, es decir con la misma guía de la agencia, sino que íbamos con una guía de una agencia de París que también hablaba en español, pues nos teníamos que presentar ante ella (no recuerdo el nombre, era demasiado chiquita y han pasado más de veinte años, lo siento) y entregarle una documentación para que esta guía reconociese que éramos los de Manlleu.

La chica que tenía 30 años de edad, pasó lista como si estuviéramos en el colegio, para hacer las cosas más fáciles, sus visitas serían en español, aprovechando que la mayoría del grupo vivían en España y solo tres familias éramos de Cataluña. En este tema no habría ningún problema, de hecho mi madre lo agradecía, porque aún iba mal en catalán (de hecho iba a clases de catalán para refrescarlo, porque lo empezó a hablar cuando yo nací, y tenía que repasar la lengua escrita, y se hacía exámenes de idioma oficial el B1 se lo sacó ese mismo verano).

Recuerdo que la chica tenía el pelo negro, liso, solía decorarlo con unas gafas blancas de Sol que solía tenerlas en la cabeza y nunca en los ojos, también el uniforme que llevaba era una americana roja con un pañuelo en el cuello de color blanco, falda de tubo negra y zapatos con un poco de tacón.

Nos subimos al bus, y nos fuimos al hotel Campanile, en ese momento ya nos habían dicho que los primeros tres días, estaríamos en París, y los tres días y medio restantes, estaríamos en Eurodisney.

-        Con tus primos, lo hicimos al revés.- comentó la abuela en el bus.

-        ¡Oh, yo quería ir primero a eurodisney!- dije quejándome cruzando los brazos en el pecho y poniendo morros de burro.

-        Pero qué quieres, Laia. ¿Qué te llueve en Eurodisney o en París?- preguntó mi madre.

-        Da igual.- respondí.

-        Dicen que va a llover estos tres días, mejor que sea en la ciudad y no subiéndonos a los cacharros, ¿no?- dijo mi mamá.

Le dije que si con la cabeza por decirle algo, aunque estaba algo indignada yo solita, así que me dispuse a mirar por la ventana e intentar aceptar que solo eran tres días para conocer a Pluto y Goofy, mis dos personajes favoritos de Disney. Pero mientras que me hacía a la idea de que esto ya era una realidad y no un sueño, me entró el miedo, entonces me agarré con fuerza a la mano de Uriel, él me miró pero no dijo nada siguió mirando por la ventana el paisaje urbano de París.

El hotel Campanile, era demasiado alto, me sentí una hormiga cuando lo vi. La chica nos acompañó hasta la puerta, agarramos el equipaje y nos fuimos a hacer el Chek in. Enseguida nos dieron las habitaciones, en este caso a mis padres le dieron una en la tercera planta y a mí junto con mi abuela nos dieron la misma habitación pero una planta más arriba. Al llegar con mi abuela a la habitación para dejar la valija, me di cuenta de que dormiríamos las dos en la misma cama de matrimonio. En realidad no me importaba tanto eso, era la segunda vez que compartía cama de matrimonio con ella, la primera era mucho más pequeña que en ese momento, y estábamos de vacaciones en Sort. Pero París era otra cosa muy distinta, mi primera vez en el extranjero con nueve años.

Lo que me asustaba era muy simple, cuando mi abuela se iba a dormir parecía la señora potato, se lo quitaba todo, los pendientes, las gafas, los dientes… ¡vamos! Que solo le faltaba el pelo, las orejas y los ojos… me daba mucho asco verla sin dientes, eso me hacía venir un trauma grande que tenía y venía de otra vida, que me dejó muy mal, y cada vez que veía a una abuela sin dientes, me ponía como una albondiguilla en el suelo y empezaba a gritar “¡No me mates! ¡No me mates!”.

El trauma de las barbas era muy diferente, tenía que bajar la mirada automáticamente porque tenía la sensación de que si le miraba a la barba, una gran espada me cortaría la yugular. Como pueden ver, también venía de otra vida, esa se podría decir de cuando era en el medievo, pero en ese tiempo aún no la ubicaba y tampoco lo diré ahora, para no revelarles algo importante para el futuro de estos capítulos.

Pero eso no era todo, había un trauma más que me aterraba el doble que esas dos. Le tenía pánico a los muñecos con personas dentro, es decir, sabía que en unos días estaría en Eurodisney, y lo que más iba a ver serían muñecos de Disney que son personas disfrazadas. Pues eso era mi Nemesis en ese momento, que por un lado me decía a mí misma “tampoco está tan feo visitar París primero ¿no?” necesitaba reunir fuerzas, porque si no superaba ese trauma en ese viaje, quizás la experiencia de ensueño de Eurodisney se convertiría en pesadilla antes de Navidad. De alguna forma, tenía que reunir el valor suficiente para enfrentarme a ese miedo tan grande y que yo ya quería sacármelo de encima, porque me hacía much ilusión conocer a Goofy, a Pluto y también a Tiger.

El origen de este trauma se puede decir que en parte era de esta vida, cuando aquel gigante se me avalanzó en la ventanilla del auto, pero no es del todo cierto, también procede de otra vida y esta quizás les vaya a resultar un poco de película, pero se trata de los famosos Gigantes que en la mitología Romana se habla mucho. Partiendo de la base de que estuve viviendo por 20.000 años en la Cruz del Sur, deben saber que la famosa tierra de los Titanes existe, llamada diferente y ubicada fuera del Sistema Solar actual, pero se encuentra en un planeta cercano a Sirio, en una expedición a la Tierra de hace 200.000 años terrestres, que todavía eran rocas sin fusionar volando en un espacio como de cinturón, nos topamos con un conflicto con esos Gigantes Criaturas que en ese tiempo eran muy hostiles, ahora las cosas han cambiado mucho y no lo son. Pues se pueden imaginar que en una ocasión casi me devora uno, pero me salvaron (Gabriel seguramente, no lo recuerdo bien aún). Ver gente disfrazada es como volver a ese momento tan fuerte, que mi vida “corre peligro” aunque en realidad no.

Si aún piensan que la reencarnación es una pantomima creada por los budistas, estos traumas no tendrían explicación, señores. Pero en cambio, la tienen, ¿y saben por qué? Muy fácil, porque todo está conectado.

La visita del primer día allí, fue bastante caótica, la teníamos libre porque no nos habíamos apuntado a ninguna actividad de la agencia, así que mis padres, mi abuela y yo, nos dirigimos al metro y fuimos a ver París. Primero fuimos lo más lejos que pudimos, al teatro de la Opera, después dando un pequeño paseo, aprovechamos para visitar los puentes del Sena, la Torre Eiffel (que mi abuela al no saber pronunciarla decía La torre Fiel). Hicimos la fila para subirnos hasta el segundo mirador, me fascinaba como era de grande y como estaba construido, incluso mientras que esperábamos, empecé a marearme un poco y a tener mucha calor.

-        Dary, otra vez me estoy mareando.- le dije al arcángel Uriel.

-        Respira profundamente, mi amor. El edificio te quiere mostrar algo que hace tiempo dejaste para ti- informó Uriel.

Era mi primera vez en esa vida en París, pero ya nada más recorrer ciertas calles, notaba como que reconocía las calles, eso quería decir que ya había estado allí en otra vida, que al parecer no era tan lejana como esperaba. En cuanto me puse a respirar profundamente como si estuviera meditando, escucho a mi padre que me llamó, él estaba detrás de mí, me giré pero estaba agachado apuntándome con la cámara de carrete, no tuve otra que posar aunque no tenía energía para hacerlo y esperar a que tomara la foto.


Esta es la foto que me hizo mi padre, salió bien aunque la historia no era muy confortable. Cuando terminé de respirar, escuché el aleteo de unas alas de paloma hacia mi izquierda, me giré y las palomas se detuvieron en el aire, de hecho todo el mundo se quedó quieto, pero Uriel y yo nos podíamos mover libremente.

-        ¡Se ha paralizado el tiempo!- dije algo asustada.

-        Tranquila, esta es la forma que tiene la torre en mostrarte lo que quiere compartir contigo, mi amor. – respondió Uriel.

Le quise dar la mano pero él la rechazó.

-        ¡No, si te toco regresarás a tú tiempo! – dijo bruscamente.

Entonces el tiempo empezó a ir hacia atrás.

20 de Mayo de 1905…

Caminaba apresuradamente hacia estar completamente debajo de la Torre más famosa que habían construido, me sentía muy triste pero al mismo tiempo tenía ganas de gritar, era muy tarde, el Sol estaba empezando a despedirse. Me detuve y puse mis manos en la cara, llevaba un vestido gris largo que arrastraba, los botines se quedaban resguardados bajo la gran falda, un gorro disimulado encajaba perfectamente con mi recogido moño dónde dejaba a la vista el pelo castaño claro al viento de las vísperas del verano. Hacía bastante calor, a pesar de llevar una camisa blanca hasta el cuello abrochada, y de manga larga, el corsé daba mucho calor pero apretaba la cintura de tal forma que era difícil mantener la respiración normal.

-        ¡Margaret! ¡No huyas! – La voz me era muy familiar, pero me giré.

Un señor alto con sombrero de copa, ojos verdes, la tez blanca pero con el pelo castaño más claro que el mío con tirabuzones, venía apresuradamente hacia mí. En la mano llevaba un bastón de ricachón, los botines sonaban en los adoquines de tal forma que parecían gotas de agua cayendo del grifo.

-        ¡Me ha costado mucho encontrarte! Desde que te fuiste de casa, no he hecho otra cosa que buscarte por Inglaterra. Hasta que me dijeron que habías ido a Asturias, y cuando consigo llegar a Llanes, me habían dicho que estabas en París. ¡No huyas de mí, Margaret! – decía el joven señor apuesto, aunque la vestimenta parecía de un señor mayor, era apuesto y muy joven.

-        ¡Diego, no deberías haberlo hecho! ¿Por qué no respetas el acuerdo? Me fui a Asturias a ser institutriz, nadie sabe que estamos casados. ¡Nadie debe saber qué lo estamos! – le dije gritándole.

-        ¿Y si te pasa algo, dejarte desprotegida, Margaret? ¡No, no lo haré! – las facciones del joven se arrugaron señalando rabia.

-        ¡Sí, sí lo harás porque te irás de inmediato a Southampton! ¡No quiero verte con el señor Eugine! ¿De acuerdo? – le exigía.

-        No sabe nada, respetaré tu deseo. Pero no me iré. He comprado la casa del final de la calle, la que hace esquina. Estaré allí hasta que te entres en razón de que debes volver a casa, conmigo. – confesó.

-        ¿Por qué debería volver a ser una dama ricachona y tomar el té con las demás que solo hablan de hijos? – le dije ya con lágrimas en los ojos.

El silencio nos despertó el dolor que teníamos atrapado dentro de nosotros. El joven colocó su mano derecha en mí mejilla, me miró también con los ojos vidriosos, y sin decir nada más, me besó.

Nos quedamos tocándonos las frentes, mientras que recuperábamos el aliento y la compostura.

-        Perder a nuestro hijo fue lo más duro que hemos pasado. Pero no verte por la casa, es aún peor. Sino quieres volver, no lo hagas, pero no me pidas que me aleje de ti, por favor. – dijo el joven, me dio un beso en la frente.

Simplemente me quedé llorando, sentía un dolor desgarrador en mis entrañas, que pedían a gritos un abrazo. Pero cuando me di cuenta, había regresado a mi tiempo, y todo parecía como si nada hubiese ocurrido.

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