domingo, noviembre 15, 2020

El Espejo De Mí Vida - Capítulo 57

 

Me acerqué lo más lento que pude, no sabía porque pero quería estar a su lado, escucharla hablar con sus amigos, necesitaba estar a su lado, pero no sabía si me iba a aceptar. Sentía algo muy raro en mí interior, el corazón latía con fuerza y me decía que tenía que estar cerca de ella, y eso es lo que intenté hacer. Su grupo se quedaba en el banco, hablando de cosas que curiosamente entendía, aunque ya eran los mayores, nunca le pregunté el nombre pero yo le recordaba con el nombre de Silvina o Silvana.

Uriel se quedó junto a mí, esperando respuestas de lo que estaba haciendo, puesto que me quedé junto a uno de los árboles más cercanos al grupo, y él sabía que estaba poniendo la oreja a propósito.

-          ¿Qué estás haciendo? – preguntó Uriel.

-          Nada. Solo estoy junto al árbol…- le dije algo avergonzada.

-          Soy un detector de mentiras andante, mi amor. Así que mentirme no te va a servir de nada, solo que me enoje. ¿Qué pretendes, mi amor? – informó Uriel.

-          ¿Quién es ella?- le dije susurrando.

Uriel observó al grupo sentado en el banco, como era la única chica no le tuve que aclarar a quién me estaba refiriendo, se quedó un buen rato observándola hasta que Uriel pudo decirme algo.

-          La veo, ¿qué pasa con ella? – preguntó Uriel.

-          No lo sé, pero es como si la conociera de algún lado, pero jamás la he visto…- dije.

-          ¿Alguna referencia más? – preguntó él.

-          Em… creo que se llama Silvana…- dije frunciendo el ceño.

-          Uy… ya veo mi amor… La recuerdas de otra vida. – aclaró Uriel.


Cuando Uriel dijo eso, mi corazón latió tan fuerte que parecía estar casi al borde de la muerte, hasta que perdí la razón del tiempo y el espacio y empecé a recordar…

Montaba encima de un caballo blanco por la via Augusta de Barcino (Barcelona) mientras que regresábamos de las guerras. La armadura de general pesaba mucho, el escudo era difícil de transportar y mi caballo estaba cansado de tanto caminar sin descanso, en una pequeña plaza ordené a mis hombres que reposaran para alimentar a los caballos. Bajé del caballo y le entregué a mi camarada las riendas, entonces caminé por la pequeña plaza donde había algunas paradas de mercaderes de fruta y verdura.

Mi llegada a Barcino no hacía mucho tiempo en verdad, puesto que en Roma se me había ordenado vigilar las nuevas ciudades tras las conquistas con los Lucitanos y los Celtas. Siendo un hombre de casi 30 años y sin esposa, me había permitido conocer las conquistas de Roma más allá del Tíber, llegando a las nuevas tierras de Hispania. Me paré a comprar una fruta en la parada, por el cual le di media moneda de plata al comerciante, me giré y en el pozo vi a la mujer más hermosa que jamás había visto que sacaba agua. Me acerqué a ella, llevaba una túnica violeta hasta los tobillos, sandalias y un tocado en la cabeza, no parecía del pueblo, pero tenía un alto cargo social.

-          ¿Cuál es tú nombre, belleza?- le dije, mientras mordía la fruta y le miraba con asombro.

-          Silvana Farnese.- dijo mientras que tiraba el cubo al pozo con la cuerda y lo sacaba con fuerza tirando de la cuerda.

-          ¿La hija del médico Farnese?- le pregunté asombrado.

-          Así es, general.- dijo Silvana, pero no tenía mucha atención en mí.

Sus ojos cafés me observaron directamente tras ayudarle con la cuerda, que curioso pero me atraparon enseguida.

Uriel me tuvo que sostener, sin querer me estaba cayendo de lado, supongo que el recuerdo me hizo olvidar dónde me encontraba realmente.

-          Mi amor ¿todo bien? – preguntó Uriel preocupado.

-          Si, estaba recordando de dónde la conozco… ¿qué es Hispania?- le pregunté.

Uriel no me pudo contestar, puesto que nos avisaron que era la hora de estudio, nos enviaron los que estábamos en primaria a la biblioteca del colegio a leer o hacer deberes. Me puse a ver las estanterías de libros, hasta llegar la parte de historia y vi un libro que decía Hispania así que lo agarré pidiendo permiso a la profesora. Se me quedó mirando, cómo si dijese “esto es demasiado difícil para ti” pero en realidad no dijo nada, me fui a la mesa y empecé a hojear el libro.

¡No lo podía creer! Hispania se fundó tras las conquistas de los Lucitanos y los Celtas por parte de la república de Roma, mucho antes de que Roma fuese un imperio y después de su monarquía. Hispania era el nombre que tenía la península Ibérica antes de Cristo. Yo había estado en estas mismas tierras, hace mucho tiempo y Silvana también a pesar de que seguramente ni se acordaba ella de eso, ni siquiera de mí, yo también había cambiado mucho, ahora soy una niña.

Al día siguiente mis padres me dijeron que tenía que volver a quedarme a comer en el colegio, resultaba que el Titi no había terminado sus reuniones en Barcelona. Así que me alegré porque así conseguiría saber más de Silvana. En esa vida me pareció que fue mi mujer, era muy parecido a lo que siento cuando estoy con el Chico de Ojos Verdes. Todo fue como la otra vez, excepto que la espera que volver al estudio, uno de los chicos del banco se fijó en mí.

-          Hola, ¿Qué haces aquí?- dijo.

Me quedé mirándolo, llevaba el pelo ondulado moreno hasta los hombros, parecía mucho más mayor de lo que tenía que ser, aposté que era un repetidor, era demasiado alto y demasiado mayor, porque ya tenía barba.

-          Hola, solo les observo.- les dije.

Se quedaron mirándose entre todos en silencio con caras raras intentando comprenderme.

-          ¿Por qué?- dijo Silvana.

Me costó un poco hablarle a ella, me daba mucha vergüenza.

-          No lo sé…. ¿De qué curso son?- les pregunté.

-          De octavo.- dijo el chico.

No se lo inventaban, en realidad en ese tiempo era el último curso que aceptaban alumnos de séptimo y octavo, a partir del curso siguiente la primaria terminaría en sexto. La secundaria serían cuatro años, y luego vendría el bachillerato, pero eso sería en otro centro, puesto que El Carme Vedruna solo hace Primaria.

Mientras que los chicos del banco hablaban de otras cosas, Silvana se acercó a mí y empezamos a hablar.

-          ¿Sabes quién soy?- le pregunté.

-          No, ¿quién eres?- me dijo con unos ojos de sorpresa.

-          Quizás recuerdes esto…- me fui con ella a la fuente, agarré mis manos y las llené de agua.- ¿te acuerdas?- le dije.

Se quedó blanca, intentando entenderme pero comprendí que no lo había conseguido.

-          Yo tenía… un caballo blanco…- le dije, pero puso la misma cara.

-          Mi amor, la estás condicionando. – comentó Uriel.

-          Entonces, ¿cómo le digo yo que…?- le dije a Uriel, pero a la que me giré, vi que Silvana se volvía con los suyos y no quiso volver a saber de mí en varias semanas.

¿Cómo le cuentas a alguien que la conoces de hace más de 2.000 años? ¡Qué difícil era recordar vidas sino podías explicarte bien! Daños colaterales de ser siempre la niña rara del colegio… igual era positivo, pero tenía sus partes malas como todas las cosas.


Pasaron los días de Abril con esperanzas de que pronto llegara el verano, un curso más quedaría en el pasado y nuevas experiencias me esperaban para el mañana. Una tarde que esperaba en el salón de mi casa a que viniera papá del trabajo, mientras que mamá estaba en la cocina, esperando mirando algo interesante en la televisión. Aprendí a poner música con el reproductor de música del salón, así que agarré los primeros CD de música y con un volumen aceptable, empecé a bailar, hasta que apareció el Arcángel San Gabriel para una clase más de trabajador energético.

-          Hoy vamos a trabajar con los pies, pues son muy importantes para el desarrollo del trabajo que se haga cada vez que conectes en el puente dimensional – explicó Gabriel.

Le escuché atentamente, sus clases eran teóricas pero muy prácticas, me encantaban cada parte del cuerpo que se usaba para ser un trabajador energético tiene su función específica en la conexión, eran muchas cosas, pero explicadas y practicadas de forma lenta y con paciencia, al final entendías mejor este futuro trabajo.

-          Los pies tienen un chakra muy importante, que se encuentra en los tobillos. Con él le damos el aviso al corazón de que el ritmo que usamos es el adecuado para la música que se escucha a fuera en el reproductor de música. – dijo Gabriel.

-          No entiendo. ¿por qué los pies tienen el ritmo y el corazón no?- le pregunté.

-          En realidad ambos tienen el ritmo, solo que uno lo hace de forma automática, y el otro de forma voluntaria. Es decir, cuando uno sigue el ritmo con el pie, se está concentrando en que tiene que mover el pie al ritmo de la música, pero nadie le dice al corazón que debe latir, ¿cierto? – explicó Gabriel.

-          Así es, Gab.- contesté.

-          Cuando movemos el pie para seguir el ritmo, estamos avisándole al corazón de que tú mente no está en otra cosa, está por el trabajo y por eso el corazón puede enviar una señal emocional al espíritu para que pueda enviar su mensaje a través de los movimientos del cuerpo. – informó Gabriel.

Enseguida nos pusimos a hacer pruebas con canciones dónde el ritmo se agarraba con los pies y a veces con las manos, como si tocase un tambor. ¡Qué divertido! Pero perdí el ritmo en cuanto regresó mi madre de la cocina, para atender a una llamada, era extraño porque nadie llamaba a esa hora. Apagué la música y me quedé junto a Gabriel, intentando averiguar qué ocurría, porque por la cara que ponía mamá no eran buenas noticias. Veinte minutos después mamá terminó la llamada, me miró pero parecía que no tenía ganas de decirme qué pasaba, en ese instante papá apareció por la puerta.

-          ¿Qué pasa mamá?- le dije, pero me ignoró.

-          Una de mis tías, hermanas de mi madre, ha muerto. Nos han invitado en casa de la tita Antonia ahora a darle ánimos y estar con la familia.- decía mamá a mi padre.

-          ¿Quién es Antonia?- repetí curiosa.

-          Es tú tía segunda, la hermana mayor de tú abuela Victoria. Viven aquí en Manlleu, así que ponte los zapatos que nos vamos a su casa, ella nos necesita.- dijo mamá.

Mientras que me ponía los zapatos y Uriel regresaba a mi lado tras ese imprevisto, Gabriel se quería ir, pero le agarré de la mano, él se sorprendió.

-          ¡No te vayas, Gab! Quédate con nosotros un ratito más, por favor. Ven, acompáñame, por favor…- le pedí casi haciendo pucheros.

Gabriel miró a su hermano Uriel como si intentasen hablar de ello, pero Uriel le dijo que si con la cabeza.

-          De acuerdo. – dijo Gabriel, yo le agarré de la mano, no le solté en mucho tiempo.

Salimos de casa casi a las nueve de la noche, subimos al auto que estaba en el garaje y nos fuimos por las calles de Manlleu, estaban oscuras y mojadas, esa noche se presentaba con lluvia de aquella que parece no tener fin pero que al mismo tiempo es silenciosa. Me dio la sensación de que la lluvia sabía que alguien de mí familia había abandonado esta dimensión.

Recomendación: Tron Legacy - Solar Sailer.

HR.

HERO&Corporation.

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