domingo, noviembre 08, 2020

El Espejo De Mí Vida - Capítulo 56

 

El miércoles cuando iniciábamos el mes de Abril, mis padres a la hora de cenar se pusieron de acuerdo para decirme algo importante.

-          Laia, mañana te quedarás a almorzar en el colegio.- dijo papá.

-          ¿Por qué? ¿Y la abuela?- pregunté.

-          Mañana el Titi tiene una reunión en Barcelona, y tú abuela sigue de viaje con el inserso. Nosotros no podemos darte el almuerzo, así que te quedarás en el comedor del colegio. Luego a las cinco, el Titi te recogerá.- dijo papá.

-          Ok.- dije y seguí cenando.

Al día siguiente, antes de entrar, mamá me llevó por la portería para pagar el tiket para almorzar. Curiosamente ese fue el único día del curso que llegué a la hora, pues si llegabas tarde no había tiket. La clase fue normal, sin ningún problema alguno, cuando llegó la una del mediodía, no tenía ni idea de lo que tenía que hacer, así que me acerqué a la Ramona.

-          Disculpe seño, mire… ¿que tengo que hacer para poder almorzar hoy en el colegio? Mamá ha comprado esto, y no sé qué tengo que hacer.- le dije algo avergonzada, pues los demás niños de clase se estaban quitando las batas para ponerse los abrigos.

-          Ah que bien, te quedas aquí. Pues ahora, en el patio, verás a más niños con la bata, así que no te la puedes quitar, te quedas en el patio hasta que te vengan a avisar.- informó la Ramona.

-          Gracias.- dije y me puse a la cola para bajar al patio todos juntos.


Bajamos y me quedé en el patio, esperando junto a más niños de distintos cursos tanto de primaria como de parvulitos que esperaban, mientras jugaban un ratito. Yo y Uriel nos quedamos un poco tímidos, y nos quedamos junto a las jardineras a esperar, mientras intentábamos hablar de algunos temas.

-          ¿Cómo va la preparación para la primera prueba de rendimiento de los entenramientos, mi amor? – me preguntó Uriel.

-          Lo llevo bien, ¿vas a venir?- le dije, Lonan me dijo que podían venir amigos y familiares, sí queríamos.

-          Claro, si tú quieres, allí estaré. – dijo Uriel contento y seguro de ello.

-          Gracias, Dary.- le di un abrazo disimuladamente, pues intentaba que no nos viera nadie, algo difícil había como veinte niños a nuestro alrededor.

En tres días iba a tener la primera prueba que debía aprobar para continuar el curso en IÓN. Me sentía algo nerviosa pero parecía algo sencillo de hacer, las pruebas de rendimiento serían como un entrenamiento pero con la diferencia de que te examinan si estás cualificada para continuar.

-          Lo que pasa es que la parte del equilibrio lo llevo algo mal, ¿sabes algún truco para mejorarlo?- le pregunté, me puse de pie.- porque mira, cuando tengo que hacer esto…- levanté la pata derecha e intenté mantener el equilibrio durante varios segundos, pero me fui de lado, Uriel me agarró y volví a colocar la pata en el piso.- ¿Ves? No sé qué debo hacer para mantener el equilibrio, tengo que estar así medio minuto.- le dije algo preocupada.

-          Ven aquí. – dijo Uriel que me pusiera delante de él, que se mantenía sentado en las jardineras.- ahora vuelve a hacerlo. – le hice caso, pero a los tres o cuatro segundos, perdía el equilibrio, él me agarró de nuevo y me colocó bien.- ya veo cual es el problema… - dijo, se levantó y se puso de rodillas detrás de mí, me sujetaba suavemente los codos, su voz la escuchaba cerca de la oreja izquierda.- ¿Cuándo lo haces, a dónde miras? – me preguntó.

-          Miro a la pared más cercana.- le contesté.

-          Y luego ¿qué sientes en el corazón? – me preguntó.

Me quedé parada, no entendía su pregunta, un truco que me dijeron fue que tenía que visualizar un punto en la pared, pero la pregunta de Uriel, me dejaba sin palabras.

-          No entiendo la pregunta.- le dije.

-          Recuerda que el corazón es el punto de equilibrio entre tú luz y tú oscuridad. Cuando haces eso, ¿cómo late tú corazón? – preguntó.

-          Muy deprisa.- le dije.

-          Mira, vuélvelo a hacer, por favor. – me pidió y así lo hice.- ahora intenta recordar una imagen que te haga mantener el equilibrio, sea un paisaje o una persona o cualquier cosa que te guste. – informó.

Empecé a observar la pared, levanté la pata escuchando como el corazón latía con fuerza y rápidamente. Entonces, sin saber por qué, empecé a recordar los ojos del Chico de Ojos Verdes mirándome de la misma forma en cuanto nos encontramos en el Metro o compartimos unos días juntos. Uriel me dejó de agarrar, y empecé a mantener el equilibrio, mientras él contaba suavemente hasta llegar a treinta.

-          ¡Muy bien, mi amor! Usa mi consejo para cuando te toque hacerlo en la prueba, y así te saldrá todo bien. – dijo, yo ligeramente me apoyé en su pecho, para darle las gracias.

Entonces, la Patrocinio llegó al patio desde la puerta blanca junto a una campana, nos quedamos observándola en silencio.

-          ¡A comer!- gritaba.- Los de parvulario, ¡ya pueden pasar!- dijo.

Agrupaban los turnos para comer de dos en dos, los de parvularios iban primero, luego llamaban primero y segundo. La Patrocinio nos guio por los pasillos para llegar al comedor, como me había pasado ya muchos patios en ese lugar, sabía ir, pero lo que pasó es que nos dejaron ir por la escalera de los maestros, dónde a nosotros teníamos prohibido subir por ahí. Nos quedamos esperando delante de las últimas clases de tercero de primaria, mientras esperábamos a alguien que nos diera permiso por orden de cola, para entrar en el pasillo dónde se encontraba el comedor y la cocina.

Llegó una señora que jamás había visto, llevaba el pelo negro hasta la mitad del cuello, acompañada de unas gafas de pasta rojas oscuras, iba con la bata de profesora, pero ella no era profesora, era monitora de comedor. Nos dieron permiso para esperar en el pasillo del comedor.

-          ¡Tengan sus tiket en la mano listos para el marcaje, gracias!- decía la señora que aparentaba tener casi sesenta años, muy amable.

Me había puesto el tiket en uno de los bolsillos de la bata, lo saqué y me quedé esperando en la cola de uno. La monitora que respondía al nombre de Carmen, agarraba un tiket y lo partía en dos, para que tuvieras una copia de que habías pasado por allí, entonces podías entrar en la cocina a buscar la comida.

Copié lo que hacía el niño que tenía delante y que por lo visto ya tenía experiencia en esto. Agarré una bandeja de plata con los huecos preparados para separar qué era cada plato, después agarré de una caja un tenedor, una cuchara y un chuchillo, al parecer había sopa de pasta de primero y luego carne con patatas. Fui pasando por el mármol la bandeja, agarrando las distintas opciones que tenía, de postre elegí una mandarina, entonces, agarré la bandeja y cambié de mármol para llegar a la zona del primer plato.

-          ¿Sopa de estrellas o sopa de fideos?- preguntó la cocinera.

-          De estrellas.- mi favorita en ese tiempo.

Continué tras el primer plato y otra cocinera tenía delante un plato gigante de filete empanado y otra con muchas patatas.

-          ¿Uno o dos trozos?- me preguntó la otra cocinera.

-          Dos, por favor.- tenía mucha hambre.

-          ¿Patatas?- preguntó de nuevo.

-          Pocas, no me gustan demasiado.- dije.

Luego llegué al comedor y otra monitora se me quedó a mi lado, me detuve.

-          ¿Eres nueva?- me preguntó.

-          Si.- dije con vergüenza.

-          Ok, aquí tenemos dos reglas muy sencillas. La primera es que todo lo que te pongas en el plato te lo tienes que comer, y la segunda, para sentarte debes seguir al de delante, vamos rellenando las mesas por orden de llegada. No puedes elegir tú, te toca dónde te toca, ¿de acuerdo?- dijo, la chica era jovencita pero era amable, simplemente afirmé con la cabeza y me fui detrás del chico que había delante de mí.

De hecho agradecía que no pudiera elegir lugar como se ven en los institutos por la televisión en américa. Una vez en la mesa, quizás conocías a alguien o quizás no, pero entablabas conversaciones o te enterabas de cosas interesantes, aunque allí el Bullying no aparecía tan fuerte como el resto del día en clase. En la mesa había siempre un jarrón con agua, no siempre estaba fría, pero se terminaba muy rápido y tenías que pedirles a los monitores que trajeran más. Hasta que te decían que tenías que ir tú mismo a la cocina a pedir que te lo rellenasen. En el colegio nadie te hace nada, todo lo tienes que hacer tú mismo, para fomentar la independencia, me gustó.

Me terminé todo lo que tenía en el plato y aún tenía hambre, pero por modestia de ser un día diferente a lo de siempre, al terminar me quedé sentada esperando qué se había de hacer para irse de allí. Entonces, vi a uno de la mesa que avisaba a una monitora, otra chica jovencita que se llamaba Carmen, era un nombre bastante común allí, te revisaba el plato para que diese el visto bueno y pudieras dejar la bandeja en unas vitrinas de metal gigantes y te pudieras ir al patio a seguir jugando hasta que fuesen la hora de clases.

-          ¡Termínate la sopa!- le dijo la monitora jovencita al chico de la mesa.

-          ¿De verdad?- intentó negociar pero no funcionaba.

-          ¡Termínate la sopa y luego veré si puedes irte!- dijo la monitora.

Levanté la mano, la monitora me vio y vino hacia a mí.

-          ¡Muy bien! ¡Ya puedes dejar la bandeja e irte a jugar!- dijo contenta.

-          Gracias.- dije.

Hacían una comida muy buena, de hecho hacía poco tiempo que me enteré que los viernes se quedaba mucha gente porque era el día de la pasta, pero yo en realidad echaba de menos estar fuera de este edificio y estar un rato con mi abuela o con el Titi, charlando mientras comes de cositas más interesantes que de chismes de clase. Pero un día era un día.


Me levanté, dejé la bandeja en el pasillo, bajé las escaleras y volví al patio junto con Uriel. Aún había chicos de sexto que todavía no habían ido a comer, mientras esperaban, me quedé fascinada observando un pequeño grupo que estaban sentados en el banco verde, bajo la sombra de un árbol gigante. Ya empezaba a hacer algo de calor. Ese grupo me llamó la atención por dos cosas, primera estaban sentados hablando de cosas, ya no jugaban a cosas, y segundo, solo había una chica y cuatro chicos. En realidad me llamó mucho la atención la chica, tenía el pelo pelirrojo pero corto, gafas rojas, siempre vestía con pantalón de chándal y no era tímida. Pero no sabía porque pero, ella sentía que la conocía de otro lado u otro tiempo.

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Recomendación: Una vez más - Teenangels.

HR.

HERO&Corporation.

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