domingo, noviembre 01, 2020

El Espejo De Mí Vida - Capítulos 54 y 55 (1º Aniversario)

 El próximo 2 de Noviembre se celebra el 1º Aniversario de la emisión de estos capítulos, desde la corporación de este blog les queremos dar las gracias por las 16.000 personas que están siguiendo esta serie de la vida de Laia Galí HR en esta actual encarnación nº 84. Pedimos disculpas porque la semana pasada no pudimos compartir el capítulo, nos encontrabamos en Barcelona en una reunión de amigos. Espero que la disfruten, no se oliden de comentar, darle like y si lo desean buscarla en Instagram @laia_gali_hr para más novedades.


Capítulo 54:

En cuanto Kiara me dejó en París, bajé las últimas escaleras para llegar al andén y buscarlo, lo encontré sentado dónde siempre, el metro aún le faltaban diez minutos para llegar. Ese día por motivos de él personales, no estuvo durante la ida, por eso estaba algo emocionada de verlo. Nos abrazamos, aún no me acostumbraba a eso, pero era divino sentir esa compañía y nos sentamos.

-          ¡Felicidades!- dijo él, de su bolso sacó un regalito envuelto.- quería que tuvieras algo para cuando regresases a casa, es convertible a 3D. – dijo y me lo entregó.

-          ¡Oh, gracias!- le dije emocionada y sorprendida.

Lo abrí y vi que era un payaso de cerámica muy bonito tocando el violín, me gustó mucho el detallito.

-          ¿te gusta? El fin de semana pasado fui a una feria con mis padres y al verlo, le dije a mi ángel que lo guardase para ti.- dijo él, le abracé de nuevo.

-          Lo guardaré con mucho amor en mi habitación. Gracias.- le dije.


El tiempo fue pasando, las semanas también hasta que llego principios de Marzo y la primavera empezaba a crecer con fuerza, los días eran más largos y el colegio parecía una gota de esperanza, porque solo quedaban tres meses para la libertad del verano. Ese día me tuve que levantar una hora antes, porque en el colegio nos íbamos de excursión, era la segunda del curso, pero es que de la primera no me acuerdo a dónde fue, porque yo me encontraba poseída (creo que no me dejaron ir).

Llegué al bus con mucho sueño, en ese tiempo cuando te ibas de excursión los autobuses se aparcaban en la plaza del mercado, que estaba curiosamente a dos cuadras de mí casa. Mamá me llevó allí, me puse en la cola y subí a un autobús de dos pisos, me tocó ir arriba y me senté sin querer estar con nadie, en la ventana. Lo conseguí, cuando la profesora dijo que quedaba solo un asiento libre y era el mío. Puse la cabeza en el cristal y a medio camino se me cerraron los ojos, notaba a mi izquierda a Uriel que me acompañaba sentado en el asiento libre. En cuanto abrí los ojos, me encontré con la cabeza en los hombros de Uriel, en sus brazos realmente, le miré a los ojos mientras él observaba algo, mire la otra mano y tenía un libro, empecé a hojear lo que leía.

-          Leyes universales- leí susurrando.

-          Es el volumen de este año, estoy repasándolas por si acaso ocurre algo contigo.- informó.

-          ¿Algo conmigo?- repetí.

-          Nada importante, mi amor. Los ángeles guardianes debemos estar siempre al día con las novedades que Dios afirma.- dijo con una sonrisa ligera.

-          ¿Qué son las leyes universales?- le pregunté aún quedaba un rato largo para llegar a vete a tu saber dónde.

-          Consisten en las normas que se rige este universo para que se mantenga el orden y la armonía. Son como las normas del colegio, para que sepas qué está permitido hacer y qué no.- dijo Uriel.

-          Ah, ya entiendo. Son las normas de Dios.- dije.

-          Así es, él junto al Consejo Maximus deciden las leyes y cada cierto tiempo salen volúmenes para las nuevas modificaciones.- contestó.

-          ¿Quién es el Consejo Maximus?- pregunté.

-          Ustedes lo llaman Karma, es el lugar dónde las personas cuando mueren van allí para saber si tuvieron una buena encarnación o una mala.- informó Uriel.

Me sonaba muchísimo pero no procedía de esta vida, sobre todo porque recordaba cosas de haber estado allí.

-          Allí es dónde te juzgan, ¿cierto?- dije.

-          Grave error, mi amor. El universo no tiene el derecho a juzgarte, ni Dios, ni el Karma, vas allí a ese lugar dónde pones en equilibrio todo lo que has hecho y todo lo que has aprendido y luego, del resultado que obtengas, determinas si ha sido eficaz o no para ti la encarnación.- contestó, se le cerró el libro sin punto, pero no le importó.

-          Entonces, ¿por qué pensamos que nos castigan?- pregunté.

-          Eso es cosa de la dualidad, y aquí estás en la tercera dimensión, el punto que une la dualidad transformándola en trinidad.- repitió.

Me quedé mirándolo sin entender, quería decirle que no le entendía, pero él ya comprendió mi cara de turista sueco perdido en Plaza Cataluña.

-          Recuerda porque existe la dualidad, mi amor.- dijo Uriel.

-          Es la forma que tiene el universo, la unidad para observarse.- contesté.

-          Entonces, necesita un punto que sujete esa dualidad, y por eso llega…- dijo pero le interrumpí.

-          La tercera dimensión.- contesté.

-          Así es, entonces, si lo miras bien, ¿qué objeto dibujan?- preguntó.

-          Un triángulo.- dije.

-          No, no lo estás entendiendo, mi amor. Espera, mira…- dijo mientras se sacaba del bolso un papel y una de sus plumas con el tintero. Y empezó a dibujar el triángulo.- tú lo ves de esta forma, un triángulo, pero ¿y si le damos la vuelta?- dijo, y lo giró.

-          Una balanza. Si, una balanza. El punto de sujeción es la forma la 3D y la dualidad, sería la 1D y la 2D, lo veo.- dije contenta como si hubiese descubierto el mayor secreto oculto del planeta.

Una balanza es la forma perfecta para poner las cosas en equilibrio, pues el punto que les une, es la zona en que no está ni a un lado ni al otro, solo es el que debe observar y comprender que ambas partes son necesarios para continuar viviendo. Nada es la única fuerza, pues la luz necesita la oscuridad para mantener la fuerza y estar así en equilibrio en el universo. Lo entendí, porque curiosamente nos habían hablado de ellos en IÓN, el Seraphin Hamiah que era el nuevo profesor de segundo año, nos estaba explicando la importancia del ritmo y de la armonía, dos aspectos que el universo son fundamentales, para que nosotros estemos aquí hoy.


Escuchar a Uriel siempre era una maravilla, a veces me quedaba mucho tiempo observando qué hacía sin que tuviese la necesidad de decirme nada, solo quería saber la suerte que tenía que con casi seis años, tuviera tanta buena relación con mí arcángel guardián. No tenía ni idea ni entendía eso que decían los adultos de que yo era una chica “diferente” y que todo lo que hiciese de alguna manera u otra siempre “marcaría la diferencia”. Los adultos hablaban como si llegase a presidenta del país, pero los ángeles eran más realistas y hablaban de la misión y el propósito de vida que me estaba preparando para realizar, y el hecho de tener tanta curiosidad por los conocimientos universales a tan temprana edad, respondían inconscientemente lo que yo no veía en mí o me costaba reconocer, de que yo “marcaría la diferencia” hiciese lo que hiciese.

Entonces, en el bus, miré la carretera y me quedé pensando, tenía una duda que no podía sacarme de la cabeza y del corazón, Uriel notó mi preocupación, así que me pasó un brazo por los hombros se acercó a mí, yo no quise mirarle, seguía observando el día que parecía ser algo gris.

-          ¿Qué te pasa, mi amor? – preguntó.

-          No sé si estoy tan bien, sabiendo que hace un año, me sentaba con las compañeras de clase y me aceptaban en su entorno, y ahora, todo es tan diferente. Me gustaría estar ahora con ellas, esta es la primera excursión después de todo, y la verdad es que me gusta estar contigo, pero si en IÓN tengo amigos, ¿por qué aquí cuesta tanto?- le dije.

-          En el fondo te aman, mi amor. Pero tienen miedo, miedo a escuchar lo que dices, a seguirte y a cambiarles la forma de ser… te dicen todo esto, porque no saben cómo ser fuertes y vencer el miedo. Pero todo esto, algún día pasará. Pero yo, aquí estoy, no lo olvides nunca, mi amor. A mí siempre me tendrás contigo, en las buenas y en las malas, cuidándote. – dijo Uriel con su lindísimo corazón.

El miedo, algo que no todo el mundo por desgracias a nivel social, es capaz de enfrentarse a sus propios problemas y permiten que les domine.

-          ¿Cambiarles la forma de ser?- repetí.

-          En el momento en que hables de nosotros, cuando puedas hacerlo, eso les va a chocar y mucho, por ende, deberán aceptar el cambio en sus vidas, en todos los aspectos si se comprometen a seguir a tú lado. – explicó Uriel, no entendí ni la mitad de las palabras, pero parecía importante, simplemente asentí y volví a ver por la ventana.

De repente escuchamos aplausos que venían del fondo, como acto reflejó, me tumbé hacia adelante en el pasillo para ver qué pasaba, era la profesora que había dicho de que ya habíamos llegado al lugar y que en cinco minutos bajábamos del autobús. Me alegré, aunque estaba algo intrigada, ¿qué museo será esta vez? Adoro estudiar y salir con el colegio, pero a veces hay visitas un poco aburridas. Por eso, no tenía muchos ánimos, ni recordaba en ese momento el nombre del lugar, pero días antes, nos habían dicho que teníamos que ir de deporte, por eso nos hizo ir con el chándal del colegio, tendría que ser algo de deporte, porque se empeñaban en que llevásemos calcetines, porque en ese lugar, no dejan pasar con zapatos.

El autobús aparcó pero del lado dónde me encontraba no se veía nada más que una pequeña casita hecha de rocas antigua, dónde el cartel ponía Gnomopark. Una vez a fuera, nos pusieron por parejas y le tuve que dar la mano a alguien de la clase, no recuerdo quién era, pero parecía que la otra persona estaba asqueada de hacerlo, y empezamos a caminar para cruzar la carretera, y llegar al recibidor de la casa. Allí nos dejaron desayunar todos juntos en círculo. Cuando era una excursión, tenía bocata para desayunar y para almorzar, todo un lujo, puesto que para desayunar mi madre siempre me ponía una mandarina o un plátano. Tenía mucha hambre así que me comí todo el desayuno sin hablar con Uriel, que él se había traído otro bocata de su vibración.

Al terminar, nos hicieron quitarnos los zapatos y guardarlos en consignas dónde las llaves las guardaban las cuatro profesoras que vinieron con nosotros. Entonces, bajamos unas escaleras, todo estaba enmoquetado, recuerdo que la moqueta era azul y una vez a bajo, un pasillo con muchas ventanas, que me quedé muy intrigada, hasta que nos abrieron las puertas de cristal y nos quedamos todos los niños, en shock al ver el paraíso. Había hinchables, piscina de bolas, toboganes de todas las alturas, juegos de escalada, más hinchables,…. Era el paraíso de todo niño, un lugar de diversión para nosotros.

Me aferré a la túnica de Uriel, porque pensaba que estaba soñando o que todo era una broma pesada, porque no podía ser que la excursión fuese ese lugar. Más niños estaban igual, y más cuando nos dijeron, que podíamos ir a nuestro antojo dónde queríamos durante toda la mañana. Cómo era de esperar, los niños empezamos a correr para ir a lo primero que se nos pusiese por delante, pero al ver que había cola, le dije a Uriel ir a otro hinchable y nos fuimos él y yo a todos los lados, subimos, nos divertimos, fue fantástico. ¡La mejor excursión de mí vida!


En un momento en que estábamos a solas Uriel y yo, nos pusimos a hablar mientras estábamos en lo alto de uno de los toboganes.

-          ¿Te gusta, mi amor? – preguntó Uriel.

-          Si, es la mejor excursión de mí vida.- contesté como si me hubiese tomado cinco quilos de azúcar intravenoso.

-          Anasiel pensó que te iría bien esto, y así lo hemos organizado, para ti y para tus compañeros – dijo, me quedé observándole.

-          ¿han sido los guías?- pregunté.

-          Si, mi amor. Te hemos visto muy triste últimamente, y te queríamos dar un regalito – dijo Uriel, le di un abrazo y bajamos juntos el tobogán.

¿Ven? ¡Son un amor! ¿Cómo podría tener yo miedo de ellos? ¡Son un amor y te cuidan muy bien! ¡Yo confío en ellos totalmente!

 

Capítulo 55:

Dos días después de la excursión al paraíso, de nuevo entró la realidad sin previo aviso en mí vida. Estábamos en clase de lengua y de repente llaman a la puerta, era la Roser, la directora del colegio. La Ramona la dejó pasar y ella entró junto a otra mujer también monja (hace muchos años que van sin hábito), se colocaron en medio del espacio del profesor.

-          Alumnos, la directora tiene unas palabras para vosotros.- dijo la Ramona.

Ella le dejó paso a la Roser, eso era algo raro por eso sentía en el corazón preocupación, algo había pasado y teníamos que saberlo.

-          Queridos alumnos, me hace muy feliz decirles que a partir del Lunes, yo dejo de ser vuestra directora. Me han llamado en Vic en el Escorial para que lo dirija temporalmente y después, regresaré a África a seguir enseñando a niños de Uganda en un conclave que tenemos en una ciudad de allí. Por eso, les tengo que presentar, que esta señora que tengo a mi lado, será la nueva directora, su nombre es Assumpta. – dijo la Roser.

Sentí como me partían el corazón. La Roser, la que me había salvado la vida, se iba del centro. ¿Por qué? ¿Por qué a mitad de curso?

-          Es un placer, poder hablarles, alumnos. – dijo con una sonrisa forzada pues su ojos decían todo lo contrario Assumpta.- espero que se lleven bien, y así no tenga que venir a buscarles para que vayan a mí despacho. Durante mi tiempo aquí, haré que este colegio siga obteniendo buenos resultados académicos, y se respeten las normas del conclave. – dijo.

De primeras no parecían buenas noticias, el cambio lo sentí a peor, no por el centro, sino por la relación que mantenía ella misma con ella misma. Me entró rabia de repente, no por el cambio, sino por las palabras y la forma de decirlas la futura nueva directora.

Cuando llegó el lunes, me fui a clase como era normal, a mitad de la clase de conocimiento del medio el teléfono sonó, interrumpiendo la clase, la Ramona contestó y al terminar la conversación, me miró a mí.

-          Laia, tienes que ir al despacho de la directora. Te quiere ver.- dijo la Ramona.

Me levanté con cara de ¿qué habré hecho? Fuese lo que fuese, no era bueno. Con Uriel nos fuimos para allá, salimos de la clase, pasamos todo el pasillo hasta llegar a las escaleras, luego agarramos el otro pasillo que doblaba a la izquierda, hasta el final, antes de volver a doblar a la izquierda, llamé a la puerta de cristal traslucido y entré al escuchar el permiso.

-          ¿Eres la Laia Galí?- me preguntó la Assumpta.

-          Sí.- dije.

Me pidió asiento, mientras ella arreglaba unos papeles en una carpeta. El despacho era demasiado pequeño para ser la directora de un centro, todavía se estaba terminando de instalar.

-          A partir de ahora y hasta que termines el curso, te quedas castigada sin patio y vendrás al comedor a hacer copia, ¿me has entendido?- exigió la Assumpta.

-          Si, pero ¿Por qué me castiga?- le dije.

-          Tras estudiar tú historia de los últimos meses, he tomado la decisión de castigarte, ¿algún problema? Ya que no puedo expulsarte porque la documentación está firmada por la anterior directora, solo puedo dejarte sin patio y sin excursiones.- dijo ella.


¡Mal empezaba su mandato! ¡Otra que me declaraba la guerra! Así fue como empeoró toda la situación y el curso en sí.

-          ¿Sin excursiones también?- repetí gritando.

-          Sí, pero no grites.- dijo ella.

-          No, no lo acepto.- dije.

-          ¿Cómo?- repitió.

-          No, no lo acepto. Acepto que me sigan castigando por lo que hice, que ya pedí disculpas por ello, pero no acepto que usted me diga que no puedo ir a las excursiones. ¡Exijo una explicación!- dije.

-          Ya me habían contado que eres rebelde, pero se te va a quitar la tontería, si sigues por este camino. Yo, no te voy a dejar pasar ni una, ¿entiendes?- amenazaba con cada palabra que decía.

-          Y yo a usted, no le voy a tolerar que se propase conmigo, por un simple accidente ya erradicado, ¿sabe?- le dije.

La Assumpta se quedó mirándome como sino entendiese mis palabras.

-          Entiendo que usted era de las que me quería expulsar porque casi mato a un alumno, que además era amigo mío. Pero que sepa que se equivoca conmigo, porque yo no soy como los demás. No todo es lo que parece, ¿entiende? Mire, si esto va más allá, mi madre no le va a gustar y va a ser peor… no le quiero meter miedo, pero creo que esto lo podemos solucionar entre usted y yo. Acepto quedarme los patios en el comedor, pero las excursiones, es demasiado.- negocié.

Se quedó en silencio, parecía que pensaba y entraba en razón, pero en realidad no pasó. Me mandó a clase sin decirme nada. Así que volví a clase y la Ramona antes de que yo pudiese entrar en la clase, recibió la llamada de la directora y le contó lo sucedido.

-          Laia, recuerda que hoy a la hora del patio te quedas en clase.- dijo la Ramona.

-          Ok.- dije y me senté en mi lugar para continuar la clase.

No me pude concentrar y estuve repasando en mí cabeza mil veces la conversación con la nueva directora. Cada vez tenía menos esperanza de que hubiera alguien coherente entre el equipo docente de ese colegio, porque la verdad es que… no entendía porque me declaraban la guerra solo con verme una sola vez. ¿Qué es lo que escribían de mí los profesores al final del curso? Estaba seguro que eso tenía mucho que ver, con que el tutor del año siguiente se comportase así, seguramente que se preparaban todo el verano para decirme, que me declaraban la guerra, de que yo era el causante de todo en vez de una víctima más. ¡Horrible!

El colegio me daba esa cara de la moneda de aprender en dos lugares distintos, dónde en IÓN todo era perfecto, ningún alumno se le pasaría por la cabeza reírse mal de alguien, ni mucho menos aprovecharse los Maestros de ser diferente, y en el momento en que subías a la superficie y me tenía que ir al colegio, eso era la guerra. Luz y oscuridad de nuevo, las dos caras de la moneda, no entendían porque me hacían eso aquí arriba, por eso deseaba quedarme en Agartha y no estudiar más en el colegio. Pero fui de todos modos, porque había elegido encarnar por alguna razón, pero sufrir tanto ya era demasiado.

Cada día era una tortura psicológica sin saber si se iban a meterse conmigo, si los compañeros o los profesores, por hacer una pregunta diferente o por hacer algo normal, y marcarlo como diferente. Las largas horas de clase, y luego estar en el comedor, haciendo copia cien veces, hasta que terminase el cuaderno “No seré una chica rebelde en clase ni en el colegio, seré obediente”. ¡Vaya chorrada de frase! ¿Rebelde? ¿Ustedes piensan eso? Es evidente que no es este el problema que había. Y obediente para ¿qué? ¿Para que hicieran conmigo lo que les diese la gana? ¡Ni hablar! Si ser una rebelde en clase, quería decir ir en contra de las actitudes de los profesores antes los alumnos, lo aceptaba con honor. No me di cuenta pero, haciendo estas cosas, la gente hablaba de mí, gente que ni sabía quién era y que además, no estudiaban en el mismo colegio, el rumor de quién era, se había extendido a toda la ciudad.

Un sábado que mi abuela había quedado con su hermana Cristina, y que estaba con ella mi prima Sofía, nos fuimos a la tarde al parque del Ter, dónde curiosamente había compañeras de clase de Sofía y de la mía. Todo parecía ir maravilloso el sábado, hasta que Sofía llegó con sus amigas y los de mí clase, empezaban a reírse de mí, porqué había aparecido en el parque y me quería columpiar como todo el mundo. Sofía se los miraba con una cara de enojo, porque no entendía qué pasaba, hasta que una de las compañeras de la otra clase, se acercó.

-          ¿Qué haces tú aquí? ¡Vas a contaminar el columpio y nadie más podrá sentarse!- dijo con prepotencia la niña.


Me quedé en silencio, Sofía se me quedó mirando y la chica le contó cosas, que por la cara que ponía mi propia prima, sabía de lo que le hablaban. La estuve observando para ver si se atrevería a defenderme, pero de repente, se echó a correr con las chicas y a mí me dejaban detrás, yo las quería atrapar hasta que me di cuenta de que querían deshacerse de mí. Entonces, paré en seco y la miré. Esa fue la primera vez que vi la verdadera cara de la moneda de mi prima del alma, sería capaz de abandonarme por un simple rumor.

Así que me fui con Uriel a otro lado del parque, intentando subir en alguna parte, pero parecía que la chica apestada no podía estar allí, y me fui finalmente con la iaia Filo y me senté al lado de ellas dos.

-          ¿No juegas, Laia?- preguntó Cristina.

-          No quiero, gracias.- dije amablemente, pero estaba triste.

-          ¿Por qué?- dijo mi abuela.

-          No me apetece estar aquí.- le dije.

Me quedé con ellas durante la hora y media, mientras veía como la Sofía se la pasaban muy bien con sus amigas jugando a cosas, que yo quería jugar. Me enojé con ella. Yo era la primera en llegar a casa, antes de nada, le di un abrazo a la abuela y le dije en la oreja “No quiero volver al Ter si hay tantos compañeros de clase, por favor” ella me miró y dijo que si con la cabeza, aceptando lo que le había dicho. Le dije adiós a la Sofía con la mano sin ganas, le di dos besos a la Cristina y subí las escaleras de mi casa con rapidez.

Una semana después, fue mi cumpleaños, y el domingo de esa semana, mi abuela y el Tiet Josep tenían un almuerzo en mi casa programado, con pastel de postre. En celebraciones como esta, en casa somos más de pescado que de carne, excepto mi padre, así que casi dejamos el mar sin crustáceos pero fue una linda celebración. Mi abuela me regaló bastantes cosas, pero lo que recuerdo fue el Tiet Josep que venía con una bolsa de chuches junto mi edad equivalente en dinero. En ese tiempo era muy chiquita para saber cómo funcionaba el dinero, por eso mis padres se quedaban eso para que me pudiese comprar ropa en rebajas. Porque la abuela también daba un sobrecito con dinero.

Dos semanas después, una noche de sábado, mis padres me pidieron que me sentase en el sofá del salón porque me querían decir algo importante. Me asusté, normalmente siempre eran para dar malas noticias. Solo hacía una semana que se me había caído mi primer diente, cuando empezaron a hablar sobre el ratoncito Pérez y los Reyes Magos, sobre todo de Papá Noel. Me dijeron la verdad, que en realidad son los padres. Fue el momento más horrible de mí vida, porque no podía creer que mis padres no creyeran en la importancia de los Maestros Ascendidos en la Historia de la Humanidad. Eso es lo que me puso triste en realidad, dejaron de ver… dejaron de ver como un niño… dejaron de crear… dejaron de sentir… se estancaron.

Entiendo que algunos piensen que tenía una expresión sobredimensionada de los Reyes Magos, pero una vez más lo digo, no miento. Esta es mi experiencia de vida, acepto lo que piensen de mí, pero no intenten hacerme ver o creer que no existe, pues este es mi perspectiva de la vida, ustedes tienen otra y se las respeto.

Lo peor de esa noticia era que José y muchos niños del colegio más grandes, también dejaron de ver y de sentir. Eso me volvió a romper el corazón, al terminar mis padres la charla, me dejaron sola en el salón y me abracé a Uriel y lloré.

-          ¡No puede ser que dejaron ellos también de sentir las dimensiones! ¿Por qué yo tengo que vivir así?- le dije.

-          Lo elegiste, mi amor. Debes aceptar sus consecuencias y la responsabilidad que eso te hace llevar este camino. – dijo Uriel.

Allí fue cuando me di cuenta de que cuando pudiese decir lo que siento, habría problemas con más personas de las que pensaba. Evidentemente que ahora me tocaba vivir unas navidades en dos aspectos muy diferente, aspecto de luz en Agartha y el aspecto de oscuridad en la superficie.

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HR.

HERO&Corporation.

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