Capítulo 25:
Kihara era tan buena conmigo que no quiso acompañarme hasta
el andén, me dejó al pie de las escaleras, ella se abrazó a mi cuello con lo
chiquita que era, y yo le di las gracias por el primer día que había sido
impresionante. Luego bajé las escaleras del andén número 5, para ver si lo
encontraba, por lo que había sugerido antes, ya no le acompañaba ningún Ser de
Luz. El metro tardaría cinco minutos en llegar, me preocupé un poco cuando vi
que no llegaba, hasta que escuché el nombre que él había elegido nombrarme que
estaba justo detrás de mí, me giré y nos quedamos mirándonos con una sonrisa.
-
Pensaba que te acompañaban hasta el andén.- preguntó.
-
Ella ha dicho que no hacía falta y ha decidido
dejarme antes de bajar.- le contesté.
-
Mejor…- susurró pero lo escuché.
Empezamos a hablar de diferentes cosas del día, pero en un
momento dado cuando llegó el metro, no me pude aguantar preguntarle…
-
¿también estás en 3D? – le dije.
-
Sí, al final del trayecto me espera mí ángel de
la guardia. – contestó.
-
¿En Barcelona?- dije.
-
No, como ya tengo una edad, puedo hacer el
trasbordo solito.- contestó pero en ningún momento mencionó a qué dirección
iba.
Las puertas del metro se abrieron y entramos, le seguí sin
tener que darnos de la mano, de hecho, procurábamos mantener las distancias de
seguridad, me parecía bien, aún no me sentía preparada. Nos sentamos de lado,
cerca de la puerta, para seguir conversando.
-
Me toca… ¿cuántos años tienes?- dijo con
especial interés.
-
5 años ¿y tú?- pregunté.
-
Voy a cumplir 11 en verano. Ya debería estar en
otro centro, pero hubo un año en que no pude venir y cuando volví tuve que ir
un año atrás a lo que hacían mis compañeros. Por eso, me graduaré en Junio.-
contestó.
-
O sea que si hubieses hecho las cosas bien,
¿quizás no nos hubiésemos conocido?- se me escapó mientras que fruncí el ceño.
-
No, pero igualmente seguro que el tiempo nos
hubiese regalado conocernos tarde o temprano.- nos reímos de inmediato.
-
Seguramente. ¿Por qué no pudiste seguir?- le
dije.
-
Problemas de familia.- contestó pero vi que eso
le ponía triste así que no quise indagar más.
El metro empezó su trayectoria, mientras que la conversación
seguía su curso, jamás habíamos hablado tanto, parecía un regalo de la propia
divinidad. Observé a los demás en un momento en que estábamos en silencio, y
pude ver a Rita que hablaba con algunos de los compañeros de clase al fondo del
vagón, me alegré por ella que fuese tan sociable, ya se me hacía raro hablar
tanto con alguien.
-
¿Es difícil compaginar vivir de día en 3D y de
noche en 5D?- le pregunté arqueando la cabeza hacia un lado sin darme cuenta.
-
Bastante, porque además son dos niveles muy
distintos entre la escuela y IÓN.- dijo.
-
Y que lo digas. En mí escuela no soy muy bien
recibida, hay algunos profesores que parecen que estén hablando con el enemigo,
y no lo entiendo.- comenté.
-
¿De verdad?- dijo arqueando las cejas.- ¿son tan
duros contigo?- dijo.
-
Algunos.- contesté sin ganas.
-
Ya entiendo.- susurró.
-
Pues yo no.- dije preocupada.
-
Los adultos a veces parecen más críos que
nosotros.- dijo en tono de humor, nos pusimos a reír de inmediato.
Pasó un tiempo, hasta que llegamos a la siguiente parada,
nos faltaba una parada para separarnos, ¡qué corto era el camino!
-
¿Qué pasa cuando uno se gradúa?- le pregunté.
-
Pues que tiene que comenzar un curso en otra
ciudad, este año nos han estado informando de los diferentes centros que
podemos ir para continuar la formación, y la verdad es que no lo tengo muy
claro todavía… debo escoger entre Ávalon o un centro que está más al norte, por
Rumanía. Pero todavía no lo tengo nada claro.- dijo dudando mucho de pros y
contras de ambos lugares.
No sabía qué eran países en ese tiempo, por eso las
distancias me parecían el triple de largas y demasiado lejos.
-
Si voy a Inglaterra, podré seguir usando esta
línea hasta París. Si me voy al otro, tendré que cambiar de línea.- comentó,
ahora no parecía que estuviese hablando conmigo, más bien, pensando en alto.
Me quedé escuchándole, tampoco quería dejar de verlo
entonces, pero el hecho de irse a Inglaterra, habría chance de seguir.
-
¿Qué quieres hacer realmente?- le pregunté.
-
Me gustaría ser Alquimista. Así que lo más
probable es que vaya a Ávalon.- dijo casi convencido de sus propias palabras.
-
¿Brujo?- dije.
Él empezó a reírse.
-
No, es como ser un guardián de los elementos,
pero que consigues aprender sus fórmulas para convertirte igual que hace un
Maestro Ascendido. Es algo muy bonito y para mí algo que me atrae mucho la
atención.- contestó.
Terminamos por reír los dos, mientras que la gente subía al
vagón y las puertas se volvían a cerrar.
-
Ser un Maestro Ascendido… ¡Wow! ¿Eso se
estudia?- dije.
-
Sí, pero no en Ávalon ni en Rumanía. Desconozco
dónde, pero es un aprendizaje muy largo, no conozco ningún Maestro que lo haya
conseguido en una sola vida.- contestó.
-
De momento solo he conocido uno, y fue el primer
día en que te vi y charlamos.- le comenté él arqueó las cejas.
-
En cuando termines IÓN, no podrás decir lo
mismo. Quizás en primero no haya, pero en los demás cursos, tendrás uno para
alguna materia. Hay muchos, es genial.- comentó con gran fascinación que
curiosamente, compartíamos.
-
Y ¿qué tal los entrenamientos se van complicando
cada vez más?- le pregunté.
-
Espera… ¿estás entrenando? – dijo con la boca
más abierta que jamás había visto.
-
Sí.- dije preocupada.
-
O sea que… ¿quieres volver a la Guardia?- dijo
su tono de voz se apagó bastante pero no lo entendí.
-
Sí.- dije.
-
¿Por qué?- preguntó asustado.
-
Pues porque… me gusta, bueno, lo poco que
recuerdo parece un buen trabajo…- dije ya algo más asustado.
-
Pensaba que no querías volver… no después de lo
que vivimos en Orión…- dijo, bajó la mirada, noté que se le escapaba una
lágrima que no llegué a entender.
No recordaba eso, tampoco sabía que había pasado en Orión, de hecho, no sabía qué era. Pero no pude decirle nada, porque en ese momento, el metro paró, y tuve que bajar, me despedí de él saludándolo en la distancia con la mano con la intención de verlo mañana. Salí del metro, y me quedé allí observándole tras el ventanal, las puertas se cerraron y él siguió. Entonces, una mano muy grande tocó mi hombro derecho, me giré, era Uriel, sin decirle nada, vio que lloraba y me abracé a su cintura, él no pudo hacer más que quedarse allí aceptándome de esa forma. Como teníamos que salir de allí, Uriel me agarró en brazos y caminó por los dos hasta salir del portal dimensional y luego, abrió sus alas y volé en sus brazos, mientras que yo seguía llorando desconsoladamente.
-
¿Qué te ha
pasado mi amor? – preguntó muy preocupado Uriel.
-
No me lleves a casa, quiero hablar contigo antes
de volver. Llévame algún lugar, pero no a casa, por favor…- le supliqué.
-
De
acuerdo, vamos un rato al bosque…- dijo, con sus alas cambió la dirección
para ir al río, en este caso era al otro lado del río.
Sentados bajo un árbol, iluminados por el baile de las hadas
que aguardan el bosque de la Devesa, le empecé a contar sobre el chico de Ojos
Verdes. En realidad eran las cinco de la mañana, quedaba una hora para que
empezase a hacerse de día y en dos horas o tres, me “despertarían” para ir a
clase en la escuela.
-
Ha sido uno de mis mejores días de toda mi vida,
Dary. Pero ese comentario no sé por qué, me ha dejado así. ¿Qué es Orión? ¿Por
qué dije en esa vida que no quería volver a la Guardia?- le dije un poco
desesperada porque quería saber las respuestas que obviamente requerirían más
tiempo de lo esperado, días, semanas incluso años para saberlo todo, pero
quería saber porque lloraba porque tampoco lo entendía.
-
Echa un
vistazo en el cielo y comprenderás mejor esto… - dijo, él observó el cielo
se veían las constelaciones perfectas, seguíamos en 5D, había muchas yo le
escuché.- todas estas estrellas, son en
realidad lugares muy hermosos dónde hay vida y existen otras civilizaciones
distintas a aquí. Cada una de ellas, está agrupada en algo que se dice constelaciones, y cada una de ellas,
aparece o es más visible según el paso de los meses, también tienen nombre, por
ejemplo, esa de allí que parece un triángulo, es la constelación del triangulum, esa otra de allí, es la constelación Canis Mayor y esa de allí,
al sur esa es la Constelación de Orión…-
dijo me quedé fascinada de lo hermoso que se veía todos los puntos de cada
constelación.
Me quedé viendo Orión, como un reloj de arena, con cabeza,
arco y en el centro tres puntitos alineados en diagonal. Muy curioso, porque mi
corazón empezó a latir con fuerza.
-
Orión es
un lugar muy especial, y tú, mi querida y amada Laia, estuviste hace mucho
tiempo viviendo allí, mucho antes de venir a vivir en este planeta. Allí, te
encontraste con este chico y vivieron dos vidas juntos, dónde en uno en
particular cambió la existencia de nuestro Universo y ustedes dos, fueron
participes de ese cambio. – la historia de Uriel parecía ciencia ficción,
no sabía que se pudiera vivir en otros planetas, pero él lo sabía por algo,
porque era cierto y si lo había comentado el chico era porque realmente
ocurrió.
Me volví a acurrucar en su pecho mirando las estrellas, pero
me sentía preocupada.
-
Entonces, ¿qué tiene que ver la Guardia con lo
que él dice?- le pregunté.
-
Me
gustaría poder contestarte, pero la verdad es que eso, tendrás que recordarlo a
su debido tiempo. Él siempre irá un poco más avanzado que tú, pero habrá algún
momento en que ambos estaréis en la misma vibración. – contestó Uriel.
“En la misma vibración” no sabía a qué se refería pero sentí
que estaba lejos de conseguirlo. Era obvio de que estaría más avanzando que yo,
se supone que es mayor y que empezó a ir a clases antes que yo, así que ¿Por
qué pensaba Uriel que llegaría un punto en que estaríamos iguales? Siempre
habría y habrá diferencia, no lo entendí en su momento, pero tampoco quise
indagar más en eso, después de eso, Uriel me regresó en sus brazos hasta casa y
enseguida mamá me despertó porque tenía que ir al colegio, ese fue el primer
día en que dije que no quería ir, de nuevo tenía mucho sueño… pero tuve que ir,
de hecho a partir de ese día, empecé a llegar tarde a todos los lugares.
Capítulo 26:
No quería llegar tarde, pero era inevitable mi cuerpo se
sentía de nuevo unido tras el viaje astral solo unas dos o tres horas, las
clases en la tercera dimensión empezaban a ser algo cargantes y María Ángeles
notó que el rendimiento empezó a bajar bastante rápido, y un día ya cuando
había pasado un mes, me invitó a salir de la clase para charlar mientras los
demás compañeros seguían con sus actividades.
-
¿Estás bien, Laia? Últimamente te veo con carita
de sueño, ¿descansas por las noches? ¿Te vas a dormir prontito?- decía un
sinfín de preguntas a las nueve de la mañana, una mala hora para indagar con
preguntitas, apenas podía responderlas, el sueño crecía día tras días, porque
las clases en IÓN eran cada vez más complejas, pero no podía decirle nada y
solo asentía con la cabeza.- Cuéntame, ¿qué te pasa? – dijo con los brazos
cruzados en el pecho, sus ojos mostraban preocupación…
-
Nada, está todo bien. Tengo sueño, nada más. Sí,
me voy a dormir pronto, pero eso no soluciona nada.- contesté.
-
Sabes que puedes confiar en mí, si hay algo que
te esté pasando, me lo puedes contar, ¿sabes?- dijo, insistía mucho pero no le
podía decir nada.
Intenté ignorarla pero lo que hice fue mirar a Uriel y le
hablé de corazón a corazón.
-
¿Qué le digo para que deje de hacerme preguntas,
Dary? – le dije.
-
Dile que
últimamente tienes pesadillas y te despiertas por las noches- me aconsejó y
le hice caso.
-
¿pesadillas? ¿Fuiste al médico?- preguntó María
Ángeles.
-
Evítalo. –
dijo Uriel.
-
No me hace falta un médico, estoy bien, seño.
¿Puedo volver con los demás, por favor? – le dije y ella al fin me dejó en paz.
La verdad es que tenía razón, el rendimiento había bajado
mucho, ya no me surgían cosas para crear, en plástica todo lo que nos hacían
hacer con la arcilla, la plastilina o con tan solo reseguir un patrón con un
pincho para cortarlo, incluso eso, de repente se me daba tremendamente mal.
Muchas veces Uriel, tenía que agarrar mis manos y ayudarme a crear cosas,
aunque salían un poco abstractas y no sabía cómo interpretarlas.
-
Dary, ¿Cuándo voy a dejar de sentirme tan
cansada? ¡Llevamos un mes casi!- me quejé.
-
Esto forma
parte del proceso de adaptación, mi amor. Pronto tendrás un poco más de energía
para seguir con las clases aquí arriba – contestó siempre con esperanza de
que esto era transitorio y que todo pasaría, aunque yo no lo sentía igual.
-
Pues deberás recomendarme que coma algo en
especial para que me dé energía, no aguanto más…- le dije.
-
De
acuerdo, puedes tomar un poquito más de chocolate, creo que hoy la iaia hoy
trae chocolate para ti – dijo y me alegré.
Esa tarde me fui de clase acompañada de la iaia Filo, que
efectivamente traía galletas con chocolate para merendar y un trocito de pan,
en ese tiempo era la especialidad de ella, una de mis meriendas favoritas.
Aquella tarde, tuve que irme con ella, pero no estaba ni mi tía Cristina con
ella ni tampoco la Sofía, al parecer le habían apuntado a clases de inglés y
algunos días tenía que ir y otros no. De hecho, muchos compañeros de clase, en
esa edad habían empezado a ir a clases extraescolares y yo me preguntaba una y
otra vez ¿por qué yo no? Aunque me alegraba la idea de que a las cinco de la
tarde ya era libre del colegio, me sentía algo excluida al ver que la mayoría
de compañeros se iban a esas clases juntos y yo con mi abuela o con el Titi…
No era nada, pero cuando llegaba al día siguiente y contaban
la jugada de esas clases por el cual yo no estaba apuntada, me sentía algo más
excluida, aunque mi forma de socializar era diferente a lo que expresaban los
demás, en cierto modo me sentía compañera de clase, no amigos pero sí
compañeros.
-
Mamá, ¿Por qué yo no voy a ninguna clase
extraescolar? – le pregunté aquel mismo día a las nueve de la noche tras
regresar de casa de mi abuela ya cenada.
-
¿te gustaría? – me preguntó.
-
No sé lo que es.- le contesté.
-
Es hacer alguna actividad fuera del colegio que
dure una o dos horas, ¿te gustaría?- dijo.
-
¿Pero esas actividades serían con más deberes?-
dije aunque a esa edad no tenía deberes solo de IÓN.
-
Puede, pero ¿cómo sabes lo de los deberes si
nunca has hecho?- dijo.
-
Por los mayores, de otro curso, se ve que tienen
muchos deberes y no les gusta por la cara de aburrido que ponen.- dije para
esquivar el tema.
Ella se puso a reír pero yo no la entendí.
-
Bueno, si quieres, le preguntó a la profesora si
hacen alguna actividad después de clase y vemos si te apuntamos, ¿de acuerdo?-
dijo.
De la emoción le di un abrazo fuerte y volví con Uriel a
seguir jugando a nuestros juegos. Dos días después, mi mamá me apuntó a
gimnasia que hacían en el mismo colegio los martes de 5pm a 6pm, me gustaba
mucho porque hacíamos clase de gimnasia pero algo diferente, con muchos juegos
de correr y saltar y lo mejor de todo, sin deberes.
Pronto llegó la segunda excursión con el colegio, nos fuimos
a Camprodon un pueblo muy antiguo al norte de Cataluña casi que hacía frontera
con Francia, para ir a la fábrica de galletas Birba. Es una fábrica muy antigua
que está abierta desde finales del siglo XIX y que se les conoce mucho por el
tipo de galletas que venden en los supermercados, es la típica que la iaia Filo
nos regalaba en aquel tiempo cuando iba a ser Navidad, más bien por el Santo de
mi mamá el 23 de Diciembre. Ver su fábrica me impresionó muchísimo, nunca había
estado en una, y me encantó verla des del inicio dónde colocaban los
ingredientes en una gran cacerola gigante para hacer la masa, hasta las otras
máquinas que les hacían cierta forma, porque además en la caja hay diferentes
tipos de galleta, con azúcar, leche o chocolate incluso normales. Me gustan
mucho aunque no son mis favoritas, pero si que son ricas.
Esa visita en realidad fue más educativa de lo que pueden
llegar a imaginar, porque dónde algunos veían artilugios raros dónde la masa
entraba por un lado y al otro lado salía con la forma y el ingrediente
especial. Yo lo que veía era lo siguiente… Uriel aprovechaba en las excursiones
de este estilo en explicarme conceptos humanos propios del tiempo y el espacio
que hemos ido haciendo a lo largo de nuestra historia en este planeta.
-
Esto se
llama el proceso de construcción, mi amor. ¿Te resuena? – dijo Uriel.
-
Es el momento en que todas las piezas deben
encajar entre sí…- dije.
-
A nivel
físico sí, pero el proceso de construcción es a nivel social, es decir a todo
el mundo. Imagina que aparece de la nada una semilla de manzana en las manos de
una persona que a su vez, para poder plantar esas semillas, necesita la ayuda
de cinco personas. ¿Qué crees que deben hacer para poder plantar esas semillas?
– dijo Uriel.
Me dejó bastante estupefacta con ese ejemplo por eso intenté
pensar en ello, imaginé a esas cinco personas y una con las semillas en las
manos. Intentaba ver todos los puntos, y de lo que tendrían que hacer para que
consiguieran plantarlas.
-
¿Por qué las tienen que plantar?- pregunté.
-
Para que
crezca un árbol y de más manzanas. – contestó Uriel.
-
¿tienen que colaborar todos?- pregunté.
-
Sí. –
dijo Uriel.
Me quedé pensando, mientras que el guía del grupo seguía
explicándonos cosas de la fábrica que obviamente no presté atención, de
galletitas a manzanas, cómo había cambiado la cosa en tan solo unos segundos.
-
Creo que lo tengo… uno hace el agujero, otro
coloca las semillas en el agujero, otro tapa el agujero, otro riega el lugar, y
el último observa.- dije.
-
¿Por qué
observa? – preguntó.
-
Porqué tiene que decir si el proceso funcionó.-
dije.
-
Interesante
cómo lo planteas, mi amor. En la sociedad es algo parecido, uno plantea algo y
otros aceptan hacerlo o no, y si lo aceptan, colaboran cada uno contribuyendo
su parte para que lo que se haya planteado sea una realidad. ¿Comprendes? El
mundo no se construyó solo, pero tampoco puede depender de uno solo para llegar
a construir todo lo que se ha construido en la actualidad. – dijo Uriel.
-
Por eso las galletas no se realizan solas, uno
tuvo una idea, y los demás siguieron la idea y colaboraron para que aquí y
ahora estas galletas puedan tener su utilidad en el mundo, ¿cierto? – le dije
para ver si lo había entendido, Uriel dijo que si con la cabeza y empezó a
aplaudir de la emoción.
Con ese ejemplo me quedó claro que nadie puede depender de
algo, pues todos tenemos nuestra función en el mundo, solo que debemos
realizarla para que todo funcione. Son las piezas de una máquina, si las piezas
funcionan mal, la máquina no funciona, en cambio si lo hacemos como debemos,
entonces la máquina funcionará para su propósito.
Dos días después de esa excursión, era San Jordi, un día muy
importante para Cataluña, que aunque sea un día importante no es festivo, es el
día de los enamorados dónde las parejas o los familiares se regalan libros y
rosas rojas. Esta celebración es el 23 de Abril y es muy hermosa porque en la plaza
de la ciudad hay paradas de rosas y libros, ya no hace frío y se nota que la
primavera empieza a florecer en los jardines de la ciudad. En realidad ese año
fue muy hermosa, nunca lo habíamos celebrado en el colegio, los años anteriores
éramos muy pequeños para entender la fiesta, la leyenda es algo especial y para
los más pequeños quizás dé miedo.
A partir de las diez de la mañana estuvimos en la plaza de
la ciudad, rodeada de esas paradas y espectáculos que hacían otros niños de
todos los colegios de la ciudad, pero a nosotros por edades, nos mandaron cerca
de las escaleras para dibujar algo sobre la leyenda que nos habían contado nada
más empezar el día.
La leyenda de San Jordi cuenta, que en una aldea muy antigua
había un gran castillo que vivía un rey y una reina y una hija muy hermosa que
era la princesa del reino, la aldea vivía en paz, hasta que un día un gran
dragón que vivía en una cueva en las montañas salió de caza y atacó a los
civiles de la aldea, cada día se llevaba a una persona para ser engullido por
su hambre atroz. Ese dragón daba mucho miedo, el fuego que sacaba por la boca
mostraba mucho respeto a los aldeanos y a los reyes del lugar. Un día, hartos
de que el dragón secuestrara a uno de los civiles, decidieron reunirse y hacer
un pacto, dónde se decidiría quién sería el último en sacrificarse, hicieron un
sorteo y salió la princesa del reino elegida.
La tristeza de los reyes no era motivo suficiente para que
la princesa no hiciera lo que le tocase hacer, así que a la mañana siguiente,
aunque sentía mucho miedo y tenía el corazón roto en mil pedazos porque
perdería a sus padres que la querían mucho, se dirigió a la cueva del dragón
para ofrecerse al sacrificio. El dragón cuando la vio, la invitó a dentro de la
cueva, la agarró de malas formas y la princesa empezó a gritar por si alguien
pudiera ayudarla. En uno de los caminos que provenían del bosque hacia la aldea
y la cueva del dragón, cabalgaba un caballero junto a su caballo blanco, al
escuchar esos gritos, empezó a cabalgar con gran rapidez hasta que llegó a la
cueva del dragón, al ver a la princesa, bajó del caballo blanco, agarró su
espada y empezó a luchar contra el dragón.
La lucha fue atroz, pero el caballero clavó su espada en el
corazón del dragón que murió desangrado, salvándole la vida a la princesa y a
toda la aldea. El caballero al ver a la princesa, se enamoró a primera vista, y
la magia de su amor transformó el río de sangre del dragón en un camino de
rosas, el caballero agarró una rosa y se la entregó a la princesa con motivo de
su amor, la princesa en su bolso que se había preparado, llevaba un libro y le
entregó al caballero para mostrarle su amor hacia él. La princesa regresó a la
aldea con el caballero, se casaron, fueron felices y comieron perdices.
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