sábado, abril 25, 2020

El Espejo De Mí Vida - Capítulo 25 y 26

Como esta semana fue el día de Sant Jordi en Cataluña, es decir el día de la Rosa y el Libro, hoy tenemos doble capítulo. ¡Que la disfruten!

Capítulo 25:

Kihara era tan buena conmigo que no quiso acompañarme hasta el andén, me dejó al pie de las escaleras, ella se abrazó a mi cuello con lo chiquita que era, y yo le di las gracias por el primer día que había sido impresionante. Luego bajé las escaleras del andén número 5, para ver si lo encontraba, por lo que había sugerido antes, ya no le acompañaba ningún Ser de Luz. El metro tardaría cinco minutos en llegar, me preocupé un poco cuando vi que no llegaba, hasta que escuché el nombre que él había elegido nombrarme que estaba justo detrás de mí, me giré y nos quedamos mirándonos con una sonrisa.

-          Pensaba que te acompañaban hasta el andén.- preguntó.

-          Ella ha dicho que no hacía falta y ha decidido dejarme antes de bajar.- le contesté.

-          Mejor…- susurró pero lo escuché.

Empezamos a hablar de diferentes cosas del día, pero en un momento dado cuando llegó el metro, no me pude aguantar preguntarle…

-          ¿también estás en 3D? – le dije.

-          Sí, al final del trayecto me espera mí ángel de la guardia. – contestó.

-          ¿En Barcelona?- dije.

-          No, como ya tengo una edad, puedo hacer el trasbordo solito.- contestó pero en ningún momento mencionó a qué dirección iba.

Las puertas del metro se abrieron y entramos, le seguí sin tener que darnos de la mano, de hecho, procurábamos mantener las distancias de seguridad, me parecía bien, aún no me sentía preparada. Nos sentamos de lado, cerca de la puerta, para seguir conversando.

-          Me toca… ¿cuántos años tienes?- dijo con especial interés.

-          5 años ¿y tú?- pregunté.

-          Voy a cumplir 11 en verano. Ya debería estar en otro centro, pero hubo un año en que no pude venir y cuando volví tuve que ir un año atrás a lo que hacían mis compañeros. Por eso, me graduaré en Junio.- contestó.

-          O sea que si hubieses hecho las cosas bien, ¿quizás no nos hubiésemos conocido?- se me escapó mientras que fruncí el ceño.

-          No, pero igualmente seguro que el tiempo nos hubiese regalado conocernos tarde o temprano.- nos reímos de inmediato.

-          Seguramente. ¿Por qué no pudiste seguir?- le dije.

-          Problemas de familia.- contestó pero vi que eso le ponía triste así que no quise indagar más.

El metro empezó su trayectoria, mientras que la conversación seguía su curso, jamás habíamos hablado tanto, parecía un regalo de la propia divinidad. Observé a los demás en un momento en que estábamos en silencio, y pude ver a Rita que hablaba con algunos de los compañeros de clase al fondo del vagón, me alegré por ella que fuese tan sociable, ya se me hacía raro hablar tanto con alguien. 

-          ¿Es difícil compaginar vivir de día en 3D y de noche en 5D?- le pregunté arqueando la cabeza hacia un lado sin darme cuenta.

-          Bastante, porque además son dos niveles muy distintos entre la escuela y IÓN.- dijo.

-          Y que lo digas. En mí escuela no soy muy bien recibida, hay algunos profesores que parecen que estén hablando con el enemigo, y no lo entiendo.- comenté.

-          ¿De verdad?- dijo arqueando las cejas.- ¿son tan duros contigo?- dijo.

-          Algunos.- contesté sin ganas.

-          Ya entiendo.- susurró.

-          Pues yo no.- dije preocupada.

-          Los adultos a veces parecen más críos que nosotros.- dijo en tono de humor, nos pusimos a reír de inmediato.

Pasó un tiempo, hasta que llegamos a la siguiente parada, nos faltaba una parada para separarnos, ¡qué corto era el camino! 

-          ¿Qué pasa cuando uno se gradúa?- le pregunté.

-          Pues que tiene que comenzar un curso en otra ciudad, este año nos han estado informando de los diferentes centros que podemos ir para continuar la formación, y la verdad es que no lo tengo muy claro todavía… debo escoger entre Ávalon o un centro que está más al norte, por Rumanía. Pero todavía no lo tengo nada claro.- dijo dudando mucho de pros y contras de ambos lugares.

No sabía qué eran países en ese tiempo, por eso las distancias me parecían el triple de largas y demasiado lejos.

-          Si voy a Inglaterra, podré seguir usando esta línea hasta París. Si me voy al otro, tendré que cambiar de línea.- comentó, ahora no parecía que estuviese hablando conmigo, más bien, pensando en alto.

Me quedé escuchándole, tampoco quería dejar de verlo entonces, pero el hecho de irse a Inglaterra, habría chance de seguir. 

-          ¿Qué quieres hacer realmente?- le pregunté.

-          Me gustaría ser Alquimista. Así que lo más probable es que vaya a Ávalon.- dijo casi convencido de sus propias palabras.

-          ¿Brujo?- dije.

Él empezó a reírse.

-          No, es como ser un guardián de los elementos, pero que consigues aprender sus fórmulas para convertirte igual que hace un Maestro Ascendido. Es algo muy bonito y para mí algo que me atrae mucho la atención.- contestó.

Terminamos por reír los dos, mientras que la gente subía al vagón y las puertas se volvían a cerrar.

-          Ser un Maestro Ascendido… ¡Wow! ¿Eso se estudia?- dije.

-          Sí, pero no en Ávalon ni en Rumanía. Desconozco dónde, pero es un aprendizaje muy largo, no conozco ningún Maestro que lo haya conseguido en una sola vida.- contestó.

-          De momento solo he conocido uno, y fue el primer día en que te vi y charlamos.- le comenté él arqueó las cejas.

-          En cuando termines IÓN, no podrás decir lo mismo. Quizás en primero no haya, pero en los demás cursos, tendrás uno para alguna materia. Hay muchos, es genial.- comentó con gran fascinación que curiosamente, compartíamos.

-          Y ¿qué tal los entrenamientos se van complicando cada vez más?- le pregunté.

-          Espera… ¿estás entrenando? – dijo con la boca más abierta que jamás había visto.

-          Sí.- dije preocupada.

-          O sea que… ¿quieres volver a la Guardia?- dijo su tono de voz se apagó bastante pero no lo entendí.

-          Sí.- dije.

-          ¿Por qué?- preguntó asustado.

-          Pues porque… me gusta, bueno, lo poco que recuerdo parece un buen trabajo…- dije ya algo más asustado.

-          Pensaba que no querías volver… no después de lo que vivimos en Orión…- dijo, bajó la mirada, noté que se le escapaba una lágrima que no llegué a entender.


No recordaba eso, tampoco sabía que había pasado en Orión, de hecho, no sabía qué era. Pero no pude decirle nada, porque en ese momento, el metro paró, y tuve que bajar, me despedí de él saludándolo en la distancia con la mano con la intención de verlo mañana. Salí del metro, y me quedé allí observándole tras el ventanal, las puertas se cerraron y él siguió. Entonces, una mano muy grande tocó mi hombro derecho, me giré, era Uriel, sin decirle nada, vio que lloraba y me abracé a su cintura, él no pudo hacer más que quedarse allí aceptándome de esa forma. Como teníamos que salir de allí, Uriel me agarró en brazos y caminó por los dos hasta salir del portal dimensional y luego, abrió sus alas y volé en sus brazos, mientras que yo seguía llorando desconsoladamente.

-          ¿Qué te ha pasado mi amor? – preguntó muy preocupado Uriel.

-          No me lleves a casa, quiero hablar contigo antes de volver. Llévame algún lugar, pero no a casa, por favor…- le supliqué.

-          De acuerdo, vamos un rato al bosque…- dijo, con sus alas cambió la dirección para ir al río, en este caso era al otro lado del río.

Sentados bajo un árbol, iluminados por el baile de las hadas que aguardan el bosque de la Devesa, le empecé a contar sobre el chico de Ojos Verdes. En realidad eran las cinco de la mañana, quedaba una hora para que empezase a hacerse de día y en dos horas o tres, me “despertarían” para ir a clase en la escuela. 

-          Ha sido uno de mis mejores días de toda mi vida, Dary. Pero ese comentario no sé por qué, me ha dejado así. ¿Qué es Orión? ¿Por qué dije en esa vida que no quería volver a la Guardia?- le dije un poco desesperada porque quería saber las respuestas que obviamente requerirían más tiempo de lo esperado, días, semanas incluso años para saberlo todo, pero quería saber porque lloraba porque tampoco lo entendía.

-          Echa un vistazo en el cielo y comprenderás mejor esto… - dijo, él observó el cielo se veían las constelaciones perfectas, seguíamos en 5D, había muchas yo le escuché.- todas estas estrellas, son en realidad lugares muy hermosos dónde hay vida y existen otras civilizaciones distintas a aquí. Cada una de ellas, está agrupada en algo que se dice constelaciones, y cada una de ellas, aparece o es más visible según el paso de los meses, también tienen nombre, por ejemplo, esa de allí que parece un triángulo, es la constelación del triangulum, esa otra de allí, es la constelación Canis Mayor y esa de allí, al sur esa es la Constelación de Orión- dijo me quedé fascinada de lo hermoso que se veía todos los puntos de cada constelación.

Me quedé viendo Orión, como un reloj de arena, con cabeza, arco y en el centro tres puntitos alineados en diagonal. Muy curioso, porque mi corazón empezó a latir con fuerza.

-          Orión es un lugar muy especial, y tú, mi querida y amada Laia, estuviste hace mucho tiempo viviendo allí, mucho antes de venir a vivir en este planeta. Allí, te encontraste con este chico y vivieron dos vidas juntos, dónde en uno en particular cambió la existencia de nuestro Universo y ustedes dos, fueron participes de ese cambio. – la historia de Uriel parecía ciencia ficción, no sabía que se pudiera vivir en otros planetas, pero él lo sabía por algo, porque era cierto y si lo había comentado el chico era porque realmente ocurrió.

Me volví a acurrucar en su pecho mirando las estrellas, pero me sentía preocupada.

-          Entonces, ¿qué tiene que ver la Guardia con lo que él dice?- le pregunté.

-          Me gustaría poder contestarte, pero la verdad es que eso, tendrás que recordarlo a su debido tiempo. Él siempre irá un poco más avanzado que tú, pero habrá algún momento en que ambos estaréis en la misma vibración. – contestó Uriel.

“En la misma vibración” no sabía a qué se refería pero sentí que estaba lejos de conseguirlo. Era obvio de que estaría más avanzando que yo, se supone que es mayor y que empezó a ir a clases antes que yo, así que ¿Por qué pensaba Uriel que llegaría un punto en que estaríamos iguales? Siempre habría y habrá diferencia, no lo entendí en su momento, pero tampoco quise indagar más en eso, después de eso, Uriel me regresó en sus brazos hasta casa y enseguida mamá me despertó porque tenía que ir al colegio, ese fue el primer día en que dije que no quería ir, de nuevo tenía mucho sueño… pero tuve que ir, de hecho a partir de ese día, empecé a llegar tarde a todos los lugares.

Capítulo 26:

No quería llegar tarde, pero era inevitable mi cuerpo se sentía de nuevo unido tras el viaje astral solo unas dos o tres horas, las clases en la tercera dimensión empezaban a ser algo cargantes y María Ángeles notó que el rendimiento empezó a bajar bastante rápido, y un día ya cuando había pasado un mes, me invitó a salir de la clase para charlar mientras los demás compañeros seguían con sus actividades.

-          ¿Estás bien, Laia? Últimamente te veo con carita de sueño, ¿descansas por las noches? ¿Te vas a dormir prontito?- decía un sinfín de preguntas a las nueve de la mañana, una mala hora para indagar con preguntitas, apenas podía responderlas, el sueño crecía día tras días, porque las clases en IÓN eran cada vez más complejas, pero no podía decirle nada y solo asentía con la cabeza.- Cuéntame, ¿qué te pasa? – dijo con los brazos cruzados en el pecho, sus ojos mostraban preocupación…

-          Nada, está todo bien. Tengo sueño, nada más. Sí, me voy a dormir pronto, pero eso no soluciona nada.- contesté.

-          Sabes que puedes confiar en mí, si hay algo que te esté pasando, me lo puedes contar, ¿sabes?- dijo, insistía mucho pero no le podía decir nada.

Intenté ignorarla pero lo que hice fue mirar a Uriel y le hablé de corazón a corazón.

-          ¿Qué le digo para que deje de hacerme preguntas, Dary? – le dije.

-          Dile que últimamente tienes pesadillas y te despiertas por las noches- me aconsejó y le hice caso.

-          ¿pesadillas? ¿Fuiste al médico?- preguntó María Ángeles.

-          Evítalo. – dijo Uriel.

-          No me hace falta un médico, estoy bien, seño. ¿Puedo volver con los demás, por favor? – le dije y ella al fin me dejó en paz.

La verdad es que tenía razón, el rendimiento había bajado mucho, ya no me surgían cosas para crear, en plástica todo lo que nos hacían hacer con la arcilla, la plastilina o con tan solo reseguir un patrón con un pincho para cortarlo, incluso eso, de repente se me daba tremendamente mal. Muchas veces Uriel, tenía que agarrar mis manos y ayudarme a crear cosas, aunque salían un poco abstractas y no sabía cómo interpretarlas.

-          Dary, ¿Cuándo voy a dejar de sentirme tan cansada? ¡Llevamos un mes casi!- me quejé.

-          Esto forma parte del proceso de adaptación, mi amor. Pronto tendrás un poco más de energía para seguir con las clases aquí arriba – contestó siempre con esperanza de que esto era transitorio y que todo pasaría, aunque yo no lo sentía igual.

-          Pues deberás recomendarme que coma algo en especial para que me dé energía, no aguanto más…- le dije.

-          De acuerdo, puedes tomar un poquito más de chocolate, creo que hoy la iaia hoy trae chocolate para ti – dijo y me alegré.

Esa tarde me fui de clase acompañada de la iaia Filo, que efectivamente traía galletas con chocolate para merendar y un trocito de pan, en ese tiempo era la especialidad de ella, una de mis meriendas favoritas. Aquella tarde, tuve que irme con ella, pero no estaba ni mi tía Cristina con ella ni tampoco la Sofía, al parecer le habían apuntado a clases de inglés y algunos días tenía que ir y otros no. De hecho, muchos compañeros de clase, en esa edad habían empezado a ir a clases extraescolares y yo me preguntaba una y otra vez ¿por qué yo no? Aunque me alegraba la idea de que a las cinco de la tarde ya era libre del colegio, me sentía algo excluida al ver que la mayoría de compañeros se iban a esas clases juntos y yo con mi abuela o con el Titi… 

No era nada, pero cuando llegaba al día siguiente y contaban la jugada de esas clases por el cual yo no estaba apuntada, me sentía algo más excluida, aunque mi forma de socializar era diferente a lo que expresaban los demás, en cierto modo me sentía compañera de clase, no amigos pero sí compañeros. 

-          Mamá, ¿Por qué yo no voy a ninguna clase extraescolar? – le pregunté aquel mismo día a las nueve de la noche tras regresar de casa de mi abuela ya cenada.

-          ¿te gustaría? – me preguntó.

-          No sé lo que es.- le contesté.

-          Es hacer alguna actividad fuera del colegio que dure una o dos horas, ¿te gustaría?- dijo.

-          ¿Pero esas actividades serían con más deberes?- dije aunque a esa edad no tenía deberes solo de IÓN.

-          Puede, pero ¿cómo sabes lo de los deberes si nunca has hecho?- dijo.

-          Por los mayores, de otro curso, se ve que tienen muchos deberes y no les gusta por la cara de aburrido que ponen.- dije para esquivar el tema.

Ella se puso a reír pero yo no la entendí. 

-          Bueno, si quieres, le preguntó a la profesora si hacen alguna actividad después de clase y vemos si te apuntamos, ¿de acuerdo?- dijo.

De la emoción le di un abrazo fuerte y volví con Uriel a seguir jugando a nuestros juegos. Dos días después, mi mamá me apuntó a gimnasia que hacían en el mismo colegio los martes de 5pm a 6pm, me gustaba mucho porque hacíamos clase de gimnasia pero algo diferente, con muchos juegos de correr y saltar y lo mejor de todo, sin deberes. 

Pronto llegó la segunda excursión con el colegio, nos fuimos a Camprodon un pueblo muy antiguo al norte de Cataluña casi que hacía frontera con Francia, para ir a la fábrica de galletas Birba. Es una fábrica muy antigua que está abierta desde finales del siglo XIX y que se les conoce mucho por el tipo de galletas que venden en los supermercados, es la típica que la iaia Filo nos regalaba en aquel tiempo cuando iba a ser Navidad, más bien por el Santo de mi mamá el 23 de Diciembre. Ver su fábrica me impresionó muchísimo, nunca había estado en una, y me encantó verla des del inicio dónde colocaban los ingredientes en una gran cacerola gigante para hacer la masa, hasta las otras máquinas que les hacían cierta forma, porque además en la caja hay diferentes tipos de galleta, con azúcar, leche o chocolate incluso normales. Me gustan mucho aunque no son mis favoritas, pero si que son ricas. 

Esa visita en realidad fue más educativa de lo que pueden llegar a imaginar, porque dónde algunos veían artilugios raros dónde la masa entraba por un lado y al otro lado salía con la forma y el ingrediente especial. Yo lo que veía era lo siguiente… Uriel aprovechaba en las excursiones de este estilo en explicarme conceptos humanos propios del tiempo y el espacio que hemos ido haciendo a lo largo de nuestra historia en este planeta.

-          Esto se llama el proceso de construcción, mi amor. ¿Te resuena? – dijo Uriel.

-          Es el momento en que todas las piezas deben encajar entre sí…- dije.

-          A nivel físico sí, pero el proceso de construcción es a nivel social, es decir a todo el mundo. Imagina que aparece de la nada una semilla de manzana en las manos de una persona que a su vez, para poder plantar esas semillas, necesita la ayuda de cinco personas. ¿Qué crees que deben hacer para poder plantar esas semillas? – dijo Uriel.

Me dejó bastante estupefacta con ese ejemplo por eso intenté pensar en ello, imaginé a esas cinco personas y una con las semillas en las manos. Intentaba ver todos los puntos, y de lo que tendrían que hacer para que consiguieran plantarlas.

-          ¿Por qué las tienen que plantar?- pregunté.

-          Para que crezca un árbol y de más manzanas. – contestó Uriel.

-          ¿tienen que colaborar todos?- pregunté.

-          Sí. – dijo Uriel.

Me quedé pensando, mientras que el guía del grupo seguía explicándonos cosas de la fábrica que obviamente no presté atención, de galletitas a manzanas, cómo había cambiado la cosa en tan solo unos segundos. 

-          Creo que lo tengo… uno hace el agujero, otro coloca las semillas en el agujero, otro tapa el agujero, otro riega el lugar, y el último observa.- dije.

-          ¿Por qué observa? – preguntó.

-          Porqué tiene que decir si el proceso funcionó.- dije.

-          Interesante cómo lo planteas, mi amor. En la sociedad es algo parecido, uno plantea algo y otros aceptan hacerlo o no, y si lo aceptan, colaboran cada uno contribuyendo su parte para que lo que se haya planteado sea una realidad. ¿Comprendes? El mundo no se construyó solo, pero tampoco puede depender de uno solo para llegar a construir todo lo que se ha construido en la actualidad. – dijo Uriel.

-          Por eso las galletas no se realizan solas, uno tuvo una idea, y los demás siguieron la idea y colaboraron para que aquí y ahora estas galletas puedan tener su utilidad en el mundo, ¿cierto? – le dije para ver si lo había entendido, Uriel dijo que si con la cabeza y empezó a aplaudir de la emoción.

Con ese ejemplo me quedó claro que nadie puede depender de algo, pues todos tenemos nuestra función en el mundo, solo que debemos realizarla para que todo funcione. Son las piezas de una máquina, si las piezas funcionan mal, la máquina no funciona, en cambio si lo hacemos como debemos, entonces la máquina funcionará para su propósito.

Dos días después de esa excursión, era San Jordi, un día muy importante para Cataluña, que aunque sea un día importante no es festivo, es el día de los enamorados dónde las parejas o los familiares se regalan libros y rosas rojas. Esta celebración es el 23 de Abril y es muy hermosa porque en la plaza de la ciudad hay paradas de rosas y libros, ya no hace frío y se nota que la primavera empieza a florecer en los jardines de la ciudad. En realidad ese año fue muy hermosa, nunca lo habíamos celebrado en el colegio, los años anteriores éramos muy pequeños para entender la fiesta, la leyenda es algo especial y para los más pequeños quizás dé miedo. 

A partir de las diez de la mañana estuvimos en la plaza de la ciudad, rodeada de esas paradas y espectáculos que hacían otros niños de todos los colegios de la ciudad, pero a nosotros por edades, nos mandaron cerca de las escaleras para dibujar algo sobre la leyenda que nos habían contado nada más empezar el día.

La leyenda de San Jordi cuenta, que en una aldea muy antigua había un gran castillo que vivía un rey y una reina y una hija muy hermosa que era la princesa del reino, la aldea vivía en paz, hasta que un día un gran dragón que vivía en una cueva en las montañas salió de caza y atacó a los civiles de la aldea, cada día se llevaba a una persona para ser engullido por su hambre atroz. Ese dragón daba mucho miedo, el fuego que sacaba por la boca mostraba mucho respeto a los aldeanos y a los reyes del lugar. Un día, hartos de que el dragón secuestrara a uno de los civiles, decidieron reunirse y hacer un pacto, dónde se decidiría quién sería el último en sacrificarse, hicieron un sorteo y salió la princesa del reino elegida. 

La tristeza de los reyes no era motivo suficiente para que la princesa no hiciera lo que le tocase hacer, así que a la mañana siguiente, aunque sentía mucho miedo y tenía el corazón roto en mil pedazos porque perdería a sus padres que la querían mucho, se dirigió a la cueva del dragón para ofrecerse al sacrificio. El dragón cuando la vio, la invitó a dentro de la cueva, la agarró de malas formas y la princesa empezó a gritar por si alguien pudiera ayudarla. En uno de los caminos que provenían del bosque hacia la aldea y la cueva del dragón, cabalgaba un caballero junto a su caballo blanco, al escuchar esos gritos, empezó a cabalgar con gran rapidez hasta que llegó a la cueva del dragón, al ver a la princesa, bajó del caballo blanco, agarró su espada y empezó a luchar contra el dragón. 

La lucha fue atroz, pero el caballero clavó su espada en el corazón del dragón que murió desangrado, salvándole la vida a la princesa y a toda la aldea. El caballero al ver a la princesa, se enamoró a primera vista, y la magia de su amor transformó el río de sangre del dragón en un camino de rosas, el caballero agarró una rosa y se la entregó a la princesa con motivo de su amor, la princesa en su bolso que se había preparado, llevaba un libro y le entregó al caballero para mostrarle su amor hacia él. La princesa regresó a la aldea con el caballero, se casaron, fueron felices y comieron perdices.

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