domingo, abril 19, 2020

El Espejo De Mí Vida - Capítulo 24


Si esto fuese el colegio en mi dimensión, todos estarían gritando para que alguien les salvase la vida, pero curiosamente nos encontrábamos en quinta dimensión y en un lugar dónde se suponía que estos “peligros” eran el pan de cada día si queríamos volver a formar parte de la Guardia de Luz de la Orden de San Miguel Arcángel. Recordaba muy poco lo duro que eran las preparaciones para volver a entrar, incluso en mi memoria al observar esa llama de fuego, recordé uno de los días más duros en la instrucción, cuando vivía en Arcturus, en la constelación de Bootes que se encuentra a 37 años luz de este planeta. Esa instrucción la pasé hace más de 48.000 años, pero volvió a mi memoria como si estuviese ocurriendo de nuevo. Por eso, no me puse a gritar, de hecho ninguno de mis compañeros lo hacía, seguíamos agrupados en el medio, esperando una explicación o una orden o hacer algo al respecto.

El miedo desapareció de mi cuerpo, en su lugar la adrenalina había tomado el control de todo y cada rincón del ritmo sanguíneo, respiré profundamente sin dejar de ver el fuego, y recordé qué se tenía que hacer.

-          ¡Debemos contar hasta cinco y luego los que estén a la derecha, deben irse a la izquierda!- les dije

-          ¿por qué?- una chica contestó, estaba en blanco.

-          ¡Confiad en mí!- dije.

Contamos hasta cinco muy despacio, y luego se fueron dónde tenían que ir, mientras que en el lugar dónde se encontraban, el suelo empezó a desprenderse como si abajo hubiese un enorme precipicio. Algunos gritaron, no por miedo, solo era estupefacción, se agarraron a los demás, mientras que observaban el gran agujero infinito que se había creado allí. Esto en mí colegio no pasaría, pero aquí cualquier cosa es posible.

-          ¿Por qué está pasando esto? ¡Es nuestro primer día!- decía la chica de antes.

-          Por eso mismo nos lo hacen, quieren ponernos a prueba des del minuto uno.- le contesté.- O ¿Ya no te acuerdas de la instrucción?- le dije.

-          Si…- susurró estaba lo suficientemente cerca de mí para que lo pudiese escuchar.

Me sentía como un personaje de una película de acción, por eso me puse a sonreír, porque sabía que no estaba arrepentida de aceptar volver a la Guardia. Fue entonces cuando recordé que me habían dicho que el “entrenador” era el Viejo Lonan, es decir la mano derecha del Arcángel San Miguel, una eminencia entre la Guardia porque era el mejor “entrenador” después de San Miguel. En realidad ustedes le conocen con otro nombre, pero esto se los voy a explicar más adelante.

Del saco que tenía conmigo, busque una piedra que había agarrado en la chanca del juego de la rata, necesitaba comprobar una cosa, sin pensármelo mucho, la tiré en el precipicio para averiguar si era un efecto óptico o en realidad ese precipicio existía. Al lanzar la piedra, desapareció bajando por el precipicio, intenté contar cuanto de hondo era, pero no pude hacerlo. 

-          Muy astuto, pero la verdad nunca es un engaño. – dijo una voz masculina que resonaba en todo el lugar, determiné que era Lonan, observándolo todo des del algún punto.

Entonces, me puse a inspirar profundamente, mientras con las manos formaba una especie de bola en mi pecho, sostuve la respiración, cerré los ojos y escuché el fuego como crepitaba. Varios segundos después, abrí los ojos y enfoqué las palmas de las manos hacia el fuego y pensé en un día de lluvia. 

-          ¿Qué ocurre ahora?- decía la chica, me miró y preguntó - ¿Qué estás haciendo?- siguió mirando hacia arriba, dónde se formaba una nube negra de tormenta, el techo desaparecía tras esa nube, hasta que empezó a llover dentro del pabellón.

Esa lluvia apagó el fuego, y pudimos salir del centro de la pista, más calmados nos pusimos a un lateral, intentando recuperar las formas. Cuando dejé de enfocar mis manos e irme con los demás, la nube se disipó igual que la lluvia. 

-          ¿Cómo hiciste eso?- me preguntó la chica.

-          No lo sé.- le dije con toda la sinceridad del mundo.

Se escuchó un gran ruido que provenía del centro de la pista, algo había restaurado las piezas que se habían desprendido y en el lugar dónde habíamos estado hacía unos segundos, apareció el Viejo Lonan arrodillado mirando el suelo. Todos nos quedamos inquietos pero en silencio, porque Lonan parecía enojado. Se levantó y empezó a andar con rapidez hacia nosotros, madre mía no lo recordaba tan alto, era más alto que Uriel casi tres metros de altura. Iba con su escudo y el uniforme de guardián intacto, sin ningún rasguño. Sus ojos no miraban al grupo, noté que estaban buscando a alguien. Se detuvo a tres pasos de nosotros, clavó su escudó en el suelo frente a sus pies que llevaba sandalias.

-          ¿Quién provocó la tormenta?- dijo con un tono serio pero sorprendido al mismo tiempo, como si su cara fuese seria pero sus pies estaban inquietos. - ¡Quien haya sido, que dé un paso al frente! – dijo con seriedad.

Ay madre, eso si que daba miedo, quizás la había cagado y por alguna razón que desconocía, me había saltado las normas… me entró bastante miedo, pero los demás compañeros se apartaron de mí y empezaron a mirarme, Lonan fijó sus ojos en los míos, dejó el escudó en el piso que sonó como si fuera de un metal pesado y caminó hacia a mi, dejando un metro de distancia. ¡Madre mía le llegaba a la cintura!

-          ¿Has sido tú? – sus ojos azules y su melena rubia hasta los hombros y ondulada, parecía que se habían encontrado con algo inusual o que hacía tiempo esperaba, yo solo afirmé con la cabeza, no me salían las palabras. – Y… ¿cuál es tú nombre? – dijo sin dejar de mirarme.

-          Me llamo Laia, señor.- dije me costó pero lo dije.

Acto seguido Lonan hincó rodilla, se puso la mano derecha en un puño encima de su pecho, agachó la cabeza y se quedó así.

-          Es un grato placer tenerte entre nosotros, querida Laia. Hacía tiempo que no teníamos a alguien de tú poder. Espero que aceptes mis respetos por no haberme presentado antes, ante ti. Soy el Caballero Lonan, pero también me llaman el Viejo Lonan. – su tono de voz había pasado de serio a amable en cuestión de medio segundo. Toda la clase se quedó igual que yo, sorprendida sin saber cómo podía contestar a eso, jamás me había ocurrido, tampoco entendí nada de lo que dijo, pero al parecer no lo decía para todos. 

-          Em… ¿Gracias?... – dije.

-          ¡La clase ha terminado, los veo mañana! – dijo para todos, pero cuando me vio que me movía dijo – Espera, tenemos que hablar… - su amabilidad no volvió a irse, ya no se le veía como alguien rudo, más bien alguien muy dulce que quería que todos quisieran entrar de nuevo a este trabajo.

En el momento en que nos quedamos a solas, Lonan se puso a mi lado y empezamos a caminar hacia el centro de la pista, me sentía desconcertada porque recordaba sus palabras “alguien de tú poder” ¿qué significaba eso?

-          Me gustaría saber, ¿Por qué has decido recurrir a eso para terminar con la clase? – dijo con una pequeña sonrisa amable y mucha curiosidad.

-          No lo sé. De algún modo tenía que apagar ese fuego, lo hice sin pensar, solo sentí la lluvia dentro de mí y pasó. ¿Ha estado mal? – le dije.

-          No, tener control sobre los cuatro elementos es algo muy bonito en la Guardia. Pero lo que tú haces, es realmente especial, porque no controlas, pues tú les das un algo que hacer. ¿Comprendes? – dijo.

-          No, no lo entiendo. ¿Esto lo hacen todos? – pregunté.

-          Controlar a los elementos por separado si, pero darles un sentido a ser, no. Es decir, para apagar el fuego, has usado el elemento agua y aire para crear una tormenta. Tus compañeros, hubiesen usado un cubo de agua, que había allí (señalizó en una punta de la pista que no me había parado a observar dónde había un cubo) y lo hubiesen usado para apagarlo, aunque fuese un trozo para poder “escapar”. Pero sorprendentemente tú no. – dijo admirando cada cosa que había hecho.

-          Entonces, ¿porqué lo he hecho?- le pregunté, arrugué la frente como si intentase ver algo imposible, algo que debería haber hecho como los demás y no lo hice.

-          Cuando lo he visto, he comprendido de inmediato que había alguien muy especial este año en mis clases, por eso te he preguntado tú nombre. En el momento que lo he escuchado, lo he entendido de inmediato. – dijo y se quedó callado.

-          ¿Puedes explicármelo? – le dije, me sentía preocupada.

-          Esto que has podido hacer, es porque lo aprendiste hace muchas vidas atrás y en esta vida al volver a los entrenamientos, ha resurgido de nuevo o ¿acaso alguna vez has podido controlar el clima de tú ciudad con un pensamiento? – dijo.

Me puse a pensar en si eso era posible, pero no recordaba que lo hubiera hecho nunca.

-          No, nunca lo he hecho.- contesté.

-          Mejor, porque aquí es un lugar controlable, pero allí a fuera, ¿quién sabe qué hubieses podido hacer? – dijo pero me asustó y él prosiguió – en tú dimensión el clima está descompensado, por eso si haces algo como esto, quizás provoques algo mucho más fuerte, como un volcán en erupción, inundaciones o cualquier cosa. Por eso, tienes que procurar no hacerlo fuera de aquí, hasta que te ayude a equilibrar todo esto ¿de acuerdo? – dijo.

-          Ok. Se lo diré a Uriel.- le dije.

-          No te preocupes, antes de que vuelvas a casa hoy, le avisaré personalmente de esto. – dijo.

Nos despedimos con un abrazo, él se agachó y así pudo ser más fácil, salí del pabellón para ir al edificio de administración, allí me esperaba Kihara para volver a casa, entré a dentro, firmé un papel conforme había pasado mí primer día y nos fuimos para el andén a esperar el metro de vuelta a París. Allí empecé a observar a los demás alumnos, el andén no estaba tan lleno como en la capital francesa, en un rincón sentado en unos bancos de mármol estaba el chico de Ojos Verdes, que en su hombro derecho reposaba una hada que le estaba hablando, Kihara también se encontraba en mi hombro, esta vez en el izquierdo, y mientras que hablaba de cosas que no prestaba atención, mis ojos se fueron literalmente al chico, que a pesar de la distancia, esperaba que fuese París para volver juntos. 


Mientras lo observaba empecé a pensar, si sería buena idea contarle a Uriel lo que estaba pasando, pero en cierto modo sentía que esta amistad era importante y que Uriel quizás supiera más que seguramente todavía no debía saber o tal vez, solo tal vez, me aterraba la idea de pensar que quizás supiera el futuro de eso que tan solo recién empezaba. Pero Uriel, seguramente que me preguntaría por el día de hoy, y tenía tanto para contarle, que entré en razón y decidí contarle.

El metro llegó, con Kihara nos sentamos cerca de la puerta, intenté no perder de vista dónde se sentaba el chico, se quedó cerca, al otro lado del vagón. Sus ojos se encontraron con los míos en varias ocasiones, hasta que al final, disimulé observando por la ventana. 

-          Uriel está pasando de nuevo por seguridad, te vendrá a buscar como estaba acordado ¿de acuerdo? – dijo Kihara.

-          Ok. – dije.

Recomendación: manteniendo la esperanza - Película.

HR.

HERO&Corporation.

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