domingo, abril 05, 2020

El Espejo De Mí Vida - Capítulo 22


Pensar en eso con tan solo cinco años, era muy extraño para muchas personas que vivían en mi dimensión, los niños de mi edad se preocupaban con jugar a cualquier cosa a todas horas, yo, estaba claro que mi destino era más fuerte y aunque me encantaba jugar, también quería descubrir aquello que a otros le daban mucho miedo, descubrir ¿Quién soy? 

 Conocí a todos mis nuevos profesores, entre ellos había un arcángel que se hacía llamar Anael, él fue nuestro profesor de canto. No tenía ni idea de que además teníamos que aprender a cantar, algo que viendo de dónde vengo, sería algo muy difícil de conseguir, porque a pesar de que Rafalé parecía que hubiese obtenido las capacidades artísticas entre la pintura y el canto, nadie más excepto el Titi Hilario, que era un experto en contar historias y escribía mucho, nadie más parecía tener tales dones. 



La clase de canto tenía unos ventanales muy hermosos que daban directamente al bosque de la parte de atrás de uno de los edificios (que aún no me había aprendido sus nombres, solo distinguía administración y entrenamientos). Anael había reestructurado la clase, de tal forma de que no había pupitres, en su lugar había almohadones dónde podías tumbarte si quisieses. Busqué entre mis libros que tenía en el saco, el de canto, pero no lo encontré, me fijé en mis compañeros que tampoco tenían libro, Rita se había puesto algo lejos de mí lado como para preguntarle, así que levanté la mano y esperé a que Anael me diera permiso para preguntarle. En clase de mi dimensión, me daba mucha vergüenza hacer eso, pero allí, todo era distinto, porque ¿Cuántas personas que conozcas han podido decir que su profesor es en realidad un arcángel de 5D? Todo era distinto, allá.

-          Dime, ¿qué te ocurre… em… tú nombre por favor? – me miró Anael con curiosidad pero sentía un gran amor emerger desde mí corazón.

-          Soy Laia. Siento molestarle pero, me he fijado que no tenemos libro en esta clase…- le dije con la amabilidad más deseable posible para no ofenderle.

-          Tres cosas, primero, no me trates de usted, porque somos hermanos por lo tanto el trato es a igual; segundo, no hay libro porque lo haremos muy práctico y así aprenderéis a modificar la realidad a través de una ley universal que es fundamental para todos; y por último, eres la protegida de Uriel, ¿verdad? Yo soy su hermano pequeño, es un amor tenerte en mi clase. – dijo con claridad y mucho amor.

Me dejó bastante sorprendida su forma de contestarme, pero contestó a todo de buenas formas, así que solo sonreí y confirmé con un gesto, para que continuase explicando. Pero mi cabeza estaba en otras cosas, sin saber exactamente porque lo tenía que hacer en ese momento, me dispuse a contar, cuantos hermanos tenía Uriel… en ese momento conté un total de tres, que con él hacían cuatro, y me pareció una familia bastante grande, ahora sabía que Gab era de los mayores, porque en algunas ocasiones había escuchado que Gab le nombraba “hermanito” por lo tanto, debía ser el mayor, y Anael el pequeño… solo me faltaba saber, si Jofiel nació antes o después de Uriel… 

Al finalizar la clase, me quedaron tantas dudas, que decidí quedarme un ratito con Anael, ya que tenía diez minutos para ir a la siguiente clase. 

-          Perdona, pero ¿has dicho que eres el hermano pequeño de Uriel? – le pregunté.

-          Sí, así es. ¿Te ha hablado de mí? – preguntó con una sonrisa interesado en la respuesta.

-          No, lo siento. De hecho, desconocía hasta hace pocos meses que tuviese hermanos. – dije.

-          No te preocupes. Es normal, somos muchos hermanos. – dijo.

-          A mí no me lo parece.- dije.

-          ¿De verdad? – Se puso a reír, le seguí aunque no entendía por qué.- Uriel tiene un sentido del humor, muy extraño… porque es difícil de no acordarse de que somos nueve hermanos… - dijo.

Me quedé de piedra, al escucharlo. ¡Madre mía, nueve hermanos! Lástima que no me pude quedar a charlar más sobre el tema que me interesaba, porque tenía que irme a la siguiente clase que curiosamente estaba al final del pasillo a la derecha. Esa sala era idéntica a la anterior, ventanales con vistas al bosque, pero esta vez con pupitres, Rita me avisó para que me sentara en uno cercano a ella, ya que estaban separadas todas a un metro, como si fuera un examen. Mientras que esperábamos al profesor, vi que Rita sacaba uno de los libros, yo le copié. 

Leí la tapa del libro y volví a quedarme sin palabras, era justo la clase que Uriel me había hablado, cuidados y armonía de los cuatro reinos

-          ¡No puede ser!- susurré.

-          ¿Qué te pasa?- preguntó Rita, pero antes de que pudiera decirle nada, entró el profesor.

Mis ojos no pudieron dejar de observarlo con asombro, era un chico bastante joven para la edad que debía tener, llevaba una túnica hasta las rodillas de color azul clarito, un turbante blanco en la cabeza y no llevaba barba. El profesor entró sin mirar nada, y se fue directamente a los ventanales, abrió uno y empezó a inspirar profundamente, sostuvo y luego exhaló, lo repitió varias veces, hasta que se giró a la clase, sonrió y se quedó mirándonos, con sus ojos azules muy hermosos. No estábamos tan lejos de él, tan solo en la tercera fila. 

-          Tierra, agua, aire o fuego, ¿cuál de estos cuatro elementos es el indispensable para que siga habiendo vida y por tanto existan los cuatro reinos? – preguntó, sin dejar de sonreír de corazón a la clase.

Nadie de la clase, se dignaba a decir nada, todos pensaban y pensaban, pero yo recordaba la respuesta. Miré a Rita, pero ella seguía pensando, así que levanté la mano y me dio permiso para hablar.

-          El fuego, porque en ella se da vida cuando se transforma en un Sol y también la destruye para que sea abono para la vida. Sin luz, nada crece ni vive, y sin fuego, no se puede calentar el agua, calentar la Tierra ni el clima puede cambiar. – contesté.


El profesor, extendió la mano que le daba el Sol des del ventanal, luego lo sacó y se llevó un trozo de ese rayo de Sol en sus manos, caminó hacia mi pupitre, extendí las manos cuando me entregó ese trozo de rayo del Sol que mágicamente había extraído y me quedé observándolo con asombro. La clase intentaba ver mejor, por eso el profesor, me obligó a ponerme de pie y alcé las manos, porque debajo de las mías estaban las suyas, se dirigió a toda la clase.

-          La luz es el primer elemento en fuego, dónde da sentido a la vida. Recuerden, que no estarían aquí, si en este planeta, hace eones, esta luz no hubiese llegado, la vida nunca hubiese sido posible – dijo mientras que escuchaba el asombro de la clase, los demás miraban mis manos, el rayo era precioso, no sabía cómo había hecho eso, pero quería aprenderlo a hacer a lo largo de mi camino. – Yo soy el guía Tzorelle, muchos deben conocerme ya como el hijo del Maestro El Morya. Aprendí de él a cuidar los cuatro reinos y yo les enseñaré a cuidar de ellos durante este curso – dijo cuando se llevó consigo el rayo de luz que había dejado en mi mano y lo devolvió a su lugar. – primera regla, si agarras prestado algo de los cuatro reinos, debes comprometerte a devolvérselo al reino que le corresponda en cuanto ya no lo necesites, siempre y cuando el reino te dé permiso. – concluyó.

El Morya lo conocía todo el mundo, incluso a aquellos que todavía no se habían cruzado con él, como era en mí caso, pero quién no supiese de él, era raro, porque este Maestro es muy conocido por el hermoso y gigante trabajo que está haciendo para este planeta. Me sonaba mucho, pero en mi corazón sentía que era un viejo amigo y conocer a su hijo, me acercaba un poquito más al viejo amigo, y eso me hacía feliz. 

Tzorelle siguió contando cosas sobre la clase, y algunas anécdotas que les sucedieron a él y a su padre, un día en el Amazonas. No tenía ni idea de qué era ese lugar, pero fue gracioso escucharle.

-          Era una de las pocas veces que había bajado a 3D, pero mi padre tenía que ponerse en contacto con un guardián del reino animal de ese sector, que al parecer una especie se había extinguido en esa dimensión y mi padre y yo teníamos que comprobar que esa especie de animal había ascendido a aquí a 5D. Así que cuando llegamos, lo que no sabíamos era que el guardián en realidad, era una persona indígena, es decir, que vivía en una tribu en la selva, al margen de las ciudades y los pueblos. – aprovechó para hacer una pausa, por si alguien quería hacer alguna pregunta, pero nadie le quiso interrumpir por eso prosiguió – Estuvimos varios días caminando por el Amazonas, porque era difícil de encontrarlo, el guía que nos acompañaba, nos enseñaba cosas muy interesantes de la naturaleza, sabíamos que la humanidad todavía les cuesta entender el equilibrio que hay entre los reinos, pero los índigenas son los únicos que conservan su parte humana ancestral, es decir que ellos provienen de los primeros humanos que habitaban en 3D y que no fueron cruzados por nuestros hermanos de las estrellas, pero evolucionaron siguiendo las pautas del planeta. Es por eso, que ellos conservan la conexión con los reinos permanentemente. – dijo.

-          Pero, ¿ellos les pueden ver a ustedes? – dijo un niño de la clase.

-          Así es, de hecho lo tienen muy naturalizado la existencia de nuestra dimensión, porque al trabajar con los reinos, también han podido interactuar con las hadas, duendes y gnomos del bosque. – dijo Tzorelle.

Era la primera vez que escuchaba hablar sobre estas personas que viven siempre en el bosque, y me pareció muy hermoso su trabajo. A pesar de que las hadas normalmente no suelen moverse de los bosques, siempre había excepciones, porque Kihara vivía en 5D y no se le veía que viviese en 3D, pero si que venía a hacer visitar de vez en cuando a ciertas personas. Entonces, me di cuenta de que quería conocer a esos duendes y gnomos, a veces había visto en la televisión y en los cuentos que nos leían en parvulitos que eran guardianes de los bosques, pero no decían nada más… en mí corazón resonaba que eran algo mucho más que simples guardianes.

-          ¿Es posible encontrarse con un duende?- pregunté.

-          Son difíciles de encontrar, pero tampoco son mucho de fiar, tienen ciertas formas de ser algo distintas a las hadas, no siempre son luz. – contestó Tzorelle.

-          ¿Por qué?- contesté.

-          Se mueven a cambio de algo y nunca es algo que no sea material. – dijo.

Algo parecido había dicho Uriel un día que hablábamos sobre los seres que viven en los bosques, mientras me estaba preparando para venir aquí. En las películas, un duende parece algo que da suerte, pero a pesar por las caras que hacían estos dos seres de luz, parecía ser que no es así. 

-          Dicen que dan suerte.- dije.

-          En realidad la suerte es una invención humana, es una forma de decir que alguien o algo es poderoso en ellos para algo en sí. La suerte no existe en el universo, nada de lo que ves, existe sin alguna razón. – dijo el guía.

Recomendación: Money in the Grave - Drake.

HR.

HERO&Corporation.

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