Pensar en eso con tan solo cinco años, era muy extraño para
muchas personas que vivían en mi dimensión, los niños de mi edad se preocupaban
con jugar a cualquier cosa a todas horas, yo, estaba claro que mi destino era
más fuerte y aunque me encantaba jugar, también quería descubrir aquello que a
otros le daban mucho miedo, descubrir ¿Quién soy?
Conocí a todos mis nuevos profesores, entre ellos había un
arcángel que se hacía llamar Anael, él fue nuestro profesor de canto. No tenía
ni idea de que además teníamos que aprender a cantar, algo que viendo de dónde
vengo, sería algo muy difícil de conseguir, porque a pesar de que Rafalé
parecía que hubiese obtenido las capacidades artísticas entre la pintura y el
canto, nadie más excepto el Titi Hilario, que era un experto en contar
historias y escribía mucho, nadie más parecía tener tales dones.
La clase de canto tenía unos ventanales muy hermosos que
daban directamente al bosque de la parte de atrás de uno de los edificios (que
aún no me había aprendido sus nombres, solo distinguía administración y
entrenamientos). Anael había reestructurado la clase, de tal forma de que no
había pupitres, en su lugar había almohadones dónde podías tumbarte si
quisieses. Busqué entre mis libros que tenía en el saco, el de canto, pero no
lo encontré, me fijé en mis compañeros que tampoco tenían libro, Rita se había
puesto algo lejos de mí lado como para preguntarle, así que levanté la mano y
esperé a que Anael me diera permiso para preguntarle. En clase de mi dimensión,
me daba mucha vergüenza hacer eso, pero allí, todo era distinto, porque
¿Cuántas personas que conozcas han podido decir que su profesor es en realidad
un arcángel de 5D? Todo era distinto, allá.
-
Dime, ¿qué
te ocurre… em… tú nombre por favor? – me miró Anael con curiosidad pero
sentía un gran amor emerger desde mí corazón.
-
Soy Laia. Siento molestarle pero, me he fijado
que no tenemos libro en esta clase…- le dije con la amabilidad más deseable
posible para no ofenderle.
-
Tres
cosas, primero, no me trates de usted, porque somos hermanos por lo tanto el
trato es a igual; segundo, no hay libro porque lo haremos muy práctico y así
aprenderéis a modificar la realidad a través de una ley universal que es
fundamental para todos; y por último, eres la protegida de Uriel, ¿verdad? Yo
soy su hermano pequeño, es un amor tenerte en mi clase. – dijo con claridad
y mucho amor.
Me dejó bastante sorprendida su forma de contestarme, pero
contestó a todo de buenas formas, así que solo sonreí y confirmé con un gesto,
para que continuase explicando. Pero mi cabeza estaba en otras cosas, sin saber
exactamente porque lo tenía que hacer en ese momento, me dispuse a contar,
cuantos hermanos tenía Uriel… en ese momento conté un total de tres, que con él
hacían cuatro, y me pareció una familia bastante grande, ahora sabía que Gab
era de los mayores, porque en algunas ocasiones había escuchado que Gab le
nombraba “hermanito” por lo tanto, debía ser el mayor, y Anael el pequeño… solo
me faltaba saber, si Jofiel nació antes o después de Uriel…
Al finalizar la clase, me quedaron tantas dudas, que decidí
quedarme un ratito con Anael, ya que tenía diez minutos para ir a la siguiente
clase.
-
Perdona, pero ¿has dicho que eres el hermano
pequeño de Uriel? – le pregunté.
-
Sí, así
es. ¿Te ha hablado de mí? – preguntó con una sonrisa interesado en la
respuesta.
-
No, lo siento. De hecho, desconocía hasta hace
pocos meses que tuviese hermanos. – dije.
-
No te
preocupes. Es normal, somos muchos hermanos. – dijo.
-
A mí no me lo parece.- dije.
-
¿De
verdad? – Se puso a reír, le seguí aunque no entendía por qué.- Uriel tiene un sentido del humor, muy
extraño… porque es difícil de no acordarse de que somos nueve hermanos… -
dijo.
Me quedé de piedra, al escucharlo. ¡Madre mía, nueve
hermanos! Lástima que no me pude quedar a charlar más sobre el tema que me
interesaba, porque tenía que irme a la siguiente clase que curiosamente estaba
al final del pasillo a la derecha. Esa sala era idéntica a la anterior,
ventanales con vistas al bosque, pero esta vez con pupitres, Rita me avisó para
que me sentara en uno cercano a ella, ya que estaban separadas todas a un
metro, como si fuera un examen. Mientras que esperábamos al profesor, vi que
Rita sacaba uno de los libros, yo le copié.
Leí la tapa del libro y volví a quedarme sin palabras, era
justo la clase que Uriel me había hablado, cuidados
y armonía de los cuatro reinos.
-
¡No puede ser!- susurré.
-
¿Qué te pasa?- preguntó Rita, pero antes de que
pudiera decirle nada, entró el profesor.
Mis ojos no pudieron dejar de observarlo con asombro, era un
chico bastante joven para la edad que debía tener, llevaba una túnica hasta las
rodillas de color azul clarito, un turbante blanco en la cabeza y no llevaba
barba. El profesor entró sin mirar nada, y se fue directamente a los
ventanales, abrió uno y empezó a inspirar profundamente, sostuvo y luego
exhaló, lo repitió varias veces, hasta que se giró a la clase, sonrió y se
quedó mirándonos, con sus ojos azules muy hermosos. No estábamos tan lejos de
él, tan solo en la tercera fila.
-
Tierra,
agua, aire o fuego, ¿cuál de estos cuatro elementos es el indispensable para
que siga habiendo vida y por tanto existan los cuatro reinos? – preguntó,
sin dejar de sonreír de corazón a la clase.
Nadie de la clase, se dignaba a decir nada, todos pensaban y
pensaban, pero yo recordaba la respuesta. Miré a Rita, pero ella seguía
pensando, así que levanté la mano y me dio permiso para hablar.
-
El fuego, porque en ella se da vida cuando se
transforma en un Sol y también la destruye para que sea abono para la vida. Sin
luz, nada crece ni vive, y sin fuego, no se puede calentar el agua, calentar la
Tierra ni el clima puede cambiar. – contesté.
El profesor, extendió la mano que le daba el Sol des del
ventanal, luego lo sacó y se llevó un trozo de ese rayo de Sol en sus manos,
caminó hacia mi pupitre, extendí las manos cuando me entregó ese trozo de rayo
del Sol que mágicamente había extraído y me quedé observándolo con asombro. La
clase intentaba ver mejor, por eso el profesor, me obligó a ponerme de pie y
alcé las manos, porque debajo de las mías estaban las suyas, se dirigió a toda
la clase.
-
La luz es
el primer elemento en fuego, dónde da sentido a la vida. Recuerden, que no
estarían aquí, si en este planeta, hace eones, esta luz no hubiese llegado, la
vida nunca hubiese sido posible – dijo mientras que escuchaba el asombro de
la clase, los demás miraban mis manos, el rayo era precioso, no sabía cómo
había hecho eso, pero quería aprenderlo a hacer a lo largo de mi camino. – Yo soy el guía Tzorelle, muchos deben
conocerme ya como el hijo del Maestro El Morya. Aprendí de él a cuidar los
cuatro reinos y yo les enseñaré a cuidar de ellos durante este curso – dijo
cuando se llevó consigo el rayo de luz que había dejado en mi mano y lo
devolvió a su lugar. – primera regla, si
agarras prestado algo de los cuatro reinos, debes comprometerte a devolvérselo
al reino que le corresponda en cuanto ya no lo necesites, siempre y cuando el
reino te dé permiso. – concluyó.
El Morya lo conocía todo el mundo, incluso a aquellos que
todavía no se habían cruzado con él, como era en mí caso, pero quién no supiese
de él, era raro, porque este Maestro es muy conocido por el hermoso y gigante
trabajo que está haciendo para este planeta. Me sonaba mucho, pero en mi
corazón sentía que era un viejo amigo y conocer a su hijo, me acercaba un
poquito más al viejo amigo, y eso me hacía feliz.
Tzorelle siguió contando cosas sobre la clase, y algunas
anécdotas que les sucedieron a él y a su padre, un día en el Amazonas. No tenía
ni idea de qué era ese lugar, pero fue gracioso escucharle.
-
Era una de
las pocas veces que había bajado a 3D, pero mi padre tenía que ponerse en
contacto con un guardián del reino animal de ese sector, que al parecer una
especie se había extinguido en esa dimensión y mi padre y yo teníamos que
comprobar que esa especie de animal había ascendido a aquí a 5D. Así que cuando
llegamos, lo que no sabíamos era que el guardián en realidad, era una persona
indígena, es decir, que vivía en una tribu en la selva, al margen de las
ciudades y los pueblos. – aprovechó para hacer una pausa, por si alguien
quería hacer alguna pregunta, pero nadie le quiso interrumpir por eso prosiguió
– Estuvimos varios días caminando por el
Amazonas, porque era difícil de encontrarlo, el guía que nos acompañaba, nos
enseñaba cosas muy interesantes de la naturaleza, sabíamos que la humanidad
todavía les cuesta entender el equilibrio que hay entre los reinos, pero los
índigenas son los únicos que conservan su parte humana ancestral, es decir que
ellos provienen de los primeros humanos que habitaban en 3D y que no fueron
cruzados por nuestros hermanos de las estrellas, pero evolucionaron siguiendo
las pautas del planeta. Es por eso, que ellos conservan la conexión con los
reinos permanentemente. – dijo.
-
Pero, ¿ellos les pueden ver a ustedes? – dijo un
niño de la clase.
-
Así es, de
hecho lo tienen muy naturalizado la existencia de nuestra dimensión, porque al
trabajar con los reinos, también han podido interactuar con las hadas, duendes
y gnomos del bosque. – dijo Tzorelle.
Era la primera vez que escuchaba hablar sobre estas personas
que viven siempre en el bosque, y me pareció muy hermoso su trabajo. A pesar de
que las hadas normalmente no suelen moverse de los bosques, siempre había
excepciones, porque Kihara vivía en 5D y no se le veía que viviese en 3D, pero
si que venía a hacer visitar de vez en cuando a ciertas personas. Entonces, me
di cuenta de que quería conocer a esos duendes y gnomos, a veces había visto en
la televisión y en los cuentos que nos leían en parvulitos que eran guardianes
de los bosques, pero no decían nada más… en mí corazón resonaba que eran algo
mucho más que simples guardianes.
-
¿Es posible encontrarse con un duende?-
pregunté.
-
Son
difíciles de encontrar, pero tampoco son mucho de fiar, tienen ciertas formas
de ser algo distintas a las hadas, no siempre son luz. – contestó Tzorelle.
-
¿Por qué?- contesté.
-
Se mueven
a cambio de algo y nunca es algo que no sea material. – dijo.
Algo parecido había dicho Uriel un día que hablábamos sobre
los seres que viven en los bosques, mientras me estaba preparando para venir
aquí. En las películas, un duende parece algo que da suerte, pero a pesar por
las caras que hacían estos dos seres de luz, parecía ser que no es así.
-
Dicen que dan suerte.- dije.
-
En
realidad la suerte es una invención humana, es una forma de decir que alguien o
algo es poderoso en ellos para algo en sí. La suerte no existe en el universo,
nada de lo que ves, existe sin alguna razón. – dijo el guía.
Recomendación: Money in the Grave - Drake.
HR.
HERO&Corporation.
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