*Hoy tenemos el privilegio de leer la primera parte de esta experiencia, la segunda parte se publicará la próxima semana. Esperamos que lo disfruten. Gracias por visitarnos.
Hoy me apetece hablarles de algo que me sucedió en septiembre del 2020, que aunque hayan pasado ya casi cuatro años, me sucedió algo que sigo estando en shock, porque fue muy bonito y espero que si les cuento, podrán apreciar el aprendizaje de la reflexión de esta semana. Últimamente intento no contar cosas personales como ejemplo de la vida espiritual, pero en esta ocasión, no puedo hablarles de tener un flechazo con un amor, sin hablarles del chico que me ha ayudado a conseguir estar con mi pareja actual, el arcángel Gabriel. Lo sé, si alguno de ustedes es nuevo, quizás le sepa extraño esta información, pero es totalmente verdad, estoy saliendo desde hace tres años con el Arcángel Gabriel, tanto en la 5D como en la 4D.
Pasé unas muy lindas vacaciones junto con mis padres en la localidad de Alcossebre, en Castellón (Comunitat Valenciana). Esa era la quinta vez que íbamos a pasar las vacaciones allí, ese lugar des del primer momento en que fuimos, a mis padres y a mí nos enamoró tanto, que incluso todas las veces que yo he ido (hubo una en que yo me encontraba en otro lugar) siempre hemos agarrado el mismo apartamento, justo delante de la playa Romana. Es un lugar muy especial, con aires caribeñas pero con un Sol tierno, dónde de noche se ven muchas estrellas y el horizonte del mar se puede apreciar incluso desde la Sierra de Irta. Un paraíso con playas y calas de todo tipo, de arena blanca, de piedras o incluso de arena entre una mezcla de blanca y dorada, anchas y largas, ideales para bañarse o para admirar las olas que llegan a la orilla lentamente.
En ese tiempo me encontraba en el segundo mes de meditaciones diarias del YOSOY, y aunque no me encontraba en Manlleu, los Maestros Ascendidos me dieron permiso para hacerlo allí, curiosamente ellos me mostraron una torre de madera, dónde daba a una pequeña cala, allí frente al ocaso a las 8pm nos dirigíamos Uriel y yo a hacer la meditación. Pero unos minutos antes de empezar, cuando ya estábamos incluso colocados, con el celular en modo avión para que nada nos interrumpiera, de reojo vi como en la pequeña cala aparecía un chico muy lindo, no parecía mayor de 33 años o por allí, con el pelo castaño claro por detrás de las orejas, una altura de 175cm, vestía con una camiseta blanca de manga corta un poco ceñida al cuerpo, y unas bermudas tejanas. Estábamos algo lejos, más bien Uriel y yo encima de las rocas que separaban la cala de otra playa, que era dónde estaba la torre turística de madera, él se quedó sentado en la posición del loto encima de las rocas de la pequeña cala. De fondo se escuchaba la resaca, sobretodo cuando nos pusimos a meditar y el aire nos golpeó dando su presencia.
Cuando terminó la meditación, el chico que vimos allí, se levantó y se fue, nosotros hicimos los mismo, al volver a poner el celular en modo normal, llamé a mi madre para saber dónde estaban, y me dijeron que estaban en el bar Marimer tomándose algo, me fui allí con ellos, dando un paseo porque estaba un poco lejos y tardaría como quince minutos en llegar por las pasarelas de la playa.
Entré en el bar que era todo terraza y un gran salón muy al final del local bajo una cúpula de cristal rectangular. Bajo uno de las sombrillas blancas, estaban mis padres en una mesa para cuatro personas, por los cuales ellos solo ocupaban dos asientos, me acerqué y ocupé la tercera silla que encontré. Nada más sentarme, mi padre recuerdo que me comentó algo, y luego escuché la voz de un hombre que me hablaba a mi izquierda, giré la cabeza y me quedé sin palabras. ¡No podía ser! Nos quedamos mirándonos a los ojos como dos tontes no sé por cuanto tiempo, pero para mí fue una eternidad demasiado corta, ese chico era el miso que me había encontrado en la cala hacía pocos minutos meditando. Se bajó la mascarilla y dejó mostrar su sonrisa, dejó la libreta encima de la mesa y se inclinó hacia a mí apoyándose con las manos en la mesa.
- ¿Qué te apetece tomar?- dijo super amable sin dejar de mantener el contacto visual.
Tardé en responder… no era porque tenía que pensármelo sino porque de repente me quedé sin voz.
- ¿Tienes Trina?- pregunté.
Dijo que no con la cabeza.
- Te ofrecería algo con gas, pero… sé que no te gustan.- comentó.
¿Cómo sabía que no me gustan si nunca habíamos hablado y lo acaba de conocer en la playa? ¿Quién era ese chico que además sabía quién era? Si estaba haciendo las meditaciones del YOSOY, lo más probable es que era un Chela, es decir un compañero de trabajo que también le tocaba hacer esas conexiones. ¿Me conocía de youtube? ¿Instagram? ¿De Agartha? Esta última por muy loca que pareciera, pues era la más cuerda.
- Mejor un zumo de melocotón.- dije.
Lo anotó, y volvió a mirarme a los ojos.
- Sin hielo y del tiempo, ¿verdad?- preguntó.
- Ahá…- dije.
- Perfecto.- respondió él.
Se volvió a poner la mascarilla y se fue a la barra a buscar lo qué había pedido. Joder, también sabía cómo me lo suelo tomar. ¡Madre mía! Lo fuerte es que eso no fue lo último, estuvimos toda la semana, como… no diría tonteando pero ni siquiera hablamos mucho pero ya con lo poco que hablamos, me dejó huella en el corazón. Resultó que era un Chela que nos habíamos conocido en Agartha, eso fue un flechazo.
El miércoles de esa semana, mi padre tenía intenciones de ir a visitar la cueva subterránea y navegable de San José, que se encuentran a 60km de Alcossebre (tirando hacia Valencia). Pero como en ese tiempo todo iba con reserva, entramos en la Web y no encontramos tikets para ese día y tuvimos que conseguirlos para el jueves, así que teníamos la mañana libre. Primero de todo, teníamos la costumbre de ir a un bar llamado Cioffi a desayunar, todas las mañanas íbamos allí, porque nos gustaba mucho el lugar y lo simpática que era la camarera, una mujer de cincuenta o casi años, con un pelo morocho largo hasta media espalda, siempre lo llevaba atado con un coletero.
Yo me tomaba mi batido de chocolate, porque en valencia el Cacaolat no llega, realmente es duro porque no tomo café pero mi Cacaolat es sagrado y tomarme un colacao no me apetecía. Ese día tuve que irle a comprar el periódico a mi padre en una librería allí cerca, y al volver, me tomé tranquilamente mi batido de chocolate (aquellos que ya vienen preparados), mis padres se tomaban su café, leyendo el periódico, apreciando la quietud y los pájaritos que cantaban.
Cuando de repente aparece una escúter del 2001 negra, muy vieja, de esas que ya lo das a chatarra, además porque el tubo de escape contaminaba un poco más de la cuenta, nuestra querida Gaia. Estacionó el motorista en la calle delante del banco CaixaBank, llevaba un casco integrado negro, era un chaval que iba con la camiseta blanca ceñida al cuerpo y las bermudas tejanas… así que el corazón empezó a acelerarse, aunque mentalmente intentaba disimular por la presencia de mis padres, y porque no quería pensar quién era de verdad. Pero cuando se quitó el casco… allí estaba de nuevo el chico de la cala y del Marimer. ¡Joder! En plan película, se quitó el casco, azotó su pelo contra el pequeño e inexistente viento, sin dejar de mirarme a los ojos, a pesar de que él se encontraba al otro lado de la calle.
Sigue los videos de nuestro canal de youtube, aquí:
No hay comentarios:
Publicar un comentario