viernes, febrero 16, 2024

El Espejo De Mí Vida - Capítulo 189 [2T]

 ¡AVISO IMPORTANTE! Nos estamos acercando al final de la segunda temporada.


A pesar de ese pequeño accidente mientras que actuaba, el resto de la obra fue una maravilla, me lo estaba pasando en grande, estando entre bambalinas, escuchando todos en silencio lo que pasaba en el escenario para esperar nuestro pie y volver a salir. Cuando nos tocó bailar, fue la hostia en patinete, me sentía yo misma, a pesar de que siempre he sido muy vergonzosa pero al interpretar un personaje Laia se iba a un lado y aparecía el personaje como si tuviera vida propia. Creí que podía intentar profesionalizarme en esta vocación que sin saber de dónde había salido, sabía hacerlo, lo que las personas llaman que es un don.

Mis padres disfrutaron de la función, no solían ir a ver pastorets pero esta era especial, a mi abuela le encantó, pudo presumir ante las amigas que su nieta tenía un talento especial para la actuación, porque sino recuerdan mal, les dije que mi abuela no se perdía ninguna función del Tripijoc, y esa menos se lo podía perder. Durante la cena del sábado, mis padres lo comentaron a mis tíos Rafalé y Drakho, y yo aproveché la ocasión…

-        Papá, ¿y si me hago actriz?- le pregunté.

De repente un silencio nos invadió, la mirada asesina de mi madre decía que no estaba de acuerdo y la mirada de mi padre que parecía que hubiese dicho algo malo también decía que no era buena idea.

-        ¿Artista?- preguntó mi padre al cabo de un tiempo.

-        Si, adoro actuar, siempre me toca hacer protagonistas en el Tripijoc, algo de talento parece que tengo, ¿no?- dije.

-        ¿para que termines bajo un puente? ¡Deja de decir tonterías y céntrate en sacarte el curso!- esas fueron sus últimas palabras al respecto.

¡A la mierda la actuación! ¿Tenía que hacerle caso? No me atreví a replicarle, la situación habían enrarecido el ambiente y mi padre intentaba hablar de otras cosas con mis tíos, ignorando por completo lo que había dicho la “niña”. Con casi once años a la vuelta de la esquina no era edad suficiente como para que mi padre me tomase en serio, pensé que quizás cuando tuviera quince la cosa mejoraría… ¿ilusa? Puede…



Tras la Navidad, las cosas funcionaron sin ninguna novedad, excepto que las vacaciones de Navidad me hicieron sentir algo más humana de lo que era, porque a pesar de que con la Sandra no habíamos empezado con buen pie, durante esas vacaciones asistí dos veces a su casa (ella insistió). Entonces, fue cuando me di cuenta de lo que le estaba ocurriendo, su madre le golpeaba con el cinturón y le dejaba marcas en la cara y en los brazos, me enseñó unos cuantos moratones que tenía en los hombros que eran de latigazos del cinturón, por haberse permitido tomar postre una noche, cuando ella tenía prohibido tomarse postre. ¡Dios, no exageraba era cierto! Porque pillé a su madre gritándole y tratándola muy mal sin haber hecho ella nada.

-        ¿Y esta mala perra qué hace aquí contigo? ¡No quiero que esté en mí casa!- gritó su madre mirádome a mi.

-        ¿Disculpe?- dije.

-        ¡Callate es mí casa!- me gritó.

-        ¿Y yo una invitada que no le hecho nada y me trata así de mal?- le respondí.

-        ¡Eres una mala perra, ¿sabes?!- me amenazó la madre de la Sandra.

-        ¿Y usted se cree que es humana pero es un animal si trata así de mal a sus hijas?- le dije mirándole a la cara y a los ojos fijamente, sabía que si retiraba la mirada perdía el combate por suerte lo retiró ella y se regresó al cuarto.

Sandra se puso a llorar, le abracé e hicimos como que lo del verano no había pasado, me disculpé por mí ignorancia y le di una oportunidad. Ella no se merecía tanto dolor, mi compasión aquí me mostró que a veces una sin saber cómo la puede cagar y mucho.

-        Siento mucho que hayas visto esto.- dijo la Sandra entre sollozos.

-        No te preocupes. Aquí lo que sí que me preocupa es la forma en como sacas este dolor. Me separé de ti por tus malas compañías, pero si quieres que esté a tú lado, me tienes que prometer que las vas a dejar, porque si no acabarás muy mal, Sandra, ¿comprendes?-  le expliqué.

-        Lo sé, pero hacer esas cosas me hace sentir mejor… o no sé…- dijo ella super arrepentida de todo.

-        No creo que te hagan sentir mejor lastimar objetos urbanos o a alguien. ¿Te gusta que tú madre te trate así?- le dije.

Ella me miró y dijo que no con la cabeza.

-        Entonces, no trates igual a los demás, dales lo que necesitan y ansían tener, un amigo que les dé cobijo en los malos momentos, y alegrías para compartir en las buenas.- le dije.

-        ¡Eres mí mejor amiga, Laia!- dijo la Sandra y nos abrazamos.

Fue cuando empezamos a quedar más a menudo, incluso vino a mi fiesta de cumpleaños en mí casa. Para hacerla feliz cuando venía muy machacada mentalmente por su madre, poníamos un CD y nos poníamos a bailar, fue cuando ella me quiso dar clases y en el garaje de mí casa empezamos a bailar como ella hacía, un poco de flamenquito, luego Pop, reggetton…

Poco a poco ella dejaba de ser tan tóxica al tenerme a su lado y ver que si ella es simplemente ella y no proyecta sus emociones negativas en las demás personas, puede tener amigos de verdad, algo que ansiaba tener. Así que esa semana santa hablé con mis padres y la invitamos a venir a Sitges, aunque mí tío Drakho nos advirtió de que habían puesto a la venta los terrenos de allí, y eso quería decir que iba a ser nuestro último viaje allí. Se acababa mi infancia, estaba triste pero había llegado el momento de enfrentarme a la adolescencia, ese mundo que daba mucho miedo, pero por lo menos cuando echase la vista atrás y recordase Sitges, siempre tendría una sonrisa en mi rostro.

Despedirse de Sitges, fue muy duro. Como vino la Sandra con nosotros, ella y yo decidimos dormir juntas en la caravana, allí había dos camas, le di la mejor cama porque yo siempre soy así, a mis invitados les doy lo mejor, y yo me quedé en aquella que daba un poco de miedo que por la noche no se plegase en el armario. Mis padres se quedaban en la habitación del pasillo, la única que era de matrimonio la cama. Nos lo pasamos muy bien, solo encendíamos la televisión para ver las noticias y como mucho para ver dibujos por la mañana.

La primera noche, no sé como fue, pero nos quedamos dormidas las dos en la misma cama, estábamos hablando y hablando que al final nos quedamos las dos allí, pero ya las otras noches ya cada una en su cama. Nos pasábamos el día ella y yo paseando por los terrenos, probando ciruelas que ya habían salido, comiendo manzanas de los árboles, y de repente a la Sandra le vino por hacer papiroflexia con pañuelos de papel, a mi madre también le gustaba hacer eso, yo me apunté pero no se me daba tan bien, de hecho hacer manualidades se me hacía demasiado pesado.

Les dejé haciendo rosas de papel y de colores, mientras que yo me fui a ver al Bilbo y me puse a jugar con él, que con la compañía de la Sandra le estaba dando un poco de lado y yo le echaba de menos. A la Sandra le gustó tanto la papiroflexia que se pasaba horas y horas haciendo cosas, incluso le compramos un libro que encontramos en el mercadillo de la ciudad y estaba encantada. Allí fue cuando empezamos a hacer actividades por separado, a mi me gustó porque estaba acostumbrada a jugar con los ángeles y con la compañía casi no pasaba tiempo ni con Uriel ni con Gabriel (que al dormir en la misma habitación que la Sandra no podía venir a dormir conmigo Gabriel).


Estaba en la hamaca de sentar, leyendo una revista bajo los pinos, la brisa de primavera azotaba suavemente las hojas de los pinos y el Sol se escondía tras ellos. La calma se podía palpar en el ambiente, de fondo se escuchaban los pájaros algunos bichos más, pero nada más, el ruido de las ciudades era historia en ese momento. Entonces escuché pasos que se acercaban y que venían del segundo terreno, esos pasos eran calmados y se detuvieron detrás de mí, me giré y allí estaba el Arcángel Gabriel mirándome con sus ojos brillantes y su expresión más amable, junto a esa sonrisilla tan bonita que siempre me ofrecía.

-        ¿Qué estás leyendo? – me preguntó Gabriel.

Él agarró con una de sus manos una de las cuerdas de la hamaca, inclinó la cabeza hacia un lado y se inclinó hacia adelante.

-        Un artículo sobre las pirámides de Egipto y de tutankamón.- le dije.

-        ¡Uy, me interesa! ¿a ver? – dijo acercándose a la revista.

-        ¿Y si nos tumbamos en la otra hamaca?- le sugerí.

-        Vale. – respondió Gabriel.

Me levanté y nos fuimos hacia la otra hamaca que era para tumbarnos, pero en vez de tumbarnos juntos, nos sentamos él a un lado y yo al otro, le ofrecí una de las páginas de la revista y nos pusimos a leer.

-        ¿Te gusta la historia? – preguntó Gabriel.

-        Si, la adoro. Saber lo qué pasó, o ver qué es lo que la humanidad piensa qué pasó, me ayuda a comprender muchas cosas que la humanidad está haciendo actualmente. – le respondí.

-        ¿Qué parte de la historia te gusta más? – preguntó Gabriel.

Le señalé las pirámides, y él sonrió.

-        Me llaman mucho la atención, no sé porqué…- le dije.

-        Si, las recuerdo. Dijeron que serían importantes para la eternidad y para los dioses…- comentó Gabriel.

-        ¿Cómo dices?- dije.

-        ¡Vamos, Laia! ¿no lo recuerdas? – dijo Gabriel mirándome a los ojos.

-        ¿Debería?- dice frunciendo el ceño.

-        Si, estuvimos allí. – respondió el arcángel Gabriel.

Arqueé las cejas, quería preguntarle más, pero no me salían las palabras. Alguna cosa había recordado pero no la construcción de las pirámides.

-        ¿Yo vi la construcción de las pirámides?- le pregunté.

-        Así es. Lo vimos juntos. ¿Por qué lo dudas? – él preguntó.

-        Aún no recordé eso. Digo, que recuerdo haber estado en el antiguo Egipto pero, tengo recuerdos muy saltados y desordenados. – aclaré.

-        ¡Qué pena! Porqué cuando lo recuerdes, entenderás muchas cosas. – dijo Gabriel suspirando.

Lo poco que recordaba, no recordaba la presencia de Gabriel, pero por lo que acababa de confirmar, ya nos conocíamos.

-        Fue una bellísima experiencia estar en el antiguo Egipto, en los orígenes de esta belleza construcción… - explicó admirando la foto de la pirámide de Keops.

-        ¿En esa vida hablaba contigo o ya no estaba conectada?- le pregunté.

-        Siempre has hablado conmigo, en todas tus vidas, Laia. – respondió con una pequeña sonrisa.

-        ¿Pero Uriel me dijo que no volví a conectar con los ángeles hasta esta vida?- le pregunté.

Gabriel me volvió a mirar y me dio un besito en la mejilla pero no respondió a mí pregunta.

-        Conmigo, siempre encontrabas la forma de hablarme – dijo.

Gabriel agarró la revista y pasó de página, seguimos leyendo el artículo.

Recomendación: Crepúsculo - Libro.

HR.

HERO&Corporation. 

 

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