domingo, febrero 23, 2020

El Espejo De Mí Vida - Capítulo 16


Sentía tanto miedo, que al agarrarme de nuevo en el bordillo, quería subirme para salir, Uriel me ayudó y quedé con la barriga pegada al bordillo y todo mi cuerpo fuera. Uriel con dos manos se alzó y quedó sentado con los pies en el agua.

-          ¿Estás bien mi amor? ¿Qué ha pasado?...- dijo Uriel comprobando que respiraba bien.

-          He visto… he visto… un pez…- dije asustada.

-          ¿Un qué?- repitió como intentando comprender qué le había dicho, me senté en el bordillo y señalicé, él miró, se volvió a tirar, se hundió y al cabo de poco volvió a la superficie. - ¿Esto?- cuando vio que gritaba de miedo, decidió dejarlo lejos de nosotros, él volvió al bordillo, me agarré a su cuello y me lancé de nuevo al agua, Uriel me atrapó entre sus brazos.- Ei, un minuto, mi amor… lo que has visto han sido unas gafas de piscina, suelen hundirse – dijo para tranquilizarme, me dejó de nuevo con el culo sentada en el bordillo, agarró las gafas y me las mostró.

Efectivamente eran unas gafas, me quedé mirándolas como si estuvieran endemoniadas, Uriel al verme así, decidió tirarlas más lejos, se volvió a sentar en el bordillo y me abrazó para que me calmara. 

Observé a las monitoras y el resto de compañeros, no se habían percatado del accidente, estaban un poco lejos, nosotros estábamos en la mitad de la piscina, en teoría cubría metro y medio. Esa fue la primera vez que el Arcángel Uriel tuvo que salvarme la vida, se lo agradecí tanto que al llegar a casa, le pinté un dibujo que se guardó en su bolso con mucho amor.

Nos encontrábamos en la salita de casa, mientras que dibujaba encima de la mesita pequeña, mi madre estaba en la cocina dando vueltas, mientras que observaba dibujos animados, y yo de fondo tenía Pinky y Cerebro, me encantaban, de hecho esperaba a que fuesen las 2pm para poder almorzar, tenía mucha hambre aquel día. Los días de piscina eran los más hambrientos, cuando Uriel se agachó, se sentó a mi lado en el suelo a mi izquierda, mientras observaba el dibujo que estaba haciendo (no recuerdo que era).

-          Ahora que veo que estás mejor, ¿Por qué no me cuentas qué es lo que ha pasado en la piscina antes? – sus palabras mostraban curiosidad y preocupación al mismo tiempo.

-          No me gustan los peces.- dije enojada.

Uriel alzó las cejas en señal de inocencia y sorpresa, con su gran mano derecha acarició mi espalda, intentando calmarme.

-          ¿Es eso de verdad, mi amor?- noté que no se lo había creído y era cierto, una excusa a la verdad.

Me daba miedo decirle lo que sentía realmente, así que agarré otra hoja, le di un color, Uriel lo agarró y le hice una señal para que dibujara, él acató y empezó a pintar sobre la hoja blanca.


Yo con la yema de los dedos, reseguí mi dibujo cuando la mano de Uriel andaba sola, de hecho le estaba mostrando mediante una conexión de dibujo automático, lo que él deseaba saber. Por eso Uriel cerró los ojos y entró en meditación, dejándose fluir por la historia que le estaba contando, yo cerré los ojos y seguí resiguiendo el dibujo línea a línea, entrando así en meditación, en un recuerdo de una vida anterior que aún conservaba…

Me hundí en el Océano Atlántico, cuando mi cuerpo sin vida flotaba en una de las habitaciones, podía ver a mi amado marido que también había muerto allí conmigo. A pesar de no tener el control del cuerpo, y de estar muerta, incluso mi bebé de meses que crecía en mí interior. Sabía que yo estaba muerta, porque sentía igual que estando viva, solo que no podía mover nada de mí cuerpo. Me hundí más y más cuando el barco se partió y gran parte dejó flotar por allí a mi querido marido, dónde sus ojos verdes quedaron petrificados en un cristal que decían AMOR por los siete costados. Seguí hundiéndome, no sabía cuanto tiempo había pasado, pero empecé a sentir dolores en los pies, no podía girarme a ver, hasta que vi como un banco de peces, me iban comiendo, bocado a bocado, notaba como un pellizco se desenganchaba de mí. Dolía y mucho. Quería gritar y escapar, pero no podía. 

En el momento que abrí de nuevo los ojos, había mojado el papel sin querer con varias lágrimas que se escaparon de mis mejillas. Uriel, abrió los ojos, dejó el color, que salió rodando de la mesita y cayó al suelo, para terminar abrazados, él también estaba llorando.

-          Siento mucho que tuvieses que pasar por eso, mi amor. – dijo Uriel, su voz estaba cortada por las lágrimas que le saltaban de los ojos. – Si quieres superarlo, voy ayudarte en lo que haga falta, ¿entiendes? Este trauma, deberás superarlo, pero yo te ayudaré, siempre. – dijo.

No le dije nada, solo lo abracé más fuerte, no me salían las palabras para agradecerle sus intenciones. Morir ahogada en el Titanic y después seguir enganchada en el cuerpo inerte hasta verte terminar engullida por un banco de peces, era un trauma difícil de superar, pero no me daría por vencida. Quería aprender a nadar, una cosa que dejé varias vidas pospuesta y en esta tenía que saldarlo como fuese.

-          No sé porque no me separé del cuerpo nada más morir, ¿tú lo sabes?- le pregunté.

-          A veces cuando se pierde la conexión con el cuerpo y estamos muertos, nos olvidamos que tenemos que despegar el alma de nuestro cuerpo, para abandonarlo. Eso puede tardar hasta tres días, sino hay seres de luz que se encargan de ayudar en esos casos. En tú caso, era más difícil, en el océano debería haberte acompañado un delfín, pero resulta que llegó demasiado tarde…- sus palabras volvieron a ser medio cortadas.

-          Gracias por ayudarme, Dary. ¡Eres un buen arcángel! – dije.

Las clases de la tarde, siempre se hacían pesadas, pero la María Ángeles siempre se le acudían juegos muy interesantes para que todo fuese más rápido, y las dos horas volaron de una forma en que ni sabía cómo había ocurrido. Mientras que terminaba de recoger mis cosas, quitarme la bata, dejarla en mí perchero y esperar a que mamá me viniera a buscar, vi como los demás padres de mis compañeros venían a recogerlos. Ese día nos podíamos llevar a casa, un estuche de arcilla que hicimos para el escritorio de casa, para poner los lápices, era hermoso. En mí caso, simulaban las escamas de un dragón rojo y azul, un protector que necesitaba para mis lápices. Estaba deseando de enseñarlo en casa y me dijeran ¿qué les parecía?

Me senté en una silla cerca de la puerta, mientras que esperaba con ansias la llegada de mamá. No solía ser muy puntual, pero solía llegar como muy tarde diez minutos de las 5pm. Poco a poco veía como la clase se iba vaciando, al ver padres y abuelas que los venían a recoger, el tiempo seguía pasando y cuando pasaron veinte minutos, mamá seguía sin venir.

-          Mamá no viene…- le dije a la tutora.

-          Ya verás como si, Laia. Quizás haya tenido que hacer algo y va retrasada. Pero vendrá. – dijo para animarme, aunque a mí ya no me quedaban muchas esperanzas.

Miré a Uriel, que se quedó a mi lado en todo momento, pero miraba el final del largo pasillo, pero estaba como yo, arrugando la frente y preguntándose ¿dónde se había metido esta mujer ahora? 

-          Ven conmigo, Laia. Tengo que cerrar el aula y te dejaré con la María Teresa, que tiene a los alumnos que se quedan una hora más de extraescolar, así mientras que esperamos, juegas un ratito ¿Vale? – dijo y la seguí.

Salimos al pasillo, ella cerró las luces y luego la puerta con llave, esa puerta tenía un gran cristal dónde se podía ver el interior del aula. Después, con el estuche en las manos para no dañarlo, fuimos pasillo para abajo, para llamar a la puerta de mi ex clase de P3, que no había cambiado mucho. María Teresa salió del aula y ambas profesoras se pusieron a hablar, cuando la cara de María Teresa se había cambiado de contenta a preocupada, empecé a pensar que mamá, la estaba liando y mucho aquella tarde… me agarré fuertemente a la mano de Uriel, él se agachó, me dio un beso en la sien y se quedó allí a mi derecha.

En esa aula se habían mezclado alumnos de P3 y P4 pero de mi curso no había nadie, todos jugaban a lo que fuese, yo me quedé en un rincón, sentada con los brazos encima de la mesa cruzados, y con el ceño fruncido. Una niña de P4 se acercó mientras llevaba una muñequita rubia en sus manos, se sentó en la silla de al lado a mi izquierda y empezó a hablar.

-          ¿Por qué estás enfadada? – decía la niña que llevaba una melena rizada morena hasta los hombros.

-          Nada. – dije intentando ser amable, pero no me salía y tampoco me apetecía hablar con nadie.

-          ¿Cómo te llamas? – volvió a preguntar, se le veía preocupada por mi, aunque acariciaba el pelo de su muñequita, y antes de decir nada ella prosiguió – Esta es Carla, y yo me llamo Berta – era muy amable por su parte.

-          Laia. ¿A ti también no se acordaron de ti para venir a recogerte? – le dije, arrepentida de mis formas, intenté ser más amable.

-          No, mamá trabaja y siempre me quedo más tiempo en el cole. Me gusta, porque jugamos, y Carla necesita que le cuiden. ¿Quieres darle de comer? – sugirió, pero me negué, ella al fin se fue.

A pesar de que el tiempo seguía su curso y las preguntas seguían comiéndome la mente, mis ojos captaron la atención de Berta, se fue al final de la clase, agarró un par de tazas y unos platos y regresó. Puso una taza para cada una (incluida para Carla) y se quedó allí junto a mí, sentada, simulando que había servido té y éramos amigas de toda la vida.

-          No suelo jugar a esto, ¿qué tengo que hacer?- le pregunté inocentemente, era cierto, era mí primera vez.

-          Tomar té con nosotras. Hoy Carla, tiene que contarnos sobre su amigo David, resulta que se han hecho muy amigos y quiere contarnos más… - dijo mientras que agarraba la taza con el meñique extendido, yo copié sus movimientos y vi como ella charlaba con la muñeca (y la muñeca le contestaba algo que yo no oía).

-          ¿Qué dice Carla?- dije intrigada para que no me viera que estaba fuera de mí misma. Me lo estaba pasando bien.

-          Carla y David, se besaron. Ella ríe. – dijo y nos pusimos a reír.

Fueron las 6pm y Berta tuvo que marcharse cuando su mamá le vino a buscar, y eso quería decir que los demás compañeros de clase, les pasaba lo mismo y a mi… mamá se había olvidado de mí, era obvio que así era. 

PD. ¡Hoy el Spceguionista celebra sus 7 años de actividad en la pg web!

Recomendación: Hillsong en español - Gracias Cristo.

HR.

HERO&Corporation.

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