sábado, marzo 02, 2024

El Espejo De Mí Vida - Capítulo 190 [2T]

 Continuamos con esta historia, en el capítulo de esta semana, algo totalmente inesperado que lo cambió absolutamente todo.

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El último día que me desperté en Sitges, me desperté con lágrimas en los ojos, porque ya no volvería a dormir nunca más en este paraje tan hermoso, mi infancia quedaba atrás y la adolescencia empezaba a verse de una forma en que daba miedo, porque no sabía si iba a ser feliz o lo más horrible del mundo. Y con ello, tenía que dejar atrás ciertas cosas, entre ellas Sitges… el día anterior fuimos a Vilanova y la Geltrú a subirnos por última vez a los trenes chiquititos, ¿por qué hacerse mayor era dejar atrás momentos felices? No estaba de acuerdo y por primera vez tenía celos de Peter Pan, con su afán de querer siempre ser un niño.

A la mañana hacía calor y decidimos ir a la playa, más bien mis padres quisieron irse a un chiringuito y la Sandra y yo estuvimos intentando bañarnos en el mar. Digo intentándolo porque el agua estaba aún muy fría pero nos apetecía, fue divertido y eso es lo importante. Luego después de almorzar, mi padre se fue a tomarse su siesta, mientras que yo aproveché para terminar la valija, la Sandra también la hizo y a media tarde pusimos las valijas y al perro en su transportín en el auto, y nos fuimos de allí. Lentamente, mientras que mi padre esquivaba los agujeros de la calle, miré hacia a atrás, ya con el cinturón puesto y con lágrimas silenciosa me despedí diciéndole “gracias por estos once años de felicidad, allá dónde vaya seguiré experimentando otras formas de felicidad” le di un besito con la mano y me giré para ver hacia adelante, pocos minutos más tarde me quedé dormida y me desperté en la recta entre Vic y Manlleu. Me quedé dos horas dormida, estaba agotada, dejamos a la Sandra a su casa y nos fuimos a casa.

Las cosas en casa habían cambiado bastante, mi madre volvió a encontrar trabajo, y mis padres ya que me vieron lo suficientemente grande, decidieron darme mi primer juego de llaves de casa. Me sentí mayor un acto importante para mí, Además, ahora las tardes que no tenía que ir al Tripijoc y que tampoco tenía que ir con mi abuela, podía estar dos horas solita en casa, y una cosa más, a partir de ese momento podía ir al colegio sola, ¡qué alegría! Eso si que me puso contenta.

Mis padres confiaban en mí, tanto que darme un juego de llaves y dejarme ir sola al colegio, era un paso importante, una responsabilidad que hacía tiempo quería tener. De hecho creo que de mí clase fui de las primeras personas, incluso había algunos que hasta los 16 años no lo consiguió, eso ya era demasiado, bueno si te comportabas mal obviamente que habían consecuencias. Recuerdo que cuando me dieron el juego de llaves y me fui a mí habitación, me puse a saltar y a dar vueltas abrazada a Uriel de la alegría que sentíamos que por fin podíamos charlar por la calle regresando o yendo al colegio sin tener que ocultarnos.

Mi padre habló con mi abuela, porque aunque me dieron ciertas libertades, había calles que tenía prohibido cruzar, y esas eran el paseo de San Juan, la avenida de Roma, la avenida Puigmal y la avenida Bellmunt. Son calles muy transitadas y para evitar cualquier atropello tenía que prometer cumplir esas condiciones que prácticamente las cumplí. La abuela me tenía que esperar en la tienda de Can Padrós, mientras que yo subía del colegio hasta allí, y luego agarrada de su manito cruzaba la avenida de Roma y para su casa a almorzar. Lo mismo sucedía a la tarde si tenía que irme con ella, aunque allí ya quedaba con ella en la plaza porque nos íbamos al parque del Ter o del cementerio a que yo jugase a los columpios y a los toboganes. A la mañana como me costaba levantarme, mi padre me llevaba en auto hasta el colegio, pero el resto… con el arcángel Uriel.

Pasó una semana, el colegio ya tomaba otro rumbo porque el buen tiempo llegaba a marchas forzadas, el verano se empezaba a ver, a pesar de estar en Abril a pocos días de San Jordi. Estábamos a jueves, a la una del mediodía sonó el timbre del pasillo, el profesor en fila nos acompañó hasta la puerta de la escalera bajando los dos pisos. Como era de esperar la calle San Domenech y Bisbe Morgades estaba llena de niños de diferentes edades, así que harta de estar con ellos, decidí con Uriel ir como si fuéramos al Tripijoc hacia la calle de Xauxa (llamada Enric delaris).

-        ¿Cuándo tienes las pruebas de ingreso para Ávalon?- preguntó Uriel mientras que caminábamos hasta el banco Sabadell.

-        Estoy practicando mucho, Gabriel me está enseñando muchas cosas y tips que debo tener en cuenta para que esta vez pueda entrar.- le respondí.

-        Me dijiste que la prueba de resistencia se te está atragantando un poco, ¿verdad? – dijo Uriel.

Dije que si con la cabeza, en el momento en que pasábamos delante de Can Gaja, escuchamos unos ruidos, delante de nosotros a unas quince pasos aproximadamente, había tres chavales de Secundaria, que charlaban de sus cosas a un volumen algo alto. Uriel y yo nos quedamos en silencio observándolos un momento, el chaval del medio que era el más alto de los tres, llevaba el pelo ondulado por detrás de las orejas, en color cobre, una camiseta negra algo arrapada al cuerpo de manga corta, bermudas anchas negras y unos zapatos negros que eran como unas deportivas pero tenían algo de altura. Estaba girado a su derecha hablando con alguien, cuando le miré me di cuenta de que le conocía era Quim el hermano mayor del Xevi que iba a mi clase, (era el mismo que iba al Tripijoc durante mi primer año). El otro amigo no lo pude identificar, de hecho no sabía su nombre.

No le dimos importancia y miré a Uriel para responderle, pero…

-        ¡Hola!- escuché que venía de esos tres.

Miré de nuevo y el chico del medio se había puesto a saludar a alguien con la mano como si conociera a alguien hacia dónde estábamos, pero delante no había nadie más que nosotros, así que lo ignoré estando en silencio caminando lentamente hacia el banco Sabadell (me encontraba delante de Xauxa).


Los tres chavales se fueron a la bajada de la Fidela, curiosamente íbamos a la misma dirección, pero dejé de hablar con Uriel, nos habían cortado todo el rollo, lo vi algo desconcertado a él pero en mí, en cambio simplemente pensé que no era importante pero no sabía cómo retomar la conversación con mi angelito. En cuanto llegamos a la bajada de la Fidela, lo vimos detenido a la mitad de la calle, ignorando si pasaban autos ellos tres iban por el medio de la calle, que en cuanto entramos en esa calle, el chaval aquel me estaba mirando, le dio un codazo a Quim, alzó la mano y con una sonrisa volvió a saludarme.

Me detuve y Uriel también, el chaval no tiraba ni para adelante ni para atrás, se quedó allí sacudiendo la manito como si fuera drogao, la cara del Quim de “tierra trágame” y la del amigo que era un cromo… yo no entendía nada, me giré pensando que había alguien detrás, pero no había nadie.

-        ¡Si, es a ti, hola! ¡te estoy saludando! ¿Por qué no me saludas? ¿Es que no te alegras de verme o qué?- decía gritando que toda la calle se enteraba.

-        ¿Qué hago?- susurré a Uriel.

-        No sé…- Respondió Uriel.

Le respondí sacudiéndole la mano devolviéndole el saludo, aunque intentaba recordar de qué me sonaba él, pero no atinaba, lo siento.

-        Eh, te conoce… ¿sabes quién es? – susurró Uriel.

-        Ni idea.- le respondí.

-        ¡Pues acostúmbrate porque me verás por aquí!- dijo el chaval.

Se giró sus amigos también y continuaron subiendo la calle. Pero cuando llegó al final, se volvió a girar y volvió a saludar contento, le devolví el saludo, pensando “esto se acabará o qué”.

-        Te veo después (guiñó el ojo)- se giró y siguió por otra calle.

-        ¿Qué?- susurré tan sorprendida que no tenía palabras.

Uriel y yo nos fuimos a casa sin decirnos nada, estábamos en shock, antes de abrir la puerta, me quedé un momento pensativa.

-        ¿Quién será ese?- pregunté, pero Uriel no pudo responder porque no lo sabía.

Había que reconocerlo que el chaval guapo lo era y mucho, pero de ¿qué me conocía ni idea? Me quedé toda la hora de la comida pensativa en su cara, en sus ojos verdes, pero no lo recordaba, aunque en el corazón se había vuelto algo loco, latía rápido, demasiado rápido, ¿qué pasaba? ¿de dónde me conocía? ¿Por qué había pasado eso? ¿era un ataque fortuito o algo más?

Cuando faltaban quince minutos para las tres, Uriel y yo salimos de casa para irnos de nuevo al colegio. En la calle de al lado, nada más doblar la calle, me lo encontré otra vez, de pie esperando a alguien. Estaba con el otro amigo que no identifiqué, me acuerdo que al verlo me quedé quieta inmóvil mirándole, de hecho choqué contra él o casi, se me quedó en silencio mirándome con una sonrisa, ni me tocó pero estaba a pocos centímetros de mí, era alto, muy alto. Nos quedamos un tiempo mirándonos en silencio a los ojos, sus ojos verdes a esa distancia si que me sonaban y mucho, pero ¡no podía ser! ¡No, no, no podía ser! ¡Jodeme! ¡Si que era, si!

-        Hola, Maggie…- susurró sin quitarse la sonrisa de su cara.

-        ¿Chico de ojos verdes?...- susurré casi sin aliento.

Sonrió guiñó un ojo…

-        Estoy aquí…- siguió susurrando.

Pero cuando le quería preguntar ¿por qué? Apareció Quim y él se separó de mí, yo tuve que continuar mi camino hacia la escuela, aunque era difícil porque estaba en shock… el chico de ojos verdes estaba en mí dimensión… ¡WOW! Ese año al no entrar en Ávalon no lo podía ver ni un momento ni en el metro, porque agarrábamos líneas diferentes, por eso les dije que aproveché para pasar más tiempo con Gabriel, pero me quedé totalmente atónita cuando vi al chico de ojos verdes en la 3D, viviendo en mi ciudad y además yendo “al colegio de al lado al mío”, esperando a su amigo que vivía cerquita de mí casa. ¡WOW!

Caminé cuando ellos ya llevaban varios pasos hechos, no podía parar de mirarle, aunque estaba pendiente de la conversación que estaban teniendo, lo vi que se colocaba un poco de lado para seguir mirándome, aunque mis pasos se fueron haciendo cada vez más lentos, hasta que los tuve demasiado lejos.

-        ¡Es él, Dary! ¡Es el chico!- le dije el aliento estaba entrecortado, pero tenía unas ganas locas de llorar, pero no salían las lágrimas.

-        ¿Qué dices? – preguntó Uriel.

-        Si, me lo ha dicho. Me ha llamado Maggie…- le respondí.

-        ¿Por qué? – preguntó.

-        ¿Por qué va a ser, Uriel? Él es el único que me llama así, y nunca se lo he dicho a nadie, ¿quién más lo podría saber?- le dije ya algo molesta.

-        Si, ya. Me refiero ¿a qué hace aquí? – aclaró Uriel.

Le miré y me quedé pensativa.

-        Pues no lo sé. ¿a qué habrá venido?- respondí mirándole al chico mientras llegaba al final de la calle y se iba de nuevo para la bajada de la Fidela.- ¡Ay, que se escapan! ¡Vamos!- le dije a Uriel, le agarré de la mano y empezamos a acelerar el paso.

Me llamaba Maggie porque ese fue mí nombre que tuve en la última vida en la Tierra por allí entre los años 1863 (Dublín) al 1912 (Titanic). Pero pensar que solo estaba por mí, me pareció una golosina demasiado atractiva y que seguramente que sus guías no le permitirían conseguirlo, tendría que haber otro motivo más eficiente que curiosamente se encuentre en nuestro camino.

Pasamos por delante de Xauxa, y el Chico al ver el cartel se acercó y sin hacer un salto muy alto lo tocó, se giró y me miró un instante sin que sus amigos se dieran cuenta. En su momento no lo entendí, ahora si, de alguna forma me estaba diciendo “este lugar es muy especial”. 

Recomendación: Bam Bam - Canción.

HR.

HERO&Corporation.

 

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