miércoles, junio 15, 2022

El Espejo De Mí Vida - Capítulos 141 y 142 [2T]

 Hoy les tenemos preparados un capítulo doble, ¿están listos?

Capítulo 141:

Regresé a clase al día siguiente pero a las cinco de la tarde me tocaba ir al Tripijoc, era mi segundo año allá, hacía pocas semanas que habíamos empezado y era mi último año en el grupo de pequeños. Ese año había muchos compañeros nuevos, como el caso de Aziz y Kamal, dos hermanos que ya conocía del colegio, Kamal era del grupo de grandes porque iba un curso más que Aziz, que iba a otra clase pero de mi curso. De hecho Aziz era un buen amigo, aunque en el colegio se metían con él por tener sobrepeso (al igual que su hermano), él solo quería encajar como yo, así que nos hicimos amigos lo curioso es que lo éramos incluso en el colegio, su hermano Kamal se aprovechaba en el colegio y se burlaba de mi por hablar que les costaba entenderme, así que ya no fue tan amigo como pensaba.

En el grupo de pequeños vino una chica que parecía mucho mayor, se llamaba Sandra, resultó que había repetido curso varias veces y en vez de ponerle al grupo de grandes, tenía que venir al nuestro por estar en 4r de primaria. Aunque el último curso del grupo de pequeños era tercero, a ella junto a Jesús les bajaron de grupo para ayudarles mejor en sus tareas del colegio y también porque habían hecho amistades importantes y para no separarlos.

Enseguida vi que la Sandra no me caía demasiado bien, cuando vi como trataba a su única amiga del momento, la Ana de mi clase. En vez de tener una amistad coherente y bonita, se veía que la Sandra buscaba un perrito faldero y que en ocasiones lo había intentado conmigo pero sin éxitos. También conocí a un niño un año menor llamado Josep, y una niña dos años menor llamada Gloria, enseguida nos hicimos amigos, sobretodo porque nos unía la pasión por el futbol, de hecho Josep en los días que no iba al Tripijoc entrenaba en el equipo de futbol sala del Manlleu. Me enseñó a modificar un poco la técnica del regateo con la pelota y como apuntar bien para poder marcar goles a distancia o de penalti.

Hubo otra chica que venía de nuestro mismo curso y colegio, llamada Cristina. La verdad es que nunca supe a qué jugaba en realidad, a mí me asustaba un poco estar con ella, porque se le paraba bastante la cabeza en plan locura total, y a mí eso de no saber si mi seguridad está en regla o no, era algo que ni a Uriel le gustaba. Por eso cuando me tenía que juntar con ella, Uriel siempre estaba bastante tenso, como si en cualquier momento me tuviese que sacar del embrollo. Hay que decir que en el Tripijoc era en realidad un proyecto de inserción social, había alumnos que tenían problemas cognitivos y necesitaban un trato un poco más especial.

Las dos chicas que vinieron también nuevas, era una chica de un curso menor llamada Soukaina, ya la conocía del colegio pero era una chica muy bonita y muy divertida, la pasábamos bastante bien jugando a persecuciones con Jesús y a las obras de teatro también se apuntaba. Y otra chica de dos años menor llamada Fátima ella venía del Puig Agut, pero una chica encantadora que parecía también un Ser de luz de lo linda y amable que era cuando estaba con ella.

Por Agartha las cosas seguían bastante bien, me faltaban aún dos años para terminar en la escuela de IÓN, y ese año tuve una asignatura muy especial llamada integración de civilizaciones galácticas impartidas por el Maestro Seraphis Bey. Fue una de las materias más interesantes dónde toda la clase prestaba mucha atención, porque lo estaríamos dando por esos tres años antes de terminar IÓN, se suponía que antes de graduarnos teníamos que saber qué civilizaciones más importantes viven en nuestra Galaxia, teníamos que aprender de sus costumbres y en alguna ocasión recibiríamos una visita especial de alguno de ellos. Mientras que en el colegio, en la superficie de 3D todavía se plantean la posibilidad de si existe vida en otro planeta, en IÓN es obligatorio pasar estas clases si el objetivo es integrarte en la Galaxia.

Un día en clase el Maestro Seraphis Bey nos estaba explicando la importancia que tenía el hecho de aprender de las demás civilizaciones, así que por la curiosidad que me inundaba siempre en el corazón, levanté la mano y cuando me dio permiso le hice una pregunta.

-        ¿Es posible que decidas nacer en este planeta, pero luego mueras en otro?- pregunté.

-        Si que es posible, siempre y cuando entiendas la civilización dónde vivas, aceptando sus costumbres y adaptándote a ese mundo. Muchos de vosotros lo haréis en algún momento de estas encarnaciones dónde os encontráis. – respondió Seraphis Bey.


No sentía que tuviera que ser mi caso, pero a Rita le pareció buena idea. Por un momento me agarró un poco de incertidumbre, me sentía así porque en realidad no sabía cuál sería mi destino y si sería en este planeta o en otro. Tanto Uriel como Gabriel me habían dicho que vine a ayudar al mundo con algo muy importante y que mientras no suceda eso, me estaría preparando para ello. Un día Gabriel me dijo “Aquí es dónde debes estar” así que intuí que no tendría que dejar el mundo, por el momento, eso me dio alegría pero ¿Y después de mi misión? Así que volví a levantar la mano y pregunté.

-        ¿Por qué es importante cumplir con las misiones que tengamos?- pregunté.

-        ¿Sabéis lo que significa tener una misión? – preguntó Seraphis, todos dijimos que no con la cabeza, así que él prosiguió.- Se le llama misión, cuando uno decide comprometerse a cumplir con algo importante que tiene que hacer, pero en verdad la palabra misión nos dice que el tiempo en que uno tiene que hacer eso que le han mandado, es decir, esa preparación y realización del trabajo, se le llama misión hasta que finalmente termina en un día llamado portal – respondió.

-        ¿Qué es un día portal?- preguntó Rita.

-        Es un día en que la energía que llega del universo al fundirse con la energía que emite el planeta, es tan fuerte que se pueda transformar algo de la materia con el menor esfuerzo posible. Para que lo entendáis, los humanos se fijan en aquellos días en que las fechas parecen ser iguales, es decir, un dos de febrero del 2002, esa “coincidencia” que así lo llaman, es un día portal, la energía de ese día es treinta veces más potente que cualquier otro día que no sea portal. Por lo tanto, usamos esa energía para anclar el trabajo de la misión que tengamos que hacer. – respondió Seraphis Bey.

A mi abuela no le gustaban esos días portales, decía que nunca traía buenas noticias, nunca entendí por qué lo decía. A pesar que tenía un contacto estrecho con el arcángel Chamuel, mi abuela era un poco supersticiosa no le gustaba mucho los jueguitos con el “supuesto demonio” cuando a veces la veías rezar a media tarde simplemente porque alguien llegaba a tarde o cualquier cosa parecida.

Cuando salimos Rita de clase, ya era la hora de volver a nuestras casas, ese día me había dicho Uriel que viniera hacia la cancha del juego de la rata, porque teníamos que entregar unos documentos a administración, así que me despedí de Rita a la puerta del comedor, ya que ella antes de irse siempre quería comer algo y yo me fui para el encuentro con Uriel. No tardé tanto como imaginaba, pero él ya estaba allí comiendo una bolsita de papas fritas, le di un abrazo y le agarré papas fritas.

Quedaban menos de seis meses para volver a entrar a la unidad 23 de la orden de San Miguel Arcángel, había tenido que esperar por dos años después de pasar los exámenes y ahora ya estábamos tan cerca que me pareció que simplemente estaba soñando. Solo quedaban entregar los últimos documentos que se tendrían que presentar unos meses antes de volver, además de que en dos semanas tendría que hacerme mi primer chequeo de salud para empezar a tratarme como una más de la propia unidad. Realmente me sentía muy contenta de estar allí haciendo esto, algo tan importante para mí que lo tenía que mantener en secreto, ¡ojalá lo pudiera decir a mis padres!

En cuanto regresamos hacia el metro Uriel me agarraba de la mano con firmeza y caminaba bastante rápido como si llegásemos tarde a algún lado. Le miré en varias ocasiones y casi me caigo por las escaleras.

-        ¿Por qué vas tan rápido Dary?- le pregunté.

No me escuchó siguió casi corriendo por las escaleras yo simplemente me apresuré a no caerme por ellas, en cuanto llegamos al andén de París, Uriel se detuvo, se agachó y empezó a señalar hacia un lugar, miré arrugando la frente, pero enseguida se me pasó, porque quién venia hacia nosotros era Gabriel con su sonrisa de siempre feliz de vernos, le dejé la mano y corrí hacia él, que me alzó al vuelto y me abrazó en sus brazos.

-        ¿Qué haces en París?- le pregunté.

-        Me han dicho que ya has entregado los últimos documentos para entrar a la unidad, ¿verdad?- preguntó Gabriel, era extraño que estuviese contento sabiendo que me había puesto una cara siempre de preocupación en ese sentido, casi la misma que me puso el Chico de ojos verdes cuando le dije que quería regresar.

-        ¿Por qué estás tan contento?- le pregunté.

-        Por qué confío en ti, Laia. Sé que para ti esto es muy importante, así que dejo a un lado mis diferencias y simplemente quiero que sepas que estoy contigo, siempre. – respondió al bajarme de nuevo de sus brazos.

-        ¡Por fin lo has entendido! ¡Choca esos cinco!- le dije, y Gabriel los chocó con fuerza.

Uriel nos dijo que no agarraríamos el metro siguiente para Manlleu, esta vez iríamos un poco más tarde y aprovecharíamos para ir a una cafetería de la misma estación de 5D de París a tomarnos un rico desayunito a las cinco de la madrugada hora de 3D. Uriel se pidió un chocolate caliente y lo acompañó con un plato de frutas del bosque, moras, frambuesas, arandanos y otras frutillas que no supe identificar. Gabriel se pidió un jugo de mango con un croasan, yo me pedí el chocolate caliente y el croasan. En 5D la comida es el triple de exquisita, por eso es un placer poder comer en otra dimensión, en 3D con tantos químicos hemos perdido la esencia de la comida y por eso nos enfermamos más.

-        Gabriel, me dijiste que habías estado en una de las unidades hace tiempo ¿cómo fue tú experiencia en ella?- le pregunté.

-        Hace mucho tiempo formé parte de la unidad de Minerva, es decir la uno pero nunca he estado en una única unidad. Miguel me pidió que le ayudase en organizar las demás unidades y por eso he estado viajando de unidad en unidad, cuando decidiste alistarte hace mucho tiempo, no me gustó que lo hicieras e intenté convencerte de que no era una buena idea, pero contigo es difícil que cambies de opinión. Así que formé parte de la unidad 23, que es la misma que te asignaron en cuanto saliste de la instrucción hace mucho tiempo. – explicó Gabriel.

-        ¿Te viniste a la mía?- dijo que si con la cabeza - ¿Por qué? ¿te lo pedí yo?- le pregunté sorprendida.

-        No, fue iniciativa mía y más bien si tú madre universal me hubiera visto que te dejaba desamparada en una unidad, me hubiese cortado las alas y se las habría desayunado al día siguiente. – comentó Gabriel.


Nos pusimos a reír los tres.

-        Aún no la recuerdo a mi primera madre. – dije suspirando, me sentía algo nostálgica aunque no supiese ni quién era, ni qué nombre tenía.

-        Le han empezado a disminuir los recuerdos de vidas pasadas, hermano. Pero ninguna ha tenido algo que ver con ella, de momento. – le comentó Uriel a Gabriel.

Gabriel colocó su mano encima de la mía y me miró con sus ojos verdes y medio sonrió. Le devolví la sonrisa.

 

Capítulo 142:

En cuanto el metro arrancó para hacer la ruta hacia Manlleu, antes de ver el paisaje, me quedé frita en el regazo de Gabriel, él me acariciaba el pelo de forma tan suave que me sentía super relajada tanto que finalmente, me quedé dormida, aunque muy en el fondo podía escuchar la conversación que mantenía Gabriel con su hermano Uriel, lo notaba porque al hablar Gabriel le vibraba el pecho y mis orejas vibraban de tal forma que digamos que estaba con los ojos cerrados que me pesaban, pero con interés por lo que estaban hablando…

-        Uriel, te informo que Padre nos quiere ver esta misma tarde dónde siempre. Hay novedades sobre los últimos ataques de Gämael a los demás protegidos especiales. Ha organizado una reunión, por lo que yo no voy a asistir, me quedaré con ella, la tengo que proteger. – dijo Gabriel, noté que me señalaba a mí, porque puso su dedo índice encima de mi frente y se quedó quieto marcándome.

-        Descuida, Laia es importante para ti. Padre ¿lo sabe? – le preguntó Uriel.

-        Si, ya está todo hablado. – respondió Gabriel.

A veces me sentía entre la espada y la pared, ¿para qué había decidido volver a ser guardiana si Gabriel seguiría protegiéndome contra Gämael? Se suponía que al volver a la unidad, mi trabajo tendría que ser proteger al mundo de estas energías tan densas que se desvinculan del propósito de la humanidad y que causan demasiado daño a las personas. Pero si cada vez que Gämael intentase hacer de las suyas, tendría que echar las cuentas a Gabriel, sabía que estaba todo más perdido de lo que yo imaginaba.

Abrí un ojo y le miré, él estaba observando por la ventanilla, así que le agarré de la mano y me miró sorprendido, le hice un gesto para que se agachara, él obedeció y me ofreció su oreja justo delante de mis labios.

-        No estoy hecha de cristal ni de porcelana, soy más fuerte de lo que piensas. ¡Solo recuérdalo!- le dije.

Se me quedaron clavados la mirada de Gabriel como si fueran puntas de flechas clavándose en mi corazón, a pesar de que parecía sorprendido pero intenso al mismo tiempo, se pasó la lengua por los labios y tensó la mandíbula. Entonces respiró profundamente.

-        Y tú recuerda que no luchas contra a mí, sino que luchamos juntos contra lo que haga falta. – respondió y entonces volvió a observar por la ventana.

Me desperté cuando mi madre me recordó que tenía que ir al colegio, ese día estaba más cansada de lo habitual y no quería ir, intenté fingir que no me encontraba bien, pero no funcionó. Como era habitual, llegué tras la hora del rezo, no era porque llegaba tarde, sino que lo hacía expresamente porque no quería rezarle a ninguna divinidad limitante y controladora. Cada vez que tenía que rezar en el colegio, me sentía como si tuviera una cadena en los brazos, Uriel siempre tenía que quitármelas y comentaba “tendrían que ver con nuestros ojos a quién realmente le rezan…” estaba de acuerdo con él.

Cuando pasó la primera hora, empezó a dolerme mucho la barriga, no podía ni estar sentada, levanté la mano y la Laura me dio permiso para hablar.

-        ¿Puedo ir al baño?- le pregunté.

-        No, esperarás al patio.- dijo la Laura.

-        ¡No puedo aguantar, me duele la barriga!- le exigí.

-        ¡Si te duele la barriga, ve a la portería para que te den una manzanilla!- dijo la Laura.

Uriel me ayudó a levantarme porque me dolía mucho y nos fuimos a la portería, con tan mala suerte que nos atendió la Patrocinio. Llamé a la puerta que estaba abierta, y ella sin despegar los ojos del periódico, me dio paso para entrar, me acerqué a la mesa dónde estaba y esperé en silencio a que terminase de leer el artículo.

-        ¿Qué quieres, niña?- dijo la Patrocinio con su amabilidad amarga y cruel que solía tener siempre con todo el mundo.

-        Me duele la barriga, ¿puedes llamar a casa para que vengan a por mi, por favor?- le dije.


La Patrocinio sin despegar la cara del periódico, me indicó una silla para que me sentara, obedecí en silencio. Cuando terminó de leer el artículo, agarró el auricular del teléfono y llamó, por un momento pensé que no me había costado tanto como pensaba, entonces se puso a hablar y un minuto después cortó la llamada con su sequedad y brusquedad que solía tener y que vi que era con todo el mundo, sin mirarme, suspiró, leyó un trozo más del artículo y pasó página entonces me miró un segundo.

-        Ve al comedor, les he pedido que te preparen una manzanilla. Luego podrás volver a clase.- dijo la Patrocinio.

-        ¿No puede llamar a mi madre para que venga a por mí?- le repetí subiendo el tonito.

-        ¡Baje el tonito! Si tan mala estás, deberás ir al médico, pero yo decido qué vas a hacer, así que ¡al comedor y a clase!- exigió.

Uriel me agarró de la manito y nos fuimos al comedor caminando lentamente. Vi por un momento la escalera de los profesores, dónde los alumnos no teníamos permiso para pasar, miré a ambos lados, como nadie había allí, simplemente le dije a Uriel que pasásemos por allí, hice un par de pasos, y noté como Uriel me agarraba del brazo y jalaba de mi, lo intenté dos veces pero él no me lo permitía.

-        ¡Demos la vuelta, no importa! – dijo Uriel jalándome del brazo hacia la otra escalera que estaba a la otra punta del pasillo.

Me dejé llevar finalmente. Me dejaron pasar al comedor, me senté en una de las sillas y enseguida me trajeron la manzanilla. Nunca había tomado ninguna infusión de hierbas, no sabía cómo me iba a sentir, Uriel inspeccionó el vaso como si buscase algo que no pudiese tomar todavía. Cuando lo olí, me vino un mareo y por un momento no quise tomármelo, aunque finalmente me picó la curiosidad y le di un pequeño sorbito. Casi lo escupo, ¡qué asco!

-        Tú sistema digestivo aún no está preparado para que tomes infusiones ni hierbas sagradas. ¡No te lo tomes que te sentirás peor! – me aconsejó Uriel.

-        Lo tendré que hacer, ¿y si me dicen algo?- le dije a Uriel.

-        ¡Déjamelo a mí! – dijo y de repente con una mano sin tocar el vaso, el nivel de la manzanilla bajó a la mitad.

-        ¿Qué haces?- le pregunté.

-        Alquimia, para disimular que te lo has tomado. – respondió Uriel.

-        ¿Cómo puedes enseñarme?- le pregunté.

Uriel empezó a reírse de mi pregunta, pero no respondió.

-        ¿Por qué no puedo tomarlo?- pregunté.

-        Las células de tú aparato digestivo todavía no han madurado lo suficiente como para que empiecen a conectar con la vibración de tú ADN. – explicó Uriel.

-        Pero si puedo comer sin problemas.- le comenté.

-        Si, pero algo como esto, tiene una vibración muy alta para ti y eso te produciría un desajuste importante de la energía vital que necesitas para hacer tus cosas día a día. – respondió.

Media hora después, entró la cocinera a retirar el vaso, solo le faltaba un culín que no quise aceptar y regresé a clase, el dolor se me fue un poco pero tuve que lidiar con ello durante casi todo el día. Finalmente se me quitó y pude estar pendiente de las clases, incluso las de la tarde, ese día no me tocaba ir al Tripijoc, así que me vino a buscar mi abuela, nos fuimos con la Pepeta hacia el parque Ángela Roca, dónde pude jugar un ratito con Uriel a la nuestra.

Me quedé sentada en la arena, observando el tobogán grande, mientras que Uriel me estaba ayudando a hacer un agujero con los pies. Pero luego me puse de pie y le indiqué a Uriel que viniera conmigo, él me empezó a seguir, subí al tobogán pequeño y bajé, me quedé sentada al final mirando al tobogán grande un buen rato. De repente Uriel se giró hacia el otro lado porque escuchó un ruido fuerte y yo simplemente corrí hacia el tobogán grande y empecé a subir las escaleras, hasta que finalmente me senté para tirarme, pero antes, me quedé un rato sentada allí arriba.

-        ¿Dónde se ha metido? ¿Laia? – me buscaba Uriel.

-        ¡Aquí arriba, Dary!- le grité.

En cuanto me vio dónde estaba, se vino corriendo para subir las escaleras, pero le hice un gesto para que no subiera, él insistía.

-        ¡No o grito!- le dije, se detuvo en seco.- ¡Retrocede, por favor!- le exigí y él obedeció.

-        ¿Estás segura de lo que haces? – preguntó Uriel preocupado por mi seguridad.

Le dije que no con la cabeza, pero ni se inmutó. La altura era considerablemente alta, me dio vértigo, me agarraba fuerte a la barandilla como si me fuera a caer, el corazón empezó a irme tan rápido que solo escuchaba eso. Mi abuela me vio, pero no me gritó simplemente se puso a mirarme, ella hacía tiempo que me animaba a superar ese miedo al tobogán grande, pero ella sabía que solo ocurriría cuando yo realmente me sintiera lista para hacerlo. Mi padre también lo había hecho algunas veces, pero solo ocurriría cuando yo lo viera necesario.


Mi problema con las alturas era considerable, ya había nacido con este problema, por ende se puede decir que lo traía de otras vidas pasadas, que por lo visto no tenía nada que ver con la vida anterior, sino que era de alguna vida más antigua, me daba esa sensación. Una muy parecida a la que sentía cada vez que me bañaba en el mar acompañado de un adulto, allí cada vez que buceaba me entraba como una especie de agobio, dónde no podía aguantar ni diez segundos bajo el agua, esa si que tenía origen en la vida anterior (ahora sé porque pero ya se los he compartido algunas veces, en 1912 yo morí en el Titanic).

Miré al cielo a ver si encontraba a Gabriel, sentía que estaba cerca y lo quería conmigo.

-        ¡Gabriel!- grité.

Escuché el abrir de unas alas con fuerza, miré en los tejados de las casas, hasta que lo encontré en una de ellas muy cerca al tobogán, me dije con la mano que viniera y él se alzó volando con sus alas blancas brillantes con las puntas doradas increíbles, se acercó suavemente a mí se agarró a la barandilla, tenía los pies a más de dos metros de altura del piso, le sonreí, pasé mis brazos alrededor de su cuello y le di un abrazo. Enseguida noté como mi culo dejaba de estar pegado al tobogán, así que le solté y pegué un pequeño grito.

-        ¡No!- le dije, Gabriel se detuvo.- ¡Devuélveme en el tobogán!- le exigí y él obedeció.

-        Pensaba que querías que te rescatase- dijo Gabriel.

-        No. Pero quiero que hagas una cosa por mí.- le dije.

-        Lo que sea. – respondió Gabriel enseguida.

Le mostré que se bajara y se pusiera al final del tobogán a esperarme, él simplemente acató mis órdenes.

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