No pude decir ni hacer nada, me quedé petrificada, mientras que los demás se miraban las caras y me miraban a mí, que sin hacer ningún ruido empecé a llorar, porque se me escapaban las lágrimas. El Titi se levantó y vino a abrazarme, ni respondía, me miró a los ojos fijamente.
- Ya lo hablamos esto tendría que suceder… pero voy a seguir viéndote desde el otro lado. En algún rincón dónde la música suene, escucharás mis notas repicar en algún instrumento angelical, allí estaré para ti, Laia. No me iré, solo me haré invisible. – dijo el Titi entre abrazos y besos en la mejilla, yo al final lo agarré fuerte y simplemente lloré encima de sus hombros.
Esa noticia me rompió el corazón casi por completo, perdería a un gran tío que era el único que podía mantener estas conversaciones, con la abuela Filomena solo hablábamos de ángeles y con el tiet Josep del universo. Pero con el Titi era el único que a la hora de comer venían sus hermanos arcángeles y compartían charlas y platos deliciosos con nosotros ¿y se tenía que ir? ¿Ya habían pasado los tres años de prorroga? Y aún me sentía menos lista que antes para dejarlo, no quería.
Cuando llegó la noche, no entré en viaje astral, estuve toda la noche llorando abrazado a Uriel. De repente sonó el teléfono por la madrugada, mi madre atendió era mi tio Rafalé diciendo que al Titi se estaba ahogando con su propia saliva y tosía que incluso perdió el conocimiento, vino la ambulancia a buscarlo y se lo llevaron a urgencias. Mi madre junto a mi padre y yo nos fuimos a urgencias, pero tardó tanto en saber qué le pasaba que me quedé frita en la sala de espera.
Al día siguiente me desperté en casa mi padre se encargó de mí, me fui al colegio sin saber muy bien cómo estaba el Titi, todavía no tenía noticias. Casi ni presté atención en clase, no pude volver al mediodía a casa por eso mi padre me pagó un tiquet del comedor y no pude ver a mi tio Rafalé hasta las cinco de la tarde, me llevó a la gestoría dónde trabaja mi padre y me dejó allí, él tenía que ir en bus al hospital de Vic. Tuve que esperar a que mi padre terminase de trabajar para ir con él al hospital.
- ¿Qué le pasa al Titi, papá?- le pregunté preocupada.
- Los médicos le están haciendo pruebas, pero al parecer pinta la cosa bastante mal, porque los pulmones no le funcionan correctamente.- explicó mientras manejaba.
- ¿Por qué?- pregunté muy preocupada.
Mi padre sabía que a pesar de tener la edad que tenía, siete años y medio, era la suficientemente madura de mente que entendería todo eso, por eso me lo contaron directamente y digamos que podría haber habido un poquito más de tacto, pero es que mi padre digamos que carece de ello en estos momentos.
- Es posible que tenga una enfermedad muy letal.- respondió papá.
A partir de aquí dejamos que el hilo musical del cassette que había en el auto ambientara el camino, miré por la ventana y solo pensaba en el Titi, por lo que intuí sabía que todo el proceso había empezado y que no había cambiado respecto a cómo lo quería hacer, por eso me enojé con él y por un momento me quería bajar del auto y volver a Manlleu, pero por el otro lado sabía que si hiciera eso, no me lo perdonaría nunca, así que simplemente hice de tripas corazón y me tuve que enfrentar a ello.
Mamá estaba en la entrada del hospital fumándose un cigarro junto al Alfonsito, la última vez que estuve allí el Titi me recibía con los brazos abiertos alzándome hacia lo más alto, se me escapó una pequeña lágrima mientras sentía como mi corazón se desgarraba en silencio en mi pecho. ¿Saldría con vida de allí? ¿Pasaría el resto de los cuatro meses encerrado en una habitación de hospital comiendo esa bazofia y teniendo unas malas vistas a la ciudad de Vic? ¿Este era su final en 3D?
Subí los cinco escalones de la entrada temblando, mi madre me dio la mano pero no se la acepté, no quería que nadie me tocase, solo le di la mano a Uriel que la aceptó sin rechistar. Mientras que esperábamos el ascensor vi a lo lejos en un pasillo largo, una cama de hospital con una sábana tapando por completo el cuerpo de alguien, me quedé fascinada viéndolo, nadie de mi familia se percató de ello, a su lado estaba su ángel de la guardia algo triste porque ya había terminado su trabajo por estos lares, pero contento porque el hombre o la mujer fallecida ya no sufría y estaba alcanzando la luz eterna.
Las puertas del ascensor se cerraron y el silencio se apoderó de nosotros, mi mamá me miró me acarició el pelo.
- Tienes que ser fuerte, Laia. El Titi está muy enfermo y quizás a partir de ahora se le empiece a caer el pelo, espero que no te impresione verlo así.- dijo mi mamá.
Por favor el pelo no… es lo que pensé. Eso significaba el diagnóstico más horrible del mundo, el Titi tenía Cáncer de pulmón. Al parecer mi abuelo materno que se llamaba Hilario también lo sufrió cuando mi madre tenía catorce años, estuvo casi seis meses agonizando en un hospital, mi abuela como ya les dije, sufrió Cáncer cerebral, y ahora mi tio favorito, el angelito de la familia quería volver a pasar por ello… no sabía si darle un abrazo o gritarle descaradamente.
El ascensor llegó a la quinta planta, giramos a la izquierda su habitación estaba a la mitad del pasillo a la derecha, compartida con otro señor que padecía algo parecido. En cuanto lo vi tumbado en la cama, llevaba el respirador de nariz puesto, parecía muy débil y tosía mucho. Sus ojos se encontraron y yo simplemente me quedé quieta a un par de metros de su cama, con un brazo lo estiró y con la mano me hacía el gesto para que fuera con él pero yo me había bloqueado totalmente y no me moví. Al final me quedé sentada en la silla que había a los pies de la cama, le había tocado ventanilla.
Me quedé allí sentada todo el tiempo, sin decirle ni darle ningún beso, sintiendo como se desgarraba mi corazón, como si Gämael hubiese encontrado la forma de quitarme la vida sin que yo me diese cuenta de ello que tenía una de sus garrar desgarrándome el corazón físicamente. Sabía que eso marcaría un cambio muy fuerte en mi vida y no me veía capaz de seguir adelante con ello.
Finalmente me quedé a solas con él, fue cuando él se dignó a hablarme, insistía con los brazos para que fuera a él pero yo no me quería mover de allí.
- No me quiero despedir de ti, Titi. Duele demasiado aceptar que ya no estarás más. ¿Por qué tienes que irte de esta forma? – le pregunté entre lágrimas.
- Pensé que sería la mejor forma para que se puedan despedir de mi.- respondió, le costaba hablar por la tos que le interrumpía sus palabras.
- Estás creando una brecha emocional en la familia que quieres que ¿cure yo?- le dije.
- Ellos aprenderán a vivir sin mí, solo estaba de paso, ya lo sabes. – respondió el Titi.
- ¿Y yo? ¡Yo nunca aprenderé a vivir sin ti!- le grité, estaba muy molesta se me caían las lágrimas.
- Ven, dame un abrazo.- exigía.
- No.- le dije y me fui al pasillo.
Noté enseguida un abrazo, miré y era Gabriel agachado delante de mí abrazándome con sus mejores intenciones. Era consciente de que estaba en medio del pasillo del hospital, abrazando a alguien, pero es que me di cuenta que los demás también veían a quién abrazaba, la única diferencia era que no había sacado sus alas a pasear y además se había cambiado de ropa, vestía camiseta blanca, un cinturón dorado y pantalones vaqueros.
- ¿Qué haces?- le dije.
- Estar contigo en la misma dimensión. – respondió Gabriel.
Simplemente me aferré más a sus hombros y él me llevó en brazos hasta el lugar de los ascensores, mi familia se había ido a fumar a la entrada.
- No sabía que podías hacer esto de… venir a 3D.- le dije.
- Si se trata de una urgencia para ti, soy capaz de cazarte la luna, Laia. – dijo mostrando una de sus sonrisas maravillosas.
Me sentó en la sala de espera del pasillo de los ascensores que era una sala cuadrada muy amplia, él se agachó para estar delante de mí, aparentemente la sala estaba vacía. Colocó sus manos encima de mis rodillas y me miró con esos ojos verdes intentando captar toda mi atención, con la yema de uno de sus dedos, me lo pasó por la mejilla para secarme las lágrimas.
- Comparte conmigo todo lo que sientes, mi amor – dijo Gabriel.
- No me siento lista para esto, Gab. ¿No hay alguna forma de retrasarlo? – le pregunté.
- Lo siento pero ya no está en nuestras manos, solicitan su presencia de nuevo al coro y de forma bastante urgente. – respondió Gabriel diciendo que no con la cabeza, también estaba algo triste.
- ¿Va a ser siempre así esta vida?- dije algo más arisca.
- ¿A qué te refieres? – preguntó Gabriel.
- Pues que la gente que me importa siempre me abandone.- dije.
Le agarré las manos, quería sentir que estaba allí conmigo y que no desaparecería como hacía otras veces. Él respondió con fuerza al agarrarme las manos.
- ¿Sientes mis manos? – dije que si con la cabeza y él prosiguió.- a pesar que haya momentos en que no me veas o no sientas mi presencia, siempre estoy allí contigo, en las buenas y en las malas, mi amor. – respondió Gabriel.
- ¡No me gusta haber vuelto a nacer! – dije enojada.
Coloqué los brazos cruzados en el pecho y me puse de morros, a pesar de tener siete años y medio, a veces actuaba como tal. Gabriel intentó agarrarme de nuevo las manos intentando descruzarme los brazos pero se dio por vencido, así que se sentó a mi derecha, pasó su brazo izquierdo por mi cintura y me enganchó a él, caí hacia su hombro mientras que me dio un beso en la frente.
- Es duro, lo sé. Pero viniste para algo grande, mi amor. Después de que tardaste un poco en terminar de convencerme, al final tengo curiosidad por lo que vienes a hacer, por eso estoy aquí contigo. – dijo Gabriel.
Le miré arrugando la frente, él se río de mí.
- ¡Olvídalo! – terminó.
- Ustedes, los ángeles son mis mejores amigos que tengo. Mientras que el mundo de esta dimensión y de esta época parece que tengan miedo a conocerme y me dan la espalda, ustedes simplemente me dan los brazos que mi corazón necesita en los momentos adecuados, como este. ¡Ya sufro bastante! ¿No lo crees?- le dije.
- Pero ¿aprendes de ello? – respondió.
- Solo que la oscuridad es realmente muy triste y duele mucho.- le comenté.
Me aferré a su cintura para quedarnos en silencio un buen rato, hasta que me recompuse y escuché el sonido de las puertas del ascensor que se abrían y volvían mis padres. Gabriel al dejarlo de tocar, había vuelto a su maravillosa 5D, seguía allí conmigo pero para los demás era un fantasma invisible. Me fui con mis padres, al llegar de nuevo a la habitación, sin esperar nada más me lancé a darle un abrazo al Titi.
- Perdón. Te quiero mucho Titi.- le susurré.
- Y yo a ti, Laia.- respondió poniendo una mano encima de mi cabello.
Vi como miraba detrás de mi, volteé la cabeza y vi a Gabriel a un paso detrás, volví a mirar al Titi, le mandó un guiñó y le dijo sin articular palabra “Gracias Gabriel”, entonces escuché la sonrisa de agradecimiento que Gabriel siempre hacía como cortesía para devolver ese agradecimiento.
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