Me quedé mirando la larga distancia y la altura considerable del tobogán, pero al ver a Gabriel esperando mi bajada con una sonrisa, le miré a los ojos verdes y yo simplemente me relajé, respiré profundamente dos veces y luego, simplemente me dejé deslizar sin cerrar los ojos en ningún momento. El corazón me iba tan rápido que pensaba que me iba a morir, pero cuando noté las manos de Gabriel sobre mi cintura y agarrarme en brazos mientras que daba la vuelta sobre sí mismo feliz, yo me puse feliz, le pasé mis manos por su pelo medio largo, de color castaño y simplemente me puse a reír.
- ¡Lo has conseguido has superado este miedo, mi amor! – dijo super contento el arcángel Gabriel.
- Al final lo has hecho.- dijo Uriel.
- ¡Si!- dije contenta.
Gabriel me puso de pies en el suelo cuando vio que la abuela se había levantado y se venía hacia nosotros.
- Laia, ¿qué te pasa qué son esos gritos?- preguntó la abuela.
- Mira, mira, abuela… - le dije mientras corría para volver a subir en el tobogán grande.
- ¿Qué haces? ¡Baja de allí!- gritaba la abuela.
Le hice caso pero en vez de bajar por las escaleras, bajé por dónde debía y al terminar le di las manos a Gabriel que me ayudó a levantarme y me fui con ella.
- ¡He superado mi miedo! ¿No te alegras?- le dije.
- Si, si… pero ten cuidado, está muy alto.- dijo algo preocupada.
Me acerqué a ella y le di un abrazo. Superar este miedo me gustó, porque nadie me obligó a hacerlo, en los últimos acontecimientos si tenía que pasar por situaciones difíciles que me daban mucho miedo, tenía la obligación de superarlo en ese momento y enfrentarme a ello sin esperar el tiempo que me permitiera que fuese el mejor momento. Era por eso que estaba más feliz de lo normal, ustedes que han leído los demás capítulos ya se pueden hacer una idea, como por ejemplo el momento en que Gämael venía a atacarme o cualquier otra situación, como la posesión que pasé con cinco años.
Fueron situaciones comprometidas que no pude dejar un tiempo para poder encontrar toda la fuerza necesaria y enfrentarme a ello, por eso conseguir superar mi miedo a las alturas (o por lo menos un primer pequeño paso) fue realmente muy importante para mí. Entonces me di cuenta de una cosa, y es que en situaciones de peligro puedo enfrentarme a ello sin tener que pensármelo y actuar de forma correcta, supongo que alguno de ustedes pensará que será por el proceso de supervivencia, pero yo siento que es más por mi signo zodiacal, les recuerdo que soy Aries, la cabrita loca que siempre se enfrenta a aquello que va en contra simplemente para que vean que lo que dice es que tiene razón. Si quitan lo de “tener razón” por “hacer lo correcto” podrán aceptar que en situaciones de emergencia soy realmente necesaria, para que el trabajo de guardiana surgen como es debido.
Mientras que se iba acercando poco a poco la Navidad, me entretenía viendo Operación Triunfo, era el primer año dónde en el canal + daban el 24h y me gustó mucho, de hecho para no pensar en el tema del Titi veía el 24h e intentaba aprender cosas sobre el canto, algo que empezaba a tener mucha curiosidad de aprenderlo. El programa ya casi estaba a punto de llegar a su fin, solo quedaban siete concursantes de los doce convenientes, pero entre ellos estaban mis dos favoritos, David Bisbal y David Bustamante. Mi prima Sofía también era muy fan de Bisbal, de hecho sus padres le habían comprado el cassette de OT y yo lo pedí para Navidad.
Con mi prima Sofía, nos pasamos un buen rato hablando sobre lo que hacía Bisbal en la academia, su forma de cantar, su forma de hacer la doble vuelta con salto, e intentábamos aprenderlo pero nos salía horrible, la mayoría de veces acabábamos cayendo en el suelo del salón de casa la Tieta Cristina. Era una de esas pocas veces, en que me pasaba una tarde jugando con la Sofía en casa de su abuela, entre jugar a juegos de mesa en el salón, escuchar un cassette de los Pitufos y luego bajar al garaje a jugar a la pelota, mientras que hablábamos de nuestras cositas, poco más se podía hacer. Como mucho estar un ratito en la bicicleta estática que tenía el Tiet Salvador que usaba para poder mover las piernas, ya que desde hacía diez años que tenía muchas dificultades para caminar debido a un accidente de auto que tuvo y casi perdió las piernas.
Lo más curioso era cuando veía a mi tito Salvador manejar su auto seisientos, era una reliquia familiar pero era la única forma de revivir los años sesenta cuando estos autos estaban en el mercado y muy poca gente tenían el privilegio de poder manejarlos. Cuando nos invitaban a ir de excursión a San Jaime a merendar, me lo pasaba en grande subiendo a ese auto en la parte de atrás, sin cinturones (ni delante ni atrás), los asientos de gomaespuma super bajos pero muy cómodos, y ese motor que hacía tanto ruido que parecía que íbamos encima de un cohete espacial intentando luchar en contra de la gravedad del planeta. La carrocería del seisientos era naranja, un color poco común, pero destacaba lo suficiente cada vez que lo aparcabas en algún lugar público con muchos más autos (más modernos del principio de los años 2000).
Una tarde jugando a la pela con Sofía, podía ver como sentado en una silla que había cerca de una mesita, estaba el arcángel Gabriel observando la conversación. El arcángel Uriel seguía reunido y no podía estar, de hecho me sentía super acompañada con Gabriel en la misma sala, aprovechaba también para hablar con la Ángela que custodiaba a mi prima Sofía. Mientras que Sofía comentaba sobre un posible concierto que diesen los de OT al terminar el programa y que ella quería ir, estaba intentando convencer a su madre para que le comprase entradas para ir con su madre y una prima de parte de su mamá (mientras que a mi, no me consultó nunca si quería ir y la verdad es que me apetecía mucho).
- Por suerte no ha tenido ningún ataque más, la estamos protegiendo con el doble de ángeles que de costumbre, porque en cualquier momento puede regresar y no sabemos qué quiere en realidad de ella. – comentaba Gabriel a la Ángela.
- ¡Qué horror! Gämael está totalmente descontrolado, escuché entre los Tronos que está intentando eliminar a uno de los pilares de consciencia más importantes, que resulta que en el futuro será muy importante y lo quiere eliminar. – comentó la Ángela.
- Si, ya estamos al tanto. También se rumorea que va a abrir una grieta del tiempo y si pasa por allí lo cambiará absolutamente todo. – explicó Gabriel.
Disimulé todo el rato, pero saber que nos están custodiando tanto los ángeles, me puso frenética. Por un momento quería chutar la pelota tan fuerte como sintiese, destrozar la puerta de aluminio y hacerme cargo de la bronca de mi tia, pero me tuve que contener, así que perdí la pelota que se me coló debajo de un armario, miré a Gabriel y le hice un gesto para que viniera conmigo, él se agachó conmigo y mienras que agarraba la pelota…
- Si Gämael viene a por mí, seré yo misma quién le devuelva a su lugar, ¿ok? – le dije susurrándole de forma amenazante.
- No te va a tocar, si lo impido yo antes ¿me escuchas? – dijo Gabriel mirándome directamente a los ojos.
Regresé con la pelota, Gabriel se volvió a sentar y cambiaron de tema.
Una semana antes de Navidad, el hospital le dio el alta al Titi, aunque seguía teniendo Cáncer y los médicos le dijeron que era terminal, él decidió pasar las navidades en casa y luego regresaría al hospital. Lo médicos lo vieron correcto y por eso se lo permitieron, aprovechando eso, el Alfonso y el Rafalé compraron un sofá cama por si acaso. Cuando lo vi en su casa, me quería quedar todas las navidades en su casa, no me quería separar de él, porque no me quería perder absolutamente nada. El médico le había prohibido fumar y él insistía en seguir fumando, algo que en casa era más fácil de conseguir, teniendo tres tíos fumadores y una madre y un padre también fumadores compulsivos (en ese tiempo).
Todavía por las noches, seguía teniendo un montón de pesadillas de él y despertaba llorando, Uriel seguía reunido así que Gabriel estuvo conmigo en esos momentos más duros (algo que ahora lo valoro muchísimo de él). Cada vez que lo veía fumar, era un paso más hacia la 4D y 5D y uno menos para seguir en esta 3D, el Titi me daba explicaciones cada vez que quería fumar, y yo me enojaba con él y me iba para llorar en el baño, Gabriel entraba conmigo y me quedaba abrazado a él e intentando no hacer mucho ruido para no llamar la atención de nadie más de 3D. ¡Era demasiado duro verlo desaparecer!
- ¡No puedo hacerlo, Gab! ¡No puedo!- le dije mientras que me secaba las lágrimas en su hombro, notaba como me acariciaba la nuca con una de sus manos.
- Si, lo sé que es muy duro… de igual manera, no me iré de tú lado si así lo quieres. – respondió Gabriel.
Le abracé con más fuerza, como si intentase dejarle sin aire y sin circulación de la sangre, mientras que seguía llorando en silencio. En un momento en que separé mi cara de su hombro, le di un beso con ventosa en la mejilla y le miré a los ojos, se sonrojó un poco.
- ¿Te has puesto colorado?- dije cuando se me escapaba un momento una pequeña risa.
Gabriel con una de sus manos se la llevó a la mejilla que le había dado el beso y sonrió de forma nerviosa.
- Si, pero… es que… bueno… - dijo cuando se separaba de mí y volvía a ponerse de pie para estar delante de la puerta del baño.- ¿crees que ya puedes volver con los demás? – me preguntó intentando cambiar de tema.
Me puse de pie y caminé hacia la puerta, Gabriel puso la mano en el pomo y lo giró para abrir la puerta, en ese momento empujé la puerta para cerrarle en las narices, se me quedó mirando con esos ojos verdes encantadores algo avergonzados.
- Contéstame a una pregunta… - le dije desafiándole con la mirada de forma pícara.
- Cla-claro… di-dime… - dijo tartamudeando por los nervios, le vi que empezaba a transpirar y a tener algo de calor.
- ¿Aún sientes algo… digo por mi… por lo que fuimos… en la otra vida?- le dije directamente.
Se quedó callado, intentó decir algo, pero solo salían sollozos y sonidos imposibles de poder deletrearlas en palabras o letras en sí.
- Ni la estrella fugaz que viaje a miles de quilómetros puede escapar de aquello que huye, puesto que tarde o temprano volverá. – le dije, abrí la puerta y volví al pasillo con una sonrisa de felicidad, caminé lo más rápido que pude para llegar a la sala, pero noté como alguien me agarraba del brazo y me empujaba hacia la cocina, cerró la puerta de la cocina, era Gabriel.
- ¿Por qué has hecho esta pregunta? – su tono era algo brusco, como si de repente sus emociones hubiesen cambiado en menos de un segundo.
Se acercó tanto a mí, que su nariz casi se rozaba con la mía, me miraba directamente a los ojos, que estaban dilatados verdes como prados en primavera creciendo las hojas tras el invierno. Me miró los labios, pero se detenía a intentar besarme, sabía que no lo podía hacer siendo yo tan pequeña.
- No soy tonta, tú actitud te ha delatado solo desde hace unos meses. – le respondí, entonces vi como quitaba la vista de mis ojos y miraba hacia atrás, cerró los ojos.- te quieres alejar, pero no puedes, porque no quiero que lo hagas. Entiendo que aún no es el momento, pero lo que sientes sé que es puro y sincero.- le dije, me volvió a mirar.
- ¿Cómo estás tan segura? – preguntó.
- Por qué no eres solo tú quién lo siente.- le respondí.
Recomendación: Wellerman - Nathan Evans.
HR.
HERO&Corporation.
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