sábado, enero 29, 2022

El Espejo De Mí Vida - Capítulo 121 [2T]

 

Nos pasaríamos cuatro días en un centro muy cerca del pantano de Sau, con piscina, mucho campo para poder jugar y salir a correr, lugares con árboles muy bonitos, salas de baile, sala de talleres y un gran comedor. De hecho el lugar era bello, pero nos dimos cuenta de que no éramos el único grupo allí, habían Esplai de Barcelona que ya hacía días que estaban allí y otros tan solo pasaban sus últimas horas. Había más gente de lo que esperaba o de lo que estaba acostumbrada cuando me iba a estos lugares con un grupo.

Por una parte estaba ansiosa por bajar del autobús, agarrar la valija, entrar, instalarme en la habitación y luego ver qué hacer, pero por otro lado, me daba miedo que esas instalaciones tan bonitas al final solo estuviéramos encerrados en la sala de talleres casi todo el rato sin poder disfrutar de la naturaleza, ni si quiera de la piscina. La poca experiencia que tenía en ir de colonias, se veía claramente que sería así, por ende no me hice ninguna ilusión de quedarnos más tiempo en las zonas de la pileta.


En cuanto ya teníamos de nuevo las valijas con nosotros, los monitores nos hicieron separar por niños y niñas, en vez de seguir a Pep, tuve que seguir a la Maribel y la Esther, porque al subir al primer piso, tuvimos que separarnos, ya que los niños tenían la habitación en el primer piso y las niñas en el segundo piso. Pasamos por dos pasillos estrechos, vimos el baño, las duchas mixtas, algo que no me gustaba nada, cómodo para algunos, incomodos para mí, y además sin cortinas… al final de ese pasillo que estaba revestido con madera blanca, giramos a la derecha y entramos al fin en nuestra habitación, que estaba obviamente lleno de literas. La Jenny fue tan rápido, que nada más cuando pasé por la puerta, escuché que me llamaba y simplemente me fui con ella.

-        Aquí, ¿te parece bien?- me preguntó la Jenny.

Miré alrededor, delante a los pies y bastante lejos, teníamos una ventana con rejas, estaba perfecto.

-        Ok. ¿Tú arriba?- le sugerí.

Antes de que lo terminase de decir, ya estaba subiendo ansiosa a la litera de arriba, le ayudé a dejar la valija, y luego dejé la mía en la litera de abajo, me senté, miré alrededor y vi como los demás encontraban sus camas que estaban contadas.

-        ¡Vayan instalándose!- dijo la Maribel.

Fue cuando abrí la valija y me puse a poner la sábana de abajo, luego saqué el saco de la funda y la puse encima de la cama, como había ocurrido en el año anterior, no había almohadones para nadie. Yo seguía durmiendo sin almohador, pero los demás lo veían como algo malo e incómodo así que se tuvieron que inventar uno, con las toallas. Algunos ponían cosas en las estanterías que teníamos al lado de las literas, ya saben que de costumbre no suelo deshacer la valija mucho, va en función en aquello que ya he usado o voy usando.

De repente Ana vino a nuestra habitación con cuatro niños de nuestro grupo, también les seguía dos hombres del centro que llevaban dos camas desmontadas.

-        Resulta que en la habitación de los niños, no caben, y aquí hay lugar. Vienen a montar dos literas en un momento.- dijo Ana.

-        De acuerdo, pasen.- les dijo Maribel.

Tuvimos que compartir habitación con cuatro niños, entre ellos estaba Xevi y Quim que eran hermanos, Jesús y otro más que no me acuerdo del nombre. La habitación en este grupo del Tripijoc no iba por cursos, solo por sexos, aunque a veces no funcionaba. Como soy de naturaleza curiosa, me quedé sentada en la cama, cómo los hombres montaban las literas, yo pensaba que era toda una estructura imposible de desmontar, pero cuando vi que la puerta era chiquita, que pasaban dos camas separadas pero juntas no, y las ventanas tenían barrotes, entendí porque se separaban.

-        ¡Ya terminé! ¿Vamos a jugar?- dijo la Jenny cuando bajó de la litera de arriba.

-        Ve tirando, yo aún no terminé.- le dije como excusa.

-        ¿Te ayudo?- dijo la Jenny.

-        No, no hace falta, ve tirando yo te alcanzo después.- le dije.

-        De acuerdo.- mostró una sonrisa, dio media vuelta y se fue por la puerta.

En ese momento, noté las manos de Uriel que estaba agachado delante de mí, colocó sus manos encima de mi regazo y me miró, entonces le miré.

-        ¿Por qué no vamos con la Jenny?- Preguntó Uriel.

-        Espera, quiero ver como terminan de montar la litera.- le dije.

Uriel se puso de pie pero para sentarse a mi izquierda de la cama, empezó a dar saltitos, como si estuviese cómo estaba el colchón realmente, le miré.

-        ¿Qué haces?- le susurré.

-        Disculpa, no quería molestar. – dijo Uriel.

-        ¡Ya está la primera!- dijo uno de los hombres, cuando terminaron de colocar los dos colchones.

Quería esperar a la siguiente, pero ya me quería ir de allí, así que me puse de pie, miré si me dejaba algo, le di una señal a Uriel para que viniese conmigo, y nos fuimos.

Al cruzar el pasillo, pasar por el baño e intentar llegar hasta las escaleras, me di cuenta de que algo iba mal, porque dónde se suponía que estaban las escaleras, encontramos una sala sin nadie y bastante antigua respecto a la decoración que había en el lugar. Además, al pasar por la puerta, automáticamente el ruido que se escuchaba de los demás niños que estaban por los pasillos o las habitaciones, ya se dejó de escuchar, y solo se escuchaba el viento que retumbaba en las contraventanas, ese viento era frío tanto que de repente y sin explicación parecía que fuese invierno. ¡Qué frio! Porque noté que de mi aliento salía vaho… la temperatura de verano de ese tiempo era de 33ºC eso no era normal. Me volteé para ver la puerta y no estaba, era pared.

-        ¿Y la puerta?- dije.

-        ¡Dame la mano, mi amor! – exigió Uriel.

-        ¿Por qué?- le dije, me giré.

-        Tenemos visita. – respondió Uriel.

La sala aparentemente no tenía ningún mueble, pero en un rincón cerca de la ventana, vi a un ángel con las alas grises y agrietadas, que se encontraba de rodillas en el suelo, llorando, llevaba el pelo ondulado morocho, largo hasta los hombros, su túnica era gris con el anunciador en verde clarito. En la sala solo se le escuchaban su forma de llorar, nos quedamos en silencio mirándonos Uriel y yo.

-        Mierda…- susurré.


Por la forma de vestir y si no fuese por el peinado que era diferente, por un segundo pensaba que era Gämael. Al verlo llorar y ver que tenía un color de pelo distinto, me di cuenta de que era otro ángel oscuro, que lloraba por algo, pero también me puse algo tensa, los Egregors suelen usar los sentimientos como método de manipulación, así que la tristeza y la culpabilidad es una de las emociones que suelen alimentarse para que hagas algo que realmente no debes hacer. En cuanto me avancé hacia el Egregor, Uriel me agarró de la mano y tiró con fuerza para impedirme acercarme.

-        Despacio, mi amor. – susurró Uriel.

Nos acercábamos muy despacio y sin hacer ruido para no asustarlo, en cuanto le pudimos ver la cara, pude respirar algo más tranquila porque sabía que no era Gämael, era otro que no sabía quién era, pero el corazón parecía que lo había reconocido. Miré a Uriel, él sí que sabía quién era, la cara de sorpresa le pilló infraganti.

-        Luzbel…- susurró Uriel, se llevó la otra mano a la cara en señal de sorpresa.

Sin yo saber, sabía quién era. ¡No podía ser verdad lo que estaba pasando! ¿De verdad que tenía a una de las manos derechas de Gämael ante mi llorando? Por la cara que hacía, no parecía que fuese un truco, si así lo fuese, realmente se le daba muy bien el arte de la interpretación. Pero el corazón me daba la corazonada de que esos sentimientos eran verdaderos y no fingidos.

-        ¿De verdad que es él, Dary?- le susurré a Uriel.

-        Si, él es… Lucifer.- respondió.

Escuché como dejaba de llorar, retiró una de sus manos de la cara y vi sus ojos color miel como nos estaba observando, se secó las lágrimas con los dedos y nos volvió a mirar frunciendo algo el ceño.

-        ¡Fuera de aquí! – nos gritó de muy malas ganas Luzbel.

-        ¿En qué día estás Luzbel? – le preguntó Uriel, frunció el ceño también.

-        ¡Dejadme! – gritaba Luzbel, llorando de nuevo.- dios, ven a ayudarme, ya no quiero seguir así, quiero volver… quiero volver a casa… dios, por favor, ten piedad de mí, de tú nieto, que cuestionó tu forma de dirigir, pero… llevo tantos eones lejos, viviendo en la oscuridad, quiero volver a casa. ¡Quiero volver! – juntó las manos para empezar a rezarle a Dios, mirando a través de la ventana Luzbel, seguía arrodillado pidiendo clemencia al gran creador.

Cuando un ángel de luz tiene un momento de debilidad, baja a las sombras de su propia existencia. En cambio cuando un Egregor tiene un momento de debilidad, regresa a la luz del padre celestial, para volver a sentir el hogar que abandonaron al bajar a sus propias sombras. Este era uno de los momentos más complicados que había podido presenciar en tan solo siete años de encarnación, el momento en que el espíritu de Luzbel, tenía la suficiencia potencia de luz, como para volver a la 9D, volver a la Cruz del Sur para estar con Dios de nuevo. Lo que comúnmente llamamos EL PERDÓN, para un ángel es la RENDICIÓN.

El Tiet Josep me contó la historia de Luzbel, el tercer hijo del arcángel San Miguel y la Arcangélica Fe, un día que habíamos terminado de almorzar y teníamos esa media hora antes de ir a clase de nuevo. La historia de Lucifer que conocemos comúnmente, no es del todo cierta, le faltan ciertos detalles que la religión cristiana descuidó o simplemente lo descartaron.

Según la historia de la Cruz del Sur (es decir los nombrados Cruceros), tras la batalla más oscura que tuvieron de lidiar, dónde más del cincuenta por ciento del universo se declaró en guerra contra el reinado de Dios, porque querían normar a Gämael nuevo Dios del universo. Nuestro actual Dios, al vencer la batalla gracias a las millones de almas de otros mundos que prestaron sus ejércitos y a los ejércitos de la Cruz del Sur junto la unión de las aldeas vecina del mismo planeta. Dios, mandó a llamar a la sala principal a todos los Cruceros, pero antes de la reunión mandó a capturar a Gämael y a sus dos ayudantes que acabaron creando dicha guerra, uno de ellos era Luzbel y la otra una mujer llamada Saedeth (hija de la densidad).

Aquí es cuando la religión cristiana dice que Dios les condenó a divagar por la Tierra hasta que tengan la decencia de rendirse y alabar a Dios como único creador de este mundo y universo. ¿Por qué suena tan malo si en verdad la Biblia solo intentaba “reflejar la verdad de cómo se creó todo”? Cuando vives fuera de la religión, quizás te das cuenta de que ni un lado ni el otro saben realmente qué ocurrió sino empiezan a conectar con su propia esencia y lo vuelven a vivir recordando quienes fueron en otras vidas, practicando la regresión o la meditación de atención plena (mindfulness).

La historia que ocurrió porque tanto el Tiet Josep como los arcángeles Uriel, Gabriel y Miguel recuerdan, fue que Dios simplemente les echó la bronca, aún y así como Gämael, Luzbel y Saedeth querían seguir atacando, su vibración les delató y les condenó a ir de la luz que es el fluir del universo, a la densidad (la caída del famoso paraíso realmente fue que cada uno por vibrar denso, no podían tocar nada de la Cruz del Sur al ser una dimensión de luz y muy elevada la 9D, así que “cayeron” a la 3D en la Tierra). Nadie les condenó a caer, nadie les arrebató el deseo de estar en la luz, ellos simplemente dejaron de vibrar en la sintonía y cayeron por su propio peso a su nuevo hogar.

El hecho de que no recuerden eso y culpen a Dios por ello, es porque cuando uno está en sombras, se olvida de uno mismo y culpa a los demás por lo que le pasa, a eso le llamamos ser la víctima de nuestro propio destino, obligándonos a sufrir, cuando nadie realmente nos obligó, pero nos da la sensación de que si. 

Recomendación: Sexo y Vida - Serie de Netflix. 

HR.

HERO&Corporation.

 

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