La ausencia de Frodo se notaba cada mañana, mientras que el tiempo seguía su camino de siempre, aunque parecía que a mí me hubiesen maldecido, pues era la primera vez que al estar tan cerca del verano, no quería que ocurriera. Al echar la vista atrás y ver todo lo que sufrí, solo quería resguardarme en segundo de primaria, un año que las putadas habían sido en la familia en vez de el colegio.
- Arriba mi amor, hoy es el último día de clase. ¡Empieza el verano! – decía Uriel cuando ya mi madre me había avisado varias veces y yo no quería levantarme.
- ¡Déjame, quiero dormir hasta que todo sea un sueño mejor que esta pesadilla!- le dije al mismo tiempo que me tapé con la sábana la cabeza.
Noté como Uriel se sentaba a un lado de la cama, me retiraba la sábana de la cara.
- ¡Dale, mi amor! Es el último día que debes madrugar, ¿no te alegras? – dijo.
- ¡No!- dije y me volví a tapar la cabeza con la sábana.
- ¿Te has vuelto Lyriana o qué pasa? ¿Por qué piensas que es una pesadilla tú vida? – dijo Uriel.
Los habitantes de Lyra son un poco especialitos, pero recordé que los vi por primera vez cuando fui una de tantas veces a la casa de Amsha dónde vivía el Chico. En el momento en que Uriel me dijo Lyriana me puse a reír, pero tampoco quería levantarme, hasta que al final Uriel cambió de planes.
- Entonces, ¿el helado que van a dar hoy se lo daré a Gabriel, no? Ya que tú no lo quieres…- dijo Uriel.
- ¡Es mío!- dije debajo de las sábanas.
- ¿Y cómo lo harás sino sales de aquí? – preguntó Uriel.
- Fácil, me lo irás a buscar tú.- dije muy convencida de que así lo haría.
Uriel se echó a reír hasta colocar su cabeza encima de mi barriga, en cuanto se recuperó escuchamos los tacones de mi madre saliendo de su habitación y que se iban directo a nuestro cuarto. Me acojoné tanto que me destapé, cubriéndole a Uriel y empecé a vestirme.
- Ella sí que tiene poderes.- le dije medio acojonada, Uriel simplemente se puso a reír y me ayudó con los zapatos.
Aún tenía fe en que las celebraciones del fin de curso serían especialmente emotivas este año, porque el baile que habíamos preparado hacía más de un mes que estábamos todos los de la clase ensayando a la hora de gimnasia y en los recreos en los últimos días. Durante el recreo, mientras me tomaba el helado de limón, pude aprovechar para ver qué profesores podría tener el próximo curso, las opciones eran: Una señora llamada Laura, el marido de la Vicky que se llamaba Jordi, y otra señora que se llamaba Cesca (diminutivo de Francesca). No apuntaba demasiado bien, pero le di voto de confianza que quizás se repetiría un curso bonito como había sido segundo de primaria.
En el momento que nos tocó cantar todos juntos la canción del adiós, muy famosa cada año en el colegio. Era lo último que faltaba antes de estar oficialmente de vacaciones de verano. Crucé mis brazos para agarrarme con mis compañeros en el corro junto a la Carmen, mientras que todos cantábamos la canción, yo tuve un par de recuerdos de vidas pasadas…
Me encontraba en una plaza redonda con mosaico blanco y gris en el suelo, en el medio había una ancla dibujada en el mosaico, a mi derecha había una estatua muy grande y hermosa bañada en oro que reconocí como el dios Poseidón ya que con su tridente marcaba el norte del planeta y con el dedo índice de la otra mano indicaba el sur. Se estaba haciendo de noche, y de repente el suelo tembló tan fuerte que todos tuvimos que agarrarnos para no caer en el suelo, fue entonces cuando vi a mi derecha el Chico, con otra forma de vestir tradicional de esa época, pero sus ojos y su pelo era igual que ahora, castaño clarito tirando a rubio y ojos verdes esmeralda hermosos. Me aferré a sus brazos y él a los míos.
- ¿Dónde están?- le dije desesperada.
- Tranquila, nuestros hijos ya están a salvo.- dijo el Chico.
- ¡Vamos con ellos!- exigí, pero me retuvo.
- ¡Ya es tarde! Acaban de cerrar el paso.- dijo el Chico directamente a los ojos.
- ¿Y nosotros?- dije.
- Así es como debió ser des del comienzo, Saw.- dijo el Chico.
Reconocí mi nombre de esa vida al darme un vuelco el corazón.
- ¿Y si necesitan algo?- dije muy preocupada por abandonar a mis tres hijos.
- Tauriel, y los mellizos ya son mayores y saben valerse por sí mismos. Sabrán cuidarse.- explicó el Chico.
- ¿Y nosotros?- dije.
En ese momento empezamos a escuchar gritos de personas que corrían en contra de nosotros en busca de algo, pero no sabíamos qué era. Hasta que directamente nos topamos con ello. Una gran ola de más de treinta metros de altura venía hasta la ciudad de Khefis, tal y como nuestros hermanos del cielo habían dictado, este era el fin de nuestra civilización. Esa era el fin de nuestra encarnación para aquellos que no habían podido trasladarse a la Tierra Hueca.
Miré a los ojos al Chico y nos besamos tan apasionadamente, después me aferré a él esperando ese final.
- ¡Prométeme una cosa!- le dije.
- Dime.- respondió el Chico.
- ¡Búscame en la próxima vida y que siempre sea así hasta el fin del mundo!- le dije.
- Lo prometo.- dijo el Chico.
Mis compañeros me soltaron las manos al terminar la canción, en ese momento me abalancé sin querer hacia adelante y caí de manos y rodillas en el suelo. Nadie se había percatado de la caída excepto Uriel que me ayudó a levantarme. Entonces empecé a llorar, la gente se pensaba que lloraba por la despedida, pero solo quería llorar por lo que acababa de recordar, una de mis muertes más atroces pero románticas con el chico de ojos verdes. A pesar de ser una desgracia, había sido muy romántica.
Aquel mediodía me fui a almorzar a casa de la iaia Filo, como nos fuimos muy pronto del colegio y no teníamos que volver hasta septiembre, el tiet Josep todavía no tenía que venir, mientras tanto ayudé a mi abuela a hacer la comida, ese día quiso hacer espaguetis y de segundo hamburguesa casera. En Cataluña es muy común hacer las hamburguesas caseras, vas a la carnicería y compras carne picada y si te sobra un poco, te lo pones sobre el pan y te lo comes como si fuera una tosta de carne, pero esto se suele comer sin cocinar, como un tartar francés. (Como ya les dije, en ese tiempo comía carne, de hecho era muy carnívora).
Después de almorzar, aproveché para comentarle sobre la civilización de Khefis al tiet Josep y esto es lo que él me explicó…
- Este nombre se le atribuye a la civilización de Atlántida, fue la primera civilización dónde se cruzaron nuestros amigos de las estrellas con la humanidad, fue tan fuerte esta unión que incluso por un tiempo convivieron con nosotros y nos enseñaron sus culturas.- dijo el Tiet Josep.
- ¿De dónde venían?- pregunté.
- De Arcturus.- respondió.
De repente me vinieron a la cabeza la imagen de Amour y Juliano, las últimas veces que nos habíamos visto las caras había sido en el último gran evento de Mintaka.
- Si ya los he reconocido, tuve una oportunidad de volver a estar con ellos hace un par de años.- le dije.
- ¿Ah si?- dijo el tiet Josep sorprendido.
- Si, fue durante la última comida de Mintaka.- le dije pero Josep me interrumpió.
- ¿Cómo? ¿Estuviste en esa comida antes de que el planeta entrase en código azul?- preguntó.
Le dije que si con la cabeza y se quedó atónito.
- Eres más especial que yo, Laia. Te voy a dar un consejo,…- dijo el tiet Josep mientras que hacía una pequeña pausa para ver que realmente la abuela estuviese en la cocina lavando los platos y nadie más nos estuviese escuchando.- llévate siempre un cuaderno o intenta escribirlo todo, porque lo que tú experimentas, en el futuro habrá alguien que querrá ver tú experiencia. Pero si lo haces, hazlo bajo llave y que les cueste encontrar la forma, porque al igual que habrá muchos que te seguirán, otros desearán quitarte del medio, intentando hacer creer al mundo que eres un fraude.- dijo el tiet Josep.
- ¿Dónde lo hago si a dónde voy es otra dimensión y no me dejan bajar nada ni subir nada de otra dimensión?- le pregunté.
- Anótalo cuando estés aquí, como si fuese tú diario personal secreto, que en vez de apuntar tus historias de amor, apuntas mensajes y experiencias sobre ellos.- me aconsejó el tiet Josep.
Era un consejo muy bueno, pero no tenía permiso para hacer eso, aunque le quería comentarle a Uriel si habría alguna posibilidad. Finalmente me quedé a solas con la iaia Filo, porque el Tiet Josep tenía que irse a su caminata de todas las tardes después de almorzar, esa tarde estuvimos jugando a las cartas, el juego que solíamos jugar era el cinquillo, porque la abuela no sabía demasiados juegos y yo tampoco.
Una hora más tarde, nos fuimos de la casa de mi abuela para irnos a casa de su hermana Cristina, ya que tenía a la prima Sofía, me alegré mucho de verla porque hacía por lo menos tres meses que no teníamos ningún momento para vernos. Al empezar al el Tripijoc el día que nos podíamos ver yo no podía quedar, así que me tenía que acostumbrar a verla solo en festivos y vacaciones.
La Tía Cristina y la Sofía bajaron de la casa, porque nos íbamos las cuatro juntas al parque a caminar y luego a jugar, al ser algo mayores no teníamos la obligación de ir de la mano de nuestras abuelas y podíamos ir las dos juntas mientras que charlábamos de nuestras cositas. Nos teníamos que poner al día y tenía muchas ganas la verdad.
- ¿Qué harás en las vacaciones?- me preguntó Sofía.
- El Lunes me voy de colonías a un pantano cerca de aquí, creo que se llama… Sau, estaré cuatro días fuera.- le respondí.
- ¿Con los del cole?- me preguntó.
Dije que no con la cabeza.
- Estaré con los amigos del Tripijoc.- le dije.
- Ah, ese grupo nuevo que hiciste, ¿no?- preguntó poniendo un poco de mala cara, no entendí porqué.
- ¿Por qué no te apuntas el curso que viene?- le propuse.
- ¿Yo?- dijo ella.
- Si, lo pasaríamos muy bien, haciendo talleres, obras de teatro, jugando…- le intentaba vender por si iba a picar.
- ¡Pero si allí solo van gente con problemas mentales!- respondió con ganas de hacer daño.
Me puse triste porque lo que dijo me dejó sin palabras, y me dolió mucho. ¿Cómo era posible que dijera eso de algo que desconoce totalmente? ¿Por qué siempre Sofía tenía tantos prejuicios con las cosas que yo le decía que hacía? Sofía empezó a reírse, pero no dijo en ningún momento que me estuviese tomando el pelo, se reía porque mí idea era una tontería.
- ¡Quizás para ti, una persona con problemas es algo que te puedes reír fácilmente, pero yo allí tengo mejores amigos que en clase o que contigo, que al menos me han aceptado des del corazón y no des del desprecio por hablar diferente que tú!- le dije mirándole a los ojos y terminé- ¡Por lo menos ellos sí que son humanos, no como tú que pareces un mono de circo!- le dije y me adelanté para darle la mano a mi abuela y me quedé con ella durante toda la tarde sin dirigirle la palabra a Sofía.
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