En cuanto regresé al hueco, le di todo lo que había conseguido y me senté, me puse las manos en la cabeza y respiré profundamente varias veces, Sergi agarró los palos y los hierbajos, pero no vio qué podía hacer con ellos.
- ¿Y si jugamos a otra cosa?- le dije sin ganas de continuar.
- ¿Por qué?- preguntó Sergi.
- No me apetece jugar a esto. Lo siento.- le confesé.
- Vale.- dijo, tiró los palos en el suelo del hueco y se cruzó de brazos a la espera de una nueva idea para jugar.
Me dolía un poco la cabeza, pero estaba acostumbrada a eso cuando recordaba vidas anteriores. Entonces vinieron José y Gerard a visitarnos, de hecho venían a robarnos los palos, pero se quedaron observándonos.
- ¿Juegan?- preguntó José.
Miré a Gerard y le dije que no con la cabeza, no estaba de humor, se me quedó mirando.
- Te he visto ir al mercado a buscar provisiones.- dijo Gerard.
- Lo sé, pero acabamos de decidir que no jugamos.- le contesté.
- ¿Esta es la cabaña?- preguntó José mientras se reía.
- Si.- respondí.
- Vengan a jugar con nosotros, tenemos lugar para ustedes.- dijo José.
- ¿Dónde está?- preguntó Sergi.
- Allí, mira.- le dijo José indicándole con el dedo, estaban cerca, Sergi me miró.
- Ve tú, yo no quiero, gracias.- le dije.
Sergi se puso de pie y se fue con ellos, yo me levanté mirando el campo de trigo, agarré un palo lo partí en varios trozos, y empecé a tirar los trozos con fuerza al campo.
- ¡Lánzalo, yo lo voy a buscar!- dijo Sergi.
- ¿No te ibas?- le dije, pero él dijo que no con la cabeza.
Lancé un palo y como si Sergi fuese un perro, simuló serlo, se lanzó al campo de trigo a buscarlo. Me eché a reír, pero al mismo tiempo estaba prohibido entrar en los campos y destrozar las cosechas, veía como a su paso se aplastaba el trigo, como si trazara un camino, buscando un palo que obviamente no encontraría.
- ¡No lo encuentro, ven, ayúdame!- gritó Sergi, el campo era tan alto que no se le veía ni la cabeza.
Miré a los profesores, ni se habían percatado de eso, así que simplemente me lancé a ayudarlo, más bien yo lo que estaba haciendo era buscándole para salir juntos de allí.
- ¡Mi amor no lo hagas! ¿Destrozarás una cosecha super importante para estos campesinos a merced de tu divertimiento? – Uriel me alentaba, pero yo ya estaba en el campo.
Empecé a buscarlo mientras le gritaba por su nombre, mientras que él gritaba el mío intentaba encontrarlo mediante localización de radiofrecuencia, igual que los murciélagos. Ni se me había pasado por la cabeza que costaría tanto, incluso había perdido a Uriel, que me estaba llamando y le tuve que pedir que se callara para encontrar a Sergi. ¡Dios Santo era claustrofóbico! Empecé a sentirme atrapada allí, sin poder encontrar un punto de referencia para poder ubicarme, pero no podía pedir socorro, nadie más sabía lo que estábamos haciendo y mejor que nadie lo supiera.
- ¿Dónde estás Sergi?- grité.
Algo me agarró del pie y tiró fuerte, me caí y cuando me giré, lo que vi fue algo que me dejó sin aliento.
- No te levantes, te ayudaré a encontrarlo si antes me escuchas, ¿ok? – dijo.
Quién me estaba hablando era un ángel, concretamente un arcángel sus alas eran hermosas y muy grandes, tenía los ojos color café y el pelo era larguito castaño y algo ondulado.
- ¿Quién eres?- le susurré.
- Yo soy el arcángel Anael, el director del Coro de Ángeles y el jefe del arcángel Humiel. Vengo a darte un mensaje sobre él, que quiere que sepas. – informó.
Cuando escuché el nombre del Titi, me quedé sin palabras, su jefe. ¡Ay madre! Anael estaba a cuatro patas encima del campo de trigo, detrás de mí aplastaba la cosecha.
- De acuerdo.- dije.
- Bien, voy al grano que veo que andas ocupada y Uriel no quiero que me vea. Me tienes que prometer que no se lo vas a decir a él que estoy aquí, ni que te he dicho esto, solo Humiel quiere que lo sepas y le guardes el secreto. – exigió Anael.
- Descuida.- le dije.
Escuché el mensaje atentamente, pero me enojé con el Titi porque el mensaje decía una cosa que no estaba de acuerdo.
- Gracias. Hablaré con él.- le dije.
- Lo prometido es deuda, si me dejas pasar delante, te ayudaré a encontrar a tu amigo, no están tan lejos. Solo que cuando lo encuentres, vayas a tu derecha todo recto, ¿ok? Así encontrarán la salida final. – dijo Anael.
- Ok.- dije.
Le dejé pasar y le seguí, todo recto hasta girar a la izquierda, entonces le encontré, nos dimos un abrazo Sergi y yo, nunca nos habíamos dado un abrazo, fue raro, supongo que fue fruto de la desesperación de ese juego estúpido que decidimos terminar lo antes posible. Anael desapareció detrás de mí, Sergi creo que ni se percató de él, así que le hice caso, Sergi me siguió y encontramos la salida. No salimos en el mismo punto dónde habíamos entrado, pero lo primero que quise saber era si algún profesor se había percatado de eso, milagrosamente nadie se había enterado de nada, todos seguían disfrutando.
- ¡Nunca más, Sergi! ¿Ok?- le exigí.
- Sí, nunca más. Ha sido una mala idea.- respondió Sergi casi sin aliento.
Al regresar al hueco, vi que estaba aguardando las maletas Uriel, su cara era de enojo, por un momento no me quise acercar, así que le toqué al hombro a Sergi y eché a correr, él entendió que jugábamos al pilla-pilla, así que empezó a perseguirme. Más compañeros se sumaron al juego, y Uriel seguía guardando las maletas con esa cara de enojo.
Cuando llegó la hora de la comida Uriel ni me dirigió la palabra, Sergi decidió irse a comer con los compañeros y yo simplemente me quedé observando el campo de trigo y el dibujo que habíamos creado Sergi y yo con una sonrisa en la cara que se llevó un lindo recuerdo.
- ¡Venga, dilo Dary! Sé que te enojaste, así que ¡Dilo!- le exigí.
Pero me ignoró, él también estaba comiendo un bocata de queso. Entonces le toqué el hombro, pero me agarró la mano y me miró directamente a los ojos.
- ¿Eres consciente del daño que has hecho? – dijo Uriel.
- ¿Cómo?- dije.
- Observa el daño. – dijo mientras regresaba la mirada al campo.
Miré el campo y no había nada plantado, de repente la cosecha no estaba.
- Hace unos meses, los campesinos se doblaron el lomo plantando trigo, y durante meses lo estuvieron cuidando para que creciera fuerte y sano. – dijo Uriel.
Iba viendo a los campesinos cuidar del trigo, pero sabía que eso era como una especie de ventana temporal, alguna vez las había visto para recrear situaciones del pasado en el presente.
- ¿Tienes idea de lo que significa el daño que han hecho? El campesino ha perdido un 5% de su plantación, y eso equivale a que no llegará a los ingresos necesarios para poder mantener su casa, alimentar a su familia y quizás volver a plantar para la próxima temporada. ¿Así es como piensas cuidar de la humanidad, mi amor? Empobreciendo a la población. ¡Ya estás pidiendo perdón! – exigía Uriel.
- ¿Puede ocurrir eso? Tampoco ha sido para tanto.- le dije.
- ¿Sabes lo que pasaría si tu padre perdiera el 5% de su sueldo este mes?- dijo Uriel.
Suspiré profundamente.
- Esto. – dijo Uriel.
La ventana cambió de lugar, estaba en el despacho de mi padre en el trabajo, de repente su jefe le decía que este mes iba a cobrar un 5% menos porque alguien de su equipo la había cagado con un cliente, que se había ido insatisfecho económicamente hablando, y él pagaría las consecuencias. Entonces la ventana, se adelantó unas semanas y cuando tenía que ir al super, tenía que prescindir de ciertos productos que solíamos comprar a la semana, y eso también quería decir, apretarse más el cinturón con un único sueldo en casa, mi madre perdía el permiso para seguir estudiando y todo era un mes más complicado, incluso sin poder tener calefacción para poder tener un hogar calentito.
- ¡Basta!- grité y me fui de allí, agarré la maleta y salí corriendo de ese lugar regresando con los profesores. No quería llorar, pero tenía muchas ganas.
- Siento ser tan duro, pero es que tú lo has sido haciendo esto, ¿entiendes? – Dijo Uriel, me seguía.
- ¡Lo siento mucho! ¿Qué puedo hacer para ayudar?- le dije.
De repente, vi a todos que se quedaron detenidos en el tiempo, no era la primera vez pero algo importante iba a pasar.
- ¿Ves esa casita? – dijo Uriel señalando al otro lado del campo.- llamas a la puerta, y le pides perdón al campesino, a cambio, le ofreces lo que te quedó de la comida, al fin y al cabo has dejado reducido el alimento al señor. – dijo.
- ¿No vienes?- le dije.
Uriel dijo que no con la cabeza, así que me fui para allá. Pero no me atreví a dar la cara, en ese caso le dejé la comida con una bolsita de plástico en la puerta y un papel que decía “lo siento por lo ocurrido en su trozo de campo, mis amigos y yo hemos jugado y sin querer le hemos destrozado un trozo, espero que esto recompense su pérdida. Atentamente, un alma arrepentida y llena de amor”. Entonces llamé a la puerta.
En cuanto volví, el tiempo en el lugar dónde estábamos se restableció como siempre, una hora después nos fuimos de regreso a Manlleu. Al pasar por delante de la casita, vi que habían recogido la bolsita y me puse algo más contenta.
Recomendación: Películas de Gabriel Inferno (en inglés) - MaxCine.
HR.
HERO&Corporation.
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