sábado, octubre 16, 2021

El Espejo De Mí Vida - Capítulo 108 [2T]

 

Me giré para ver a Uriel como se reía comparado con mi cara de seria le cortaba todo el rollo.

-        ¿Qué? – decía Uriel intentando aguantarse las ganas de reír.

-        Nos perdemos y a ti solo se te ocurre reírte… ¿esta es la confianza que dices que debo tener en ti? ¡Como para perderme contigo en un centro comercial!- le dije, dejé de mirarlo pero Uriel seguía riéndose solo.

-        Mira quién viene por detrás… amor. Siempre te desesperar, ¿eh? – dijo Uriel.

Giré la cabeza y vi como llegaba una de las profesoras acompañada de más compañeros, efectivamente no nos habíamos perdido, pero delante de nosotros teníamos una encrucijada de caminos, por lo que no quise decidir por qué camino decantarme, si a la derecha o a la izquierda, porque tenía miedo de haberme perdido de verdad.

-        ¡Venga vamos! – Dijo Uriel mientras me agarraba la mano derecha y quería caminar, pero le quité la mano.

-        ¡Quita!- le dije y él me dejó, también terminó de reírse.

-        ¿Te enojas? – me preguntó Uriel.

Le ignoré, caminé hacia la profesora y me puse detrás de ella, le seguí para saber qué camino se tenía que tomar, agarró el de la derecha, me sentí mejor porque yo hubiese continuado por el otro camino y me hubiese perdido de verdad. Uriel me seguía pero respetaba mi silencio.

No quedaba mucho trozo desde la encrucijada hasta el lugar, pero era ¡hermoso! En realidad no había nada edificado, solo una vieja casita de campo, delante de un campo de trigo super bonito, porque se notaba que aún le quedaba tiempo para cosecharlo, no estaba dorado aún estaba verdoso primaveral. Los tres cursos nos quedamos delante del campo que había un gran terreno, para poder jugar a construir cabañas o lo que se nos antojara, al parecer las profesoras dijeron que ese era el lugar dónde estaríamos todo el día hasta después de almorzar. Así que nos dejaron a nuestro aire, para que juguemos.

Lo bueno es que la zona dónde estábamos era bajo las sombras de los árboles, con algunos trozos de Sol, se agradecía estar bajo esa sombra porque hacía mucho calor. Los compañeros de clase, se armaron sus propios grupos y desaparecieron de delante de los profesores tan rápido que ni me fijé por dónde se habían ido, así que nos quedamos Uriel y Sergi investigando la zona para encontrar nuestro lugar. Esa fue la primera vez que a la hora de almorzar no teníamos que estar con los compañeros de clase, así que con Sergi y Uriel encontramos un pequeño hueco en el suelo, que allí había estado como una especie de granero que ya no quedaba nada, solo el hueco, nos sentamos y me puse a ver qué tenía para desayunar.

Mi madre me había puesto una manzana, así que me la comí tal y como me gusta, con la piel y a bocados. Mientras que vi como Sergi buscaba palos por la zona sin comer nada.

-        ¿No desayunas, Sergi?- le pregunté.

-        No, siempre lo hago en casa antes de salir. Estoy lleno hasta la hora de almorzar, gracias. Pero te espero a que termines para jugar a algo, ¿ok?- dijo Sergi.

-        Ok.- dije.

-        Voy a buscar palos, vuelvo enseguida.- dijo y se fue.

-        Ok- le dije pero ya era demasiado tarde, se había ido corriendo.


Uriel estaba sentado a mi izquierda, alrededor del agujero tomándose un jugo de frutas, empecé a buscar dónde se encontraban los profesores con la mirada, estaban lo suficientemente lejos como para que estuviesen pendientes de las conversaciones con Uriel. Me encantó.

-        Hoy por lo menos no intentarán averiguar con quién estoy charlando, Dary.- le dije haciendo una señal con la cabeza a Uriel para que viera a los profes que estaban charlando entre ellos y ninguno se fijaba en nosotros.

-        ¿Por qué se la fijaron contigo? Hay niños más pequeños que también hablan con sus ángeles… - preguntó Uriel.

-        ¿Crees que piensan que soy demasiado mayor como para andar hablándote aún?- le pregunté.

-        No lo creo. Esto tiene más pinta de que se sorprendan que sea posible conversar tan fácilmente con nosotros. Pero es que ellos decidieron olvidar. ¿Ahora se arrepienten? – dijo Uriel.

Nos pusimos a reír los dos, tenía razón parecía que se arrepintiesen justo en este momento.

-        ¿Cuántos de mi curso todavía hablan con ángeles? – le dije.

-        Solo dos personas, y una de ellas eres tú. – Uriel se puso triste.

Abrí los ojos en señal de sorpresa, hacía un mes atrás aún éramos ocho, el número se iba reduciendo considerablemente y también me preocupé, porque el simple hecho de desconectarse de la fuente divina, ya me daba miedo, sentirme desconectada de todo esto y tener que dejar de ver a los ángeles y por supuesto dejar de viajar a Agartha, eso quería decir no volver a ver al Chico de ojos verdes hasta que estuviese lista. Por eso tenía muy claro mí respuesta y lo que significaba aceptar ese destino, no tendría ningún aliado cerca de mí, por ende tenía que dejar de hablar con Uriel en público.

-        ¿Quién es la otra persona?- pregunté algo asustada.

-        Sergi. – respondió rápidamente Uriel.

Demasiados compañeros habían elegido desconectarse un año antes de que ocurriese la famosa pregunta y la más importante para el destino de la encarnación en la que me encuentro. Con Sergi aún había esperanza de que eligiera mantenerse, a pesar de no ser un conectado de Agartha, muchas veces lo había visto hablar con su ángel en el recreo, justo los días en que decidíamos jugar por separado.

-        Los compañeros nos dicen “raritos” ¿será por eso?- le pregunté preocupada.

-        No, nada que ver. Lo dicen por los juegos que solemos jugar, no son muy famosos porque son algo rompedores, por ejemplo le enseñas a hacer ungüentos, a adivinar palabras de forma mental, y sobre todo a ver con los ojos tapados usando las habilidades… son juegos que a los demás, les asusta. – comentó Uriel.

-        Son juegos que he practicado en IÓN y son muy divertidos, pero también jugamos al pilla-pilla, al escondite y a policías y ladrones. – le dije.

-        También, piensan así de ustedes porque juegan juntos. – dijo Uriel, me miró con osos ojos verdes que él tiene y su cabello largo le volaba ligeramente con el viento.

-        No entiendo.- dije.

-        ¿Acaso ves a las niñas de tu clase jugar con los niños? – preguntó Uriel.

-        No, casi nunca juegan juntos. ¿Por qué?- le dije.

Uriel no pudo contestarme porque Sergi regresó con más de diez palos bastante largos, los dejó en medio del hueco y se sacudió las manos y me miró. Puse lo que me quedó de la manzana en la bolsa del desayuno y lo guardé en la maleta, me puse de pie y empezamos a jugar.

-        ¿Qué te apetece jugar?- le pregunté a Sergi.

-        Los chicos estaban jugando a hacer cabañas, ¿quieres que intentamos hacer una?- preguntó.

-        Claro, nos hará falta mucho más material, si queremos entrar, claro.- le dije.

-        Si, ahora te toca ir a buscar, porque sino vigilo, vendrán a robarnos.- comentó Sergi.

-        Vale.- dije, Uriel se puso de pie y me siguió.


Este juego era muy divertido, porque jugábamos todos los cursos, cada grupo de amigos construía una cabaña en algún lugar de dónde nos encontrábamos, y la intención era robarles materiales a los demás que eran nuestros enemigos. Una vez terminadas, empezaban las conquistas, era como estar en clase de historia porque cada cabaña le ponía un nombre de un país (fuese real o inventado) y empezaban a conquistar, hacer trueques con plantitas o en este caso, tazos una colección de pokemón que estábamos enganchados todos los niños en ese tiempo del 2001. En el bolsillo antes de salir del hueco, me puse la colección de tazos que tenía repetido, eran más de treinta o así, para hacer truque por los palos, porque había varios grupos que se dedicaban al “comercio” de todo lo que necesitábamos, así que tenías que averiguar dónde era el mercado y “comprar” troncos, hierbajos o lo que fuese, que los mercaderes se habían encontrado por el bosque y el campo.

Era muy curioso ese juego porque nadie, es decir, ningún profesor o adulto les había dicho cuáles eran las normas, simplemente los mayores te explicaban en qué consistían y simplemente si querías jugar, te apuntabas. La regla que nunca podías violar, era que los profesores no podían jugar, solo eran los jueces del final, cuando visitaban las cabañas y decían cuales les habían gustado.

En cuanto encontré la cabaña dónde estaban José y Gerard construyéndola junto con más compañeros de clase, empecé a sentirme mareada y tenía mucho calor, me agarré al brazo de Uriel, él me agarró fuerte, no me caí pero me ayudaba a mantenerme un poco estable.

-        Dary, voy a recordar algo…- le susurré.

-        De acuerdo. – dijo Uriel, automáticamente, pasó el brazo por mi cintura y siguió caminando por los dos.

Hacía mucho frío, el bao calentaba mi aliento, mientras seguía caminando entre los altos árboles, aunque no podía ver más allá de cinco pasos de mi por la Niebla. De mi mano derecha vi que tenía una pequeña hacha con restos de sangre, mis pies estaban protegidos por botas de piel de oso, llevaba muchas pieles encima, mientras que escuchaba en silencio como había gente gritando como si hubiera un pequeño motín.

Miré alrededor y me puse en guardia, me acompañaba una niña que me agarró de la otra mano, tenía miedo respiraba con rapidez.

-        Papá…- susurró y se agarró a mi cintura.

-        No te preocupes Sigrid. Yo te protejo.- le dije.

Desde la altura de un árbol un hombre armado cayó delante de nosotros gritando y atacando, le bloqueé y a la que pude le clavé el hacha en la garganta, estaba muy afilada. Desde atrás, escuché otro grito de otro hombre que me quería golpear por detrás, me giré a tiempo y le corté el brazo con el hacha. Otro hombre por otro punto ciego, vino a mí, lo bloqueé, entonces Sigrid se puso a correr para pedir ayuda, mientras intentaba que nadie se fuese detrás de ella.

Poco tiempo después el silencio volvió a agarrar fuerza, pero a mi alrededor solo había cadáveres de otros clanes Vikingas. Empecé a correr hacia dónde se había ido mi hija, pero la Niebla era tan espesa que no la encontraba, creo que me perdí.

Regresé al presente, con un dolor en el pecho bastante fuerte y con lágrimas en los ojos, Uriel me sujetaba con fuerza, intentando hacerme ver que no me pasaba nada, en mis manos tenía dos troncos pequeños y unos hierbajos. Empecé a caminar por mi propio pie, Uriel se dio cuenta de que ya había regresado y de a poco me fue dejando.

-        ¿Estás bien? – me preguntó Uriel.

-        ¿Quién es Sigrid? – le pregunté.

Uriel abrió los ojos como dos naranjas, me agarró de la mano y me obligó a caminar de ruta para volver al hueco, aún nos quedaba un trozo.

-        Era la reencarnación de tú hija mayor, en una vida que tuviste de Vikingo, en las tierras que ahora llamas Noruega. – explicó Uriel.

No pude contestar, tenía muchos sentimientos encontrados, pero Tauriel había sido mi hija en otras vidas y ahora estaba ascendida en Agartha. Las cabañas que vi de mis compañeros me hicieron recordar eso, me puse contenta pero también triste, el pasado duele y su responsabilidad tiene demasiado peso.

PD. El domingo directo en instagram a las 19h de España para darles noticias de la Hermandad Blanca muy importantes.

Recomendación: Another Life - Serie Netflix T2.

HR.

HERO&Corporation. 

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