Mientras que iba hablando con él, me daba cuenta de lo que le pasaba con los demás, en ese momento Pep nos mandó a todos a hacer los deberes. Como era nuestro primer día, me mandaron de prueba en el grupo de Pep e Iván, mientras que algunos se iban a la sala de talleres con la Maribel a hacer los deberes.
Me senté en una mesa que no había nadie sentado, miré para decirle a Jesús que se pusiera a mi lado, pero Pep le dijo que se pusiera en su mesa. Eran todas redondas con cinco sillas todo blanco. Me senté, con la mochila al lado, entonces vino Iván y se sentó a mi mesa.
- ¿Qué tienes que hacer de tarea?- preguntó.
- Nada. No tengo.- dije.
- ¿Seguro?- frunció el ceño y miró dentro de mi mochila.
- ¡Eh! ¡No toques mi mochila! ¿de acuerdo?- le grité.
- Ok, disculpa. ¿me dejas ver la agenda?- me dijo con las manos en alto.
- ¿La qué?- dije.
Nunca había oído esa palabra, ¿qué era una agenda? En clase nunca usábamos, estaba en segundo de primaria y todavía no teníamos.
- ¿En qué curso estas?- me preguntó Iván.
- Segundo.- dije.
- Ok. Disculpa. Pues así, te daré tarea yo.- dijo, se levantó y se fue de la clase.
Mis peores pesadillas se habían cumplido, ponían deberes, MIERDA… Ya ese lugar ya no me gustaba…
En cuanto regresó, habló con Pep y él autorizó los cuadernos que Iván había agarrado, escogió uno y vino hacia la mesa, me puso el cuaderno que eran unas fotocopias con sumas y restas con dos números. Cuando vi eso, dentro de mí grite en silencio “¡NO, POR FAVOR… DE NUEVO ESTO NO!”
- Dentro de diez minutos te corrijo la primera página.- dijo Iván, se sentó y simplemente se quedó esperando.
Me quedé mirándolo un buen rato, hasta que pasaron esos diez minutos.
- ¡Venga, a trabajar!- exigía.
Yo dije que no con la cabeza, entonces se incorporó e intentó “explicarme” como iba la cosa de sumar y restar con más números. Seguí mirándolo y cada vez me costaba mantenerme así, sin que se diera cuenta de lo que ocurría.
- ¿Es demasiado difícil para ti?- preguntó Iván.
- ¿Has hablado con mi profe?- le pregunté.
Abrió los ojos como platos y se quedó en silencio y dijo que no con la cabeza.
- Entonces, ¿por qué me haces esto?- le dije.
- ¿El qué?- preguntó.
Uriel se asomó por detrás de mis hombros.
- Mi amor, cuando quieras… - dijo Uriel.
Me levanté de la mesa, pero no para irme, sino para agarrarle los demás cuadernos que tenía Iván encima de la mesa, como no había escrito nada, el que me había dado, simplemente lo volví a meter entre el montón, miré los demás, y agarré el de debajo del todo, dónde tenía multiplicaciones con dos números y divisiones con dos divisores. Lo agarré, le miré él estaba frunciendo de nuevo el ceño intentó hacerme un gesto para que dejara de hacer el ridículo, pero en cuanto me vio que hacia las operaciones a lápiz, se quedó mudo. Se cambió de silla, se puso a mi izquierda a observar.
Se suponía que ese cuaderno era para los de tercero y cuarto de primaria, pero yo estaba haciendo las operaciones, escuchaba la aprobación de Iván detrás de cada operación que terminaba de hacer y sin ninguna errata. Terminé la página en menos tiempo de lo que había dicho con la anterior, le entregué el cuaderno y el lápiz mientras que terminaba de corregir.
- De acuerdo, discúlpame porque te he subestimado. No era mi intención ofenderte. Es la primera vez que me ocurre algo así. ¿Cómo es que entiendes esto y estás en segundo?- dijo Iván sorprendido.
- Como ves, podría estar mucho más arriba en el colegio, pero decidí quedarme con mis compañeros para cuidarlos. No me importa que vayan a otro nivel, yo les enseño y ellos me enseñan cosas muy importantes, pero aquí... es diferente. Aquí no tengo que ser un maestro más, puedo ser yo misma, y por eso, te pido que no me subestimes por la edad, ni por el grado en el que me encuentro.- le confesé sin explicarle nada espiritual.
Choqué esos cinco con él y me puse a charlar un rato, hasta que terminó la hora de la tarea. Lo que daban allí, se quedaba allí, no tenías que seguir en casa, así que al final si que me gustó el lugar. Volvimos al patio Uriel y yo, pero como no había nada interesante, volvimos a entrar, en la sala de juegos, que era la que daba al ventanal de la calle, estaba Sergi, Jesús y más compañeros jugando a inventarse una obra de teatro, me apunté, Pep estaba dirigiendo, ¡qué divertido fue!
En realidad uno dirigía pero el argumento era de todos, cada uno aportaba algo y era increíble la variedad de cosas y personajes que creábamos, hasta que cuando la hora del descanso había terminado, avisábamos a los que no habían querido participar para que viesen el resultado, a veces eso empezaba en el primer recreo, cuando todos venían. Me sentía en mí propia salsa, el teatro fue una de las cosas que siempre me han gustado desde pequeñita y nunca me había subido a un escenario pero, parecía que lo llevase en el corazón.
Por qué a pesar de ser tímida en clase, allí estaba en mi salsa y cuando me tocaba decir mis frases, se me daba de perlas y me divertía un montón, a veces hacíamos pasajes del terror o comedia, tragicomedia… a pesar de que nadie tenía ninguna idea preestablecida ni era una obligación, Sergi le encantaba hacer el decorado y hacía murales increíbles, se le daba muy bien las manualidades, y yo muchas veces le ayudaba. Aprendía muchas cosas sobre arte, decía que quería aprender bellas artes cuando fuese mayor, tenía unas ideas maravillosas y ni Pep ni Maribel le impidieron usar los materiales para crear un mural, escenas para las obras o cualquier cosa. Un día, él junto a otros amigos hicieron un taller de tatuajes con rotuladores, y yo me apunté a que me hicieran tatuajes por la espalda, el brazo… ¡fue muy divertido! ¡Un bello lugar que me enamoró el corazón por completo!
La última cosa que hacíamos antes de que fuese la hora de irnos, si era martes tocaba talleres y si era jueves, tocaba asamblea. Así que nos fuimos a la sala de talleres, nos sentamos a escuchar las novedades que haríamos en la fiesta de fin de curso, que se haría el último viernes de clase a principios de Junio. Haríamos una obra de teatro que nos iríamos inventando el argumento de a poquito, el reparto de papeles fue fijado por los monitores, al mismo tiempo que preparamos una sorpresa para Iván porque terminaría pronto sus prácticas. Así que le mandaron a comprar algo, y mientras que tardaba, Pep sacó la guitarra española, nos entregaron la letra de una canción que le gustaba mucho a Iván en catalán, y empezamos a ensayarla.
Mi mamá me vino a buscar a las ocho en punto, agarré la mochila y me fui con ella dando saltos de alegría.
- ¡Mamá! ¿Cuándo vuelvo? ¡Me ha gustado mucho!- le dije.
- Mañana, tienes que ir a la piscina con ellos. Resulta que el primer viernes de cada mes, van a la piscina cubierta.- dijo mi mamá.
- ¡Bien!- dije con alegría como si fuese una simple niña, y es que en el tripijoc era una niña y nada más.
Esa misma noche, durante el viaje astral, tenía que irme a IÓN pero Uriel me dijo que teníamos que ir a Amsha porqué teníamos que hacer algo importante. Así que nos fuimos en el metro del portal dimensional, pasando por el Hangar y luego travesando Montrat, llegamos a Amsha (bajo el principado de Asturias en España). Recordé el camino enseguida, nos estábamos dirigiendo a la casa dónde había visto por última vez al Chico, y automáticamente me puse nerviosa y muy emocionada y me pregunté ¿Ya ha regresado? Todo apuntaba a que si, pero no me quería precipitar.
- ¿llamas a la puerta, mi amor?- dijo Uriel antes de que terminase, dejé su mano y me fui corriendo al timbre, mientras que él seguía entrando por el pequeño jardín delantero.
¡Ay que nervios! ¿Podía ser cierto? ¿Ya estaba de vuelta?
La puerta se abrió, pero me quedé sin palabras al ver quién había abierto la puerta, una mujer que no tenía alas, me estaba mirando con la puerta entreabierta. Me lo quedé mirando frunciendo el ceño, entonces, miré al lado, por si me había confundido de puerta, pero no, era esa.
- ¿Y tú quién eres?- le dije.
- Hola Laia, pasa. – me dijo la mujer con una sonrisa.
¿Me conoce? No la recordaba de ningún lado, su larga melena oscura y trenzada, su piel blanquita y sus ojos color café, su altura de más de dos metros, su túnica violeta y roja, con el belo enganchado en la trenza, no me sonaban de nada.
Uriel colocó su mano en mi espalda y me empujó suavemente para que entrase a dentro, nos fuimos a la sala, escuché cerrarse la puerta, me giré y reconocí a Zaquiel, en ese momento empecé a buscar a Gabriel, pero en el momento que me iba hacia el despacho, alguien me agarró del brazo, me giré y vi que era esa mujer.
- ¡No sabes lo feliz que me hace verte aquí, Laia! – dijo.
- Disculpa, pero ¿quién eres?- le pregunté frunciendo el ceño de nuevo.
Pero antes de que me dijera nada, empecé a sentirme mal, a marearme y sentir un fuerte dolor de cabeza, hacía mucho tiempo que no me pasaba, pero eso quería decir que estaba recordando una vida anterior…
Era de noche y hacía mucho frío, me encontraba sentada en un taburete de mimbre delante de una pequeña mesa de madera, tenía un bol de cerámica roja y una cuchara ya sucia, eso quería decir que había cenado sopa aquel día. Aún me quedaba un poco de pan, tenía hambre y frío, así que me comí el pan. En la mesa había dos platos más a mi derecha, dónde había una chica más pequeña que yo y uno mucho más pequeño. Intuí que eran mis hermanos, delante tenía a un hombre fuerte vestido de herradero de la fortaleza dónde vivíamos en algún lugar remoto de España. Y a su lado de pie, recogiendo la mesa, una mujer que parecía mi madre.
- Hoy hemos pactado la fecha de tú boda, Laura. En dos días, te casas con el Conde. Y eso es gracias a mí, porque me encargo de afilar las espadas y crear nuevas armas a la caballería para así poder ganar las guerras y conquistas con los enemigos. A partir de tú boda, nosotros viviremos mejor. – me decía mi padre de esa vida.
- ¿Cómo casarme? ¡Ya tengo prometido! – grité.
- ¿El hijo del ceramista? ¿Quieres ser una campesina toda tú vida? – se enojó mi padre.
- Es amor, lo que siento.- dije.
- ¡Se acabó, en dos días te casas!- decía mi madre.
No estaba muy de acuerdo, pero reconocí a mi padre de esa vida y me di cuenta de que es el mismo que tengo en la actualidad. Aún no ubicaba esa vida en el tiempo, pero daba la sensación de que hacía más de diez siglos.
En el momento de la boda, estaba vestida con mis mejores trajes en una especie de vestido algo blanco, no sabía con quién me casaba, me encontraba en la puerta de la Iglesia, esperando el momento para entrar. La puerta principal se abrió y empecé a caminar, a pesar de que no quería, no tenía más remedio que hacer caso, caminé hacia el altar, nerviosa intentando tener una idea para escapar de allí y fugarme con mi amado, pero en cuanto le vi a los ojos a mi futuro esposo, el Conde, me quedé hipnotizada por esos ojos verdes y ese pelo rubio con rulos que tenía.
No podía ser… pero ese Conde, era el Chico de ojos verdes.
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HR.
HERO&Corporation.
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