viernes, septiembre 10, 2021

El Espejo De Mí Vida - Capítulo 102 [2T]

 

Agarré la mochila, me fui al patio cubierto junto con la clase y le dije a la Carmen, que me tenía que ir, mi mamá ya le había avisado de que iría solita allí. Al salir, seguí las indicaciones que mi padre me había dicho, me fui a la derecha hasta el final de la calle, justo allí en la calle Enrique Delaris, vi la puerta de color verde con el nombre del centro. Miré a ambos lados para que no me atropellase ningún auto y crucé la calle, era la primera vez que cruzaba una yo solita, me sentía mayor e importante, pero al mismo tiempo me sentí impotente, incluso pensaba en no llamar al timbre e intentar irme a casa.

-        No te preocupes, mi amor. Todo irá bien. ¡Vamos! – dijo Uriel me agarró de la mano y nos quedamos delante de la puerta.

-        Que alto está el timbre…- me quejé.

-        Espera, que te ayudo. Te agarro y tú haces un saltito, ¿ok? – dijo Uriel, se agachó, me agarró de la cintura.

Contamos hasta tres y di un salto, el más alto que jamás había dado, cuando pude tocar el timbre, lo hice y Uriel me bajó de nuevo para que nadie más viera algo raro. Aún no me acostumbraba que los demás no le vieran a él, así que estaría volando a medio metro de altura sin explicación ninguna.

La puerta de cristal traslucida se abrió, una mujer de unos cincuenta años, con el pelo anaranjado con un peinado muy raro, parecía de señora mayor, llevaba unos lentes pequeños para sus ojos, solía vestir con ropa bastante llamativa y amplia, aunque mostraba perfectamente sus curvas de mujer, unos pantalones al estilo clásico con la raya en medio siempre de un color en liso, y botines con tacón.

-        ¡Hola! ¿Eres la Laia?- me dijo.

Solo lo pude afirmar con la cabeza, me quedé muda.

-        Soy la Maribel, una de los monitores y creadora de este centro, entra.- me dijo amablemente aunque se veía que su carácter era fuerte.

-        Gracias.- dije.

La Maribel se giró algo sorprendida porque el dije gracias, pero enseguida entré a dentro, ella cerró la puerta detrás de mí.

Me quedé quieta observando la pequeña sala de espera que había con dos sillas de mimbre negro que miraban a una pared decorada por un pequeño mural que supuse que los demás alumnos del centro habían dibujado, con temática de primavera, al ser Abril. La Maribel me adelantó y la seguí, un pequeño pasillo continuaba la sala de espera, con cinco puertas, por los cuales ninguna estaba cerrada. Empecé a girar y observar el lugar, la puerta al lado de la sala de espera, era el despacho en ese momento estaba vacío, a la derecha había más pasillo todo estaba decorado en blanco tanto las paredes como el suelo blanco con manchas de gres, al estilo departamento de los años ochenta.


Dos puertas se podían ver que la que daba cerca de la calle, era una gran sala dónde solo había juguetes y cosas para dejar fluir la imaginación, luego una sala con mesas y sillas.

-        Entra y deja tú mochila aquí.- dijo la Maribel.

-        Ok.- dije.

Entré en esa sala, y dejé la mochila en el suelo.

-        ¿Llevas merienda?- me preguntó.

-        Si.- contesté.

-        Pues agárrala y vete al patio.- dijo la Maribel.

-        Ok.- dije.

Mientras que buscaba la merienda, el timbre de la puerta principal sonó, al parecer fui la primera en llegar, así que cuando ya tuve la merienda, la Maribel ya no estaba conmigo, había ido a abrir la puerta. Me quedé observando en el umbral, para ver si reconocería a alguien, entraron dos niños, uno de ellos era Xevi de mi clase, el otro nunca lo había visto pero la Maribel le llamó por un nombre que me inquietó bastante, porque también se llamaba Sergi. No me sonaba de haberlo visto en el patio del colegio, así que pensé que podría ser de otro colegio.

Xevi dejó la mochila y entró en la sala, para saludar a alguien, me giré y no me di cuenta de que había dos monitores sentados haciendo manualidades. Me acerqué lentamente, sin querer incomodar a Xevi, porque no le había gustado mucho mi llegada al lugar.

-        ¡Hola Pep!- le dijo con una sonrisa Xevi, jamás le había visto así saludando a un adulto.

-        ¡Hola Xevi! ¿Cómo estás?- le contestó el monitor que también parecía muy mayor, casi igual que la Maribel.

-        Bien… ¿Qué haces?- le preguntó.

El timbre siguió sonando en intervalos de cinco minutos como mucho. Yo me quedé allí, intrigada por lo que hacían los monitores.

-        ¡Hola! ¿Eres la nueva?- me dijo el monitor joven de hecho parecía recién salido de la universidad.

-        Hola…- dije con timidez.

Pep se giró y me sonrió, yo me presenté y ellos también, el joven monitor se llamaba Iván y estaba en prácticas. Como estaban hablando de otras cosas, me giré y me fui al pasillo.

-        Dary, ¿sabes a dónde se va al patio?- susurré sin que nadie me viese.

-        Sí. – dijo me agarró de la mano y simplemente le seguí.

En la primera sala, que habían nombrado la sala de talleres, tenía dos ventanales que daban directamente al patio, así que Uriel sospechó que por el pasillo del fondo se iba. Al llegar allí, ese pasillo tenía un poco de loma, y vi que estaban los baños, el de chicos estaba al lado de la otra sala y el de chicas, lo más cercano al patio. Al final del pasillo, a la izquierda, había una puerta con cristal, se veía el patio, así que salimos, subimos la otra loma y finalmente llegamos al patio que era todo de tierra batida como en los campos de tenis. Había una canasta de baloncesto y el resto podía ser cualquier cosa, para darle a la imaginación.

Todos los demás chicos y chicas que llegaban entre ellos la Ana de mi clase, se iban al patio a jugar, no era muy grande pero cabíamos todos. Hasta ese momento, no parecía un infierno, pero de todos modos ¿Cuánto tiempo podría durar esa buena vida? Pep e Iván terminaron de hacer manualidades y se fueron a vigilar el patio, entonces, escuché el timbre ya casi a las seis menos cuarto, aún faltaba gente por llegar, me había terminado la merienda y me picó la curiosidad de entrar con la excusa de mirar una cosa de la mochila.

De nuevo la Maribel abrió la puerta, la sombra que se veía tras la puerta no parecía de un niño, sino de un padre, era tan alto que casi media dos metros. En cuanto la Maribel abrió, me quedé sin palabras, aquel señor alto era el niño y se llamaba Jesús y también era su primer día, le acompañaba su madre, que entró hasta la sala de talleres, para dejar la mochila de su hijo y le actualizaba el colegio a la Maribel. Jesús se quedó mirándome y yo a él, era tan grande que daba algo de respeto, así que me giré y me quise volver al patio, pero Uriel me agarró del brazo y me detuvo, con la otra mano me estaba invitando a volver a la sala de talleres, no le pude decir que no.

-        Habla con él, necesita un amigo, como tú… - me dijo Uriel.

-        Hola, soy Jesús ¿y tú?- dijo él me asustó.

-        Laia. ¿Cuántos años tienes?- me intrigaba demasiado.

-        Ocho años ¿y tú?- contestó.

¿PERDÓN?

-        Siete recién cumplidos.- le dije.

Me fui al patio y Jesús me siguió, mientras pensaba en la altura de su madre, tampoco era una torre, digamos que era de estatura media y pensé que quizás su padre era alto. Yo a su lado parecía una brocheta, bueno y todos, porque incluso era más alto que los monitores. Por un momento pensé que era un ángel, pero se me quitó de la cabeza, era demasiado fantasioso pensarlo, en ese tiempo pensaba que los ángeles no podían encarnar en 3D. Aunque sería muy lindo conocer a uno encarnado, a otro a parte del Titi claro, pensaba que lo suyo era único, aunque ya me dijo que muchos lo habían hecho, pero en el fondo seguía pensando que no lo hacían de encarnar.

A la hora de jugar, vi porque Jesús era diferente, nadie jugaba con él aunque fuese gigante y tanto él como yo fuéramos los nuevos, a mí me invitaron a jugar a baloncesto, mientras que a Jesús se quedó junto a los monitores jugando a ser una serpiente. Fue en ese momento cuando supe que su animal favorito eran las serpientes, de cualquier tipo.

-        Dary, ¿Por qué no me cuentas algo de él?- le pedí susurrando mientras que nadie mirase, era complicado no éramos tantos como para pasar desapercibida.

-        Si tanto quieres conocerlo, ¡ve a por él! – me dijo Uriel.

-        ¿Cómo? ¿Así, sin más?- dije avergonzada.

-        No estás en el colegio, aquí eres libre de cualquier carga que tengas en clase, mi amor. Mira a tú alrededor, ¿ves a alguien que te mire raro por ser quién eres? ¿Acaso sientes el mismo mal rollo que hay en clase aunque haya gente de ella? – dijo Uriel, extendió los brazos y dio vueltas sobre sí mismo con una sonrisa de felicidad y paz.

Lo cierto es que me sentía bien a pesar de ser el primer día, mis sentimientos de miedo que tenía al venir, me habían desaparecido al jugar al baloncesto, con personas que no sabía ni sus nombres. Aunque hubo uno que sin saber porque se me quedó grabado, era de origen marroquí y se llamaba Azadine, un chico más grande pero con un noble corazón. Era alto, pero no tanto como Jesús, al mismo tiempo era bastante flaco, tenía unos ojos cafés y un tono de arena de playa hermoso. También me hice amigo de él, para ponernos a hacer carreras era ideal, porque me contó que él le gustaba mucho el atletismo, pero en casa al ser uno de los mayores de siete hermanos, no tenían para ir a clubs de Atletismo. En España las extraescolares están bastante caras, el Tripijoc como era un centro que entrabas vía el ayuntamiento, el precio era bastante económico para familias numerosas.


En mi casa nunca me ha faltado un plato caliente, ni calefacción, ni ropa, pero en ese tiempo tampoco vivía demasiado bien económicamente, recuerden mi padre era el único que traía dinero a casa, porque mi madre no encontraba trabajo, en ese tiempo se estaba terminando de sacar el graduado escolar, algo que decidió dejarlo de jovencita porque su situación en la casa dónde se crío no le permitía continuar estudiando.

Por eso nunca me apunté a ningún club deportivo, porque se me daban muy bien los deportes, cualquier deporte siempre se me ha dado bien, incluso actualmente, en gimnasia solía sacar sobresalientes, y cuando fui más grande, en religión también sacaba esa nota, en la primaria era más difícil sacar sobresaliente en religión desde mi perspectiva universal.

En cuanto lancé el balón a canasta y no la había encestado, me fui con Jesús que jugaba solo con su mano izquierda que simulaba ser una serpiente. Con él, tenía que hablar en español, el catalán no lo entendía a pesar de haber nacido y criado aquí.

-        ¿Esta serpiente de qué categoría es?- le pregunté siguiéndole el rollo.

-        Es una boa constrictor.- dijo al mismo tiempo que empezó a decir todo lo que hacían las boas, parecía una enciclopedia animal en su cabeza.

-        ¡Wow! ¿Cuál es la más mortífera?- le pregunté.

-        Las anacondas y las cobras, por su veneno.- respondió Jesús. 


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HR.

HERO&Corporation.

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