Hoy tenemos el placer de ofrecerles dos capítulos:
Capítulo 84:
Tras desayunar viendo dibujos como cada fin de semana en la salita, Uriel se tuvo que ir un momento a la cocina a charlar con el ángel de mi padre y me dejó sola allí. Encima de la mesa había los anillos, que los había dejado tras pasarse gran parte de la mañana revisando ciertos asuntos de su trabajo como guardián, como vi que no volvería, agarré los anillos y me los puse para activarlos.
Introduje la contraseña y entré de lleno a su base de datos dónde estaba toda la información sobre mí, de todo lo que había hecho tanto en esta vida como en las anteriores, él tenía acceso a todo mi historial universal, que si yo hubiese querido pudiera haberlo leído, pero no era eso lo que buscaba. Sabía que Uriel sabía algo más sobre el Chico, así que me puse a revisar los últimos mensajes que habría intercambiado con Gabriel, me costó un poco pero lo encontré sin pensármelo más entré y miré a ver si seguía en la cocina, como era así, me puse a leer.
Hermano,
Mi protegido está en apuros, necesita que le ayudemos a encontrar una forma para que contacte con su padre, antes de que sea demasiado tarde. Antes de que lleguen los guardianes. ¿Sabes si ya tienes lo que te pedí el otro día?
Atentamente,
Gab.
No me gustó nada, pero el mensaje era de hacía dos días. Algo había pasado con su padre, entonces vi la respuesta de Uriel.
Hermano,
He conseguido que se lo lleven a las salas blancas del puente de almas, pero solo he podido conceder una cita corta. Los guardianes, está nuestro hermano Miguel y de momento no tengo noticias, te las haré saber en cuanto las tenga.
Atentamente,
Uriel.
¿Puente de almas? Algo le había pasado al padre del Chico para estar en ese lugar, algo como por ejemplo de que ya no estaba entre nosotros. ¡Ay Dios!
Dejé los mensajes y me dispuse a ver si de algún modo tenía el número de Gabriel para llamarlo y me dejase verlo, aunque fuese en holograma. Conseguí el número pero en cuanto le iba a dar a llamar, Uriel pegó un grito y salté del susto.
- ¡Quítate mis anillos de inmediato, mi amor! – dijo algo alterado, nunca lo había visto así a Uriel.
- Perdón, quería…- dije pero Uriel me quitó los anillos cuando vio qué iba a hacer.
- ¡Ahora no puedes llamar a Gabriel! – dijo se puso los anillos en el saco y se quedó en el sofá terminando de desayunar su tostada con frutas.
- ¿Por qué?- dije algo nervioso y asustado.
- No está disponible… - dijo y esquivó el tema.
Uriel se puso a ver los dibujos conmigo, pero yo me molestó su actitud así que me levanté y me cambié de sofá, Uriel quería venirse conmigo, pero agarré la cortina y la puse alrededor del sofá creando así una pequeña cabaña y me quedé allí tumbada ignorándolo. Entonces salí un momento de esa cabaña improvisada y de la mesa agarré la libreta y el lápiz para volver a dentro de la cabaña, ya que no había podido contactar con Gabriel, me dispuse a escribirle una carta.
En cuanto terminé, salí de la cabaña arranqué el papel de la libreta y me fui a la terraza, Uriel sin que yo lo supiera me siguió. Me puse en la barandilla a mirar hacia el cielo que estaba algo nublado y hacía frío a ver si pasaba un ángel, para mandarle la carta.
- ¿Qué es esto? – dijo Uriel mientras me quitó de golpe el papel, lo desdobló y empezó a leer, intenté que no lo hiciera.
- Quiero saber qué ha pasado con el padre del Chico. ¿por qué me ocultas información?- le dije enojada con él.
- No deberías haber investigado a mis espaldas, mi amor – estaba molesto Uriel.
- No, tú no deberías ocultarme información sobre él. ¿qué ha pasado? – le exigí.
Uriel se llevó el papel a dentro de la sala, le seguí y lo puso a quemar, curiosamente mi padre había encendido la chimenea, grité de rabia y mi padre se preocupó, enojada me fui al cuarto a abrazarme con la almohada.
De repente Uriel subía las escaleras, me puse de pie y me quedé detrás de la puerta cerrada, puse la mano en la puerta y susurré “No” cuando Uriel iba para entrar en la habitación la puerta decidió no abrirse para él. No tuvo más remedio que quedarse fuera hasta que a mi se me pasase el enojo, en realidad estuve toda la mañana encerrada en la habitación, me dispuse a jugar con libros del curso anterior, luego a imaginar que mi cama era una litera, uno de mis sueños era dormir de nuevo en literas, entonces me puse a escribir notitas en una libreta, para terminar sabiendo que mi padre tenía que ir al garaje a hacer sus cosas y le acompañé.
Uriel me seguía intentando hablar conmigo pero yo le ignoraba, entonces en el cuartito de jugar, me puse delante de una de las pizarras que me habían regalado las navidades pasadas a escribir fórmulas de matemáticas muy avanzadas para una niña de seis años y medio, pero las entendía, mi padre andaba en sus cosas y yo en las mías, Uriel se sentó entre las cajas y empezó a observar lo que estaba haciendo en silencio.
Cuando terminé de escribir la fórmula en la pizarra me giré y vi que Uriel levantaba la mano, le ignoré y empecé a explicar.
Este es el valor que tiene la energía en esta dimensión cuando un SER se encuentra en constante movimiento en una misma dimensión, usando las mismas reglas del movimiento propio del cuerpo celeste en el que se encuentre y por ende, debe adaptarse a todos los movimientos que el cuerpo esté sometido hasta que se eleve la raíz Z-1 a dos. – dije convencida de lo que decía.
- ¿Esto lo dices por mí? – preguntó Uriel.
- ¿Recuerdas de dónde sale la fórmula?- le pregunté.
- Si, la hermandad blanca la autorizó para que cualquier Ser de Luz que descienda en algún planeta que no sea el suyo, sepa cómo debe adaptarse a ella. – dijo Uriel.
- Entonces, ¿por qué no lo aplicas conmigo? No quiero que me ocultes nada, ni mucho menos que te creas con derecho de quemar mis cosas sin consultarme antes. ¡No vuelvas a hacer eso o sino pediré un cambio de ángel de la guarda! ¿entendido?- le dije intentando ser lo más comprensible posible.
- Si, por supuesto. Perdona mí actitud. No volverá a suceder. – se disculpó.
Entonces pasamos el resto del mediodía jugando con Frodo y siguiendo el día con nuestros juegos, hasta que al final no podía más y me tumbé encima de la cama, mirando el techo, mientras que Uriel se sentó en la silla mirando sus pergaminos.
- ¿Qué le ha pasado al padre del Chico?- le dije preocupada pero algo más calmada.
- Hace un par de días tuvo un accidente y murió. Al parecer estaba volviendo de una misión y algo fue mal, no saben porque pero acabó muriendo. El Chico llevaba tres días buscándolo en sus sueños para ver si lo encontraba porque tampoco se sabía nada de su cuerpo, y anoche lo encontraron en el puente de almas. – confesó Uriel.
Me pilló totalmente de sorpresa, el accidente que Gabriel sabía que tenía que ocurrir, ¿era eso?
- ¿Nadie sabía nada de ello?- dije.
- No, claro que no. Nos ha sorprendido la triste noticia. – dijo.
No le podía decir que el arcángel sabía que algo iba a ocurrir porque formaba parte de la promesa que le había hecho. Pero a mí no me cuadró nada, ¿cómo sabía Gabriel el accidente? A partir de ese momento, empecé a desconfiar de Gabriel y empecé a preguntarme si realmente ocultaba algo importante.
El martes de esa semana compré el tiket para quedarme en el comedor y cuando estaba esperando para que me llamaran para irme a almorzar, me di cuenta de que Sergi también se había quedado. De nuestra clase se quedaba la Júlia y nosotros dos, ella que estaba más sola que la una, empezó a agarrar un neumático, se sentó encima haciendo equilibrio mientras que Sergi y yo estábamos hablando de cosas, en las últimas semanas nos habíamos hecho buenos amigos y la Júlia como era habitual se unió, para sentirse importante.
- Vosotros dos… ¿sois novios, verdad?- preguntó la Júlia, su sonrisa no era precisamente de vergüenza más bien parecía de mala leche, ¿cómo era posible que siempre tuviese tantas ganas de ensuciar algo que tan solo era una conversación entre dos amigos?
- ¿Qué?- dije yo.
- Si… en la clase se piensan que son novios… Sergi, ¿te gusta ella?- le preguntó Júlia.
Sergi enojado se puso de pie y se fue hacia otro lado, nunca jugaba al futbol y se puso a jugar con los demás, aunque él no tenía ni puñetera idea de cómo se jugaba a eso. Me puse de pie y me quedé mirándola a ella, que seguía intentando aguantar el equilibrio.
- Júlia… ¿Por qué no nos haces un favor y dejas de tratar mal a aquellos que han aceptado siempre tu compañía? ¿no te das cuenta que conmigo no consigues nada con esta actitud?- sin esperar su respuesta me fui a otro lado, incluso no me apetecía ir dónde estaba Sergi, simplemente me quedé cerca de las clases de P5 junto a Uriel.
La amistad con Sergi no lo había elegido yo, puesto que el universo a veces también tiene derecho y voto a ponerme personas importantes delante de mis narices, lo cierto es que su amistad siempre ha sido una maravilla, dos niños que en el fondo parecemos dos extraños, puesto que a los dos nos sentimos que no cuadramos mucho en este tiempo-espacio, pero nuestra amistad empezó en segundo de primaria y en la actualidad sigue su curso, adaptándose a los tempos de cada década, pero muy hermosa e importante para mí. Aún no tenía ni idea de porque Gämael no le pudo tocar, pero el corazón me decía que él era diferente.
La conversación con Uriel se vio interrumpida repentinamente al escuchar el llanto de un niño que provenía del patio cubierto. A Uriel y a mí nos picaba tanto la curiosidad, que fuimos hacia allí, intentando averiguar quién estaba llorando. Pasamos por una pequeña apertura en la pared sin puerta para entrar en el patio cubierto, miré hacia los lados y allí, en un rincón, vi a Gabriel el niño que cursaba sexto llorando, sentado en el suelo, con los brazos encima las rodillas y apoyando la cabeza.
Me imaginé por el calvario que estaría pasando, así que él al levantar la cabeza ni se inmutó, así que me acerqué a él, le pedí a Uriel que me dejara a solas con él, me senté a su lado y sin decirnos nada, él siguió llorando, apoyó sus brazos encima de mis piernas y consigo la cabeza. Simplemente le dejé que llorara hasta que se calmase.
Entonces llegó Uriel avisándome de que habían llamado a los de segundo para ir a almorzar, Gabriel miró hacia dónde se suponía que estaba Uriel delante de la apertura, y me quedé bastante sorprendida porque después me miró.
- Vete a almorzar, tú ángel te acaba de avisar. Gracias.- dijo, me dejó y yo simplemente me puse de pie y caminé hacia Uriel sin palabras.
¿Él ve a los ángeles como yo?
Capítulo 85:
Durante el almuerzo me fijé en todo momento quién entraba en el comedor para ver a dónde iba a ir él, aunque ese día se quedó bastante gente, mi corazón me decía que no le podía sacar los ojos de encima. Ese día la comida eran habichuelillas con patatas hervidas, de segundo filete empanado con patatas fritas y de postre melocotón en almíbar. De nuevo me di cuenta que los compañeros del curso o más grandes o más pequeños, tenían serios problemas con las verduras, a mí que me chiflan, no lo entendía porque a los demás no les pasaba… el problema que tenía siempre era el acceso de patatas hervidas, tuve un problema porque a mí siempre me han resultado difíciles de comer, por su densidad, siempre que tengo que comer intento comer poco, pero allí no podías elegir que te pusieran poco, la cocinera era bastante estricta si le dabas la contraria, te ponía el doble.
Entonces apareció Gabriel con su bandeja, caminó hacia casi la mitad del comedor, él ni sabía que le estaba mirando pero no podía dejarlo, tenía los ojos rojos e hinchados de tanto llorar, de todos modos se le veía con mejor aspecto que hacía pocos minutos. Él se sentó en su mesa y no comió nada, me preocupé tanto que no le dejaban irse, yo empecé a no comerme el segundo plato, como excusa para que así la monitora tampoco me dejase salir, hasta que él saliera. El corazón era sincero conmigo, tenía que estar vigilándolo, sin saber porque, tenía que estar allí, preocupada para que comiera, hiciera sus cosas e intentase llevar una vida normal a pesar de todo.
Cuando todos los alumnos ya estaban en el patio de nuevo, la monitora nos llevó de nuevo a la cocina, para terminarnos los platos, estábamos Gabriel y yo allí, intentando que uno de los dos dijese algo, pero nada, nos dejaron a solas unos minutos.
- Tienes que intentar llevar una vida, Gabriel. Hazlo por él. – le dije.
Él simplemente me miraba con ojos que no entendía porque yo sabía qué le había ocurrido, pero comprendió mis palabras.
- ¿Hablas con tus ángeles?- me preguntó.
- Si.- dije.
- Yo también. Aunque ya con doce años no es muy normal. Lo llevo en secreto, Agartha me advirtió que era mejor así.- dijo.
- ¿Estudias en Agartha?- dije.
- Si, voy a Matherhorne. Quiero ser un guardián de luz. – dijo algo más animado.
- ¿Dónde?- pregunté.
- En Colombia.- contestó.
En ese tiempo no sabía dónde estaba Colombia geográficamente pero había escuchado al Chico hablar de ese lugar, cuando intentaba escoger cómo seguir sus estudios. Los guardianes de luz no son lo mismo que guardianes de unidad, pero pertenecen en la misma orden de San Miguel Arcángel, se podría decir que los guardianes de luz son la unidad del arcángel San Miguel.
- ¿Por qué quieres ser un guardián de luz?- le pregunté.
- Para evitar cosas horribles como la muerte de mi padre.- contestó.
Me quedé sin aliento cuando dijo que aquel cadáver que estaba tendido en el suelo, en realidad era su padre. Automáticamente pensé que quizás estaba hablando con el Chico, pero por el momento me lo creí, ¿sería capaz de mentirme y decir que estudia en otro lado para no decirme que es él? Pero después vi ciertas cosas que no cuadraban.
- ¿Cuántos años tienes?- le pregunté.
- Acabo de cumplir 12 años.- contestó.
Me quedé pensando mientras le daba un bocado al filete empanado.
- Nací el 29 de Noviembre.- rectificó.
No era él. Por un momento me ilusioné que lo fuese, pero luego pensé que sería demasiado fácil y el universo no ponía las cosas tan fáciles en estos casos. Solo era alguien que por vete a tu saber qué motivo, tenía que cuidar. ¿Me lo envió Dios? Pensé…
- ¿Por qué dices lo de tú padre si murió en el accidente de auto?- dije.
- ¿Piensas que el muerto era mi padre? ¡Para nada! Ese era mi tío. Mi padre murió dos meses antes, asesinado.- comentó.
¡Madre mía qué tormento! Después de la muerte de la mujer del jefe de mi padre, no habíamos tenido más avisos de asesinatos en la zona, así que esa noticia me pilló bastante de sorpresa, ¿qué estaba haciendo la unidad 23 mientras que yo no podía regresar con ellos en realidad?
- ¿Te suena Gämael?- preguntó, yo simplemente asentí con la frente arrugada, y él prosiguió.- él mató a mi padre.- confesó.
No pude saber más, porque la cocinera regresó y nos obligó a comernos el resto de la comida casi como si tuviéramos un embudo en la boca. Al terminar, me fui con él al patio, pero ya era demasiado tarde y era el momento de regresar al aula y proseguir en las clases de la tarde.
A casi dos semanas de navidad, compartía pupitre con Xènia, entonces ella colocó el libro de inglés en el medio, porque el mío me lo había dejado en casa, y mientras que intentaba escuchar y seguir la clase, mis pensamientos empezaron a fluir libremente por mi mente, intentando comprender las palabras de Gabriel. Entonces empecé a recordar lo que un día Lonan me estuvo compartiendo en uno de los descansos de clase en este último curso…
- Todo lo que hagas en esta vida y en tus vidas, se queda registrado por una orden llamada la orden del Karma y Dharma. Si necesitas revisar cualquier cosa de tú vida o de otras personas, puedes dirigirte al Consejus Máximus para que te den permiso para revisar ciertos conflictos y así ayudar a los demás. – dijo Lonan
- ¿Para qué sirve esa información?- le pregunté.
- Todo lo que se registra es la verdad de lo que ha sucedido, de este modo puedes confiar en quién realmente miente y quién no, y ver lo que sucedió. – contestó Lonan.
- Igual que un policía de las películas…- comenté.
- Mejor, aquí la mentira se ve de inmediato. – comentó.
No entendía porque los humanos mienten tanto constantemente, por el simple hecho de no sentirse débiles y ser el pelele de nada ni nadie. Pues el poder que ansían tener, en realidad es una forma de esconder la verdadera razón de porque hacen lo que hacen. Si la humanidad no mintiera tanto, quizás la orden del karma tendría menos trabajo, pero las cosas funcionan así y de momento el mundo miente mucho, y era consciente de ello porque mis compañeros mentían a la Júlia, para que creyera que ella era la reina del colegio, cuando a sus espaldas eran compañeros maravillosos que no pensaban todo aquello que decían de cara. Por eso de repente y sin explicación para los compañeros, me enojé con ellos, principalmente con la Júlia, por ser tan egocéntrica y malvada al mismo tiempo.
Al día siguiente nos perderíamos clase, porque los alumnos de quinto hacían la tradicional obra de teatro llamado els pastorets de Folch y Torres. La navidad estaba muy cerca, el frío se hacía notar incluso en mi casa ya habíamos preparado el belén y el árbol, las calles estaba iluminadas con estrellitas de luces, la plaza parecía un belén hermoso con lucecitas en los árboles y las estatuas de mármol, las vacaciones estaban muy cerca.
Mientras que se llenaba la sala de actos que estaba situado al final del pasillo de primero de primaria, fui mirando las diferentes clases de los diferentes cursos, identificando a los profesores, para ver si podía ver a Gabriel, como era del último curso tuve que esperar bastante, porque fuimos entrando por orden de curso. La función empezó cuando ya había localizado a Gabriel, estaba algo lejos como para poder aprovechar la función y seguir ayudándole con lo suyo, así que no tuve más remedio que prestar atención a la función. Pero al poco de empezar empecé a sentirme mal, tenía náuseas y me mareaba, a pesar de estar en un lugar dónde la calefacción no se había puesto y la mayoría de personas tenían frío, yo empecé a sudar cómo si estuviese en una sauna.
Miraba alrededor para ver si podía decirle a Uriel para ir al baño, pero de repente vi como una onda de color blanco que provino del fondo de la sala, que tiñó la sala de blanco, no se veía ni el suelo, ni las paredes ni el techo… todo era blanco y con una luz muy brillante, incluso me caí en el suelo, en cuanto me recuperé un poco y me incorporé, me di cuenta de que ya no estaba en la sala de actos, me había ido a no sé dónde. Uriel me acompañaba, me ayudó a levantarme.
- ¿Qué es este lugar?- le pregunté.
- Bienvenida a las salas blancas del puente de almas, pero tranquila, no te has muerto, solo estás de visita. – informó Uriel.
- ¿Cómo?- susurré.
Tras pillar la conversación entre Uriel y Gabriel de estas salas, Uriel me había contado que aquí es dónde los muertos se despedían de los vivos, solo de aquellos que estaban abiertas al mundo de la consciencia del SER, antes de proseguir con el destino de sus almas. Se suponía que había quedado allí el Chico para hablar con su padre por última vez antes de seguir la vida, pero a mí nadie me avisó de que yo también tendría que ir pronto. ¿Quién me había llamado a estar allí?
- ¿Por qué estoy aquí, Dary?- pregunté.
- Nos han pedido que subiéramos de inmediato, y no lo he podido evitar, lo siento… - se disculpó.
- ¿Quién? ¿Y el Chico?- dije.
- Las Divinidades son los que se ocupan de este lugar, ellos quieren vernos. El Chico está bien, seguramente que ya habrá estado por aquí hace un par de días… - respondió Uriel.
En ese momento no sabía que las Divinidades eran en realidad un grupo muy popular dentro de la famosa jerarquía angélica. Tenía muy poca información sobre los diferentes grupos de ángeles que existen en este planeta maravilloso, y las conexiones con el universo tan solo sabía un porcentaje muy pequeño tras la visita inesperada del mismísimo Creador o como ustedes le llaman también Dios todopoderoso. Por lo que han podido ver hasta este momento, solo me había comunicado con Ángeles y Arcángeles, así que las Divinidades no sabía cómo serían, solo con la poca experiencia tenía una ligera idea de que tendrían alas, obviamente. Lo malo es que andaba algo equivocada, de repente se aparecieron tres ángeles muy altos, que medían más de cuatro metros de altura, iban vestidos con túnicas con colores muy claros, el del centro lo tenía blanco, a su derecho violeta y a su izquierda azul, caminaban hacia nosotros, los tres llevaban el pelo largo ondulados en rubio, su piel era muy blanca y los ojos eran de color miel brillante.
- Sanah hermanos, sean bienvenidos a la reunión que Padre convocó. Por favor, tomen asiento. – dijo la Divinidad con la túnica blanca.
Al girarnos nos dimos cuenta de que apareció de la nada, una mesa ovalada con varias sillas del mismo color ancladas en el suelo. Les seguimos en todo momento, me senté al lado de Uriel, mientras que los tres Divinos se sentaron al lado izquierdo, nosotros al otro lado, para verles la cara de frente. Las sillas eran bastante altas y grandes, parecía un gnomo a su lado, así que al final me tuve que sentar en el regazo de Uriel para poder ver por encima de la mesa.
Recomendación: El Hipo - Danny Romero.
HR.
HERO&Corporation.
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