De nuevo capítulo doble...
Capítulo 72:
Pasaron un par de días, y no había momento en que extrañaba mi casa, mi abuela y el Titi, echaba de menos estar con la familia y tener los días del verano para mis juegos y mis aprendizajes. Algo había cambiado, el monitor ya había dejado de molestarme y podía caminar libremente por el recinto, intentando evitar hacer el máximo de actividades que no me apetecían hacer, aunque nunca fallaba a darles de comer a los animales. Me quedé cerca de los burros, mientras les daba en mano de comer, escuché que alguien se acercaba, giré la cabeza y allí vi a la Júlia con su grupito de amigas que se había hecho durante los días allí.
- Mira… ¿dónde la podíamos encontrar? ¡Pues claro, con los burros, los de su especie!- empezó a gritar burlándose de mí, y sus amigas también se burlaban de esas bromas.
- ¡Eres tan burra que no sabes cuánto son 2 más 2!- dijo una de sus amigas que eran de dos cursos arriba.
- ¡Eso, vas a repetir curso!- decía la Júlia.
Me costó no escucharlas, dolía mucho lo que decían, pero intentaba estar con los animales, que parecían comprenderme. Hasta que la Júlia se acercó a uno de los burros y sin esperárselo le mordió la mano y se puso a llorar. Salieron corriendo en busca de un monitor, entonces me acerqué a ese burro, que quiso que le tocase.
- Gracias por defenderme, pero no acepto la violencia.- le dije al burro.
Se me quedó mirándome sentí dentro de mí que había comprendido el mensaje.
Esa misma noche la Júlia me despertó por el mismo problema, le daba mucho miedo dormir sola. Me senté y le prohibí entrar en mi cama.
- O sea primero me insultas y ahora me pides que te deje entrar… ¡No! He intentado llevarme bien contigo, aquí. Pero tú no has hecho lo mismo, así que aprende a dormir sola.- le dije susurrando, le señalé con la mano la cama de arriba.
- ¡Venga, ya! ¿era una broma, eh?- decía ella susurrando.
- ¡Ni hablar!- le dije.
Ella elevó la voz y despertó a todo el cuarto y acto seguido una de las monitoras que dormían se vino hacia nosotras a poner paz.
- ¿No puedes ser más solidaria, Laia?- me dijo la monitora.
- ¿Qué? ¡Ni hablar! Me ha insultado antes, y lo hace todo el tiempo, y ahora pretendes que yo le deje entrar… ¡ni hablar!- le repliqué al parecer yo era la mala.
- Ok, pues Júlia, ven a dormir conmigo.- dijo la monitora.
Por fin llegó el último día en ese infierno de colonias, estaba tan harta de hacer actividades que me propuse con Uriel estar todo el día en la piscina, aunque fuese jugando con el grupo, lo que fuese para dejar de hacer actividades de manualidades, que por cierto fue allí donde empecé a odiarlas y poco a poco le daba tan pocas ganas de hacerlas, que perdí cualquier interés por el dibujo obligado.
Nos levantaron a la misma hora de siempre, y nos informaron de que teníamos que ponernos el bañador debajo de la ropa y armar la maleta de vuelta, porque antes de desayunar teníamos que dejar la habitación impoluta. Dejamos las maletas en una sala que nos dejaron la organización bajo llave, y tras desayunar y dar una pequeña vuelta por el bosque hermoso, nos fuimos a la piscina a realizar juegos de agua durante dos horas enteras, fue muy divertido.
Por primera vez me lo estaba pasando bien allí, valga la redundancia que era curiosamente las últimas horas. Antes de irnos, el monitor nos reunió para hablar con nosotros.
- ¿Se la han pasado bien estos días aquí?- preguntó.
- ¡Sí!- todos.
- ¡No!- dije yo.
Todos se quedaron mirándome en silencio absoluto.
- ¿Por qué no?- preguntó curioso el monitor.
- ¿Vas a volver el próximo año?- le pregunté.
- Em… supongo, ¿por qué?- contestó.
- Intenta no hacer tantas actividades y dejar disfrutar a los niños un poco haciendo sus jueguecitos. Cansa tanta actividad obligada y pierde todo sentido de estar aquí en medio del campo, ¿comprende?- le dije amablemente.
El silencio fue más estricto, el monitor me miró directamente a la cara, se acercó a mí, los demás se pensaron que me iban a castigar, pero en el último momento el monitor me ofreció la mano. Se quedaron sorprendidos, yo un poco también, le miré la mano.
- Trato hecho.- dijo con una sonrisa amable bajo la nariz.
Se la acepté. Sentí en el corazón que lo hacía más de cortesía que por nada, pero yo ya había elegido no volver el año que viene.
- ¿Quién le apetece ir a hacer un taller de manualidades?- preguntó el monitor.
La mayoría del grupo querían ir, yo arrugué la cara y puse los ojos en blanco.
- Hoy por ser el último día, quién no quiera seguir las actividades, puede quedarse con el siguiente grupo, ¿ok?- dijo el monitor.
Me alegré, mientras que la mayoría salían de la piscina y venía el siguiente grupo de los de quinto, cuatro de mi grupo nos quedamos, la monitora no le importó y seguimos jugando. ¡Eso si que fue una sorpresa!
Diez minutos antes de almorzar, nos avisaron a los que teníamos que ir a poner la mesa, nos fuimos al comedor y empezamos a colocar los platos, vasos, cubiertos y las servilletas de papel de todos los alumnos del recinto. El último día hicieron espaguetis, a mí el tema de la comida no era ningún fallo, estaba todo muy rico, así que no me importaba si nos tocaba espinacas o si espaguetis, de todas formas me comía todo lo del plato sin rechistar, igual que en el comedor del colegio.
Después de almorzar, cargamos las maletas en el autobús y nos volvimos para Manlleu, mamá me vino a buscar acompañada del Titi, qué alegría más bonita fue verlos a los dos, tras agarrar la maleta que pesaba bastante y Uriel me ayudaba a cargarla, me fui hacia el Titi, dejé la maleta en el suelo y le abracé que me agarró en sus brazos.
- ¡Titi, viniste!- dije con una sonrisa de oreja a oreja.
- ¡Sí, te he echado de menos!- dijo feliz.
- ¡Yo también!- contesté.
Las siguientes semanas fueron bastante divertidas, había recuperado mi normalidad de siempre, ver la televisión, hablar con los ángeles, jugar en el patio estando con Frodo, hablar con el vecino Josep, que a veces nos regalaba frutas de su huerto ecológico, como tomates, berenjenas, repollos, coliflores,… Al ser un señor mayor jubilado, tenía todo el tiempo del mundo para cuidar de su huerto y hacerse sus caminatas de 20km todos los días con más de 65 años, en medio del bosque él solito, con un gorrito para que no le diera tanto el Sol. Mientras que su mujer seguía trabajando, limpiando el ayuntamiento, ocupándose de las tareas del hogar (el rol familiar cambia según dentro de cada casa, pero yo no estoy de acuerdo que la mujer tenga que estar en casa y el hombre a sus anchas). Algunas veces, se iban a su casa que tenían en Perafita, en la montaña en pleno campo una casa señorial.
Con cuatro años conocí a Duc, el perro que habían adoptado, era de caza, puesto que cuando se iban a Perafita con su hijo mayor, que ya hacía su vida con su propia mujer, se iban de caza con el perro. Frodo y Duc eran muy buenos amigos, aunque a él no le dejaban libre si estaba en Manlleu, a Frodo si papá estaba en el garaje, si.
En medio de esas semanas de Julio, tuvimos el tradicional almuerzo de la familia Galí, cada año para celebrar el cumpleaños de la Iaia Filo, nos íbamos a almorzar en un restaurante en algún pueblo en medio del campo. Me lo pasaba bien, porque así pasaba tiempo con Líon, que jugábamos casi todo el rato a cualquier cosa incluso se me hacían cortas las sobremesas. Ser la pequeña de esa familia, me hacía ser especial, pero también me aburría bastante, porque me llevaba 15 años de diferencia con Líon, que era el primo mayor, y 13 años aproximadamente con los gemelos. Eso quería decir que ya empezaban a hacer un poco su vida…
La última semana de Julio antes de las fiestas de Manlleu que eran a principios de Agosto, a mis padres y a mí, nos invitaron la familia Garcia a ir de camping una semana, así que aceptamos, aunque a mis padres, ni tampoco a mí, nos gusta ir a estos sitios. Somos más de apartamento en algún pueblo y visitar, pero como era una invitación, aceptamos ir.
Recuerdo en verdad pocas cosas de esa experiencia, pero fue maravilloso, con la familia habíamos alquilado una auto caravana pero no cabíamos todos, así que también tuvimos un bungalow y tiendas de acampada. Mis padres dormían en una tienda de acampada, mientras que a mí me tocó dormir en la auto caravana, dónde a dentro habían camas en literas de tres o cuatro pisos, por ser la pequeña me tocó dormir en el más bajo, casi a ras del suelo, algunos compartían cama, porque reunir a más de veinte personas en tres parcelas muy pequeñas, era difícil, pero fue divertido, somos una piña hermosa los Garcia. Nos acoplamos a cualquier cosa.
El camping era muy grande, quizás por ser pequeña y mi primera vez en uno, lo veía más grande de lo que era, estaba cerca de Tarragona, cerca de la playa se veía en un caminito para salir del recinto. Nos pasábamos el día en bañador, cuando teníamos que hacer la digestión, algunos hacían la siesta, yo como la dejé de hacer en la guardería, pues me ponía a jugar o más bien, siempre al lado de la mesa dónde se juntaban mis tíos y mis padres a jugar al parchís, al mus, monopoly o cualquier juego de mesa, al final, al lado de un árbol veía a Uriel, sentado observando a la multitud, al mismo tiempo que veía a los ángeles de cada uno de los miembros de la familia, algunos les ayudaban a ganar las partidas, otros, hablaban entre ellos de sus cosas, pero Uriel estaba allí solo, así que me acerqué.
- ¿Jugamos a algo?- le pedí.
- Claro, ¿a qué quieres jugar? – dijo con una sonrisa de felicidad, me agarró de la cintura y me obligó a sentarme en sus rodillas.
- ¿Qué hacías aquí, jugabas a los puntos de vista?- le pregunté.
- No, solo estoy escuchando lo que piensan. ¿quieres aprender a escuchar? – dijo Uriel.
- ¿Lees la mente?- pregunté alzando las cejas me sorprendió mucho.
Uriel me miró con esos ojos verdes divinos, y dijo que si con un gesto, entonces señalizó hacia la mesa dónde jugaban al Rumicup.
- Mira, ve a la mesa y señálame quién quieres que escuche sus pensamientos, yo te diré lo que piense. – ordenó.
- Ok.- dije.
Me levanté y caminé lentamente hacia la mesa, miré a todos los tíos, pero no quise ir a por el Titi porque sería demasiado fácil, entre ángeles hay coherencia. Así que señalicé a mi tito Juan. Le hice el gesto mirando a Uriel, él lo entendió con un gesto con la cabeza y poco después empezó a hablar.
- Está pensando en sacar el nº3 negro y lo va a juntar en la mesa con los demás nº3 que tiene a su derecha. – dijo Uriel.
Observé lo que hacía el tito Juan cuando le tocó su turno. Me quedé asombrada, al ver que agarraba el nº3 negro de su posesión y lo colocaba dónde había dicho Uriel. La distancia del árbol dónde se ubicaba Uriel a la mesa eran más de diez pasos, era ¡imposible verlo directamente! Solo podía ser, leyéndole los pensamientos. Regresé al lado de Uriel.
- ¡Quiero aprender!- le dije entusiasmada.
Capítulo 73:
Como toda habilidad hay unas normas de conducta que se deben respetar, Uriel me las repitió antes de empezar a comprender cómo era posible.
- En primer lugar debes saber que solo leemos aquello que se nos permite ver, es decir, sin permiso no podemos leer nada. Aunque vengan las imágenes, no puedes decir qué piensa, porque lo asustas, ¿entiendes? El libre albedrío nos impide en muchas ocasiones ayudar, aunque nosotros ya sabemos qué necesitan, sino dan su consentimiento, nosotros no podemos hacer nada, solo les acompañamos, ¿ok? – enseñó Uriel.
- Si, entiendo. Pero si sabes lo que ya van a hacer, ¿por qué el libre albedrío sigue siendo un problema?- pregunté.
- Solo deja de ser un problema, si es que hay un peligro inminente, como un accidente o cualquier cosa por el cual haya heridos de por medio. Pero leer la mente es solo una forma de sentir lo que siente tu protegido, y estar en coherencia. Muchas personas no saben de nuestra existencia, porque les da miedo, saber de nosotros, pero siguen pidiendo sus deseos y sus peticiones, aunque sean telepáticas. Es decir, pensándolo. Aquí es cuando nosotros, acudimos, si lo piden en un pensamiento, allí dan su permiso y podemos trabajar de forma sutil y sin llamar mucho la atención, para no asustarles, porque si se asustan, dejaran de pedir ayuda. – informó Uriel.
Según lo que decían la mayoría de los Seres de Luz, los humanos tienen mucho miedo a lo que determinan “más allá” o “vida de Dios”. Por ende, había que mantener mucho secreto y sutileza si decidías ayudar a alguien con su proceso evolutivo.
- Si aprendo a leer la mente, ¿tendré que ser sutil también?- pregunté.
- Claro que sí, mi amor. ¿A ti te gustaría que una persona que no conoces, dijese todo lo que piensas sin tu permiso? – me preguntó.
- No, no me gustaría. Me asustaría.- contesté.
- Así es como se sienten los humanos. Y nosotros, recuerda, cuidamos de ellos eternamente. – dijo.
- Ok.- dije.
Un ángel sabe lo que vas a hacer incluso antes de que lo hagas, es mágico pero al mismo tiempo entiendo que asusta, pero como en todas partes, hay normas que seguir y un ángel es raro que se las salte, incluso no he conocido en toda mi vida, ningún Ser de Luz que se saltase ninguna norma de conducta para el bien de su corazón. Solo en caso de emergencia, ha sucedido pero nada más.
- ¿O sea que tú ya sabes qué pienso y que hago antes de hacerlo y decirlo?- le pregunté.
- No, mi amor. Contigo es diferente. – contestó con una sonrisa de complicidad.
- ¿Diferente?- repetí.
- Tú eres uno de nosotros. Entre nosotros ya existe coherencia, por lo tanto lo que pienses rebota en toda la red de Ser de Luz. – respondió Uriel.
- No entiendo.- dije.
- Naciste diferente, y eso que te hace especial, es en parte porque estás conectado a nosotros, tú en cierta forma unes ambos mundos, el de la desconexión y la conexión. Todo lo que piensas o quieras hacer antes de hacerlo, empieza a resonar a tú alrededor en distintos Seres de Luz que sienten tu llamado, y acuden a ti para ayudarte directamente. Contigo no tenemos que ser sutiles, podemos ir al grano, porque nos diste el permiso de hacerlo así antes de tú nacimiento. A lo largo de la vida, muchos Seres de Luz se te van a presentar ante ti directamente, y tú les vas a ayudar. Siempre que te resulte interesante y decidas que quieres colaborar. Pero tú eres parte del grupo de Ser de Luz. Vas diferente. – informó Uriel.
Me consideran de su familia, ¡qué bonito!
- ¿Así que no solo le lees tú, sino que todos los Seres de Luz?- pregunté algo abrumada.
- No, nosotros lo que hacemos de pensar, está protegido por una capa de energía que protege nuestros pensamientos todo el tiempo, pero cuando le das una intención, le ponen corazón, entonces es cuando envías el pensamiento a toda la Red. Allí sé qué quieres hacer, antes no lo sé. – contestó Uriel.
Para saber que era verdad, le quise hacer una prueba, así que empecé a pensar en delfines.
- Vamos a probar. ¿Qué estoy pensando ahora mismo?- le dije.
- En nada. No veo nada. – dijo de inmediato.
- ¿Seguro? Espera.- dije, me giré y me fui hacia un ángel que había alrededor de la mesa, le agarré de la mano.- ¿puedes venir un momento, por favor?- le pedí.
El ángel aceptó y se vino con Uriel y conmigo al árbol.
- Dime, ¿En qué estoy pensando ahora?- le pregunté al ángel.
- En nada. No veo nada. – contestó.
- Bien, gracias. Ya puedes volver.- le dije con una sonrisa.
El Ángel regresó a su lugar, con una cara de inocente, sin saber qué estábamos tramando. Pero era cierto, no supo que pensaba. Entonces, empecé a ponerle una imagen, el delfín del Zoo que conecté hacía un par de años.
- ¿En qué estoy pensando?- le pregunté a Uriel.
- En el delfín que conectaste en el Zoo cuando tenías cinco años. – dijo.
Me alegré porque era cierto, lo abracé. La familia estaba tan pendiente de la partida que ni se dieron cuenta de nada, excepto del Titi que de vez en cuando nos echaba el ojo. Fue entonces, cuando me enseñó a leer la mente de las personas, por el cual le llamaban Telepatía.
Fueron días muy bonitos en ese camping, bien acompañada de la familia, pero me daba algo de tristeza ver como cuidaban de Aros, porque por sus antecedentes mi tia Julia no le permitía ir con los demás, no podía moverse si los adultos no iban también. Por ejemplo, los primos nos íbamos muchas veces a la piscina y a la playa a pasar el tiempo entre agua salada y agua con cloro, pero Aros no podía venir.
Un día pude ver que antes de almorzar, su madre le hacía tomar su medicación. Tan pequeño y tomaba el triple que un anciano con problemas de corazón. Pero de esta manera estaba más “tranquilo” decían, aunque yo no lo veía, seguía nervioso, caminando de arriba abajo del pasillo de la caravana, mientras tocaba las paredes haciendo ruiditos durante horas. Solo paraba cuando su padre le pegaba un grito y se le quedaba mirando, sus ojos eran de mucho miedo, nunca lo había visto así. Por lo tanto, un día me opuse a ese grito ante su padre, nos quedamos mirándonos, como si fuera la épica lucha entre bien y mal de las películas, en silencio, pero yo firme como siempre ante las injusticias.
- ¿No te cansas de meterte en medio en todo lo que hago, niñata?- me decía su padre, en realidad usaba un vocabulario ofensivo que no quiero ni hace falta nombrar.
- ¿Y tú no te cansas de torturar a tú hijo que solo ansia paz en su interior?- le contesté.
No me enfrentaba a él públicamente porque así no podía hablar libremente con él, entre Seres de Luz y Oscuridad, cara a cara y sin tapujos.
- Por derecho, será y sentirá lo que soy. – contestó arrugando la frente y achinando sus ojos como si echara un mal de ojo.
- Ante mis manos, verás la verdad y ante tus palabras, encontrarás la paz.- susurré Aros escuchó y se puso a llorar.
Le ofrecí mis manos y Aros se quedó mirándolas llorando, mientras que su padre me decía de todo, insultos que no quiero compartir.
- Sólo es un segundo de tu magia, pero él es mío. – dijo y se largó.
Me quedé con Aros, le abracé mientras que sus sollozos vaciaban su odio y su propia guerra entraba en paz interior. Ante mis brazos, sus torturas tenían luz y por segundos podía ver de nuevo a sus guías cantándole canciones de cuna para relajarlo. Hasta que se quedó dormido en mis brazos, con la ayuda de Uriel, le metimos en la litera de abajo, al otro lado de la mía, le abrigamos un poco porque dentro de la caravana hacía algo de fresco, miré hacia la izquierda y vi a su ángel de la guardia.
- Cuida de él, nosotros nos ocuparemos que esté fuera de las manos de su padre, mientras que estemos aquí.- le dije.
- Así será gracias, bella. – respondió su ángel.
Al salir de la caravana, escuché la oración de Uriel ante la puerta.
- Que la luz del universo, lleno de amor, bendiga el corazón de cualquiera que entre en esta caravana, y de su guerra surja la paz. – dijo Uriel ofreciendo sus manos a la luz del Sol tocando la puerta de la caravana.
Es curioso pero el padre de Aros no podía entrar en la caravana, aunque noches antes había podido entrar aunque fuese a buscar su equipaje, que lo trasladó al bungalow. Aunque solo fuesen por pocos días, algo de paz tendría, pero de todas formas, no había día en que sufro su dolor en la distancia. A partir de ese momento, cuando nos vemos, me mira las manos y solo con eso, la paz llega a su interior, cuando lo hace siento su corazón iluminarse de nuevo en luz, y luego sonrío para darle de nuevo la bienvenida a casa, y él lo hace.
- Cada vez es más difícil que permanezca en luz. Su padre no debería torturarle… ¡me enoja saberlo y más ver que la familia no hace nada! El miedo es horrible, Dary.- me confesé.
- No es tú culpa, amor. Ellos no saben gestionar la valentía que eres, pero tú ayuda, sirve de mucho. – me animó Uriel.
La mañana del quinto día, después de desayunar, hacer la digestión los primos y algunos tíos nos fuimos a la piscina, me sentí feliz al ver que ya tocaba de puntillas en el suelo de la piscina en la parte menos profunda. Al fin mi estatura estaba a prueba de piscinas, aunque me faltaría un poco para poder tener los pies planos y poder caminar un poco en vez de agitar tanto los brazos y cansarme el triple.
- Papá, quiero aprender a nadar sin la burbujita.- le pedí.
- ¿Estás segura?- preguntó.
- Sí, aprendí a hacerlo.- dije.
- ¿Cuándo?- preguntó.
- En las colonias. Mira.- le dije.
Con Uriel le había dicho que no me ayudara a flotar sin la burbujita, no le gustó pero se quedó cerca por si acaso. En medio de tanta gente, porque había mucha gente en esa piscina, me saqué la burbujita y empecé a nadar. Me aguantaba bien, incluso me digné a nadar un poco y la familia se alegró, papá y mamá se quedaron sin palabras, porque en verdad esa fue la última vez que usé la burbujita en toda mi vida. Tanto Uriel y los padres, su cara de alegría se me quedó grabado en el corazón, había aprendido a nadar, aunque me faltaba mucha práctica para poder estar más sujeta, al fin lo había conseguido.
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