lunes, febrero 08, 2021

El Espejo De Mí Vida - Capítulo 70

El horario decía que por grupos tendríamos que poner la mesa y recogerla durante todo un día, a nosotros nos tocó el primer día, así que nos fuimos a cambiar, yo solo me sequé y me puse la ropa por encima, tenía intención de ir a la piscina a la tarde, fuese colándome en un grupo más mayor, puesto que éramos los pequeños. En ese aspecto no me parecía nada mal, porque teníamos que ayudar, había muchos alumnos y ayudar es importante, eso me decían tanto el Titi, como los ángeles y la iaia Filo.

En cuanto la gente vino para almorzar, empezamos a colocarnos delante de la silla que nos tocaría ocupar durante los días que estuviésemos allí, a la derecha se quiso quedar conmigo la Rosalba y a mi izquierda al verme la Júlia allí, se me quiso poner allí. Tenía espacio para poder sentarse en otro sitio, pero me tuve que aguantar. Me senté, pero el monitor me regañó y me tuve que quedar de pie como los demás hasta que lo dijesen ellos.

-       


Todos los días antes de sentarnos, cantaremos una canción todos juntos para dar las gracias a la vida de los platos que comeremos en los próximos días.- dijeron los monitores.

Era la versión infantil de “bendecir la mesa” algo que ni hacíamos en el comedor del colegio, ni en casa, pero claro esto seguía siendo un colegio religioso. La comida no estaba nada mal, igual yo no era demasiado difícil para convencerme, he sido siempre muy educada y me ha gustado todo, ahora que hace tres años que no como carne, las cosas han cambiado básicamente porque mi nueva vida, no me permite comer algunas cosas, tengo que controlar la sutileza y la densidad de mí, si quiero seguir trabajando en Agartha.

Por la tarde tocaba clase de música, fue divertido, luego clase de manualidades, tocaba hacer una colección de hojas de plantas en un cuaderno. No me parecía una buena idea, pero me quedé mirando qué hacían, hasta que me negué a hacer el mío.

-        ¿Por qué no quieres si es muy bonito así tienes un recordatorio de las plantas que has visto aquí?- me decía la monitora.

-        De dónde yo vengo, las plantas tienen alma y vida y si tengo que rellenar mi cuaderno arrancándole las hojas y sus flores, lo que estoy consiguiendo es ganarme una pena muy grande en el corazón, porque habré matado a un ser vivo… y eso se castiga muy fuerte… de dónde yo vengo, la vida se respeta, sea cual sea.- le dije.

Los compañeros se me quedaron mirando intentando comprender mis palabras, la monitora se quedó en blanco, no me pudo obligar.

-        Y si ustedes hacen esto, también les recaerán la misma pena…- les dije a los demás niños.

Uno de ellos empezó a llorar, como si realmente hubiese matado a alguien al ver en sus manos una hojita verde, le agarré la hoja le di un besito y le mostré al Sol. Entonces, la enterré al lado de la planta, sería abono para lo que viniese.

-        ¿Quién te enseño eso?- dijo la monitora.

-        Mi amigo Tzorelle.- contesté.

-        ¿Quién?- contestó ella.

-        Uno de los protectores del reino vegetal y animal.- informé con una sonrisa de complicidad.- si arrancas una flor, estás matando la flor que siembra al mundo.- dije.

Me di media vuelta y me fui a ver si había algo más interesante que hacer, que ser cómplice de esa masacre vegetal. No encontré nada interesante, así que me fui hacia el corral de animales, había en pequeñas jaulas conejos, cerdos e incluso había un pequeño establo con dos burros, me quedé allí con ellos, no había nadie más.

El conejo salió de su madriguera para saludarme, me presenté ante él siguiendo los protocolos que aprendí en IÓN, para un conejo le tienes que mirar a los ojos, y mostrar tu sutileza y franqueza, entonces le dejas que te huele el dedito y esperas a que se acerque y si te permite tocarle, te ha aceptado. Uriel no estaba conmigo, lo había perdido por el camino y por primera vez, no me importaba. El silencio se agradecía al lado de estos hermosos animalitos que aceptaban mi compañía, mientras que pensé en el Chico de Ojos Verdes, no lo volvería a ver hasta el tercer curso de IÓN. Lo echaba mucho de menos.

En un momento que miré al frente, al final del camino reconocí a un ángel que iba con la túnica blanca hasta las rodillas, sandalias con tiras de cuero oscuro y sus alas blancas con las puntas doradas, dibujé una sonrisa de felicidad en mi rostro, dejando en paz al conejo para dirigirme hacia el arcángel San Gabriel, pero cuando me vio que iba hacia él, empezó a caminar por las diferentes calles que tenía ese complejo tan gigante.

-        ¡Gabriel!- le grité pero ni se inmutaba así que empecé a correr.

Pero cuando me acercaba a él, caminaba a paso rápido hacia la otra calle, y así hasta llegar delante de la puerta de la habitación. Estuve subiendo toda la colina por las calles del complejo, casi sacando la lengua a fuera, cuando allí mismo vi como el arcángel se quedó delante de otra puerta muy parecida, me acerqué con cuidado, no quería que se fuese y en silencio, la gente pasaba por allí.

Cuando estaba a su lado, él me agarró la mano y la colocó en el pomo de esa puerta, giré el pomo y la puerta se abrió y entramos a dentro. Una luz blanca me cegó los ojos y no vi nada por un rato, sentía la mano de Gabriel agarrándome con fuerza, su piel era suave.

-        Sigue caminando conmigo…- la voz de Gabriel me susurraba el oído.

De fondo empecé a escuchar el motor de los autos, lentamente la luz cegadora se iba disipando y empecé a sentir mucho frío, no era normal por la época del año, pero el día era brillante pero como si de repente fuese invierno, me puse una mano encima de los brazos para temblar como si estuviese desnuda, Gabriel me ofreció su anunciador (la sábana que llevan los ángeles colgando) que la puso encima de mis hombros, eso me ayudó a controlar el frío.

Entonces vi que estábamos en una plaza con muchos árboles y bancos de mármol, a lo lejos había niños jugando con otros niños y uno estaba sentado solo en un banco, aburrido. Gabriel me puso sus manos encima de mis hombros y se agachó para hablarme a la oreja.

-        ¿Reconoces a ese niño? – me preguntó Gabriel.

-        Si. ¿Dónde estamos en su ciudad?- pregunté.

-        No, su madre regresó a su país natal solo por el verano. Bueno aquí es invierno ahora. – informó, no lo entendí mucho lo del cambio de estación repentino, pero seguí escuchándole.- les dejaré solos un ratito para que se actualicen, luego te vengo a buscar para volver, ¿ok? – dijo.

-        Gracias.- le dije con una sonrisa.


Con su anunciador encima de mis hombros, caminé hacia él. El niño era al Chico de Ojos Verdes, iba muy abrigado, cuando me vio nos dimos un abrazo y me miró con mucha sorpresa, le conté que Gabriel me había traído y empezamos a hablar de nuestras cositas, hacía semanas que no nos veíamos y nos echábamos mucho de menos. Caminamos por el parque y también jugamos un poco al pilla a pilla, hasta que vi a Gabriel de nuevo, que tal y como había prometido, me regresaría.

Cuando volví fue igual, cruzando la puerta de nuevo y aparecí en el complejo de colonias, pero ya se estaba haciendo un poco de noche, Uriel se había quedado en la puerta vigilando, nos dimos un abrazo y luego vino el monitor preocupado hacia nosotros.

-        ¿Por qué no estás en el comedor? ¡Es la hora de la cena!- dijo.

-        ¿Cómo la hora de la cena, si acabamos de almorzar, ni merendé?- le dije.

-        Son casi las 9pm.- dijo el monitor.

Fui a mi cuarto, me cambié, me quité el bañador y me fui con Uriel al comedor, de camino hablé con él de lo sucedido.

-        ¿He estado tres horas fuera?- le pregunté.

-        Cuatro horas- dijo.

Me fui a cenar pensando que mañana volvería a intentar encontrar a Gabriel por dónde fuese, diese las vueltas que hiciera falta. Antes de irnos a dormir, tuvimos que agarrar nuestras linternas y jugar a un juego de miedo y de búsqueda por el complejo, me pareció un buen juego y me fui con Uriel a jugar, pero la Rosalba se unió a mí, así que nos pusimos a buscar sobres de colores por los rincones. Al regresar delante del cuarto, por el juego, empecé a escuchar que alguien me llamaba, pero de una forma que no entendía, de la misma forma hacía para llamar a los gatos. Me detuve, la Rosalba y Uriel también (aunque ella no viese nada) y me giré y vimos a una niña de quinto de primaria que llevaba el pelo hasta los hombros algo ondulado, y con trenzas de colores, algunas pocas, que me miraba a mí y me llamaba como si fuese un gato.

-        Tú eres un mishu.- dijo la niña que no sabía su nombre, creo que se llamaba Paula, no lo sé.

-        ¿Qué?- dije pensando que se disculparía.

-        Sí, tú eres una gatita.- dijo convencida se detuvo delante de nosotros y me hablaba a mí, a los demás los ignoraba.

Me miré de los pies al cuerpo, pensando una razón para llamarme gatita.

-        No, yo soy humana. Como tú.- le dije.

-        No, tú eres una gatita, porque aruñaste a todos y me aruñaste a mí.- dijo la niña afectada.

Me llevé una mano a la cabeza mientras que suspiraba intentando averiguar cuál era la mejor forma de perdonar lo que le había hecho.

-        Perdón si te lastimé, no controlaba mis impulsos. Pero tranquila que no volverá a ocurrir. Te lo prometo, por favor, acepta mis disculpas más sinceras desde mi corazón.- le dije intentando entrar en coherencia.

-        ¡Tú eres una gatita MALA!- me gritó, se dio media vuelta y desapareció sin aceptar mis disculpas.

A partir de ese momento y durante todas las colonias, si me encontraba me llamaba gatita. Tenía que aceptar las consecuencias de mis actos erróneos, y a veces no eran muy agradables de escuchar.


Dos horas después de que apagasen las luces de la habitación, empecé a sentir como la Júlia se movía mucho en la litera de arriba, tanto que no me dejaba descansar. Durante las noches de allí y porque estaba rodeada de demasiada gente, con Uriel habíamos decidido no intentar irme de viaje astral, se darían cuenta de que algo en mí no estaría bien. Además, en ese tiempo intentaba hacer creer a los demás que era una más, por lo tanto me escondía de aquellas cosas que normalmente me separaban de los demás, sin dejar de fluir como un Ser de Luz.

-        Laia, Laia…- escuchaba la voz de la Júlia que me tocaba los pies.

-        ¿Qué quieres?- le dije con carita de sueño.

-        Me da miedo dormir sola, ¿puedo dormir contigo?- dijo su mirada era intensamente sincera, algo que no estaba acostumbrada a verla, sentí que lo decía en serio.

-        Claro.- le dije y le dejé un lado, ella se puso y pudo dormir tranquila.

Unas horas más tarde, un monitor abrió la puerta y puso música para despertarnos.

-        ¡Buen día niños, son las 7 de la mañana es hora de despertar!- dijo el monitor.

Miré al monitor con cara de ¿qué hace este tarado levantarnos una hora antes? Pero no era una broma, nos levantaban a esa hora, porque teníamos que ducharnos por la mañana. Una cosa que no soportaba, ¿por qué teníamos que ducharnos a la mañana? A mí no me va nada bien, yo necesito levantarme lentamente porque si no pierdo el eje del día. 

Recomendación: Another Brick On The Wall prt 2 - Pink Floyd.

HR.

HERO&Corporation.

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