lunes, julio 06, 2020

El Espejo De Mí Vida - Capítulo 36

Sus ojos eran oscuros, pero mi corazón se estaba calmando, así que acepté que quizás estaba diciendo la verdad. ¡Vaya lugar y momento para aparecerse un compañero de trabajo!

-          Le dije a Uriel que no recibiría visitas por esta semana…- renegué molesta.

-          Lo sé, pero es importante, querida. – dijo yo alcé la ceja, y él prosiguió – he venido a presentarme, aunque tu y yo ya nos conocemos de hace muchos milenios, he venido a volver a presentarme ante ti, querida. No sabes, el tiempo que hace que he estado esperando este momento…- le miré sin entenderle.

-          ¿Ya nos conocemos? ¿De dónde?- le dije.

-          No, no voy a picar, querida. Eso ya lo descubrirás tú misma, ¡tenemos mucho tiempo para eso! – dijo haciéndome un guiño.

-          ¿Entonces, para que te presentas sino puedes decir nada? – le repliqué, medio enojada todavía.

-          Estoy siguiendo el protocolo de Ser de luz. ¿Hay algo que quieras saber?-  Preguntó y yo dije que no con la cabeza, pero él prosiguió- ¿ni siquiera te preguntas que han sido aquellas espadas y susurros que acabas de escuchar? – eso me dejó descolocada.

-          ¿Cómo sabes eso?- le pregunté con los ojos como un búho.

-          Este lugar no es simplemente un museo interactivo, todo lo que has escuchado, es el tiempo que solo a aquellas personas que saben leer su energía, pueden volver a revivir todas las experiencias que han ocurrido entre estos muros. Y tú, querida Laia, eres una lectora de energía atemporal. ¿Sabes qué significa? – dijo.

-          No.- dije interesada y sorprendida del tema.

-          Significa que las piedras que conforman estos muros, al estar vivas, te cuentan sus vivencias, solo tú puedes decidir si quieres escucharles o ignorarles, pero decidas lo que decidas, ellas te lo contaran absolutamente todo. Dándote así, un punto de vista más a la verdad. – dijo y a mí me dejó totalmente hipnotizada.

Orange, se giró y empezó a caminar por alrededor de las estatuas, mientras que de fondo se escuchaba una representación del fuego para cocinar los platos.

-          Recuerda, que todo está vivo por muy muerto que parezca, sigue vivo. – dijo se quedó en el centro de la caseta, me observó – ahora tengo que volver, pero siempre que me necesites, estaré, yo de mientras, protejo tus espaldas desde las alturas, junto a los demás. – sonrió y enseguida una luz anaranjada le envolvió todo el cuerpo, se hizo chiquito y salió entre los muros de la caseta.

Salí de la caseta en shock, papá me miró un momento pero no dijo nada, seguimos caminando hasta la siguiente casa, Uriel se quedó a mi lado, pero no le pude decir nada. Antes de entrar en la siguiente caseta, las piedras de esa calle, volvieron a mostrarme espadas, tras lo que había dicho Orange, les permití ver…

Era en la época del poblado íbero, un señor que aparentaba ser el macho de una familia, salía de su casa, mientras que otro más mayor, le miraba y le gritaba en un idioma que no entendía, el hombre de la caseta se acercaba con confianza mirándole a la cara al otro hombre, y cuando estaban a un metro de distancia, de repente el hombre que le había llamado, le clavó una lanza en medio del estómago.

-          ¡Ah!- grité, me puse de rodillas, me tapé las orejas, cerré los ojos y grité tan fuerte y lloré, no quería ver más.

-          Laia, ¿Qué te pasa? – decía papá preocupado, me agarró en brazos y salimos de allí, yo llorando, Uriel preocupado, mamá también.

La visita la terminamos, pero yo no entraba en ningún lugar, me quedaba sin permitir ver nada, no quería ver como mataban a alguien, no quería… hasta que no salimos del lugar, no me calmé. ¡Qué miedo por dios! Nunca les pude contar a los papis, la verdad, solo se quedaron con la idea de que ese lugar me daba mucho miedo, lo relacionaban con el miedo a la oscuridad, no les quise compartir nunca, incluso en la actualidad, menos lo iban a entender.

Al día siguiente en la orilla de la playa por la mañana, me encontraba con Uriel que estábamos dibujando en la arena mientras que el agua nos borraba los dibujos, los papis estaban en la toalla un poco lejos pero pendientes de mí, aproveché para hablar con él.

-          Ayer en el poblado, conocí a Orange. – le conté lo que había pasado, Dary estaba escuchándome atentamente.

-          Ahora comprendo lo que te pasó. Pensaba que te había asustado Orange, él a veces le cuesta mantener el cuidado, no hace mucho que es guía… - dijo aliviado en parte.

-          ¿Es verdad eso que dijo, que todo está vivo?- le pregunté.

-          Sí, así es. Una piedra siente, ve y vive igual que nosotros, a pesar de estar inmóvil, no signifique que esté muerta, ¿entiendes?- dijo con cariño.

-          ¿la arena también?- le dije.

-          Sí, y el agua, el aire, el fuego… estos son distintos porque son elementos sagrados, por el cual hacen posible la vida en este bello planeta. Pero si, ahora mismo esta playa está escuchando lo que te estoy diciendo, y el agua, también.- informó.

Agarré entre mis manos un montón de arena y me dispuse a observarla, esperando a que pasase algo, pero Uriel empezó a reírse.

-          Así no te va a decir nada, mi amor. Ven conmigo, deja la tierra, vamos a conectar con el agua, que es más fácil. – dijo me ofreció la mano, dejé la arena y me fui con él.

Hundimos los pies en el agua, mirando hacia el horizonte, el Sol nos estaba iluminando con su fuerza, Uriel me dejó de la mano y le miré.

-          Haz como yo. – dijo.

Miré hacia el horizonte, cerré los ojos y los brazos los dejé en señal de cruz a mi lado.

-          Siente tus pies hundidos en el agua sagrada, como nutren tus raíces. No pienses en nada, solo siente el latido de tú corazón, dónde las partículas de esta agua, llegan a las venas y circulan por tú cuerpo, hasta llegar a tú corazón. – dijo Uriel.

Acaté sus órdenes al pie de la letra, sentía cómo el corazón se nutría con el agua. ¡Era fantástico!

-          Ahora, dale permiso des del corazón, para que el agua te cuente su historia que tiene preparada para ti hoy, solo tendrás que dejarte llevar, confiando en ti y en él. – dijo Uriel.

No voy a contar qué es lo que vi, pues es mejor que hagan esto en la playa, porque es mejor que lo experimenten ustedes mismos. Pero fue una conexión muy especial, aviso que puede que vean cualquier cosa de cualquier tiempo-espacio. También se puede hacer en el río o en una fuente de agua dónde el agua corra.


La última noche en Calafell, nos fuimos a cenar una paella en el chiringuito de la playa, de chiquita me gustaba mucho la paella, pero ahora de mayor la he aborrecido. Al terminar damos la vuelta por el centro y en la plaza había concierto, nos quedamos a bailar, adoro bailar ya lo saben, pero a mi mamá también y me puse a bailar con ella, excepto mi papá que no le gusta nada, solo escuchaba la música allí plantado como un macetero, hasta que terminaron a las dos de la madrugada. Antes de dormir, ya teníamos casi las maletas hechas, faltaba poner la ropa de cama para así irnos prontito para casa, a las diez teníamos que dejar el departamento intacto, eso quería decir que nos tocaría limpiarla.

-          ¡Laia, despierta!- gritó papá al parar el auto. - ¡Hemos llegado!- concluyó.

Abrí los ojos y miré por la ventana, pero no identifiqué nada, eso no era Manlleu.

-          ¿Dónde estamos?- pregunté con cara de sueño.

-          En Tarragona, vamos a comer y pasar parte del día aquí.- dijo papá, en el momento en que entrabamos al párquing y todo se puso oscuro.

Tarragona, antigua ciudad romana. En el año 218 A.C. los Romanos tomaron la península ibérica empezando por Emporion, la capital íbera de esos tiempos, a partir de allí se fueron extendiendo alrededor de Cataluña, creando así ciudades como Vic, Barcelona, Tarragona, Lleida y mucho más… Leía eso en los cartelitos que había por todo el circo romano, que se encontraba en el centro de la ciudad actual, donde se había podido conservar muchas cosas en pie, incluyendo estatuas y artefactos que se usaban en esos tiempos y que ahora se encontraban en un gran museo dispersados en distintos lugares de la ciudad.

Aprendí a leer muy rápido, gracias al Tiet Josep y a mi madre, que todas las noches me animaban a leer un cuentito en la cama, había noches en que quería leer en vez de escuchar un cuento cantado por el coro de los ángeles. Sabía que eso era distinto a los demás compañeros del colegio, porque a esa edad sabían leer algo, pero aún lo hacían con el dedo, y yo ya iba sin eso. En realidad el Tiet Josep me animaba a leer antes y después de las comidas en casa la iaia Filo, él quería que aprendiese rápido y a través de juegos en plan, él agarraba el periódico y yo un libro, él leía un artículo la primera línea, y yo la primera línea del primer capítulo del libro. Era divertido ver como la realidad superaba la ficción en ciertos aspectos.

-          ¿De qué te ríes, Laia?- preguntó mi padre mientras salía de ese recuerdo casi a hostias.

-          Nada, solo algo del tiet Josep. Nada importante.- dije evadiendo más preguntas.

Pasando por varios pasillos, llegamos al largo pasillo dónde se “suponía” tenían a los animales para los grandes números. A pesar de ser un circo donde practicaban deporte los romanos, a veces lo usaban como un pequeño coliseo. Nada más entrar, me puse mal de golpe, me sentía como si todo diese vueltas, mareada y como si tuviera una piedra de cien toneladas encima de mis hombros, me costaba respirar y caminar. Por arte reflejo me agarré fuerte al brazo de Uriel, él me agarró de la cintura e intentó sostenerme.

-          ¿Qué te pasa? – preguntó Uriel con su voz.

-          No sé, todo da vueltas, me siento pesada de golpe…- le dije, no tenía ni fuerzas para hablar.

-          Tranquila, mi amor. Caminamos juntos, ¿ok? – dijo.

-          ¿Qué me pasa, Dary? – dije.

-          Respira profundamente, cuenta cinco latidos y suelta el aire poco a poco por la nariz. Al parecer tienes un recuerdo muy importante aquí a dentro, así que si lo deseas, haz esto para sacarlo, yo me encargo de que nadie lo vea. No lo bloquees, porque él mismo te puede abatir, déjalo que fluya, mi amor. – informó, su dulce voz preocupado como un padre y sus consejos de un buen amigo, me hicieron relajar e intenté hacer lo que me dijo.

Nunca me había agarrado así un recuerdo, pero no lo dudé en hacer lo que Uriel me pidió que hiciera, pasó así porque él sabía que recordar consiste en esto, el cuerpo enferma y hasta que no le haces caso, no se recupera.

Recomendación: 365 días - Película de Netflix.

HR.

HERO&Corporation.


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