Mamá vino al salón a saludar a su madre, pero cuando le vio
a los ojos, no la reconoció, le dio un beso y un abrazo y se le quedó mirando.
-
¿Y tú quién eres, guapa?- le dijo la abuela.
-
Tu hija pequeña, mama.- contestó intentándose
aguantar las lágrimas.
-
Ah,… ¿Cuántos años tienes?- le preguntó.
-
26 años…- susurró.
Mamá se apartó de la abuela y se dirigió hacia la cocina,
para llorarle al hombro a uno de sus hermanos, era de las primeras veces en que
ya no reconocía a nadie. Entonces, yo me senté en el sofá, la abuela se me
quedó mirando.
-
Tú eres Laia, ¿verdad?- me preguntó.
-
Sí, abuela. Soy la hija de tú hija pequeña.- le
contesté.
-
Eres una niña muy especial, ¡nunca lo olvides,
cariño!- eso fue lo último que dijo.
La verdad es que no me gusta que me llamen cariño, pero por
ser ella, se lo acepto, bueno mi madre y alguna tita mía me llama así, pero
solo lo acepto a ellas y a nadie más. Uriel se vino conmigo en el sofá, se
acercó lo suficiente como para decirme una cosa al oído.
-
Humiel quiere que vayas a su habitación, creo
que tiene algo muy especial para ti.- dijo Uriel.
Lo confirmé con la cabeza, él me dejó pasar y me fui pasillo
abajo hasta la entrada, para luego girar a la izquierda, para llegar a su
cuarto que la puerta estaba abierta y el Titi Hilario estaba delante del
armario, esperándome. Como ya me había visto, entré.
-
¿Puedes
cerrar la puerta, por favor? – dijo, mientras que abría la puerta del
armario.- luego, puedes sentarte.
Gracias. – su amabilidad era maravillosa, típica de ángel, pero al igual
que sus amigos de otras vibraciones, el Titi era un misterio andante…
Tras hacer lo que me pidió, me quedé observando como entre
las perchas de las camisas, detrás había un cajón, lo abrió y de allí sacó un
paquete rectangular, estaba envuelto por una tela de cuero antiguo. Él se sentó
con ese paquete en las manos.
-
Antes de
que lo abras, debes prometerme que cuidarás de esto como si fuera tú vida ¿de
acuerdo? – lo dijo mirándome a los ojos, su seriedad lo decía todo, tenía
que ser algo importante para tantas promesas.
-
Lo prometo.- contesté con una sonrisa franca, lo
haría igualmente.
-
Hace mucho
tiempo, mucho más tiempo que hace que decidiste volver a nacer, tú y yo nos
conocimos en Egipto, fuimos amigos como lo somos ahora. Antes de que murieras
en esa vida, me entregaste esto, me pediste que lo cuidara con mi vida, hasta
que volvieses a estar preparada para seguir lo que dejaste a medias en esa
vida. – su historia resonaba en mi corazón, no recordé nada de eso, pero
podía sentir la relación de amistad, era cierta.
-
¿y porque te lo entregué y no se lo dejé a otra
persona?- pregunté.
-
Insististe
en que este objeto tenía que permanecer en otra dimensión para protegerlo.
Supongo que no te fiabas del tiempo, porque ha pasado mucho más tiempo de lo
que me esperaba… - él mostró una sonrisa por su comentario gracioso, le
copié. – como ya te dije, volví a
encarnar en esta vida, por tú mamá, pero también por ti. Uno de los motivos que
entendí, fue porque había llegado el momento de devolverte esto. Ábrelo. –
dijo.
Me entregó el paquete, con mucho cuidado retiré la tela para
encontrarme con una caja de madera pintada en un marrón muy oscuro. Era como si
fuera una caja de guardar las figuras del ajedrez pero muy estrecha. En la
punta izquierda la madera tenía una ranura, metí el dedo y deslicé la madera
hacia un lado, debajo apareció un tubo dorado con grabados de un idioma
antiguo.
-
¿Qué es esto?- pregunté curiosa.
-
El
catalejo de Horus – dijo.
Con tan solo escuchar el nombre de Horus, el corazón latió
con fuerza y una imagen sin explicación me vino a la cabeza…
Tenía el rostro tapado
por la iluminación del Sol que estaba detrás de él pero me cegaba los ojos. Su
pecho estaba desnudo con un tatuaje en el centro muy interesante de una cabeza
de pájaro con un Sol en la coronilla de su cabeza. En sus manos tenía ese
objeto que el Titi Hilario me estaba ofreciendo, me fije en sus muñecas,
llevaba un brazalete metálico y muy ancho que tapaba parte del antebrazo.
Volví al presente casi al segundo, de alguna forma eso
formaba parte de mi pasado, pero no comprendía cuanto tiempo exactamente.
-
Cuando me
lo entregaste, me dijiste que este objeto era un legado de tú familia en ese
tiempo. Hace 13.000 años aproximadamente, Horus entregó este catalejo a un
ancestro tuyo, por el cual llegó de generación en generación hasta a ti. –
informaba.
Lo que había visto antes de las palabras del Titi, era justo
el momento en que mi padre en Egipto me entregara este obsequio, por alguna
razón que desconocía, siempre me he sentido muy respetada y unida a Horus,
incluso cuando a esa edad, todavía no había estudiado nada sobre el antiguo Egipto.
-
Y ahora vuelve a ser mío.- comenté.
-
No,
todavía no. – dijo el Titi, le miré y prosiguió.- pero será tuyo, cuando yo regrese a mi estado natural, ¿de acuerdo? Lo
he dejado por escrito, para que así sea. – dijo.
Quería agradecerle su trabajo de haberlo protegido durante
tanto tiempo, pero en vez de eso, empecé a llorar cuando fui consciente de sus
palabras. Volvería a tener este legado en mi poder, pero pagando el precio de
que el Titi se tenga que volver a su casa. Dejé el catalejo dentro del estuche,
que el Titi lo dejó un momento encima de la cama, y le abracé llorando, él me
consoló.
-
Me va a costar no poder hablar de estas cosas
cuando te vayas, titi. ¡Ojalá no tuvieras que irte nunca! – le dije.
-
Recuerda,
no es un adiós, es un hasta pronto. Volveremos a vernos, te doy mi corazón. –
dijo y nos quedamos abrazados en silencio.
Mi experiencia me decía que sus promesas se iban a cumplir,
por eso nunca perdí la esperanza de que volvería a verlo pronto.
-
Entonces, ¿para qué sirve este catalejo? – dije
cuando me dispuse a mirar por la ranura y vi que solo se veían colores muy
hermosos.
-
Solo sé
que ayuda a ver el estado energético de las personas. En realidad no me dijiste
nada al respecto, lo averigüé porque un día, quise mirar y vi colores. –
contestó.
-
Todavía no entiendo porque soy tan misteriosa. –
nos reímos. – Si, se ven colores muy bonitos, pero dentro hay piedrecitas. –
dije pensando que quizás los colores eran de las piedras, pero cuando lo miré
en un lugar sin luz, se veían que las piedras eran todas iguales,
transparentes. – Pues no, no son las piedras…- dije.
La cena fue una gran celebración a pesar de ser un día entre
semana, mis tíos contaban historias graciosas y todos estábamos riendo,
esperaba con muchas ganas el pastel, porque quería soplar mis cinco velitas.
Siempre me han gustado mucho, soplar las velas de las tortas, pero tengo la
manía de que me gusta poner velas, no números con velas, o sea si cumples diez,
pues diez velas, pero ya veía que con el paso de los años, la torta parecería
más un incendio forestal que una celebración, así que sabía que en algún punto
de mi vida, tendría que aceptar los números en forma de velitas.
Papá también se le veía muy a gusto con la familia de mamá,
me gustaban mucho estas reuniones porque la familia Garcia somos muy fiesteros
y nos gusta reunirnos mucho. En el momento que llegó el pastel y cantaron el “cumpleaños feliz” vi que de nuevo la
torta no me gustaría, no solía comer tortas de chiquita, me gusta mucho el
dulce pero las tortas siempre me han costado comerlas siempre, porque detesto
que la masa sea seca. Por mucho recubierto que estuviese de nata o caramelo, si
dentro en la masa no había una capa de nata o frambuesa o algo en sí, la torta
era muy seca para mi gusto.
Mis tíos junto a mi abuela Victoria, me regalaron coches en
miniatura, uno de mis juguetes favoritos, y piezas de lego. Enseguida me puse a
jugar con los autos y el tiempo pasó volando cuando el Titi se apuntó conmigo a
jugar.
Al día siguiente, me fui al colegio como era habitual, pero
me sentía algo nerviosa, solo faltarían unas pocas horas para ir a IÓN. Ese día
me vino a buscar el Titi, pero en vez de llevarme a su casa, me llevó a la mía,
porque mamá estaba allí y el taller de la empresa también, aunque había
escuchado decir a los tíos que pronto se iban a mudar a una fábrica en
condiciones dentro de Manlleu, en el polígono industrial la Coromina, el taller
seguía abierto en casa, solo por unos días más, para la mudanza. Mamá les
ayudó, y yo me quedé en el primer piso, acompañada del Titi, hasta que de
repente apareció en la sala de estar el Arcángel San Gabriel.
-
¿Preparada
para nuestra clase de hoy? – Dijo Gab.
-
Si, claro que si. – contesté entusiasmada.
-
Humiel, ya
me ocupo yo, puedes volver al trabajo si quieres o también te puedes quedar a
ver la clase – Le dijo Gab al Titi.
-
Me quedaré
aquí, su madre está abajo.- contestó el Titi.
Agarré el radio casette que tenía en mi habitación y lo puse
en la salita, Gab se quedó mirando los distintos casette que tenía, para ver
qué tipo de canciones practicaríamos. No
recuerdo cuál eligió pero enseguida que empezó a sonar la primera canción que
tocaba por la cara B, empezamos la clase haciendo movimientos de relajación
para preparar el cuerpo y la energía poco a poco.
-
Recuerda
la base de todo movimiento, querida. Esto lo practicamos el otro día. –
dijo Gab mientras hacía unos movimientos con los brazos simulando una espiral
que iba de la coronilla hasta los pies y volvía.
-
La espiral, es la forma del movimiento en que el
universo se mueve.- contesté, porque mientras que hacíamos los movimientos con
las manos conectando con cada chakra, me pedía que le recordara cuál era el
nombre y el significado de cada movimiento.
-
Así es. ¿Y
qué significa? – me preguntó.
-
Armonía. – contesté y él se puso a dar palmas
porque había acertado.
-
Cuando
nuestro cuerpo vibra en armonía es cuando la espiral del universo, vibra a la
misma forma que nuestro cuerpo, pero ¿qué más? – dijo Gab.
-
Pues que existe una unión energética, y así el
universo puede empezar a hablar, ¿no? – dije y él lo confirmó con la cabeza.
Tras esa pequeña explicación del movimiento, empezamos a
saltar y a bailar, dejando que el cuerpo descargara toda energía sobrante de
nosotros y así pudiésemos empezar a conectar de verdad.
Recomendación: El Mejor Verano De Mí Vida - Película.
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