Estaba siendo un día maravilloso en el Zoo, después de
almorzar, seguimos la visita, lo vimos todo y sin guía, empezó a gustarme eso
de ir por libre. Me alegré mucho de volver a ver a los Delfines, esta vez no
fue igual que hacía unos meses, pero me gustó igual. Cuando fui con el colegio,
no vimos todos los animales, por ejemplo la zona de los réptiles apenas vimos
nada, el guía quiso enseñarnos solo lo que le interesaba, en cambio, sin guía,
podíamos verlo todo.
Tras el recinto de las gacelas, vino el recinto más hermoso
y el que me quedé totalmente impregnada tanto en ese momento, como el resto de
mi encarnación, el recinto de los leones.
Normalmente es uno de los recintos que a mucha gente le da
miedo, sobre todo porque el León es muy grande y muestra mucho respeto. También
porque la distancia entre la barandilla de seguridad y ellos, era de un
charquito bastante pequeño y que según lo que se veía, no tenían intención de
escapar de allí, ni acercarse mucho al público. Estar tan cerca del León de la
sabana, aunque les pareciera temerario, a mí no me dio ningún miedo.
Dicen que no hay que mirarle a los ojos al animal más
importante de la cadena alimenticia, pues si así lo haces, no le muestras quién
manda en realidad y le retas a saber cuál de los dos mantiene la posición en la
cúspide. Eso dicen los humanos, el cuarto reino de este planeta que vive y
tiene derecho a vivir también. Pero cuando vi al gran León de la sabana a tan
solo cinco metros de mí, saqué pecho, muy calmadamente y le miré directamente a
los ojos, con la cara de admiración, respeto y amor. En realidad aquella poca
distancia no servía de nada, porque si me lo hubiese encontrado en su lugar
natural, hubiese hecho exactamente lo mismo. ¿Se imaginan por qué?
El León se puso de pie, ignorando a la Leona (determiné que
era su mujer por las caricias y muestras de afecto que se hacían), me miró a
los ojos y se quedó inmóvil a los pies del charquito, mientras que nuestras
miradas se conectaban. Dejé de escuchar a mí familia que hablaban de cosas,
hasta que al final, el ambiente se disipó y entre nosotros no había nada.
Hermano, hoy te veo.
Gracias por caminar. Gracias por el caminar que realizarás y que ya has
realizado. El reino animal, está contigo, siempre unidos. Somos hermanos. Amor,
hermano.
Esas palabras entraron en mí corazón como un susurro del
viento que entra por doquier y sin aviso, sin darme cuenta, se me escapaban las
lágrimas de felicidad que sentía, aunque no recordaba el motivo del caminar a
que se refería, me sentía como si hubiese a ver a un viejo amigo de aquellos
que hace eones que no ves. Quise decirle algo, pero me puse a sonreír y él lo
aceptó, y antes de poder hacer nada más, tuve que seguir a la familia que
seguía con la visita como si nada. Me aferré a la mano de Uriel, mientras que
caminábamos hacia el siguiente recinto que no recuerdo cuál era, aproveché que
Uriel se había agachado para apoyarse en la barandilla para hablarle de lo
sucedido.
-
¿Qué significa?- le pregunté tras compartirle el
mensaje.
-
Si el rey
del reino animal te ve como un hermano, este es tú reflejo en esta vida. Cada
vez que te encuentres con un león, acuérdate de este momento, para que llegue
el día que se te revele la verdad ante tus ojos. Ahora el león y tú, trabajáis
juntos – dijo Uriel se le veía fascinado y contento.
-
¿En qué? – pregunté.
-
En misión
y propósito. – dijo.
Uriel no dijo nada más, pues me puse a pensar en lo que
había dicho Saint Germain, no encontraba el vínculo pero los Leones estarán
trabajando a mi lado, en cuando fuese el momento. Por eso, a partir de ese
momento, mis dos grandes animales, fueron y siempre han sido y siguen siéndolo,
por una parte los Delfines y por otra los Leones.
Finalmente llegó el día de mi cumpleaños y aunque celebraba
ya 5 años, tenía muchas ganas de que fuese al día siguiente, para empezar las
clases. Fue un día muy bonito, porque esta vez no me quedé castigada a hacer la
corona, de hecho nadie le había dicho a la María Ángeles que era mi cumpleaños,
así que después de segunda hora, me dirigí hacia la mesa de la profesora.
-
Dime, ¿en qué puedo ayudarte, Laia? – dijo con
entusiasmo María Ángeles.
-
Solo quiero decirte una cosa, hoy es mi
cumpleaños.- le dije.
-
¡Oh, felicidades!- me dijo, luego al resto de la
clase – niños, feliciten a Laia que hoy cumple 5 años.- lo decía feliz y yo
también me sentía igual.
-
¡Felicidades!- dijeron todos.
-
Luego, en la hora de plástica, harás la coronita
¿te parece bien? – dije que si con la cabeza.- ahora, ve a continuar con tu
manualidad.- de nuevo era arcilla, la adoraba.
En casa me esperaba una sorpresa en mi habitación, no sabía
de qué forma pero, encima de la cama sin hacer, tenía un regalo envuelto en una
vieja tela de color blanco y una tira de cuero como cordón. Por la forma, supe
de inmediato que era un regalo de los Seres de Luz, porque en casa los regalos
estaban envueltos en papel de dibujos.
Entre Uriel y Anael, días antes fueron a buscar los libros
necesarios para IÓN, ese fue el regalo, cuatro tomos uno de un color distinto y
muy gordos, con más de 200pg, eran libros antiguos pero que cada uno formaba
parte de los aprendizajes de la nueva escuela. Me quedé mirando las portadas
dónde uno en particular me llamó la atención: Conocimientos y Armonías de los Cuatro Reinos de Gaia.
-
¡Oh, esta
materia va a ser una de tus favoritas, mi amor! – dijo Uriel que me estaba
observando.
-
¿Por qué?- pregunté.
-
Te van a
enseñar cómo se lleva la convivencia entre los reinos: animal, vegetal, mineral
y humano. Es una de las clases más bonitas, te vas a pasar mucho tiempo en la
naturaleza, observando y conociendo los reinos.- dijo.
-
¡Wow!- solo pude decir eso.
Algo me decía a mí, que estudiar en IÓN no sería lo mismo
que estudiar en la superficie de 3D. Aunque adoraba el colegio, raramente
salíamos del aula, y no sé si a más gente le ocurría, pero para mí que el patio
cada día era más corto. Pensar que en IÓN había solo una materia que debería
salir del aula, para experimentar todo lo que nos contarían, ya tenía ganas de
empezar, simplemente para saber que me tocaría la luz del Sol, mientras que
estuviese abrazando un árbol, acariciando cualquier tipo de animal o incluso
escuchando a una piedra, mis ganas se intensificaban por momentos.
-
¡Lástima
que tú profesor no sea el Maestro El Morya! Él es el mejor guardián de reinos
que ha habido jamás en este planeta. – dijo Uriel su cara de elogio, se
veía que quería lo mejor para mí.
-
¿Por qué me suena su nombre? ¿lo conocía antes
de encarnar? – le pregunté.
-
Sí, así
es. – mostró una ligera sonrisa. – Pero
tú misma me dijiste que no querías que te dijera cuál relación, que ya lo
volverías a saber en cuanto le vieses la cara otra vez. – volvió a hacer
una pausa, mientras que sus ojos me observaban, como si recordase a otra
versión de mí, con la memoria totalmente recuperada, una versión de mí, lejos a
su verdadera mirada de ausencia. – por
eso conocerás a su hijo, él será tú Maestro – no dijo nombres.
No me bastaba con saber de ángeles y arcángeles, que además
había guías, maestros y ahora hijos de maestros, que también debía
reencontrarme o conocer por primera vez. Empecé a arrepentirme eso de haber
escondido tanto, los motivos de mi vida, porque cuando un guía me decía que no
podía decirme más, me entraban más ganas de saber de más. Pero por alguna razón
les di esas claves, porque en cierto modo, confiaba en ellos y debía seguir
confiando, para hacerme llegar hacia la gran revelación, que en cierto modo,
tendría que suceder con el tiempo.
-
¿Hay alguna pausa entre clases? – le pregunté
porque Uriel de momento fue el único que vio el horario, yo todavía no me
atrevía.
-
Si,
después de tercera hora tienes media hora libre. Puedes aprovechar para lo que
te venga ganas de hacer, salir a pasear, ir al comedor a desayunar… lo que sea,
con tal de no salir del recinto… - informó.
Curiosamente, el primer día de clase era un miércoles, eso
quería decir que, ese chico de ojos verdes, estaría en el tiempo libre delante
de la cancha para ver el equipo jugar al juego de la rata.
-
¿Todos los cursos tienen libre la misma hora? –
pregunté.
-
Em… me
temo que no. Pero los de tercer curso hacen una hora más todos los miércoles.
Pero eso a ti, no te incumbe, todavía… ¿ocurre algo? – empezó a sospechar
por mis preguntas.
-
¿Sabes si los del último curso tienen esa hora
más? – ignoré sus preguntas, solo quería que me contestase.
-
No, solo
los de tercero. Los de último curso, hacen el mismo horario que los de primero,
entran y salen a la misma hora ¿Por qué me preguntas esto? – dijo
frunciendo el ceño.
¡Perfecto! O sea que cabría la posibilidad de volver
acompañada de ese chico… eso me alegró aún más las ganas de que llegase al día
siguiente, pero aún quedaba mucho día por delante. A Uriel no le contesté esas
preguntas, no quería contarle nada, creía que había hecho mi primer amigo en el
recinto y no estaba segura todavía para contarle, si todo fuese bien, acabaría
sabiendo del tema, pero era bastante precipitado, sobre todo porque no sabía el
nombre.
¿Por qué no quiso realmente darme su nombre? Siempre he sido
una niña que no hacía lo mismo que los demás, sentía en mi interior que debía
saberlo, que algún día sabría el motivo de porque teníamos que seguir sin
intentar saber el nombre. En un primer momento pensé, que eran las normas del
recinto, quizás todos los amigos que haga allá no podré conocer sus nombres,
por lo tanto quizás solo los pueda identificar por su aspecto o por su
personalidad. Pero luego, observé a Uriel sin que él se diera cuenta de lo que
estaba pensando, él me miró a los ojos y me sonrió, le devolví la sonrisa y entonces,
lo comprendí.
-
Si realmente debo descubrir porque estoy aquí,
creo que será una gran historia para contar algún día a alguien que esté
dispuesto a escucharla – le dije.
Uriel me agarró las manos, se agachó y me miró directamente
a los ojos, tan puros y tan angelicales que no tenían nada de malo, solo luz,
una luz radiante verde que dentro de mí podía sentir cuando una rama después de
buscar el Sol sin descanso, decide crear su primera hoja verde, sabiendo que
después llegará la Rosa.
-
Por el
momento, mi amor, yo estoy dispuesto a compartirla contigo. – me sonrió,
miró las manos que me las juntó y volvió a mirarme a los ojos con un amor tan
grande que no sabía cómo expresarlo – Prometí
aguardarte las espaldas una vez más, y así lo seguiré haciendo, cuidando de ti,
siempre – de la alegría se le escapó una lágrima de sus lindos ojos, escapé
una de mis manos para rescatar la lágrima entre la yema de mis dedos, él volvió
a sonreír. – será la historia más bonita
que jamás se haya escrito en siglos y siglos de humanidad, mi amor. No te
olvides de poner mi nombre entre tus líneas, ¿vale? – nos abrazamos.
Para un ángel no es importante ser famoso, pero haber
acompañado a alguien en su misión de vida y que además su protegido o protegida
haya sido una persona brillante en su encarnación, como la valoración en el
otro lado, es lo mismo que lo que se dice humanamente “es como ganar puntos con
Dios”. Cuando eliges a tú ángel de la guarda, él se compromete a estar contigo
hasta que termines esa encarnación, y si queremos podemos volver a elegirlo
para la próxima, ellos viven a tú lado, y el guardián incluso vive contigo como
si fuera tú pepito grillo personal, que los demás humanos no lo ven, pero tú
sientes que está contigo y luego es cuando puedes ver.
Uriel, sentía que era un arcángel muy importante en mi vida.
Aunque no me acordaba si me había acompañado en las anteriores, sentía el
vínculo como si lo conociera desde hace mucho más tiempo, por el cual ni pueden
imaginar, no si vemos las cosas como humanos, para ser un ángel hay que pensar
y ser uno como ellos, no vale con creer, el secreto está en el sentir.
-
Me alegro
que estés aquí, Dary. Gracias. – le dije después le apretujé tan fuerte que
se quejó en plan broma y dejé de hacerlo.
El vínculo, nunca se podrá romper.
Recomendación: Now or Nevers - High School Musical.
HR.
HERO&Corporation.
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