domingo, marzo 06, 2022

El Espejo De Mí Vida - Capítulos 126 y 127 [2T]

 Capítulo 126:

Desayunamos los tres tan ricamente como si la separación dimensional no fuese un problema, el Titi le sacó también desayuno especial para Uriel. De hecho su desayuno parecía más apetitoso que el mío, tomaba jugo de arándanos con miel, torta frita dulce, una manzana y una zanahoria cruda. Antes de que Uriel pudiese tomarlas, teníamos que ayudarle con una pequeña meditación poniendo las manos encima de su comida sin tocarla, para que la vibración del desayuno se elevara a 5D y así podía desayunar. Obviamente yo seguía viéndolo porque aún estaba muy conectada con los ángeles, pero para una persona que ya no lo ve, si hace eso, verá como la comida le desaparece de la mesa de forma misteriosa. En plan el truco perfecto para un ilusionista con la excepción de que no hay truco, solo energía.

-        ¿Cuál es el orden por el cual nacieron los arcángeles?- pregunté.

-        Muchas personas te van a decir que solo somos siete arcángeles y que no nacimos, que fuimos creados por Dios. – dijo Uriel.

-        Así es, lo cierto es que somos doce hermanos y en verdad, no nacimos fuimos como “creados” tanto por Dios como María. En este caso la palabra “creación” no es la correcta, sería que fuimos “plasmados” en la vibración de 9D. Tenemos cuerpo físico gracias a esa plasmación entre espíritu, alma y un cuerpo que se creó en base a nuestra energía. Cuando Dios hace una creación, tiene que moldear mucho para que le salga, en cambio a nosotros solo con que Dios y María cantasen nuestra vibración, ya nos tenían plasmados a su lado. – informó el Titi.

Me vinieron ciertas imágenes que no pude encuadrar pero sentí en el corazón que eso lo había vivido.

-        Creo que lo viví.- comenté.

Uriel y el Titi se miraron a los ojos y compartieron una pequeña sonrisa, pero no quisieron comentar nada al respecto.

-        ¿O sea que María es la mamá de ustedes?- pregunté.

-        Prácticamente es como una madre para nosotros, pero no nacimos, por ende físicamente nadie nos tuvo en su útero. Pero le llamamos Madre como una forma cariñosa. – dijo Uriel.

-        ¿Útero?- pregunté.

-        En la panza.- aclaró el Titi.

-        ¡Ah!- dije.

Les recuerdo que tenía siete años y no me sabía las partes del aparato sexual femenino, solo sabía que los niños venían de las panzas de las mamás. Aunque un día mi abuela Filo intentó explicarme que los niños los trae la cigüeña, y mi madre empezó a explicarme de una forma muy guarra, qué era la menstruación. Mi madre aprovechaba que le acompañaba en el baño en un día que tenía la menstruación y me explicaba cómo era que sangraba todos los meses, y de verdad que me dio mucho asco y esperaba que me tardase mucho en pasar eso a mí.


Me decía “esta sangre es el alimento del bebé, que se guarda a dentro de mi barriguita durante un mes, y si papá no apunta bien, pues esta comida sale”. Yo siempre me quedaba la duda de que si algún día tuviese un hermanito o hermanita en esta vida, solo esperaba que no fuese vampiro, porque ¿quién come sangre humana? Por eso pensaba que los bebés cuando se les daba la teta durante los primeros años, no se les daba leche sino el resto de la sangre que no habían podido comer durante el embarazo. De todos modos, yo lo entendía así porque a mí siempre me gustó la carne lo menos hecho posible y pensaba que eso era de mi época de cuando era un bebé en la panza de mi mamá que le chupaba toda la sangre, y de alguna forma se me quedó la tentación de sangre siempre, incluso con el pescado. Luego supe que al nacer mi mamá, no me pudo dar la teta y pensé “¡de allí viene mi sed incurable de sangre!”.

Con el tiempo supe que mi mamá me contaba eso, porque cuando ella era una niña, no le contaron nada y de repente a los 12 años, se topó con eso que se asustó mucho. Porque antes, esto no se explicaba era un tabú hecho por la Iglesia y como mis padres son Agnósticos, mi mamá pensó ¡a la mierda el tabú! Y me lo intentó explicar.

-        ¿Quién es el hermano mayor?- pregunté.

-        San Miguel Arcángel, tiene más de un millón y medio de años terrestres y es quién nos cuida también, se encarga mucho de cada uno de los hermanos cómo nos sentimos y es un amor. – explicó Uriel.

-        Luego unos, dos mil años después aproximadamente llegó Gabriel. – mientras que seguía el Titi al escuchar su nombre el corazón latió muy fuerte, pero lo ignoré y seguí escuchando.- entonces cinco mil años después vino Ezequiel pero le llamamos Zaddy cariñosamente.- dijo el Titi.

-        Después llegó Rafaello, mil años después. Chamuel tardó menos de mil años en llegar y Jofiel solo fueron quinientos años de diferencia. – respondió Uriel.

-        Uriel, ¿tu llegaste después de Jofiel, cierto?- le preguntó el Titi.

Uriel dijo que si con la cabeza.

-        Llegó él mil años después, aunque Uriel no fue plasmado. Cuéntale, ¡dale!- comentó el Titi.

-        En realidad mi historia es algo compleja, pero te contaré un resumen…- dijo mientras que se se apoyaba con los codos en la mesa, él ya había terminado de desayunar.- yo nací de verdad, como tú. Pero no fue en la 9D ni en el tiempo dónde todavía ni los planetas vecinos de la Cruz del Sur se habían creado. Yo nací en el año 2530 después de Cristo en este mismo planeta. – se me quedó mirándome en silencio.

Quería decirle porque no entendía nada, ¿en el futuro nació? ¡No entendí! Pero no tenía palabras y solo me quedé mirándole con los ojos saltones.

-        En tú época aún no he nacido, pero mis padres biológicos se llaman Antarel e Ivishka pertenecen en el comando A-TEMPORAL de la Hermandad Blanca y participan en algunos proyectos de la Confederación Galáctica de la Luz. Nací siendo el tercero de cuatro hermanos, antes que yo nacieron dos hermanos y después una hermana. Nací sin ser ángel o sea que estas alas que ves fueron a posteriori. – dijo Uriel.

Me dejó totalmente sin palabras, nunca había escuchado en esta encarnación una historia dónde el futuro fuese el pasado y el pasado su propio futuro. ¡Qué lío!

-        No entiendo mucho, ¿cómo conseguiste ser arcángel?- pregunté.

-        Mis padres se dedican a viajar en el tiempo ayudando a la humanidad a ser más sostenibles con el medio ambiente, a cuidar el planeta e intentar llevar una vida consciente espiritualmente. Estuve trabajando con ellos un tiempo largo, pero un día le dije a mi papá que no estaba muy de acuerdo con ese plan, porque no se conseguían muchos resultados, y le pedí si podía ir a ver al jefe, que ni sabía quién era en ese momento. Mi papá todo incrédulo me dijo <si querés molestar al jefe, andá a verlo vive en la Cruz del Sur y se hace llamar Dios>. – dijo.


Hay que decir que Antarel es un argentino del futuro, por eso ese tono es de argentino porteño.

-        Agarré la nave y me fui, la nave prácticamente me llevó sola pero no tuve en cuenta que en vez de irlo a ver en la misma época dónde yo estaba viviendo, me fui al pasado, en el momento en que el universo tan solo tenía un espacio de 100.000km a la redonda. Me presenté ante él y le dije lo que pasaba, curiosamente me entendió pero me dijo que si quería su colaboración tenía que enviar un ángel a mi tiempo. Yo le dije que mi papá tenía una norma y es que los ángeles no suelen subirse a las naves de este comando, porque la energía que usa puede lastimar al ángel. – explicó Uriel.

-        ¿Qué hiciste?- pregunté.

-        Me quedé un tiempo por allí y empecé a fascinarme con el trabajo que hacían los ángeles, enseguida me llevé muy bien con Gabriel. Me gustó tanto que no me quería volver a casa, quería quedarme porque se me ocurrió un plan, así que me fui con Dios y le dije “si quieres que mi mundo en el futuro no quede tan lastimado, te propongo que me quede con ustedes, aprenda a ser uno de ustedes y a cambio te voy informando de la historia y los cambios que se pueden hacer para mejorar la Tierra”. Él me miró y me dijo “no puedo hacer eso”, intenté convencerlo pero no hubo manera, entonces Gabriel me dijo “solo podrá ser si fueses un ángel”. Así que me fui con Dios y le pedí “¿Y si me conviertes en ángel?” y él dijo “Si quieres serlo, solo deberás renunciar a tu vida actual, renunciar a tus padres y nosotros te adoptaríamos”. Me lo pensé un poco, regresé a mi tiempo a buscar a mis padres, los traje ante Dios, y aunque me dolía tener que dejar de ser legalmente su hijo, mi padre no le gustó la idea pero no tuvo más remedio que aceptar porque mi idea resultó ser la más acertada para ayudar a la Tierra. Me despedí de ellos, y acto seguido me convertí en ángel, luego aprendí mucho más y finalmente pude acceder a ser arcángel. – explicó Uriel.

¡Wow! Me fascinó su historia, nacerá en el futuro, pero vivirá en el pasado, trabajará en el presente para que el aquí y ahora sea diferente a lo que él recuerda cuando fue un infante. Aunque les parezca, esto NO es una paradoja temporal, más adelante les explicaré en qué consiste, pero quería dejarlo claro.

-        Ya veo… no entendí mucho, pero… supongo que lo entenderé más adelante…- comenté, ambos ángeles se pusieron a reir, yo me quedé mirándoles algo extraña.


Por primera vez pensé en el momento que quizás llegaría cuando se les tuviera que presentar a mis padres, la historia de Uriel es compleja, ¿cómo la llegarían a entender?

-        Después de mí, llegó Haziel el arcángel de los caminos y después llegó Sarhyel el arcángel de los deseos. – explicó Uriel.

-        ¿De los deseos?- pregunté curiosa.

-        Su misión principalmente es de escuchar los deseos de las personas e informarnos de qué quieren cuando nosotros estamos en otros asuntos. Lo escribe en un pergamino y luego nos lo comunica. – añadió el Titi.

A pesar que aquí abajo no vemos nada y pensemos que nadie nos escucha, por lo menos hay un arcángel que si.

-        Muy poco tiempo después llegó Anael, el arcángel del canto es quién está actualmente siendo el jefe del coro de ángeles. Después llegó Azrael el arcángel que se ocupa de la muerte, creo que ya te topaste con él, ¿no? – preguntó Uriel.

-        No lo creo, cuando murió mi madre ella ya se había ido y creo que antes no charló contigo, ¿verdad?- preguntó el Titi.

-        No, no vi a nadie más.- dije.

-        Suele rondarle a las personas que van a desencarnar en 72h. Y él es el pequeño de la familia, Humiel. – dijo Uriel dándole una palmada encima del hombro del Titi con su mejor sonrisa.

-        Llegué el último, pero soy el más querido por padre.- bromeó el Titi, nos pusimos los tres a reír.

-        ¡No, creo que ese es Gabriel! – bromeó Uriel.

-        ¡No te pases!- le dijo el Titi dándole un pequeño empujón en medio de carcajadas.

Uriel se tumbó como si le siguiera la gracias y puso las manos hacia arriba con los palmos hacia nosotros mostrando disculparse, pero estábamos de cachondeo.

 

Capítulo 127:

-        ¿Qué se siente tener hermanos?- pregunté bastante intrigada, se me quedaron mirando intentando encontrar una respuesta.

-        Lo compartes todo con ellos. – respondió Uriel.

-        El champú, las camisas, los juguetes… todo.- bromeó el Titi.

-        Tengo siete años y mis padres creo que no quieren tener más hijos. – confesé.

-        ¿Te gustaría tener un hermano o hermana?- preguntó el Titi.


Dije que si con la cabeza. Pero solo fue la necesidad de sentirme más acompañada. Mi madre era imposible jugar con ella a algo que no acabase enojada o con celos, y mi padre llegaba a casa tan cansado que… le dejaba descansar plácidamente en el sofá tras cenar. Siempre jugaba con Uriel o los ángeles que viniesen a jugar con nosotros en el cuarto o en el salón.

-        Siento que te sientas así, Laia. Pero tus padres no están preparados para ser padres. Contigo ya te dejan bastante de lado, tengo que hacerme cargo de ti, ya lo sabes, y tu otra abuela también ayuda algo.- explicó el Titi.

-        Ya lo sé. Estoy siendo educada prácticamente por ángeles, al menos el 70% del día la paso con ustedes y el resto… con las personas. – dije algo apenada.

-        No estés triste, mi amor. Que pasar tiempo con nosotros es lo más maravilloso que puedes tener. Por lo menos, estás conectada. – me animó Uriel.

-        ¿Solo te importa eso, Dary?- me enojé.

-        Claro que no. Pero nosotros no te haremos ningún daño y lo sabes. – dijo Uriel.

-        No se sienten obligados a atenderme por pena, ¿de acuerdo? En algún lado sabré valerme por mí misma.- dije molesta.

Me levanté de la mesa, y me fui al pasillo.

-        ¿A dónde vas?- dijo el Titi.

No le respondí. Caminé de nuevo al cuarto, agarré el bolso y empecé a armarlo, cuanto antes regresaba a casa, mejor. Detrás de mí, escuché como se cerraba la puerta de la ventana, que desconocía que estuviese abierta. Me asusté y me giré. Pero me quedé muda.

-        ¿Qué haces…?- no pude terminar, porque Gabriel se adelantó a mí y me puso la mano en mis labios para callarme.

-        No quiero que Uriel sepa que estoy aquí. – susurró Gabriel sin dejar de mirarme a los ojos.

Gabriel se alejó de mí para cerrar la puerta de la habitación, seguí armando el bolso.

-        Te quería pedir perdón, por el comportamiento del otro día. No debería haberte dicho que me tenía que ir de ese modo… pero lo cierto es que… lo que te dije es… mejor que sea así… ¿comprendes? – dijo Gabriel estaba apenado pero intentaba no hablar demasiado alto.

-        No entiendo nada. ¿por qué te tienes que ir? ¿He hecho algo malo?- dije.

-        No, no, no eres tú. Solo que no es… el momento. Debo permitirte que vivas y elijas por ti misma lo que quieres en esta vida, y mi presencia contigo solo lo complicaría. – intentó explicarse.

Me quedé mirándole frunciendo el ceño, me senté en la cama.

-        No te entiendo.- dije ya harta de eso.

Gabriel se acercó a mí, se puso de rodillas y sin mirarme a los ojos, me apartó el pelo con las manos, que se quedaron agarrándome de las mejillas.

-        Te voy a prometer una cosa. Cuando sea el momento idóneo, te prometo que volveré a tú lado. Pero ahora tengo que mantener las distancias contigo, debes vivir esta vida, sin que mis alas te afecten, sino elegirás por los dos y no por ti. Elijas lo que elijas, estaré en lo invisible apoyándote y cuidándote en la distancia. – dijo Gabriel, sus ojos se le veían bastante afectados, parecía que no dormía bien últimamente.

Empecé a llorar porque sentía mucho dolor en mi corazón que no entendía muy bien, se me iba un amigo muy querido de mi lado. Primero la abuela, después el Frodo y ahora… ¿Gabriel? ¡Qué año más feo!

-        ¡No llores, mi amor! – susurró Gabriel, me estrechó contra su pecho con fuerza, noté que él también lloraba.


Me aferré a sus brazos que siempre estaban firmes, sus músculos hermosos y fuertes, sus alas estaban algo cabizbajo, no brillaban con tanta intensidad porque estábamos muy tristes, como si el mundo se fuese a terminar. Quisé guardarme ese recuerdo en la retina y en el corazón tanto como fuese posible, pero tras llorar mucho tiempo, me quedé frita en sus hombros, noté como me colocaba en la cama y me acariciaba el pelo, incluso se medio tumbó conmigo. Me dio un beso en la frente y susurró “cuando sople el viento, mis palabras oirás resonar, llamando aquel nombre que olvidarás, en el atardecer y recordarás en el amanecer”.

Desperté a media mañana, cuando el timbre sonó. En la habitación no había nadie, pero escuché los pasos del Titi caminar por el pasillo para abrir la puerta, la voz era la de mi madre que venía a buscarme. Quería levantarme pero no tenía fuerzas, recordaba a Gabriel como si fuese un fantasma demasiado doloroso, sin entender sus motivos, ¿Por qué hacía eso? Sabía que no me lo iba a decir y que nunca me lo diría.

En cuanto encontré las fuerzas suficientes, me levanté, seguí armando el bolso y me fui a la sala, Uriel tampoco estaba conmigo. En la cocina estaba mi madre, buscando como siempre un cenicero y hurgando en la nevera para agarrar un trozo de jamón serrano. Le di un abrazo a mamá.

-        ¿Vamos a casa, mamá?- le dije.

-        En un ratito, ve a jugar al salón.- dijo mi madre.

Me fui al salón, la puerta de la terraza estaba abierta, así que salí a la terraza, me senté en el piso sin querer charlar con nadie, pero enseguida tenía a Uriel a mi izquierda sentado mirándome.

-        ¿Estás bien? – dijo, pero le ignoré.

El domingo de esa semana, mi madre me colocó bien el arnés del auto, porque nos íbamos toda la familia al Prat de Llobregat, porque hacía dos semanas había nacido mi primo segundo por el cual le pusieron el nombre de Joel. Tenía mucha curiosidad de cómo era un bebé, yo al no querer jugar nunca con muñecas, no sabía cómo eran incluso cuando eran de verdad. A mi derecha se sentó el Titi, mi madre iba de copiloto, porque no tenía carnet y mi padre manejaba. Estuve la hora y quince minutos durmiendo en el auto, las curvas siempre me hacen dormir. Desperté alterada cuando ya salíamos de la ronda de dalt de Barcelona, porque tuve una pesadilla, otra más con Gabriel.


No quería estar más tiempo triste así que empecé a jugar con el Titi al calienta manos, hacía poco tiempo que se había viralizado en el colegio y a veces jugábamos. Al llegar al Prat, mi padre le pedía a mi madre que le orientase, pero nos perdimos tanto que incluso el Titi no sabía ni dónde estábamos y él había nacido allí. Pero hasta que no llegamos a San Cosme, el Titi no le gritó a mi padre para que saliese de allí lo antes posible, porque se había metido en el barrio más peligroso de todos.

Mi padre solo sabía ir a casa de la tita Mari y el tito Juan, que vivían en el centro, pero a los demás no, así que el Titi le indicó para ir primero a casa de la tita Trini y luego le dijo que estacionara dónde pudiese, porque el resto sería a pie y más fácil. Habíamos quedado primero a ir a ver a la tita Trini que era la abuela del niño y a partir de allí iríamos todos juntos para el piso de la parejita dando un pequeño paseo.

Finalmente entramos en el portal del piso del primo José y Heidi, el Titi les dijo a los demás qué piso era, mientras que él y yo subíamos por las escaleras, tan solo eran tres pisos, para hacerlo más interesante lo hicimos a la carrera. Obviamente me dejó ganar, por eso entré en el piso riendo y casi sin aliento, la tita Trini también subía por las escaleras, algo que me sorprendió porque ella estaba acostumbrada a vivir en pisos en esta ciudad dónde hay muy pocas casas. Algo que en Manlleu y la comarca dónde vivo llamado Osona, la mayoría de las viviendas son casas y hay pocos bloques de pisos al estilo New York. Los únicos bloques de pisos por normativa no pueden superar los cuatro pisos, al parecer el alcalde de ese tiempo Joaquín, decidió que era más importante conservar las vistas de la naturaleza de las propias Montañas como el Montseny, Cabrera, Bellmunt y el Hangar, que tener que construir un bloque de diez pisos y tapar estas hermosuras por el puro amor al cemento y a las calles con tráfico.

Recuperé el aliento en el recibidor, seguí caminando hasta el salón, dejé el bolso que había decidido llevar ese día encima del sofá blanco y saludé al primo José dándole dos besos en la mejilla, él susurraba.

-        No hablen muy alto, que la Heidi está tratando de dormir al niño.- dijo José.

-        De acuerdo.- dijo mi madre.

-        ¿Dónde está? Hemos venido a conocer a Joel- dijo el Titi susurrando.

-        En el dormitorio, pero vayan de dos en dos.- informó José.

-        Pues vamos primeros.- dijo el Titi, me agarró de la mano y se la enseñó al primo José.

-        Adelante.- dijo el José.

La puerta del dormitorio que estaba al fondo del pequeño pasillo estaba entreabierta, el Titi me hizo un gesto para que llamase yo a la puerta, le obedecí.

-        Adelante.- escuché que decía la prima Heidi.

Estaba muy nerviosa, entré a hurtadillas en la habitación, la prima Heidi estaba sentada al lado derecho de la cama visto desde la puerta, en sus brazos tan pequeñito con un pijamita azul claro y haciendo algunos ruiditos, estaba mi primo segundo Joel. Me acerqué muy lentamente con un sentimiento de paz tan bonito que mi cuerpo recordaba que hacía realmente mucho tiempo que no había vuelto a sentirlo. Joel tenía bastante pelo en la cabecita, algo que en ese momento me parecía algo normal, pero por lo que comentaban los adultos, no era tan normal.

-        Hola… ¡que hermoso es!- susurré, no quería despertarlo.

-        Hola Laia, si ¿has visto? – dijo con una sonrisa la prima Heidi.

Las manitos tan pequeñitas me asombraron bastante, y me pregunté ¿yo también era así de chiquita cuando nací? Se respiraba mucho amor alrededor de Joel, algo que las paredes de ese piso le hacían bastante falta. ¿Qué había pasado desde la boda hasta el nacimiento de su primer hijo? Le miré la cara a la Heidi y vi que tenía ojeras, sentía en el corazón de que algo no iba bien en ella y me preocupé, esa sensación de paz desapareció en cuanto le miré a los ojos a mi prima, ¿qué le estaba pasando?

 

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