domingo, marzo 20, 2022

El Espejo De Mí Vida - Capítulo 129 [2T]

 

Joel hizo uno de esos ruiditos que hacen los bebés recién nacidos, cuando los dos ángeles desaparecieron a través de la ventana que estaba cerrada, me quedé un buen rato observándole los símbolos en la cara, entonces llamaron a la puerta, la abrí era Uriel y le dejé entrar.

-        ¿Por qué me has cerrado la puerta en las narices? – decía Uriel quejándose.

-        Han venido los ángeles de la Bendición, mira la cara del bebé. ¡Es maravilloso! ¿Yo también tenía eso en la cara cuando vinieron? Me acuerdo de ellos.- le dije.

Uriel se acercó al cochesito y le vio la cara, su actitud cambió, comprendió que era un momento muy especial.

-        ¿Les has dicho algo? – me preguntó curioso.

Dije que no con la cabeza.

-        Bien. Si, tú también tenías eso en la cara, no se lo saques, sale solo. – dijo Uriel.

-        ¿Y si viene la Heidi y pregunta?- le dije.

-        Tranquila, ella está desconectada, no verá nada. Ni su padre ni nadie de tú familia. Solo serán un par de días, luego el polvo penetra en la piel y desaparece. – comentó Uriel.

Regresamos con los demás, la tita Trini me pilló saliendo del cuarto, se me quedó mirando pero antes de que le dijera nada, se escuchaba a Joel que lloraba, así que llamé al primo José y se fue a verlo. Después la tita Trini me invitó a acompañarla en la cocina, así que le acepté.

-        ¿Quieres un vaso de leche, cariño?- dijo a tita, siempre me llama cariño como mi madre, me encanta.

-        ¿Tienes colacao?- le pregunté.

-        Si, cariño.- dijo mientras que rebuscaba en los estantes de arriba de la cocina, sacó el colacao, una cucharita.- ¿Cómo quieres la leche calentita, natural o fría?- se me quedó mirando con la puerta de la estantería a medio abrir.

-        Fría mejor, gracias.- le dije.

Cerró la puerta de la estantería y caminó hacia la nevera, agarró la leche tenía de dos tipos, me mostró cual quería si entera o desnatada, le señalé la entera que es la que tomaba siempre. Ella empezó a prepararme el vaso con colacao, me acerqué a ella y le paré las manos, se me quedó mirando.

-        ¿Lo puedo hacer yo? Es que me gusta de una forma un poco especial, siempre me lo hago yo en casa.- le pedí.

-        Si, si, claro. Sírvete tú misma, guapa.- respondió ella tan dulce como siempre es.


Primero eché tres cucharadas de colacao en polvo, después eché muy poca leche y lo mezclé un poco, cuando se quitaron los grumos, puse más leche sin dejar de mezclar. Cuando terminé empecé a mirar por encima del mármol y le miré.

-        ¿Y el azúcar?- pregunté.

Volvió a los estantes y sacó un bote con azúcar, me sacó otra cucharita y me la ofreció, lo agarré y le eché tres cucharitas de azúcar, con la cuchara que estaba mezclando lo probé por si le faltaba algo.

-        ¡Buenísima! Gracias.- le di un abrazo, agarré el vaso y me fui con los demás en el comedor a seguir escuchando a los adultos hablar de sus cosas.

Durante ese verano mis padres habían decidido mejor no apuntarme a ningún casal de verano, así que pasé todas los días laborables con mi abuela, desde las nueve de la mañana hasta las seis o siete de la tarde. Le había exigido a mi abuela que me esperase para desayunar juntitas, porque en casa no comía nada, en realidad había decidido decirle a mi padre que me comprase un actimel para tomar antes de ir a los lugares por la mañana y eso lo quería hacer a partir del próximo curso, porque esperar hasta las doce para la hora del patio, se me hacía un poco difícil. Mi padre le parecía buena idea y dijo que en cuanto regresase en septiembre a clase, tomaríamos esta nueva medida.

Pasar los veranos con mi abuela era lo mejor del mundo, desayunábamos juntas, luego le ayudaba a hacer su cama, después ella se ponía la ropa de la calle mientras yo recogía la mesa de la cocina, nos íbamos a comprar todo lo que hiciera falta para la comida. Un día a la semana que siempre era el viernes, íbamos a la cooperativa a hacer la compra más amplia que estaba en la plaza Fra Bernadí, por los cuales mi abuela era socia nº57. Excepto el lunes, salíamos a comprar a las diez de la mañana, el lunes tocaba bajar al garaje a lavar la ropa, ella siempre le daba un repaso a mano antes de meterlo en el lavarropas.

Mientras que ella hacía eso, si no tenía que ayudarla podía jugar a algo, a saltar a la comba, hacer cosas con una pelota muy antigua dónde mis primos ya mayores jugaban cuando eran chiquitines, ya no botaba y en vez de ser blanca con puntos negros, era gris con puntos oscuros. Pero iba de maravilla, así que jugaba, pero lo mejor que me gustaba hacer mientras esperaba a que terminase, era hablar con ella sobre cosas de la vida, con ella se podía hablar y reflexionar sobre cualquier cosa, incluso me explicaba su infancia y el momento en que conoció al abuelo.

-        ¿Abuela, fuiste al colegio?- le pregunté.

-        Sí, claro. Aunque ahora todo ha cambiado mucho, fui a la Salle desde los seis años hasta los trece, porque yo por ser mujer, no podía seguir estudiando, además que en mi casa cuando cumplí catorce años mi padre murió y tuve que ir a trabajar a la fábrica. – explicó la iaia Filo.

-        ¿Trabajar tan pronto?- me impactó su historia.

-        Antes se hacía así, porque no teníamos dinero para vivir cómodamente, muchas veces y tras la guerra civil, no teníamos para comer. Entré a trabajar a la fábrica del cordón eléctrico de este pueblo, y terminé cuando me quedé embarazada de tu tío Joaquín.- explicó.

-        ¿De qué murió tu padre?- le pregunté.

-        Se hirió.- esa era la forma que tenían los ancianos de decir que tuvo un Ictus y no lo superó.

Imagínense en el año 1940, después de la guerra civil española que empezó en 1936 y terminó en el año 1939. En plena postguerra, porque España estaba muy pobre (por eso no participó ni en la primera ni la segunda guerra mundial), mi abuela siendo la mayor de tres hijos, tenía que ir a trabajar y llevar el jornal a casa, su madre la Iaia Roser trabajaba y cuidaba de sus dos hijos pequeños que además eran mellizos de 11 años. Y todo esto antes de la gran inundación que dejó medio pueblo de Manlleu bajo el agua, porque el río empezó a subir su caudal de tal forma que acabó engullendo casas de hasta cuatro plantas, incluida la casa donde vivían su madre, sus dos hermanos y ella.

-        ¿Cómo has podido salir adelante, iaia?- le pregunté toda asombrada, en ese momento mi abuela parecía mejor que todos los super héroes de Marvel juntos, sin poderes pero más resistente que ellos juntos.

-        Teniendo mucha fe en lo que uno quiere de verdad, a mi de pequeña me gustaba mucho leer libros que te permitían viajar a otros países del mundo, era lo único que me ayudaba a poder soñar en que algún día lo haría posible. – dijo ella tan hermosa como era.

-        Y así lo has hecho, porque hace una semana estabas… ¿dónde?- le pregunté.

-        En los Estados Unidos.- contestó.

Se había pasado dos semanas viajando a algunos Estados de América, sobretodo estuvo en Nueva York dónde pudo visitar las torres gemelas, incluso se tomó una foto con su amiga Emilia que le acompañó en el viaje.

-        Siempre he querido conocer el mundo, seguirá viajando hasta que el cuerpo me diga que ya no pueda. Cuando seas más mayor, incluso te invitaré para que vengas conmigo, ¿te gustaría?- me preguntó.

-        Si, si, claro iaia. ¡Cuenta conmigo!- le dije toda feliz.

Pasar tiempo con ella era lo mejor del día y del verano, habíamos creado un vínculo tan bonito, dónde yo le podía contar mis cosas y ella sus cosas, incluso conocía a sus amigas. Cuando tocaba ir a comprar, no había día en que se cruzase alguna amiga y se pusiera a charlar un buen rato con ella, que en vez de aburrirme, entraba en la conversación y me divertía mucho, porque aprendía cosas muy interesantes de las personas mayores. Le ayudaba con las bolsas, para que no fuese tan cargada, a mesura que ella perdía fuerza yo lo ganaba, no me importaba llevar más peso, sabía que los entrenamientos para entrar a la guardia servían para ayudar a las personas con este problema.

Durante la hora de la comida, le ayudaba a cocinar, así aprendí cómo era cocinar, ya que mi madre no me permitía estar nunca en la cocina cuando se estaba cocinando, siempre tenía que esperar en la salita. Aprendí a cocinar lentejas, judías verdes, pasta y muchas cosas, incluso su especialidad cabezas de cordero al horno. En ese tiempo comía carne y las mollejas, sesos de cerdo y cosas así extrañas de los animales, solían ser mis partes favoritas, incluso comía el hígado del conejo, de hecho a mi abuela también le gustaba mucho. En mí época con la carne, era muy carnívora era como si mi cuerpo supiera que tenía una cuenta atrás, y que pronto tendría que dejarlo para poder así realizar mi misión de vida y pasarme exclusivamente al pescado.


El tiet Josep venía a almorzar como de costumbre, mientras que mi abuela terminaba ciertas cosas de la comida, aprovechando que ya habíamos puesto la mesa con mí tio, nos poníamos a hacer esos dibujos abstractos y a hablar un poco sobre el universo.

-        Anoche estuve de visita por los campos y hablé un ratito con Ashtar y su llama gemela Roxanne.- empezó a explicarme.

-        ¿Cómo andan? Hace meses que no los veo.- le dije.

-        Venían de Dreyfus, habían tenido varias reuniones y me dieron ciertas noticias que quizás a ti te interesen.- comentó.

La abuela me llamó para que fuera a la cocina porque me tenía que decir algo importante, así que no le pude decir que se esperase, me fui a la cocina y pocos minutos después regresé, le dije a mi tio que fuera a la mesa, él se levantó y mientras que se iba a la mesa…

-        Resulta que van a empezar pronto con el repoblamiento de Marsian, tras la guerra de Orión el planeta ha quedado totalmente abandonado y ahora resulta que es estable y están pensando en regresar a los supervivientes e intentar repoblar de nuevo.- informó el tiet Josep.

-        ¿En serio? ¡Qué bueno! Marte necesita volver a tener vida, está demasiado débil, su fuerza energética ha perdido cinco grados en los últimos dos años, en Agartha están muy preocupados.- le dije.

-        Si, lo sé. También lo estuvieron comentando, incluso tienen miedo de que al final Marte no pueda iniciar el proceso de ascensión cuando sea el momento.- respondió el tiet Josep.

-        Yo creo que sí que podrán, los Marsians son bastante ingenieros ya encontrarán la forma de devolverle la energía al planeta.- dije.

Nos pusimos a reír, pero nos callamos cuando vino la abuela con la olla para servirnos la sopa de letras que había hecho como de primer plato. Delante de mi abuela, la conversación cambió a temas más terrenales de este planeta. 

Recomendación: Something in the way (the batman) - Alala.

HR.

HERO&Corporation.


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