lunes, marzo 28, 2022

El Espejo De Mí Vida - Capítulo 130 [2T]

 

Después de almorzar, con el Tiet Josep nos pusimos a recoger la mesa y luego a jugar a algún juego.

-        ¿Qué te apetece jugar?- pregunto Josep.

-        No sé… voy a ver el armario de los juegos.- le dije mientras me levantaba, cruzaba la zona del sofá y regresaba al comedor, uno de los estantes de abajo del fondo a la izquierda, justo al lado de las ventanas del mirador, estaba el armario de los juegos.

En cuanto lo abrí, me sorprendió que estuviera tan ordenado, sabía que mi abuela se había puesto a ordenarlo, porque yo no lo ponía igual. Lo primero que vi fue lo que me llamó la atención, el juego de la oca, pero recordé que al tiet Josep no le entusiasmaban juegos sencillos, así que seguí buscando, hasta que encontré en el fondo una tabla de ajedrez, lo agarré y lo llevé a la mesita del sofá.

-        ¿Sabes jugar a esto?- le pregunté.

-        Si, ¿y tú?- me preguntó el tiet Josep.

Me senté en el taburete y abrí la caja con las figuras.

-        ¿Blancas o negras?- le pregunté.

-        Esto se elige diferente, primero colocamos las piezas en su lugar, te sigo.- dijo Josep.

-        Ok.- dije y empecé a colocar todas las piezas en su lugar sin que él me dijera nada, se sorprendió.

-        ¿jugaste alguna vez?- me preguntó.

-        Solo al estilo universal.- respondí, pero proseguí.- Ashtar me enseñó esa versión, sé que no es la única, ¿con cuál quieres jugar?- le pregunté.

-        La primera a la universal, la siguiente al estilo de este planeta, ¿ok?- me sugirió.

Acepté. El tiet Josep agarró una pieza de cada color y se los escondió detrás de la espalda, luego me ofreció las dos manos y elegí la derecha, salieron blancas. Pero como jugábamos al estilo universal, antes de empezar la partida, empezaba lo más interesante.

-        TREGUA.- dijo Josep.

-        Alfil y torre.- dije.

Nos intercambiamos el Alfil y la Torre, y luego empezamos a jugar, blancas salían primero.

-        GUARDIÁN DE LA ORDEN DEL FUEGO.- dije mientras sacaba un peón en doble.

El hecho de decir de qué orden eras, en el universal es como una batalla universal, dónde tienes que ubicarte en el tiempo y el espacio para saber cuáles son los límites. Al decir fuego, el tiet Josep tenía que ser ATACANTE y yo defendía una fortaleza importante.


El resto de las piezas hacían lo mismo que si juegas al estilo de la tierra, solo que los reyes eran como cuidadores de un planeta o un complejo de planetas. Pero era muy divertido, cuando ya sacabas el caballo y la reina a jugar, allí existía una norma en que podías atacar a la reina intentando engañarle, este era el juego del atacante, intentaba engañarte con las tácticas y luego te hacía como unos pactos que tú podías aceptar o no. Por ejemplo, cuando mi reina estaba indefensa y lo estaba amenazando el caballo del ATACANTE, se ponían firmes uno al otro.

-        PACTO, si me dejas entrar, te daré todas mis joyas preciosas y a cambio tú me dejas poder comercializar instruyendo a más peones.- propuso el tiet Josep.

-        DENEGADO.- dije.

El caballo tenía que retirarse por unas tácticas y volver a probarlo más tarde. Entonces llegó el ataque del alfil, no fui muy humilde en ese momento, porque acabé dando jaque al rey.

-        ¿Dónde has aprendido a jugar tan bien?- dijo el Tiet Josep.

-        Hay una clase en IÓN de tácticas defensivas, que es extra a los entrenamientos. De momento ando aprendiendo, dice el Maestro Saint Germain que esto me servirá para mi destino.- le respondí.

-        ¡Eres muy buena! Es la primera vez que no me tengo que dejar ganar.- comentó.

-        ¿Cómo? ¿te dejas ganar?- dije arrugando la frente, me enojó eso.

El Tiet Josep dijo que si con la cabeza, no me gustó, así que empecé a recoger las figuras de mala manera poniéndolas de nuevo en la caja.

-        No te enojes, no soy el único.- confesó.

Mi mirada fue fulminante, y yo que pensaba que era buena jugando a la Oca, parchís, dominó, a las cartas, a las parejas… y resultó que solo era un timo.

-        ¿Por qué hacen eso?- le dije sin querer alcé el tono.

Josep se quedó un rato mirándome encogiéndose de hombros intentando buscar una explicación.

-        ¡Dímelo!- le exigí.

-        A los niños se les hace esto, para que no lloren de tristeza.- respondió el tiet Josep intentando ser sincero y amable.

-        ¡No me lo hagas nunca más! ¿ok? Yo quiero ganar por haber hecho bien las cosas, no me gusta que me mientan.- le dije.

-        Si, si, tranquila. No lo volveré a hacer, pero esta partida la has ganado tú, ¿eh?- dijo, al mismo tiempo que me ayudó a recoger.

La partida de ajedrez nos ocupó todo el tiempo que teníamos para jugar, entonces el tiet Josep se despidió de nosotras y se fue a hacer su vuelta de la tarde rutinaria desde que se jubiló. Me quedé a solas con la abuela, ella al terminar de lavar los platos vino a sentarse al sofá para ver juntas un programa de televisión que se había enganchado desde que se inició en el 1998 llamado Saber y Ganar, presentado por el presentador Jordi Hurtado (le apodan cariñosamente en España, el inmortal porque este programa sigue aún en antena y mientras que sus colaboradores van envejeciendo, él está igual y no es un robot, o eso cree la gente… hay teorías conspirativas sobre ello).

Mi madre y el Titi también estaban enganchados a ese concurso, incluso algún día el Titi le invitaba a mi madre a que se apuntara a irse de concursante porque se sabía casi todas las respuestas a las preguntas. Es un concurso de inteligencia, es decir hacen preguntas sobre cualquier tema que sea culto y cultural, por ejemplo de ciencias, letras… no está mal, lo que pasa que ya me cansaba verlo todos los días laborables justo después de almorzar. Normalmente en hora electiva me lo perdía, porque a las 3pm tenía que estar en el colegio, y este concurso empezaba quince minutos después, pero en vacaciones y si estaba con mi abuela, tenía que tragármelo. Aunque aprendía cosas interesantes.

Un día con mi abuela, decidimos participar en una prueba que hacían antes de buscar la definición de alguna palabra en la enciclopedia (en esos tiempos que aún no había internet en las casas ni en los colegios). Así que nos poníamos en la mesa del comedor, esperando las palabras que teníamos que encontrar antes de que se terminara el tiempo, con la enciclopedia que se había comprado la abuela cuando mis primos tenían cinco y ocho años. Pero nosotros lo hacíamos más difícil, anotábamos un resumen de la definición que teníamos que buscar, en ese tiempo escribía a mano todavía con letra de redondilla y me costaba un poco llegar a la hora pero era muy divertido el juego.


Al terminar el concurso, mi abuela se iba al cuartito a cambiarse de ropa, mientras que yo esperaba mirando por la ventana del comedor, si venía la Pepeta, ya que quedábamos con ella para ir a caminar por la naturaleza y así desaparecer un ratito de la ciudad. A las cuatro menos un minuto, la Pepeta salía de su casa, cerraba con llave la puerta, cruzaba la calle por dónde no debía y a las cuatro en punto llamaba al timbre. En ese momento yo respondía y le decía “ya vamos”. La abuela bajaba primero, yo detrás, echaba la llave y le seguía. Una vez abajo, mi abuela entraba en el garaje, mientras que yo le abría la puerta a la Pepeta y le invitábamos a entrar un momento en el antiguo despacho de mi abuelo en el garaje.

Después de revisar unas cosas que tenía que hacer mi abuela en el garaje, nos íbamos a la calle las tres, ella cerraba la puerta con llave y así empezaba nuestra caminata. Ese día iríamos a merendar en la Ermita de Lourdes, que estaba en lo alto de un cerro lejos de Manlleu. Así que nos pusimos a caminar, yo me quedaba en medio de las dos, dándoles las manos, mientras que escuchaba las conversaciones típicas de abuelas, aunque ni la Pepeta ni mi abuela eran cotillas, hablaban de viajes que organizaba la Adela para el próximo mes, porque había alguno que les interesaba ir un crucero por los Fiordos pero ese sería en Octubre.

De pequeña amaba caminar por los caminos de tierra haciendo quilómetros y quilómetros a pie, como si realmente el mundo fuese tan grande como lo pintaban los antiguos Unos. A pesar de que no sabía quiénes eran, sentía en mi corazón que en algún momento me habría cruzado con Atila pero en vez de ser del lado del rival, era del lado amigable. Así que recordaba pocas cosas sobre él y mientras que caminaba por el primer trozo hasta San Jaume, tuve un recuerdo de un solo momento.

Era de noche y hacía bastante frío, los ropajes que llevaba eran de origen asiático pero por ser una mujer, llevaba ropa de hombre para refugiarme. Estaba sentada encima de unas rocas delante del fuego, con nosotros, también había más hombres del clan. A mi izquierda se sentó el gran Atila, tenía unos ojos color café y su cara siempre estaba o triste o enojado. A mi derecha, podía sentir la presencia de alguien origen del camino de la Seda (por allí dónde ahora está la actual Afganistán). Pero esos sentimientos no era porque había un desconocido entre los hombres del clan, sino que sentía la misma energía que solía sentir cuando estaba cerca el Chico de Ojos Verdes. No le podía ver bien la cara, pero sentía sus brazos abrazados a mi cintura con fuerza, por debajo del manto que me había puesto por el frío que hacía.

Por alguna extraña razón, el Chico estaba libre y era aceptado en el clan, algo totalmente inusual, el gran Atila no solía tener amistades fuera del clan, le habían traicionado demasiadas veces como para confiar en los demás fuera de su propia familia. Pero al Chico lo tenía como alguien importante que en ese momento no sabía definir porqué.

Regresé al presente algo mareado, debido a que notaba las dos temperaturas aún muy cerca, por un lado tenía frío y la piel se me había puesto de gallina, y por otro lado, el calor que hacía en Julio a las 4:30 de la tarde, tumbaba a cualquiera.

-        ¿No les gustaría ir a China de viaje?- les pregunté.

Se quedaron las dos abuelas mirándose en silencio, luego me miraron a mi.

-        ¿Por qué iríamos tan lejos?- preguntó la Pepeta.

-        Siempre viajan o por el continente o por america, pero nunca han ido a ásia.- respondí.

-        Por qué está muy lejos, Laia.- dijo mi abuela.

-        ¿Qué más da, si ya has estado en Nueva York?- le dije.

-        Creo que la Adela no va allí.- dijo la Pepeta.

Una de las normas que seguían al pie de la letra, es que solo viajaban si la Adela organizaba el viaje, ya que trabajaba en su propia agencia de viajes llamado Viatges Osona

Recomendación: 800 metros - documental Netflix del 17 de Agosto del 2017. 

HR.

HERO&Corporation.

 

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