Cuando fue el turno de la siguiente pareja, regresé al salón, para quedarme hipnotizada completamente con el acuario grandioso que había separado el sofá de la mesa de comedor. Noté a Uriel a mi derecha viendo el acuario pero no con las mismas intenciones que yo tenía.
- Si sigues mirando así el acuario convertirás el agua en hielo, mi amor. – comentó Uriel.
- ¿No tienes ningún chiste malo por contarle a los demás ángeles?- le susurré molesta.
- Si, pero… ¿por qué no me cuentas qué te pasa? – preguntó Uriel.
No le devolví ninguna respuesta, de fondo escuchaba a los demás adultos que seguían conversando, la mayoría en la terraza aprovechando para fumar.
- Algo no anda bien…- susurré.
Uriel me miró y yo a él, entonces me giré y me fui hasta la puerta de la habitación de matrimonio, escuchaba susurros, sabía que José estaba hablando con Heidi, mientras que Joel estaba tumbado en su cunita al lado de la cama. Parecían enojados, la Heidi no quería salir y José le exigía hacerlo. Entonces sin querer, puso la mano en la pared y empecé a escuchar una música que provenía del salón, la tele estaba prendida, algo que no me había fijado, volví al salón y vi a la Heidi embarazada.
- ¿Qué es esto?- dije.
- ¿Has hecho alguna pregunta a la casa? – preguntó Uriel.
- ¿Cómo?- pregunté arrugando la frente.
La puerta de la terraza estaba cerrada, eran las doce de la noche, los relojes marcaban en punto en el salón.
- ¿Lo has hecho o no? – exigió Uriel.
- Solo me he preguntado ¿qué les ha pasado? Y ha empezado esto, ¿dónde está el niño?- dije preocupada.- ¿Cómo ha llegado ella hasta allí si estaban detrás de la puerta?- seguí haciendo preguntas, pero Uriel me agarró con sus manos mis mejillas.
- Tranquila, tranquila mi amor, respira profundamente, y te lo cuento todo, pero primero respira profundamente tres veces. – exigió.
Respiré profundamente una vez, él también lo hacía y en cuanto llegué a la tercera respiración me había calmado.
- No te asustes, ¿vale? Lo que estamos viendo son los recuerdos de las paredes de este piso, hemos retrocedido un par de meses en el tiempo. Todo está bien, solo que debes tener en cuenta una cosa. – dio una pausa le dije que si con la cabeza y prosiguió.- No vas a poder hablar con ellos, son como fantasmas, no podrás modificar nada, ¿de acuerdo? – dijo Uriel.
- Ok.- dije.
Retrocedimos tres meses antes del nacimiento, la Heidi estaba en la casa ya de baja por maternidad, el reloj iba bastante rápido, entonces a la tarde de ese mismo día el José llegaba de trabajar, tras pegarse una ducha, empezaron a hablar hasta que se alteraron por algo que estaban conversando. El tiempo siguió avanzando tan rápido que había pasado dos semanas, y volvían a pelearse y así consecutivamente hasta el momento actual dónde nos encontrábamos.
Miré a Uriel, nos miramos en silencio cuando mi madre entró al salón tras fumar para ir a ver al niño. Finalmente me quise sentar en el sofá intentando analizar lo que habíamos visto. Sentía dentro de mí un sentimiento muy feo, por el cual no era amor lo que sentían ellos dos, era cariño, algo que se confunde mucho, en la boda estaban enamorados pero la monotonía les duró poco el amor de verdad. Ellos ya no sentían el mismo amor que yo sentía al estar con el Chico de ojos verdes, ese sentimiento que te deja sin respiración, dónde notas como el corazón te golpea en el pecho con tanta intensidad que piensas que te vas a morir viendo y estando con la persona que más amas. Ellos no eran así, porque nunca habían sido así.
- Entonces, ¿porqué han tenido un bebé si no sientan amor?- le pregunté a Uriel.
- Las personas cuando confunden los sentimientos, a veces hay muchas parejas que prefieren quedarse con alguien que estar solas para esperar a encontrar a alguien que realmente amen. – comentó Uriel.
Seguía sin entenderlo, el fruto de un bebé se hace con amor y ellos no estaban en la misma sintonía, sabía que habían cometido un error gravísimo que sin saberlo muchas personas cometen. La respuesta de Uriel, me dejó claro que es algo que pasa bastante y que esa debe ser una de las causas porque al final esas parejas acaban a hostias por la custodia de los hijos o por el cepillo de dientes.
- Enamorarse y sentirse amado son dos conceptos totalmente distintos y las personas lo confunden. – añadió Uriel.
- No lo entiendo, ¿cuál es su diferencia, Dary?- le pregunté.
- Enamorarse es relativamente fácil, te puedes enamorar de alguien solo porque te muestra algo de ti que no ves, algo que está dentro de ti pero no lo sueles ver, por ejemplo te puedes enamorar de un vestido, de un gatito por su carita bonita o simplemente de una persona que tiene una personalidad que te gusta y que en realidad, tanto el vestido, como el gatito o la persona, son sentimientos y aspectos de ti mismo que no los ves porque están en tú corazón, pero cuando los ves a fuera a través de tus ojos, luego las reconoces. Pero esto solo es temporal, cuando has aprendido esto, ya no te parece tan interesante y cambias de tema. Ya no sientes lo mismo por esa persona, ni por el gatito porque ya está viejo o por ese vestido que solo fue por una temporada. Por eso, lo dejas. – comentó Uriel.
Mis primos les había pasado eso, se habían enamorado y ya no sentían lo mismo tras la boda y el primer hijo.
- En cambio cuando una AMA, el tiempo no te hace sentirte cansado de estar con el gatito, ni con el vestido ni mucho menos con esa persona. Cuando uno ama a otra persona, la acepta tal y como es, reconoce todos los aspectos, defectos y valores del otro y as ve dentro de él mismo, pero aún y así, no sería capaz de dejarlo, porque sabe que el otro es su Complemento Perfecto. Aquí es cuando se reúnen la mayoría de las llamas gemelas, son parejas que no cambian nada del otro por fuerza mayor, sino que las aceptan y están allí junto al otro a pesar de estar tiempos sin que sean pareja, siguen viéndose aprendiendo del otro y de uno mismo, pero siempre están. – terminó de comentar Uriel.
- ¿O sea que el Chico y yo somos llamas gemelas, por eso nos “amamos”?- pregunté.
Uriel mostró su sonrisa más dulce, me miró con sus ojos verdes, me agarró la mano.
- Los adultos te dirían que eres demasiado pequeña para sentir amor y amar a alguien, pero yo te he visto con el Chico en todas tus vidas, desde que decidiste venir a este planeta, y puedo confirmar que aunque ahora no lo sientas igual, tú espíritu, alma y cuerpo, AMA al Chico de Ojos Verdes. Se han encontrado en más de ochenta veces y siempre han terminado amándose, tanto siendo pareja oficial y acabar casándose tanto si eran hermanos o mejores amigos. En algunas ocasiones, fueron incluso amantes. Este amor que sienten ustedes dos, en nuestra dimensión no hay día en que ningún ser de luz no saque el tema, nos inspiran a seguir adelante con el plan de Dios. – confesó el arcángel Uriel.
Literalmente me quedé sin palabras, ¿yo y el Chico les inspiramos a los seres de luz sobre el amor entre llamas gemelas?
- ¿Somos vuestro referente?- se me escapó.
- El mío y el de todos los seres de luz que vivan en cualquier dimensión de este planeta, mi amor. – dijo mientras se reía Uriel.
- ¿Por qué?- dije.
- Ustedes dos fueron los primeros en que mostraron al universo que los humanos también pueden amarse. – dijo Uriel.
Nos interrumpió mi madre, que me invitó a ver a Joel otra vez, no le dije que no y me fui con ella, luego salí a la terraza y escuché las conversaciones de los adultos que me parecían muy interesantes, luego nos fuimos del piso todos juntos y nos fuimos a almorzar en casa de la tita Trini, dónde vinieron más familiares a entregarles sus regalos de bienvenida al nuevo miembro de la familia.
La Heidi y el José, dejaron a Joel en el cochesito en una de las habitaciones del departamento para que pudiese dormir tras tomarse su biberón con leche materna que Heidi se había sacado de sus pechos. Fue la primera vez que supe que las madres de este tiempo no les dan algunas la teta directamente, que le dan el alimento al bebé a través de un biberón. De repente, mientras que estábamos en el salón de cháchara y ya habíamos almorzado, vi dos ángeles con una túnica blanca hasta las rodillas, que entraron por la ventana de la cocina, y caminaron por el pasillo dirección a las habitaciones.
- ¡Venga vamos que no llegamos, eh! – decía uno de los ángeles, los dos eran rubios con el pelo cortito y algo ondulado.
- ¿Dónde está el bebé? – preguntaba el otro que sacaba de su saco un pergamino y se puso a leer.
- Lo han dejado en el cuarto, ¡vamos! – decía el primer ángel.
- Se llama… se llama… Joel – dijo el del pergamino.
- ¡De acuerdo, vamos!- exigió el primer ángel.
Me levanté de la mesa pidiendo dónde estaba el baño, me dirigí con Uriel hacia el pasillo, pero no fuimos al baño, seguimos a los dos ángeles, que llegaron a la habitación del fondo del pasillo, dejaron la puerta entreabierta, así que yo me acerqué y le mandé a callar a Uriel. Entonces, entré y los ángeles se me quedaron mirando un momento.
- ¡Ay, que es una niña! ¿Y si nos ve? – decía el ángel del pergamino.
- ¡Bobadas, ya debe tener ocho años, seguro que viene a ver al niño! – decía el otro.
- ¿Qué hacemos?- le preguntaba el otro ángel.
- ¡Seguir trabajando que aún nos queda una larga lista de bendiciones por hacer hoy!- dijo el otro que parecía tener mucha prisa.
Los reconocí enseguida porque quién llevaba el pergamino, lo recordé cuando yo tan solo tenía una semana de vida, eran los ángeles de la Bendición. Aquellos que vienen a los recién nacidos a darles la bendición para que Dios los reconozca que han reencarnado. Entonces, cerré la puerta en las narices a Uriel, sabía que si le dejaba entrar sabía que los podría ver y quizás no harían su trabajo, me acerqué al niño y actúe como si en realidad no les estuviese viendo, ni mucho menos escuchando. Pero quería estar en una bendición sin ser la bendecida.
Joel en ese instante abrió los ojos y pensaba que iba a llorar, pero no se quedó tranquilo, tan en paz, supongo que notaba la presencia de estos dos ángeles, uno de ellos quién no llevaba el pergamino agarró del saco una especie de cápsula de metal con gravados muy antiguos como si fuese medieval, lo destapó dentro había un polvo dorado, untó el dedo índice y el del corazón y le marcó en la frente de Joel un punto.
- ¿Qué número de encarnación es? – le preguntó a su compañero mientras que con el dedo meñique se untaba la yema del dedo de nuevo en la cápsula.
- Encarnación número 21. – respondió el otro ángel.
Por la altura de la papada y el cuello, le pintó un símbolo con el mismo polvito de oro.
- Des del norte hasta el sur, tus manos, lágrimas, latidos y respiraciones son y serán vestigios de todos los caminos que has hecho, haces y harás, en esta nueva vida que la gran fuente de creación te están otorgando. En el norte Dios te guiará y en el Sur el latido te susurrará el destino que has venido a acometer. – dijeron los dos ángeles al mismo tiempo.
Los dibujos con ese polvito empezaron a brillar con mucha intensidad al igual que todo el cuerpo de mi primo, fue mágico parecía que podía ver su aura brillar en dorado tan bonito.
- Nuestro Padre Dios y gobernador de esta universo, te bendice a través de nuestras manos, todos los senderos de esta nueva encarnación. – dijeron los dos ángeles y todo terminó.
Recomendación: Documental del 11M - Netflix.
HR.
HERO&Corporation.
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