viernes, julio 30, 2021

El Espejo De Mí Vida - Capítulo 97

 

Mi hija no tenía mucho tiempo de vida, parecía que hubiese parido hacía semanas, me miré un poco y aún tenía la barriga de embarazada y me dolía un poco. Me emocioné.

-        Espera, no llores ahora. Tengo otra buena noticia.- dijo Uriel mientras me secaba las lágrimas con las yemas de los dedos.

-        ¿Qué pasa?- le dije.

-        Tu esposo ya ha llegado de la guerra, y quiere verte en el salón de inmediato.- respondió Uriel contento.

Se me aceleró el corazón sin explicación, empecé a dar pequeños saltitos para calmar a mi hija porque seguía llorando, vi que se calmaba.

-        Dile que tardaré unos minutos. Tauriel tiene que dormirse.- le dije.

De hecho se lo dijo mi yo de esa vida, yo no tenía ni idea de que mi hija se llamase así. ¡Qué nombre tan bonito! Pero cuando quería saber más… regresé a mi vida actual.


Cuando sonó el timbre de la hora del patio, me quedé totalmente desconcertada, como si el tiempo se hubiese acelerado, pues la materia en la que nos encontrábamos ya era plástica, miré el dibujo que había hecho y me quedé un rato descifrando qué carajo había dibujado… un bebé en brazos de una niña. Me había dibujado a mí misma en esa vida.

-        Dary, ¿qué teníamos que dibujar?- le pregunté curiosa.

-        ¿Qué te gustaría ser de mayor? – respondió Uriel.

Volví a ver el dibujo, en él estaba también el pequeño estanque con una palmera, las bóvedas blancas y azules que entraban a los aposentos, y yo allí delante del estanque junto a un bebé en mis brazos, y detrás de la palmera el Chico de Ojos Verdes, pero en una sombra. La identidad de este Chico aún era todo un misterio, empezaba a pensar que quizás me lo había inventado, pero tras recordar algunas vidas juntas, se me pasaba y confié en el tiempo en que prontito sabría su nombre. Pero a quién quería engañar, si este juego me estaba apasionando, conociéndonos lentamente, como si fuésemos espías a través de algunas señales divinas, señales que nadie más puede identificar, como por ejemplo el número 23 que se me repetía muchísimo.

Me puse a llorar en silencio al recordar al Chico. Me agaché para agarrar el desayuno e irnos Uriel y yo al patio, fui la última en salir de clase. Uriel me pasó uno de sus brazos por encima de los hombros, notaba su apoyo, mientras que nos íbamos a las escaleras, en ese momento escuché un estruendo que me escapó de todos los pensamientos, y empecé a buscar de dónde venía mirando por las ventanas del pasillo.

-        ¿Qué están haciendo?- dije casi gritando, antes de que me contestara Uriel me puse a correr directamente a las escaleras de color negro, Uriel iba detrás de mí, le costaba alcanzarme.

-        ¡Espera, mi amor! – gritaba Uriel pero no le hacía ni puto caso.

En el patio seguí corriendo cruzando el patio sin mirar nada, sin esquivar pelotas ni nada, tan solo tenía los ojos fijados en la sorrera, pues allí en cuanto llegué vi a dos hombres de cincuenta años, que estaban con una motosierra cortando el tobogán y los hierros del parque. Alrededor de la sorrera había muchos niños, llorando mirando cómo se llevaban, lo que tanta diversión les había dado. Se me rompió el corazón a mí también y lloré.

Noté de nuevo el brazo encima de mis hombros de Uriel, se puso detrás de mí, notaba su respiración agitada intentando tranquilizarse. La Dolores, la profesora de P3 vino a rescatarnos para que fuésemos a otro lugar del patio, pero yo me acerqué a ella.

-        ¿Por qué lo están cortando?- le pregunté algo enojada.

-        Lo sacan porque ya no pueden jugar más allí.- dijo la Dolores.

-        ¿No podrán de nuevo algo?- pregunté.

-        ¡No, y no preguntes más!- dijo la Dolores.

-        ¿Por qué?- dije sin escucharla.

-        ¡Se acabó, estás castigada!- me agarró del brazo y me fue arrastrando hasta las jardineras, al otro lado del patio, la Dolores, pero me resistía.

Como me iba resistiendo, al final se detuvo a mitad del patio, me agarró el brazo con fuerza y con la otra mano me picó los dedos fuerte, me dolió y me quejé llorando.

-        ¡Deja de quejarte y anda!- gritó.

Dejé de resistirme y le acompañé a las jardineras.

-        ¡Aquí sentada te vas a quedar hoy!- dijo la Dolores, me sentó y ella se quedó allí con cuatro profesoras más.

Estuve todo el patio castigada, por haberme quejado de que no cortasen el parque que los demás tanto amaban. A los cinco minutos, me fui de allí en busca de un lugar mejor, la profesora se dio cuenta varios minutos después, así que las cuatro profesoras me estuvieron persiguiendo por todo el patio intentándome capturar. Me divertí mucho. Recuerdo a la Dolores gritarme que fuera con ella y yo diciéndole que no con el dedo y la cabeza, y ella al final intentando perseguirme pasando por el medio de los campos dónde los niños jugaban al futbol sin control. Pobrecita, se llevó varios pelotazos en la cabeza y en el cuerpo.

-        ¿No la vas a ayudar? – me preguntó Uriel.

-        No, ella está en oscuridad. ¿Por qué me tiene que castigar por preguntar? ¡No es normal!- le dije.

Uriel me miró con ojos de pilla, pero en el fondo él entendía que quién actuaba mal era la Dolores no yo. Así que me ayudó a jugar. La Ramona era una de ellas, cuando nos encontrábamos cerca de las fuentes para los mayores, la Ramona apareció por detrás por sorpresa.

-        ¡Ven aquí!- dijo.

-        ¿No te bastó en todo lo que hiciste el año pasado conmigo que ahora te unes con ella?- le dije mientras escapaba corriendo, ni me pudo alcanzar.

Parecía la fuga de Alcatraz eso, pero no lo entendía, el patio era un rectángulo en medio de tres edificios del colegio que hacían de muro y uno dónde había una casa habitada. No había escapatoria posible, pero no me alcanzaban. Era gracioso como lo hacían para capturarme. Si nosotros estábamos en la esquina del patio cubierto, ellas estaban delante de la pista de baloncesto, al otro lado del patio, luego con tan solo ir hacia la derecha o la izquierda, ellas hacían lo mismo pero lo contrario, como si intentasen atraparme pero imaginando que en medio hubiese una mesa y no había nada, solo niños jugando al futbol en plan cañero.

-        Estas cuatro en una salida de verdad, las acaban atrapando los malhechores… ¿Ves lo que hacen?- le comenté a Uriel, que se río descaradamente.

Solo faltaba que sonase una canción por megafonía avisando de que eso era una cámara oculta. Por qué la gente que se fue enterando de lo que pasaba, no entendía porqué me perseguían.

Sonó el timbre y no me atraparon, luego me fui a la fila y la Dolores me agarró del brazo.

-        ¡Ya está bien, hombre!- empezó a gritarme echándome la bronca del siglo, pero le corté.

-        ¡No, no voy a permitirle que me haga esto! ¿Sabe? ¿Se da cuenta de porque me está castigando usted? Por hacerle unas preguntas, que solo era porque los chicos están preguntando porque al ver que quitan esto, se asustaron. – no me di cuenta pero armé un numerito que todos los alumnos me estaban observando.

Miré un segundo a mi alrededor y vi que venía la Carmen se acercaba a nosotras.

-        ¿Qué pasa aquí?- dijo la Carmen.

Empezaron a contarle la versión de su historia, pero la Dolores se inventó cosas, se inventó de que yo estaba siendo agresiva, cuando no lo fui. La Carmen me miró un momento.

-        ¿Agresiva?- preguntó la Carmen.

-        Sí, y le he tenido que darle en la mano para que me dejara en paz.- inventó la Dolores.

-        ¿La pegó?- alzó la voz en señal de sorpresa la Carmen y la Dolores dijo que si con la cabeza.- ¡No, no… nunca se pega a un alumno! ¿Usted cree que ese es un motivo para castigarla? ¡Déjenla en paz, ella solo quería saldar sus dudas, su curiosidad es fantástica, no intenten hacer un drama porque ustedes le tienen miedo por todo lo que ocurrió en su pasado y que no hay forma de que lo superen! Laia, ve a la fila con tus compañeros.- dijo la Carmen.

-        Gracias.- le dije amablemente y con Uriel nos fuimos a la fila.

Cosas parecidas me iban pasando en los recreos y fuera de ellos, después de lo ocurrido en primero. Me di cuenta de que los profesores eran rencorosos y que no se olvidarían de ello aunque tuviese que estar cinco años más allí. Suerte que la Carmen era lo más parecido a un ángel caído del cielo, porque me defendió siempre, lo que me había dicho a principios del curso, empecé a creérmelo a partir de ese momento.


Durante el mediodía, estaba en la salita viendo dibujos, habían empezado hacía pocos días una serie llamada Gargolas que me encantaba, intentaba no perderme ningún capítulo, pues detrás venía Rugrats.

-        Dary, me siento igual de rara que estas Gargolas que protegen Gotham durante la oscuridad. Como si me viesen a mí, y sintiesen que soy de otro planeta o yo que sé… pero soy una extraña que a muchos temen. – dije me estaba quejando en realidad.

-        Eres un rayo muy potente que ha venido a iluminar los corazones de aquellas almas que están distorsionadas en sus mundos, mi amor. El camino que tomaste viniendo a nacer aquí y en este tiempo, será muy complejo. Pero siempre nos tienes a nosotros. – contestó Uriel.

-        Sinceramente, no me siento de 3D. No me siento una humana, aunque tenga un cuerpo igual. – dije.

Uriel no contestó solo se río y nos pusimos a escuchar el capítulo. Ya estábamos a uno de Febrero y eso quería decir que oficialmente el Chico ya no se encontraba en 3D, mientras que veía ese capítulo me entró la angustia y empecé a moverme por el sofá, me tapé la cara con una almohada intentando pensar por un segundo que nada de esto estaba pasando de verdad. Pero de nuevo vivir en 3D era demasiado duro, todos mis amigos y compañeros que no tenía que disimular, se estaban yendo de mí lado y cada vez me daba más miedo pasarme el resto de la vida sin ellos.

-        ¿Por qué duele tanto que te abandonen?- le dije a Uriel.

-        ¿Te sientes abandonada? – preguntó Uriel arqueando las cejas en señal de sorpresa.

-        Si, claro que si. Solo queda la mentira, tener que disimular. ¿Por cuánto tiempo más?- dije desesperada.

-        A mi no me vas a dejar, eh. Yo estoy aquí contigo. Conmigo no disimules. – respondió burlón Uriel.

-        Tu eres diferente, Dary. Ya sabes a qué me refiero. Me quedaré solita y me da miedo.- dije agobiada.

-        Yo siento que así te vas a centrar aún más en prepararte para el día de mañana. Los humanos son difíciles, pero tú eres especial, mi amor. Vas a poder, vamos a poder. – me animó Uriel, lo estaba consiguiendo.

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HR.

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