Cuando miro por la ventanilla del auto el cielo azul, me
pregunto ¿dónde estarás? ¡Hace tanto tiempo que nos tuvimos que separar! Que a
veces pienso que pierdo la razón al pensar que jamás te volveré a encontrar…
Los días, las semanas, los meses, los años y los siglos, van pasando pero saber
qué hace más de mil años que partiste y no regresas, el corazón se altera y me
avisa de que “pronto volverás”. ¡Tengo esperanza desde tú partida! Y sé que no
me estoy engañando, porque al despertar, hoy supe que estás de regreso, para
decirte una vez más, ¡Quiero volar contigo, surcando los cielos, cada mañana al
alba!
Y llega ese día en que ya
estás aquí.
La madrugada del sábado pasado, después de volver de Xauxa,
me encontraba en la cama, cuando una voz muy dulce y masculina me susurraba
“Flor de Lys” hasta tres veces. Abrí un ojo, no tenía miedo de la oscuridad,
pero reconocía la voz, que curiosamente no pertenecía a Uriel, él estaba
tumbado en la cama a mi izquierda, durmiendo. Sin querer despertarle me quise
levantar de la cama, cuando lo conseguí caminé hacia la puerta, pero antes de
travesarla me giré y le dije a Uriel “¡Regresaré!”
escrito en un papel encima del escritorio, abrí la puerta y la cerré sin emitir
ruido.
Salí a la calle y me dirigí en pijama hacia el parque más cercano,
escuchando dentro de mí los fuertes latidos de mi corazón rebosado en luz, con
una sonrisa de oreja a oreja me quedé quieta entre la claridad de las copas de
los árboles, esperando tú llegada, mirando el cielo azulado que se iba
despertando lentamente. Noté una brisita en la espalda y al girarme después de
más de tres mil años regresaste de tú
partida de nuevo a casa junto a mí.
Se me cayeron las lágrimas saladas por mis mejillas, al verte.
Al saber que el dragón verde había regresado a su hogar, mi viejo amigo de la
Atlántida. Me abalancé hacia tus zarpas para que me agarraras al vuelo y me
acercaste cerca de tú cuello para terminar en un dulce abrazo, escuchando los
latidos de tu fuerte y enamorado corazón. Al tocarte, supe que no estaba
soñando, de que realmente estabas aquí.
El dragón Verde de 15 metros de largo y 30 metros de envergadura.
Sin apenas pronunciar vocablo, me agarré en tus zarpas y tú
abriste tus enormes alas verdes y surcamos los cielos, cómo los viejos tiempos.
Perseguimos el Alba en Roses, atrapamos los aviones en
Madrid, visitamos Gibraltar, hasta visitamos a nuestros amigos de los Picos de
Europa. Y en el Cabo de Finisterre lancé una piedra en tú nombre, incluso me
dejaste ponerme de pie en tus zarpas mientras que íbamos de regreso a Cataluña,
me sentí libre, cómo hacía milenios que no me sentía así, ¡fue maravilloso!
Pero antes de llegar a casa de nuevo, me quedé dormida en
tus zarpas, cuidaste de mí, hasta que me dejaste lentamente tumbada en el suelo
en el parque, abrí los ojos y vi cómo te alejabas con una sonrisa diciendo
adiós con una zarpa y de corazón me decías “Estoy aquí, contigo”. Poco a poco la imagen se iba desvaneciendo,
no tenía fuerzas ya de volver a casa caminando, así que empecé a gritar de corazón
a Uriel para que viniese a buscarme, hasta que minutos más tarde, abro los
ojos, al notar que Uriel con sus fuertes músculos me lleva en brazos hasta
casa, hasta dejarme en la cama, me ayudó a abrigarme y empecé a soñar.
El domingo a las nueve de la noche, volviendo de Vic para
Manlleu, cuando las nubes se separaron un segundo y dejaron ver la gran luna
llena, pude ver claramente como el Dragón Verde como si fuese una gota larga de
polvo negro que brillaba con la luz de la luna, que rodeaba la luna y
desaparecía entre las nubes. Le di la mano a Uriel atrás en el auto, y con una
sonrisa me quedé mirando la luna hermosa.
Recomendación: Fly with me – Jonas Brothers.
HR.
HERO&Corporation.
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