Había una vez, un muchacho que vivía en una ciudad pequeña
que estaba partida por un río que solo se conectaba por un puente. El muchacho
era dueño de una tienda dónde arreglaban distintas cosas, entre cosas
electrónicas tanto en sastrería. El muchacho andaba solo por la vida, no tenía
familia en la ciudad, sus padres y su hermano vivían en la capital, pero él
había decidido refugiarse en este pueblucho para conectarse con la naturaleza y
consigo mismo, porque le había ocurrido unas cosas que le habían hecho repensar
qué significaba para él la vida, una mujer que había conocido cuando eran muy
pequeños, le había hecho martirizar toda su existencia ya que la mujer
desapareció de la ciudad sin motivo y durante años la estuvo buscando pero no
la encontraba, se le aparecía en sueños, pero nunca la encontraba, hasta que
decidió abandonar e irse a este pueblucho para desconectar.
Una tarde que había
cerrado la tienda pronto, se fue a dar una vuelta por el pueblo porque quería
ver la puesta de Sol y el único lugar dónde lo podía ver era en el puente que
habían construido los templarios hacía más de cuatrocientos años. Se dirigió
hacia allí como un alma en pena, se apoyó en la barandilla hecha de piedra, y
escuchó el silencio observando la tonalidad de naranjas que dejaba el Sol tras
un día de verano del mes de Junio. Estaba intentando encontrar la paz, pero su
mente y su corazón se habían puesto de acuerdo en recordarle a todas horas, los
ojos marrones con puntilla verdes, que no le dejaban en paz, él ya había
perdido toda esperanza de encontrarla, incluso pensó que a lo mejor se lo había
inventado de que podrían reencontrarse, así que se rindió totalmente e empezó a
olvidarse de ella, como fuese, por muy difícil que se lo pusiera el destino, él
había decidido olvidarse de ella.
- Bonito, ¿verdad?- se escuchó una voz femenina a su izquierda.
Él giró la cabeza todo extrañado, era una muchacha que le
impresionó desde ese mismo instante, era muy guapa, sus cabellos lisos y
oscuros se combinaban con sus ojos verdes, la tonalidad de la piel era blanquecina,
era una mujer muy guapa que los ojos del muchacho respondieron dilatándose, esa
imagen le llegó hasta lo más hondo de su corazón.
- Si, muy bonito.- respondió el muchacho susurrándole, tenía vergüenza.
La muchacha se apoyó del mismo lado y empezaron a disfrutar
del paisaje al mismo tiempo que entablaron una conversación, cuando el Sol ya
se puso, se despidieron sin pronunciar sus nombres, ni volver a verse, ambos se
fueron a sus respectivas casas, pero el muchacho había decidido volver al día
siguiente.
Se encontraron, al siguiente día y al otro y al otro… y así
durante meses y meses, poco a poco el muchacho descubría un amor muy profundo,
pero la muchacha jamás había pronunciado su nombre, él le había dicho como se
llamaba pero ella siempre le decía que no quería nombres, porque quería que
quedase como si fueran dos completos desconocidos y así lo quería ella y él le
respetó.
Cuando una mañana había decidido que durante esa tarde le
confesaría sus sentimientos hacia ella, así que se las gastó para ir a comprar
un ramo de flores, ponerse guapo y a la hora de siempre, se fue para el puente,
y esperó ilusionado. Pero la chica por primera vez en tres meses no apareció. Él
se preocupó muchísimo, como no sabía cómo se llamaba y no conocía a nadie, no
podía preguntar ni buscarla, así que lo volvió a intentar al día siguiente,
pero tampoco apareció, ni al siguiente ni al otro…
Una semana más tarde, tampoco apareció la chica, se preocupó
tanto que enloqueció, las noches no podía dormir, casi no tenía apetito y la
tienda iba mal, todo le parecía insulso, sin motivo a seguir adelante. Pero una
noche que el muchacho estaba durmiendo en su cama, le despertó un zumbido muy
fuerte, encendió la luz de la lamparita, y vio que en los pies de su cama
estaba la chica.
- ¿Qué te ha pasado? ¿Cómo has entrado aquí? – le preguntó.
Ella le hizo la señal de silencio y después le invitó a
venir con ella, el muchacho saltó de la cama, y se fue para ella, que le guio
hacia fuera de su casa, en el jardín que tenía con vistas a la naturaleza. Allí
bajo la luz de la luna, se quedaron ambos mirándose uno al otro en silencio.
- Estaba muy preocupado por ti, el otro día quería hablar contigo…- le dijo, pero la mujer le volvió a hacer la señal de silencio.
El muchacho calló, y la observó cómo caminaba por el jardín,
iba con un vestido blanco que le llegaba hasta los tobillos muy bonito,
brillaba su cuerpo, de manera que parecía brillar como una estrella, el
muchacho se alegraba de verla así.
- ¡Jamás has sido valiente, muchacho! Cuando desde el corazón te advertía que debías serlo con esa chica que buscabas con tantas ganas.- el muchacho se quedó asombrado que la mujer lo supiera porque jamás le había contado la existencia de la mujer de sus sueños.- la buscaste por todos lados, pero no dejaste que el corazón te dijera dónde estaba exactamente.- le dijo la muchacha, tras una pausa prosiguió.- te he estado observando todo este tiempo, y no has estado tan cerca nunca, hasta ahora.- le dijo con una sonrisa.
La muchacha sacó una fotografía y se la dio. La fotografía
era la muchacha que el muchacho la reconoció enseguida, miró a los ojos de la
fotografía y entonces miró a los ojos de ella, y por primera vez en mucho
tiempo entendió las palabras y el destino que le había jugado.
- ¡Eres tú!- confirmó el muchacho.
La mujer quiso contestar, pero el muchacho sin pensárselo se
lanzó para besarla apasionadamente, al encontrar por fin el fin de sus
pesadillas dulces.
Esta historia proviene de las estrellas, la he canalizado
sobre una estrella, la del color rosa, la primera estrella que habla del amor y
habla de que cuando te crees que te has rendido, es en ese momento cuando
recibes la gracia del Dios Padre Divino, es en ese momento cuando conseguimos
tener la última esperanza delante de nuestros ojos. ¡Ríndete cuando sea
necesario y encontrarás el sentido a seguir avanzando! Si te rindes recibes la
voluntad de Dios que te ama y te ayuda en cuanto te ve que estás sufriendo.
Recomendación: Hell’s Kitchen Angel – Lights Down Low.
HR.
HERO&Corporation.
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