viernes, junio 11, 2021

El Espejo De Mí Vida - Capítulo 90

 

Nunca me había atrevido a hacer un ungüento en 3D, pero tampoco violé ninguna ley al respecto, están permitidos como método de sanación y también los puedes enseñar a quienes busquen saber hacerlo, sean o no conectados.

-        Pero ¿qué hago con esto ahora?- me preguntó Sergi.

-        Fijate…- le dije.

Agarré la punta del lápiz y me pinté el brazo un círculo, cuando terminé cerré los ojos.

-        Muéstrame aquello que me cueste aceptar de mí mismo y así sanarlo – dije.

El círculo de la piel se puso aún más rojo y luego la piel simplemente penetró el ungüento. Le miré a Sergi, que estaba alucinando, no dijo nada más, simplemente agarró la punta de lápiz y copió las mismas letras que había dicho y le pasó igual.

-        A partir de ahora, el universo podrá ayudarte cuando algo en ti no sientas que esté bien.- le dije.

La campana del fin del recreo nos asustó a los dos, sin decirnos nada, agarramos el neumático y vaciamos el ungüento por la cloaca, nadie más excepto lo que ya nos habíamos puesto en el brazo, podría ser usado de forma irresponsable, por eso tiramos todo lo que quedó del neumático a la cloacas. Llegamos tarde a la fila, nos vino a buscar la profesora que estaba como responsable de vigilar el recreo ese día, entonces hicimos como si no hubiésemos escuchado la campana y nos fuimos a la fila, para subir de nuevo a clase. Sergi guardaba los secretos como si le fuese la vida y eso era respetable y admirable de ver.


A finales del mes de Enero, hubo un día que no fui al colegio porque me encontraba mal y en vez de quedarme a casa, mi madre optó por dejarme en casa de mi abuela Victoria al cargo de mi tio Alfonsito. Mi madre hacía poco tiempo que había empezado unas clases en la escuela de adultos de Vic, para sacarse el Graduado Escolar. Ella me contó que cuando tenía tiempo para estudiar, dejó la secundaria a medio cursar y para poder conseguir un trabajo más digno, tenía que sacarse su último curso cuarto de la ESO. En ese tiempo tenía clases de mañanas y de tardes, según qué día tenía por la mañana o por la tarde, así que se iba con el autobús hacia Vic, porque tampoco manejaba auto en ese tiempo, y antes de irse, me dejó en casa de mi abuela Victoria, que empeoraba por momentos.

El día antes mi madre me mandó a la pediatra, no me gustó demasiado saber que mi pediatra era la madre de la Júlia, me sentía vigilada por los ojos de su hija, y pensé que sería capaz de violar su juramento hipocrático y le dijese todo lo que me pasaba y con ello ingeniera planes maléficos como ella solía mostrar en clase. Pero me llevé una sorpresa, pues la pediatra sabía que su tercera hija iba a mi clase, pero nunca me preguntó por ella, pues solo admiraba a sus dos hijas mayores, una llamada Geno y la otra no me acuerdo creo que se llama Vero, también de su pequeño creo que se llamaba Adrián, pero no lo recuerdo. Entonces me di cuenta de lo que le pasaba a la Júlia, su madre pasaba de ella, como si nunca le hubiese parido, empecé a sentirme muy triste, me dolía el corazón.

-        ¿Cómo está la Júlia?- le pregunté mientras me examinaba, mi madre me miraba sin comprender nada y la pediatra me miraba casi igual con las cejas arqueadas, de hecho Júlia de cara se parece mucho a su madre.

-        Bien…- contestó, pero parecía una respuesta automática.

-        ¿Segura?- le dije.

-        Si.- contestó seguía sin profundizar.

De repente apareció por una puerta lateral la enfermera que la pediatra había pedido que asistiera de repente a la revisión, y tras ver mi historial médico, empezó a hablar con mi madre, mientras que la pediatra seguía revisándome.

En un silencio entre ella y yo, le miré a los ojos y me vinieron imágenes en el corazón sobre la Júlia y la vida familiar en su casa.

-        Entonces ¿por qué la reta tanto? Júlia no tiene la culpa de que sus hermanas mayores ya tengan casi la vida solucionada, y el pequeño sea el Solecito de casa. La Júlia no tiene la culpa de no haber nacido chico, doctora. Si la va retando así, ella terminará mal de la cabeza, ella solo quiere una cosa, ¿se imagina qué puede ser?- le dije susurrando para que mi madre no me escuchase.

-        Niña ¿qué dices?- negaba la pediatra.

-        Anoche le gritaste y le dijiste <si fueras más como tus hermanas, quizás solo así, serías aceptada por esta familia> y ella se puso a llorar en su cama y no le fuiste a pedirle perdón por decirle semejantes palabras de horror. Ella no se merece esto.- le dije, mi cara de preocupada y emocionada le dejó mirándome con cara de sorpresa pero le pille.

-        ¿Cómo sabes eso? ¿Ella te lo ha contado?- me preguntó.

-        No, no me hablo con ella. Pero eso no quiera decir que me preocupe por ella. Ella es buena chica, pero si le dices que no merece ser quien es, pensará que es la persona más horrible del universo. Aún es chiquita pero en el futuro ¿qué crees que puede pasarle? Si, sigues tratándola así, puede que pasen cosas horribles y entonces, las rejas de una cárcel la retendrán en aislamiento para toda la eternidad.- le dije.

Ella dejó de revisarme y le pidió a la enfermera que prosiguiera ella, mientras se disculpaba y se iba al baño, sus ojos estaban vidriosos, sabía que no me podía mentir, ver esas cosas, son las verdades que los humanos ocultan pero en el mundo invisible siguen allí. Detesto las mentiras y si alguien me miente, acabo sabiendo y enfrentando la verdad aunque no guste, lo siento, pero llegué dónde estoy sin maquillar absolutamente nada de mí, yosoy quién yosoy.

-        La verdad es imprescindible para continuar evolucionando, mi amor. Pero a los humanos no les gusta ser tan transparentes, debes aprender a respetar sus formas de eludir la verdad ¿entiendes? – dijo Uriel, mientras estábamos sentados en al sofá cama de casa la abuela Victoria mirando la televisión casi todo el día.

-        ¿Por qué mienten tanto? Solo ponen obstáculos a algo importante…- pregunté.

-        El miedo les ciega, y es peor un ciego que quiere ver que una persona que ve y se hace el ciego para no ver. – contestó Uriel.

-        Yo también tengo miedo, pero no me dejo vencer por ello, ¿por qué los humanos si?- le pregunté indignada.

-        Porque siempre han esperado a ese héroe de las películas que les enseñe a ser fuertes, pero la verdad es que la fuerza solo depende de cada uno, y nadie de afuera puede enseñarles eso. – respondió.


El Arcángel Uriel que por cientos y cientos de años y milenios ha estado cuidando de este mundo día tras día, tenía razón. La fuerza depende de uno mismo y no de alguien de afuera, ¿por qué cuando el héroe piensa que lo ha perdido todo, le sale la fuerza y vence a su antagonista? Nadie le enseñó a ser fuerte, solo el mismo héroe sabe que es fuerte cuando debe enfrentarse algo él solito.

-        ¡Alfonso!- gritaba mi abuela desde la cama.

En ese momento él estaba en su habitación descansando un ratito, así que me acerqué a la habitación, llamé a la puerta, la abuela estaba tumbada en la cama mirando hacia la puerta abierta.

-        Abuela, ¿qué quieres?- le dije.

Murmuraba algo que no entendí, así que me acerqué a la cama.

-        Agua, tengo… sed…- decía con poca energía, le costaba respirar.

De su mesita de noche tenía una botella grande de agua y un vaso, curiosamente el vaso estaba vacío, así que me dispuse a servirle agua de la botella. Lo cierto es que nunca lo había hecho, siempre me servían y nunca lo había tenido que hacer yo, sin pensármelo mucho abrí el tapón y con cuidado de no verter nada fuera del vaso, empecé a echar agua. Sin querer derramé un poco alrededor, pero lo conseguí. Con una pajita de plástico le acerqué el vaso y ella buscó la pajita con los labios, para ayudarla con la otra mano le sujeté la cabeza por la nuca y ella pudo beber.

Al terminar de beber y de decirme que no quería más, volví a dejar el vaso encima de la mesita, me quedé con ella un rato, ella me agarró de la manito y me sonrió.

-        Eres muy guapa, Laia. – dijo ahora con un poco más de aire.

-        Gracias, abuela.- le dije con una sonrisa.

-        Me hubiese gustado conocerte en otras circunstancias, pero Dios tiene sus propios planes para mí.- dijo mirando el techo, con la otra mano se marcó la señal de la cruz entre su cara y su pecho.- Mi hijo Hilario me ha contado de ti, y sé que cuidarás bien de la familia. Vienes de un lugar muy hermoso, dónde pronto regresaré.- dijo.

-        ¿Qué?- susurré.

-        Lo entenderás a su debido momento, pero yo también soy como tú. Dios me envió aquí para lo mismo que tú.- dijo.

No entendía ninguna palabra pero recordé que el Titi me había comentado que Dios le pidió que esperase a mi nacimiento y parte de mi infancia antes de regresar con él. Era la primera vez que mi abuela estaba lúcida y podía al fin hablar con ella, pero sus momentos de lucidez duraban muy poco tiempo, puede que minutos.

-        ¿De dónde vengo exactamente?- le pregunté.

-        En el cajón de la mesita, tienes la respuesta.- dijo.

Abrí el cajón y dentro encima de muchos papeles que no quise mirar, encontré un crucifijo, lo agarré y se lo enseñé ella dijo que si con la cabeza.

-        Mi hijo Hilario, tú y yo, venimos de aquí, de un lugar que llaman la Cruz del Sur.- dijo ella emocionada.

-        ¿Qué es este lugar?- dije.

-        Es dónde vive Dios y sus ángeles. – dijo, pero se puso a toser y al terminar se le fue la cabeza de nuevo.

No entendí lo que significaba exactamente, pero al tocar el crucifijo tuve unas imágenes en la cabeza muy extrañas…

Me encontraba en una sala dorada con forma de semilla ovalada, en el centro al lado de la pared estaba un trono dorado muy hermoso, sentando en él alguien muy grande con los ojos de todos los colores, vestido con un traje dorado muy hermoso me miraba directamente, a mi alrededor habían ángeles que reconocí San Gabriel y San Miguel que hablaban al del Trono llamándole “padre” pero recordaba que ese Ser de Luz era en realidad Dios. Tenía el mismo aspecto, algo cambiado cuando vino a visitarme, pero le reconocí.

Luego era de noche, estaba a los pies de una gran catarata que daba impresión, se me acercaba un ángel de atrás le miré era San Gabriel, minutos después caía de espaldas por la catarata mientras miraba como San Gabriel gritaba “¡no!” y lloraba señalándome.

Alfonsito llegó a la habitación y me obligó a irme de allí, se suponía que tenía prohibido molestar a la abuela, intenté defenderme pero era inútil, con Uriel volvimos al salón. Esas imágenes eran recuerdos de una vida muy lejana que no entendí pero sentía lo mismo que sentí cuando Dios me visitó en la boda de mi primo. Algo especial.

Recomendación: Hasta el Desierto - Abel Zabala.

HR.

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viernes, junio 04, 2021

El Espejo De Mí Vida - Capítulo 89

 

Horas más tarde, con mis padres volvimos a casa, tras ayudar a mi abuela a recoger la mesa. Me despedí de Líon, Guillem, Eduard, mi tía Rosa María y mi tío Quim, antes de irnos mi padre con el auto acompañamos al tiet Josep a su casa en el barrio de Gracia de Manlleu. Al llegar a casa, pedí permiso para irme al cuarto y mis padres me lo dieron, necesitaba aclarar ciertas cosas con Uriel y si hacía falta llamaría a otro ángel.

-        Después del puente de almas ¿qué pasa más?- pregunté.

-        Según el resultado de su prueba, si se queda en 4D podrá elegir qué ciudad de almas quiere vivir. Actualmente hay solo diez en todo el mundo y están situados en lo alto de las montañas más altas de nuestro mundo, el más conocido se llama Nosso Lar.- explicó Uriel.

Mi corazón latió muy fuerte cuando pronunció las palabas Nosso Lar, entonces vi esto…

Muchas personas vestidas con túnicas blancas, caminaban por calles amplias blancas, una fuente en medio de una plaza. Entonces un lago dónde tocaban música clásica en piano, los demás sentados alrededor del lago, con cara de felicidad, transmitían mucha paz, pues es lo que sentía dentro de mí.

No le di mucha importancia a esas imágenes, pero formaban parte de recuerdos de mi memoria universal.

-        ¿Yo he estado allí antes de nacer?- pregunté.

-        Si, todos los que hemos decidido encarnar hemos tenido que pasar por Nosso Lar, puesto que es la única ciudad de almas que tiene un pabellón de reencarnación. Las demás ciudades, tienen otras funciones, pero la principal de Nosso Lar es preparar a las almas para su próxima encarnación. Por lo tanto, todas las almas encarnadas aquí, en este mundo, han tenido que pasar al menos un año antes de su nacimiento, allí. – informó Uriel.

Supe que era verdad cuando volví a recordar algo…

Un objeto rectángulo igual que un autobús pero sin ruedas, agarraba a las almas pero en vez de transportarse por el suelo, volaba por los aires, sin tener alas como los aviones ni expulsar gases tóxicos en la atmosfera, era una energía diferente, como de luz.

Le compartí el último recuerdo a Uriel.

-        ¡Ay, qué bonito! Sí, te gustaba mucho viajar en aerobús, lo usabas mucho. – respondió Uriel.

-        ¿Tú también estabas allí?- le pregunté arqueando las cejas.

-        Solo te visitaba algunas veces que tenía que estar en las reuniones de las altas esferas, aprovechaba para hacerte una visita, porque siempre hemos sido muy buenos amigos, y siempre me has elegido para que sea tú ángel de la guarda. – respondió con una sonrisa de alegría y bondad.

-        ¿Desde cuando eres mi ángel guardián? – le pregunté.

-        A partir de tú primera encarnación en este mundo, por allí a la… ¿te suena la Atlántida? – preguntó Uriel.

Arrugué la frente, no me sonaba de mucho. Pero el corazón de nuevo latía con fuerza.

-        Estuviste allí. Pero no te diré nada hasta que lo recuerdes bien todo. Esa fue la primera vida en que fuiste mi protegida, desde entonces, me has elegido siempre. Creo que te gusta mi forma de cuidarte ¿no te parce, mi amor? – dijo y se echó a reír yo le acompañé también.


Por eso siempre he sentido que Uriel y yo tenemos una amistad muy bonita y muy sólida, aunque muchas personas no sean capaces de comprender la existencia de los ángeles o por lo menos pensarlo en formato religioso, el que totalmente tergiversa la misión real de los ángeles, para mí siempre Uriel ha sido un gran cuidador y por eso no sabría vivir sin él. A veces me han preguntado si Uriel en realidad fuese un demonio que me estuviera manipulando, sé que no es así, puesto que conozco a los demonios  carecen de paciencia, después de más de 30.000 años terrestres siendo mi ángel de la guarda, vida tras vida y siempre me ha estado aconsejando, acompañando, apoyando, procurando por mí y cuidándome tan bien, que sé que él proviene del cielo, me lo envió Dios y ese es uno de los regalos más hermosos y valiosos que conservo de él. E aquí la prueba, tras tantos capítulos, pueden ver que Uriel es un ángel hermoso ¿ustedes siguen creyendo que es un demonio o una invención de mí imaginación? Siento defraudarles tanto, pero yo sería incapaz de inventarme esto, claro está que la experiencia habla por si sola. Quién sabe, quizás algún día yo también me gane las alas y pueda ser un ángel, pues si esta es la evolución que nos espera, firmaría eternamente.

Ya con casi siete años, estaba aprendiendo mucho al lado de Uriel, también al lado de Gabriel y más ángeles, que sin leerme nunca la Biblia, haber ido dos veces a misa y además no ser bautizada por ninguna religión. Tuviese acceso a la gran sabiduría universal que a muchos no es capaz de abrirse a él. ¿Privilegiada? ¡No lo creo! Recuerden lo que dijo el Maestro Jesús “Bendecidos aquellos que sean puros de corazón, pues verán el reino de Dios crecer entre sus manos”. La pureza de corazón no tiene nada que ver con el sexo, ni con ser un niño en plan Peter pan, la pureza de corazón es simplemente ser fiel a lo que uno siente y que no es capaz en ningún momento traicionar sus propios principios, pues lo forman como él es. La fidelidad a ti mismo, eso es lo que valora Dios para que te conviertes en un Ser de Luz activo y trabajes para el universo ¿eres fiel a tus sentimientos y actúas en consecuencia y responsabilidad a los posibles resultados de los problemas que te ocurran?

El Maestro Jesús, fue un gran maestro durante su encarnación aquí en la Tierra, pero sus enseñanzas siguen en pie, aunque las religiones tergiversaron sus palabras, el corazón de Jesús es tan puro que su energía se puede sentir a leguas, incluso cuando él vive en 5D y de vez en cuanto se deja ver por la 3D. El día que su energía es más fuerte es cuando ascendió al reino de Dios, unas cinco semanas después de Pascua y a veces en Navidad se siente solo la mitad de su energía.

-        Estos familiares que visitan la casa de la iaia Filo, ¿vienen de este lugar?- le pregunté a Uriel.

-        Así es, les han dado permiso para estar con nosotros en algunos momentos importantes de la vida de tú familia. – respondió.

-        ¿Podemos visitar la ciudad de almas?- dije, tenía ganas de volver y comprobar si eso era verdad.

-        No, esa ciudad no volverás hasta que mueras y pases tú prueba. – contestó mientras se le escapaba un poco la risa nerviosa.

-        ¿Por qué? ¿Ni en viaje astral?- dije.

-        No, solo se admiten seres desencarnados. Sin cuerpo. – contestó.

Supe que no podía ser, cuando reconocí que sin cuerpo quería decir, pasar por la muerte. Abandonar a los míos tan joven, no me parecía una idea muy clara y enseguida pensé “acabas de aceptar trabajar para el universo y ya te quieres ir, ¡a eso se le llama compromiso!” me reí yo solita, Uriel me miró sin entender qué me pasaba, pero luego nos pusimos a jugar a algún juego y pasamos el resto de la tarde, puesto que al día siguiente con mis padres iríamos de rebajas y al siguiente teníamos que volver a clase en el colegio y en IÓN hacía dos noches que habíamos vuelto.

El regreso a clases fue extrañamente hermoso, a pesar de que los compañeros de clase ya ni se atrevían a acercarse y hablarme sino era en presencia de la Júlia, eso quería decir que si me decían algo era para burlarse de mí, me aferré a Sergi que a él no le importaba mostrar a la clase que éramos amigos. Ahora los patios eran muy distintos, ya no me la pasaba en la sorera hablando con Uriel, sino jugando con Sergi, le encantaba ayudar a los demás y si teníamos a gente de parvulitos en el patio, por la razón que fuese, a Sergi se le ocurrió llamarlos para que él y yo hiciéramos un pequeño espectáculo de payasos para que la pasasen bien. ¡Era muy divertido hacer divertir a los pequeños!

Si alguien del colegio, fuese profesor o alumno de cualquier edad, estaba en apuros, siempre llegábamos los dos para ayudarle. Se notaba que Sergi estaba sintonizando la frecuencia del amor y comprensión universal, incluso pensé que él también era un conectado y quizás un trabajador de la luz, como yo. Así que a la semana de volver a clases, le propuse hacer algo diferente.

-        Tenemos que encontrar un neumático, quiero enseñarte a hacer algo que vas a alucinar.- le dije mientras salíamos al patio en busca del neumático.

-        ¿El qué?- contestó curioso.

-        Me enseñaron a hacer pociones y quiero hacerte una que te va a encantar y puede que te ayude en algún momento. ¿quieres que te enseñe?- le pregunté.

-        Si, claro que si.- contestó ansioso y con muchas ganas de aprender.

Encontramos dos neumáticos en una esquina de las jardineras que nadie quería, las agarramos y las llevamos rodando hasta las escaleras del patio cubierto, al lado de la caseta. Allí empezamos la poción.

-        Esta poción no se puede tomar, es como un ungüento ¿sabes lo que es?- le dije.

-        No.- contestó.

-        Es algo como una crema, para echártelo encima de la piel. Es natural y ayuda a alinearte con los cinco elementos del planeta, ¿sabes cuáles son?- le dije.

-        No.- contestó.

-        Tierra, agua, aire, fuego y éter. Es decir el espíritu del planeta.- respondí.

-        Ok.- contestó.

Nos fuimos a la sorera y pusimos tres granos de arena gruesa, y luego al escarbar un poquito, pusimos una pizca de arena refinada. Sergi copiaba mis movimientos para su neumático. Luego, del bolsillo saqué las tijeras que había bajado para cortarnos un mechón pequeño del pelo, el mechón lo cortamos en tres trozos pequeños y lo echamos en el neumático. Entonces nos pusimos a rodar el neumático por delante de la caseta y ese lugar, para que se mezclasen bien los pelos y la arena.


Nos fuimos al cubo de la basura a buscar una botella de agua vacía, no había ninguna así que agarramos el actimel vacío y lo usamos para ir a la fuente, limpiamos el contenido del actimel, entonces lo llenamos de agua solo hasta la mitad. Entonces eché el contenido de la botellita en el neumático y tiramos la botellita a la basura mientras seguíamos rodando el neumático. Regresamos al lado de la caseta, y nos sentamos en un asiento de hormigón que había detrás de las escaleras.

-        Ahora tenemos que soplar tres veces el contenido, como puedes ver ya es una pasta. El aire que le daremos, es como Dios dio la vida al universo a través de su aliento.- le dije.

-        Ok.- contestó.

Contamos hasta tres y soplamos muy fuerte, luego volvimos a repetir tres veces, y al final de esperar unos minutos, empecé a mezclar con las manos, esperando el resultado.

-        Si esto funciona, tiene que aparecer punta de lápiz.- le dije.

-        ¿Punta de lápiz?- repitió.

-        Así es, luego podrás usarla como si fuera un lápiz en tú cuerpo. Con el dibujo que hagas, estarás alineado y protegido de las energías negativas.- le respondí.

Arqueó las cejas y repitió los mismos movimientos con las manos, en busca de esa punta de lápiz.

-        ¡Mira Sergi!- le dije.

Él miró mi neumático dónde en mis manos apareció entre la pasta punta de lápiz roja, y tras revisar el suyo, también apareció.

-        ¡Ha funcionado!- gritamos los dos celebrándolo abrazados y saltando de alegría.

Recomendación: Que sea la Luz - Hillsong en Español.

HR.

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sábado, mayo 29, 2021

El Espejo De Mí Vida - Capítulo 88

 

Dejé las figuritas del pesebre y me las quedé mirando una a una, en un arrebato de furia, las tiré todas dentro del pesebre. Gabriel estaba a mi lado, simplemente observando. Entonces agarré un burro y me lo quedé mirando directamente a los ojos de plástico y un sentimiento me surgió dentro del corazón, sentía lo que quería la figurita y lo coloqué comiendo pasto en el bosque, al otro lado de dónde realmente estaba. Luego agarré un pastor y le puse bajo la sombra de un árbol, y así con todas las figuras, todas se cambiaron de sitio.

-        Fíjate en esto, Gab. – le dije.

Con la mano le dije que se viniera a mí lado y se agachara, cerca del pesebre, le puse los dedos delante de sus labios para callarlo y solo podía observar.

-        Ellos mismos nos contaran su historia.- dije y nos quedamos en silencio.

Poco a poco las figuras empezaban a cobrar vida y se movían solas, la historia si le permites ser escuchada, ella misma te contará sus secretos.

El resto de las navidades fueron como siempre, aunque ya no vivía la misma intensidad la cabalgata de los Reyes Magos, seguía esperando el momento para compartir con los tres Maestros Ascendidos Universales para darles mis tres deseos. Como cada año, fui a casa de la abuela Filo a poner la bandeja en el salón, pero mi abuela me dijo que fuera a aquel cuarto al lado del suyo a buscar en el armario la bandeja. Me fui sin la compañía de nadie, incluso Uriel no estaba conmigo, se quedó en el salón-recibidor esperando noticias mías.


Abrí el armario que ya sabía dónde era, la costumbre de casi pasarme media semana en esa casa, sabía dónde tenía casi todas las cosas. Agarré la bandeja, cerré la puerta del armario y en cuanto me puse a caminar hacia el salón de nuevo, escuché cómo si se hubiese caído algo en el suelo, me giré y me quedé atónita. En medio de la habitación, en el suelo había una figura del pesebre de la abuela sin explicación ninguna. Me agaché, lo agarré y me lo llevé, curiosamente era el caganer, la figura que solo ponemos los catalanes, consiste en un señor con barretina y que fuma pipa, que está agachado cagando.

-        Iaia mira lo que me he encontrado en el cuarto de la plancha.- le di el caganer.

-        ¿Qué hacía eso allí? ¡Corre ponlo en el pesebre!- me ordenó.

El pesebre lo tenía en el salón, no se entendía porque había recorrido casi 50 metros él solito. No le di mucha importancia, hasta que al día siguiente, tras ver la bandeja llena de regalos, me fui al cuarto de la plancha a dejar la chaqueta y me volví a encontrar en el suelo de la misma forma que el día anterior al caganer. Lo volví agarrar y sin decirle nada a la abuela, lo volví a meter en el pesebre. No entendí qué pasaba con esa figura, pero parecía tener vida propia.

Ese año les había pedido a los reyes magos un carrito de bebé para transportar mis muñecos y llegó en casa de la abuela. Me había puesto de acuerdo con mi prima Sofía de pedir ese carro de bebé, porque queríamos salir juntas con nuestras abuelas, simulando ser mamás de dos muñecos. Nunca me llevaba juguetes cuando iba por la calle, tenía mis juguetes en casa, y más en casa de las abuelas, porque en ese tiempo pasaba mucho tiempo allí y jugaba a muchas cosas, en casa de la abuela Filo pedía juguetes para que se quedasen allí y así jugar con ella. Me daba vergüenza llevar juguetes por la calle, sé que para los niños es algo normal que a veces van con un peluche o un muñeco pero en mi caso me daba vergüenza.

Durante el almuerzo en familia, la abuela me había puesto al lado de ella y de Líon, le había pedido días antes si era posible estar cerca de Líon y ella aceptó. Se me hacía demasiado pesada la sobremesa sin jugar con mi primo, que por lo menos tenía las ganas de jugar conmigo. En un momento de aburrimiento, me levanté de la silla y me fui al sofá a tumbarme, de repente, me vi envuelta en una guerra de almohadores porque Líon empezó a lanzármelos y yo me tenía que defender. ¡Fue divertido!

-        ¿Has practicado el Kung Fu?- le pregunté.

-        Si, ¿quieres practicar?- dijo Líon.

Le acepté la propuesta, nos quitamos los zapatos y delante del sofá, mientras que los demás familiares seguían hablando en la mesa, nos pusimos a entrenar, apartamos las mesillas del salón y empezamos. Sin darnos cuenta, Guillem y Eduard se pusieron a observarnos. Aunque les parezca que Líon no tuviera ni idea, él sabía esas artes por sus vidas anteriores dónde nos hemos encontrado en cuatro y hemos sido amigos fieles hasta el fin de la eternidad. Le llamo Líon aparte porque ese es su nombre universal, pues en la primera vida que lo conocí, yo era un Lobo de Montaña y él un León. Por eso los Lobos y los Leones me encantan.

Hacía un mes y medio que una noche en que mi padre me vino a buscar a casa de la abuela, apareció de la nada mi tio Quim y su hijo mayor Líon, allí en la cocina delante de la heladera nos juramos ser amigos hasta el fin de la eternidad, hicimos la promesa inquebrantable que en la actualidad seguimos manteniendo, aunque las relaciones a veces tomen distancias por su propio bien.

Me fui con el carro al cuarto para ponerme los zapatos nuevos, en cuanto la práctica llegó a su fin, él me enseñó unas llaves que todavía no había tenido el placer de practicarlas en los entrenamientos. Entonces, de nuevo en el suelo encontré la figura del caganer en la misma posición que las otras dos veces.

-        ¿Qué te pasa figurita?- le dije al objeto inanimado.

Uriel me acompañaba en ese momento y le conté lo que pasaba con la figurita, pero tampoco lo entendía. Entonces sin explicación ninguna, apareció una brisa que atosigaba mi pelo y el de Uriel, la brisa venia del centro de la habitación, la puerta se cerró de golpe acompañado de un ruido estrambótico.

-        ¿Qué pasa?- le dije, me aferré a la mano de Uriel, tenía miedo.

-        ¡No lo sé! Seas quien seas, ¡da la cara! – le gritaba al viento.

Entonces me quedé tan sorprendida que parecía un sueño, en medio de la habitación apareció un señor viejo, medio calvo, con gafas oscuras y antiguas, iba vestido con camisa y pantalón de abuelo, y sonreía.

-        ¿Quién eres tú?- le pregunté tenía demasiada curiosidad.

-        Me llamo Josep y soy tu abuelo, el esposo de Filomena, y el padre de Quim y tu padre. – se identificó.

Atrás en la pared de corcho vi una fotografía de él y mi abuela juntos, realmente era quién decía ser, pero él estaba muerto por casi ocho años, murió un año antes de mi nacimiento.

-        Pero tu… tu… tu… ¡estás muerto!- le dije intentando comprender.

-        Así es, querida. – dijo con una sonrisa y señalándose a sí mismo.

-        ¿Cómo es posible?- susurré.

-        Mejor pregúntame algo que ya no tengas la respuesta tú misma, Laia. Llevo un tiempo queriendo contactar contigo, pero no entendías mis señales. Hasta esta. – dijo señalizando la figurita.


Entonces recordé la aparición de Tulio, hacía tiempo que no me sucedía algo así, pero ¿también era posible en personas? ¿Por qué me había tocado hacer ese trabajo? Tenía tantas preguntas en la cabeza que me quedé en silencio mientras que mi abuelo Josep me estaba mirando, por su expresión me dio la sensación de que sus intenciones eran buenas, quizás necesitase algo de mí, algo como hablar con alguien que era lo que había pasado con Tulio. Pero la muerte de él había pasado hacía casi ocho años.

-        ¿Llevas ocho años rondando por aquí?- le pregunté.

-        No, no soy un espíritu perdido. Te busco a ti para que me ayudes en una cosa.- dijo mi abuelo.

-        ¿En qué?- le pregunté sin pensarlo antes.

Entonces me acerqué a él y empezó a decirme lo que quería, lentamente me fui calmando y adaptando a esa clase de “apariciones”. Acepté ayudarle, pero su promesa no era para un asunto pequeño, era para algo que no sabía cuanto tiempo duraría, pero de todas formas acepté su petición y prometí acatar sus condiciones en todo momento.

-        Bien. Me irás viendo por esta casa y entonces verás qué debes hacer. Ahora me tengo que ir, viene ella. – me advirtió mi abuelo.

-        ¡No te vayas, abuelo! – dije pero alguien llamó a la puerta y sin decir nada se abrió era mi abuela que iba con una cámara de fotos.

-        Laia, ¡venga ponte al lado del carrito, te voy a tomar un par de fotos para el álbum! – dijo, le hice caso.

Mi abuelo se sentó en una de las sillas del fondo de la sala, mientras que la iaia Filo se acercaba a la mitad de la habitación para tomarme una foto, junto al carrito y los zapatos nuevos que los reyes magos me había traído la noche anterior en mi casa. Al terminar, le di un abrazo, entonces nos fuimos hacia el comedor con todos, antes de irnos del cuarto le saludé a mi abuelo susurrándole un bonito “adiós” él con una sonrisita me dijo “nos vemos”.

Al regresar al comedor, encontré a mi tio Quim y mi padre que hablaban de su abuela Roser, de algunas anécdotas que ella hacía antes de morir en el año 1981 en esa misma sala, cuando antes de las obras, el comedor era en realidad un dormitorio más.

-        La iaia Roser era sorda y tenía un aparato muy viejo, dónde se ponía un auricular en la oreja y del cuello le colgaba una especie de aparato, en plan Walkman dónde para hablarle le tenías que hablar en el aparato. Lo que pasa es que la mayoría de veces lo mantenía apagado para no escucharnos, y le decías <iaia baja el volumen de la televisión> y ella tan pancha.- comentó mi padre todos nos poníamos a reír.

Me encontraba en el sofá, de rodillas apoyando los codos en el respaldo, observándoles. Me reía mucho cuando hablaban de cosas graciosas de los familiares que ya no estaban entre nosotros. De repente noté una brisa inexplicable a mi derecha, me fijé y vi unas manos arrugadas encima del respaldo, miré y vi a una señora mayor con el pelo recogido con un moño canoso, una bata negra hasta las rodillas, sonreía aunque de la oreja le colgaba un aparato de escucha. ¡Dios santo era mi bisabuela Roser! También estaba deambulando por allí, durante mucho tiempo le tuve miedo a la casa de la iaia Filo, aparecían muchos muertos y todos familiares, incluso un día conocí a la Tía Mercè y a la Tía Filomena, que eran tías segundas de mi abuela. Pero todos tenían un aura de luz blanca alrededor, eso quería decir que no eran espíritus perdidos, sino que venían de permiso, desde lo que nosotros llamamos más allá

Recomendación: Shadow Hunters - Netflix.

HR.

HERO&Corporation.

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