sábado, agosto 22, 2020

El Espejo De Mí Vida - Capítulo 43

 La Ramona a paso ligero me envió a la clase en cuanto tocó el timbre, ella me agarraba del brazo, me dolía pero parecía que ella estaba aún más asustada que yo, Uriel seguía conmigo, tampoco dijo nada, me vio que estaba en shock, no me podía sacar de la retina la imagen de Gerard muriéndose delante de mis ojos desangrado. Es algo que me quebró por dentro y que aún me cuesta superar. Pensaba que lo había matado, solo quería que estuviera bien, nada más. En ese momento, sentí de verdad qué era el odio hacia una persona que te ha hecho tanto daño, de hecho no era una persona, pues Gämael había hecho de todo mientras yo estaba encerrada en la jaula.

Los compañeros de clase estaban sentados en sus sitios, la Ramona sin dejarme del brazo se dirigió hacia la mesa, agarró las tijeras y me llevó al cubo de basura, para cortarme las uñas delante de todos, que los compañeros se reían de mí pero en sus ojos se veía el mismo reflejo de un monstruo, tenían miedo de mí, se reían para no llorar. Yo me sentí vacía y lloré en silencio.

Comprendí que mi vida había cambiado para siempre, la Laia que ellos conocían, dejaría de existir y el Bullying empezó realmente no por la Júlia, sino por la posesión de Gämael. Pero aparte de que se me rompiera el corazón de dolor, mientras me cortaban las uñas, me fijé el calendario que había justo delante.

-          ¿Diciembre?- susurré.

Uriel me escuchó y se acercó.

-          ¿Estamos en Diciembre?- volví a susurrar.

-          Sí, la semana pasada fue el puente de la inmaculada, quedan dos semanitas para las vacaciones de navidad, amor.- dijo Uriel, su tono de voz era tranquilo y con mucho amor, pero estaba muy preocupado por mí a la vez que contento por “recuperarme”.

No lo podía creer. Había estado poseída por dos meses. A mí me parecían cinco días. ¡Dios santo!

Cuando Ramona terminó de cortarme las uñas, nos fuimos fuera de la clase, vino una profesora a hacerles clase a los demás, yo me fui con la Ramona hacia portería. No entendía qué harían conmigo, hasta que por la puerta entró mamá acompañada de mi papá, estaban enojados por lo ocurrido, ni me dirigieron la palabra.

-          ¡Vayan al primer piso a hablar con la directora! Ella se quedará aquí, que espera a la psicóloga…- dijo Ramona.

 

La directora de ese momento era una monja muy hermosa llamada Roser (cómo mi bisabuela de parte de mí padre), que durante todo este tiempo intentó tranquilizar tanto a mis padres como a los padres de Gerard, mientras que su hijo mediano seguía en el hospital recuperándose. Ella intentó por todos los medios, que no me denunciaran y lo consiguió, al fin alguien que era capaz de jugársela conmigo. Por eso me encantaba, de hecho Uriel me comentó de que ella hablaba con ángeles, o sea que entendía más de lo que otros pudieran pensar lo que me sucedió.

-          Mi amor, ahora nos van a llevar con una psicóloga. Debes hacerme un favor, ¿ok?- dijo Uriel colocó sus manos encima de mis hombros y me miró directo a los ojos con mucho amor.

-          Ok, ¿qué quieres?- le dije.

-          No cuentes nada de que nos ves, ni mucho menos de lo que te ha pasado. Ella no entiende nada de esto, y si queremos ayudarte, debes dejar que lo hagamos nosotros, ella no te va a hacer bien. ¿ok?- dijo Uriel.

-          ¿Por qué no puedo decir nada?- le pregunté.

-          ¿Te acuerdas de tu primo Aros?- dijo Uriel.

-          Si, le cambiaron de colegio.- le dije.

-          No, le enviaron a un lugar mucho peor. Él contó a un psicólogo que nos ve y siente nuestra presencia, y ahora está encerrado en un psiquiátrico tomando pastillas para no conectar con su naturaleza, la luz. Él es un emisario como tú, pero está atrapado.- informó.

Sabía que veía igual que yo y conectaba igual que yo, pero saber dónde se encontraba me agarró miedo y cómo confío plenamente en Uriel, le prometí mantener la boca cerrada.

La psicóloga llegó y cuando me miró me quedé atrapada observando quién le aguardaba las espaldas… un ángel con alas negras casi rotas. Otro ángel caído. Ahora cuando veía uno, me agarraba miedo a pesar de que este no era Gämael, ni se presentó solo observaba y deducía igual que la psicóloga, no quería verlos. A los caídos no. Uriel me agarró de la mano yo le agarré con fuerza, comprendió lo que veía nada más mirarme a los ojos, con la otra mano me acarició suavemente la mejilla y me dio un beso en la cabeza.

-          Si estás conmigo, no te va a suceder nada, mi amor. Yo cuido de ti. – dijo Uriel, sus palabras reconfortaban suavemente mis pequeñas esperanzas que mataban el miedo de a poquito.

-          Toma asiento.- decía la psicóloga casi sin mirarme, sus formas eran secas y el ambiente empezó a volverse muy incómodo.

La sala parecía una sala de interrogatorios de una película policíaca, una mesa con cuatros sillas alrededor, una lámpara del techo que enfocaba la mesa y el resto paredes negras que no se podía ver dónde se encontraba la puerta de salida. Uriel se sentó a mi izquierda, yo me senté sin dejar de agarrarle la mano, la psicóloga que llevaba consigo una carpeta con todo mi expediente académico y con la información sucedida en los últimos meses, mientras que en la otra silla se sentó el ángel caído, sus ojos asustaban.

-          ¿Sabes por qué estás aquí, Laia?- preguntó la psicóloga.

Cada pregunta o cosa que decía la psicóloga no podía contestarle directamente sin antes esperar la respuesta de Uriel.

-          Quiere saber porque has herido a tanta gente de repente – comentó Uriel.

-          No.- contesté.

-          Desde hace dos meses, que tú actitud en el colegio ha cambiado mucho. Pegas a tus compañeros y les arañas como si fueras un gato. ¿Por qué lo haces? – dijo la psicóloga.

-          Mejor no digas nada. – comentó Uriel.

Me encogí de hombros y le miré sin decirle nada.

-          También he visto que contestas a los profesores y no haces lo que te piden, ni siquiera la tarea. ¿Tienes algo al respecto que decirme? – dijo la psicóloga.

-          Les cuesta entenderme.- dije.

-          ¿en qué sentido?- preguntó la psicóloga.

-          Cuidado, pero mantén la calma, mi amor – comentó Uriel.

-          Usted ¿qué cree?- le dije.

La psicóloga puso los ojos en guardia, al escucharme que lo había tratado de usted, algo que no es nada común en España.

-          Me gustaría que me lo dijeses tú misma.- insistía la psicóloga.

Uriel decía que no con la cabeza así que me quedé callada mirándola, en un silencio demasiado incómodo.

-          ¿Por qué miras tanto a tú izquierda, sino hay nadie más con nosotros? – preguntó la psicóloga.

-          Solo contemplo.- dije.

-          ¿El qué?- preguntó ella.

-          El espacio. Usted dice que solo estamos usted y yo, pero ¿cómo puede estar tan segura de ello?- le dije.

La psicóloga sin entenderme empezó a mirar la sala, Uriel me apretó la mano, sabía que me estaba pasando de la raya en ese momento tan peligroso, mientras que el ángel caído me observó y empezó a mostrar una pequeña sonrisa debajo de su nariz.

-          ¿Ves algo que yo no vea?- preguntó la psicóloga.

-          Pregunta trampa, mi amor. Cuidado. – comentó en alerta Uriel.

-          ¿Cómo puede estar tan segura que estos papeles que tiene delante y la silla en la cual se encuentra sentada, existen? – le pregunté.

-          Porque los puedo tocar.- contestó la psicóloga sin entender la pregunta.

-          ¿Y el aire?- le dije.

-          Estas preguntas son demasiado difíciles para ti, ¿por qué las haces?- preguntó la psicóloga.

-          ¿Usted qué cree?- le dije.

 

El resto de la entrevista me quedé en silencio, intentando ver si comprendía mi última pregunta, pero comprendí que no había tenido tanta suerte. La entrevista duró como una hora, la psicóloga harta de no escucharme y de no comprenderme, decidió tomar unas medidas para que hiciera la tarea en casa todos los días.

-          Ya entiendo por dónde vas, Laia. Sé porque no haces los deberes y contestas a los profesores. Sí, y creo que lo hemos detectado a tiempo para que te podamos ayudar.- realizó una pausa mirándome mientras se rascaba la barbilla un pelo negro largo que se había olvidado de quitar.- Sí, creo que es por esto…- hablaba sola, Uriel y yo nos pusimos algo nerviosos, no lo sabía en ese momento pero de su diagnóstico determinaba el estado mental para toda la vida.- no realizas la tarea y haces estas preguntas extrañas, porque no entiendes los temas a seguir en clase, para ti todo esto es demasiado avanzado, tú vas más por detrás, un curso atrás.- dijo la psicóloga.

Abrí tanto la boca que podía anidarse un oso durante todo el invierno de la pavada que acababa de determinar a todo el problema. A Uriel también le pilló de sorpresa, dejar a un arcángel sin palabras es raro, muy raro y más si de los nueve hermanos es el que más habla, todavía más, pero Uriel no articulaba ni un cuarto de palabra, ni una silaba ni nada, se quedó en silencio casi igual que yo.

Lo fuerte fue, que vimos como escribía en su informe en borrador “un caso de retraso mental”, eso aunque no era muy consciente de la repercusión que iba a dar a partir de ese momento, mi expediente estaba manchado con una mancha que sería demasiado difícil de limpiar, algo que incluso me impidió seguir con mi vida como si nada.

-          Así que no te preocupes, Laia. A partir de mañana, te traeré unos cuadernos de un nivel más bajo para que puedas seguir aprendiendo, y una cosa más… para que puedas atender en clase, voy a preparar un cuadrante con las materias y las horas para que al terminar cada hora, pongas una pegatina para saber cuánto has prestado atención en clase, si lo has hecho bien, una pegatina verde, no demasiado bien será amarilla y si no lo haces será roja. – dijo entusiasmada como si hubiera resuelto el caso más complejo de la faz de la historia.

No pude decir nada, no me escuchaba de todas formas, me echó de la sala para que volviese a clase como si nada hubiese pasado. ¡Madre mía ni se imaginan el cabreo que agarré! De camino hacia la clase, que nos dejaron a solas a Uriel y a mí, no me pude resistir decir lo que pensaba en medio del pasillo mientras que los demás estaban en clase.

-          ¡Por favor Dary, dime que ha sido todo esto una broma pesada porque no me lo creo! ¿Cómo puede pasarme todo esto? ¿Cómo es posible que haya determinado eso, si me aburro en clase porque voy más adelantada? – le dije enojada y desesperada por encontrar una explicación.

-          Estoy como tú, mi amor. Pero no te preocupes, juntos encontraremos la forma de decirle la verdad a la psicóloga.- decía Uriel para calmarnos a los dos.

-          ¡No quiero que me atrasen un curso, ni que me adelanten tampoco, me quiero quedar junto a mis compañeros! Ellos me necesitan, y lo sabes, Dary.- le dije.

-          Lo sé, y no te irás si es lo que deseas.- contestó firmemente Uriel, lo abracé antes de subir las escaleras.

Con tan solo un curso en IÓN, tenía los conocimientos básicos de un niño de sexto de primaria, volver atrás era impensable, ya me aburría en clase, pero al entender por qué me encontraba con ellos, me daba igual lo demás, solo quería seguir aprendiendo lo que el tiempo me estaba ofreciendo, comprender las emociones humanas en un grupo social. Pues si me estaban dando esa chance, era por alguna razón que tendría mucho que ver con mi propósito y misión de vida.

Intenté evitar decir algunas cosas, para no terminar ingresada en un psiquiátrico y terminar como Aros, pero no sé si tener ese diagnóstico también era algo peor que terminar ingresada en un centro especializado. 

Recomendación: La vida de Pi - Palícula en Movistar+ (creo en Netflix también).

 HR.

HERO&Corporation.

miércoles, agosto 19, 2020

Un Amor Del Pasado Me Llevó A La Eternidad

 Eternidad, linda palabra que da mucho miedo nada más comprender lo que significa, porque ¿quién de ustedes es realmente libre de sus patrones? Nadie, incluso yo tampoco, pero estoy en proceso. En los cuentos se presenta la eternidad como lo que todos ansiamos buscar, “y fueron felices y comieron perdices”, eternidad. Para entenderla, hay que entender antes que nada es para siempre, que tal como todo empieza, también en algún momento llegará su final y se debe aceptar aunque no nos guste, debes aceptarlo igual.

Me gustaría sincerarme un poco, aunque en el espejo de mi vida en algún momento hablaré de mi ex, quiero compartirles el aprendizaje que tuve gracias a su llegada a mi vida, aunque fuese por muy poco tiempo.

Hace siete años, yo era una chica de veinte años muy diferente a la que conocen ahora por redes sociales y por youtube, en primer lugar, no tenía canal de youtube, apenas tenía Facebook y no lo usaba mucho. Durante la adolescencia perdí mi fuerza vital interior y empecé a darle importancia lo que los demás pensasen de mí, de todo lo que hacía y de todo lo que no hacía. Sin darme cuenta, me fui condicionando por los patrones sociales, hasta tal punto de que no iba sola a ningún lugar de ocio (ni a dar un paseo), siempre tenía que depender de alguien para ir a esos lugares. Lo cierto es que en ese tiempo las amistades que tenía no eran de salir de fiesta, así que me pasaba los fines de semana encerrada en casa, escribiendo y mirando películas, esperando a que llegase mi momento a SER.

Pero llegó el año 2014 y las cosas empezaron a cambiar muy rápido ya en enero, conocí a un chico que me llevó a descubrir la vida. Las pocas semanas que duró nuestra “relación” me dio energía suficiente para sentirme viva y comprender que la vida está para hacer cosas que te gusten hacer y no esperar a nada ni a nadie… fue entonces cuando unos meses después, conocí a otro chico que me enseñó el tiempo como funcionaba en esta realidad, las prisas no son buenas consejeras. Me enseñó a respetar los tempos y los espacios de cada uno, y tres meses después, sin darme cuenta, entré de lleno a la eternidad, con una relación oficial de cuatro meses y medio que literalmente me giró la vida por completo.

Curiosamente el nombre de mi ex en Sayónico significa eterno o eternidad. He tenido mucho tiempo para reflexionar sobre todo lo que pasó, cómo pasó y porqué tuve que aprender tanto de esa experiencia, pero lo único que he podido sentir es gratitud. Una vez más vivo, pienso y hago coherentemente lo que mucha gente no es capaz de reconocer por miedo, que las experiencias que nos ocurren son en realidad lecciones que debemos aprender. Sino hubiese sido por mi ex, creo que todo lo que ha pasado durante estos últimos cinco años, nada de esto hubiese sido capaz de hacer.

Antes no era capaz de imponerme a lo que sentía, decía y hacía que resonase en mí corazón, en 2012 encontré un camino que poco a poco empecé a recorrer, a veces te encuentras un tesoro en unos momentos muy desagradables, pero al ver relucir ese tesoro te dan muchas fuerzas  de caminar y cambiar todo aquello que no resuena en ti, para brillar de corazón, convirtiéndote en tú propio tesoro.

La relación que mantuve con mi ex, estaba basada en las apariencias, pues todos los que rodeaban nuestra vida, tenían derecho a opinar sobre lo que hacíamos, éramos el centro de atención de un grupo de amigos de más de treinta personas, y cada uno daba un sentido a la relación amorosa que tenía con mi ex. Por eso fue un infierno, porque por nuestra propia inexperiencia en el sector romántico, nos condicionaban todos esos puntos de vista de una forma en que nunca pude sentirme yo misma. Mi ex lo fue notando a lo largo de los meses de nuestra relación, uno de los motivos por el cual la cosa se tuvo que dejar, fue “ya no eres como antes, has perdido tú chispa, eso que me enamoró de ti”. Dolió saber que me había perdido por completo, pero él también se perdió… cuatro meses y medio de infierno, condicionamientos, presiones, rapidez, y falta de autoestima y mucha dependencia del otro… síntomas en que resonaba mi forma de amar en ese tiempo, una forma que no me gustaba nada, y por eso lo cambié.

Él fue el aviso de dónde me metía en el camino que había empezado a recorrer en 2012, sin decirlo lo decía todo y me preguntaba ¿estás segura que quieres saber lo que es la eternidad? Curiosa de mí como un gato, acepté y por eso todo lo que me limitaba tras la ruptura de la relación, literalmente explotó. Sin pareja, me di cuenta de la relación que mantenía, tanta dependencia me hacía daño y fui sincera cuando decidí dejar de ir a los encuentros del grupo de amigos que habíamos hecho, necesitaba tiempo para pensar y actuar de forma en que solo mí corazón podía responder, y por eso, Uriel, Andara, El Morya, Anasiel y muchos seres de luz más, me acompañaron durante los largos diez meses de “depresión”.

De todos los amigos que había hecho a lo largo de los últimos años, solo una pensaba que se había salvado y podía mantenerse a mi lado, pero me equivoqué al ver que la forma de relacionarnos nos estaba haciendo mucho daño, y ya no era lo mismo, se había convertido en una relación tóxica. No fue nada fácil decir adiós a cinco años de mejor amistad, nunca había dejado a nadie, esa fue la primera vez, y era consciente de que ella también sufrió mucho la pérdida, pero era por una buena causa.

Mes a mes, aprendía sobre mí misma, con una mano delante y otra detrás, de la misma forma en cómo me encontraba a los cinco años de vida, a mi izquierda tenía la mano del arcángel Uriel, dónde cada día, emprendíamos una caminata de más de hora y media, para hablar de mis problemas emocionales, él de nuevo fue mi paño de lágrimas, algo que nadie de 3D quiso serlo. Por primera vez, sentía la soledad como una gran oportunidad y en vez de verla con miedo y rechazo, decidí darle la mano y empezar una relación con ella, y fue cuando comprendí lo importante que es estar en soledad, porque así fue como me recuperé de la depresión, ni un psicólogo quiso ayudarme, Uriel fue el principal Ser de Luz que se ofreció las 24h del día a mí disposición para cualquier cosa que me sucediese.

Por la casi completa desconexión espiritual que hice durante mi adolescencia, perdí la capacidad por un tiempo muy largo de ver a los Seres de Luz aquí en 3D, desde sus respectivas dimensiones, solo me quedé un 5% dónde Uriel fue la voz de mi consciencia y las clases en Ávalon me ayudaban a mantenerme en sintonía con la vida que estaba destinada a ser. Pero en 2013 empecé a tomar té y a meditar, así que durante la depresión poco a poco iban ocurriendo cosas muy “raras” le pedía algo al universo y a las pocas horas, se cumplía. Recibía regalos de los propios ángeles, como plumas, personas que quería ver, experiencias que quería empezar a vivir,… el universo me respondía y los guías volvían a comunicarse conmigo, contentos de volver a hacerlo, consiguiendo así la responsabilidad de cada aptitud nueva que recuperaba psíquicamente y emocionalmente.

Fue el despertar de mi SER espiritual, cada limite que rompía, me sentía más viva que nunca cambiaba mi forma de ver mis propios conflictos emocionales. Entonces, mi ex regresó a los cinco meses de la ruptura, para ver si había entendido la situación, pero vi que él no entendía la mía, aunque nos vimos durante el verano, yo tenía clarísimo que mi camino no era con él, todo lo que él me enseñó ya era lo que tenía que ser. Volverlo a ver, era mi forma que tenían de decir mis guías “acuérdate de sus palabras, pues ser eterno significa no condicionarse y resonar uno mismo tal y como es uno”. Entonces, mi corazón me dijo “Vete a Valdepeñas” y me fui, aunque muchos se opusieron yo me fui, por primera vez en mi vida, me iba fuera por cinco días a solas, agarrando el AVE y Medias Distancias, para ir a ver a uno de mis mejores amigos que también estuvo en esos momentos duros, aunque en la distancia.

Esos cinco días daban por finalizada la persona limitante que no reconocía mi propio SER, por eso al volver, dejé las cosas claras, me fui a casa de mi ex, pero no quiso atenderme, de todas formas le dije todo lo que quise decirle sin tapujos. Le di las gracias, por todo lo que había conseguido hacerme ver de mi misma, porque esta transformación no había sido posible sin su aparición en mi vida, por eso siempre lo llevaré al corazón con una gratitud universal, pero solo como un viejo amigo que me ayudó a verme, nada más. La vida sigue y el amor llega tarde o temprano para ayudarte a ser una versión mejor de ti mismo cada día.

La depresión terminó la noche de Samhein (Halloween), a las doce de la noche de ese día me encontraba en Xauxa, y cuando sonó la última campanada, apareció ante mis ojos el Maestro Orange y con él empecé el camino de la consciencia, él me llevó a la vida espiritual durante dos años, hasta que regresó el Arcángel San Gabriel a mis ojos, siendo el mensajero de mi misión de vida, hasta que me llevó literalmente a los brazos del destino que vine a hacer y que se inició con el 11:11.

Recomendación: Que nadie – Manuel Carrasco.

HR.

HERO&Corporation.

sábado, agosto 15, 2020

El Espejo De Mí Vida - Capítulo 42

 *AVISO, el capítulo de hoy es de caracter violento. No es apto para gente sensible.

-          ¿Y tú qué haces aquí si estás muerto?- le pregunté.

-          Hace años que mí alma trabaja para él. – dijo medio sonriendo el abuelo.

-          Te engañó con su poder, así no se consiguen las cosas…- le comenté.

-          Hija de…- gritó se acercó a los barrotes y dio un golpe sonó metálico.- esta es la vida que decidí tener, el poder es mí vida.- dijo.

-          No sé que hiciste tú vida, pero lo que sé es que la familia no te quiere recordar. Porque hablan de la abuela pero de ti, solo sé tú nombre. Así que si estás trabajando para este ángel caído o demonio o lo que sea, será porque elegiste ser oscuro, hacer daño y hacerte poderoso así.- le dije con sinceridad.

 

Le molestó tanto, que alzó la mano e intentó hacerme algo pero al estar lejos no pudo hacerme nada, lo volvió a intentar pero su cara parecía que algo que quería hacer no le pasaba.

-          ¡Deberías retorcerte de dolor! ¿Qué pasa?- se quejó observando sus manos e intentándolo de nuevo.

-          La última vez que un oscuro me tocó, salió ardiendo.- dije convencida de que eso era uno de mis poderes que tengo en la luz.

Asustado escondió la mano detrás de su espalda.

-          ¿Cómo voy a torturarte sino te puedo tocar?- se preguntó.

-          Ahora entiendo porque no te quieren recordar. ¿les torturaste?- me sentía lo suficiente valiente para hablar sin tapujos, eso debió ser mi parte de guardiana…

-          Por supuesto que si, y no sabes lo bien que me lo pasaba, viendo como lloraban quebrados de dolor… mientras que ellos estaban bajo mis pies.- se alababa con cada palabra, sentí asco y vergüenza por ser descendiente de él.

Esa conversación era una de las cosas más duras que había hecho jamás en esta encarnación. Pensaba que los errores del pasado no tenían peso en la familia, pero al verme delante de él y sentir como se alegraba de torturar físicamente, emocionalmente y psicológicamente a los parientes, sentí repulsión ante un ancestro.

Era demasiado pequeña para que alguien de la familia tuviese el valor de contarme como era el abuelo, por lo tanto, todo lo que están leyendo era lo que me ofrecía su aparición. Entonces comprendí porque el titi decidió encarnar junto a mi mamá, su protegida. Un ángel para su protegido es capaz de hacer cualquier cosa para ayudarlo, incluso encarnar para defenderlo de aquellos que quizás él o ella no pueda vencer. Mi mamá tenía protección, y mis tíos también, aunque el titi se centraba en mi mamá todo el rato. Supongo por lo que él ya dice, por mí llegada a esta familia.

-          ¿Y qué pasa con tú hijo Hilario? ¿También lo hacías?- le pregunté alzando una ceja.

-          No, pero se metía en medio para defender a tú madre.- dijo a regañadientes.- ese puto ángel encarnado, puso muchas pegas a mis planes…- dijo indignado.

-          Imagínate porqué lo hacía.- le alcé la ceja, él apretó los dientes y dio un golpe a los barrotes.

-          ¡Cállate!- gritó.

Se giró y desapareció. Esa charla me dio ventaja, a pesar de que había recuperado el aliento, tenía que conseguir volver al control total de mí cuerpo, pero primero tenía que salir de esta jaula. Lo malo era que había olvidado cómo tenía que hacerlo, tenía que ser fuego, pero olvidé cómo podía convertirme en él… sin fuerza, volví a caer en el suelo, observando hacia la negra oscuridad. Hasta que cerré los ojos.

Me encontraba en casa de la abuela Victoria, pero el tiempo era mucho antes de que yo existiera, porque mi abuela cocinaba, algo que nunca la había visto jamás. Se le veía contenta porque cantaba una copla mientras ponía cebolla en la sartén y removía lo que parecía la cena. Sus hijos, jugaban en el salón, y mi mamá con tan solos ocho años, llegó a la cocina para observar a su madre. Me quedé sorprendida, porque yo estaba allí, pero ellos no podían verme, era un fantasma viendo un tiempo dónde todavía no era ni un pensamiento. Nunca había visto a mi mamá con esa edad, parecía tener miedo, se acercó a la abuela y le abrazó por detrás.

-          Mamá, te quiero mucho.- lo decía con lágrimas en los ojos, y no era de felicidad.

-          Y yo a ti, cariño.- le decía, se había girado y se agachó para abrazarla y darle un beso en la mejilla.

No parecía un momento bonito, sentía sus corazones vibrar en miedo, algo malo estaba a punto de ocurrir. Mi madre siempre había tenido miedo de las cosas, y verla tan vulnerable allí, me rompió el corazón, ella es la pequeña de siete hermanos. De repente se escuchó la puerta principal cerrarse, y toda la “alegría” que se escuchaba del salón, se esfumó y llegó el silencio mientras que el miedo se podía palpar e incluso degustar en el ambiente.

-          Hija, vete a nuestra habitación y no salgas de allí. ¡Corre!- le dijo la abuela Victoria.

Mi madre sin contestarle se fue, seguí a mi abuela hasta el salón, dónde los demás tíos que eran chiquitos, se escondían en la terraza y debajo de la mesa. Mientras que de fondo, se escuchaban los pasos de alguien que caminaba decidido hasta el final del pasillo para llegar al salón. ¡Qué miedo daba eso!

-          ¡Aquí estás, hija de puta!- gritó la voz la conocía, al mirarlo me quedé tan sorprendida que no lo podía creer, era mi abuelo Hilario. - ¿Y la cena?- preguntó con tono muy despectivo.

-          Aún no está lista.- contestó con miedo la abuela.

-          ¡Solo te pido una cosa cuando regreso del bar, que esté la cena lista a las nueve!- le gritaba de malas formas, el abuelo.

-          Perdona…- se disculpaba como si fuese sumisa.- le falta media hora…- decía casi sin voz.

 

La abuela se fue hacia el pasillo, pero antes de llegar, el abuelo le dio un golpe en la mejilla que le giró la cara y casi cae al suelo. Noté mi corazón corromperse, me fui con ella, quería socorrerla, pero mis manos atravesaban su cuerpo, era un fantasma, en realidad yo no me encontraba allí. Antes de que ella pudiese recuperarse del golpe, recibió otro más, mientras que le iba insultando, y cada golpe era más y más fuerte que el anterior.

Me sentía horrible, si tocaba traspasaban mi “cuerpo”, no podía hacer nada, solo observar y gritar que parase. Hasta que se abrió la puerta del cuarto dónde se escondía mi madre.

-          ¡Para, papá!- gritó llorando, muerta de miedo.

El abuelo se río de ella, pero siguió pegando a la abuela. Pero en un momento dado, se dirigió hacia mi madre para pegarla, pero salió de debajo la mesa, una versión de chiquito del titi y se puso enfrente a mi mamá, mirando al abuelo.

-          ¡No le vas a tocar ni un pelo!- decía defendiendo a mi mamá con su vida.

Entonces, el abuelo que se había reído del titi, le fue para golpearle en la cabeza, pero el titi le paró el golpe y cuando le tocó, el abuelo gritó de dolor, y me di cuenta de lo que se referían, si mi abuelo tocaba al titi, ardía en fuego por ser un ángel de luz o un emisario de luz.

-          ¿Cómo haces eso?- le pregunté pero sabía que no podía escucharme el titi.

Entonces el titi miró hacia dónde estaba, me sonrió y se señalizó su propio corazón.

-          El amor te guía.- dijo el titi.

Antes de poder decirle nada más, porque sabía que él si podía escucharme, la imagen se disipó y volví a abrir los ojos.

Me puse de pie y empecé a pensar en cosas que me hicieran sentir el amor, un amanecer, la piscina en verano, la playa, una sonrisa de mis padres en plena felicidad, los abrazos de Uriel y del titi Hilario, la sabiduría compartida del tiet Josep, los juegos divertidos de la iaia Filo, estar con los ángeles y los maestros, jugar con Frodo, pintar y dibujar, el color verde, los ojos del chico de ojos verdes. Mis primos jugando sin parar a muchas cosas,…

El corazón me ardía en AMOR, entonces supe lo que tenía que hacer.

-          ¡Gämael, ven aquí!- grité con todas mis fuerzas hasta que finalmente apareció.

Sin decirle nada, me acerqué a las rejas y al poner mi mano en ellas, las rejas empezaron a arder.

-          ¡Joder!- susurró Gämael asustado y sorprendido.

Seguí caminando hasta que lo agarré poniendo mi mano encima de su pecho y se quedó inmóvil pero ardía, se veía que salía humo de su traje y su piel empezaba a tostarse como si estuviese en el fuego literalmente.

-          Uriel ya te dijo que había elegido mi camino. Yo soy neutral.- le dije y le solté, él cayó de culo en el suelo.

Antes de volver a recuperar el cuerpo, le miré.

-          Cada vez que vuelvas a meterte conmigo o con alguien que me importa, me vas a ver la carita. Ahora yo defiendo a los débiles.- dije.

Pensé con más fuerza todas las cosas que me producían amor, cerré los ojos y cuando los abrí…

Me encontraba en el patio del colegio, hacía más frío de lo normal para ser Octubre.

-          ¡Ah!- escuché gritar a muchos niños de pánico, me giré y me observaban mientras lloraban de miedo.

-          ¿Qué pasa?- pregunté pero no entendía nada.

-          ¡La ha matado, la ha matado!- decía un niño.

Puse las manos hacia esos niños en la distancia y me quedé atónita al ver que los dedos de la mano derecha tenían sangre demasiado fresca y demasiado líquida para ser pintura, era sangre. Me acerqué la mano, con miedo, para oler si era pintura, al no oler a nada, probé con la lengua, me quería matar.

-          Es sangre.- susurré.

Escuché como alguien caía desplomado detrás de mí, me giré y no lo podía creer. Era Gerard, que tenía una herida abierta muy fea justo en la garganta cerca de la yugular. Dios, me quedé atónita al ver que era la única que tenía los dedos llenos de sangre.

-          ¿Qué he hecho?- me pregunté.

-          ¿mi amor?- escuché, a mi izquierda estaba Uriel, preocupado por mi.- ¿eres tú? ¿has vuelto?- preguntaba.

Le miré llorando, le dije que si con la cabeza y terminé en sus brazos, pero me desmayé, sin entender qué había pasado. Pero también me alegré de poder volver a ver a Uriel, me parecía tanto tiempo.

No sé cuanto tiempo pasó, pero una ambulancia se llevó a Gerard del colegio, habían conseguido taponar la herida, yo me lavé las manos junto con Uriel en la fuente del patio, acompañada de la Ramona que me agarraba de la mano para que no escapara de su lado. Actuaba en automático en ese momento, intentando comprender ¿qué había hecho Gämael mientras que yo me sentía atrapada en esa jaula? ¿Cuánta gente había herido y qué pasaría ahora conmigo? Tenía mucho miedo, porque sabía que había perdido toda oportunidad de poder conseguir amigos de verdad. 

Recomendación: In the Woods Somewhere - Hozier.

HR.

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