domingo, abril 19, 2020

El Espejo De Mí Vida - Capítulo 24


Si esto fuese el colegio en mi dimensión, todos estarían gritando para que alguien les salvase la vida, pero curiosamente nos encontrábamos en quinta dimensión y en un lugar dónde se suponía que estos “peligros” eran el pan de cada día si queríamos volver a formar parte de la Guardia de Luz de la Orden de San Miguel Arcángel. Recordaba muy poco lo duro que eran las preparaciones para volver a entrar, incluso en mi memoria al observar esa llama de fuego, recordé uno de los días más duros en la instrucción, cuando vivía en Arcturus, en la constelación de Bootes que se encuentra a 37 años luz de este planeta. Esa instrucción la pasé hace más de 48.000 años, pero volvió a mi memoria como si estuviese ocurriendo de nuevo. Por eso, no me puse a gritar, de hecho ninguno de mis compañeros lo hacía, seguíamos agrupados en el medio, esperando una explicación o una orden o hacer algo al respecto.

El miedo desapareció de mi cuerpo, en su lugar la adrenalina había tomado el control de todo y cada rincón del ritmo sanguíneo, respiré profundamente sin dejar de ver el fuego, y recordé qué se tenía que hacer.

-          ¡Debemos contar hasta cinco y luego los que estén a la derecha, deben irse a la izquierda!- les dije

-          ¿por qué?- una chica contestó, estaba en blanco.

-          ¡Confiad en mí!- dije.

Contamos hasta cinco muy despacio, y luego se fueron dónde tenían que ir, mientras que en el lugar dónde se encontraban, el suelo empezó a desprenderse como si abajo hubiese un enorme precipicio. Algunos gritaron, no por miedo, solo era estupefacción, se agarraron a los demás, mientras que observaban el gran agujero infinito que se había creado allí. Esto en mí colegio no pasaría, pero aquí cualquier cosa es posible.

-          ¿Por qué está pasando esto? ¡Es nuestro primer día!- decía la chica de antes.

-          Por eso mismo nos lo hacen, quieren ponernos a prueba des del minuto uno.- le contesté.- O ¿Ya no te acuerdas de la instrucción?- le dije.

-          Si…- susurró estaba lo suficientemente cerca de mí para que lo pudiese escuchar.

Me sentía como un personaje de una película de acción, por eso me puse a sonreír, porque sabía que no estaba arrepentida de aceptar volver a la Guardia. Fue entonces cuando recordé que me habían dicho que el “entrenador” era el Viejo Lonan, es decir la mano derecha del Arcángel San Miguel, una eminencia entre la Guardia porque era el mejor “entrenador” después de San Miguel. En realidad ustedes le conocen con otro nombre, pero esto se los voy a explicar más adelante.

Del saco que tenía conmigo, busque una piedra que había agarrado en la chanca del juego de la rata, necesitaba comprobar una cosa, sin pensármelo mucho, la tiré en el precipicio para averiguar si era un efecto óptico o en realidad ese precipicio existía. Al lanzar la piedra, desapareció bajando por el precipicio, intenté contar cuanto de hondo era, pero no pude hacerlo. 

-          Muy astuto, pero la verdad nunca es un engaño. – dijo una voz masculina que resonaba en todo el lugar, determiné que era Lonan, observándolo todo des del algún punto.

Entonces, me puse a inspirar profundamente, mientras con las manos formaba una especie de bola en mi pecho, sostuve la respiración, cerré los ojos y escuché el fuego como crepitaba. Varios segundos después, abrí los ojos y enfoqué las palmas de las manos hacia el fuego y pensé en un día de lluvia. 

-          ¿Qué ocurre ahora?- decía la chica, me miró y preguntó - ¿Qué estás haciendo?- siguió mirando hacia arriba, dónde se formaba una nube negra de tormenta, el techo desaparecía tras esa nube, hasta que empezó a llover dentro del pabellón.

Esa lluvia apagó el fuego, y pudimos salir del centro de la pista, más calmados nos pusimos a un lateral, intentando recuperar las formas. Cuando dejé de enfocar mis manos e irme con los demás, la nube se disipó igual que la lluvia. 

-          ¿Cómo hiciste eso?- me preguntó la chica.

-          No lo sé.- le dije con toda la sinceridad del mundo.

Se escuchó un gran ruido que provenía del centro de la pista, algo había restaurado las piezas que se habían desprendido y en el lugar dónde habíamos estado hacía unos segundos, apareció el Viejo Lonan arrodillado mirando el suelo. Todos nos quedamos inquietos pero en silencio, porque Lonan parecía enojado. Se levantó y empezó a andar con rapidez hacia nosotros, madre mía no lo recordaba tan alto, era más alto que Uriel casi tres metros de altura. Iba con su escudo y el uniforme de guardián intacto, sin ningún rasguño. Sus ojos no miraban al grupo, noté que estaban buscando a alguien. Se detuvo a tres pasos de nosotros, clavó su escudó en el suelo frente a sus pies que llevaba sandalias.

-          ¿Quién provocó la tormenta?- dijo con un tono serio pero sorprendido al mismo tiempo, como si su cara fuese seria pero sus pies estaban inquietos. - ¡Quien haya sido, que dé un paso al frente! – dijo con seriedad.

Ay madre, eso si que daba miedo, quizás la había cagado y por alguna razón que desconocía, me había saltado las normas… me entró bastante miedo, pero los demás compañeros se apartaron de mí y empezaron a mirarme, Lonan fijó sus ojos en los míos, dejó el escudó en el piso que sonó como si fuera de un metal pesado y caminó hacia a mi, dejando un metro de distancia. ¡Madre mía le llegaba a la cintura!

-          ¿Has sido tú? – sus ojos azules y su melena rubia hasta los hombros y ondulada, parecía que se habían encontrado con algo inusual o que hacía tiempo esperaba, yo solo afirmé con la cabeza, no me salían las palabras. – Y… ¿cuál es tú nombre? – dijo sin dejar de mirarme.

-          Me llamo Laia, señor.- dije me costó pero lo dije.

Acto seguido Lonan hincó rodilla, se puso la mano derecha en un puño encima de su pecho, agachó la cabeza y se quedó así.

-          Es un grato placer tenerte entre nosotros, querida Laia. Hacía tiempo que no teníamos a alguien de tú poder. Espero que aceptes mis respetos por no haberme presentado antes, ante ti. Soy el Caballero Lonan, pero también me llaman el Viejo Lonan. – su tono de voz había pasado de serio a amable en cuestión de medio segundo. Toda la clase se quedó igual que yo, sorprendida sin saber cómo podía contestar a eso, jamás me había ocurrido, tampoco entendí nada de lo que dijo, pero al parecer no lo decía para todos. 

-          Em… ¿Gracias?... – dije.

-          ¡La clase ha terminado, los veo mañana! – dijo para todos, pero cuando me vio que me movía dijo – Espera, tenemos que hablar… - su amabilidad no volvió a irse, ya no se le veía como alguien rudo, más bien alguien muy dulce que quería que todos quisieran entrar de nuevo a este trabajo.

En el momento en que nos quedamos a solas, Lonan se puso a mi lado y empezamos a caminar hacia el centro de la pista, me sentía desconcertada porque recordaba sus palabras “alguien de tú poder” ¿qué significaba eso?

-          Me gustaría saber, ¿Por qué has decido recurrir a eso para terminar con la clase? – dijo con una pequeña sonrisa amable y mucha curiosidad.

-          No lo sé. De algún modo tenía que apagar ese fuego, lo hice sin pensar, solo sentí la lluvia dentro de mí y pasó. ¿Ha estado mal? – le dije.

-          No, tener control sobre los cuatro elementos es algo muy bonito en la Guardia. Pero lo que tú haces, es realmente especial, porque no controlas, pues tú les das un algo que hacer. ¿Comprendes? – dijo.

-          No, no lo entiendo. ¿Esto lo hacen todos? – pregunté.

-          Controlar a los elementos por separado si, pero darles un sentido a ser, no. Es decir, para apagar el fuego, has usado el elemento agua y aire para crear una tormenta. Tus compañeros, hubiesen usado un cubo de agua, que había allí (señalizó en una punta de la pista que no me había parado a observar dónde había un cubo) y lo hubiesen usado para apagarlo, aunque fuese un trozo para poder “escapar”. Pero sorprendentemente tú no. – dijo admirando cada cosa que había hecho.

-          Entonces, ¿porqué lo he hecho?- le pregunté, arrugué la frente como si intentase ver algo imposible, algo que debería haber hecho como los demás y no lo hice.

-          Cuando lo he visto, he comprendido de inmediato que había alguien muy especial este año en mis clases, por eso te he preguntado tú nombre. En el momento que lo he escuchado, lo he entendido de inmediato. – dijo y se quedó callado.

-          ¿Puedes explicármelo? – le dije, me sentía preocupada.

-          Esto que has podido hacer, es porque lo aprendiste hace muchas vidas atrás y en esta vida al volver a los entrenamientos, ha resurgido de nuevo o ¿acaso alguna vez has podido controlar el clima de tú ciudad con un pensamiento? – dijo.

Me puse a pensar en si eso era posible, pero no recordaba que lo hubiera hecho nunca.

-          No, nunca lo he hecho.- contesté.

-          Mejor, porque aquí es un lugar controlable, pero allí a fuera, ¿quién sabe qué hubieses podido hacer? – dijo pero me asustó y él prosiguió – en tú dimensión el clima está descompensado, por eso si haces algo como esto, quizás provoques algo mucho más fuerte, como un volcán en erupción, inundaciones o cualquier cosa. Por eso, tienes que procurar no hacerlo fuera de aquí, hasta que te ayude a equilibrar todo esto ¿de acuerdo? – dijo.

-          Ok. Se lo diré a Uriel.- le dije.

-          No te preocupes, antes de que vuelvas a casa hoy, le avisaré personalmente de esto. – dijo.

Nos despedimos con un abrazo, él se agachó y así pudo ser más fácil, salí del pabellón para ir al edificio de administración, allí me esperaba Kihara para volver a casa, entré a dentro, firmé un papel conforme había pasado mí primer día y nos fuimos para el andén a esperar el metro de vuelta a París. Allí empecé a observar a los demás alumnos, el andén no estaba tan lleno como en la capital francesa, en un rincón sentado en unos bancos de mármol estaba el chico de Ojos Verdes, que en su hombro derecho reposaba una hada que le estaba hablando, Kihara también se encontraba en mi hombro, esta vez en el izquierdo, y mientras que hablaba de cosas que no prestaba atención, mis ojos se fueron literalmente al chico, que a pesar de la distancia, esperaba que fuese París para volver juntos. 


Mientras lo observaba empecé a pensar, si sería buena idea contarle a Uriel lo que estaba pasando, pero en cierto modo sentía que esta amistad era importante y que Uriel quizás supiera más que seguramente todavía no debía saber o tal vez, solo tal vez, me aterraba la idea de pensar que quizás supiera el futuro de eso que tan solo recién empezaba. Pero Uriel, seguramente que me preguntaría por el día de hoy, y tenía tanto para contarle, que entré en razón y decidí contarle.

El metro llegó, con Kihara nos sentamos cerca de la puerta, intenté no perder de vista dónde se sentaba el chico, se quedó cerca, al otro lado del vagón. Sus ojos se encontraron con los míos en varias ocasiones, hasta que al final, disimulé observando por la ventana. 

-          Uriel está pasando de nuevo por seguridad, te vendrá a buscar como estaba acordado ¿de acuerdo? – dijo Kihara.

-          Ok. – dije.

Recomendación: manteniendo la esperanza - Película.

HR.

HERO&Corporation.

viernes, abril 17, 2020

Identificar El Problema


Para encontrar una solución a cada problema que nos plantee la vida, solo hay que hacer una cosa y es que aunque te de miedo hacerlo, sabes que por mucho que huyas e intentes empezar de nuevo en otro sitio, ese problema va contigo allá donde vayas. Por eso, es inevitable tener que enfrentarse a ello y aceptar que ahora me toca vivir esto, por alguna razón, que debo saber qué razón para así poder encontrar la solución más adecuada a la situación que estoy viviendo.

Como humanos, nos cuesta identificar que nuestra vida está cargada de conflictos que son un problema para el camino que estás realizando. Socialmente nos hemos creído que si lo compartimos al mundo, está mal porque de alguna manera te haces débil ante los demás, que quizás eso pueden usarlo en tú contra, para el puro beneficio de la persona o más bien del ego de una persona que cree que es mejor que los demás, por tener una vida “aparentemente perfecta”. El conflicto es la vía que tenemos para encontrar solución a nuestros problemas y yo te pregunto “¿sino hubiesen problemas en tú vida, tendrías el mismo aprendizaje que tienes ahora tras haber superado muchos más problemas?”.
Sinceramente te digo que no, yo personalmente no sería la misma que está aquí y ahora explicándote esto, sino hubiese tenido ningún problema nunca, si mi vida hubiese sido siempre sin esfuerzo, sin valorar lo que es llorar por tristeza, vacío, o reír hasta que no hubiese un mañana por algo que te da la vida, sino hubiese vivido todo eso, yo no estaría aquí diciéndote estas cosas que tanto te ayudan en tú camino en este blog. Hace poco que cumplí 27 años, y al echar la vista atrás, me doy cuenta de todo lo que he vivido desde aquel momento en que decidí volver a nacer y emprender este camino de consciencia del SER ya desde entonces, sin tener la intención de desconectarme de esto y procurar hacer lo que vine hacer. Estoy feliz de haberlo conseguido, de que aquí y ahora puedo reconocerme y decirme a mí yo del pasado “tenías razón, aunque lloras sin saber cuándo parará este dolor, o te sientes algo marginada sin saber si en algún momento vas a encontrar la compañía que realmente vaya acorde contigo, tenías razón en una cosa, en que siempre llega la calma tras la tormenta”. 


No tengo orgullo de todo lo que he vivido, porque el orgullo me hace poner triste, cuando me reconozco en todo lo que he vivido que ha sido para estar aquí y ahora para ayudarte a seguir adelante, en realidad siento compasión. Cuando alguien dice “me siento orgullosa de lo que he hecho” a mí me pone triste, porque esa persona no ha aprendido que la mayor fuerza que tenemos es el amor y el amor no se consigue con orgullo, pues es la compasión la herramienta que nos hace estar unidos con todos. Sentir compasión es decirle al otro “te reconozco y por eso siento lo mismo que tú, porque tú y yo somos uno”, el orgullo dice “gracias a mi yo, he superado esto”. ¿Podéis ver la diferencia en que uno es consciente y el otro es inconsciente? Recuerda que no hay YO sin SOY ni SOY sin YO, pues ambos son UNO. Porque el YO (es la mente) mientras que el SOY (es el corazón).
La parte más difícil es el hecho de reconocer que tenemos un problema, porque nos da miedo reconocer que no estamos bien, como ya he dicho antes, no queremos mostrarnos débil ante los demás. Por eso mentimos a cada rato a quién sea, cuando nos preguntan “¿Cómo estás?” y tú aunque sabes que la noche anterior quizás te hayan echado del trabajo y te quieran embargar la casa… para no mostrarte tal y como eres, le dices al otro “Bien, estoy bien”. Pero te sientes como una mierda. Mentir es una de las fases del problema, pero que te perjudica el doble, porque a veces cuando mientes a los demás para que no se preocupen, tu puedes llegar a creerte que no ocurre nada y sigas ignorándolo. 

Es una actitud inconsciente pero que en realidad lo que escondes es miedo, esta emoción creada por el propio ego que te manipula por doquier, haciéndote creer que en sus brazos estás bien, cuando en realidad solo tergiversa la verdad de la situación pero realmente no soluciona nada. Por ejemplo, imaginemos que tienes que arreglar el tejado de tú casa, pero no tienes escalera y en el tejado hay un agujero que cuando llueve provoca goteras en tú salón, aquí puedes hacer dos cosas, pedirle a alguien que te deje una escalera o cambiar el agua de los cubos hasta que el techo decida desaparecer por arte de magia. ¿Qué harías? Aunque parezca curioso que no lo es, porque es triste, el 85% elegirían cambiar los cubos regularmente y quedarse sin techo, antes de pedirle a alguien una escalera.

¿Por qué? Pues porque imaginemos que tienes miedo a las alturas y el hecho de estar en un tejado sin seguridad y en un lugar inestable que quizás te mates, resulta más cómoda pero no la solución la otra opción. El problema no desaparece, pero el ego te hace creer que si, agarrando la responsabilidad de cambiar los cubos con regularidad. Y te lo crees, tanto que quizás estás años viviendo así. Hasta que llega un día que hay temporal y el techo de tú casa desaparece y es entonces cuando te dices “Si hubiese sido menos cobarde y hubiese arreglado el techo cuando tuve ocasión, quizás ahora no tendría una piscina interior en el salón de mí casa”. 

La cobardía es una reacción del ego que actúa por su cuenta cuando el corazón te plantea enfrentarte a eso, pero le haces más caso al miedo que al sentirse valiente y emprender la solución al problema. Entonces ¿Crees que resuenas en YOSOY? Si sientes esto de que la cabeza actúa por separado del corazón, la respuesta es no. Entonces, ¿qué debes hacer? Poner paz a esta lucha entre ego vs corazón, porque a la larga deberán trabajar juntos, porque juntos somos uno. La mejor solución es saber escuchar. 

Si hubieses escuchado al corazón y te hubiese dicho “te da miedo, lo sé, pero juntos conseguiremos poniendo atención, que el techo se repare”. Luego el ego te hubiese dicho “pero se va a matar, demasiado alto y peligroso…” y el corazón contestaría “es un riesgo, pero no podemos vivir cambiando los cubos, debemos arreglarlo” y el ego diría “¿y si se mata?”, luego el corazón hubiese dicho “nos ataremos a un lugar seguro para que eso no ocurra y pediremos ayuda a un amigo porque dos será más fácil que uno”. Aunque quizás te lleve tiempo llegar a estar “colaboración” así es el fluir, la conversación entre YO y SOY. 


Si lo consigues, volverás a sentir la armonía en ti, puedes practicarlo a través de la meditación consciente o a la hora de elegir o plantearte hipótesis, teorizar ayuda a centrar estos dos campos. Argumentar una hipótesis sobre un tema particular contigo mismo, ayuda a que ambas partes vayan encontrando las claves para darse cuenta de que no son el enemigo que ambos quieren y trabajan por lo mismo, para seguir viviendo y aprendiendo en la vida. La intención es que ambas partes se pongan de acuerdo, no es fácil al comienzo pero se consigue.

PD. A partir de mañana día 17, emitiremos el primer programa de RE-CONECTANDO en nuestra cuenta de patreon contribuyendo 5€/mes podrás acceder a todos los contenidos exclusivos sobre CONCIENCA DEL SER, aquí

Recomendación: El taxi – Osmani García.

sábado, abril 11, 2020

El Espejo De Mí Vida - Capítulo 23


Finalmente Tzorelle contó el final de esa experiencia de tal manera que toda la clase se quedó impregnada de él, porque querían seguir escuchando, así que yo también me dispuse a escuchar para no interrumpir más.

-          Después de tantos días en el bosque, al final encontramos una nueva especie, que el padre de ese hijo que había nacido, era a quién estábamos buscando. Al final, nos dimos cuenta de que una especie de marsupiales habían empezado a evolucionar y que la última en su especie, había decidido ascender. Encontramos a ese animal, ya en la vibración de 5D, porque el indígena que nos estaba ayudando, no lo podía ver, porque su vibración todavía era baja para poder ver esa especie. Así que nos lo llevamos a su nuevo hogar, en los Sistemas de Agartha, ¿Saben lo que son? – preguntó.

-          No.- dijeron los niños de la clase.

-          Así es cómo nombramos los bosques que rodean las ciudades de luz. Esta especie, se reunió con los suyos en algún punto cerca del Himalaya. – concluyó Tzorelle.

No tenía ni idea de dónde era ese lugar, para mí me quedó trabada la palabra “ascensión” en la mente. Si no hubiese sido por Humiel, este sería el primer contacto con esa palabra, pero en vez de asombrarme como el resto de la clase, yo me puse triste. 


La clase terminó, y tenía que irme a la hora libre, era el momento de irme a la cancha del juego de la rata y esperarle. Pero en el momento que estaba saliendo de casa, Tzorelle me llamó y me quedé con él a solas.

-          ¿Estás bien? – me preguntó, pero no tenía voz y lo confirmé con la cabeza.- ¿Te pasa algo? – insistió.

-          No me gusta la palabra que has usado, es triste.- le dije.

-          ¿triste? – repitió.

-          Ascender es algo triste.- dije.

Tzorelle puso el pandero encima de la mesa de uno de los pupitres, cruzó los brazos en su pecho y me observó.

-          Cuéntame, ¿has conocido a alguien que haya ascendido? – preguntó.

-          Todavía no lo ha hecho, pero lo hará. – dije sin querer hablarlo pero él insistía, hasta que le interrumpí – Es como si de repente te pusieran delante de ti un jugo de melocotón o una chocolatada y te dijeran, ¿cuál te gusta más de las dos? Y no pudieras responder porque ambas son tu favorito. Luego te dicen, ¿Cuál de las dos quieres dejar de tomar? Y tampoco puedes elegir porque ambos quieres que sigan allí, pero debes elegir y aceptar que uno se quedará y el otro tendrá que irse, sabiendo que será triste, pero lo tendrá que hacer…- no aguanté las lágrimas y sin querer, me abalancé hacia la cintura de Tzorelle y le abracé para terminar llorando.

-          Comprendo lo que dices, mira, mi hermana nació en 3D y sigue por allí, es muy duro porque no la puedo ver, pero sé que dónde está, es por una razón, quiere aprender más sobre algo que está en su camino, y por eso decidió nacer en esa dimensión. Ella todavía no puede verme, aunque mantenemos la esperanza junto a mi padre, que pronto nos pueda permitir estar con ella, aunque sea en dimensiones diferentes. ¿Entiendes?- dije que si, mientras que ahogaba mi nariz en su túnica, llena de mocos y lágrimas seguía escuchándole. – me dolió mucho cuando tuvo que irse a nacer en 3D, también lloré como tú pero comprendí que nuestros hermanos, sean o no parientes pero que compartimos una civilización, debemos aceptar que son libres de elegir por sí mismos ¿qué quieren hacer? Y luego, aunque no sea bonito, aceptar y apoyarles en todo lo posible. Porque esto, sé que será por poco tiempo, en algún momento, volveremos a rencontrarnos. – terminó de decir.

Finalmente salí del edificio y me fui hacia el lugar tan esperado por tanto tiempo, y aunque aún me sentía algo triste por la conversación anterior, me llené de valor para llegar al lugar e intentar conseguir algo más de información o un motivo suficiente a lo de no decir los nombres. 

En cuanto llegué, todavía los dos equipos no habían empezado a jugar, el árbitro llevaba un canasto en sus manos, dónde dentro tenía a los dos conejos. Que por lo visto estaban entrenados, porque hacían caso al árbitro y no a los jugadores. Me quedé esperando, pero tampoco sentía que tuviese que venir, en mi corazón estaba pasando algo muy distinto a lo que debía pasar, porque el latido del corazón cobró vida de repente y parecía que se me iba a salir del pecho. Mientras que el partido empezaba, empecé a mirar alrededor, para ver si lo veía, pero no había suerte.

El partido estaba interesante, el equipo rojo estaba a punto de tocar al conejo blanco, pero algo se les escapaba en el último segundo, al concentrarme con el partido, el corazón se calmó un poquito. Hasta que noté una presencia detrás de mí, algo alta y parecía un niño, incluso podía escucharle respirar profundamente por la nariz, sostener la respiración y luego exhalar también por la nariz. 

-          ¿Qué tal en tú primer día? – dijo la misma voz que recordaba, era él.

No le contesté, me quedé tensa y no le podía contestar, solo como acto reflejo me giré y allí estaba él, el chico de los ojos verdes mirándome con una sonrisa ligera y relajada, aunque se veía que también estaba algo tenso.

-          Bien de momento.- conseguí decir algo por lo menos y sonreí un poco.

-          Me alegro, porque para mí hoy es difícil…- dijo mientras que caminaba hacia mi izquierda y apoyaba sus codos en la barandilla, sin dejar de mirarme.

-          ¿Por?- dije.

-          He tenido un examen, bastante complicado, pero creo que saldré muy justo pero lo haré.- contestó.

Me imaginé que debían ser casi exámenes de universidad, después de ver la magnitud que se enseña en primer curso sobre la vida en este planeta, me hice una idea de que los exámenes serán complejos de superar y tendría que estudiar mucho para conseguirlo.

-          Te quería pedir disculpas…- empezó a decir, me sorprendió que se diera cuenta de que se había comportado algo extraño el otro día, pero cuando prosiguió…- por no haberte saludado antes, en el metro. Me pareció que rozar mi mano con la tuya, era suficiente para que supieras que también estaba allí, contigo…- me quedé muda.

Estaba tan sorprendida que parecían que mis ojos se iban a caer de la cara, o sea que realmente estaba allí. Wow. 

-          Pero he visto que andabas acompañada y no he querido molestarte.- concluyó.

-          Ya me pareció que fueras tú, pero no te he visto…- dije.

-          También quería acercarme antes de llegar a París, pero también estabas hablando con alguien y me he decidido con quedarme cerca, perdón.- siguió confesando.

-          No pasa nada, yo también esperaba encontrarte en el metro, como te vi la otra vez…- le dije y él se alegró, mostró sus dientes blancos, la primera vez que lo hacía, era hermoso. 

-          Uriel es tú… ángel, ¿cierto? – dijo.

-          Si, ¿lo conoces?- pregunté sorprendida.

-          Digamos que si…- contestó.

Me moría de ganas de que me dijera qué ángel de la guardia tenía, pero no me digné a hacer la pregunta.

-          Entonces… si seguimos quedando aquí o en el metro de vuelta o de ida a este lugar, ¿con qué nombre te puedo nombrar? – siempre fui una niña atrevida a lanzarme de un precipicio sin saber si iba a sobrevivir o no, porque literalmente esa pregunta, ocurrió.

-          Si te digo mi verdadero nombre, te condicionaría. Así que podemos darnos unos motes, porque también me gustaría poder nombrarte, pero no sé cómo…- se puso a reír y yo también.

-          Yo ya sé cómo…- dije él me miró sus ojos captaron los míos con gran fuerza.- para mi eres el chico de los ojos verdes, ¿te parece bien?- dije.

Él asintió con la cabeza mientras volvíamos a reír. Entonces él dijo el mote que no llegué a entender. (No voy a compartir el nombre porque él mismo ha dicho que no lo hiciera, así que no lo conocerán, lo siento). 

-          ¡Qué extraño nombre!- dije.

-          Es muy especial, ¿sabes? Es así como te recuerdo.- dijo.

-          ¿Me recuerdas?- sin querer se me escapó.

-          ¿Tú no lo haces?- dijo sorprendido y algo asustado que no hubiese metido la pata.

-          Recuerdo cosas pero, debo olvidarlo, eso es lo que dicen mis guías, debo olvidarlo.- dije.

-          ¿Les harás caso?- sentí que se preocupaba, como si no quería que fuese olvidado o no ser el único que recordase cosas.

-          Si, pero solo porque me han dicho que si todo va bien, volveré a recordar en el momento adecuado.- contesté.

Su cara de preocupación me dejó preocupada y empecé a pensar “¿Y si no lo llego a recordar nunca más?”… Empezamos a ver el partido y nos quedamos en silencio admirando ese juego, aunque mi cabeza tenía preguntas, intenté por todos los modos concentrarme en el juego. Hasta que el partido finalizó cuando finalmente el equipo rojo pudo tocar y agarrar al conejo blanco, perdiendo así el equipo azul. 


La hora del descanso había terminado, y tenía que irme a entrenamientos, mientras que el chico de ojos verdes se tenía que ir en dirección opuesta. Nos dimos la mano, notando ese cosquilleo que efectivamente había notado en el metro y quedamos para volver juntos.

-          Te guardaré lugar.- dijo pero antes de que dijera nada, él se giró y con paso veloz desapareció.

La clase de entrenamientos no estábamos todos los alumnos, era una optativa así que Rita no estaba allí. De nuevo estaba sola ante la adversidad del momento. El pabellón era muy amplio y parecía un pabellón como cualquier otro a primera vista, los compañeros de clase se reunían en el centro del pabellón, esperando a que apareciese el entrenador. Algunos se sentaron en el suelo otros se quedaron de pie, charlando y otros simplemente observaban las instalaciones, yo me quedé allí, sentada, pensando en lo que había pasado recientemente.

La amistad que acabábamos de empezar era muy especial para mí, no simplemente por haber sido el primer amigo que hacía, sino porque sentía que así era en el corazón. Se me quedaron grabadas las palabras “Así es como te recuerdo” inevitablemente sabía que esa relación no era nueva en esta encarnación, pues había empezado en otra vida, lo que pasa que todavía tenía las cosas muy confusas y lo poco que recordaba, no me daba información suficiente para ubicarlo, ni siquiera reconocía el nombre que había elegido nombrarme, que por cómo lo dijo, era un nombre que tuve en una vida anterior, una que él recordaba. 

Y me pregunté “¿Por qué no recuerdo su nombre?” por un momento pensé que su verdadero nombre tenía mucho que ver con esa vida que él recordaba, y me volví a preguntar “¿Y si su nombre es en realidad un viejo nombre que ya tuvo en otra encarnación y por eso no me lo dice, porque me condicionaría?”. Me dolía la cabeza con tanta pregunta, pero de todos modos, quería averiguar las respuestas y no me importaba el tiempo que tardase en tenerlas, con el fin de buscarlas ya era una aventura. 

Una alarma que dejó sorda a toda la clase nos despertó de todo lo que cada uno estuviera haciendo, no sabíamos de dónde venía ese ruido, hasta que de repente alrededor de la pista del pabellón se encendió un fuego que nos dejaba atrapados allí. La gente se agrupó en el medio de la pista, intentando averiguar ¿qué estaba ocurriendo? 

Recomendación: La Isla - Película.

HR.

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