martes, julio 26, 2022

El Espejo De Mí Vida - Capítulo 148 [2T]

 

La comida con la familia de mi padre fue un desastre, casi ni comí el filete de ternera con salsa, no tenía hambre y se enojó bastante mi abuela, sabiendo que siempre tengo hambre. Mi padre competía con su hermano por los logros de sus hijos, mi primo Guillermo el que estaba en Estado Unidos, había regresado a casa pero solo temporalmente, él esperaba la respuesta de otra universidad de otra ciudad para poder seguir sus estudios universitarios de ingeniería industrial, de mientras estaría en casa de sus padres esperando la carta de admisión. Esta vez, él esperaba ir a Chicago.

Al terminar de comer y ver que los adultos estaban hablando de sus cosas, me fui al sofá a no hacer nada, no me apetecía ni jugar con ningún juguete que me habían pasado los Reyes Magos en esa casa. Solo quería quedarme quieta mirando la pared y desear que el tiempo diera un pequeño salto. Pero llegó el primo Líon y empezó una pelea de almohadas que finalmente yo no quise entrar, así que me fui al cuarto de coser de mi abuela para que me dejase en paz, quería estar sola, pero Líon vino detrás, volví a correr y me escondí debajo de la mesa de la cocina. Lo vi pasar hacia el comedor y me calmé, entonces noté una mano, miré era Uriel le agarré fuerte y me aferré a su cintura, él me abrazó.

Líon estuvo buscándome durante un buen rato, hasta que me harté y me fui de nuevo al comedor y volví a sentarme en la silla de la mesa, Líon no paraba de observarme, así que se sentó en su silla que estaba a mi derecha, empezó hacerme cosquillas, pero yo le di un golpe en el estomago y paró.

-        ¡No quiero nada contigo hoy!- le dije susurrándole pero enojada.

-        ¿Qué te pasa?- preguntaba Líon.

Le ignoré no quería hablar del tema, entonces me agarró para llevarme aupa encima de sus piernas, no le impedí nada.

Finalmente me quedé dormida encima de sus hombros, estaba agotada por tantas emociones juntas. Lo último que recuerdo era como alguien me arrancaba de los hombros de Líon y me metían en el auto para irnos a Vic a ver al Titi, me desperté cuando estábamos aparcando en el párking del Hospital.


Cuando nos íbamos hacia el final del pasillo, vi al arcángel Azrael salir de la misma habitación dónde se suponía que estaba el Titi, así que me apresuré y corrí hacia la puerta, que estaba abierta, lo vi dormir, me fui con él y lo desperté, él abrió los ojos y le di un abrazo.

-        ¡Laia!- susurró alegre el Titi, llevaba puesto la mascarilla de oxígeno y casi no se le entendía por el ruido que hacía eso.

-        ¡Titi, te quiero mucho!- le dije mientras que colocaba mi cabeza en su pecho.

Mi madre miró la cama del al lado vacía y miró al Titi, señalizó la otra cama, él se bajó la mascarilla.

-        Ha muerto hace unas horas…- susurró.

Por eso vi al arcángel de la muerte salir de la habitación, eso quería pensar y no pensar que le iban a visitar a él. Mi madre se acercó al Titi y le dio un beso en la frente, yo le agarré la mano en todo momento y no me quise separar de él, el resto de la familia se quedaron a los pies de la cama, muy típico cuando no quieres afrontar la realidad y tienes que estar por obligación en un lugar que si fuese por ti, echarías a correr y te olvidarías de ello cuanto antes.

-        ¿Ya ha venido… ya sabes quién?- le susurré.

El Titi aprovechando que nadie nos estaba viendo dijo que si con la cabeza.

-        ¿Se lo has dicho?- le susurré.

Entonces el Titi giró la cabeza hacia al otro lado, se quitó la mascarilla un momento.

-        Uriel.- susurró.

Uriel fue hacia él, el Titi le hizo un gesto con la mano para que se agachara porque Uriel tenía que escuchar sus susurros secretos. Mientras que hablaba con él, miré a la familia, estaban hablando de sus cosas, mi madre alardeaba del libro que estaba leyendo que había empezado hacía unas horas y ya se había engullido casi la mitad, era un libro de más de 600 páginas. Solía leer mucho, cada semana leía dos o tres libros grandes, era impresionante con la pasión que lo hacía.

En cuanto Uriel se separó del Titi, rodeó la cama y se vino a mi lado, me tuve que alejar un poco del Titi, me senté en una silla para escuchar lo que Uriel tenía que decirme.

-        Le ha dicho a Metatrón que pasarás tú la prueba, no te presiones si esto no sale bien, dice que entenderá cuál sea el destino que sea. Apruebes o no, dice que entenderá su destino y seguirá hacia adelante. También dice que no te sientas responsable de lo que suceda, pase lo que pase, ya te lo agradece de corazón. – dijo Uriel.

-        ¿Y si sale mal? ¡Será culpa mía!- le susurré.

-        No, no será nunca culpa tuya, ¿entiendes? Solo es una chance, que está en manos del universo. No sabemos qué prueba te harán, pero pasarás por ello y el resultado será el que el universo vea que tenga que ser. ¡No es culpa tuya! – respondió e insistió Uriel.

Le agarré de la mano con fuerza en señal de agradecimiento. Me confirmaron que la prueba sería pronto, de hecho el universo dijo que sería a la próxima visita al hospital.

Dos días después, regresaron las clases del colegio, mientras que en IÓN seguíamos de vacaciones hasta el día 13 de Enero, los días sagrados eran muy importantes en Agartha por eso no se hacían clases. El colegio parecía que las cosas iban normales, la Laura volvió de las Navidades algo relajada, por lo menos no quiso meterse conmigo hasta que pasasen unos días, con la excusa de no hacer la tarea en clase, se inventó una forma de humillarnos a aquellos que se unían a mi causa. Colocó una tabla con la lista de clase y si no había hecho la tarea, tenías que levantarte y con la lapicera hacerte una cruz al lado del nombre. Se suponía que cada cinco cruces te quedabas sin recreo un día y te quedabas de cinco a seis castigada.

Acumulé en ese curso más de veinte cruces, de hecho gasté el papel y la Laura no quiso reponerlo, de hecho ella vio que la argucia no le salió como pensaba y pensó en otra cosa. Conmigo se unieron casi la mitad de la clase, fue bastante sorprendente porque no lo esperaba, mi revolución era la de siempre, ¿Por qué tantos deberes después de pasarnos siete horas de clase cada día? Ese curso se acostumbraron a darnos más tarea para casa y eso quería decir, menos tiempo para ser niños y disfrutar de la vida, que es lo que deberíamos hacer cuando terminamos de trabajar.

La gente de la clase se había unido a mi campaña pero sin entenderla, pero se agradecía mucho, Sergi quería unirse pero después de repetir un curso, le daba miedo ir con los que estuviesen dos años menos, básicamente porque su padre le había dado un escarmiento importante y no quería recibir otro, por eso empezó a hacer la tarea y prestar atención en clase. Se lo acepté, aunque se moría de ganas de estar en ella, no me sentí en ningún momento aislado por él ni por eso.

Entonces la Laura se le ocurrió castigarnos a los dignificados diez minutos después de clase, para ser controlados. Ese era el primer año que controlaríamos todo el tema de la agenda, como ya les compartí, pues la Laura pensó que quizás no hacíamos la tarea, porque al final de clase no agarrábamos el material para hacerla en casa. Así que nos empezaron a mirar las agendas, a ver si habíamos anotado bien la tarea y qué teníamos que hacer en ese momento, que era agarrar los libros necesarios para realizar la tarea en casa. Para hacerlo posible, escribió una nota de comunicados a los tutores o padres para que supervisasen la tarea mientras que la hiciéramos.


A pesar de que yo seguía yendo al Tripijoc y allí era dónde hacía la “tarea”. No abría la agenda en ningún momento y decía que no tenía tarea y me ponían a hacer cosas de otros cursos más divertidos durante la media hora de tarea del centro. Al día siguiente, la profe pedía la tarea y siempre hacía la pregunta de quién no lo había hecho, y yo levantaba la mano, entonces se lo apuntaba y se lo decía a la Laura. ¡Ay que divertido era ver la cara de la Laura cuando todos los que estaban diez minutos después de clase no habían hecho la tare ni habían devuelto firmado el comunicado!

En un día de tutoría, la Laura echaba la bronca a la clase.

-        ¿Saben que sino hacen la tarea irán más lentos que sus compañeros que sí la hacen?- preguntaba en plan acusándonos de que iríamos peor en todo y al crecer seríamos tontos la Laura.

-        ¡Eso no es cierto, seño!- le decía levantando la mano.

-        ¿Ah no? ¿Cómo puedes estar tan segura de ello si no has hecho ninguna tarea desde que empezamos el curso?- me preguntó la Laura.

-        Porque si usted pone la misma tarea pero para hacerla en clase, la hacemos y además lo hacemos bien.- le respondí.

Colocó las manos en cruz delante de su pecho junto a su mirada desafiante arqueando una ceja pintada, ella siempre iba maquillada como una puerta.

-        También participamos en clase y nadie se ha dado cuenta de que nos sucediese algo, de que seamos tontos, ¿no? ¿Alguna profe lo dice?- le preguntó.

Dijo que no con la cabeza pero puso los ojos en blanco.

-        ¿Por qué no hacen la tarea, entonces?- preguntó algo desesperada.

-        No entiende el motivo de esta “revolución”. Nos quejamos de que cuando estamos en casa a las cinco de la tarde, tenemos que vivir, jugar, ir a extraescolares,… ser nosotros, niños. Si además nos ponen tarea… ¿qué significa realmente ser niños?- le dije.

-        ¡Pero cuando sean mayores y trabajen, lo tendrán que hacer diez horas al día y sin rechistar!- gritó la Laura.

-        También está mal. Si esto es ser adulto, renuncio.- dije.

Me quedé callada el resto de tutoría, la Laura cambió de tema y nos pusimos a jugar algún juego, sentía que no estaba escuchando, algo me decía en el corazón que era inútil y que en algún momento llegaría alguien que sí lo haría.

La siguiente visita al hospital fue muy diferente, porque durante esos tres días de clase, al Titi le habían cambiado de hospital, ahora estaba en el hospital de Santa Cruz, un lugar dónde solo tratan pacientes con cáncer y se encuentra en el viejo hospital de la ciudad de Vic. Era un edificio antiguo muy bonito, construido en 1825 o por allí, pero modernizado a partir de los años ochenta, con un jardín pequeño con un puente con agua artificial simulando un pequeño laguito con fuentes de agua.

Entramos dentro de la recepción del hospital, mi madre nos dijo que solo teníamos que subir un piso y lo podíamos a hacer a pie o en ascensor, mi padre y yo lo hicimos a pie, en cambio mi madre y el Rafalé en el ascensor. Por los nervios que tenía, les propuse una carrera, subí las escaleras en el momento en que mi madre y Rafalé entraban en el ascensor para saber quién tardaba menos, obviamente gané yo. Cuando esperaba a que llegase el ascensor en la primera planta, ya vi a Metatrón de pie delante de la habitación 111, aún no me habían dicho la habitación, pero cuando mi madre salió del ascensor dijo el número y caminé hacia la puerta, me quedé quieta viendo a Metatrón.

Los demás entraron, yo me quedé la última, me giré para hablar con Metatrón.

-        Estoy lista.- le dije.

Recomendación: Pasión de Gavilanes 2T - Netflix.

HR.

HERO&Corporation.

 

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