El Titi se negó salir a la terraza por el frío, pero él se fue hacia su habitación y yo me fui a buscar a Metatrón.
- Lo siento, pero ¿te importa entrar e ir a su habitación es que no se encuentra muy bien y aquí a fuera hace demasiado frío?- le pregunté.
- No hay problema, te sigo. – respondió Metatrón sin perder su sonrisa y amabilidad.
- Intenta no brillar muy alto al pasar por el comedor, el resto de mi familia podría verte o ver una luz extraña y estarían raros.- le dije.
- Descuida, cubriré mis alas entonces. – dijo mientras que guardaba sus alas en la espalda, su brillo disminuyó bastante.
Le guíe hacia la habitación, los familiares ni se percataron de la pequeña visita de luz que teníamos. ¡Bendito corazón! ¡Ojalá lo hubiesen visto! Aunque se hubieran asustado porque tanta luz les da mucho miedo, creo que mi madre me hubiese agarrado y me hubiese impedido poder proseguir. Quizás tenía que ser así, si el universo y Dios lo dictaban de esta forma, ya les llegará su momento. ¡Tiempo al tiempo!
Llamé a la puerta dos veces, escuché la voz del Titi que me daba paso, abrí la puerta y dejé pasar a Metatrón, él se quedó de pie a los pies de la cama, aproveché para cerrar la puerta y dejarlos a solas, pero el Titi paró la puerta y la volvió a abrir.
- Mejor quédate, Laia. – dijo el Titi.
- El mensaje es confidencial, Humiel. – le advirtió Metatrón mirándole fijamente a los ojos.
- Sea lo que sea, ella quiero que lo escuche.- le respondió.
- De acuerdo.- concluyó Metatrón.
Entré y cerré la puerta, no me quería sentar pero me obligaron a hacerlo. La verdad es que tenía mucha curiosidad de qué se podría tratar esta visita y justamente en estas fechas tan señaladas, los Seres de Luz también celebran la llegada del Maestro Jesús, se supone que eran días de fiesta y celebración pero a Metatrón le tocó trabajar esa tarde.
- Disculpa que venga ahora, pero pensé que querías saber esto. Acabamos de venir de una audiencia con Jacob y hemos estado hablando de tú caso. – empezó a explicar Metatrón.
¡Ay no, más noticias sobre su ascensión, no! Ya me dolía demasiado el corazón, pero el Titi quería que estuviera, no me sentía muy capaz, sentía como se me iba quebrando el corazón de forma tan lenta y tan dolorosa que cuando quería tener algo de felicidad, regresaba el dolor. ¡Lo voy a perder y no voy a poder hacer nada al respecto! ¿Para qué cuernos me estaba preparando en Agartha si en estos casos me tenía que quedar con una mano delante y otra atrás? ¡Qué miserables es a veces el universo que permita este dolor tan fuerte y que sufra tanto! ¿A qué precio tuve que vender mi alma antes de nacer para presenciar este horror? ¡No me recompensaron lo suficiente! Si esto era morir, ya estaba muerta, mi alma estaba al borde del propio abismo de la identidad, permitirme morir para sanar mi propia sombra y así renacer convirtiendo mi espíritu en el ave fénix.
- Desconocía que hubiera una audiencia, ¿Por qué no se me ha avisado? – preguntó el Titi.
- Jacob no quería hablar contigo, solo con nosotros.- dijo Metatrón.
- ¿Por qué?- respondió.
- Al parecer, hay una forma para que no tengas que ascender ya. Pero deberás hacer algo al respecto. – informó Metatrón.
¡Se me iluminó la cara de nuevo!
- ¡Hay esperanza, titi para que te quedes!- dije alegre y feliz.
- ¿A qué precio? – preguntó el titi.
- Solo una persona de tú familia de esta encarnación podrá salvarte, si acede a realizar una prueba.- respondió Metatrón.
Nos quedamos los tres callados, el Titi y yo nos miramos un segundo a los ojos.
- ¿De forma consciente o inconsciente?- pregunté.
- Consciente. Deberás nombrar a la persona durante la noche de los Reyes Magos, en la culminación de los deseos. Dos semanas después se le realizará la prueba. – dijo Metatrón.
Sería mucho más complicado porque el hecho de estar consciente quería decir que tendría que saber por lo menos cómo funciona el universo y esto en la familia escaseaba tanto que solo me veía a mí misma como posible candidata a la prueba.
- ¿Y a quién? Si nadie de la familia excepto yo sabe cómo funciona todo.- dije preocupada.
- No te preocupes, tengo una lista de cuatro posibles candidatos. – compartió el Titi, me lo quedé mirando arqueando las cejas.
- ¿Cuatro? ¿Seguro?- le pregunté, él dijo que si con la cabeza.
Entonces Metatrón se tuvo que ir, así que le volví a acompañar hasta la terraza, el Titi regresó a la mesa a hacer la tertulia y a fumarse un cigarrito, me puse a su lado y le di un manotazo en el brazo, pero él siguió fumando.
Se acercaba fin de año, y con él se iría la peseta para entrar oficialmente al euro, una moneda unificada con todos los miembros de la Unión Europea, excepto Inglaterra que seguirían con sus Libras Esterlinas. Hay una cosa que me deberán perdonar, pero hay un error en la edad, me he dado cuenta, creo que me habrá despistado en cuando estaba en segundo de primaria, pero en realidad no tenía 7 años y medio ya tenía los 8 y medio cuando estaba ocurriendo eso. Lo que pasa es que me habré descontado sin querer entre los años y ciertas cosas, disculpen. Ya había elegido seguir con los guías y los ángeles, era una decisión importante pero no quería dejarles atrás ni estar sin ellos, ya les comenté porqué en su momento.
Para practicar el uso del euro, en el colegio antes de que fuesen las vacaciones, jugamos con los de demás cursos del mismo pasillo a ser un mercado municipal. Se puso de moda un juego para niños que consistía en hacer billetes y monedas de cartón, como el estilo de las muñecas recortables para ponerles la ropa que quisieras, pero en monedas del euro, también hicieron mucho merchandising de calculadoras que convertían el euro en pesetas para que vieras cuanto te estabas gastando realmente, ya que con la llegada del euro, hubo una inflación de precios, todo se puso más caro aunque no nos dimos cuenta porque si antes un café solían ser 30 pesetas, de repente valía entre 0,90€ a 1€ ya entendiendo que 1€ son 166 pesetas, todo era más caro. Actualmente en el 2022 un café solo te cuesta por 1,50€ a 1,90€ en un bar, todo ha subido mucho más.
Me gustó mucho ese juego, intercambiábamos roles, por ejemplo, durante la primera hora te tocaba ir a comprar a los mercados, veías los productos (cualquier caja, botella o cosa vacía o de plástico como verduras de juguete), ibas con tú cestita y comprabas si tenías dinero, intentando no gastártelo todo, para aprender a ser “adulto”. A la siguiente hora, te ponías en una parada y eras empresaria de la tienda, atendías a los clientes y les devolvías el cambio de lo que habían comprado. Era muy divertido, aprendí más sobre el mercado de esta época, en cada encarnación ir a comprar siempre ha sido muy diferente, ahora vas al super y tienes la compra en veinte minutos hecha, pero antes no era así, ibas de parada en parada hasta conseguir todo lo necesario o lo que podías, claro está.
Cuando me tocó ir a comprar, me vino una vida anterior que ya recordaba y que nunca se me olvidó…
Durante el reinado de la dinastía XXIII en Egipto, me encontraba en una plaza cerca de dónde se encontraba la Esfinge el gran guardián Bassik. Estaba en la hora del mercado, mi padre de esa vida me había mandado a comprar mendrugones de pan y algo de verdura, mientras que él seguía atendiendo en nuestra parada para vender el grano que habíamos cosechado cerca del Nilo.
Pasé cerca de las columnas que había al otro lado de la plaza que eran la entrada a un edificio importante, muy parecido a un templo sagrado, mientras me dirigía hacia el callejón de arriba para ir a buscar la verdura.
- ¿Hoy no vas con esa jovencita?- preguntó gritando un joven apuesto que estaba apoyado en una de las columnas doradas.
Me detuve y le miré, sus ojos verdes me llegaron muy adentro porque mí corazón dio un vuelco, era el mismo hombre que había visto otros días y semanas atrás, que solo se quedaba en la plaza a observarme sin tapujos. Su mirada tenía un lado misterioso que automáticamente me entró la curiosidad.
- Esa jovencita, es mi hermana. ¿Acaso tienes interés alguno en ella?- le pregunté desafiante.
Él alzó las manos en señal de inocencia y mostró su sonrisa, el pelo que tenía castaño hasta los hombros, le volaba con la pequeña brisa que hacía aunque estábamos en pleno bochorno.
- En ella no, nunca. Pero…- se insinuó.
- ¿Pero?- repetí.
- Yo soy Gariel, ¿y tú?- se presentó.
- Mi nombre es Sor.- respondí.
Retomé el paso y me fui hacia el callejón, escuché sus zancadas detrás intentando llegar a mi lado, cuando lo consiguió empezamos a conversar.
- Si estás buscando verduras de calidad, yo conozco una parada que te va a gustar. Está justo después de este callejón, ven.- me agarró de la mano y empezamos a correr callejón hacia arriba.
- Gracias, pero siempre le compro al mismo mercader. Mi padre es de costumbres fijas.- le comenté, aunque no me sentía muy cómodo estando al lado de él.
- ¡Vamos, así se va a ahorrar media moneda!- insistía.
Él estaba tan cerca, me sentía algo acorralado. Pero con una necesidad sin sentido de sentir sus muslos esbeltos abrazarme y sentir sus labios carnosos encima de los míos. Carraspeé e hice un paso al costado para no estar tan cerca de él, automáticamente él lo notó y se acercó aún más.
- ¡Cuidado!- gritó me agarró de la cintura, mientras que yo casi me caía por una pierda que había en medio del callejón.
- Gracias.- dije me incorporé y continué caminando como si nada pero intentando acelerar el paso para despistarlo, él me frenaba del brazo si me pasaba.
Finalmente llegamos a esa parada, compré las verduras tal y como dijo más baratos. Y al dejarlo estar, decidí pasar por otro callejón dónde no había mercaderes y él vino conmigo. Y sin venir a cuento, me encontraba de espaldas en una de los edificios, acorralado por él, besándonos como si mis labios le hubiesen extrañado por tanto tiempo, ese fue mi primer beso en esa vida, dónde yo era también un jovencito muy apuesto.
Se me cayó la cestita en el suelo cayéndose todos los productos comprados en el juego de simulación sin saber cómo había ocurrido todo. Me agaché algo avergonzada y coloqué las cosas en la cesta de nuevo, nadie me había visto, Uriel me ayudó.
- ¿Dary, te suena el nombre de Gariel?- le pregunté susurrándole.
- Si, él fue alguien muy importante en Egipto. De esto hace unos 12.000 años aproximadamente. ¿Lo has recordado a él?- preguntó feliz Uriel.
- Si, creo que la primera vez que me besé con él. ¿En ese tiempo se permitía la homosexualidad?- le pregunté.
- Solo si se mantenía en secreto. – respondió.
- ¿Yo en una vida fui Gay?- pregunté algo extrañada, no por el hecho de que fuese algo relacionado al homofobia, solo que no pensaba que eso iba conmigo o hubiera sido en otra vida. Ya les expliqué que en casa me educaron aceptando las relaciones humanas sin ningún tipo de odio o fobia. Con mucho respeto, ¿entienden?
Uriel me dijo que si con la cabeza. Me dejó descolocada.
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