Hoy les tenemos preparados un capítulo doble, ¿están listos?
Capítulo 141:
Regresé a clase al día siguiente pero a las cinco de la
tarde me tocaba ir al Tripijoc, era mi segundo año allá, hacía pocas semanas
que habíamos empezado y era mi último año en el grupo de pequeños. Ese año
había muchos compañeros nuevos, como el caso de Aziz y Kamal, dos hermanos que
ya conocía del colegio, Kamal era del grupo de grandes porque iba un curso más
que Aziz, que iba a otra clase pero de mi curso. De hecho Aziz era un buen
amigo, aunque en el colegio se metían con él por tener sobrepeso (al igual que
su hermano), él solo quería encajar como yo, así que nos hicimos amigos lo
curioso es que lo éramos incluso en el colegio, su hermano Kamal se aprovechaba
en el colegio y se burlaba de mi por hablar que les costaba entenderme, así que
ya no fue tan amigo como pensaba.
En el grupo de pequeños vino una chica que parecía mucho
mayor, se llamaba Sandra, resultó que había repetido curso varias veces y en
vez de ponerle al grupo de grandes, tenía que venir al nuestro por estar en 4r
de primaria. Aunque el último curso del grupo de pequeños era tercero, a ella
junto a Jesús les bajaron de grupo para ayudarles mejor en sus tareas del
colegio y también porque habían hecho amistades importantes y para no
separarlos.
Enseguida vi que la Sandra no me caía demasiado bien, cuando
vi como trataba a su única amiga del momento, la Ana de mi clase. En vez de
tener una amistad coherente y bonita, se veía que la Sandra buscaba un perrito
faldero y que en ocasiones lo había intentado conmigo pero sin éxitos. También
conocí a un niño un año menor llamado Josep, y una niña dos años menor llamada
Gloria, enseguida nos hicimos amigos, sobretodo porque nos unía la pasión por
el futbol, de hecho Josep en los días que no iba al Tripijoc entrenaba en el
equipo de futbol sala del Manlleu. Me enseñó a modificar un poco la técnica del
regateo con la pelota y como apuntar bien para poder marcar goles a distancia o
de penalti.
Hubo otra chica que venía de nuestro mismo curso y colegio,
llamada Cristina. La verdad es que nunca supe a qué jugaba en realidad, a mí me
asustaba un poco estar con ella, porque se le paraba bastante la cabeza en plan
locura total, y a mí eso de no saber si mi seguridad está en regla o no, era
algo que ni a Uriel le gustaba. Por eso cuando me tenía que juntar con ella,
Uriel siempre estaba bastante tenso, como si en cualquier momento me tuviese
que sacar del embrollo. Hay que decir que en el Tripijoc era en realidad un
proyecto de inserción social, había alumnos que tenían problemas cognitivos y
necesitaban un trato un poco más especial.
Las dos chicas que vinieron también nuevas, era una chica de
un curso menor llamada Soukaina, ya la conocía del colegio pero era una chica
muy bonita y muy divertida, la pasábamos bastante bien jugando a persecuciones
con Jesús y a las obras de teatro también se apuntaba. Y otra chica de dos años
menor llamada Fátima ella venía del Puig Agut, pero una chica encantadora que
parecía también un Ser de luz de lo linda y amable que era cuando estaba con
ella.
Por Agartha las cosas seguían bastante bien, me faltaban aún
dos años para terminar en la escuela de IÓN, y ese año tuve una asignatura muy
especial llamada integración de civilizaciones galácticas impartidas por
el Maestro Seraphis Bey. Fue una de las materias más interesantes dónde toda la
clase prestaba mucha atención, porque lo estaríamos dando por esos tres años
antes de terminar IÓN, se suponía que antes de graduarnos teníamos que saber
qué civilizaciones más importantes viven en nuestra Galaxia, teníamos que
aprender de sus costumbres y en alguna ocasión recibiríamos una visita especial
de alguno de ellos. Mientras que en el colegio, en la superficie de 3D todavía
se plantean la posibilidad de si existe vida en otro planeta, en IÓN es
obligatorio pasar estas clases si el objetivo es integrarte en la Galaxia.
Un día en clase el Maestro Seraphis Bey nos estaba
explicando la importancia que tenía el hecho de aprender de las demás
civilizaciones, así que por la curiosidad que me inundaba siempre en el
corazón, levanté la mano y cuando me dio permiso le hice una pregunta.
-
¿Es posible que decidas nacer en este planeta,
pero luego mueras en otro?- pregunté.
-
Si que es
posible, siempre y cuando entiendas la civilización dónde vivas, aceptando sus
costumbres y adaptándote a ese mundo. Muchos de vosotros lo haréis en algún
momento de estas encarnaciones dónde os encontráis. – respondió Seraphis
Bey.
No sentía que tuviera que ser mi caso, pero a Rita le
pareció buena idea. Por un momento me agarró un poco de incertidumbre, me
sentía así porque en realidad no sabía cuál sería mi destino y si sería en este
planeta o en otro. Tanto Uriel como Gabriel me habían dicho que vine a ayudar
al mundo con algo muy importante y que mientras no suceda eso, me estaría
preparando para ello. Un día Gabriel me dijo “
Aquí es dónde debes estar” así que intuí que no tendría que dejar
el mundo, por el momento, eso me dio alegría pero ¿Y después de mi misión? Así
que volví a levantar la mano y pregunté.
-
¿Por qué es importante cumplir con las misiones
que tengamos?- pregunté.
-
¿Sabéis lo
que significa tener una misión? – preguntó Seraphis, todos dijimos que no
con la cabeza, así que él prosiguió.- Se
le llama misión, cuando uno decide comprometerse a cumplir con algo importante
que tiene que hacer, pero en verdad la palabra misión nos dice que el tiempo en
que uno tiene que hacer eso que le han mandado, es decir, esa preparación y
realización del trabajo, se le llama misión hasta que finalmente termina en un
día llamado portal – respondió.
-
¿Qué es un día portal?- preguntó Rita.
-
Es un día
en que la energía que llega del universo al fundirse con la energía que emite
el planeta, es tan fuerte que se pueda transformar algo de la materia con el
menor esfuerzo posible. Para que lo entendáis, los humanos se fijan en aquellos
días en que las fechas parecen ser iguales, es decir, un dos de febrero del
2002, esa “coincidencia” que así lo llaman, es un día portal, la energía de ese
día es treinta veces más potente que cualquier otro día que no sea portal. Por
lo tanto, usamos esa energía para anclar el trabajo de la misión que tengamos
que hacer. – respondió Seraphis Bey.
A mi abuela no le gustaban esos días portales, decía que
nunca traía buenas noticias, nunca entendí por qué lo decía. A pesar que tenía
un contacto estrecho con el arcángel Chamuel, mi abuela era un poco supersticiosa
no le gustaba mucho los jueguitos con el “supuesto demonio” cuando a veces la
veías rezar a media tarde simplemente porque alguien llegaba a tarde o
cualquier cosa parecida.
Cuando salimos Rita de clase, ya era la hora de volver a
nuestras casas, ese día me había dicho Uriel que viniera hacia la cancha del
juego de la rata, porque teníamos que entregar unos documentos a
administración, así que me despedí de Rita a la puerta del comedor, ya que ella
antes de irse siempre quería comer algo y yo me fui para el encuentro con
Uriel. No tardé tanto como imaginaba, pero él ya estaba allí comiendo una
bolsita de papas fritas, le di un abrazo y le agarré papas fritas.
Quedaban menos de seis meses para volver a entrar a la
unidad 23 de la orden de San Miguel Arcángel, había tenido que esperar por dos
años después de pasar los exámenes y ahora ya estábamos tan cerca que me
pareció que simplemente estaba soñando. Solo quedaban entregar los últimos
documentos que se tendrían que presentar unos meses antes de volver, además de
que en dos semanas tendría que hacerme mi primer chequeo de salud para empezar
a tratarme como una más de la propia unidad. Realmente me sentía muy contenta
de estar allí haciendo esto, algo tan importante para mí que lo tenía que mantener
en secreto, ¡ojalá lo pudiera decir a mis padres!
En cuanto regresamos hacia el metro Uriel me agarraba de la
mano con firmeza y caminaba bastante rápido como si llegásemos tarde a algún
lado. Le miré en varias ocasiones y casi me caigo por las escaleras.
-
¿Por qué vas tan rápido Dary?- le pregunté.
No me escuchó siguió casi corriendo por las escaleras yo
simplemente me apresuré a no caerme por ellas, en cuanto llegamos al andén de
París, Uriel se detuvo, se agachó y empezó a señalar hacia un lugar, miré
arrugando la frente, pero enseguida se me pasó, porque quién venia hacia
nosotros era Gabriel con su sonrisa de siempre feliz de vernos, le dejé la mano
y corrí hacia él, que me alzó al vuelto y me abrazó en sus brazos.
-
¿Qué haces en París?- le pregunté.
-
Me han
dicho que ya has entregado los últimos documentos para entrar a la unidad,
¿verdad?- preguntó Gabriel, era extraño que estuviese contento sabiendo que
me había puesto una cara siempre de preocupación en ese sentido, casi la misma
que me puso el Chico de ojos verdes cuando le dije que quería regresar.
-
¿Por qué estás tan contento?- le pregunté.
-
Por qué
confío en ti, Laia. Sé que para ti esto es muy importante, así que dejo a un
lado mis diferencias y simplemente quiero que sepas que estoy contigo, siempre.
– respondió al bajarme de nuevo de sus brazos.
-
¡Por fin lo has entendido! ¡Choca esos cinco!-
le dije, y Gabriel los chocó con fuerza.
Uriel nos dijo que no agarraríamos el metro siguiente para
Manlleu, esta vez iríamos un poco más tarde y aprovecharíamos para ir a una
cafetería de la misma estación de 5D de París a tomarnos un rico desayunito a
las cinco de la madrugada hora de 3D. Uriel se pidió un chocolate caliente y lo
acompañó con un plato de frutas del bosque, moras, frambuesas, arandanos y
otras frutillas que no supe identificar. Gabriel se pidió un jugo de mango con
un croasan, yo me pedí el chocolate caliente y el croasan. En 5D la comida es
el triple de exquisita, por eso es un placer poder comer en otra dimensión, en
3D con tantos químicos hemos perdido la esencia de la comida y por eso nos
enfermamos más.
-
Gabriel, me dijiste que habías estado en una de
las unidades hace tiempo ¿cómo fue tú experiencia en ella?- le pregunté.
-
Hace mucho
tiempo formé parte de la unidad de Minerva, es decir la uno pero nunca he
estado en una única unidad. Miguel me pidió que le ayudase en organizar las
demás unidades y por eso he estado viajando de unidad en unidad, cuando
decidiste alistarte hace mucho tiempo, no me gustó que lo hicieras e intenté
convencerte de que no era una buena idea, pero contigo es difícil que cambies
de opinión. Así que formé parte de la unidad 23, que es la misma que te
asignaron en cuanto saliste de la instrucción hace mucho tiempo. – explicó
Gabriel.
-
¿Te viniste a la mía?- dijo que si con la cabeza
- ¿Por qué? ¿te lo pedí yo?- le pregunté sorprendida.
-
No, fue
iniciativa mía y más bien si tú madre universal me hubiera visto que te dejaba
desamparada en una unidad, me hubiese cortado las alas y se las habría
desayunado al día siguiente. – comentó Gabriel.
Nos pusimos a reír los tres.
-
Aún no la recuerdo a mi primera madre. – dije
suspirando, me sentía algo nostálgica aunque no supiese ni quién era, ni qué
nombre tenía.
-
Le han
empezado a disminuir los recuerdos de vidas pasadas, hermano. Pero ninguna ha
tenido algo que ver con ella, de momento. – le comentó Uriel a Gabriel.
Gabriel colocó su mano encima de la mía y me miró con sus
ojos verdes y medio sonrió. Le devolví la sonrisa.
Capítulo 142:
En cuanto el metro arrancó para hacer la ruta hacia Manlleu,
antes de ver el paisaje, me quedé frita en el regazo de Gabriel, él me
acariciaba el pelo de forma tan suave que me sentía super relajada tanto que
finalmente, me quedé dormida, aunque muy en el fondo podía escuchar la
conversación que mantenía Gabriel con su hermano Uriel, lo notaba porque al
hablar Gabriel le vibraba el pecho y mis orejas vibraban de tal forma que
digamos que estaba con los ojos cerrados que me pesaban, pero con interés por
lo que estaban hablando…
-
Uriel, te
informo que Padre nos quiere ver esta misma tarde dónde siempre. Hay novedades
sobre los últimos ataques de Gämael a los demás protegidos especiales. Ha
organizado una reunión, por lo que yo no voy a asistir, me quedaré con ella, la
tengo que proteger. – dijo Gabriel, noté que me señalaba a mí, porque puso
su dedo índice encima de mi frente y se quedó quieto marcándome.
-
Descuida,
Laia es importante para ti. Padre ¿lo sabe? – le preguntó Uriel.
-
Si, ya
está todo hablado. – respondió Gabriel.
A veces me sentía entre la espada y la pared, ¿para qué
había decidido volver a ser guardiana si Gabriel seguiría protegiéndome contra
Gämael? Se suponía que al volver a la unidad, mi trabajo tendría que ser
proteger al mundo de estas energías tan densas que se desvinculan del propósito
de la humanidad y que causan demasiado daño a las personas. Pero si cada vez
que Gämael intentase hacer de las suyas, tendría que echar las cuentas a
Gabriel, sabía que estaba todo más perdido de lo que yo imaginaba.
Abrí un ojo y le miré, él estaba observando por la
ventanilla, así que le agarré de la mano y me miró sorprendido, le hice un
gesto para que se agachara, él obedeció y me ofreció su oreja justo delante de
mis labios.
-
No estoy hecha de cristal ni de porcelana, soy
más fuerte de lo que piensas. ¡Solo recuérdalo!- le dije.
Se me quedaron clavados la mirada de Gabriel como si fueran
puntas de flechas clavándose en mi corazón, a pesar de que parecía sorprendido
pero intenso al mismo tiempo, se pasó la lengua por los labios y tensó la
mandíbula. Entonces respiró profundamente.
-
Y tú
recuerda que no luchas contra a mí, sino que luchamos juntos contra lo que haga
falta. – respondió y entonces volvió a observar por la ventana.
Me desperté cuando mi madre me recordó que tenía que ir al
colegio, ese día estaba más cansada de lo habitual y no quería ir, intenté
fingir que no me encontraba bien, pero no funcionó. Como era habitual, llegué
tras la hora del rezo, no era porque llegaba tarde, sino que lo hacía
expresamente porque no quería rezarle a ninguna divinidad limitante y
controladora. Cada vez que tenía que rezar en el colegio, me sentía como si
tuviera una cadena en los brazos, Uriel siempre tenía que quitármelas y
comentaba “tendrían que ver con nuestros
ojos a quién realmente le rezan…” estaba de acuerdo con él.
Cuando pasó la primera hora, empezó a dolerme mucho la
barriga, no podía ni estar sentada, levanté la mano y la Laura me dio permiso
para hablar.
-
¿Puedo ir al baño?- le pregunté.
-
No, esperarás al patio.- dijo la Laura.
-
¡No puedo aguantar, me duele la barriga!- le
exigí.
-
¡Si te duele la barriga, ve a la portería para
que te den una manzanilla!- dijo la Laura.
Uriel me ayudó a levantarme porque me dolía mucho y nos
fuimos a la portería, con tan mala suerte que nos atendió la Patrocinio. Llamé a
la puerta que estaba abierta, y ella sin despegar los ojos del periódico, me
dio paso para entrar, me acerqué a la mesa dónde estaba y esperé en silencio a
que terminase de leer el artículo.
-
¿Qué quieres, niña?- dijo la Patrocinio con su
amabilidad amarga y cruel que solía tener siempre con todo el mundo.
-
Me duele la barriga, ¿puedes llamar a casa para
que vengan a por mi, por favor?- le dije.
La Patrocinio sin despegar la cara del periódico, me indicó
una silla para que me sentara, obedecí en silencio. Cuando terminó de leer el
artículo, agarró el auricular del teléfono y llamó, por un momento pensé que no
me había costado tanto como pensaba, entonces se puso a hablar y un minuto
después cortó la llamada con su sequedad y brusquedad que solía tener y que vi
que era con todo el mundo, sin mirarme, suspiró, leyó un trozo más del artículo
y pasó página entonces me miró un segundo.
-
Ve al comedor, les he pedido que te preparen una
manzanilla. Luego podrás volver a clase.- dijo la Patrocinio.
-
¿No puede llamar a mi madre para que venga a por
mí?- le repetí subiendo el tonito.
-
¡Baje el tonito! Si tan mala estás, deberás ir
al médico, pero yo decido qué vas a hacer, así que ¡al comedor y a clase!-
exigió.
Uriel me agarró de la manito y nos fuimos al comedor
caminando lentamente. Vi por un momento la escalera de los profesores, dónde
los alumnos no teníamos permiso para pasar, miré a ambos lados, como nadie
había allí, simplemente le dije a Uriel que pasásemos por allí, hice un par de
pasos, y noté como Uriel me agarraba del brazo y jalaba de mi, lo intenté dos
veces pero él no me lo permitía.
-
¡Demos la
vuelta, no importa! – dijo Uriel jalándome del brazo hacia la otra escalera
que estaba a la otra punta del pasillo.
Me dejé llevar finalmente. Me dejaron pasar al comedor, me
senté en una de las sillas y enseguida me trajeron la manzanilla. Nunca había
tomado ninguna infusión de hierbas, no sabía cómo me iba a sentir, Uriel
inspeccionó el vaso como si buscase algo que no pudiese tomar todavía. Cuando
lo olí, me vino un mareo y por un momento no quise tomármelo, aunque finalmente
me picó la curiosidad y le di un pequeño sorbito. Casi lo escupo, ¡qué asco!
-
Tú sistema
digestivo aún no está preparado para que tomes infusiones ni hierbas sagradas.
¡No te lo tomes que te sentirás peor! – me aconsejó Uriel.
-
Lo tendré que hacer, ¿y si me dicen algo?- le
dije a Uriel.
-
¡Déjamelo
a mí! – dijo y de repente con una mano sin tocar el vaso, el nivel de la
manzanilla bajó a la mitad.
-
¿Qué haces?- le pregunté.
-
Alquimia,
para disimular que te lo has tomado. – respondió Uriel.
-
¿Cómo puedes enseñarme?- le pregunté.
Uriel empezó a reírse de mi pregunta, pero no respondió.
-
¿Por qué no puedo tomarlo?- pregunté.
-
Las
células de tú aparato digestivo todavía no han madurado lo suficiente como para
que empiecen a conectar con la vibración de tú ADN. – explicó Uriel.
-
Pero si puedo comer sin problemas.- le comenté.
-
Si, pero
algo como esto, tiene una vibración muy alta para ti y eso te produciría un
desajuste importante de la energía vital que necesitas para hacer tus cosas día
a día. – respondió.
Media hora después, entró la cocinera a retirar el vaso,
solo le faltaba un culín que no quise aceptar y regresé a clase, el dolor se me
fue un poco pero tuve que lidiar con ello durante casi todo el día. Finalmente
se me quitó y pude estar pendiente de las clases, incluso las de la tarde, ese
día no me tocaba ir al Tripijoc, así que me vino a buscar mi abuela, nos fuimos
con la Pepeta hacia el parque Ángela Roca, dónde pude jugar un ratito con Uriel
a la nuestra.
Me quedé sentada en la arena, observando el tobogán grande,
mientras que Uriel me estaba ayudando a hacer un agujero con los pies. Pero
luego me puse de pie y le indiqué a Uriel que viniera conmigo, él me empezó a
seguir, subí al tobogán pequeño y bajé, me quedé sentada al final mirando al
tobogán grande un buen rato. De repente Uriel se giró hacia el otro lado porque
escuchó un ruido fuerte y yo simplemente corrí hacia el tobogán grande y empecé
a subir las escaleras, hasta que finalmente me senté para tirarme, pero antes,
me quedé un rato sentada allí arriba.
-
¿Dónde se
ha metido? ¿Laia? – me buscaba Uriel.
-
¡Aquí arriba, Dary!- le grité.
En cuanto me vio dónde estaba, se vino corriendo para subir
las escaleras, pero le hice un gesto para que no subiera, él insistía.
-
¡No o grito!- le dije, se detuvo en seco.-
¡Retrocede, por favor!- le exigí y él obedeció.
-
¿Estás
segura de lo que haces? – preguntó Uriel preocupado por mi seguridad.
Le dije que no con la cabeza, pero ni se inmutó. La altura
era considerablemente alta, me dio vértigo, me agarraba fuerte a la barandilla
como si me fuera a caer, el corazón empezó a irme tan rápido que solo escuchaba
eso. Mi abuela me vio, pero no me gritó simplemente se puso a mirarme, ella
hacía tiempo que me animaba a superar ese miedo al tobogán grande, pero ella
sabía que solo ocurriría cuando yo realmente me sintiera lista para hacerlo. Mi
padre también lo había hecho algunas veces, pero solo ocurriría cuando yo lo
viera necesario.
Mi problema con las alturas era considerable, ya había
nacido con este problema, por ende se puede decir que lo traía de otras vidas
pasadas, que por lo visto no tenía nada que ver con la vida anterior, sino que
era de alguna vida más antigua, me daba esa sensación. Una muy parecida a la
que sentía cada vez que me bañaba en el mar acompañado de un adulto, allí cada
vez que buceaba me entraba como una especie de agobio, dónde no podía aguantar
ni diez segundos bajo el agua, esa si que tenía origen en la vida anterior (ahora
sé porque pero ya se los he compartido algunas veces, en 1912 yo morí en el
Titanic).
Miré al cielo a ver si encontraba a Gabriel, sentía que
estaba cerca y lo quería conmigo.
-
¡Gabriel!- grité.
Escuché el abrir de unas alas con fuerza, miré en los tejados
de las casas, hasta que lo encontré en una de ellas muy cerca al tobogán, me
dije con la mano que viniera y él se alzó volando con sus alas blancas
brillantes con las puntas doradas increíbles, se acercó suavemente a mí se
agarró a la barandilla, tenía los pies a más de dos metros de altura del piso,
le sonreí, pasé mis brazos alrededor de su cuello y le di un abrazo. Enseguida
noté como mi culo dejaba de estar pegado al tobogán, así que le solté y pegué
un pequeño grito.
-
¡No!- le dije, Gabriel se detuvo.- ¡Devuélveme
en el tobogán!- le exigí y él obedeció.
-
Pensaba
que querías que te rescatase- dijo Gabriel.
-
No. Pero quiero que hagas una cosa por mí.- le
dije.
-
Lo que
sea. – respondió Gabriel enseguida.
Le mostré que se bajara y se pusiera al final del tobogán a
esperarme, él simplemente acató mis órdenes.
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