El resto de la visita guiada, fue genial. Le dije que no podía entrar en la cocina y le marqué la línea divisoria, él lo entendió, y entonces le mostré mi cuarto en el segundo piso. Le dejé subir en mi cama.
- ¡Esta es mi cama pero si quieres tú también podrás venir a dormir conmigo alguna noche!- le dije, se puso tan contento que nada más subir ya se puso cómodo.
Le dije las normas de mi habitación que debía respetar, qué podía tocar y qué no, y qué podía tocar pero con mucho cuidado. En vez de un perro parecía un pequeño senhiorgitto, recordaba esa palabra de mi vida en Florencia, así les llamaba a mis dos hijos Lorenzo y Terencio cuando querían ser señores pero eran chiquitos.
En cuanto terminó la visita de reconocimiento por la casa, le enseñé dónde habíamos dejado sus cosas, la cama y los boles de comida y agua. En este caso los tenía en la terraza, aún era verano aunque ya era Septiembre, pero en invierno dormiría conmigo, porque en Manlleu suele helar mucho. Estaba muy contenta de tener un segundo perro, nada más conocerlo me dio la sensación de que me había reencontrado con una alma muy especial que en otra vida fue mi hijo, no entendía porque había elegido volver convertido en perro, pero me sentía muy feliz saber de qué volvía a estar conmigo. Fue entonces, cuando empecé a preguntarme ¿quién sería su padre?
- ¿Juegas conmigo, Laia?- preguntó Juanito.
- Claro.- le dije.
Bilbo nos acompañó hasta la salita, agarramos una pelota pequeña y empezamos a jugar a futbol, pero con cuidado de no romper nada. Vi a Bilbo sentado a un lado observándonos, me quedé mal y paré de jugar un momento, me acerqué a él, le acaricié la cabeza y se puso de pie moviendo el rabito ya que lo tenía corto.
- ¿Quieres jugar con nosotros Bilbo?- le pregunté, él alzó las orejas sin entender lo que le decía.
Le dije que se pusiera a un lado de la salita y así le pasaría Juanito la pelota al perro, pero cuando lo hicimos, Bilbo ni se inmutó, holisqueó la pelota pero ni la agarró. Volví a acercarme a él, me agaché.
- ¿Qué te pasa?- le dije.
- Mami… ¿qué es jugar?- dijo telepáticamente Bilbo.
- Esto, mira la pelota.- le mostré él lo holisqueó de nuevo y me miró.- abre la boca y agarra la pelota.- él me miró pero tenía confianza y simplemente lo hizo, le puse la pelota en la boca y la sujetó.- ahora ponlo en cualquier lado de la salita y nosotros le daremos una patada.- le dije.
Bilbo se levantó con la pelota en la boquita y empezó a mirar un lugar dónde dejarla, cuando lo encontró simplemente lo dejó en el suelo y se apartó. Juanito hizo los honores de chutar la pelota, pero Bilbo ni se movió a buscarla. Entonces fui a buscar la pelota, la volví a poner en su sitio y lo hice yo, Bilbo se fue detrás de la pelota a buscarla y la regresó. Resulta que nunca había jugado a nada y le teníamos que enseñar a hacerlo, dónde había nacido debió ser un hogar horrible.
- ¿Os apetece un trozo de fuet para ir picando un poco?- nos interrumpió mi padre.
- ¡Si!- dijimos Juanito y yo.
Papá había cortado cinco rodajas de fuet, le dio una a Juanito, otra a mi, y una al Bilbo se la metió en la boca y vino hacia a mi, la dejó en el suelo y me miró mientras se sentaba.
- ¿No me digas que tampoco has probado el fuet?- le dije al Bilbo, él solo me miró con ojos cristalinos.
¡Madre mía!
- Mira Bilbo, esto se hace así.- le dije, me puse la rodaja de fuet con la pela que en casa nos comemos la pela y todo, algunos la quitan pero es muy sano comérsela con pela y le di un bocado, él me miró atentamente y entonces él al ver que me lo comía a gusto lo probó.
Mi padre estaba pendiente también, le resultó muy extraño que el perro nunca hubiese comido fuet. Era muy normal que no lo hubiese probado nunca, en realidad el fuet es un producto de origen catalán, desde que casa Terradellas lo importa al resto de España, que antes solo se comía en Cataluña, al igual que las botifarras (en realidad un fuet es una botifarra pero dejada a secar durante un mes a la intemperie, luego tenemos la sumaia que son tiras de fuet más finitas pero secas también solo una semana o dos).
Bilbo volvió a ponerse la rodaja de fuet en la boca y empezó a comérsela, al principio arrugaba la cara porque el primer gusto no es muy bueno, pero luego le encantó, incluso se fue con mi padre para ver si le caía otra rodaja. A partir de ahí el fuet era su pica-pica favorito, hasta que probó la longaniza.
Tres días después, nos fuimos de vacaciones a Sitges, Juanito también se vino con nosotros, hasta dos días antes de empezar el curso Juanito se quedaba con nosotros, y aparte de ser primos parecía mí hermano mayor a pesar de ya medir 1,90m de altura. Pero antes de irnos, mi padre le pidió a mi nuevo tío Drakho (el novio de Rafalé) si podíamos llevarnos al perro, él dijo que si con la condición de que en la casa no entrase, para él sería los tres terrenos y dormiría en el garaje interior.
Durante el viaje para Sitges que eran dos horas, el Bilbo se pasó la primera hora durmiendo y la segunda lloraba porque ya quería salir del transportín, según la ley los perros tenían que ir en transportín, ahora la han quitado y van atados en el maletero. Solo los gatos van en transportín. Para irlo tranquilizándolo, le iba diciendo dónde estábamos y cuanto tiempo quedaba, le decía lo bien y bonito estaba la casa de Sitges, le iba comentando los terrenos y las cosas que se encontraría y le repetía varias veces de que no podría entrar en la casa, que para él tendría el garaje interno que había un sofá muy cómodo y grande para él solito. Parecía que eso le calmaba, así que seguí hasta que llegamos y cuando nos aseguramos de que la puerta principal al complejo estaba cerrada, le abrí la puerta del transportín y empezó explorar, una vez más sin dejar muchos metros de mi, quería que yo le enseñara el lugar.
Mientras que estuviese Juanito con nosotros, mi habitación sería en la motorhome en una cama doble con una cortina tupida roja para tener intimidad. Mientras que Juanito se quedaba la habitación del fondo del pasillo central, una cama doble sin ventanas, solo un tragaluz lleno de hojas que te avisaban que el otoño ya se acercaba. En mi caso tenía unas vistas maravillosas al primer terreno, a pesar de que delante de la motorhome estaba recubierto con cañas de bambú para dar intimidad y así yo podía ver todo lo que había en el primer terreno, pero en cambio desde fuera no se podía ver nada. ¡Qué privilegio! En realidad la motorhome chiquitita era todo para mí, era como un mini-apartamento sin cocina, ni baño propio pero con una cama y tres armarios gigantes, para mí.
Disfrutar de esa libertad era como si el tiempo se volvase a detener como pasaba todos los veranos, pero que siempre aunque yo deseaba con todas mis fuerzas, aparecía la imagen del colegio a la vuelta de la esquina. Aquellas dos semanas casi en Sitges, la pasé increíble, jugando un montón con Juanito en la playa que solíamos ir era una mixta, es decir, en España hay playas que son la mitad nudistas y la otra mitad con bañador. Por las tardes salíamos a dar vueltas por Sitges, incluso una tarde íbamos a Vilanova i la Geltrú, el pueblo de al lado a terminar a hacer las compras de ropa para la vuelta al cole y también para subirnos al mini tren, que da la vuelta al gran parque. Papá nos sorprendió cuando nos dijo que esa tarde, aprovechando que estábamos en la primera ciudad del ferrocarril de la costa, iríamos a ver el museo del ferrocarril.
Me sentía como una hormiga al lado de la grandes locomotoras de vapor, todas eran de época, incluso subimos en uno con los banquillos de madera como asientos habituales para los pasajeros. Solo con verlos, ya me parecían super incómodos. Visitar museos es una de las cosas que más adoro hacer en familia o con la compañía de Uriel (en la actualidad, claro está) y me da igual si ya he ido varias veces, de vez en cuando me gusta volver y repasar incluso ver las nuevas exposiciones. La cultura es algo que mis padres me inculcaron de pequeña, también el hecho de la buena gastronomía a la hora de ir a un restaurante, los museos son la forma de darnos una mano para ampliar nuestros conocimientos de una forma interactiva y no aburrida, incluso cuando vamos a poblados íberos (aunque el de calafell me daba miedo, aprobaba el hecho de que era por la cultura y aprender cosas importantes).
Al final de la visita subimos a una de las locomotoras en el lugar de la máquina principal, nada más subir me caí por la energía (era como un desmayo pero noté los brazos de Uriel que me agarraban fuertemente).
- ¿Estás bien, mi amor?- dijo Uriel.
- Si, no sé qué me ha pasado…- dije al volver a ponerme de pie y me di cuenta de que el aire inesperado atosigaba mi pelo al mismo tiempo que la locomotora se estaba moviendo como si estuviese en medio de uno de sus antiguos trayectos.- ¿Qué pasa? ¿Soy yo o esto se está moviendo?- dije.
- Nos movemos, has entrado sin querer a una grieta del tiempo. – informó Uriel.
Miré alrededor, delante de los mandos de la máquina había un hombre con un mono azul y la cara llena de carbón que tocaba el timbre. De la zona del cargamento de carbón, había otro con un pañuelo en la altura de la nariz y una pala cargando carbón al tren.
- ¡Eres un vago! – dijo el conductor del tren.- siempre te encuentro durmiendo entre el carbón y lo que deberías hacer es echar el carbón al fuego para que el motor vaya más rápido – concluyó.
El otro compañero levantó la pala, se quitó el pañuelo y le dio un golpe en la cabeza con la pala. El conductor cayó redondo. Yo grité.
- ¿Qué te pasa Laia?- dijo mi padre.
Automáticamente había regresado al presente, no había conductor, ni el otro señor. Me quedé estupefacta pero solo quería hacer una cosa, bajarme de allí. Pero en ese momento mi padre insistió en hacerme una foto manejando el tren y me tuve que poner. Al bajar le di la mano a Uriel y le abracé cuando nadie nos miraba.
- Han matado alguien aquí, lo he visto.- le dije asustada.
Uriel volvió a atrás y se quedó observando las líneas del tiempo, al ver que era verdad, agarró sus anillos y se puso a llamar a otros Seres de Luz. No sabía que estaba haciendo exactamente, pero no me lo quiso contar. No me gustaba pero lo respeté.
Recomendación: 365 días aquel día - Netflix.
HR.
HERO&Corporation.
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