domingo, abril 03, 2022

El Espejo De Mí Vida - Capítulo 131 [2T]

 

Le pedí el zumo de melocotón a mi abuela, ella me lo dio, tenía mucha sed mientras que seguíamos subiendo hacia San Jaume, para hacer la primera parada técnica. Nos sentamos en el pedral bajo los árboles hermosos que había en el pequeño patio, teníamos unas vistas muy bonitas a la ciudad de Manlleu que aún se veía grande a pesar de haberla dejado hacía mucho rato. Pero se podía empezar a ver la ermita de Lourdes a lo lejos, como si con el pulgar pudieses taparla entera, aún estábamos lejos.

Mi abuela me ofreció que agarrase una galleta del pequeño pote de galletas que solía llevar en el bolso, agarré una y me puse a jugar con los árboles de ese pequeño patio, en ningún momento ellas me dejarían de ver, porque tenían muy buena visión. Así que me fui hacia el final del patio, mientras que saludaba a los árboles que estaban felices de vernos allí, algunas incluso cantaban de felicidad. Me puse a saltar por allí a dar abrazos a los árboles y darles besitos. Cuando de repente a mis espaldas noté una ráfega de viento muy exagerado, me giro y veo al arcángel San Gabriel que estaba a unos cinco pasos de mí, sus ojos verdes se quedaron mirando los míos, dentro de un pequeño silencio, mientras que intentaba regresar al aquí y ahora.

-        ¿A qué has venido?- le pregunté susurrando.


Gabriel no me contestó, pero se puso a caminar para estar al lado de Uriel, podía notar como seguía conservando su promesa, guardaría las distancias conmigo hasta que las cosas fuesen distintas. Mi corazón se aceleró bastante, en ese momento giré la cabeza para mirar a las abuelas, ni se habían percatado de nada, y seguían charlando de sus cosas.

A pesar de su mirada penetrante, le notaba que se estaba esforzando demasiado en intentar que la situación no fuese incómoda, pero él sabía que no lo estaba consiguiendo. Así que estuvo todo el tiempo muy tenso, como si con la mirada intentase solucionar las guerras del mundo.

-        Te cubro las espadas, hermano. Vuela un rato, yo me ocupo de ella.- le ordenó Gabriel a Uriel.

-        ¿Estás seguro?- preguntó Uriel.

-        Sí, todo estará bien.- le dijo sin apartar su mirada en mí.

Antes de que le pudiese agarrar de la mano a Uriel, abrió sus alas y en menos de medio segundo desapareció levantando otra ráfaga de viento inexplicable.

Gabriel se apoyó en el tronco del árbol que tenía más cerca justo delante de mí, pero sin apartar su mirada y sin decir absolutamente nada, se quedó así como un psicópata acosador, me sentía tan incómoda, que me giré y empecé a caminar hacia las abuelas. Si tenía que ser así, preferiría mejor estar con personas y no con ángeles. Sentía mí corazón romperse repitiéndome mil veces, porque, pero ya era inútil hacía un mes que no lo había visto… y aunque el dolor era intenso, solo lo sentía más fuerte si él aparecía.

-        ¡Espera!- gritó Gabriel.

Aunque no quería hacerle caso, mi cuerpo reaccionó de tal forma que me detuve en seco, pero no me giré.

-        Quiero hacerte una pregunta.- dijo Gabriel, se detuvo un instante para agarrar aire y después prosiguió.- Aún estás a tiempo de renunciar a entrar a formar parte de la Orden de San Miguel, y así intentar tener una vida más “normal” en esta encarnación. Si quieres renunciar, solo tienes tiempo hasta el doce de agosto.- informó Gabriel.

-        ¿Renunciar?- dije mientras que me daba la vuelta y le miraba a los ojos, escrudiñando sus palabras.

-        Laia, es muy peligroso entrar otra vez. Tu destino y tus misiones son más importantes que volver.- dijo Gabriel, a pesar de que sonaba como si estuviese tomando la paz entre un conflicto de guerra, yo no lo notaba muy razonable.

-        ¿Te envía el Chico?- le pregunté.

Gabriel dijo que no con la cabeza.

-        ¿Alguno de tus hermanos?- pregunté.

Gabriel volvió a decir que no con la cabeza.

-        ¿Entonces, eres tú?- pregunté.

Gabriel dijo que si con la cabeza. Dio un paso hacia adelante, para quedarse a un metro de mí.

-        ¡Hazme caso por una vez, aunque sea en esta vida, Laia! No aceptes entrar en la orden otra vez. Aún no eres inmortal y si tengo que verte morir una vez más, no lo resistiría.- confesó Gabriel, vi que me quería agarrar de las manos, pero desestimó hacerlo.

-        Me da igual si soy o no inmortal. No voy a renunciar a entrar, ni mucho menos ahora que en menos de un año entraré a la nueva unidad.- le dije como si mis palabras fuesen alfileres apuntándole directamente al corazón.

-        ¿No me has escuchado, si mueres yo me muero?- repitió con énfasis Gabriel.

Me giré y di un paso hacia las abuela, enseguida noté las manos de Gabriel agarrando las mías, frenándome en seco, se aceró para susurrarme.

-        ¿No te importo?- dijo Gabriel.

Hice un esfuerzo para liberar mis manos, me giré y le di un golpe en el estómago para que me dejase en paz. Él dio un paso atrás y se agachó.

-        Me importas tanto, que duele saber qué quieres mantener las distancias y solo llegas para contarme cosas que me lastimen aún más. Esta vida, he decidido tomar mis propias decisiones, así que si vienes con las intenciones de no respetarme, ¡no te molestes en volver, ya me acostumbraré a no vivir contigo!- le dije.

Me giré y empecé a correr hacia las abuelas. Seguimos caminando, escuchaba detrás de mí los pasos de Gabriel ya que Uriel todavía no había regresado, pero no quise empezar ninguna conversación con él, me había enojado mucho, tampoco quería que me viera llorar a pesar de que tenía muchas ganas de hacerlo, me tuve que tragar esas lágrimas.

-        No camines tan deprisa, Laia. Quiero que hablemos.- susurraba Gabriel a mis espaldas.

Ni le quería hacer caso, quería escuchar y entender un poco más la conversación de las abuelas, antes de escuchar otra exigencia de mi gran Arcángel Protector. Sentía en mí corazón, que se volvía a repetir la misma historia de siempre, pero no recordaba porqué.

-        Discúlpame que me haya comportado así de bruto, pero es que me preocupo mucho por ti. Me importas mucho y lo sabes, el hecho de que me haya separado de ti, sé que no lo entiendes ahora, pero lo entenderás con el tiempo. A pesar de que allí arriba hayan nubes de tormenta, yo sigo a tú lado, aunque tus ojos dejen de mirarme, yo sigo a tú lado, aunque tú corazón ya no sepa dónde registrarme, yo sigo a tú lado. Sea en el silencio del camino, sentirás esa brisa de aire que siempre te acompaña, es el sonido de mis palabras guiándote día a día. He mantenido las distancias, pero sigo aquí, porque no me pienso ir para desaparecer. – confesó Gabriel.

Le miré con mala cara, quería que se callara pero no lo hacía. Me puse las manos en las orejas, no quería escucharle, pero no funcionaba, él seguía hablando y hablando.

-        Seguiré hablando aunque no quieras escucharme, Laia. – decía insistiendo.

-        ¿Por qué eres así conmigo? Me lastimas todo el tiempo… ¿No lo ves?- le decía sin sentimientos, estaba demasiado enojada como para conversar.

-        Ya te lo he dicho, porque me importas mucho y no soy capaz de irme para desaparecer entre las estrellas más lejanas de este universo. – respondió con sinceridad, de hecho nunca me mentía.

Entonces me detuve, dejé a las abuelas dar cinco pasos hacia adelante, le agarré la mano a Gabriel y le miré directamente a los ojos.

-        ¡A veces pecas de cobarde, sabes!- le dije Gabriel quería cortarme, pero le puse un dedo encima de sus labios porque se agachó y se calló mirándome con esos ojos verdes inocentes.- ¡Eres un cobarde, por no decirme que tú y yo en otra vida fuimos novios!- le dije, le dejé la mano y seguí caminando pero él me agarró del brazo, me giró y me tuvo nariz con nariz mirándome fijamente.

-        ¡No soy un cobarde y nunca lo he sido! ¿Te recuerdo que quién me dejó fuiste tú y tú misma me dijiste que no querías que te buscase? Pero aquí estoy. Pagando el precio de verte morir y nacer por eones. – dijo Gabriel.

Gabriel me miró los labios, se apartó enseguida pero no me dejó de sostenerme de los hombros con fuerza.

-        ¿Qué pasa con mi llama gemela entonces? Según los Maestros, el Chico es mi llama gemela, pero también estás tú.- le dije.

El rostro de Gabriel cambió radicalmente, se puso triste, me dejó de los hombros y empezó a caminar, le seguí.

-        Cuando tengas la edad para enamorarte, tendrás que elegir con quién quieres pasar el resto de tú encarnación. Con la diferencia que en esta encarnación elegirás para pasar el resto de la eternidad con quién realmente ames. – informó Gabriel, estaba de capa caída, de alguna forma intuía que quizás no lo elegiría a él.

Le agarré de la mano con fuerza, él me miró con un poco de esperanza.

-        ¿Cuándo será eso?- le pregunté.

-        Cuando el Consejo de Llamas Gemelas te de autorización para empezar tú relación con tú llama. – respondió.

Finalmente llegamos a la ermita de Lourdes es pequeñita pero muy bonita con unas lindas vistas de las montañas que nos rodean y sobretodo se puede ver perfectamente toda la Plana de Vic, con las ciudades de Vic, Roda de Ter, Manlleu, La Gleva, Sant Hipólit de Voltregà, Torelló, Sant Viçens de Torelló y finalmente Sant Andreu de la Vola. Cuando era pequeña me fascinaba mucho la naturaleza, pero mientras que iba creciendo me fascinaba mejor las ciudades grandes como Buenos Aires, Barcelona, Madrid y Valencia, por los cuales solo había estado en dos de ellas alguna vez y las otras solo lo veía por la televisión en documentales de viajes.


A pesar de todo, me alegraba poder disfrutar de esas vistas acompañada de Gabriel, cuando las abuelas no estaban mirando, aproveché para pasar mis brazos por la cintura de Gabriel y así quedar abrazaditos, él me miró con su mejor sonrisa yo le respondí igual, pero simplemente me quedé en silencio admirando ese momento que esperaba que durase eternamente. 

Recomendación: Les luthiers - Youtube.

HR.

HERO&Corporation.

 

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